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Dostoiewski:

Una versión delirante del doble

Estela Soengas y Julia Martín


“No en vano Freud insiste en la dimensión
esencial que da el campo de la ficción a
nuestra experiencia de lo unheimlich.
En realidad, ésta es demasiado fugitiva.
La ficción la demuestra mucho mejor, la
produce incluso como un efecto de una
forma más estable porque está mejor
articulada”.
Lacan, Jaques: El Seminario.
Libro X: La Angustia, p.59.

Introducción
Es indudable el aporte de determinadas producciones artísticas favorece la
convergencia psicoanálisis –literatura, ya que muchas veces permite allanar las
dificultades que suscita la comunicación de complejas experiencias a las que
fragmentariamente asistimos en la clínica y que la ficción escrita puede
mostrarnos con la espontaneidad de ese “no saber” que se encuentra a su vez
en el punto de partida de la maestría del autor. Sabe así revelar los aspectos
centrales de determinadas manifestaciones que desafían el uso de la palabra.
En el tema que aquí abordaremos, Fedor Dostoievski en su novela “El
doble” nos instruye, sin proponérselo, con una serie de particularidades del
fenómeno del doble, medio siglo antes que Freud inaugure el campo
Psicoanalítico.
En la descripción de los síntomas de la psicosis, Dostoievski se presenta
como un adelantado a su tiempo por la clarividencia con la que relata el
proceso de disolución del Yo. Describe con precisión el inicio y desarrollo de un
delirio paranoico en el cual la figura del doble se presenta de una forma
original, ya que no se trata de su surgimiento súbito y ocasional, como ha sido
relatado en numerosas experiencias y, particularmente, en los cuentos de
Maupassant, abordado en uno de los capítulos de esta sección. En la novela
de Dostoievski “ese otro que es el mismo” aparece como una presencia
permanente que acompaña al protagonista y de la cual no puede
desprenderse.
El análisis de esta producción literaria resulta de especial interés por la
secuencia progresiva en la que se presenta la descripción de la experiencia y el
contexto en el que se sitúa, contexto que adquiere su relieve por el peculiar
recurso literario del escritor, que combina diversas voces en la trama.
Enviado por su padre a la Escuela de Ingeniería de San Petersburgo,
Dostoievski no puede torcer su vocación y comienza a escribir. Aprisionado en
su solitaria locura, Goliadkin es el primero de una estirpe de personajes
solitarios y atormentados que recorren su literatura. Al éxito de su primer
novela “La gente pobre”, le sucede “El doble”, que comienza a escribir a fines
de 1845 y del que dirá a su hermano: “Goliadkin (el protagonista) va por muy
buen camino. Será mi obra maestra”. Treinta años después reconocerá las
debilidades literarias de su libro, lo que no irá en desmedro de la inigualable
agudeza psicológica que de su descripción se desprende.
La idea del doble lo persiguió toda su vida, un doble que es él mismo y no
es él. Así vimos a lo largo de su obra que el Rascklnikov de “Crimen y Castigo”
se reconoce en el infame Svidrigilov. En “El adolescente”, Veisilov está sujeto
al mismo desdoblamiento que Goliadkin. Ivan Karamazov ve al doble en su
delirio y ese doble es él: “Tú eres yo pero con otra cara”.
En su novela llama al falso Goliadkin “el usurpador”, adjetivo éste que nos
remite a su relación con Gogol y el “doble literario”, ya que la novela de
Dostoievski no sólo está inspirada en el texto “La Nariz” de Gogol, sino que es
lo que podríamos llamar un doble de ésta. La novela de Gogol es la historia de
un funcionario cuya nariz se separa de él y comienza a vivir una existencia por
completo independiente. La novela de Dostoievski es la historia de un
funcionario cuya alma se desdobla hasta tal punto que cada una de sus dos
partes adquiere una individualidad total.
El capítulo dos de “La Nariz” comienza con esta frase: “El asesor del
colegio, Kovalev, se despertó por la mañana muy temprano e hizo “brrr” con los
labios… Kovalev se estiró y ordenó que le trajeran un espejito que se
encontraba sobre la mesa. Quería ver un grano que, la noche anterior, le había
salido en la nariz”(1)
“El doble” comienza así: “Eran casi las ocho de la mañana cuando el
consejero titular Goliadkin se despertó después de un largo sueño, bostezó, se
estiró y abrió finalmente los párpados….Saltó de su cama y corrió hacia un
espejito redondo que se encontraba sobre la cómoda. “¡Qué historia!, se dijo el
señor Goliadkin, “¡si me hubiera salido un grano en medio de la cara!” (p. 7),
(2).
Sin embargo, y a pesar de esto, tampoco se trata de una simple imitación
literaria ya que el genio de Dostoievski le permite a lo largo del texto realizar
una fina y minuciosa descripción del tipo especial de despersonalización que
afecta a Goliadkin, la aparición de un duplicado de sí mismo que adquiere vida
propia y que se convierte en enemigo del personaje, que a pesar de los
padecimientos que sufre por su conducta e intenciones malévolas, sin
embargo, mantiene la esperanza de una posible reconciliación final.

“El doble” de Dostoievski


La psicosis de Goliadkin comienza a vislumbrarse desde el inicio. El
segundo fragmento de la novela hace alusión a su incipiente desdoblamiento,
presente en forma de monólogo interior, ante la duda de saludar o no a su jefe
cuando su carruaje se cruza con él en la calle: "A pesar de que el tiempo
estaba húmedo y desapacible, bajó las dos ventanillas del coche y atentamente
se puso a observar a los transeúntes, a derecha e izquierda, adoptando un
continente grave y correcto cuando notaba que alguno le miraba a su vez".
“¿Le saludo o no? ¿Respondo de algún modo o no? -pensaba nuestro héroe
con indecible angustia-. ¿O finjo que no soy yo, sino alguien que se me parece
muchísimo, y hago como si nada hubiese pasado? En fin, que no soy yo, que
sencillamente no soy yo, y basta -dijo el señor Goliadkin quitándose el
sombrero ante Andrei Filippovich y sin apartar de él los ojos-. ¡Que no soy yo -
murmuraba con esfuerzo-, que no soy yo, que no, señor, no soy yo, eso es
todo!" (pp. 10-11).
En este mismo sentido, la conversación que mantiene poco después
Goliadkin con el doctor va en favor de esa experiencia inefable de sentirse
objeto de una acción intencional en su contra: “Tengo enemigos Dr. Tengo
enemigos muy perversos, que han jurado perjudicarme” (p. 16), es su
respuesta en voz baja, ante el pedido del Dr. de que se calme. Estos enemigos
son por el momento imprecisos, no puede dar detalles, ya que por el momento
no han revelado su verdadera naturaleza. Sin embargo, su certeza es
inconmovible: hay otros que quieren su mal. Al final de la entrevista, surge un
acontecimiento del cuerpo del que no puede dar razón: “sintió en la carne como
un pinchazo”.
Podemos ubicar estos momentos iniciales en relación con lo que Jaspers
ha dado en llamar vivencia delirante primaria: sensaciones, sentimientos
vivaces, disposiciones de ánimo, cogniciones, que albergan una nueva
significación, aun cuando esta sea incierta, oscura en cuanto a su sentido. Es
la significación enigmática, abordada por Lacan como un pleno de sentido que
ocupa el lugar vacío de la significación y que había sido reconocido
tempranamente en la Psiquiatría Alemana del siglo XIX: se trata de algo que se
sabe con certeza, pero cuyo contenido no puede ser plenamente articulado.
Queda solo la interpretación de una hostilidad de la que el sujeto es objeto, sin
reconocer todavía el agente ni los motivos que lo animan.
La historia comienza entonces con la descripción de una cierta
perturbación que busca ser comunicada pero se interrumpe. Asistimos a los
momentos preliminares del desencadenamiento del delirio por parte de nuestro
protagonista (Goliadkin), el cual, tras mantener una confusa conversación con
su médico, Ivanovich, se dirige frenéticamente hacia una fiesta en donde se
encuentra con su amada, hija de su jefe. Recordemos en este punto lo que
Lacan teoriza respecto del desencadenamiento de la psicosis en “De una
cuestión preliminar….”, “Es la falta del Nombre-del-padre en ese lugar que, por
el agujero que abre en el significado, inicia la cascada de los retoques del
significante de donde procede el desastre creciente de lo imaginario, hasta que
se alcance el nivel en que significante y significado se estabilizan en la
metáfora delirante” (3). Es en este desastre en lo imaginario donde ubicaremos
el fenómeno del doble, que en su progresivo entramado en la vida de Goliadkin
tratará fallidamente de pacificar lo enigmático que inicialmente lo alude, como
hemos visto, produciendo una localización de aquello que en un primer
momento aparecía en el orden de lo enigmático.
El personaje busca acercarse a su amada Clara, pero es rechazado: en
primer lugar, no estaba invitado a la fiesta de cumpleaños a la que se disponía
asistir, como él creía, y por otro lado, cuando logra acercarse a la joven, su
conducta es tan torpe e inadecuada que sólo consigue que lo echen. Es de
destacar que Goliadkin tenía la certeza de que su amor era correspondido, lo
que devela la presencia de un sesgo erotómano en nuestro personaje. Poco
después deambula por la ciudad, se siente perseguido por sus enemigos
anónimos, hasta que hace su aparición el doble. “Repentinamente tuvo un
estremecimiento que le sacudió el cuerpo y sin darse cuenta saltó a dos pasos
de aquel sitio. Inquieto hasta lo indecible, miró en torno suyo, pero no había
nadie, absolutamente nadie. Nada veía y sin embargo…..sin embargo, le
pareció que alguien, en ese preciso momento, se apoyaba como él sobre el
parapeto del muelle…y ¡cosa extraña! le había hablado. Le dijo cosas que le
concernían de una manera muy íntima. ¿Cómo he soñado, donde estoy?
Experimentó un sentimiento penoso de inquietud y aún de miedo” (p. 36).
Como propone Lacan en el Seminario 3, el sujeto psicótico tiene una certeza:
“que lo que está en juego- desde la alucinación hasta la interpretación- le
concierne” (4). El sujeto reconoce que hay una significación, cuál, no sabe, es
algo que se le impone y que para él es perfectamente comprensible, porque se
sitúa en el plano de la comprensión como un fenómeno incomprensible. Aquí
en nuestro caso, la fantástica figura del doble se hace presente provocando
miedo, por la certeza de su realidad.
“Después se le presentó un transeúnte, una casualidad. ¿Por qué se
conmovió el Sr. Goliadkin? ¿Por qué tuvo miedo y se turbó? El transeúnte
desapareció. Vestía como Goliadkin, como él caminaba por la acera con paso
menudo, precipitado y cadencioso. Se estremeció (…). El desconocido le era
ya perfectamente conocido: lo había identificado. Le veía con frecuencia.
Conocía perfectamente a ese sujeto, sabía su nombre y sin embargo no
hubiera querido nombrarlo, aunque le dieran por ello millares de rublos. Divisó
al desconocido, solo que ya no iba a su encuentro, sino que seguía el mismo
camino y corría delante de él. Se preparaba a subir la escalera que conducía a
la habitación del Sr. Goliadkin. Subía alegremente, sin dificultad y con un
perfecto conocimiento del sitio. El desconocido, en su presencia, se sentó
sobre el lecho, él también había conservado puestos el sombrero y el gabán,
sonreía ligeramente y le hacía una señal amistosa con la cabeza a la vez que
le guiñaba un ojo. El Sr.Goliadkin quiso gritar y protestar, pero no pudo; no tuvo
fuerza para ello. Se le erizó el cabello y se sentó. Dominado por el miedo,
perdió el conocimiento. Tenía razón de sobra para asustarse; había reconocido
a su amigo nocturno. Este amigo no era otro sino él mismo, otro Sr. Goliadkin
absolutamente igual a él; su otro yo absoluto” (pp. 39-40).
Al día siguiente, nuestro protagonista se dirige al trabajo. Y es en el
trabajo donde su mundo comienza a derrumbarse; porque allí encuentra, como
un nuevo empleado, a su doble, el cual parece haberle tomado mucho cariño a
Goliadkin, hasta el punto de que el doble se va a vivir a casa de Goliadkin.
Pero su doble comienza, en apariencia, a socavar sistemáticamente la
posición de Goliadkin, que se desespera y no puede sino constatar la vileza del
que no hace poco creía su gran amigo (su propio 'yo', en suma). El doble se
convierte para Goliadkin en un reflejo deformado de sí mismo: maleducado,
insolente, arrivista, cínico, astuto, malvado. El más fuerte irá matando al más
débil…
Mientras tanto, los que le rodean no pueden sino mostrarse ciertamente
asombrados del extraño comportamiento de Goliadkin, hasta el punto que su
propio criado, Petrusha, explicita su intención de abandonarlo: "Me voy con las
buenas gentes..., las que viven con honradez… las que viven sin falsedad y no
tienen dobles..."(p. 78).
Detengámonos en el momento de creación del doble. Al volver, frustrado
en sus expectativas, de la casa de su jefe, al observar cómo la mayor parte de
sus planes de futuro se derrumban, es cuando Goliadkin "crea" un doble que
sólo existe en su mente; un doble que logra todo lo que el funcionario antaño
deseara para él, mientras éste se derrumba en la fosa sin fondo de su psicosis.
Podemos pensar al doble como surgido del proceso de dislocación de la unidad
e identidad imaginaria del yo, consecuencia del desencadenamiento de la
psicosis en este caso en particular. Es al mismo tiempo un intento de salida de
la perplejidad inicial pero fallido al fin ya que deja al protagonista a merced de
la iniciativa de un Otro gozador que acapara su identidad, le roba sus
relaciones, le hace perder la estima de sus jefes y lo suplanta. Lo aniquila y lo
reduce a la condición de una sombra desolada.
El doble, entonces, como lo muestra esta ficción literaria, representa
aquello familiar que se ha vuelto siniestro, la intimidad convertida en
exterioridad por duplicación, la autonomía en pasividad a merced de la
iniciativa del otro. En el caso de Goliadkin, el doble se presenta como un
fenómeno que se articula con la experiencia enigmática que lo precede y que
nos marca la grieta simbólica con la que se enfrenta el sujeto en una de la
típicas coyunturas dramáticas que Lacan ha reconocido en el
desencadenamiento de la psicosis, la situación triangular en la que se inscribe
el personaje, la amada y su padre.
El fenómeno del doble en Lacan se relaciona, como habíamos
adelantado, con una perturbación, una modificación topológica del imaginario
narcisístico que por la irrupción de lo irrepresentable del objeto pulsional, afecta
“al uno” de la idetificación especular. Lacan efectúa en esta dirección una
relectura del texto de Freud “Lo ominoso”, que está centrado en la interrogación
sobre aquello que constituye el núcleo de la angustia.
En el escrito sobre “El estadio del Espejo”, (Lacan, 1949) Lacan nos
presenta la fundamental importancia que adquiere tempranamente en el curso
del desarrollo la imagen del cuerpo propio, cuya contemplación produce en el
niño un sentimiento de júbilo e implica, también, un desconocimiento del
carácter fragmentado e incomprensible del estado de su organismo.
Experiencia de identificación que es la matriz de Uno imaginario, ese yo que
está en el principio de la unidad e identidad en la que el sujeto se reconoce
como siendo “él mismo”. Más tarde, en el curso de su enseñanza, adquieren
importancia en su mecanismo de producción, tanto la identificación simbólica
del Ideal del Yo, como la elisión del intercambio de miradas que, no
representadas en el espejo, condicionan el efecto de reconocimiento especular.
Es poniendo el acento en el lugar no representable del objeto que Lacan
nos advierte los efectos que pueden producirse cuando este último entra en el
registro de la percepción: “Este lugar representa la ausencia en la que nos
encontramos. Suponiendo, como a veces ocurre, que ella se revele como lo
que es – o sea, que se revele la presencia en otra parte, que constituye a este
lugar como ausencia- entonces ella manda en el juego, se apodera de la
imagen que la soporta, y la imagen especular se convierte en la imagen del
doble, con lo que ésta aporta de extrañeza radical (5).
En el Seminario X, por lo tanto, Lacan platea un imaginario que incluye,
velado, aquello que no entra en el campo de la representación pero condiciona
la identificación especular. Cuando aparece lo que debía mantenerse elidido,
excluido del registro de lo percibido, se trata para Lacan de una perturbación
que obedece a una circunstancia en la que se ha llenado el lugar que debía
permanecer vacío, cuando falta la falta y se expresa por las manifestaciones de
la angustia. Cuando el sujeto es psicótico, la experiencia de significación
enigmática nos señala aquello que perturba el encadenamiento significante y la
localización del objeto que da su peso a la cadena. Sus consecuencias sobre la
experiencia del cuerpo y su identidad pueden en ocasiones conducir a la
aparición de una duplicación de la imagen especular, conmoviendo la identidad
personal y las vestimentas imaginarias que cubren el vació de lo que no tiene
nombre.
Volviendo al relato que nos convoca, Goliadkin cree que es posible una
reconciliación con su otro yo e inocentemente acepta la invitación del doble de
entrar en la sala adonde creía que lo esperaba su amada; esto hasta que
percibe una sonrisa pérfida en sus labios y comprende que sólo quiere su mal.
A partir de esto todo se desarrolla aceleradamente, y se siente perseguido por
una turba de reduplicaciones de él mismo hasta que dócilmente acepta... sube
al carruaje conducido por el médico que lo había escuchado al comienzo del
relato. Al llegar a destino, comprende que se trata de una internación en una
institución para enfermos mentales: “Se le dará a usted una habitación gratuita,
con luz, con calefacción, con todas las comodidades… El Sr. Goliadkin lanzó
un grito y se cogió la cabeza con las manos. ¡Ay!…el infeliz había presentido
aquello, desde mucho tiempo antes” (p. 127).
El relato de Dostoiewski nos sumerge progresivamente, como hemos
visto, en un universo onírico en el que la indefinición y anonimato de los
perseguidores dan lugar a una localización precisa e inquietante: es el doble, al
que Goliadkin otorga existencia en la medida en que le permite ubicar la fuente
de sus desdichas, pero contra el que nada puede hacer, ya que hasta el intento
de reconciliación resulta imposible. Fracaso del delirio como intento de
restitución: sólo queda la mirada: “dos ojos de fuego lo miraban en la oscuridad
brillando con alegría diabólica y siniestra” (p. 126).

Notas
1. Gogol, N. (1835/1975). La Nariz. Buenos Aires: Centro Editor de América
Latina.
2. Dostoievski, F. (1846/1980). El doble. (Traducción de G. Levachof).
Buenos Aires: Centro Editor de América Latina.
3. En adelante, los fragmentos citados corresponderán a esta edición de
“El doble”.
Lacan, J. (1957-1958/2003) “De una cuestión preliminar a todo
tratamiento posible de la psicosis”. En J. Lacan, Escritos 2, (pp. 558-
559). Buenos A ires: Siglo XXI Editores.
4. Lacan, J. (1955-1956/2006). El Seminario, Libro III: Las Psicosis (p.110).
Buenos Aires: Editorial Paidós 110.
5. Lacan, J. (1962-1963/2006). El Seminario, Libro X: La angustia, Editorial
(p.58). Buenos Aires: Editorial Paidós.

Bibliografía citada
Dostoievski, F. (1846/1980). El doble, Traducción de G. Levachov (Traducción
de G. Levachof). Buenos Aires: Centro Editor de América Latina.
Gogolo. N.(1975). La Nariz. Buenos Aires; Centro Editor de America Latina.
Jaspers,K. (1913/1996). Psicopatología General. México: Fondo de
cultura económica.
Lacan. J. (1957-1958/2003). De una cuestión preliminar a todo tratamiento
posible de la psicosis. En J.Lacan, Escritos 2. Buenos Aires: Siglo XXI
Editores.
Lacan, J. (2003). El estadío del espejo como formador de función del Yo. En J.
Lacan, Escritos I, Buenos Aires: Siglo XXI Editores.
Lacan, J.,(1955.1956/2006). El Seminario, Libro III: Las Psicosis. Buenos Aires:
Editorial Paidós.
Lacan, J. (1962-1963/2006). El Seminario, Libro X: La Angustia. Buenos Aires:
Editorial Paidós.
Lacan, J. (1965). Homenaje a Marguerite Duras, del Rapto de Lol V. Stein. En
J. Lacan, Intervenciones y textos 2. Buenos Aires: Manantial.
Troyat, H. (1996). Dostoievski. Buenos Aires: Emecé Editores.

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