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MÓDULO 1.

INTRODUCCIÓN A LOS
MUSEOS

1.1. CONCEPTO Y DEFINICIÓN DE MUSEO


El concepto de museo es complejo, heterogéneo y mutable, además de multidisciplinar, ya que
se relaciona con otros ámbitos y disciplinas, como la arquitectura, la ciencia, la tecnología, el
patrimonio cultural, el coleccionismo o los bienes inmateriales.
Asimismo, el término de

museo ha ido evolucionando a lo largo de la historia, reinventándose continuamente hasta la


actualidad. Con el fin de desarrollar estudios y directrices globales en torno a la teoría y la práctica
museística, en 1946 se creó el Consejo Internacional de Museos, también denominado ICOM.
El ICOM, con sede en París, es el máximo organismo internacional responsable de la
conservación, del mantenimiento y de la comunicación del patrimonio natural y cultural del
mundo, presente y futuro, tangible e intangible. Se trata de una organización no gubernamental
que mantiene una relación formal con la Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la
Educación, la Ciencia y la Cultura) y tiene un estatus de órgano consultivo del Consejo Económico
y Social de las Naciones Unidas. En este sentido, reúne los siguientes objetivos:

• establecer normas profesionales y deontológicas; • formular recomendaciones; • estimular


la capacitación; • impulsar el conocimiento; • aumentar la sensibilidad cultural del público a
través de redes mundiales y de programas de cooperación.

Las directrices de dicha entidad son asumidas por toda institución museística. Entre ellas, es
conocida su definición de museo constantemente actualizada, con la finalidad de orientar la
línea de actuación de los agentes involucrados: museos, centros culturales, coleccionistas,
estados, etcétera. En este sentido, la última definición fue aprobada por la 22ª Asamblea General
en Viena, el 24 de agosto de 2007, y describe el concepto de museo de la siguiente forma:

Un museo es una institución sin fines lucrativos, permanente, al servicio de la sociedad y de


su desarrollo, abierta al público, que adquiere, conserva, investiga, comunica y expone el
patrimonio material e inmaterial de la humanidad y su medio ambiente con fines de
educación, estudio y recreo (ICOM, s.f.).

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La importancia del vocablo radica en su ampliación, añadiendo a las funciones más tradicionales,
como la conservación de piezas, la búsqueda de una involucración real con el público. Por tanto,
este agente deja de ser pasivo, para convertirse en un usuario de las actividades sociales,
culturales y educativas. Además, introduce el término de patrimonio, entendido como un
contenido del museo, configurándose como un espacio de salvaguardia del conocimiento, es decir,
como su continente (Querol, 2020).

1.1.1. Patrimonio cultural


El patrimonio cultural es “a la vez un producto y un proceso que suministra a las sociedades un
caudal de recursos que se heredan del pasado, se crean en el presente y se transmiten a las
generaciones futuras para su beneficio” (Cliche, 2014). Este conjunto de bienes abarca el
patrimonio material, el patrimonio natural y el patrimonio inmaterial. Todos son recursos frágiles
que requieren políticas y modelos de desarrollo que preserven y respeten su diversidad y su
singularidad, ya que una vez perdidos no son recuperables. Por este motivo, es aconsejable
utilizar el adjetivo “cultural” frente a otros como “artístico”, “histórico” o “histórico-artístico”, que
conllevan un uso más restringido, centrado en conocimientos y en aspectos que atañen
únicamente al pasado. El término “cultural”, en cambio, ofrece una dimensión más amplia e
internacional. Además, este no se fundamenta según los cánones de la historia o de la historia del
arte, ya que integra cualquier manifestación o producción creativa del ser humano en su pasado,
presente y futuro. En este sentido, otra importante distinción es la diferencia que hay entre el
patrimonio cultural y el patrimonio natural. El primero se concibe como el conjunto de bienes
creado por los seres humanos a lo largo de su historia; y el segundo como aquellos elementos que
son producto de la naturaleza. En la definición de museo que establece el ICOM, resulta
interesante apreciar la mención de bienes patrimoniales materiales e inmateriales, dando la
misma importancia a unos y otros, que se aúnan bajo el mismo concepto de patrimonio cultural:

● Patrimonio cultural material o tangible. Se vincula con objetos físicos, como los bienes
muebles o inmuebles que han realizado y llevado a cabo las civilizaciones de todo el mundo.
Algunos son el patrimonio arquitectónico, el arqueológico, el etnológico, el industrial o el
documental.
● Patrimonio cultural inmaterial. Es más abstracto. Se trata de un concepto muy reciente
que la Unesco consiguió definir en la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural
Inmaterial de París, realizada el 17 de octubre de 2003 y publicada en el BOE el 5 de febrero
de 2007:

Se entiende por ‘patrimonio cultural inmaterial’ los usos, representaciones,


expresiones, conocimientos y técnicas —junto con los instrumentos, objetos,
artefactos y espacios culturales que les son inherentes— que las comunidades, los
grupos y, en algunos casos, los individuos reconozcan como parte integrante de su
patrimonio cultural. Este patrimonio cultural inmaterial, que se transmite de
generación en generación, es recreado constantemente por las comunidades y grupos
en función de su entorno, su interacción con la naturaleza y su historia, infundiéndoles
un sentimiento de identidad y continuidad y contribuyendo así a promover el respeto
de la diversidad cultural y la creatividad humana.

En España, el Plan Nacional de Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial, elaborado por el
Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, de la mano de Carrión (2015b), concreta que este
concepto se refiere a “toda manifestación cultural viva asociada a significados colectivos
compartidos y con raigambre en una comunidad”. Además, dicho plan precisa los ámbitos donde
el patrimonio cultural inmaterial se manifiesta en nuestro país:

• conocimientos tradicionales sobre actividades productivas, procesos y técnicas; •


creencias, rituales festivos y prácticas ceremoniales; • tradición oral y particularidades
lingüísticas; • representaciones, escenificaciones, juegos y deportes tradicionales; •
manifestaciones musicales y sonoras; • formas de alimentación; • formas de sociabilidad
colectiva y organizaciones.

Ante esta infinidad de elementos, se comprende mejor la imposibilidad de presentar una noción

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de museo concreta o hermética. Por esta razón, en el desarrollo de la historia de los museos, su
definición se ha orientado exponencialmente hacia la flexibilidad. Esta concepción inclusiva de
los museos contiene varios obstáculos, tales como la inmensidad de objetos y de conocimientos
por conservar, la diversificada línea de materias y de expertos, o las necesidades arquitectónicas
específicas que requiere cada tipología.

1.1.2. Código de Deontología del ICOM para los Museos


El ámbito que trata el presente manual es muy diverso, no solo por la cantidad de componentes
que puede llegar a abarcar, sino también desde la perspectiva legislativa. De hecho, cada país
cuenta con su propio reglamento —tanto a nivel estatal como autonómico y local— y este, desde
la óptica temporal, también puede ser cambiante. Por este motivo, aunque a lo largo del texto
expuesto se muestren referencias puntuales sobre el marco legislativo español, en este punto
introductorio es preciso mencionar la existencia del Código de Deontología del ICOM para los
Museos. Este documento, que fue aprobado en 1986 y revisado en 2001 y 2004, constituye una
normativa mínima presentada en una serie de principios. Es decir, se trata de un elemento de
referencia para elaborar unas normas adicionales en todos los países. De este modo, cada región
los sigue y los aplica para desarrollar sus propias políticas y actividades, por lo que es esencial
conocer cuáles son para entender la responsabilidad de la que se hacen cargo todos los museos
adscritos. Los principios son los siguientes (ICOM, 2017a):

1. Los museos garantizan la protección, documentación y promoción del patrimonio natural


y cultural de la humanidad. 2. Los museos que poseen colecciones las conservan en
beneficio de la sociedad y de su desarrollo. 3. Los museos poseen testimonios esenciales
para crear y profundizar conocimientos. 4. Los museos contribuyen al aprecio, conocimiento
y gestión del patrimonio natural y cultural. 5. Los museos poseen recursos que ofrecen
posibilidades para otros servicios y beneficios públicos. 6. Los museos trabajan en estrecha
colaboración con las comunidades de las que provienen las colecciones, así como con las
comunidades a las que prestan servicios. 7. Los museos actúan ateniéndose a la legalidad.
8. Los museos actúan con profesionalidad.

1.2. ORIGEN Y EVOLUCIÓN DE LOS MUSEOS


Los museos no son entes permanentes en el tiempo. De hecho, la función que tuvieron en su
origen hasta la que tienen en la actualidad es completamente diferente. Las causas de dicha
transformación se deben buscar en los cambios culturales, políticos y sociales, que se han ido
desarrollando a lo largo de la historia de la humanidad. Por este motivo, en los siguientes
subapartados, se presenta una breve evolución de los museos y de todo lo que incluye dicho
término.

1.2.1. Edad Antigua


El origen del coleccionismo parece hallarse en el antiguo Oriente. En esta época se solían
exponer públicamente los tesoros artísticos procedentes de los botines de guerra, tal y como
indican varios documentos históricos relacionados con el saqueo de Babilonia por parte de los
elamitas en el año 1176 a. C. La acumulación de bienes artísticos también era usual en el entorno
palatino, como demuestra el nombre con el que se conocía el palacio de Nabucodonosor: el
“gabinete de maravillas de la humanidad”. De un modo similar, los faraones y los sacerdotes
egipcios depositaban sus enseres y obras de arte en arquitecturas palaciegas, devocionales y
fúnebres. En la actualidad, estas piezas engrosan el Museo Egipcio de El Cairo, el British Museum o
el Louvre (Hernández, 1994).

1.2.1.1. Antigua Grecia


Concretamente, fue en la antigua Grecia donde los grandes historiadores del momento

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empezaron a recoger elementos y espacios arquitectónicos que darían lugar, sin saberlo, a una
nueva forma de entender la acumulación de objetos, entendiéndolos como una colección unificada
y de valor. En este sentido, paradójicamente, este lugar llamado mouseion no hacía referencia a
un espacio como el que configura el museo actual, sino que aludía a un “santuario de las musas”.
Este constituía una zona de culto donde habitaban las protectoras de las artes. También se
aplicaba para describir a las escuelas filosóficas y a las de investigación científica (Hernández,
1994). En Alejandría, Ptolomeo II, rey de Egipto en la dinastía ptolemaica, fundó en el 285 a. C. un
museion propio para reunir a poetas, artistas y sabios. El espacio se dividía en varias salas de
reunión, un observatorio, un laboratorio, algunos jardines y una biblioteca con más de 700 000
volúmenes manuscritos, que representaba la joya de ese auténtico centro cultural. No obstante,
un espacio más próximo a los museos de la actualidad podría encontrarse en el uso que se les
daba a las obras de arte expuestas en los peristilos de los templos. De un modo similar, o incluso
con un mayor parecido con la contemporaneidad, ocurría con el thesaurus o tesoro. Este era un
edificio sagrado donde se acudía a consultar a los dioses a través de los auspicios del oráculo,
siendo el más famoso el de Delfos. Los sacerdotes eran los encargados de guardar los exvotos que
los fieles ofrendaban. También se encargaban de conservar esos elementos de oro, plata, bronce
o piedras preciosas. Además, realizaban inventarios con datos como el nombre del objeto, la
materia, el peso, el nombre y la nacionalidad del donante, el nombre del dios de la ofrenda y la
fecha del ingreso. Por otro lado, las primeras medidas para la conservación de las obras de arte
fueron documentadas por el geógrafo e historiador griego Pausanias, quien describió cómo se
empecinaban los escudos votivos para evitar su corrosión en Atenas. También escribió sobre la
pinacoteca, un espacio que se configuró como una galería de pintura y, por lo tanto, fue la
primera de la historia. Esta zona se situaba en el ala norte de los propileos o los vestíbulos, y se
componía de unas puertas monumentales con columnas en la entrada de la Acrópolis, donde se
guardaban las tablillas pintadas. No debe obviarse otra de las grandes innovaciones griegas en el
mundo del arte, que fue la concepción individualista del artista que firma sus obras. Esta fue
producto de la etapa de esplendor en las artes, que el orador y político griego Pericles consiguió
mediante la instauración de su plan estético y urbanístico para embellecer la ciudad de Atenas
(Hernández, 1994).

1.2.1.2. Antigua Roma


En la antigua Roma, la palabra museion derivó en museum, que designaba una villa particular
donde tenían lugar las reuniones filosóficas. Por ende, este fue un término que nunca se aplicó a
una colección de obras de arte. No obstante, su aportación a la historia museística se halla en el
prestigio social que adquirieron los botines de guerra, como los saqueos de Verres en Sicilia o el
de Marcelo en Siracusa. A partir de entonces, se crearon importantes colecciones, como
ejemplifica la realizada por el cónsul romano Lúculo alrededor del año 151 a. C. Este fervor
coleccionista, ya en el siglo I a. C., llevó a Vitrubio, un arquitecto romano, a escribir un manual
para exponer adecuadamente las piezas. Entre otros consejos, recomendaba que las pinturas se
colocasen en gabinetes orientados hacia el norte, mientras que las bibliotecas debían estar
orientadas hacia el este. La importancia que empezaron a adquirir estas colecciones
particulares fue tal que, Agripa —consejero de Augusto—, sugirió que se expusieran
públicamente las obras artísticas que decoraban los palacios y los jardines de personalidades
importantes. Dichas colecciones estaban formadas por marfiles, bronces, tapices, piedras
preciosas u orfebrería. Una de las más suntuosas fue la perteneciente a la villa de Adriano en
Tívoli, donde edificios, jardines y esculturas griegas constituían un auténtico museo al aire libre. El
aumento de las colecciones y de su importancia a lo largo de todo el Imperio, sumado al deleite
del pueblo al contemplar estas obras, motivó a los gobernantes a exponerlas en lugares públicos:

De esta manera, la ciudad de Roma llegó a convertirse en un gran museo, existiendo un


mercado de arte en las vías sagradas que provocó la venta de falsificaciones o copias como
obras auténticas y la realización de restauraciones que llevaron incluso a la pérdida de la
obra original (Hernández, 1994).

1.2.2. Edad Media


La caída del Imperio romano (476 d. C.) supuso un cambio en el poder, siendo a partir de ese

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momento la Iglesia cristiana la institución que controló la cultura, la educación y los encargos
artísticos en la Edad Media. En este periodo, el arte comenzó a entenderse como un elemento
didáctico y los monasterios se constituían como el primer foco de enseñanza. En este sentido, tal y
como explica la experta Francisca Hernández en el Manual de museología (1994), “la Edad Media
inicia un nuevo coleccionismo desarrollado de una manera especial por la Iglesia-Institución, que
se convierte en el centro del mundo artístico”. Así, el tesoro griego evoluciona hasta este tramo
histórico, convertido en un espacio ubicado en los ábsides de las Iglesias o en las salas especiales
de las catedrales y de los monasterios, donde se guardan objetos variados, como relicarios, piezas
de orfebrería litúrgica, manuscritos, vestiduras litúrgicas, piedras preciosas, etcétera. Cabe
destacar que uno de los tesoros más importantes es el de Carlomagno —rey de los francos y
emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico en el año 800 d. C.— custodiado en el palacio de
Aquisgrán, al oeste de Alemania, en el actual estado federado de Renania del Norte- Westfalia. El
otro gran acontecimiento de la historia del coleccionismo en esta época son las cruzadas, ya que
los botines obtenidos en las numerosas guerras se solían convertir en la principal colección de los
grandes tesoros de las catedrales europeas. De este modo, puede verse cómo el saqueo de
Constantinopla en el año 1204 forjó los tesoros de la basílica de San Marcos en Venecia o de la
Sainte Chapelle en París. A su vez, las cruzadas también fueron el germen de los museos
diocesanos, catedralicios, parroquiales y conventuales. En España fueron, asimismo, una práctica
usual, tal y como ejemplifica la bandera portuguesa conquistada en la batalla de Toro, en la capilla
de los Reyes Nuevos de la catedral de Toledo, la de riendas de Babieca en la catedral de Sevilla, o
la del cofre del Cid en la catedral de Burgos. Debe aclararse que el objetivo de dichas colecciones,
al menos hasta finales de la Edad Media, no era exactamente el de coleccionar, sino el de atesorar
para acumular riquezas. Posteriormente, sí se comenzará a considerarse el valor de las piezas
según nuevos conceptos más museísticos (Morán y Checa, 1985).

1.2.3. Renacimiento
El siglo XV da paso a la época renacentista que, en su admiración por el mundo clásico, acaba
desligándose del tesoro en su valor material y simbólico, pero resalta su importancia histórica,
artística y documental. De hecho, la colección del Duque de Berry, en Borgoña, representa
fielmente esta transición entre el tesoro de la Edad Media y los tiempos modernos. Este detalle se
observa en la alternación de una variedad de elementos —tapices, reliquias, orfebrería— con
libros profusamente iluminados. Italia No obstante, es en Italia donde las colecciones adquieren
un sentido político, resultando una muestra de poder y de estatus. En esta misma línea, todas las
grandes familias italianas —los Strozzi, los Rucellai y, sobre todo, los Médici— comparten este
interés por la adquisición de obras de arte. Además, una de las innovaciones del siglo es la
introducción de elementos del mundo natural en las colecciones, cuya tipología puede dividirse
de la siguiente manera (Hernández, 1994):

• Naturalia. Reúne minerales, especímenes botánicos y zoológicos, etcétera. • Artificialia.


Agrupa los elementos que, en contraposición a los anteriores, son realizados o modificados
por el hombre.

Sin embargo, aún no se aprecia una metodología científica, que es una de las características
principales del museo. Un ejemplo de ello se muestra explícitamente en cómo Lorenzo de Médici,
llamado Lorenzo el Magnífico, —un mecenas de las artes y un gran coleccionista de cuadros,
piedras preciosas y antigüedades— las reúne sin un orden preestablecido. En este sentido, la
aparición del studiolo, el antecedente de las cámaras de las maravillas del siguiente siglo, se
debe a príncipes o grandes familias italianas. Este nuevo concepto configura un espacio pequeño,
apartado del resto del palacio, donde se depositan los libros y los instrumentos científicos en
estanterías y armarios. Algunos de dichos refugios intelectuales fueron los studiolos del palacio de
Federico de Montefeltro en Urbino o el de Isabella d’Este en Mantua, que reunía una portentosa
galería de obras de arte, corales, ámbares, cristales, porcelanas o instrumentos musicales. El del
humanista Paolo Giovio, instalado en su palacio de Como, adquirió un mayor protagonismo, ya
que, por primera vez en la historia, se asistió a una organización de piezas con criterios
coleccionistas en su galería de retratos. En paralelo, la Iglesia siguió constituyendo la principal
figura coleccionista. En Roma, los papas Pablo II, Julio II, León X y Pablo III desarrollaron la
colección vaticana gracias a las excavaciones y los saqueos realizados en los monumentos de la
Antigüedad (Hernández, 1994). Francia En Francia, el coleccionismo se inició de la mano del rey
Francisco I, quien adquirió obras de Leonardo da Vinci, de Miguel Ángel o de Ticiano Vecellio, así

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como antigüedades compradas en Italia. Esta colección estaba instalada en el palacio de
Fontainebleau. A pesar de que su contenido es renacentista, la forma en la que se expone se
anticipa a la del siglo XVI, con la presencia de “gabinetes de curiosidades” o salas de
pequeñas dimensiones que albergaban objetos raros y preciosos (Hernández, 1994).

1.2.4. Edad Moderna


La Edad Moderna supone un nuevo escalón en la evolución e implantación de las instituciones
culturales, puesto que en dicha época es cuando surge el museo tal y como se concibe en la
actualidad.

1.2.4.1. Siglo XVI


En el siglo XVI se forman los patrimonios artísticos nacionales en torno a las casas reales, de
donde surgen, posteriormente, los museos europeos. Paralelamente, se desarrolla un
coleccionismo particular, cuantitativamente inferior, pero de igual función y criterio expositivo.
Este despliegue aparece con una de las grandes aportaciones modernas dentro del coleccionismo:
las cámaras o cuartos de maravillas, también llamados gabinetes de curiosidades. El mayor
foco de estos espacios se ubicó en Alemania, donde los príncipes antepusieron el carácter
utilitario, científico y experimental de las piezas, al de la belleza, el arte y la curiosidad, más
típicos de sus precursores studiolos italianos. Estas wunder-kammer exponían, además de obras
naturales y artísticas, instrumentos científicos (scientifica), plantas y animales (naturalia) y objetos
etnográficos traídos de todo el mundo (exotica), coincidiendo con la época de los grandes
descubrimientos geográficos. El mejor exponente de dicha época fue la colección del archiduque
Fernando del Tirol en el castillo de Ambras, cerca de Innsbruck, en Austria. En esta, los objetos se
guardaban en armarios de madera y estaban clasificados según su naturaleza y técnica.
Además, dicha colección se dividía en los siguientes tres conjuntos:

• Armería. Era la más prestigiosa de la época, pues estaba formada por piezas antiguas y
contemporáneas.

• Biblioteca. Contenía cuatro mil volúmenes encuadernados en piel y ordenados por


secciones.

• Cámara artística. Albergaba un contenido muy variado:

El gabinete de arte era el menos desarrollado en favor del gabinete de curiosidades,


que contenía, entre otros, objetos varios y abortos de la naturaleza o especie de
‘monstruos’: retratos de enanos, gigantes, etc. (Hernández, 1994).

Una de las colecciones más singulares de esta época, que tampoco puede obviarse, fue la creada
por Rodolfo II de Praga —el archiduque de Austria y emperador del Sacro Imperio
Romano-Germánico—, quien quiso conseguir piezas destacables según criterios de rareza, de
dificultad de adquisición y de antigüedad. Ante tal fin, contrató a un equipo de expertos que le
permitiesen acercarse al resto de colecciones europeas. No obstante, dicha colección se
encontraba sin orden ni inventario en cuatro habitaciones del palacio de Praga, a excepción de la
galería de pintura, con casi ochocientos cuadros. Esta estaba descrita por temas, pero sin autoría.
Además, sus obras estaban tapadas por cortinas que solamente se retiraban para su propia
contemplación.

1.2.4.2. Siglo XVII


En el siglo XVII, se consolidan las colecciones monárquicas en toda Europa y nacen las burguesas
en los Países Bajos. Este hecho implementa la pintura de gabinetes, que son pequeñas
habitaciones llenas de cuadros, de esculturas y de diversidad de objetos. En esta misma línea, el
coleccionismo especializado en pintura se inauguró gracias al nombramiento, por parte del

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archiduque Leopoldo Guillermo de Austria, del pintor David Teniers como conservador de su
colección. Teniers la difundió con reproducciones y mediante la publicación del catálogo
denominado Theatrum Pictorium en el año 1660. Otro gran acontecimiento de dicho siglo fue el
asentamiento del comercio del arte, surgiendo ferias específicas como las de Saint Germain en
París o la de Leipzig en Alemania. En Amberes, además, se creó el gremio de San Lucas para
gestionar las transacciones realizadas en estas exposiciones. Por otro lado, Ámsterdam se
consolidó como el mayor centro artístico europeo. De este punto surgen las subastas públicas,
con perito tasador, catálogo de venta y voceador; así como los agentes intermediarios entre
comprador y vendedor, aunque ciertas personalidades y coleccionistas, como el cardenal
Mazarino, lo ejecutaban personalmente. El año 1683 es clave en la museología, ya que es la fecha
de la inauguración del primer museo institucional, el Ashmolean Museum de Oxford.
Actualmente, su selecta colección de piedras, animales, plantas e instrumentos científicos sigue
abierta al público. La historia de dicho conjunto se remonta originariamente a la familia
Tradescant, cuyos miembros eran exploradores y viajeros que reunieron una amplia y ecléctica
colección de diferentes objetos etnográficos y científicos. Tras el fallecimiento del último heredero
de la familia, la colección pasó a los Ashmole, que también contaban con una colección de
escultura. Estos últimos legaron el conjunto a la Universidad de Oxford para su exposición pública.
De esta forma, este sería el verdadero nacimiento de los museos actuales: colecciones privadas
donadas a una institución pública (Hernández, 1994).

1.2.5. Edad Contemporánea


En la Edad Contemporánea, el Museo del Louvre, fundado en 1793 en Francia, sirve de guía a
los grandes museos nacionales y europeos del siglo XVIII. Este comenzó exponiendo en base a un
criterio cronológico y por escuelas, abriendo al público tres veces por semana, siendo un museo
con carácter pedagógico y publicando su propio catálogo. El British Museum, inaugurado el año
1759 en Londres, el Museo del Prado abierto en 1819 en Madrid, o el Neues Museum iniciado en
1855 en Berlín, siguen este modelo de grandes colecciones heredadas de monarquías absolutistas
e imperialismos, cuya finalidad didáctica se transforma con la llegada de las primeras
democracias. A partir de este momento, los museos se dividen por temática: arte, arqueología
—iniciada con las excavaciones de Herculano y Pompeya—, ciencias naturales —constituida con
una finalidad científica—, e historia —configurada con los originarios de las galerías de retratos de
los monarcas y con las grandes pinturas biográficas e históricas del XVIII—. Además, el acceso
limitado que antiguamente presentaban los museos se amplía para toda la ciudadanía, gracias al
pensamiento ilustrado y a la búsqueda de la democratización de la cultura y de la
educación. A finales de este siglo, se crean las academias de arte, que son las promotoras de
las exposiciones y de un nuevo pensamiento liberal, que pone fin al arte cortesano y da comienzo

al arte burgués.

1.2.5.1. Siglo XIX

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En el siglo XIX se observa una expansión descomunal de los museos y de sus planteamientos
teóricos en Europa y en Estados Unidos. En el resto del mundo prácticamente no existen y, los que
se crean, tienen un punto de vista completamente colonial. En los Estados Unidos de esos años,
los museos poseen una función marcadamente educativa y una iniciativa privada, debido a su
auge económico y a la ausencia de una tradición cultural como la europea. Así, la idea de crear un
gran museo de pintura en Nueva York surge en 1872 con la constitución del Consejo de Trustees o
Comité de Ciudadanos, que acepta las primeras donaciones en dinero para la compra de las
iniciales obras del Metropolitan.

1.2.5.2. Siglo XX
Con la llegada del siglo XX, se produce una estabilización de los museos ya existentes, aparecen
los nacionales según se van independizado los territorios colonizados y se crean organizaciones
como la ICOM, en 1946. Las grandes novedades surgen a través de nuevos discursos en la
búsqueda de un museo más participativo. Este hecho propulsa la denominada nueva museología
de los años 80, que da paso a la crisis entre la institución tradicional conservadora del museo y
una concepción más social e interactiva. Ese proceso viene dado por una obligada revisión del
museo, en su revalorización como guardián de la memoria y de la representación de la historia. No
obstante, tras la Segunda Guerra Mundial, el museo no cuenta con el mismo prestigio social que
tenía a principios de siglo y el clamor intelectual condena la “muerte” del museo. Dicho en
otras palabras, era considerado un elemento anacrónico, estático y elitista, que se enfrentaba
férreamente a los nuevos discursos artísticos. Otras instituciones y artes como la universidad, el
teatro, la novela y, sobre todo, el cine, sí supieron canalizar el fervor cultural de los años 50 y 60.
De este modo, la mayoría de los museos se encontraban en quiebra, no tenían recursos o, como
en el caso de España, estaban sumidos en el olvido. Esto provocó que ciudadanos y artistas no
encontrasen un uso ni una conexión con una institución tan anticuada y apartada de la realidad y
de lo cotidiano. Esta necesidad de que el museo estableciera un diálogo con el contexto social y
artístico generó la irrupción de los museos de arte contemporáneo, como el MoMA de 1929, el
Centro Pompidou de 1977 o el Museo de Arte Moderno de Madrid de 1898, el antecesor del Reina
Sofía de 1992. Nadie podría haber vaticinado que en los años 80 el museo se convertiría en un
medio de masas, en un marco esencial de la cultura y en un referente de todas las
prácticas contemporáneas hasta hoy (Bolaños, 2011).

1.2.5.3. Siglo

XXI
La institución museística, actualmente, ya no posee un carácter tan sagrado como el que se le
otorgaba hace un par de siglos. En la sociedad posmoderna destaca por ser un producto

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cultural que tiene como objetivo ser consumido por el mayor número de público posible. El museo
debe renovarse y actualizarse constantemente. Esta nueva característica se aprecia bien en la
gestión de las exposiciones temporales como un producto seductor, complaciente y masivo, un
fenómeno conocido como exposiciones blockbuster. Ante la realización de dichas actividades y
la propia supervivencia del museo, las políticas públicas y privadas se mezclan mediante
relaciones mixtas de colaboración entre acuerdos de patrocinio o mecenazgo. La
profesionalización, la diversificación y el número del personal ha ido aumentando en esta
necesidad de establecer diálogos directos con el público. Con dicho fin, nacen nuevas áreas como
la formación, la mediación cultural o la comunicación, que acoge, a su vez, nuevos
escenarios como las redes sociales. Esta multidisciplinariedad de tareas, que se funden con las
tradicionales de conservación e investigación, ha provocado una división tan jerarquizada del
trabajo que promueve empresas especializadas y distintas, como la atención al cliente o el
montaje expositivo. En cuanto a su función, el museo está cada vez menos destinado a conservar
y exponer los objetos, en favor del fin de divulgar, de entretener y de acoger al público. Por este
motivo, finalmente, ha cambiado su concepción como templo por la de fórum, esto es, integrando
el museo en lo cotidiano. Dicha relación participativa entre las colecciones y el público también ha
impactado en la arquitectura museística. Hoy imperan edificios funcionales y accesibles, con
múltiples espacios que responden a distintas necesidades, como conferencias, programas
educativos o conciertos. Al igual que la tipología museística, los museos ubicados en zonas más
descentralizadas y locales se han multiplicado. Su finalidad última es aunar el patrimonio cultural
y natural del territorio y enfocarlo hacia una colección didáctica (Hernández, 1994). Este proceso
de transformación de los fundamentos del museo confluye con la redefinición iniciada a finales del
siglo XX, a través de los museos de arte contemporáneo, que ha terminado por extenderse al
resto. Por otra parte, la explosión informativa que se ha dado con la revolución tecnológica de
Internet ha configurado, dentro de este campo, los museos interactivos, abiertos a toda
innovación tecnológica, que fomentan una exploración de nuevos lenguajes, como la realidad
virtual o el código QR. En conclusión, este nuevo museo del siglo XXI se reformula alejado de
cualquier hermetismo, ya que solo está sujeto a la propia mutabilidad del tiempo. En otras
palabras, constituye una visión plural de mundos diversos y de valoraciones diferentes de la
belleza en cánones heterogéneos. Así, se posiciona como un escenario de experiencias donde
poder ejercitar la imaginación y la curiosidad, además de desarrollar una vivencia crítica y
dinámica que posibilite cuestionarnos acerca de nosotros mismos y del mundo que nos rodea
(Bolaños, 2000).

1.3. TIPOLOGÍAS DE MUSEOS


Una vez expuestas las principales funciones que debe desarrollar cualquier museo, es preciso
tratar la gran variedad de clasificaciones en las que se pueden catalogar los museos,
según los criterios de varios autores e instituciones. Una primera y fundamental clasificación es la
que establece el museólogo francés Georges Henri Rivière (1993), quien distingue cuatro tipos
de museos, dependiendo de la temática del contenido a la que están destinados:

● Unidisciplinares o especializados. Se centran en un solo ámbito y se subdividen, a su vez,


en las siguientes tipologías:
● Museos de arte. Incluyen las artes plásticas, gráficas, aplicadas y escénicas, así como la
literatura, la fotografía, el cine o la arquitectura.
● Museos de ciencias humanas. Comprenden la historia, la etnología, la antropología, la
pedagogía o la medicina.
● Museos de ciencias de la tierra. Engloban la física, la química, las ciencias naturales,
la ecología y los parques naturales.
● Museos de ciencias exactas. Reúnen la astronomía y las matemáticas.
● Museos de ciencias avanzadas. Concentran la industria, la tecnología y la información.

● Pluridisciplinares, no especializados o mixtos. Son los dedicados a varias materias.


● Pluridisciplinares especializados. Se corresponden con aquellas instituciones que tienen
una única disciplina que ahonda en un tema o en un autor. Así, pueden ser monográficos o
biográficos.
● Interdisciplinares. Unen varias disciplinas, pero bajo un hilo conductor común.

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En España, el catedrático de arquitectura Josep M. Montaner diferencia las siguientes seis clases
de museos, sintetizando diversos criterios relacionados con la administración y la gestión, la
morfología, el tamaño, la distribución espacial y el programa que estos presentan (Hernández,
1994):

● Grandes complejos culturales. Son grandes contenedores polivalentes, con espacios


flexibles, donde se realizan una serie de funciones diferentes. Entre las características de
estos centros destaca su configuración dentro de un edificio cúbico, transparente y
perfectamente diseñado. También presentan un alto grado de tecnología para el control de la
climatización y de la iluminación. Ejemplos de ello serían el Institut du Monde Arabe (IMA) de
París o el Carré d’Art de Nimes.
● Museos nacionales. Contienen importantes colecciones de arte nacionales, originadas a
partir de la Ilustración de finales del siglo XVIII y, sobre todo, a lo largo del siglo XIX. Además,
suelen ser un símbolo de identidad cultural de la ciudad donde se ubican. Acostumbran a estar
instalados en edificios monumentales, con un contenido enciclopédico y una compleja
estructura organizativa, como reflejan el Metropolitan de Nueva York, el Louvre de París o el
Museo del Hermitage de San Petersburgo. Esta tipología suele enfrentarse a los siguientes
aspectos:
● elevado número de visitantes;
● actualización y renovación de los criterios de exposición;
● contenido ideológico y político potente;
● poco espacio para sus amplísimas colecciones, lo que requiere de ampliaciones
continuamente.
● Museos de arte contemporáneo. Presentan un programa complejo que ha transformado
museos del siglo XIX en centros activos. Por ello, exigen infraestructuras especiales con un
alto nivel tecnológico para implementar obras minimalistas, de videoarte o de gran formato.
Así, existen museos de nueva planta como el MOCA en Los Ángeles, el MMK en Frankfurt o The
Menil Collection en Houston. Otros se han reubicado en edificios rehabilitados, como el CAAM
de Las Palmas, el IVAM de Valencia o el MNCARS de Madrid.
● Museos de la ciencia, la técnica y la industria. Tienen una misión experimental y
pedagógica, legada de las antiguas cámaras de maravillas y de los gabinetes de ciencias
naturales renacentistas. En ellos es frecuente el uso de paneles, fotografías, esquemas,
proyecciones y audiovisuales. A esta tipología pertenecen el Deutsches Museum de Múnich, el
Canadian Museum of History en Canadá o la Cité des Sciences et de l’Industrie de París.
● Museos cívicos y monográficos. Incluyen museos municipales, provinciales, arqueológicos
y casas museo. El espacio arquitectónico que ocupan responde a las necesidades del
contenido de la colección que albergan. En España hay una gran variedad, como el Museo de
Cádiz, el Numantino de Soria, el de Badajoz o el de Navarra.
● Galerías y centros de arte contemporáneo. Hace 20 años esta tipología presentaba
rasgos comunes que la diferenciaban de los museos de arte contemporáneo, como la carencia
de una colección permanente y una función de promoción artística. Sin embargo, actualmente,
estas características se han diluido bastante y se hace muy difícil distinguir unas tipologías de
las otras. La Casa Encendida de Madrid o el Centro Gallego de Arte Contemporáneo
responderían a este modelo.

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Una vez

expuestas algunas de las clasificaciones más populares, cabe decir que el sistema oficial de
clasificación de museos sigue siendo el utilizado por el ICOM, que atiende a la naturaleza de las
colecciones expuestas, tal y como se explicita a continuación (Alonso, 1999):

● Museos de arte. Incluyen las bellas artes, las artes aplicadas y la arqueología. Dentro de
esta categoría se engloban las siguientes disciplinas:
● de pintura, como el Museo Nacional del Prado de Madrid;
● de escultura, como la Gliptoteca de Múnich;
● de grabado, como el Museo del Grabado Español Contemporáneo de Marbella;
● de artes gráficas con diseños, grabados y litografías, como el Museo Taller Litográfico de
Cádiz;
● de arqueología y de antigüedades, como el Museo Archeologico Nazionale di Napoli;
● de artes decorativas y aplicadas, como el Musée des Arts Décoratifs de París;
● de arte religioso, como el Museo de Arte Religioso Colonial de la Ciudad de Panamá;
● de música, como el Museo de Música-Colección Luis Delgado de Valladolid;
● de arte dramático, teatro y danza, como el Museu Nacional do Teatro de Lisboa.
● Museos de historia natural en general. Acogen la botánica, la zoología, la geología, la
paleontología, la antropología, etcétera. Además, se pueden subdividir en las siguientes
tipologías:
● de geología y mineralogía, como el Museo de Geología de la UNAM de la Ciudad de
México;
● de botánica y jardines botánicos, como el Kew Gardens de Londres;
● de zoología, jardines zoológicos y acuarios, como el Oceanogràfic de Valencia;
● de antropología física, como el Museo de La Plata de Buenos Aires.
● Museos de etnografía y folclore. Dedica su objetivo a aquellos elementos culturales,
artísticos, tradicionales y costumbristas que pertenecen a una región en concreto. Constituye
un ejemplo de esta tipología el Musée de l’Homme de París.

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● Museos históricos. Se focalizan en la explicación de sucesos que se han ido desarrollando
durante la historia humana. Incorporan las siguientes clases de museos:
● biográficos, referidos a grupos de individuos, por categorías profesionales y otros, como el
Museo del Libro “Gardel y su Tiempo” de Azul; ○ biográficos, referidos a un personaje,
como la Casa-Museo Unamuno de Salamanca;
● de colecciones de objetos y de recuerdos de una época determinada, como el Museo de la
Inocencia de Estambul;
● conmemorativos o en recuerdo de un acontecimiento, como el Museo de la Revolución de
La Habana;
● de historia de una ciudad, como el Museu de Historia de Barcelona (MUHBA);
● históricos y arqueológicos, como la Topografía del Terror de Berlín;
● de guerra y del ejército, como el Museo Imperial de la Guerra de Londres;
● de la marina, como el Exponav de Ferrol.
● Museos de ciencias y de técnicas. Se centran en la ciencia y en las disciplinas que beben
de esta. Ingresan las siguientes esferas museísticas:
● de las ciencias y de las técnicas en general, como el Parque de las Ciencias de Granada;
● de física, como el Museo di Física de Bolonia;
● de oceanografía, como el Museo Oceanográfico en Mónaco;
● de medicina y cirugía, como el Museum Vrolik de Ámsterdam;
● de técnicas industriales y de la industria del automóvil, como el Science and Industry
Museum (MOSI) de Mánchester;
● de manufactura y productos manufacturados, como el Victoria & Albert Museum de
Londres.
● Museos de ciencias sociales y de servicios sociales. La sociología y la sociedad
conforman el punto central de estos museos. Contienen instituciones cuya disciplina es la
siguiente:
● de pedagogía, enseñanza y educación, como el Museo Pedagógico de Aragón en Huesca;
● de justicia y de policía, como el Glasgow Police Museum.
● Museos de comercio y de comunicaciones. Focalizados en las formas de llevar a cabo
transacciones mercantiles y comunicativas. Así, abarcan los siguientes prototipos de museos:
● de monedas y de sistemas bancarios, como la Real Casa de la Moneda de Segovia;
● de transporte, como el Museo del Transporte Guillermo José Schael de Caracas;
● de correos, como The Postal Museum de Londres.
● Museos de agricultura y de productos del suelo. Giran en torno a la agricultura y a las
disciplinas que esta abarca, así como a los alimentos que son resultado de esta. Configura un
ejemplo de ello el Canada Agriculture and Food Museum de Ottawa.

Como se ha visto a lo largo de este apartado, existe una gran variedad de catalogaciones de
tipologías de museos, según autores, escuelas, países, naturaleza, etcétera. Sin embargo, lo
importante no es conocer cada una de estas tipificaciones; sino, más bien, aprender a vislumbrar
el mundo de los museos como entes variopintos con unos mismos fines de conservación, de
coleccionismo, de investigación, de difusión y de exposición, así como de educación.

RESUMEN
● El Consejo Internacional de Museos (ICOM) es, desde 1946, el máximo organismo internacional
responsable de la conservación, del mantenimiento y de la comunicación del patrimonio
natural y cultural del mundo.
● Según el ICOM, el museo es una institución sin fines lucrativos, permanente, al servicio de la
sociedad y de su desarrollo, abierta al público, que adquiere, conserva, investiga, comunica y
expone el patrimonio material e inmaterial de la humanidad y su medio ambiente con fines de
educación, estudio y recreo.
● El patrimonio cultural es un producto y un proceso que suministra a las sociedades un caudal
de recursos que se heredan del pasado, se crean en el presente y se transmiten a las
generaciones futuras para su beneficio.

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● El Código de Deontología del ICOM para los Museos, aprobado en 1986 y revisado en 2001 y
2004, constituye una normativa mínima presentada en una serie de principios. Es decir, se
trata de un elemento de referencia para elaborar unas normas adicionales en todos los países.

● La historia de los museos se inicia en la Edad Antigua, a través de la acumulación de bienes;


pero no es hasta la Edad Media cuando nace la institución pública museística con una finalidad
didáctica, tal y como la conocemos hoy en día.
● La institución museística, en la sociedad posmoderna, destaca por ser un producto cultural
que tiene como objetivo ser consumido por el mayor número de público posible.
● Existe una gran variedad de tipologías de museos según autores, escuelas, países, etcétera. El
ICOM los clasifica según su naturaleza, diferenciando:
● museos de arte;
● museos de historia natural en general;
● museos de etnografía y folclore;
● museos históricos;
● museos de ciencias y técnicas;
● museos de ciencias sociales y de servicios sociales;
● museos de comercio y comunicaciones;
● museos de agricultura y de productos del suelo.

AUTOEVALUACIÓN
Contesta las siguientes preguntas y practica las bases teóricas de este capítulo. No olvides
analizar y responder de acuerdo a lo que entendiste.

1. Menciona la institución que dirige las políticas internacionales de los museos y las funciones
que desarrolla.
2. ¿Qué bienes están relacionados con el patrimonio cultural inmaterial según la Unesco y el
Ministerio de Educación, Cultura y Deporte de España?
3. Cita, al menos, tres normas del Código de Deontología del ICOM para los Museos.
4. ¿Dónde se encuentra el origen del coleccionismo?
5. Indica el origen del museo tal y como se concibe en la actualidad.
6. Diferencia los museos pluridisciplinares de los interdisciplinares.

SOLUCIONARIO
1. Menciona la institución que dirige las políticas internacionales de los museos y las
funciones que desarrolla. Se trata del Consejo Internacional de Museos, más conocido por sus
siglas ICOM. Este es el máximo organismo internacional responsable de la conservación, del
mantenimiento y de la comunicación del patrimonio natural y cultural del mundo, presente y
futuro, tangible e intangible. En este sentido, reúne los siguientes objetivos:

● establecer normas profesionales y deontológicas;


● formular recomendaciones;
● estimular la capacitación;
● impulsar el conocimiento;
● aumentar la sensibilidad cultural del público a través de redes mundiales y de programas de
cooperación.

2. ¿Qué bienes están relacionados con el patrimonio cultural inmaterial según la


Unesco y el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte de España? El patrimonio cultural
inmaterial puede concebirse de las siguientes dos formas:

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● Según la Unesco. La Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial de
París, celebrada el 17 de octubre de 2003, establece que acoge los usos, representaciones,
expresiones, conocimientos y técnicas —junto con los instrumentos, objetos, artefactos y
espacios culturales que les son inherentes— que las comunidades, los grupos y, en algunos
casos, los individuos reconozcan como parte integrante de su patrimonio cultural.
● Según el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte de España. El Plan Nacional de
Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, aprobado el año 2015, concreta que este
concepto se refiere a toda manifestación cultural viva asociada a significados colectivos
compartidos y con raigambre en una comunidad, englobando los siguientes elementos:
● conocimientos tradicionales sobre actividades productivas, procesos y técnicas;
● creencias, rituales festivos y prácticas ceremoniales;
● tradición oral y particularidades lingüísticas;
● representaciones, escenificaciones, juegos y deportes tradicionales;
● manifestaciones musicales y sonoras;
● formas de alimentación;
● formas de sociabilidad colectiva y organizaciones.

3. Cita, al menos, tres normas del Código de Deontología del ICOM para los Museos. Los
principios que establece el Código de Deontología del ICOM para los Museos son los siguientes:

1. Los museos garantizan la protección, documentación y promoción del patrimonio natural y


cultural de la humanidad.
2. Los museos que poseen colecciones las conservan en beneficio de la sociedad y de su
desarrollo.
3. Los museos poseen testimonios esenciales para crear y profundizar conocimientos.
4. Los museos contribuyen al aprecio, conocimiento y gestión del patrimonio natural y cultural.
5. Los museos poseen recursos que ofrecen posibilidades para otros servicios y beneficios
públicos.
6. Los museos trabajan en estrecha colaboración con las comunidades de las que provienen las
colecciones, así como con las comunidades a las que prestan servicios.
7. Los museos actúan ateniéndose a la legalidad.
8. Los museos actúan con profesionalidad.

4. ¿Dónde se encuentra el origen del coleccionismo? El origen del coleccionismo parece


hallarse en el antiguo Oriente. En esta época se solían exponer públicamente los tesoros artísticos
procedentes de los botines de guerra, tal y como indican varios documentos históricos
relacionados con el saqueo de Babilonia por parte de los elamitas en el año 1176 a. C. La
acumulación de bienes artísticos también era usual en el entorno palatino, como demuestra el
nombre con el que se conocía el palacio de Nabucodonosor: el “gabinete de maravillas de la
humanidad”. De un modo similar, los faraones y los sacerdotes egipcios depositaban sus enseres
y obras de arte en arquitecturas palaciegas, devocionales y fúnebres. 5. Indica el origen del
museo tal y como se concibe en la actualidad. El primer museo institucional o público fue el
Ashmolean Museum de Oxford en el año 1683. Este fue el verdadero nacimiento de los museos
actuales: colecciones privadas donadas a una institución pública. No obstante, no fue hasta
mediados del siglo XVIII y principios del XIX cuando se extendieron por el resto de Europa. De
hecho, el gran modelo de museo nacional fue el Louvre en París, fundado en 1793. 6. Diferencia
los museos pluridisciplinares de los interdisciplinares. Los museos pluridisciplinares son los
dedicados a varias materias, aunque también pueden ser pluridisciplinares y especializados si
tienen una única disciplina que ahonda en un tema o en un autor. Los interdisciplinares, en
cambio, unen varias disciplinas, pero bajo un hilo conductor común.

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