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La economía tiende a tener altas y bajas por lo cual se ve reflejado el como va a afectar a la economía y a la

ecuación de progreso e ingreso nacional, pero para esto debemos saber como y que es la inflación.
La inflación es el término que indica que los precios aumentan con el tiempo y, por ende, el poder adquisitivo
disminuye. En otras palabras, la inflación indica cuánto han subido los precios de los bienes y servicios en un
tiempo determinado; cuando los precios aumentan con el paso del tiempo, tu dinero disminuye su valor (lo que
se conoce como la reducción del poder adquisitivo).En resumen, “la inflación es el aumento sostenido y
generalizado de los precios de los bienes y servicios de una economía a lo largo del tiempo”, de acuerdo con
el Banco de México (Banxico), el banco central mexicano que está encargado de preservar el valor de la
moneda del país. Pongamos un ejemplo hipotético. El kilo de pollo hace un año costaba US$ 5 y ahora tiene
un valor de US$ 5,31 (es decir, un aumento de 6,2%, que de hecho fue la inflación anual en EE.UU.). Esto
quiere decir que, si antes tenías US$ 5, podías comprarte ese kilo de pollo, pero ahora con la misma cantidad
de dinero ya no te alcanza. ¿Por qué? Por la inflación: los precios subieron y tu poder adquisitivo disminuyó.
Más claro: antes podías comprar más cosas con el mismo dinero y ahora ese poder de compra bajó porque,
aunque tienes la misma cantidad de dinero, los precios subieron.
Aquí hay que recalcar que el anterior es un ejemplo para ilustrar la subida de los precios. En realidad, el
fenómeno de la inflación es más complejo. ¿Qué pasa? El Banxico explica que no se puede hablar de
inflación cuando solamente sube el precio de uno o pocos productos, ni tampoco se puede hablar de inflación
cuando el precio subió una sola vez y poco tiempo después ya volvió a la normalidad. Como dice la definición,
para hablar del fenómeno de la inflación, el aumento de los precios tiene que ser “sostenido y generalizado”,
es decir, debe ser constante en el tiempo y abarcar a la generalidad de bienes y servicios en el mercado.
Cuando hay inflación, los precios suben en los alimentos, por supuesto; no obstante, también puedes
observar aumentos en los combustibles o en los vehículos, por ejemplo. De hecho, alimentos, gas, gasolina y
vehículos son de los grupos que más han tenido subidas de precios en Estados Unidos, que en octubre
registró una inflación de 6,2% en los últimos 12 meses, el mayor aumento en más de 30 años. Fuera del como
funciona la inflación debemos tener en cuenta que también hay factores como los semáforos económicos los
cuales también fungen un papel importante en el como reacciona la alza de precios en la ecuación de
economía. Los semáforos económicos son indicadores seleccionados por nuestros expertos y expertas, que
por su importancia e incidencia en el crecimiento económico y la generación de empleos, permiten hacer un
diagnóstico de cómo va México. Son metas cuantificables y objetivas, y cuentan con movilidad periódica y
están clasificados en: nacionales, estatales y sectoriales.
El modelo de referencia para la teoría neoclásica del crecimiento es el propuesto por Solow (1956). Este ha
servido de base para la elaboración de otros modelos en esa tradición, los cuales han permitido el
refinamiento en las explicaciones sobre la acumulación de capital. En efecto, basta con agregar o modificar
algún supuesto en el modelo de Solow para obtener, por ejemplo, el de Ramsey-Cass-Koopmans2 o los
modelos de crecimiento endógeno. A pesar de las divergencias que pueden presentar en torno a sus
supuestos y resultados, estos modelos comparten ciertos rasgos. En primer lugar, atribuyen a los
determinantes de la oferta la explicación de la tasa de acumulación de capital y, por tanto, del crecimiento de
una economía; en segundo lugar, omiten el estudio de los canales por medio de los cuales la distribución del
ingreso entre salarios y beneficios puede afectar el crecimiento. El énfasis en los factores de oferta se explica
esencialmente por el respeto de la ley de Say, no solo en los modelos de crecimiento sino, en general, en toda
la macroeconomía neoclásica. De acuerdo a la ley de Say, la oferta crea su propia demanda, es decir que
cualquier incremento de la oferta crea el poder de compra (o genera el ingreso) necesario para poder adquirir
la nueva producción, garantizando la igualdad entre la oferta y la demanda, y, por lo tanto, el mantenimiento
de la hipótesis de pleno empleo. La identidad entre el ahorro y la inversión resulta ser un corolario de esta ley
(como lo señala Keynes, 1954, p. 19), pues implica que aquella parte del ingreso que no se consume se
traduce en demanda destinada a satisfacer las necesidades de acumulación o, lo que es lo mismo, en
inversión. Pero si la demanda sigue o se acomoda al comportamiento de la oferta, conservando el equilibrio
macroeconómico, no tiene caso analizar en profundidad el impacto de la demanda sobre el crecimiento, razón
por la cual esta ocupa un papel despreciable, a pesar de que es posible relacionarla con el proceso de
acumulación (como en el modelo de Ramsey-Cass-Koopmans).En este sentido, por ejemplo, el modelo de
Solow en su forma básica considera la tasa de ahorro exógena y, en consecuencia, ignora las decisiones de
consumo de los individuos que dan lugar a esa tasa de ahorro. Aunque el modelo de Ramsey-Cass-
Koopmans endogeniza la tasa de ahorro, al considerar explícitamente el problema de maximización
intertemporal al que se enfrentan los individuos en la decisión sobre su consumo presente y futuro, se obtiene
que, sin importar el nivel de la tasa de ahorro -y, por tanto, del consumo-, la tasa de crecimiento es cero en el
largo plazo, tal como ocurre en el modelo Solow. Esto implica que la demanda no juega ningún papel en la
explicación del crecimiento. De hecho, si la tasa de crecimiento de largo plazo es positiva, esto se explicaría
por el comportamiento de los determinantes exógenos de la oferta, tales como el progreso técnico, la tasa de
crecimiento de la fuerza laboral o por las condiciones técnicas de producción (como los rendimientos de
escala o las externalidades en los modelos de crecimiento endógeno). Pero es cuestionable que tanto
Ramsey- Cass-Koopmans como Solow enfaticen en la determinación de un equilibrio sin crecimiento en el
largo plazo y que, una vez alcanzado este equilibrio, el crecimiento reaparezca como resultado de la
introducción de fenómenos que no surgen al interior del modelo; lo que equivale a admitir que teóricamente
una economía no es capaz en el largo plazo de asegurar su propia expansión. Por otra parte, el aparente
desinterés de la teoría neoclásica por estudiar temas relacionados con la distribución del ingreso en el ámbito
de la economía positiva se debe a que, adhiriendo a John Stuart Mill, considera que el análisis de tal tipo de
problemas hace propensa a la teoría a contaminarse con sesgos de tipo ideológico o subjetivo. Sin embargo,
el estudio de la distribución del ingreso y su relación con la acumulación de capital ha ocupado un lugar
central en el desarrollo de la ciencia económica.
Una inflación baja promueve el uso eficiente de los recursos productivos. Por el contrario, cuando la inflación
es alta una parte del tiempo de los individuos y una parte de los recursos de la economía se invierten en la
búsqueda de mecanismos para defenderse de la inflación. Así por ejemplo, cuando la inflación es alta las
empresas deben destinar más recursos al manejo de su portafolio para evitar pérdidas financieras. Estos son
usos improductivos que no generan riqueza a la sociedad. Una inflación baja disminuye la incertidumbre. Se
ha observado que las economías con alta inflación también padecen de una inflación más variable. La
incertidumbre puede afectar negativamente la rentabilidad esperada de la inversión y por lo tanto el
crecimiento en el largo plazo. La mayor incertidumbre implica también incertidumbre en los precios relativos,
de tal manera que los precios pierden su contenido informativo sobre los precios futuros y los márgenes de
comercialización aumentan. Todo esto afecta la asignación eficiente de los recursos y disminuye el
crecimiento económico. Una baja inflación incentiva la inversión. Las decisiones económicas más importantes
que toman los individuos y las empresas son, usualmente, decisiones de largo plazo: las decisiones de hacer
una fábrica, de constituir una empresa, la decisión de educarse, de comprar vivienda. Estas decisiones
dependen crucialmente del grado de incertidumbre sobre el futuro. Una inflación baja y estable es un indicador
de estabilidad macroeconómica que contribuye a que las personas y las empresas tomen decisiones de
inversión con confianza.
Una inflación baja evita redistribuciones arbitrarias del ingreso y la riqueza, especialmente contra la población
más pobre. Los asalariados y las personas jubiladas tienen menos mecanismos para protegerse de la erosión
inflacionaria de sus ingresos. Las cláusulas de indización de ingresos no existen o son muy infrecuentes. En
Colombia, por ejemplo, los salarios y las pensiones de los jubilados se reajustan una vez al año. Además,
entre menor sea el ingreso de las personas, es más probable que tengan menos mecanismos de defensa
contra la inflación, como ahorros o propiedades inmuebles. Por esta razón, una inflación creciente significa
una redistribución del ingreso en contra de la población más pobre. La inflación disminuye el poder adquisitivo,
es decir, al subir los precios, el dinero vale menos y por lo tanto nos permite adquirir menos bienes y servicios,
perjudicando sobre todo a los más pobres. Pero existen diferentes aspectos para medir sus efectos. Por un
lado, al reflejar la disminución del valor real de la moneda de un país, mientras más crezca el índice se
desalientan las inversiones y el ahorro debido a una incertidumbre sobre el valor del dinero. Pero, al contrario,
si la tasa de inflación se mantiene estable, se fomenta el consumo y así hay una mayor actividad económica
que impulsa al crecimiento del país. El índice de precios de consumo se ha estabilizado en los 12 últimos
meses, por una intensa caída en los dos primeros meses del año, en los que ha descendido en 1,4 puntos.
Las alertas sobre los riesgos de deflación han vuelto a dispararse, aunque pudieran ser una vez más
exageradas, si no fuere por el contexto en el que se mueve toda Europa. Mientras que en el Viejo Continente
hay cierta, y puede que hasta justificada, preocupación por el aplanamiento de las curvas de precios, en
España, aunque registra valores que no tienen parangón histórico desde que existe el registro de precios, la
cultura inflacionista empuja a descartar todo temor.El Banco Central Europeo sigue dándole vueltas a los
riesgos de deflación y tiene a punto instrumentos preparados para disolverla; pero en España los agentes
económicos siempre han considerado a la inflación el mejor amigo de sus intereses, cuando es la variable que
más daña el valor de compra de los salarios, la capacidad competitiva de las empresas y la reserva
patrimonial de los ahorradores. La ilusión que genera el incremento nominal de las variables oculta el valor
real que destruyen. Pero tal es el apego que se tiene por el alza de los precios a poco que crezca la demanda,
que la historia económica de España es un relato de inflación sistemática por la falta de competencia en los
mercados y su sistemática corrección vía devaluaciones competitivas de la moneda para restablecer las
ventas.Desde luego que la inflación tiene virtudes para la economía que bien vendría que aflorasen ahora,
como es su contribución a reducir el endeudamiento privado y público, puesto que reduce el valor de los
compromisos financieros en relación con la renta generada. Sería también un bálsamo fantástico para los
ingresos fiscales por el avance nominal de las bases imponibles. Pero el desapalancamiento acelerado y la
recomposición de los ingresos públicos dispone de un mecanismo más sólido y más real, que es el
crecimiento económico. Y para ello España, inmersa en un inmenso mercado de bienes y manufacturas como
es el europeo, precisa sobre todo recuperar niveles de competitividad. Ya ha rescatado vía costes laborales
prácticamente todo lo que había perdido desde que entró en el euro, tal como recordó ayer el gobernador del
Banco de España en el Foro CincoDías, Luis María Linde; La inflación o desinflación española es fruto tanto
de la languidez de la demanda como de la devaluación interna de costes, que permite mantener o ganar
márgenes a las empresas incluso bajando los precios. Mantenerla en estos niveles posibilita una moderación
prolongada de los costes salariales y en paralelo no destruir su poder de compra para estimular la demanda y
generar crecimiento. La inflación, hoy en día, se ha convertido en una de las principales preocupaciones de
los inversores. Un intenso debate que se ha visto reflejado en los recientes episodios de volatilidad en los
mercados. Pero, ¿en qué consiste realmente la inflación? ¿Es siempre negativa o puede ser un buen
indicador económico de la mejoría de la coyuntura de un país o región?La inflación se podría definir como el
incremento sostenido del nivel de precios de los bienes y servicios que se produce en un determinado periodo
de tiempo y da lugar a una devaluación del dinero. Un indicador que causa recelo incluso entre los inversores
antes las posibles consecuencias que podría desencadenar una subida excesiva y sostenida de los precios,
como podría ser un aumento de los tipos de interés o la retirada de los estímulos monetarios antes de tiempo
por parte de los bancos centrales.No obstante, si profundizamos en la cuestión y vamos más allá,
descubrimos que este fenómeno económico no siempre es negativo. De hecho, un poco de inflación en
algunos casos puede resultar positivo, ya que implica que hay una mejoría de la actividad económica, del
consumo y del empleo. De hecho, la inflación, siempre y cuando se mantenga dentro de una banda de
fluctuación adecuada, posibilita el desarrollo económico y contribuye al bienestar de la economía. El problema
radica, sin embargo, en establecer cuál ha de ser ese nivel de inflación adecuado que posibilite la estabilidad
de precios.¿Aumento estructural o puntual? Respecto a la situación financiera actual, existe un consenso del
mercado que prevé que este posible auge de la inflación sea a priori puntual y moderado, pero no estructural.
Esto conllevará a que muchas valoraciones que hoy están en máximos históricos se normalicen y tiendan a
bajar por el efecto del incremento de la tasa libre de riesgo que se coloca en el denominador de la formula. En
muchos casos, sobre todo en modelos de negocio como los que invertimos desde LONVIA Capital que
cuentan con fuertes barreras de entradas y características estructurales de crecimiento sostenible, las
valoraciones tenderán a bajar en la medida en la que esa tasa libre de riesgo deje de estar en terreno
negativo, como hasta ahora. En este año de pandemia, el confinamiento ha obligado a los hogares a tener
una tasa de ahorro forzada que se encuentra ahora, con la eliminación gradual de las medidas restrictivas,
disponible para el consumo. Esta demanda va a estar muy por encima de la oferta (de los propios niveles de
producción), ya que las empresas no han renovado su stock, no han llevado a cabo todavía inversiones, y
puede incluso que se produzca una escasez en la cadena de suministros. Estas razones hacen que sea
posible que, de manera puntual, pueda haber inflación, aunque se llegará finalmente a un equilibro en cuanto
las empresas se pongan de nuevo a producir e invertir para satisfacer la demanda.Además, esta euforia del
consumo inmediato y de corto plazo puede reprimirse más adelante, sobre todo si se producen ajustes en los
mercados financieros, ya que el consumo (especialmente, en el caso de Estados Unidos) está muy ligado a la
propia estabilidad de los mercados.

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