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Ensayo Final - Sem. Especialización - SendicSagalLuna (5192)
Ensayo Final - Sem. Especialización - SendicSagalLuna (5192)
Introducción
Iniciaremos con las formas de apropiación del territorio a través de las experiencias de vida
y de las representaciones simbólicas del espacio social. Continuaremos con la
caracterización de la esencia relacional y estructurante del territorio y con la sobreposición
simbólica en este de otros territorios. Expondré la importancia de la politización ritual de
los territorios a través de las interacciones sociosimbólicas en el espacio y el tiempo.
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Es la fiesta ritual más importante del estado de Morelos, realizada en la mayoría de los municipios en
diferentes fechas a lo largo del año. Cada comparsa está compuesta por una banda de viento, los Chinelos,
abanderados, cueteros y el comité organizador (hombres y mujeres, jóvenes, adultos, ancianos y niños). A las
comparsas se les unen diversos sujetos e individuos sociales que conforman una comunidad festiva.
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En 2011 Felipe Calderón impulsó desde la Comisión Federal de Electricidad (CFE) las obras de
infraestructura pública para el PIM, en los estados de Morelos, Puebla y Tlaxcala: termoeléctricas, gasoducto,
acueducto y torres de alta tensión (González, 2020). En el sexenio de Enrique Peña Nieto terminaron de
construir la infraestructura y en la administración gubernamental de Andrés Manuel López Obrador está
funcionando.
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capitalistas y la toma de conciencia del habitar los territorios a través de la memoria y los
imaginarios sociales alternativos.
Antes de pasar a la parte final del ensayo, problematizo en torno a la relevancia del impacto
de las formas de la violencia en la memoria colectiva y en los procesos de producción y
apropiación social del espacio. Por último, pretendo iniciar una discusión en torno a las
representaciones de la violencia en las formas de apropiación simbólica del espacio propias
de la protesta social y del brinco del Chinelo, en defensa de una memoria anclada al
territorio, a sus recursos naturales y a las formas de vida que lo habitan y se los apropian.
Para Francisco Ther (2012) el territorio como tiempo vivido es una representación del
espacio social, entrecruzada relacionalmente por la memoria, los imaginarios y las
experiencias del habitar. Según este autor, las formas de territorialidad como formas de
habitar el territorio son los comportamientos y sus ritmos de vida e interacciones con la
naturaleza-otredad; estas serían las formas a través de las cuales se ejerce una apropiación
colectiva del espacio para la reproducción social (Ther, 2012).
Erandy Toledo y Amor Ortega (2018) plantean que las formas de apropiación de los
territorios implican que estos se transformen constantemente, produciendo referencias y
huellas humanas que darían cuenta de los procesos de su simbolización en el espacio
tiempo. Para estas autoras, en el territorio como posibilidad histórica de los procesos
identitarios se materializan relaciones e intenciones socioculturales, a la vez que se
condensan las significaciones de esta simbolización (Toledo y Ortega, 2018).
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El tiempo vivido y las huellas simbólicas en la construcción espacio temporal del territorio,
como representaciones que posibilitan significaciones en torno a las interacciones de vida y
a los procesos identitarios, serían las formas a través de las cuáles el territorio es apropiado,
habitado y practicado desde las memorias, los imaginarios y las experiencias de los sujetos,
lo que nos permite problematizarlo como un proceso histórico de espacialización de las
continuidades, cambios y rupturas socioeconómicas, culturales y políticas.
La protesta social y el brinco del Chinelo son formas de apropiación simbólicas del espacio
social, son las prácticas extraordinarias a través de las cuales los sujetos habitan
vívidamente los territorios en Morelos.
Para autores como Joselin Leal y Alan Rodríguez (2018) en la producción social e histórica
del espacio los procesos de movilidad de las poblaciones son esenciales, porque
reconfiguran las formas de territorialización y reconstruyen identidades, posibilitando las
transformaciones rituales y políticas de los territorios.
En los ciclos rituales en torno a la producción agrícola y las fiestas de carnaval que los
acompañan, se representan y simbolizan mitos, relaciones sociales y formas de la
naturaleza, resignificando política y culturalmente las tradiciones y las relaciones con los
antepasados y con los seres de la tierra, es decir, la interacción animista con tierras, cerros,
ríos y la mistificación de los personajes y procesos históricos (Leal y Rodríguez, 2018).
Esta politización ritual de los territorios estaría dando cuenta de una producción del espacio
social relacional y estructurante, así como de las formas de reconstrucción sociohistóricas y
multidimensionales que a partir de la apropiación de la naturaleza y de la transformación de
sus formas, la humana entre estas, redefinen las múltiples interacciones espaciales
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(Haesbaert, 2013). Rogério Haesbaert (2013) retoma de Henri Lefebvre que la construcción
social del espacio es multidimensional, política, económica, cultural e histórica.3
En este sentido, podríamos pensar a la protesta social y al brinco del Chinelo como
procesos esenciales en la politización ritual de los territorios, por que estarían
representando y resignificando los mitos de origen en torno a Zapata y el zapatismo.
Haesbaert (2013) concibe al territorio como el recurso natural que abriga a los grupos
sociales y a sus especificas condiciones económicas, políticas y culturales, a partir de las
cuales los sujetos construyen identidades diferenciadas en relación con las diversas y
múltiples referencias territoriales, es decir, como posibilidades coetáneas de otras
hibridaciones identitarias.
Las movilizaciones espaciales de los grupos sociales como procesos políticos y rituales de
territorialización nos estarían dando cuenta de las capacidades dinámicas de representación
y de simbolización de los territorios, así como de la adaptación y actualización histórica y
cultural de las respectivas significaciones, esto en relación con las interacciones espaciales
entre las formas de la naturaleza, las humanas y las sobrenaturales.
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Lefebvre (2013) considera que la interrelación entre la cultura, el imaginario colectivo y la praxis constituye
al lugar geográfico en espacio social; también, las fuerzas productivas y las relaciones de producción en su
desarrollo histórico producen determinados espacios funcionales a las exigencias de la producción social.
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de poder, los territorios se sobreponen unos a otros reconfigurando socioculturalmente
múltiples representaciones espaciales. En este proceso los sujetos producen imágenes
territoriales e identitarias que desbordan las propias materialidades territoriales e
identitarias (puesto que ante estás los símbolos perduran más en la dimensión temporal del
espacio social).
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Las formas de la violencia en la modernidad capitalista atraviesan, en la subjetividad y la materialidad
cotidiana, a los sujetos, sus prácticas y espacios sociales, destruyendo para transformar otras formas de
organización socioculturales y del conocimiento, subsumiéndolas a los horizontes de los proyectos políticos,
económicos y culturales impulsados por la fuerza de la relación del poder neocolonialista.
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Si partimos de que el brinco del Chinelo y la protesta social implican una apropiación
efectiva y extraordinaria del espacio público en las distintas comunidades afectadas por los
megaproyectos del PIM ¿podríamos pensarlos como participes de un proceso simbólico
trans-territorial en el que confluyen diversas representaciones alternativas de la violencia?
Para Toledo y Ortega (2018) el paisaje como representación simbólica y cultural de los
procesos sociales en el espacio tiempo, posibilita una comprensión crítica de sus múltiples
dimensiones y otras formas de creación. El lugar, para estos autores, es una toma de
conciencia del habitar, es decir, de la identificación cultural y de los procesos identitarios
en el espacio vivido. El paisaje y el lugar problematizan la toma de conciencia de las
formas de la apropiación simbólica de los territorios por parte de los sujetos históricos
(Toledo y Ortega, 2018).
Es en este sentido que problematizo la protesta social y el brinco del Chinelo, como lugares
extraordinarios de toma de conciencia del habitar los territorios en términos identitarios y
simbólicos.
Por otro lado, el paisaje como una delimitación artificial del espacio social capaz de
subsumir las interacciones materiales y simbólicas entre la reproducción social y las formas
de la naturaleza, tendría como eje articulador una apropiación de los recursos naturales en
función de su instrumentalización para determinados proyectos político, económicos y
culturales que buscan consolidarse frente a otras alternativas espaciales de reproducción
socio-naturales. A partir de esto, pienso en los procesos de artificialización del paisaje en
Morelos impulsados por la imposición de los megaproyectos del PIM.
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El paisaje como representación simbólica de la apropiación cultural del espacio social y el
paisaje como artificialización instrumental de la apropiación económica del espacio social,
implican diferentes formas de interacción y transformación con la naturaleza.
Siguiendo a Eduardo Martines de Pisón (2010) en el paisaje como “territorio iluminado por
la cultura” convergen los objetos geográficos con los procesos de creación estética,
produciendo formas de valoración capaces de crear identidades locales espontaneas, así
como estereotipos ideológicos de mayor alcance que inoculan en el paisaje identidades
elaboradas a partir de la conciencia colectiva de su valoración y cuidado, produciendo
también actitudes identitarias y creativas de transformación paisajística.
En los procesos históricos de cultivo identitario de los sujetos sociales, la memoria y las
referencias territoriales contenidas en huellas y lugares son esenciales en el
posicionamiento de estos en el espacio social, más allá de los limites político-
administrativos, puesto que en su capacidad para producir representaciones, pertenencias e
interacciones radican las especificidades contrastantes, discursivas e imaginarias, entre las
relaciones de poder que en la diferenciación de sus creaciones paisajísticas disputan la
producción social del espacio (la protesta social y el brinco del Chinelo frente al PIM).
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La construcción de fronteras espaciales en la producción y reproducción social
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La diversificación y profundización de los modos de producción extractivos ha sido posible
por la rearticulación entre el Estado nación, las instituciones globales y los capitales
trasnacionales, lo que implicó una reconfiguración política, económica y cultural que
insertó las estrategias de desarrollo económico en los procesos de la competitividad
globalizada (Gudynas, 2009). Tanto la inversión extranjera como la capacidad de
exportación dependen de manera indirecta y directa de las capacidades de maniobra estatal,
subordinadas a los mercados mundiales (Gudynas, 2009).
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administración gubernamental de la Cuarta Transformación, gracias a la intermediación
institucional y a la represión de la protesta social.
Para Andrea Benedetto (2011) la producción identitaria se realiza desde los lugares (de
origen, experiencias y posiciones en la cotidianidad y en las formas de conocimiento
específicas de los sujetos territoriales). Las interacciones como representaciones de las
formas de apropiación del espacio social son múltiples y estarían implicando
(re)configuraciones multidimensionales de las redes relacionales territoriales. La
(re)configuración de los territorios y de los contenidos en las identidades territoriales es
posible en términos de las sociedades locales articuladas en redes socioespaciales
(Benedetto, 2011).
Linda Hanono (2010) recupera la noción del regionalismo como discurso social, que
plantea que los diversos grupos identitarios adquieren sentidos de vida en espacios
culturales múltiples y singulares, es decir, que los sentidos identitarios de los sujetos se
estarían produciendo en las regiones culturales y heterogéneas. Hanono (2010: 301)
retomando a Lomnitz plantea que el regionalismo se construye culturalmente a través de las
ideologías localistas y de las formas de espacialización de las relaciones de poder.
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Si estas ideologías localistas se consolidan a través de los grupos de poder locales, cabría
problematizar como es que los sujetos comunes se apropian en términos políticos y
culturales de los procesos identitarios regionales.
En relación con los procesos del cultivo identitario propios de la protesta social y del brinco
del Chinelo podría ser útil pensarlos como procesos que posibilitarían una (re)construcción
de las identidades territoriales y poder caracterizar su papel ante el posible reordenamiento
simbólico de la trans-territorialidad en torno al río Cuautla y de su valoración y
resignificación a partir de la imposición del acueducto y del despojo del agua para el PIM.
Las formas de desarrollo desde una perspectiva de vida y una ecología política de la
diferencia promueven a contracorriente formas más equilibradas de distribución y acceso a
los recursos territoriales, como en el caso del Proceso de las Comunidades Negras en el
Pacifico colombiano (Escobar, 2014).
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aprovechamiento de los afluentes de agua del río Cuautla, a la imposición de la
infraestructura pública para la generación local de electricidad (acueducto que lleva el agua
a la termoeléctrica) y la distribución regional de gas (gasoducto), tenemos una
transformación neoextractivista de los territorios y recursos naturales.
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del agravio externo en la memoria colectiva del sujeto colectivo. El correlato de este
proceso es la reproducción de prácticas identitarias contestatarias y discursos
performativos, que, mediante la sátira, la ironía y la protesta simbólica transgreden
estéticamente el contexto espacio temporal del discurso gubernamental, impugnando
críticamente sus contenidos políticos, éticos y culturales.
Para que el lector aprecie la fotografía y la secuencia doble de imágenes que a continuación
expondré, lo remito a la parte final del presente texto, al Anexo.
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el maíz, develamos como este juego del lenguaje en el traje del Chinelo es un contexto
narrativo y visual que posibilita una (re)significación de la lucha del zapatismo por los
territorios y las formas de vida que se los apropian. Aquí el rostro de Zapata “muerto” es un
rostro vivo, constituido uno a uno por los granos del maíz criollo, rojo, azul-morado,
además de que otros rostros de Zapata, representados en el traje, son mitad calavera y mitad
rostro vivo.
Los procesos de reconocimiento identitarios y culturales entre los individuos sociales y los
sujetos históricos están situados en un entorno cultural y en un espacio social en el que,
significados, símbolos e imágenes son ampliamente compartidos y contrastados en la
interacción. Estabilidad relativa, movilidad y cambio son los estadios a partir de los cuales
se reproduce la cultura, las relaciones de poder en sus escalas individual y colectiva definen
internamente la solidez y vitalidad de la persistencia de la lucha de resistencia como base
identitaria de las fronteras espaciales contrastivas: al exterior definen las formas de la
inestabilidad relacional con las políticas y estrategias económicas estatales, a partir de la
cual seleccionan elementos culturales del entorno de interacción para diferenciarse y
reafirmarse en los procesos del cambio práctico resultados de la imposición de los
megaproyectos del PIM (Giménez, 2012).
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Zapata, incluyendo la imagen de la playera que porta: Samir en Zapata, Zapata en Samir. Es
una representación que establece el sentido de la resignificación de la lucha histórica por el
paisaje compuesto por el agua del río Cuautla, la tierra, la milpa, el maíz y el volcán en la
que se imbrican significaciones en torno a la resistencia contra el despojo territorial
ejercido, en su momento por la hacienda y contemporáneamente, por el PIM.
En la imagen trucada de la playera que Zapata porta, articulado por el paliacate rojo al
cuerpo de Samir, se representa al centro del espectro visual el busto que porta una playera
blanca con una estrella roja al lado izquierdo del pecho y el rostro vivo de Samir hablando
y sosteniendo con una de sus manos un micrófono, comunicando, poniendo en acción el
discurso, de frente, al fondo y alrededor el paisaje: las manos que trabajan la tierra, el
campo, que cultivan la milpa y producen el maíz, que cuidan el agua del río Cuautla y
respetan la potencia viva del Popocatépetl, que echa una fumarola.
En esta misma Secuencia doble de Imágenes, tenemos una fotografía bajada de internet y
que fue tomada en una de las marchas realizadas para exigir justicia por el asesinato a
traición de Samir Flores, acaecido en el mes de febrero de 2019 –días antes de la mal llama
“consulta ciudadana popular” respecto del PIM–. En está un hombre de edad avanzada
porta y muestra a la cámara, con mucho cuidado de que sus manos no invadieran el
contenido visual y gramatical del cartel en el que se representa una imagen real de Samir, la
expresión de su boca indica que está hablando y porta en la playera que trae puesta una
imagen que representa el rostro vivo y la mirada de Zapata, las manos que trabajan-cuidan
las tierras, el campo, la milpa, el maíz, que protegen el agua del río, la biodiversidad en los
cerros y la potencia ancestral de vida del volcán Popocatépetl. El texto en esta imagen ancla
el proceso de significación y orienta el sentido político interpretativo de la misma: “Quién
lucha por la vida nunca muere. No a la termoeléctrica en Morelos”.
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En este trabajo he pretendido problematizar la importancia de las representaciones
simbólicas de la violencia, a través de la memoria colectiva en la espacialización de la
protesta social y del brinco del Chinelo, como prácticas inmersas en los procesos de
reconfiguración de las identidades territoriales que toman lugar en las profundas
transformaciones territoriales y paisajísticas impulsadas por el PIM y sus megaproyectos en
el estado de Morelos.
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Anexo
Fotografía de autoría propia. Tomada en el brinco del Chinelo en Cuautlixco, Cuautla (2016).
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Secuencia doble de Imágenes en la protesta social contra el PIM. Retomadas de internet: primer
cartel (Red Universitaria de Apoyo al Consejo Indígena de Gobierno, 2019) y fotografía tomada de
internet (marcha para exigir justicia por asesinato de Samir Flores Soberanes).
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Bibliografía
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