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Una tarde de julio Flor se encontraba caminando por la calle de paris, cuando paso de largo la

mirada de Miguel, un viejo amigo de escuela que la había reconocido. Miguel al hacerlo le toca el
hombro.

-Florencia – pronuncia mientras la mencionada se da vuelta para ver al desconocido. Al encontrar


la cara de Miguel entre sus recuerdos, sonríe mientras abre sus brazos en señal de abrazo.

-¡Miguel! ¡Cuánto tiempo! – exclama -¿Cómo estás?¿Hace cuanto no nos vemos? Cambiaste tanto
que casi ni te reconocí – termina.

-Me encuentro muy bien – dice entre risas – cambiamos mucho desde la escuela si, pero no me
olvido una sonrisa como la tuya – dijo Miguel medio avergonzado.

Después del comentario hubo un silencio de unos segundos hasta que a Miguel se le ocurrió -
¿Estas ocupada?¿Quieres ir a tomar un café?- después de la pregunta Flor pensativa miro su reloj
de muñeca.

-De hecho tengo un poco de tiempo – a lo que seguido señaló atrás de ella un café al fondo de la
calle. Después de llegar y sentarse, ordenaron y en una espera silenciosa, Miguel pensó lo mucho
que había cambiado Florencia, era alta, con cabellos largos y castaños, tez pálida y ojos avellana.

Al mismo tiempo ella analizaba el rostro del hombre, la cuál tenía una barba de no afeitar hace
días, con pelo medio ondulado y medio largo, con raices oscuras y puntas doradas, tez semi-
bronceada y ojos verdes bosque. Al llegar las órdenes siguieron hablando.

-¿Y que haces ahora? ¿Cómo estás?- le preguntó el rubio, a lo que la otra le respondió – no
mucho,hace dos años me diagnosticaron diabetes y ahora tengo que tener insulina siempre
conmigo, vivo cerca de la intendencia, lo que me queda bien ya que trabajo allí como asesora
política de un ministro, pero igual quiero renovarme, osea todo bien con la política, pero no me
interesa tanto como lo hacía al principio. También tengo dos perros y un gato, sin novia ni novio,
pero me mantengo distraída con voluntariados de limpieza de las zonas públicas que hago algunos
sábados cundo no estoy afuera – concluyó.

-Lamento oír lo de los diabetes, pero, a parte de eso ¿Asesora política?¿Voluntariados? Realmente
superaste a todos – dijo con una sonrisa semi torcida en señal de comprensión.

-No digas eso- dijo con una risa timida – de seguro tu tenés una vida más interesante -.

-Si tu dices, eeemm, vivo solo con mi perro, soy panadero y cofundador de Le Plat du Pain, que es
eso, una panadería en la planta baja de mi edificio, en la azotea del mismo tengo una huerta, que
se roba bastante de mi tiempo cuando no estoy pintando o horneando, no tengo casi vida social,
me hablaré seguido con una o dos personas pero me gusta así- terminó, a lo que la castaña le
respondió.

-¿Le Plat du Pain? ¡Me encantan sus panes! Les compro todas las semanas – mencionó

-¿En serio?¿Que días vas?-

-Los miércoles, a las 15 cuando recién sacaron el pan con forma de flor creo que se llama Lilas, es
mi favorito –

-Yo hice la receta de ese pan – se asombra, a lo que Florencia abre los ojos y se emociona.

¡¿En serio?! – cuestionó casi gritando la de ojos de avellana.

-Si, si quieres podemos vernos otro día y te llevo- ofreció mientras miraba a los lados las otras
mesas.

-Me encantaría – respondió flor con seguridad en su cara.

-Entonces que dices si nos vemos este mañana en los capos Eliseos a las 15 justo después de que
sacan el pan- preguntó.

Después se aceptar, florencia noto una quemadura en la mano izquierda de Miguel, quien se dio
cuenta de la dirección de sus ojos y se apresuró a decir.

-El horno una vez se salió de control que prendió fuego la mitad de la panadería, recibí
quemaduras tratandolo de apagar- se excusó mientras mostraba las cicatrices que le llegaban
hasta la mitad del bicep fornido.

Después de mirar, hubo un encuentro de ojos con picardía dentro de los dos, después de la que, se
acabaron el café, se despidieron como viejos amigos y se fueron cada uno por su lado, pero ambos
con brillos en los ojos por la emoción del reencuentro.

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