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Luego Elmer el 18 de octubre expuso sobre “Los mártires, la guerra civil y la
persecución”, haciendo una valoración histórica de todo lo que realmente pasó, teniendo
presente los antecedentes y la importancia de comprender que la Iglesia fue mártir de todo
este cruento proceso. Acotó don José Antonio que es muy sugerente a la hora de
acercarnos a este tema (del que tanto se ha dicho) tener presente “la tercera internacional”,
la cual surgió en Moscú y sin duda jugó un papel fundamental en la contienda armada.
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Para las sesiones finales luego de recorrer la exposición sobre la sábana Santa en la
Catedral de Salamanca y el “Centro Documental de la memoria histórica”, el cual fue
creado con el fin de reunir los fondos relativos al período comprendido entre 1936 y 1978;
no cabe la menor duda de su importancia, pero a su vez del poco conocimiento que muchas
veces se tiene de los acontecimientos, simplemente porque hemos dejado que otros cuenten
la historia.
El curso concluye con la firme convicción de que el mismo ha sido una oportunidad no
solo para asomarnos a la parte de la realidad no siempre contada, sino que también nos ha
inquietado y lanzado el reto de seguir profundizando en ella para dar a conocer los
elementos claves de lectura que permitan “saber identificar e interpretar los principales
capítulos de la Leyenda Negra de la Iglesia” (CE2).
Son muchos los temas que han quedo por profundizar; no obstante, lo importante ha
sido proporcionar las claves de lectura para estos y otros aspectos que han desembocado en
“Leyendas negras”. Por lo general los personajes están sobre dimensionados y no queda la
menor duda el fin buscado por quienes están detrás de esta hipérbole de la realidad y es
atacar la Iglesia y buscar debilitar su papel en la construcción social.
El curso ha permitido además asumir el reto de conocer las razones por donde empieza
a entrar una “leyenda negra”, y como de manera paulatina un aspecto de la historia es
distorsionado con un fin particular.
Quizás sea importante a futuro establecer un tipo de manual (por llamarlo de alguna
manera) que sirva para interpretar una “leyenda negra”, a modo de pasos que permitan
precisar los elementos contenidos y valen para el creyente como instrumento para detectar
cuando se está ante un hecho sobredimensionado o falso, de uno verdadero.
Por otra parte, ha sido clave a la largo del curso la participación que el profesor ha
permitido, la clase no se ha desarrollado en un proceso tedioso o espeso con el que muchas
veces se prejuicia a la historia, sino la oportunidad dinámica de ir construyendo juntos las
conclusiones del mismo.
No se puede prescindir de un elemento clave, y es que el curso inició con una duda
planteada por el mismo profesor y refería al hecho de querer comprender el por qué un
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curso de historia estaba entre las materias del bienio de teología práctica. A lo largo del
mismo ha quedado más que demostrado el por qué de esto y sin temor a equivocarme,
apunta al hecho de tener presente una expresión conocida: “quien no sabe de dónde viene,
no sabe a donde va”. Con frecuencia en la pastoral obviamos la historia y ella es capital
para la construcción de la sociedad y más aún lo ha de ser para la acción pastoral.
No en vano la tercera competencia específica del curso señala: “capacitar para entrar en
diálogo con la sociedad contemporánea y con las comunidades cristianas que encuentran
en la Leyenda Negra graves dificultades para confiar en la Iglesia y acceder pacíficamente
a los contenidos de la fe” (CE3). Por lo tanto, el pastoralista de hoy debe tener la capacidad
de entrar en este diálogo; pero no solo quedarse ahí, sino ser capaz de formar criterio
valorando aquello en lo que se cree.
Vivimos una crisis de identidad, no solo social sino también eclesial, la poca
valoración de la memoria histórica hace que muchos crean con facilidad cualquier cuento
que les digan; olvidando que mucho de lo que hoy disfrutan ha sido gracias a la promoción
de la libertad, la ciencia y la búsqueda de la verdad, que la misma Iglesia ha promovido a
lo largo de la historia y aunque ciertamente se han cometido errores, ellos nunca serán
mayores que los aciertos sobre los cuales se cimenta nuestra cultura.
Por eso, tenemos una gran responsabilidad y es recuperar el valor del contenido
histórico como instrumento de evangelización, porque una pastoral sin historia es una
historia sin pastoral, en el sentido de correr el peligro de repetir errores o perderse en
banalidades, de ahí la importancia de asumir el reto lanzado al inicio del milenio por el hoy
San Juan Pablo II: “mirar el pasado con gratitud, vivir el presente con pasión y abrirnos al
futuro con esperanza” (NMI 1).