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Este documento discute la sexualidad desde una perspectiva psicoanalítica. Sugiere que el sexo desorienta y transforma a las personas en sonámbulos, ya que reprime recuerdos y traumas. Identifica dos planos relacionados con el trauma sexual: la historia de eventos vividos y la estructura subyacente. También analiza el caso de Gide, quien sufrió un trauma sexual en su niñez que, aunque salvador, puede haber contribuido a su posterior pedofilia. Finalmente, distingue entre traumas inherentes a la condición human
Este documento discute la sexualidad desde una perspectiva psicoanalítica. Sugiere que el sexo desorienta y transforma a las personas en sonámbulos, ya que reprime recuerdos y traumas. Identifica dos planos relacionados con el trauma sexual: la historia de eventos vividos y la estructura subyacente. También analiza el caso de Gide, quien sufrió un trauma sexual en su niñez que, aunque salvador, puede haber contribuido a su posterior pedofilia. Finalmente, distingue entre traumas inherentes a la condición human
Este documento discute la sexualidad desde una perspectiva psicoanalítica. Sugiere que el sexo desorienta y transforma a las personas en sonámbulos, ya que reprime recuerdos y traumas. Identifica dos planos relacionados con el trauma sexual: la historia de eventos vividos y la estructura subyacente. También analiza el caso de Gide, quien sufrió un trauma sexual en su niñez que, aunque salvador, puede haber contribuido a su posterior pedofilia. Finalmente, distingue entre traumas inherentes a la condición human
Si Dios existe, seguramente ha inventado el sexo para
atormentarnos. Pero tal como el regador regado, fue el primer fastidiado: Zeus no ha hecho otra cosa que molestar a los encantadores mortales, y después de él, Cristo ha elegido hacerse admirar eternamente en un ropaje de lo más dudoso. Su sexualidad se ha revelado ahora, aún si él prefirió evitar la copulación. Recordemos estas palabras de Lacan en Aún: “En todo lo que ha desplegado de los efectos del cristianismo en el arte, siempre resulta la exhibición de los cuerpos evocando el goce. Cercano a la copulación.” Y no es por nada, sino porque el goce está fuera del campo, hecho solo de fantasmas. Esta exclusión del acto sexual no se revela en ninguna otra religión de forma más desnuda, el arte que ha inspirado al cristianismo es por lo tanto obsceno o perverso porque el padre es lo que está en juego.1 Dios no está allí más que para recordarnos como el sexo nos desorienta; no sabemos que decir ni hacer con él, cuando no es la memoria la que nos abandona, puesto que no estamos siempre seguros de lo que hemos hecho o sufrido, etc. El sexo nos transforma en sonámbulos recorriendo el agujero que ha cavado anteriormente en el saber y la verdad. Si las complicaciones sexuales están por todas partes, se manifiestan electivamente en la cuestión del trauma. En efecto, el azar de nuestras lecturas nos hace oscilar como un péndulo entre las anécdotas más o menos penosas y el hecho estructural inevitable. El primer Freud releído por Miller permite sin embargo reubicarnos. 2 Desde sus cartas a Fliess, observaba ya que lo sexual surgía siempre como un accidente indigesto por sus efectos excesivos. Constataba también y sobre que este excedente de sexualidad dejaba detrás de él algo que calificaba como no traducido en imágenes verbales y cuya reactivación no tenía consecuencias psíquicas sino físicas en la especie de los fenómenos de conversión: “el excedente sexual impide la traducción.” 3 Al escribir estas líneas, Freud estaba inspirado porque llegaba a situar las cosas en dos planos a la vez, la diacronía y la sincronía. Están las anécdotas vividas que se reprimen, o sea que uno se olvida y recuerda a la vez,- ¿el inconsciente no es la memoria de lo que uno se olvida? – y además es un hecho estructural que toca un real del que uno se defiende. J.-Miller ha mostrado como Lacan distingue estos dos registros que dependen de memorias diferentes, la rememoración y la reminiscencia. La primera, hecho de historia como de histeria, constituye la historia; la segunda se refiere a lo real que excluye tanto la verdad como al sentido y al tiempo; una se manifiesta por el recuerdo, la otra hace presente lo que ya está ahí, completamente solo, eterno, inmemorial. Por lo tanto hay trauma y lo que Lacan llama trouma, un hecho de historia y el otro de estructura. Estructura quiere decir aquí que con respecto a lo sexual las cosas siempre resultan siempre atravesadas. La cuestión no es más haber hecho un buen o mal encuentro, sino percibir que el sexo es para el ser hablante un fracaso permanente: cuando se empieza bien como obsesivo, es demasiado bien, porque lo que sigue es decepcionante, y el desdichado se encuentra hastiado antes de tiempo; una primera vez fallida, como da cuenta la histeria no es más divertido tampoco, porque ella se encuentra casada por el resto de su vida con la insatisfacción permanente. Esto no quiere decir que todo vale y que la estructura justifica todos los traumas pasados y por venir. Algunos son inevitables, otros menos, y el Psicoanálisis no anuncia el reino de Sade poniendo los dos en el mismo plano. Podemos ilústralo con un caso conocido por todos, o sea el de Gide, que Lacan ha delineado su ordenamiento. 4 Niño mal recibido, mortificado, malhumorado, fue seducido por su tía que encarnaba para esta familia protestante y austera un goce inaceptable. Esto fue para el niño Gide, hijo de su madre, para la cual el amor se reducía a los imperativos del deber, un trauma, del que Lacan sitúa las coordenadas de esta manera: no conocía más que la palabra que protege y prohíbe, la muerte precoz de su padre lo había privado de aquella que humaniza el deseo; su goce primario se encontraba entonces reducido a ciertas formas elementales, la destrucción, la masturbación, etc. Lacan precisa sin embargo que este trauma fue salvador, el niño apagado había comenzado a vivir porque por primera vez llegaba a ser por este medio el niño deseado. Al leer y releer la escena de seducción descripta por Gide especialmente en La puerta estrecha, no se ve lo que espíritu incluso obtuso podría reprochas a la dama en juego, la que contentaba con arreglar el cuello de su camisa, hacerle cosquillas, y burlarse un poco. Esto bastó sin embargo para desarrollar más tarde un gusto excesivo por los niños – más precisamente por el niño pequeño que él fue en los brazos de su tía. El modo de goce, la masturbación quedaba por lo tanto idéntica, pero había logrado localizarse. Dicho de otra manera, el trauma estructural no fue un drama. Sin embargo, es necesario decir que lo que Gide hizo más tarde, no era otra cosa, para llamarlo por su nombre, que una forma de pedofilia. No se debió más que a su prudencia, pero sobre todo a la indulgencia que en el tiempo de entonces – el del Imperio francés y las colonias africanas –mostraban ante los hombres ilustres, que no tuvo nunca problemas. Aquí debemos hacer una diferencia cuya apuesta es ética. Atentado se dice en más de un solo sentido; uno se refiere a la enfermedad del ser hablante de tal manera parasitado por el lenguaje que el sexo no puede más que perturbarlo dejándolo perpetuamente intranquilo; el otro depende del modo de goce de un amo relativamente cínico. Uno depende del psicoanálisis, el otro en lo que concierne a Gide de la justicia.
1. Lacan, J. Seminario Libro XX Aún Paidós
2. Miller, J.-A. Causa y consentimiento (1987-1988) lecciones 6 y 13 de enero 1988. 3. Freud, S. Los orígenes del Psicoanálisis Editorial Biblioteca Nueva, 1968 pp. 585-882 4. Lacan, J. Juventud de Gide o la letra y el deseo. Escritos 2 Siglo XXI. Pp. 719 - 745