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Punto de Vista

Economico
"There is only one difference between a bad
economist and a good one: the bad economist
confines himself to the visible effect; the good
economist takes into account both the effect that
can be seen and those effects that must be
foreseen." Frederic Bastiat

“Solo hay una diferencia entre un mal economista


y uno bueno: el mal economista se limita al efecto
visible; el buen economista toma en cuenta tanto
el efecto que se puede ver como los efectos que se
deben prever” Frederic Bastiat

Cómo China se volvió capitalista –


Ronald Coase y Ning Wang
Publicado en marzo 15, 2020 por Adrián Ravier

Este ensayo fue publicado originalmente en inglés en la edición de Enero/Febrero de 2013


del Cato Policy Report. Está basado en el libro de los mismos autores How China Became
Capitalist (Palgrave, 2013).

Nadie predijo que la “modernización socialista” que el gobierno chino post-Mao lanzó
en 30 años resultaría ser lo que los académicos denominan hoy la gran transformación
económica de China. Cómo las acciones de los campesinos, trabajadores, académicos, y
legisladores chinos se combinaron y derivaron en esta consecuencia no intencionada es
la historia que intentamos contar. Hoy, no necesitamos presentar datos estadísticos
para convencerlo del auge de la economía china, aún cuando China todavía se enfrenta
a retos enormes. Muchos chinos todavía son pobres, muchos menos chinos tienen
acceso a agua pura que a los teléfonos celulares, y todavía se enfrentan a muchos
obstáculos cuando se trata de proteger sus derechos y ejercer su libertad. No obstante,
China ha sido transformado desde adentro a lo largo de los últimos 35 años. Esta
transformación es la principal historia de nuestra época. La lucha de China, en otras
palabras, es la lucha del mundo.

En contra de la sabiduría convencional, tomamos el fin de 1976 como el inicio de la


reforma post-Mao y argumentamos que China básicamente se convirtió en una

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economía de mercado para fines de los noventa y antes de que se uniese a
la Organización Mundial de Comercio en 2001. En el nuevo milenio, la economía
china ha mantenido su ímpetu de crecimiento y se ha vuelto más integrada con la
economía global. Siendo un relato de cómo China se volvió capitalista, nuestro libro se
enfoca principalmente en las dos primeras décadas de reformas. Dentro de este
periodo, nuestro relato está dividido en dos partes por un suceso divisorio,
el Movimiento Estudiantil de 1989.

La primera parte del relato se trata acerca de dos reformas. Una fue diseñada por Pekín;
su objetivo era revitalizar el sector estatal y salvar al socialismo. La otra resultó de
iniciativas que vinieron desde abajo. La reforma liderada por el Estado se dio en dos
partes. La primera empezó en 1976 bajo Hua Gofeng. Hua era el sucesor designado por
Mao, quien consolidó su base de poder luego de arrestar a “La Pandilla de los Cuatro”
y poniéndole fin a la Revolución Cultural. Aunque era leal a Mao, Hua era un
reformador económico.

Con el respaldo total de Deng Xiaoping y otros líderes chinos, Hua lanzó su programa
económico modernización, que luego sería criticado desdeñado como “El Salto al
Exterior”. Esencialmente, era un programa liderado por el Estado y por las inversiones,
con un enfoque en la industria pesada; es un buen ejemplo de lo que los economistas
denominaron “la industrialización del gran empuje”. Pero el programa duró poco más
de dos años. Se canceló a principios de 1979, en parte debido a sus propios defectos y
en parte debido al cambio de liderazgo: a fines de 1978 el Comité Central tuvo una
reunión, en la cual Deng Xiaoping y Chen Yun volvieron al poder y Hua ya no estaba al
mando.

Deng Xiaoping es ampliamente conocido en Occidente. La biografía reciente de Ezra


Vogel ha documentado en detalle el papel que jugó Deng en las reformas de China. En
comparación, Chen Yun es una figura obscura. Pero Chen era la principal autoridad de
China a cargo de los asuntos económicos. Él fue el arquitecto del primer Plan
Quinquenal de China en 1953 y un ferviente partidario de la planificación central.
Desde que creció y estudió en Shanghái, antes de convertirse en un revolucionario, Chen
también percibió un papel limitado pero crítico para el sector y el mercado privados
bajo el socialismo. Chen perdió su posición cuando Mao inició el Gran Salto
Adelante en 1958, política a la que Chen se oponía. Él volvió al poder junto con Deng a
fines de 1978 y recibió el trabajo de diseñar un programa de reforma económica.

Chen creía que la economía china desde hace mucho había sufrido de un desbalance
estructural: demasiada inversión en industria pesada en relación a la industria ligera y
la agricultura, y los sectores y la planificación estatales eran ensalzados excluyéndose a

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los sectores y mercados privados. En su opinión, el programa económico de Hua, que se
enfocaba en la industria pesada, empeoró la economía china. Por eso Chen acabó de
manera forzada con “El Gran Salto Afuera”, enfrentándose a una fuerte oposición del
Consejo de Estado e impuso su política económica. Esto marcó la segunda ronda de
reformas lideradas por Pekín. Esta ronda de reformas lideradas por el Estado tuvo dos
elementos: ajustes a nivel macro y reformas en las empresas estatales al nivel micro.
Los ajustes estructurales fueron impuestos a través de toda la economía. Por ejemplo,
más inversiones fueron canalizadas desde los bienes capitales hacia la producción de
bienes de consumo. Más dinero se asignó a la agricultura. El gobierno elevó los precios
de compra para los productos agrícolas en mas de un 20 por ciento en 1979 y aumentó
significativamente las importaciones de granos. Pekín también tomó medidas para
descentralizar el comercio extranjero y le dio más autonomía fiscal a los gobiernos
provinciales. Al nivel micro, el énfasis se puso en lo que era visto como la base
económica del socialismo, las empresas propiedad del Estado. La estrategia era
devolverle algunos derechos a las empresas estatales y permitirles quedarse con algo
de las ganancias. Desde 1979 y durante toda la década de los ochenta, el gobierno chino
estuvo preocupado con fomentar las empresas estatales.

La reforma desde los márgenes

No hay duda de que el gobierno post-Mao realizó una serie de reformas. Pero hoy, con
el beneficio de la retrospectiva, sabemos que las fuerzas económicas que realmente
estaban transformando la economía china durante la primera década de reforma fueron
la agricultura privada, las empresas municipales y de las aldeas, los negocios privados
en las ciudades, y las Zonas Económicas Especiales. Ninguna de estas fue iniciada por
Pekín. Fueron jugadores marginales operando fuera de los límites impuestos por el
socialismo. A estas fuerzas marginales, el gobierno chino estaba contento de ignorarlos
siempre y cuando no amenazaran al sector estatal o al poder político del Partido. Esto
creó espacio para lo que denominamos “revoluciones marginales”, las cuales trajeron
de vuelta a China las fuerzas del emprendimiento y del mercado durante la primera
década de la reforma.

Una de estas reformas marginales es la agricultura privada. La agricultura privada


ciertamente no era algo nuevo en China. Antes de 1949, había existido durante milenios.
A principios de la década de los cincuenta, Mao trató de colectivizar despiadadamente
la agricultura. Algunos campesinos creyeron en Mao y esperaban que la colectivización
les ofrecería una nueva oportunidad para salir de la pobreza. Luego de 20 años de una
agricultura colectivizada y de 40 millones de muertes por hambrunas, ellos sabían qué
les convenía. Muchos volvieron a la agricultura privada luego de que muriese Mao,
incluso cuando Pekín todavía estaba tratando de fortalecer el sistema de las comunas.

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En septiembre de 1980, Pekín fue obligado a permitir la agricultura privada en zonas
donde “la gente había perdido su confianza en la colectividad”. Pero una vez que se le
abrieron las puertas al agro privado, este ya no podía ser controlado. Para principios de
1982 esto se volvió una política nacional. La agricultura china fue des-colectivizada.
Después en el recuento oficial de la reforma, Pekín se atribuiría el crédito de haber
lanzado la reforma agrícola. Pero la reforma implementada por Pekín simplemente
elevaba los precios de compra de los granos y aumentaba las importaciones de granos;
el agro privado, que es lo que en realidad transformó la agricultura china y liberó a los
campesinos, no vino de Pekín.

Las empresas municipales y de las aldeas fueron operaciones industriales ubicadas


en áreas rurales. Durante las primeras dos décadas de reformas, estas fueron el sector
más dinámico de la economía china. Como operaban fuera del plan estatal, no tenían
acceso garantizado a materias primas controladas por el Estado pero tenían que
comprarlas en el mercado negro a un precio más alto. También estaban excluidas del
sistema de distribución controlado por el Estado para vender sus productos, pero
tenían que contratar sus propios equipos de ventas para que viajen alrededor de China
con el objetivo de encontrar mercados para sus productos. En otras palabras, tenían
que operar como verdaderas empresas de negocios. Esto es lo que hicieron. Y no tardó
mucho para que ellos superen con su desempeño a las empresas estatales, las cuales
tenían todos los privilegios y protecciones del Estado y que simplemente dejaron de ser
emprendedoras.

Los primeros negocios en las ciudades chinas fueron iniciados por personas que no
tenían un trabajo en el sector estatal. Muchos fueron jóvenes citadinos que
recientemente habían vuelto del campo. Durante la era de Mao, 20 millones de
graduados de los primeros años de secundaria (jóvenes desde 15 a 18 años) en las
ciudades fueron enviados al campo en parte porque el gobierno no podía crear
suficientes empleos. Después de la muerte de Mao, ellos volvieron, pero no encontraron
empleo alguno en el sector estatal. Jóvenes, desempleados, y ansiosos, se tomaron las
calles y bloquearon el paso de los trenes. Esta creciente presión obligó al gobierno a
abrir la puerta al auto-empleo. Las tiendas privadas empezaron a surgir en las
ciudades chinas; rápidamente acabaron con el monopolio estatal de la economía
urbana.

Entre las cuatro revoluciones marginales, las Zonas Económicas Especiales fueron las
más controversiales. Fueron establecidas para cooptar el capitalismo y salvar al
socialismo. La idea era permitirles experimentar con la economía de mercado,
importando tecnología avanzada y conocimientos administrativos, vendiendo
productos a los mercados globales, creando empleos y estimulando el crecimiento

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económico. Pero los experimentos estuvieron limitados a unas cuantas zonas para que
no socavaran el socialismo en otras partes, y por si acaso los experimentos fracasaran,
su daño al socialismo sería insignificante.

La competencia regional

La presencia de dos reformas fue una característica determinante de la transición


económica de China. No separar las dos es la principal fuente de confusión al momento
de comprender las reformas en China. El gobierno chino, comprensiblemente, ha
promulgado un relato de la reforma que gira alrededor del Estado, proyectándose a sí
mismo como un diseñador omnisciente y como un instigador de la misma. El hecho de
que el Partido Comunista de la China ha sobrevivido a la reforma de mercado, todavía
monopoliza el poder político, y sigue activo en la economía ha ayudado a vender
el relato estatista de la reforma. Pero fueron las revoluciones marginales las que
trajeron el emprendimiento y las fuerzas de mercado de vuelta a China durante la
primera década de la reforma, cuando el gobierno chino estaba ocupado rescatando al
sector estatal.

La segunda parte de nuestro relato empieza en 1992 después de Deng Xiaoping


realizara su tour por el sur del país. Mientras que las revoluciones marginales trajeron
las fuerzas de mercado de vuelta a la China durante la década anterior, la competencia
regional se volvió la principal fuerza transformadora durante la segunda década,
convirtiendo a China en una economía de mercado para fines del siglo. La competencia
regional no era nueva; había existido durante la primera década de la reforma. Pero
luego creó barreras al comercio en las fronteras de las provincias y fragmentó la
economía china. China implementó la reforma de precios en 1992, la reforma
tributaria en 1994, y empezó a privatizar las empresas estatales para mediados de los
noventa. Estas medidas reformadoras abrieron el camino para el auge de un mercado
común nacional, que fue capaz de imponer la disciplina de mercado a todos los
actores económicos, convirtiendo a la competencia regional en una fuerza
transformadora.

Aquí, nuestro relato difiere de aquel presentado por Huang Yasheng en su


libro, Capitalismo con características chinas. Un argumento controversial de Huang es
que China fue más capitalista y empresarial en los ochenta que en los noventa. Si el
argumento quiere decir que los emprendimientos privados prevalecieron en contra del
Estado durante los ochenta, entonces está muy en sintonía con nuestro relato de las
“revoluciones marginales”. Pero si este sugiere que China se apartó del libre mercado
durante la segunda década de las reformas, está ignorando un cambio fundamental en

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la economía durante los noventa. Y esto es el florecimiento de un mercado nacional
común, el cual era un requisito para que la competencia regional funcione.

Identificada con las inversiones repetitivas, la competencia regional es muchas veces


culpada por distorsionar la ventaja comparativa y por socavar las economías de
escala. Una imagen más matizada surgió en nuestro relato. Lo que la competencia
regional hizo fue convertir la ventaja de China en espacio, siendo un país continental,
en la alta velocidad de la industrialización. Cómo esto sucedió puede ser mejor
apreciado desde una perspectiva Hayekiana, la cual resalta el crecimiento del
conocimiento como la fuerza catalizadora que determina el cambio económico. En la
época de Mao, la educación estaba siendo atacada y el conocimiento se volvió un riesgo
político; China se aisló de Occidente y se apartó de sus propias tradiciones. La ideología
radical de Mao empobreció la economía China y, peor aún, cerró las mentes de los
chinos.

Luego de la muerte de Mao, China volvió a adherirse al pragmatismo. “Buscando verdad


en los hechos” se volvió el nuevo lema del Partido; volverse rico se convirtió en algo
glorificado. El obstáculo más limitante para el crecimiento económico era la falta de
conocimiento. Esto incluía al conocimiento técnico, al conocimiento acerca de
las instituciones —cómo varias instituciones que respaldan al mercado funcionan, y al
conocimiento local —lo que Hayek describía como “el conocimiento de las
circunstancias particulares del tiempo y el lugar”. La solución a este problema se
encontró en la competencia regional. Cuando las 32 provincias de China, sus 282
municipalidades, 2.862 condados, 19.522 pueblos y 14.667 aldeas se lanzaron a una
competencia abierta en busca de inversión y buenas ideas para desarrollar la economía
local, China se volvió un laboratorio gigantesco donde muchos y diversos experimentos
económicos fueron ensayados de manera simultánea. El conocimiento de todo tipo fue
creado, descubierto y difundido rápidamente. Mediante el crecimiento del
conocimiento, la escala enorme de la industrialización china hizo posible su rápida
velocidad.

Conclusión

Considerando nuestro relato de cómo China se volvió capitalista, ¿qué podemos decir
acerca de la forma en que el capitalismo surgió en China? Una característica persistente
de la transición hacia el mercado de China es la falta de liberalización política. Esto no
es para sugerir que el sistema político chino se ha mantenido intacto durante los
últimos 35 años. El Partido se ha distanciado así mismo de la ideología radical; ya no es
comunista, excepto en nombre. En los últimos años, el Internet ha empoderado cada

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vez más a los chinos para que hagan escuchar su voz en cuestiones políticas. No
obstante, China sigue siendo gobernada por un solo partido político.
Esta continuidad esconde un cambio fundamental en la realidad política de la China.
Con la muerte de Deng Xiaoping, la política del “caudillo” llegó a su fin. Bajo Jiang
Zemin y Hu Jintao, China ya no fue gobernada por un líder carismático. En este sentido,
la política China hoy es cualitativamente distinta a aquella de la época de Mao o de Deng.
Pero el gobierno chino no ha reconocido el hecho de este cambio político en la realidad;
ha habido pocos esfuerzos para construir instituciones que preparen a China para una
nueva realidad política.

La combinación de una veloz liberalización económica y una política que parece no


cambiar ha conducido a muchos a describir la economía de mercado de China como una
economía liderada por el Estado, como un capitalismo autoritario, lo cual mucha gente
ha reconocido correctamente como frágil e insostenible. Cuándo y cómo China se
adherirá a la democracia, y si el Partido sobrevivirá su democratización, son las
principales preguntas realizadas acerca del futuro político de China. En nuestro libro,
ofrecemos una perspectiva distinta. Provee un diagnóstico distinto del principal defecto
en la economía de mercado de China: China ha desarrollado un mercado sólido de
productos, pero todavía carece de un mercado libre de ideas.

El mercado de ideas apunta a una manera alternativa de pensar acerca del futuro
político de China. Nuestro razonamiento está principalmente basado en las siguientes
dos consideraciones. Primero, la competencia entre múltiples partidos no funciona a
menos que sea cultivada y disciplinada por un mercado libre de ideas, sin el cual la
democracia fácilmente puede ser secuestrada por grupos de interés y socavada por
la tiranía de la mayoría. El desempeño de la democracia depende de manera crítica
del mercado de ideas, así como la privatización depende del mercado de activos
capitales. Segundo, la competencia entre múltiples partidos prácticamente no tiene
precedente en la historia china. De hecho, la palabra china para “partido” (党) tiene una
fuerte connotación negativa en el pensamiento político chino tradicional. “Formar un
partido y perseguir el interés propio” (结党营私) ha sido consistentemente denunciado
como algo que socava el ideal político, que es que “lo que está debajo del cielo es para
todos” (天下为公). En cambio, el mercado de ideas tiene una raíz profunda y venerada
en el pensamiento chino tradicional: “dejen que cien escuelas de pensamiento
compitan” ha sido respetado como un ideal político desde los tiempos de Confucio. Es
nuestra opinión que el mercado de ideas promete una estrategia más gradual y viable
para reconstruir la política china sobre los principios de la tolerancia, la justicia y
la humildad.

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A lo largo de los últimos 35 años, China se ha abierto capitalismo no solo en el ámbito
económico. La teoría de los sentimientos morales tiene más de una docena de
traducciones chinas; el libro se ha ganado el corazón y la mente del Premier Wen
Jiabao. El mensaje de Adam Smith atrae mucho a los chinos, no en poca medida debido
a su palpable similitud con el pensamiento chino tradicional acerca de la economía y la
sociedad. Un resultado sorprendente de la transición de China hacia el capitalismo es
que China encontró una forma de volver a sus raíces culturales.

“Buscar la verdad en los hechos” es una enseñanza china tradicional, que Deng Xiaoping
equivocadamente denominó “la esencia del Marxismo”. Pero muchos hechos están
encubiertos en China porque un mercado libre de ideas todavía no existe. Somos
optimistas, aunque de manera precavida, de que China puede que se adhiera a un
mercado de ideas durante las próximas décadas, así como permitió un mercado de
productos en el pasado reciente. Conforme nuestra economía moderna se vuelva más y
más determinada por el conocimiento, las ganancias de un libre intercambio de ideas
se volverán demasiado grandes; los costos de suprimirlo son demasiado altos.

La adopción de China tanto de su historia como de la globalización nos conduce a creer


que el capitalismo chino, que recién inició su largo viaje, será distinto. Esto es deseable
no solo para China, sino para Occidente y para todos los demás también. También es
deseable para la economía de mercado a nivel mundial. Hoy, la biodiversidad es
reconocida como algo vital para mantener nuestro ambiente natural. La diversidad
institucional juega un papel similar cuando se trata de mantener a la sociedad humana
resistente. El capitalismo será mucho más sólido si no es un monopolio de Occidente,
pero florece en sociedades con distintas culturas, religiones, historias y sistemas
políticos. Mientras que el comercio en el mercado global de productos hace que la
guerra sea demasiado cara como para ser librada, un mercado global de ideas puede
tolerar y prosperar sobre la colisión de ideas pero nos aleja de la colisión de
civilizaciones.

https://puntodevistaeconomico.com/2020/03/15/como-china-se-volvio-capitalista-
ronald-coase-y-ning-wang/

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