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ANALISIS PARA EL CASO VENEZOLANO

¿ES UNA ECONOMIA ABIERTA O CERRADA?

EXPLIQUE SI ES ABIERTA ¿POR QUÉ?

Br. Eleannys Sequeira C.I.28.375.285

Hay muchos ejemplos en los que se puede evaluar la diferencia entre una economía
abierta y una economía cerrada. Actualmente, se pueden encontrar muchas economías cerradas.
Quizás uno de los casos más famosos sea el de Venezuela, donde ha habido un cambio de una
economía abierta a una cerrada. El gobierno con cambios en las políticas nacionales e
internacionales creó condiciones desfavorables para la inversión extranjera. Asimismo, han
contribuido a reducir su capacidad de producción interna, reduciendo su PIB. Esto da como
resultado niveles significativamente más bajos de exportación e importación, lo que hace que el
mercado pase de una economía abierta a una cerrada. Es muy diferente al caso de una economía
abierta como la de Estados Unidos o Colombia. En estos países, las economías abiertas han
facilitado el crecimiento económico sostenible. Lo logran a través de alianzas comerciales con
países de todo el mundo que contribuyen a mejorar la calidad de vida de todos sus ciudadanos.

Hay elementos estructurales que facilitan el futuro de determinadas economías y allanan


el camino para el inicio de una crisis. En el caso de Venezuela, la continua dependencia de un
recurso natural exportable cuyos ingresos muestran un comportamiento muy heterogéneo,
tendencia a manejar déficits acumulativos, peso estatal muy grande en la economía y falta de
dinamismo del sector privado no petrolero. Para las expectativas internacionales, la fuerte
dependencia de las importaciones, una moneda y energía sobrevaloradas, la disminución de la
productividad secular, todos los factores combinados, es inevitablemente el nacimiento de una
crisis. La fuerte caída de los precios y los ingresos del petróleo también puede atribuirse al
estallido de la crisis, y quienes se aferran a este argumento no han fracasado.
Definitivamente que la política económica aplicada en cualquier país tendrá una
repercusión positiva o negativa sobre la sociedad que conforma dicho país, incluyendo empresas,
ciudadanos, industrias, etc. En el caso de Venezuela, lamentablemente es necesario reconocer
que las políticas económicas y por ende las políticas fiscales aplicada a lo largo de los últimos 50
años, no han sido más que incoherentes medidas contrarias a lo que aconseja
la Teoría económica positiva, al contrario solo han logrado arrastrar al país a un profundo
estancamiento del cual resulta muy difícil, pero no imposible de salir.

La política fiscal ha jugado un rol determinante en la transmisión de esos shocks al resto


de la economía, la cual ha actuado como una caja de resonancia en la propagación de
los mismos, en lugar de constituir un instrumento para contener o limitar los efectos
distorsionantes que se derivan de la vulnerabilidad externa de la economía venezolana

La Venezuela de 1989 era muy distinta a la de 1974, cuando la bonanza petrolera


ocasionada por la crisis de los países árabes nos colocó como el único proveedor seguro de
petróleo para las naciones occidentales. Por el contrario el país encaraba el dilema de cómo
resolver el déficit del sector público, la deuda pública externa superaba en relación de 4 dólares a
1 los niveles de las reservas internacionales, el gobierno anterior había suscrito un acuerdo de
refinanciamiento de la deuda que obviamente resultaba imposible de honrar.

La inflación se acercaba al 30%, reflejando la artificialidad de la economía venezolana,


producto del estricto control de precios que existía más un sinnúmero de subsidios. Era evidente
que esos mecanismos eran ya insostenibles, pues ni el Estado poseía los recursos para seguir
otorgando subsidios, ni las empresas privadas estaban en capacidad de subsistir bajo el régimen
de control de precios, al cual estaban siendo sometidas.

Por último el signo monetario venezolano padecía las consecuencias de sucesivas


devaluaciones. Se había impuesto un estricto control de cambios administrado por RECADI, que
se caracterizaba por los más increíbles niveles de corrupción. A finales de 1988 la tasa
de cambio preferencial era de Bs. 14,50 por Dólar; en tanto que en el mercado libre o paralelo,
el Bolívar llegó a cotizarse a la cifra de Bs. 40 por Dólar. Bien la realidad de la crisis económica
venezolana para ese momento habría obligado a cualquiera a asumir una serie de medidas
orientadas a resolver esa situación. El país tendría que pagar las consecuencias de las
irresponsabilidades cometidas durante los 20 años anteriores, "las leyes económicas son duras,
pero son leyes" había que apretarse el cinturón.

Se trazó la meta de modificar la estructura tributaria del país orientándola hacia una
reducción de las tasas máximas aplicables por concepto del impuesto sobre la renta, además se
anunciaba la intención de aplicar un impuesto indirecto sobre el valor agregado, esto
representaba claramente una orientación hacia las políticas de oferta. Sin embargo, la tardanza en
el Congreso para aprobar el impuesto al valor agregado, obligó al Gobierno a incurrir en las
devaluaciones antes mencionadas para cubrir sus déficits, fiscales, esto representa claramente
una medida coyuntural relativa a políticas de demanda.

Esta contradicción entre la política expansiva del gasto público y las políticas restrictivas, obliga
al BCV a la aplicación de medidas como la emisión de Bono cero cupón y el aumento del encaje
legal de los bancos, a fin de absorber el excedente monetario derivado de esta situación, trayendo
nuevos ingredientes a la ya insostenible situación del estado.

Para evitar un poco esta situación se inicia en el país un proceso de privatización de


algunas empresas del Estado, caracterizadas por arrojar solamente perdidas en lugar de
ganancias, esto tiene como finalidad reducir el déficit del Estado, ahorrando de esta manera
millones de dólares en inversiones que no tienen ningún sentido al gobierno y transfiriendo esos
activos improductivos a manos privadas. A su vez las empresas que continuaban en manos del
Estado se vieron en la necesidad de sincerar las tarifas de sus bienes y servicios, incidiendo
nuevamente en el alza de los precios y la inflación.

En el caso de Venezuela, por ser el sector público un exportador neto muy


significativo en relación al tamaño de la economía, el ajuste del tipo de cambio ha
generado beneficios fiscales de considerables proporciones, al menos en el corto plazo. Por
ello, el tipo de cambio ha sido utilizado con relativa frecuencia como un mecanismo de
corrección fiscal desde 1983, cuando el país perdió el sistema de cambio fijo que había
logrado mantener por alrededor de veinte años. No obstante, el costo en términos de
inflación y actividad económica ha sido significativo. En consecuencia, los impactos
fiscales de los shocks externos y el uso del tipo de cambio como mecanismo de corrección fiscal
han creado una fuerte volatilidad en algunas variables macroeconómicas. Igualmente, la
reacción del gasto público ha estado estrechamente asociada en forma procíclica a los
shocks externos, magnificando los efectos de estos últimos en términos de crecimiento,
inflación y tipo de cambio real. Otra característica de la política fiscal en períodos recientes es
la reducción del gasto en áreas que le son fundamentales al sector público , lo cual ha
acarreado costos significativos en términos de crecimiento, eficiencia y distribución del
ingreso. Durante el primer quinquenio de la década de los setenta el gasto del Gobierno
Central se ubicaba alrededor de un 22% del PIB. Debido a los muy bajos niveles de deuda
pública para aquel entonces, dicho gasto era casi exclusivamente primario, es decir, gasto
interno neto de intereses. A raíz del fuerte incremento que experimentaron los precios del
petróleo a partir de 1974, el gasto del Gobierno Central se expandió a niveles cercanos al 30%
del PIB. Sin embargo, ese aumento del gasto se concentró principalmente en
transferencias para financiar la inversión en empresas públicas, sesenta por ciento de las
cuales se dedican a la producción de bienes considerados típicamente "privados".

Posteriormente, por la fuerte reducción del ingreso petrolero y el significativo


aumento de los pagos de intereses por la deuda que se había adquirido entre 1974 y 1983,
el gasto primario se fue reduciendo paulatinamente desde mediados de la década de los ochenta,
hasta alcanzar en 1996 un 17% del PIB; es decir, cinco puntos menos del producto en relación
al nivel del gasto existente a comienzos de los años setenta, antes del primer gran boom
petrolero. Peor aún, debido a las elevadas tasas de crecimiento poblacional que todavía se
registran en Venezuela, ese gasto primario medido en términos reales per capita se ubica
actualmente en niveles similares a los existentes al inicio de la década de los sesenta.

La evolución del gasto público primario en Venezuela podría identificarse dentro


de lo que Tanzi (1989) denomina "tensión fiscal”, la cual se caracteriza entre otras cosas, por
aquellas políticas que intentan corregir los desequilibrios fiscales sobre bases poco sostenibles,
tales como la reducción de los salarios reales en el sector público a niveles que no son
social o políticamente viables; la posposición de gastos de operación, mantenimiento e
inversión en infraestructura pública, con efectos negativos en el crecimiento económico y en
la vida útil de dichos bienes y la disminución de los inventarios de bienes y equipos de
las instituciones públicas que prestan servicios esenciales a la población. Estas políticas han
resultado altamente perjudiciales en términos de eficiencia económica y generan en la
actualidad serios conflictos sociales y políticos, lo cuales a su vez, erosionan la confianza
y credibilidad de los agentes económicos en relación a la sostenibilidad y duración de
los esfuerzos de reformas y estabilización macroeconómica.

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