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TEMA 1
CAPÍTULO 1: EL DERECHO DE FAMILIA
1. La familia y el parentesco en general
La familia es ante todo una institución social que, en cuanto objeto de la regulación
jurídica, deviene institución asimismo jurídica.
Hasta 1978/1981, los llamados hijos ilegítimos no formaban parte de la familia de quien
o quienes los habían procreado, porque así venía impuesto por consideraciones sociales
y jurídicas formuladas con anterioridad. Bastó que el artículo 39.2 de la Constitución de
1978 consagrara la absoluta igualdad entre hijos matrimoniales y extramatrimoniales
para que el entero sistema del Código Civil relativo a la filiación hubiera de ser
reformado por la Ley 11/1981, resultando un nuevo rumbo para la consideración de la
familia respecto de los hijos ilegítimos.
No existe precepto alguno en la Constitución ni en la legislación ordinaria en el que, de
forma precisa, se establezca con carácter general qué es una familia o cómo deben ser
las familias. (Si se establecen condiciones a efectos de una norma jurídica concreta –
familia numerosa).
2. El Derecho de familia
Interés del derecho por la familia en el ámbito de la organización social y de la tutela de
personas necesitadas de protección, cuya atención ha de procurarse con mecanismos
sustitutivos si la familia no existe o no resulta suficiente para ello.
No obstante, la idea de solidaridad y de socorro mutuo entre los cónyuges y los
miembros de la familia soluciona no pocas veces las tensiones sociales existentes.
Derecho de familia: conjunto de reglas de intermediación y organización familiar de
carácter estructural. Comprende los siguientes aspectos:
- Regulación del matrimonio y sus posibles situaciones de crisis.
- Las relaciones existentes entre padres (o progenitores) e hijos.
- Las instituciones tutelares en función sustitutiva de la patria potestad.
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A voluntad
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B. Igualdad o subsidiariedad
En el ámbito de los sistemas que reconocen en la pluralidad de formas matrimoniales,
hay que recurrir a este segundo criterio, teniendo en cuenta si las diversas formas
matrimoniales se regulan en plano de igualdad, o de subordinación.
I. Sistemas facultativos
Criterio de igualdad o inexistencia de primacía entre ellas. El ciudadano decide cual de
ellas escoge sin que se prime una a otra. Se denominan también puramente electivos.
II. Sistemas de subsidiariedad
Se otorga primacía a una forma de matrimonio, siendo la otra subsidiaria. Suele
imponerse en países en los que una confesión religiosa está muy instaurada, aunque se
permita otra forma de matrimonio a quienes acrediten no tener confesión religiosa o
seguir una diferente a la socialmente impuesta.
5. El sistema matrimonial español: referencias históricas
En 1562, Felipe II concedió́ valor de ley a los cánones del Concilio de Trento, lo que
determinó que durante la mayor parte de la Edad Moderna estuviese vigente el
matrimonio canónico.
Con el triunfo de la Revolución Gloriosa y la proclamación de la Constitución de 1869
se abandonó esa tradición, instaurándose en 1870 el matrimonio civil obligatorio.
En 1875, se restableció́ el reconocimiento pleno de los efectos civiles del matrimonio
canónico y se estableció el matrimonio civil subsidiario, para aquellos que no
profesasen la religión católica.
En la Ley de Bases de 1888 se delimitó de forma precisa las formas del matrimonio,
estableciéndose en el Código dos formas de matrimonio:
1. El canónico, que deberán contraer todos los que profesen la religión católica.
Producirá́ todos los efectos civiles respecto de las personas y bienes de los
cónyuges y sus descendientes.
2. El civil, que se celebrará del modo que estableciese el Código Civil.
Había una primacía del matrimonio canónico sobre el civil, que quedó como subsidiario
para aquellos que no profesasen la religión católica.
En la 2ª República se instaura el sistema de matrimonio civil obligatorio.
Con el régimen de Franco se reinstaura la primacía del matrimonio canónica y la
prohibición del divorcio. Se restringe el matrimonio civil a las personas que probasen
documentalmente su acatolicidad o mediante una declaración jurada de no haber sido
bautizados, ligando la validez del matrimonio a la autenticidad de las pruebas.
En 1977, durante la transición, se modifica el Reglamento del Registro Civil y se
establece que la prueba de acatolicidad puede hacerse mediante declaración expresa del
interesado ante el Encargado, convirtiendo el sistema matrimonial en facultativo.
6. La constitución de 1978 y el sistema matrimonial
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Según el artículo 47 del Código Civil, existen diversos supuestos en los que no pueden
contraer matrimonio entre sí:
1. Los parientes en línea recta por consanguinidad o adopción
2. Los colaterales por consanguinidad hasta tercer grado
3. Los condenados por haber tenido participación en la muerte dolosa del cónyuge
o persona con la hubiera estado unida por análoga relación de afectividad a la
conyugal
En estos casos no les está prohibido el matrimonio en general, sino el matrimonio con
esas personas. Antes de 1981 a estos supuestos se les llamaba impedimentos, aunque
ahora se trata de evitar este nombre. También se llaman obstáculos al matrimonio.
3.1. El parentesco consanguíneo y adoptivo
La prohibición de matrimonio entre parientes cercanos tiene motivos culturales muy
asentados tanto en Derecho civil como canónico.
El parentesco en línea recta, consanguíneo o adoptivo (adoptio imitatur natura), implica
la prohibición de contraer matrimonio sin límite de grados.
El parentesco colateral era más estricto en épocas pasadas. Actualmente se prohíbe
casarse a cualquier persona con su tío carnal o su sobrino carnal salvo que exista
dispensa.
Según Lasarte, se debería aplicar el mismo grado de prohibición del parentesco colateral
al parentesco adoptivo, dada la asimilación existente en nuestro ordenamiento.
3.2. El parentesco por afinidad
Antes existía prohibición de matrimonio con los parientes por afinidad, suegros,
cuñados o hijos no comunes, aun siendo ambos libres.
Desde 1981 ha desaparecido el impedimento por afinidad en relación con el
matrimonio, tanto en línea recta como colateral, de forma que el matrimonio celebrado
entre quienes son parientes por afinidad no genera la nulidad del mismo.
No obstante, el parentesco por afinidad mantiene su importancia y tiene consecuencias
jurídicas respecto a otras materias de legislación civil.
3.3. El crimen
El impedimento de crimen (antes también incluía al adulterio) o conyugicidio, se basa
en principios morales compartidos por la sociedad, que repudia el hecho de matar a una
persona para casarse con su consorte.
El impedimento de crimen puede ser objeto de dispensa.
El impedimento de crimen afecta a autores, encubridores, cómplices e inductores y debe
existir condena efectiva.
4. La dispensa de impedimentos
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El art. 48 CC establece que “el Juez podrá́ dispensar, con justa causa y a instancia de
parte, mediante resolución dictada en expediente de jurisdicción voluntaria, los
impedimentos de muerte dolosa del cónyuge o persona con la que hubiera estado unida
por análoga relación de afectividad a la conyugal y de parentesco de tercer grado entre
colaterales. La dispensa ulterior convalida desde su celebración el matrimonio cuya
nulidad no haya sido instada judicialmente”.
Solo tiene facultad para dispensar el Juez, no el Ministro de Justicia, como ocurría
anteriormente, y se exige justa causa.
La tramitación del expediente de dispensa de impedimentos se encuentra regulada en los
art. 81 y ss. de la LJV y no es preceptiva la intervención de Abogado ni procurador.
En la solicitud se tiene que expresar los motivos en los que se basa, expresando con
claridad el árbol genealógico en su caso, y se deben acompañar los documentos
necesarios para acreditar la justa causa.
4.2. La eficacia retroactiva de la dispensa
Si existe dispensa en cualquiera de los casos legalmente admitidos, ésta tiene eficacia
retroactiva al momento de la celebración del matrimonio celebrado en contra de las
prohibiciones legales establecidas.
5. El consentimiento matrimonial
Resulta inconcebible, en términos jurídicos, que alguien se case sin prestar su
consentimiento. La redacción originaria del Código Civil se limitaba a considerar como
causas de nulidad matrimonial los vicios de consentimiento.
La reforma de 1981 optó por insertar en el Código la disposición “No hay matrimonio
sin consentimiento matrimonial”.
El CC no establece claramente cuáles son los fines esenciales del matrimonio, ni define
el consentimiento matrimonial, pero parece claro que el consentimiento debe tener por
objeto el matrimonio con sus notas características: unión estable entre dos personas, de
la que nacen una serie de derechos y obligaciones para ambos contrayentes en plano de
igualdad y que consisten en respetarse y ayudarse recíprocamente, actuar en interés de
la familia, vivir juntos, guardarse fidelidad, y socorrerse mutuamente. Por tanto, cuando
la voluntad determinante del consentimiento no se dirige a una unión de estas
características, sino que tiene otro objetivo, puede afirmarse que falta el consentimiento
matrimonial y que el matrimonio así contraído es nulo.
El consentimiento matrimonial ha de ser incondicional y dirigido a la celebración del
matrimonio según su propio estatuto jurídico y su peculiar naturaleza. Cualquier
persona es libre de para casarse o para no hacerlo, pero carece de cualquier capacidad de
autorregulación para configurar el matrimonio a su antojo.
5.1. La ausencia de consentimiento
La reserva mental y la simulación pueden determinar la ausencia absoluta del
consentimiento y la nulidad del matrimonio.
Los matrimonios de complacencia son aquellos en los que los contrayentes no prestan
consentimiento matrimonial alguno, sino que realizan un acto simulado para obtener
alguna ventaja del ordenamiento interno que se trate, por ejemplo:
Adquirir de modo acelerado la nacionalidad del Estado de residencia
Lograr un permiso de residencia
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El matrimonio por poder siempre ha sido excepcional y la Ley 30/1981 lo restringió aún
más, de tal forma que sólo se permite si se dan 2 requisitos:
‐ Que el contrayente que no resida en el distrito o demarcación del Juez, Alcalde o
funcionario autorizante
‐ Que se solicite en el expediente matrimonial previo
En cuanto a la extinción del poder, este se extinguirá por la revocación del poderdante,
por la renuncia del apoderado o por la muerte de cualquiera de ellos. En caso de
revocación del poderdante bastará su manifestación en forma auténtica antes de la
celebración del matrimonio y se notificará de inmediato a quién tramite el acta o
expediente previo al matrimonio o, si ya estuviera finalizado, a quien vaya a celebrarlo.
8.2. El matrimonio en peligro de muerte
También es conocido con la expresión latina in articulo mortis, lo que acredita su
procedencia canónica.
El matrimonio se produce en atención al inminente peligro de muerte, que no permite
seguir las reglas ordinarias, por lo que se encuentran exento de la previa formación del
expediente matrimonial.
Salvo imposibilidad acreditada, el matrimonio debe ser celebrado en presencia de dos
testigos mayores de edad y requerirá, en caso de enfermedad o estado físico de uno de
los contrayentes, dictamen médico sobre su capacidad y la gravedad de la situación.
Como no se puede contrastar la idoneidad matrimonial de los contrayentes, sobre todo
la posibilidad de que alguno de los contrayentes tuviera un vínculo matrimonial previo,
la ley establece que si existe bigamia habría que instar la nulidad del matrimonio en
peligro de muerte por cualquiera de las personas legitimadas para ello (cónyuges,
Ministerio Fiscal o cualquier persona con interés directo y legítimo para solicitar la
nulidad).
En todo caso, para la validez de estos matrimonios es necesario que se cumplan todos
los requisitos esenciales, entre los que destaca la capacidad para prestar un
consentimiento plenamente consciente e inteligible. Para que tengan plena eficacia es
igualmente necesaria su inscripción en el Registro Civil.
Pueden celebrar el matrimonio en peligro de muerte:
El Juez de Paz, Alcalde o Concejal en quien delegue, Letrado de la
Administración de Justicia, Notario o funcionario consular o diplomático
encargado del Registro Civil
El Oficial o jefe superior inmediato respecto de los militares en campaña
El Capitán o Comandante respecto de los matrimonios que se celebren a bordo
de nave o aeronave.
Los Notarios no pueden autorizar estos matrimonios.
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El matrimonio secreto solo puede ser autorizado por el Ministro de Justicia cuando
concurra causa grave suficientemente probada y tendrá́ las siguientes características:
- El expediente se tramitará reservadamente, sin la publicación de edictos o
proclamas.
- Solo es necesaria la inscripción en el libro especial del Registro Civil Central.
Se mantiene el deber de instruir el expediente matrimonial y la inscripción registral,
pero ambos privados de su característica publicidad.
Debido a su secretismo, el artículo 64 del Código Civil establece que el matrimonio
secreto no perjudicará los derechos adquiridos de buena fe por terceras personas, sino
desde su publicación en el Registro Civil ordinario. Es decir, el matrimonio es válido
entre los cónyuges desde su celebración, pero respecto a terceros se aplicarán las
normas del matrimonio no inscrito.
8.4. La celebración del matrimonio en forma religiosa: la Iglesia Católica
El principio constitucional de aconfesionalidad del Estado no es obstáculo para la válida
celebración del matrimonio en "la forma religiosa legalmente prevista" (art. 49.2 CC),
pues estos matrimonios también producen efectos civiles.
El art. 59 CC dispone que "el consentimiento matrimonial podrá prestarse en la forma
prevista por una confesión religiosa inscrita, en los términos acordados con el Estado o,
en su defecto, autorizados por la legislación de este.
8.5. Otras confesiones religiosas
También tienen efectos civiles los matrimonios celebrados bajo los preceptos de otras
confesiones religiosas, en virtud de los acuerdos alcanzados con los representantes de
las religiones evangélica, judía y musulmana.
La Ley de Jurisdicción Voluntaria ha reformado el art. 60 CC para reconocer el derecho
a celebrar matrimonio religioso con efectos civiles a las confesiones reconocidas con la
declaración de notorio arraigo, que se equipararían, así, a la religión católica a la hora de
celebrar matrimonios.
8.6. Los efectos civiles y la inscripción en el Registro Civil del matrimonio en
forma religiosa
El art. 60 CC establece que "el matrimonio celebrado según las normas del Derecho
Canónico o en cualquiera de las formas religiosas previstas en el art. anterior produce
efectos civiles". Para el pleno reconocimiento de los mismos es necesaria su inscripción
en el Registro Civil del Estado.
Para la práctica de la inscripción del matrimonio en forma religiosa que haya sido
celebrado en España, bastará "la simple presentación de la certificación de la Iglesia o
confesión respectiva, la cual habrá de expresar las circunstancias exigidas por la
legislación del Registro Civil, pudiéndose denegar cuando de los documentos
presentados o de los asientos del Registro conste que el matrimonio no reúne los
requisitos exigidos para su validez" (art. 63 CC).
8.7. El rito matrimonial gitano
En relación con el rito matrimonial gitano y con ocasión de una reclamación de pensión
de viudedad, el Tribunal constitucional ha tenido ocasión de declarar que la unión
celebrada conforme a los usos y costumbres gitanos no ha sido reconocida por el
legislador como una de las formas válidas para contraer matrimonio, sin que el hecho de
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CAPÍTULO V: LA NULIDAD DEL MATRIMONIO
1. Las crisis matrimoniales: nulidad, separación y divorcio
Las crisis matrimoniales son el conjunto de supuestos en los que el matrimonio deviene
ineficaz, por una u otra causa, quebrando la unidad de vida y convivencia que en
principio supone.
2. La nulidad del matrimonio
La nulidad matrimonial es el supuesto de máxima ineficacia de la relación matrimonial,
ya que la declaración de nulidad comporta la necesidad de identificar una causa
coetánea a la celebración del matrimonio que invalida el vínculo entre los cónyuges
desde el mismo momento de su celebración. La declaración de nulidad tiene plena
eficacia retroactiva y genera efectos desde el origen.
Estas causas y efectos de la nulidad matrimonial pueden considerarse de carácter
general, ya que son aplicables a todos los supuestos en los que el Código Civil declara
nulo el matrimonio.
Sin embargo, existen algunos supuestos en los que la legislación civil declara que el
matrimonio nulo puede ser susceptible de convalidación, por lo que se establece un
resultado análogo al que se produce en los contratos anulables a través de la
confirmación. La falta de ejercicio dentro del plazo previsto de la acción de
impugnación (llámese nulidad o anulabilidad) por parte de quien se encuentre
legitimado para interponerla, determina el mantenimiento de los efectos de un acto o
negocio que podría haber sido declarado nulo. La nulidad, sólo puede ser planteaba por
las personas perjudicadas o interesadas, además esta acción es imprescriptible y puede
plantearse en cualquier momento.
3. Las causas de nulidad
3.1. Planteamiento general
El art. 73 establece que el matrimonio es nulo, cualquiera que sea la forma de su
celebración, cuando:
i. El matrimonio se celebre sin consentimiento matrimonial
ii. El matrimonio se celebre entre las personas que tiene impedimentos para
hacerlo, excepto en los casos que haya dispensa
iii. El matrimonio que se contraiga sin la intervención del Juez, Alcalde o Concejal,
Letrado de la Administración de Justicia, Notario o funcionario ante quien deba
celebrarse, o sin la intervención de los testigos.
iv. El matrimonio se celebre por error en la identidad de la persona del otro
contrayente o en aquellas cualidades personales que hubieren sido determinantes
en la prestación del consentimiento.
v. El matrimonio se celebra bajo coacción o miedo grave
Así pues, las causas de nulidad pueden ser por: defectos de forma (3ª), inexistencia del
consentimiento o de estar viciado (1º, 4º y 5º), y de la preexistencia de impedimentos
sin dispensa (2º).
3.2. El defecto de forma
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La Ley 30/1981, en el art. 79, estableció que la declaración de nulidad del matrimonio
no invalidará los efectos ya producidos respecto de los hijos y del contrayente de buena
fe. La buena fe se presuma.
El matrimonio putativo es un matrimonio nulo que, una vez conseguida la resolución
judicial de nulidad, no ha existido en ningún momento, pero al que se permite mantener
algunas de sus consecuencias para proteger a las partes más débiles.
5.2. Presupuestos del matrimonio putativo
A. La buena fe
La buena fe de los cónyuges, en todo caso, se encuentra favorecida por la presunción
iuris tantum (salvo prueba en contrario) establecida en el artículo 79.
En realidad, el matrimonio putativo puede existir en relación con los hijos sin que
ninguno de los cónyuges ostentara la buena fe en el momento de la celebración del
matrimonio que, posteriormente, es declarado nulo.
El matrimonio putativo generará en los hijos efectos favorables en todo caso.
B. La apariencia matrimonial
La aplicación del artículo 79 presupone que el matrimonio se ha celebrado conforme a
cualquiera de las formas establecidas, al menos aparentemente.
Por tanto, debe haber habido consentimiento matrimonial y deben haberse observado las
reglas mínimas de forma establecidas por el ordenamiento jurídico aplicable. Este hecho
excluye que pueda aplicarse el art. 79 a cualquier convivencia matrimonial de hecho.
No obstante, aunque la unión de hecho no es equiparable, en este aspecto, al
matrimonio, los hijos extra‐matrimoniales gozan de los mismos derechos que los
matrimoniales.
C. La declaración de nulidad
Es obvio que la aplicación del artículo 79 requiere que el matrimonio aparente sea
objeto de la correspondiente declaración de nulidad, si no es así, seguirá produciendo
efectos como si de un matrimonio válido se tratará, aunque realmente no lo sea.
5.3. Efectos del matrimonio putativo
Los efectos se deben distinguir entre los referentes a los hijos y al cónyuge o cónyuges:
Respecto de los hijos
En caso de que hubiera hijos, la declaración de nulidad matrimonial no modifica su
filiación, que una vez determinada respecto de los progenitores, producirá los efectos
propios tanto antes como después de la declaración de nulidad. Los hijos podrán hacer
valer frente a sus progenitores todos los derechos derivados de la filiación.
Respecto al cónyuge de buena fe (o en su caso, ambos)
Se mantienen los efectos ya producidos hasta el momento de la declaración de la
nulidad en caso de matrimonio putativo. Sin embargo, a partir de la declaración de
nulidad deja de ser cónyuge, por lo que no podrá instar en un futuro ningún derecho
fundado en la relación matrimonial.
6. Eficacia civil de la nulidad o ineficacia del matrimonio canónico
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El artículo 80 del CC establece que “las resoluciones dictadas por los Tribunales
eclesiásticos sobre nulidad de matrimonio canónico, o las decisiones pontificias sobre
matrimonio rato y no consumado, tendrán eficacia en el orden civil a solicitud de
cualquiera de las partes si se declaran ajustadas al Derecho de Estado en resolución
dictada por el Juez civil competente conforme a las condiciones a las que se refiere el
artículo 954 de la Ley de Enjuiciamiento Civil".
El criterio definitivo resulta del Reglamento Europeo (CE) 2201/2003, de 27 de
noviembre, relativo a la competencia, el reconocimiento y la ejecución de resoluciones
judiciales en materia de matrimonio y de responsabilidad parental. Este Reglamento se
aplicará, con independencia de la naturaleza del órgano jurisdiccional, entre otras a las
materias civiles relativas al divorcio, la separación judicial y la nulidad matrimonial, y
en su virtud las resoluciones dictadas en un Estado miembro serán reconocidas en los
demás Estados miembros sin necesidad de recurrir a procedimiento alguno, a menos que
fueren manifiestamente contrarias al orden público del Estado miembro requerido o, si,
habiéndose dictado en rebeldía del demandado, no se hubiere trasladado al mismo la
documentación con la suficiente antelación para que hay podido organizar su defensa, a
menos que conste de forma inequívoca que el demandado ha aceptado la resolución;
tampoco se reconocerá si la resolución fuere inconciliable con otra dictada en un litigio
entre las mismas partes en el Estado miembro requerido, o en otro Estado si reúne las
condiciones necesarias para su reconocimiento en el Estado miembro requerido.
No podrá negarse el reconocimiento de una resolución del divorcio, de separación
judicial o de nulidad matrimonial alegando que el Derecho del Estado miembro
requerido no autorizaría el divorcio, la separación judicial o la nulidad matrimonial
basándose en los mismos hechos. La resolución no podrá en ningún caso ser objeto de
una revisión en cuanto al fondo.
Se mantiene en vigor el Acuerdo de 3 de enero de 1979 entre la Santa Sede y España
sobre asuntos jurídicos.
En definitiva, las resoluciones eclesiásticas carecen de eficacia civil automática, pues se
exige una resolución civil de homologación de la propia resolución eclesiástica que se
pretenda hacer valer ante los Tribunales ordinarios españoles. Sin embargo, el ámbito de
actuación de los Tribunales Civiles no llega hasta el extremo de realizar una revisión de
fondo de la causa canónica o de las causas de nulidad o disolución del matrimonio
canónico, pues la jurisdicción civil y canónica mantienen por separado la competencia
para conocer las causas de nulidad. Equivale ello a afirmar que el artículo 80 del Código
Civil ha establecido un sistema electivo entre ambas jurisdicciones, de forma tal que
quien haya contraído matrimonio canónico podrá instar la nulidad frente a cualquiera de
ellas.
El Juez no puede desautorizar las resoluciones pontificias sobre matrimonio rato y no
consumado o las resoluciones eclesiásticas sobre nulidad matrimonial, sino únicamente
estimar las ajustadas o no a la legalidad estatal.
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- Cualquiera de las causas de divorcio en los términos previstos en los números 3º,
4º y 5º del art. 86.
4. La acción de separación
La acción de separación corresponde a cualquiera de los cónyuges, bien actúe
separadamente o de manera conjunta con el otro cónyuge.
Al abandonar el sistema causalista de separación, para ejercitar la acción de separación
no es necesario alegar causa de separación, sino que basta con llegar a la conveniencia
de dicha conclusión.
La acción de separación tiene el carácter de personalísima, pues se extingue por la
muerte de cualquiera de los cónyuges, sin que se transmita a los herederos del cónyuge
fallecido.
La acción de separación podrá ser ejercitada en cualquier momento por el cónyuge que
considere oportuno interponerla.
5. La reconciliación de los cónyuges
La separación de los cónyuges, tanto de hecho como judicial, no implica una situación
irrevocable.
Desde el punto de vista técnico‐jurídico, el mantenimiento del vínculo matrimonial
entre los separados no constituye obstáculo para la posible reconciliación de los
cónyuges y la reanudación de la vida en común. En consecuencia, habrá de bastar el
deseo de los cónyuges separados de volver a reanudar su convivencia, ya que la
reconciliación de los cónyuges debe primar sobre la situación de separación, ya sea de
hecho, pendiente de sentencia judicial o se haya dictado la sentencia.
El Código Civil establece que la reconciliación pone fin al procedimiento de separación
y deja sin efecto lo resuelto en el mismo, pero los cónyuges deberán poner en
conocimiento del Juez que entienda o haya entendido de la causa.
En caso de que el procedimiento esté pendiente de sentencia, resulta improcedente
seguir los trámites, quedando sin efecto las medidas provisionalísimas o provisionales
que se hayan dictado. En caso de que ya se haya dictado sentencia, esta quedará sin
efecto.
Ambos cónyuges deben poner en conocimiento del Juez de manera separada la voluntad
de reconciliarse para así obtener una doble ratificación de esta.
En relación con las medidas adoptadas en relación a los hijos, puede darse el caso de
mantenerlas después de la reconciliación cuando exista causa que lo justifique.
Con la entrada en vigor de la LJV 15/2015, cuando la separación hubiese tenido lugar
sin intervención judicial, la reconciliación deberá formalizarse en escritura pública o
acta de manifestaciones, y deberá ser inscrita en el Registro Civil para su eficacia
delante de terceros.
6. Los efectos de la separación
La sentencia o decreto de separación o el otorgamiento de la escritura pública del
convenio regulador que la determine producen la suspensión de la vida en común de los
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las que expone que cabe la reclamación de alimentos entre cónyuges, si bien no puede
reclamarla el cónyuge que abandona al otro sin justa causa.
7.2. La separación de hecho convencional
La separación de hecho convencional tiene algunas peculiaridades, representadas por el
conjunto de pactos conyugales que pueden acompañar a la separación y que son
instrumentados en numerosas ocasiones en escritura pública ante Notario.
Tales pactos tienen un contenido muy diverso, pero con carácter general, su contenido
viene a coincidir en la práctica con el conjunto de medidas establecidas en el convenio
regulador: uso de la vivienda, situación de los hijos, etc.
Durante largo tiempo, la licitud de estos pactos fue puesta en duda, pero actualmente la
mayoría de la doctrina defiende su legalidad siempre y cuando no atenten contra el
orden público o conculquen el principio de igualdad entre los cónyuges o resulte
perjudiciales para los hijos.
CAPÍTULO VII: LA DISOLUCIÓN DEL MATRIMONIO. EL DIVORCIO.
1. La disolución del matrimonio
Capítulo VIII del Título dedicado al matrimonio, De la disolución del matrimonio. El
art. 85 CC establece que el matrimonio se disuelve por la muerte o declaración de
fallecimiento de uno de los cónyuges y por el divorcio, sea cual fuere la forma y el
tiempo de su celebración.
Disolución equivale a ineficacia sobrevenida del matrimonio o régimen económico‐
matrimonial preexistente.
La diferencia entre nulidad y disolución del matrimonio es similar a la diferencia
existente entre invalidez e ineficacia de los contratos:
La nulidad matrimonial representaría la pérdida de eficacia de un matrimonio
atendiendo a sus vicios estructurales y genéticos, mientras que la disolución
presupone la ineficacia del matrimonio, hasta entonces válido, en virtud de una
causa sobrevenida.
La declaración de nulidad comporta la retroactividad de la ineficacia desde la
propia celebración del matrimonio, mientras que la disolución implica en
exclusiva la pérdida de efectos a partir del momento en que tenga lugar la
declaración de la disolución.
La precisión: “sea cual fuere la forma y el tiempo de su celebración”, tiene por objetivo
aclarar que el divorcio acarrea la disolución de todo tipo de matrimonios, sean civiles o
celebrados en forma religiosa y sean anteriores o posteriores a la propia entrada en vigor
de la Ley 30/1981.
2. La muerte
Según el artículo 85, el fallecimiento de uno de los cónyuges determina la disolución
(extinción, desaparición) del matrimonio. La existencia de los dos miembros de la
pareja constituye un presupuesto estructural de la noción de matrimonio.
Disuelto el matrimonio por muerte, el cónyuge viudo recupera la libertad matrimonial
de forma inmediata. Hasta 1981, se prohibía que la viuda contrajera matrimonio hasta
pasados 301 días o hasta el alumbramiento si estuviera embarazada, por razones de
determinación de la filiación.
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3. La declaración de fallecimiento
En virtud de la declaración de fallecimiento, al ausente se le da por muerto, aunque
realmente no haya garantía cierta de que haya fallecido. La declaración de fallecimiento
supone una presunción iuris tantum: no excluye la reaparición del declarado fallecido,
pero mientras tal no ocurra se le considera muerto.
3.1. El matrimonio del declarado fallecido
Desde 1981, el artículo 85 del Código Civil establece que el matrimonio se disuelve por
la muerte o la declaración de fallecimiento de uno de los cónyuges y por el divorcio.
En consecuencia, una vez declarado el fallecimiento, sin requisito complementario
alguno, el “cónyuge presente” podrá volver a contraer matrimonio si lo desea.
Incluso con el sistema causalista de divorcio que se dio entre 1981 y 2005, el juego de
plazos de causa de separación y declaración de fallecimiento podía conllevar una
disolución del matrimonio por divorcio, incluso previa a la declaración de fallecimiento.
3.2. La reaparición del declarado fallecido
El artículo 197 contempla la posible reaparición del declarado fallecido, ya sea porque
el ausente se presente de nuevo en su círculo habitual o porque, de cualquier manera, se
acredite su existencia. Dicho artículo se preocupa exclusivamente de los aspectos
puramente patrimoniales, estableciendo que el reaparecido recuperará sus bienes,
aunque sin carácter retroactivo, ya que durante el período en que sus sucesores hayan
sido titulares de los bienes, realmente deberían ser considerados legítimos propietarios
de estos.
En el ámbito personal, el reaparecido recuperará igualmente la posición que pudiera
corresponderle en las distintas relaciones jurídicas. En las relaciones familiares, podrá
recuperar la patria potestad respecto de sus hijos menores de edad.
Sin embargo, el reaparecido no podrá ser considerado cónyuge de su consorte, pues el
matrimonio que vinculaba al “cónyuge presente” con el reaparecido quedó disuelto a
consecuencia de la declaración de fallecimiento. En todo caso, si los dos implicados
quieren, pueden celebrar un nuevo matrimonio y reanudar la convivencia.
4. El divorcio conforme a la regulación establecida por la Ley 15/2005
El divorcio identifica la posibilidad de provocar la ineficacia del matrimonio válido y
eficaz a instancia de los cónyuges.
4.1. El establecimiento del divorcio
En España, el divorcio no ha sido admitido legislativamente hasta el siglo XX.
La codificación española no admitió el divorcio en sentido propio, pues la redacción
originaria del Código seguía la regulación canónica del matrimonio, admitiendo el
matrimonio civil únicamente con carácter subsidiario.
La Constitución de la 2a República modifica semejante planteamiento, estableciendo
que el matrimonio podía disolverse “por mutuo disenso o a petición de cualquiera de los
cónyuges con alegación, en este caso, de justa causa”. Esto se desarrolló en la Ley del
Divorcio de 1932.
Sin embargo, dicha ley es inmediatamente derogada tras la victoria del General Franco
al acabar la guerra civil, que optó por legislar en el Fuero de los Españoles que el
matrimonio era uno e indisoluble (gran influencia canónica)
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Derecho de Familia (Derecho Civil I.2)
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Derecho de Familia (Derecho Civil I.2)
matrimonio junto con la propuesta de convenio regulador para que uno o ambos
cónyuges puedan solicitar la separación o el divorcio, o bien, la separación y
posteriormente, el divorcio.
5. La acción del divorcio
Tras la promulgación de la Ley 15/2005, la acción de divorcio corresponde a ambos
cónyuges, ya actúen conjuntamente o por separado.
En todo caso, la acción de divorcio tiene el carácter de personalísima, pues se extingue
con la muerte de cualquiera de los cónyuges, sin que se transmita a los herederos del
cónyuge premuerto.
En el sistema vigente, la acción de divorcio puede ser ejercitada, una vez transcurridos
tres meses desde la celebración del matrimonio, en cualquier momento por cualquiera
de los cónyuges o por el representante legal de cualquiera de ellos.
La acción de divorcio se extingue por la reconciliación de los cónyuges, que deberá ser
expresa cuando se produzca después de interpuesta la demanda de divorcio, tendrán que
poner en conocimiento del Juez, de manera necesaria, su eventual reconciliación para
que tenga verdadera eficacia, pues en caso contrario, el procedimiento seguirá adelante.
La acción de divorcio no prescribe ni caduca, por la propia naturaleza de la institución.
6. El régimen procesal de la separación o divorcio de mutuo acuerdo en la
Ley de Enjuiciamiento Civil de 2000
La Ley de Enjuiciamiento Civil deroga la regulación procedimental que con
anterioridad se contenía en las disposiciones adicionales de la Ley 30/1981 y dedica el
Título I del Libro IV (“De los procesos especiales”) a regular “los procesos sobre
capacidad, filiación, matrimonio y menores”.
Destacamos:
- Las demandas se sustanciarán por los trámites de juicio verbal.
- Es obligatoria la asistencia de abogado y procurador.
- Si existen hijos menores o incapacitados, o alguna persona afectada en situación
de ausencia legal, será obligada la intervención del Ministerio Fiscal.
- Si se estima necesario de oficio, o a petición del Fiscal, partes o miembros del
equipo técnico judicial o del propio menor, se oirá a los hijos menores o
incapacitados si tuviesen suficiente juicio y, en todo caso, a los mayores de doce
años.
- Hay una regla especial para los supuestos presentados de común acuerdo por
ambos cónyuges o por uno con el consentimiento del otro, en el artículo 777
LEC. En estos casos las partes deben presentar en el Juzgado (o ante Secretario
judicial si no hay menores) junto con la demanda de separación o divorcio un
convenio regular de las consecuencias de su crisis.
- Si el Secretario judicial considera que el convenio puede resultar dañoso o
gravemente perjudicial para uno de los cónyuges o hijos mayores de edad o
emancipados afectados solo el Juez podrá aceptar el convenio en cuestión.
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Derecho de Familia (Derecho Civil I.2)
Los efectos del divorcio nacían una vez que la correspondiente sentencia era firme. La
sentencia tenía efectos desde el momento de dictarla, careciendo de eficacia retroactiva
alguna.
La sentencia que declaraba el divorcio se tenía que limitar a comprobar si la posición
y/o voluntad de los cónyuges era suficiente y determinante en relación con el divorcio.
El Juez no ostentaba facultades discrecionales al respecto, ni la sentencia creaba,
constituía o generaba el divorcio, sino que se limitaba a declarar la crisis matrimonial.
Con la aprobación de la LJV, extiende la competencia para entender de los divorcios a
los Letrado de la Administración de Justicia y a los Notarios, por lo que el art. 89 CC
establece ahora que los efectos de la disolución del matrimonio por divorcio se
producirán desde la firmeza de la sentencia o decreto que así lo declare o desde la
manifestación del consentimiento de ambos cónyuges otorgado en escritura pública.
7.2. Los efectos del divorcio
La sentencia de divorcio (en sentido estimatorio o desestimatorio, según proceda) solo
puede referirse a la disolución del matrimonio. El Juez carece de competencia alguna
para modificar los efectos legales que conlleva, de forma inherente, la declaración
judicial de divorcio. No cabe alterar judicialmente el marco de los efectos capitales del
divorcio según han sido configurados por el legislador y que vinculan ante y sobre todo,
al Juez, que el competente para la declaración de divorcio.
Los efectos fundamentales que conllevan la disolución del matrimonio son:
- Los cónyuges pasan a ser excónyuges, de forma tal que desaparecen todos los
deberes recíprocos entre ellos: no hay ya obligación de convivencia, fidelidad,
socorro mutuo y corresponsabilidad doméstica (art. 68).
- A partir del divorcio, quienes fueron cónyuges carecen, entre sí, de derechos
sucesorios (art. 807.3° sensu contrario).
- No existe entre los divorciados el deber de respeto cualificado al que se refiere el
artículo 67.
- Los divorciados no están ligados por vínculo matrimonial (art. 46.2°) y, en
consecuencia, tienen plena libertad matrimonial, sea respecto de terceras
personas, sea entre sí mismos (art. 88).
- En caso de haber existido durante el matrimonio algún tipo de régimen
económico‐ matrimonial de comunidad de ganancias, procede su inmediata
disolución (art. 95).
En cambio, por evidentes razones de protección, el divorcio es intrascendente en
relación con los hijos: “la separación, la nulidad y el divorcio no eximen a los padres de
sus obligaciones para con los hijos” (art. 92.1).
Respecto de las restantes personas: “el divorcio no perjudicará a terceros de buena fe
sino a partir de su inscripción en el Registro Civil” (art. 89).
7.4. La modificación del régimen económico matrimonial y la inscripción en el
Registro Civil
El artículo 1333 CC dispone que “en toda inscripción de matrimonio en el Registro
Civil se hará mención, en su caso, de las capitulaciones matrimoniales que se hubieren
otorgado, así como de los pactos, resoluciones judiciales y demás hechos que
modifiquen el régimen económico del matrimonio. Si aquellas o estos afectaren a
inmuebles, se tomará razón en el Registro de la Propiedad, en la forma y a los efectos
previstos en la Ley Hipotecaria”.
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Derecho de Familia (Derecho Civil I.2)
TEMA 3
CAPÍTULO VIII: EFECTOS COMUNES A LA NULIDAD, SEPARACIÓN Y
DIVORCIO
1. Introducción: autonomía privada y procesos judiciales
Se puede afirmar que, en principio, las decisiones sobre el abanico de problemas y
conflictos comunes a cualquier crisis matrimonial pueden adoptarlas los propios
cónyuges. La reforma de 1981 ha acentuado el rol de la autonomía privada en esta
materia y los acuerdos de los cónyuges sobre las consecuencias de la ruptura serán
determinantes con carácter general. En dicha línea han continuado las reformas llevadas
a cabo por las Leyes 13/2005 y 15/2005, ya que ambas disposiciones han partido de la
base de incrementar el ámbito de autonomía decisoria de los cónyuges.
Sin embargo, también se ha de señalar que la declaración de nulidad, separación o
divorcio no es competencia propia de los cónyuges (como ocurre, en cambio, respecto
de la separación de hecho), sino que exige una sentencia (o, tras la vigencia de la LJV,
una escritura pública o decreto) y, por tanto, un proceso previo al respecto en el que la
intervención judicial resulta preceptiva y necesaria, comprendiendo incluso la
aprobación de los acuerdos o convenios a que hayan llegado los cónyuges o
sustituyendo algunos de tales acuerdos o supliendo la falta de acuerdos.
2. Medidas provisionales derivadas de la demanda de nulidad,
separación o divorcio
Entendemos medidas provisionales como los efectos que genera sobre el matrimonio el
mero hecho de la presentación de la demanda en cualesquiera situaciones de crisis
matrimonial, pues el inicio de un proceso de nulidad, separación o divorcio ha de
acarrear un status jurídico interconyugal.
Estos efectos se pueden separar en:
Los efectos que se deben producir en todo caso y por ministerio de la ley.
Los efectos que corresponden al acuerdo entre los cónyuges o, en caso de
desacuerdo, al análisis y la decisión judicial.
II.1. Los efectos producidos por ministerio de la ley
Admitida la demanda de nulidad, separación o divorcio, se producen, por ministerio de
la ley, los efectos siguientes:
- Los cónyuges podrán vivir separados y cesa la presunción de convivencia
conyugal.
- Quedan revocados los consentimientos y poderes que cualquiera de los cónyuges
hubiese otorgado al otro.
Asimismo, cesa la posibilidad de vincular los bienes privativos del otro cónyuge en el
ejercicio de la potestad doméstica.
A estos efectos, cualquiera de las partes podrá instar la oportuna anotación en el
Registro Civil y, en su caso, en los de la Propiedad y Mercantil.
II.2. Las medidas de carácter convencional o judicial
En caso de crisis matrimonial admitida la demanda, el Juez, a falta de acuerdo de ambos
cónyuges aprobado judicialmente, adoptará con audiencia de estos, las medidas
siguientes (art. 103).
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Derecho de Familia (Derecho Civil I.2)
Tales medidas no son necesariamente de elaboración judicial, sino que pueden haber
sido instrumentadas por los cónyuges en el acuerdo o convenio al respecto, que se
presenta junto con el escrito inicial de la demanda. Por tanto, el acuerdo conyugal debe
ser aprobado por el Juez.
El aspecto procesal de las medidas provisionales está en el art. 773 de la LEC 1/2000,
que cumple con lo dispuesto en el art. 103 Código Civil sobre medidas provisionales,
que son las que siguen.
Conviene observar que la Ley 15/2015, de jurisdicción voluntaria, añade un Capítulo IV
bis en el Título I del Libro IV de la LEC, integrado por los nuevos artículos 778 quáter,
con el siguiente título: “Capítulo IV BIS: Medidas relativas a la restitución o retorno de
menores en los supuestos de sustracción internacional”.
A) Medidas relativas a las relaciones paternofiliales
Se trata de determinar, en interés de los hijos, con cuál de los cónyuges han de quedar
los hijos, sujetos a la patria potestad de ambos y tomar las disposiciones apropiadas de
acuerdo con lo establecido en este Código y, en particular, la forma en que el cónyuge
que no ejerza la guarda y custodia de los hijos podrá cumplir el deber de velar por éstos
y el tiempo, modo y lugar en que podrá comunicar con ellos y tenerlos en su compañía.
Excepcionalmente, los hijos podrán ser encomendados a los abuelos, parientes u otras
personas que así lo consintieren y, de no haberlas, a una institución idónea,
confiriéndoseles las funciones tutelares que ejercerán bajo la autoridad del Juez” (art.
103.1ª).
También se contemplan las medidas a adoptar cuando exista riesgo de sustracción del
menor.
B) Medidas relativas al uso de la vivienda familiar
Se trata de determinar, teniendo en cuenta el interés familiar más necesitado de
protección, cuál de los cónyuges ha de continuar en el uso de la vivienda familiar y,
asimismo, los bienes y objetos del ajuar que continuarán en ésta y los que se ha de llevar
el otro cónyuge, así como también las medidas cautelares convenientes para conservar
el derecho de cada uno.
C) Medidas relativas a las cargas del matrimonio
Se debe fijar la contribución de cada cónyuge a las cargas del matrimonio, incluidas, si
procede, las "litis expensas" (gastos derivados del procedimiento judicial), establecer las
bases para la actualización de cantidades y disponer las garantías, depósitos, retenciones
u otras medidas cautelares convenientes, a fin de asegurar la efectividad de lo que por
estos conceptos un cónyuge haya de abonar al otro.
Se considerará contribución a dichas cargas el trabajo que uno de los cónyuges dedicará
a la atención de los hijos comunes sujetos a patria potestad.
D) Medidas relativas al régimen económico matrimonial
La presentación de la demanda no determina la disolución del régimen de gananciales,
que seguirá vigente, pero la tenencia, administración y disposición de los bienes
comunes se adecúan a la nueva situación matrimonial.
Se deben señalar, atendidas las circunstancias, los bienes gananciales o comunes que,
previo inventario, se hayan de entregar a uno u otro cónyuge y las reglas que deban
observar en la administración y disposición, así como en la obligatoria rendición de
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Derecho de Familia (Derecho Civil I.2)
cuentas sobre los bienes comunes o parte de ellos que reciban y los que adquieran en lo
sucesivo.
En relación con los bienes propios o privativos de los cónyuges, se establece que habrá
de determinarse el régimen de administración y disposición de aquellos bienes
privativos que por capitulaciones o escritura pública estuvieran especialmente afectados
a las cargas del matrimonio.
3. Las llamadas medidas provisionalísimas o previas
Las medidas judiciales y los efectos legales anteriormente considerados pueden ser
hechos valer por cualquiera de los cónyuges incluso con anterioridad a la presentación
de la correspondiente demanda. En este sentido, el art. 104.1 CC establece que el
cónyuge que se proponga demandar la nulidad, separación o divorcio de su matrimonio
puede solicitar los efectos y medidas a que se refieren los dos artículos anteriores.
Se habla de medidas provisionalísimas o previas, para resaltar que se tratan de medidas
de vigencia temporal limitada y anteriores a la presentación de la correspondiente
demanda, mientras que por medidas provisionales se entienden las tomadas durante el
procedimiento de presentación de la demanda.
Entre medidas provisionalísimas y provisionales hay una gran diferencia: el cónyuge
que reclame las medidas provisionales tiene derecho a ellas en todo caso; sin embargo,
el Juez no está obligado a adoptar las medidas provisionalísimas porque el cónyuge las
haya solicitado, sino que puede optar por posponer todas o algunas de ellas hasta que se
presente la demanda.
El carácter provisionalísimo, lo pone de manifiesto el artículo 104.2, al afirmar que
estos efectos y medidas sólo subsistirán si, dentro de los treinta días siguientes a contar
desde que fueron inicialmente adoptados, se presenta la demanda ante el Juez o Tribunal
competente.
La Ley de Enjuiciamiento Civil 1/2000 regula las medidas provisionalísimas en los arts.
771 y 772:
- El plazo de duración de las medidas provisionalísimas no puede exceder de
treinta días.
- La solicitud de medidas provisionales puede llevarse a efecto sin intervención de
abogado y procurador.
- El auto con el que concluye el procedimiento no es susceptible de recurso,
aunque el otro cónyuge puede manifestar su oposición, reservándose sus
derechos para un momento posterior.
Para los supuestos de violencia doméstica, la Ley permite a las víctimas solicitar una
orden de protección, que podrá solicitarse directamente a la autoridad judicial o
Ministerio Fiscal, ante los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad y ante las oficinas de
atención a la víctima o servicios sociales de las Administraciones públicas. El Juez
competente para adoptarla será el Juzgado de Violencia sobre la Mujer y podrá adoptar
tanto medidas de carácter penal como medidas de carácter civil como, por ejemplo, el
uso y disfrute de la vivienda, determinar el régimen de custodia de los hijos en común o
el régimen de prestación de alimentos. El Juzgado de Violencia sobre la Mujer también
entenderá de los procesos de nulidad, separación o divorcio en los que alguna de las
partes sea víctima de violencia de género.
4. La sentencia y las medidas definitivas
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Derecho de Familia (Derecho Civil I.2)
La ley establece que los efectos y medidas provisionales terminan, en todo caso, cuando
sean sustituidos por los de la sentencia estimatoria o se ponga fin al procedimiento de
otro modo.
La sentencia firme sobre nulidad, separación o divorcio será estimatoria y declarará o
hará constitutiva la situación de crisis matrimonial instada por los cónyuges.
Solo en los casos en que la sentencia determine o establezca unas conclusiones distintas
a las que fueron aceptadas con anterioridad, serán “sustituidos por los de la sentencia”.
Este resultado no es necesario porque es muy frecuente que la sentencia se limite a
considerar definitivas las medidas provisionales o, de manera más excepcional las
medidas provisionalísimas.
En caso de inexistencia de convenio regulador o si no resulta aprobado judicialmente, el
establecimiento de las medidas definitivas habrá de llevarse a cabo por el Juez.
5. El convenio regulador
Es el documento en el que se recogen los acuerdos o pactos que los cónyuges adoptan
en caso de crisis matrimonial y someten al control judicial. Dicho documento debe ser
presentado con anterioridad a la sentencia judicial.
La aportación del convenio es preceptiva en el caso de demanda de separación o
divorcio presentada de mutuo acuerdo por ambos cónyuges o por uno de ellos con el
consentimiento del otro, pues el convenio deberá acompañarse por la demanda.
Igualmente será preceptiva la formulación del convenio regulador si se solicita la
separación o el divorcio ante el Letrado de la Administración de Justicia o Notario.
El convenio regulador debe tener un contenido mínimo o esencial.
5.1. Contenido: efectos respecto de los hijos y en relación con los bienes
El convenio regulador deberá contener al menos, y siempre que fueran aplicables, los
siguientes aspectos:
A. El cuidado de los hijos sujetos a la patria potestad de ambos, el ejercicio de
ésta y, en su caso, el régimen de comunicación y estancia de los hijos con el
progenitor que no viva con ellos
B. Si se considera necesario, el régimen de visitas y comunicación de los nietos
con sus abuelos, teniendo en cuenta el interés de los menores
C. La atribución del uso de la vivienda y el ajuar familiar
D. La contribución a las cargas del matrimonio y alimentos, así como sus bases
de actualización y garantías
E. La liquidación, cuando proceda, del régimen económico del matrimonio
F. La pensión que correspondiese satisfacer, en su caso, a uno de los cónyuges
5.2. Acuerdos conyugales y aprobación judicial del convenio
Los acuerdos conyugales deben ser objeto de aprobación judicial. En este sentido, el art.
90 CC dispone que los acuerdos de los cónyuges adoptados para regular las
consecuencias de la nulidad, separación o divorcio presentados ante el órgano judicial
serán aprobados por el Juez, salvo si son dañosos para los hijos o gravemente
perjudiciales para uno de los cónyuges. El Juez queda obligado a respetar la
autodeterminación realizada por los esposos, sin que tenga capacidad para sustituir de
forma automática los acuerdos que considere inaceptables por otros.
En caso de que se denieguen los acuerdos entre los cónyuges, deberá hacerse mediante
resolución motivada y, en este caso, los cónyuges deben someter a la consideración del
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Derecho de Familia (Derecho Civil I.2)
juez una nueva propuesta para su aprobación. La iniciativa del acuerdo renovado sigue
siendo de los cónyuges y no en la autoridad del Juez que, en relación con el convenio,
debe limitarse a homologarlo y comprobar que se cumple lo establecido legalmente, es
decir, que no dañe o perjudique a los hijos o a uno de los cónyuges.
En caso de que el acuerdo se formalizase ante el Letrado de la Administración de
Justicia o ante Notario, éstos deberán observar si causan daño grave perjuicio a los hijos
o a uno de los cónyuges y, si es así, lo advertirán a los otorgantes y darán por terminado
el expediente. En este caso, los cónyuges solo podrán acudir al Juez para la aprobación
de la propuesta del convenio regulador.
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- Podrá también acordarse, cuando así convenga a los hijos, que la patria potestad
sea ejercida total o parcialmente por uno de los cónyuges o que el cuidado de
ellos corresponda a uno u otro procurando no separar a los hermanos
- Se acordará el ejercicio compartido de la guardia y custodia de los hijos, a
solicitud de uno de los cónyuges, bien sea en la propuesta del convenio
regulador o en cualquier otro momento del procedimiento judicial.
- Excepcionalmente, se acordará el ejercicio compartido de la guardia y custodia
de los hijos a instancias de uno de los cónyuges, con informe del Ministerio
Fiscal
La razón de esta regulación es el superior interés del menor o la protección integral de
los menores.
B. Medias relativas a los alimentos en favor de los hijos
Según el art. 93.1 CC, el Juez, en todo caso, determinará la contribución de cada
progenitor para satisfacer los alimentos y adoptará las medidas convenientes para
asegurar la efectividad y acomodación de las prestaciones a las circunstancias
económicas y necesidades de los hijos en cada momento.
Si en el domicilio familiar convivieran hijos mayores de edad o emancipados sin
ingresos, el Juez fijará los alimentos que sean debidos.
C. Medidas referentes al derecho de visita
El artículo 94 CC dice que el progenitor que no tenga consigo a los hijos menores o
incapacitados gozará del derecho de visitarlos, comunicar con ellos y tenerlos en su
compañía. El Juez determinará el tiempo, modo y lugar del ejercicio de este derecho,
que podrá limitar o suspender si se dieren graves circunstancias que así lo aconsejen o
se incumpliesen grave o reiteradamente los deberes impuestos por la resolución judicial.
Igualmente, el Juez podrá determinar el derecho de comunicación y visita de los nietos
con los abuelos.
Los tribunales también han reconocido el derecho del menor a relacionarse con los
miembros de su familia, con independencia que existan o no lazos biológicos.
D. Medidas relacionadas con la sociedad de gananciales
El artículo 95 del CC establece dos reglas diferenciadas, en relación con el régimen de
gananciales:
i. La sentencia firme, el decreto firme o la escritura pública que formalicen el
convenio regulador producirán la disolución del régimen económico
matrimonial y aprobará su liquidación si hubiese acuerdo entre los cónyuges al
respecto.
ii. Si la sentencia de nulidad declarara la mala fe de uno solo de los cónyuges, el
que hubiese actuado de buena fe podrá optar por aplicar en la liquidación del
régimen económico matrimonia las disposiciones relativas al régimen de
participación, y el cónyuge de mala fe no tendrá derecho a participar en las
ganancias obtenidas por su consorte. El mandato esencial radica en atribuir al
cónyuge de buena fe la posibilidad de permitir que la disolución de los
gananciales se realice conforme a sus propias reglas o, por el contrario, solicitar
que el cónyuge de mala fe sea excluido de participar en las ganancias obtenidas
por el de buena fe.
E. Medias sobre el uso de la vivienda y ajuar familiar
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TEMA 4
CAPÍTULO 9: EL RÉGIMEN ECONÓMICO-MATRIMONIAL
1. El régimen económico del matrimonio
El matrimonio no solo genera efectos personales, sino también patrimoniales, dado que
la comunidad de vida establecida entre los cónyuges genera también una comunidad de
intereses de carácter patrimonial que puede regularse de muy diferente forma, en
dependencia, sobre todo, de las características particulares de los cónyuges y sus
respectivas familias de origen.
Al conjunto de reglas que pretenden afrontar, favoreciendo su resolución los problemas
de índole patrimonial que origine la convivencia matrimonial o la disolución del
matrimonio se le conoce técnicamente con el nombre de régimen económico del
matrimonio o régimen económico-matrimonial, con independencia de que sean
estatuidas por los propios cónyuges -si, como es deseable, se admite legalmente- o de
que respondan a un régimen económico-matrimonial preconfigurado por el propio
legislador.
2. Datos históricos y de Derecho comparado: los sistemas económico-
matrimoniales
II.1. Los sistemas de separación
En ellos impera la regla de que los bienes de los cónyuges no se confunden en un
patrimonio o masa común, sino que, siguen perteneciendo por separado a aquel de los
cónyuges que era su titular antes de la celebración del matrimonio o que, constante
matrimonio, los ha adquirido.
En el caso de que cada uno de los cónyuges conserve las facultades propias de
administración y disposición de “sus bienes”, se habla de sistema de separación
absoluta. Es el sistema legal supletorio de primer grado en una gran cantidad de países
sajones y, también, en Cataluña, las Islas Baleares y Valencia (breve). En el Código
Civil la separación de bienes es el régimen supletorio de segundo grado, como veremos
más adelante con detalle.
II.2. Los sistemas de comunidad
El régimen económico-matrimonial más generalizado como régimen económico del
matrimonio supletorio de primer grado es el denominado sistema de comunidad de
ganancias o, en nuestro Código, sociedad de gananciales. Su característica principal
consiste en que, junto a los bienes propios del marido y de la mujer, existe una masa
ganancial compuesta por todos los bienes adquiridos constante matrimonio a título
oneroso o en virtud del trabajo de los cónyuges, así como de las rentas e intereses tanto
de los bienes comunes o gananciales cuanto de los bienes propios de cualquiera de
ambos cónyuges.
El sistema de comunidad de gananciales rige como régimen legal supletorio de primer
grado en nuestro Código Civil, en Vizcaya, en Navarra (régimen de conquistas), en
Portugal, en Francia, en Italia y en numerosos países sudamericanos. Parecido a este
régimen es el sistema vigente en Aragón como régimen supletorio de primer grado,
denominado régimen de consorcio conyugal.
Más extraños resultan los sistemas de comunidad universal. En Vizcaya rige la
comunidad universal cuando existan hijos en el matrimonio. Dicho sistema consiste en
que todos los bienes de los cónyuges se convierten en comunes, con independencia de
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Derecho de Familia (Derecho Civil I.2)
que hayan sido adquiridos antes o después del matrimonio y hayan ingresado en el
patrimonio de cualquiera de los cónyuges a título oneroso o gratuito.
3. Reglas básicas del régimen económico-matrimonial en Derecho español
3.1. Ubicación normativa
El Código Civil dedica un Título al régimen económico matrimonial, cuyo primer
capítulo denominado “Disposiciones generales” contiene una serie de normas de
derecho imperativo, de las cuales algunas han de considerarse aplicables, en cualquier
caso, con independencia del régimen económico‐matrimonial aplicable al matrimonio,
en cuanto pretenden garantizar el principio de igualdad conyugal consagrado
constitucionalmente.
3.2. La denominación de “régimen matrimonial primario”
A este conjunto de normas de carácter imperativo, algunos autores lo denominan
"régimen matrimonial primario", puesto que forma la base general o estructura del
sistema de las relaciones patrimoniales entre los cónyuges. La expresión “régimen
matrimonial primario" procede de la doctrina francesa y fue generalizada entre nosotros
por el profesor Lacruz Berdejo.
4. La libertad de configuración del régimen económico-matrimonial
El art. 1315 CC establece que el régimen económico del matrimonio será el que los
cónyuges estipulen en capitulaciones matrimoniales, sin otras limitaciones que las
establecidas en el Código Civil.
La libertad de determinación y configuración del régimen económico‐matrimonial por
parte de los cónyuges es un principio básico de nuestro ordenamiento, que no hace más
que reconocer el alcance y significado de la autonomía privada. Las reglas de
funcionamiento patrimonial del matrimonio es un asunto entre privados, por lo que el
legislador se limita a resaltar que cada matrimonio adoptará las medidas que considere
oportunas y más adecuadas a sus intereses o a su situación patrimonial, a través del
otorgamiento de las capitulaciones matrimoniales.
5. La igualdad conyugal
La libertad de configuración del régimen económico‐matrimonial es plena sin otras
limitaciones que las establecidas en el Código Civil.
Se establece que será nula cualquier estipulación limitativa de la igualdad de derechos
que corresponda a cada cónyuge.
La erradicación de la desigualdad entre los cónyuges se basa en el principio de igualdad
interconyugal establecido en el artículo 32.1 de la Constitución.
6. El levantamiento de las cargas del matrimonio
Para todos los regímenes económico‐matrimoniales, los bienes de los cónyuges quedan
sujetos al levantamiento de las cargas del matrimonio, por lo que los cónyuges deben
atender el conjunto de los gastos relativos al sostenimiento de la familia en sentido
nuclear, educación e instrucción de los hijos, asistencia sanitaria, atención del hogar
familiar, etc., todo ello adecuado a las circunstancias familiares concretas de cada caso.
La obligación de atender el levantamiento de las cargas del matrimonio no tiene que
considerarse como una obligación de carácter igualitario para ambos cónyuges, pues
puede ser objeto de pacto, y en su defecto, puede acabar por convertirse en una
obligación proporcional a los recursos económicos de los cónyuges.
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7. La potestad doméstica
El art. 1391.1 CC dispone que cualquiera de los esposos se encuentra plenamente
legitimado para comprometer los bienes del matrimonio, siempre que los actos que lleve
a cabo tengan por objeto la satisfacción de las necesidades de la familia y, además, sean
acordes con las circunstancias familiares.
Frente a terceros que hayan contratado con cualquiera de los cónyuges, actuando éste
dentro del ámbito de la potestad doméstica, se establece que las deudas contraídas en el
ejercicio de esta potestad responderán solidariamente los bienes comunes y los del
cónyuge que contraiga la deuda y, subsidiariamente, los del otro cónyuge”.
Lo expuesto es una norma general, imperativa cualquiera que sea el régimen
económico‐ matrimonial, con la siguiente diferencia:
- Régimen de gananciales: Queda obligado el cónyuge contratante y, por tanto,
quedan afectos sus propios bienes. Pero también que quedan vinculados
solidariamente los bienes comunes y subsidiariamente los bienes propios del
otro cónyuge.
- Régimen de separación de bienes: responderán, en primer lugar, los bienes
propios del cónyuge contratante y, sólo de forma subsidiaria, los bienes del otro
cónyuge.
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Derecho de Familia (Derecho Civil I.2)
Esta disposición limita sus efectos a la disolución del matrimonio por muerte de uno de
los esposos resultando inaplicable en casos de divorcio o nulidad matrimonial.
10. Las litis expensas o gastos de litigio
El art. 1318.3 CC establece que cuando un cónyuge carezca de bienes propios
suficientes, los gastos necesarios causados en litigios que sostenga contra el otro
cónyuge sin mediar mala fe o temeridad, o contra tercero si redundan en provecho de la
familia, serán a cargo del caudal común y, faltando éste, se sufragarán a costa de los
bienes propios del otro cónyuge cuando la posición económica de éste impida al
primero, por imperativo de la Ley de Enjuiciamiento Civil, la obtención del beneficio de
justicia gratuita.
Bajo la denominación de litis expensas, se trata de determinar la cooperación
interconyugal a los gastos derivados de litigios que cualquiera de los cónyuges haya de
sostener, bien sea contra el otro cónyuge, bien contra cualquier otra persona.
En resumen:
- Los gastos derivados de tales litigios pesan sobre el cónyuge litigante. La
reclamación al otro cónyuge, sólo se producirá en caso de carencia de bienes
propios suficientes por parte del litigante.
- Cuando se litiga contra el otro cónyuge: la actuación debe estar exenta de mala
fe o de temeridad procesal.
- Cuando se litiga contra terceros: las litis expensas sólo pueden reclamarse
cuando el proceso redunde en beneficio de la familia. Los gastos de litigio
recaerán, en primer lugar, sobre el caudal común, en caso de haberlo, y de forma
subsidiaria sobre los bienes propios del otro cónyuge.
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Se refiere a las estipulaciones que no tengan por objeto la determinación del régimen
económico del matrimonio, aunque sean de índole patrimonial, es decir cualquiera otra
disposición por razón del matrimonio.
El propio Código suministra algunos supuestos:
- Las donaciones por razón de matrimonio: los preceptos que las regulan otorgan
especial trascendencia al hecho de que se hayan instrumentado en
capitulaciones.
- Declaraciones o pactos relativos al tercio de mejora hereditaria. La normativa
atribuye peculiares efectos cuando se encuentren contenidos en las
capitulaciones de los esposos.
2.3. La eventual inexistencia del contenido típico
Actualmente, cabe la posibilidad que existan escrituras de capitulaciones que limiten su
contenido a algunas de las estipulaciones atípicas, sin determinación del régimen
económico del matrimonio.
En tal caso, el régimen económico‐matrimonial aplicable será el sistema legal supletorio
de primer grado.
2.4. La prohibición de las estipulaciones ilícitas
La libertad con la que cuentan los cónyuges no llega al extremo de permitir que el
contenido de las capitulaciones integre cláusulas o estipulaciones que vulneren o
contradigan el mandato de leyes imperativas o de principios generalmente aceptados o
impuestos por el ordenamiento jurídico.
Por ello, el art. 1328 CC establece que será nula cualquier estipulación contraria a las
leyes o a las buenas costumbres o limitativa de la igualdad de derechos que corresponda
a cada cónyuge.
3. El momento temporal del otorgamiento
3.1. La redacción originaria del Código: la inmutabilidad del régimen
económico del matrimonio.
Hasta 1975, se excluía la posibilidad de otorgar capitulaciones una vez celebrado el
matrimonio, en el entendido de que, una vez comenzada la convivencia matrimonial, la
modificación del régimen económico del matrimonio podría realizarse fraudulentamente
p en perjuicio de terceros.
Solo se permitía solicitar la separación de bienes cuando:
- Uno de los cónyuges hubiese sido condenado a una pena que comportase la
interdicción civil.
- Uno de los cónyuges hubiese sido declarado ausente.
- Se encontrasen separados judicialmente
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Las donaciones por razón de matrimonio se rigen ante todo por sus propias reglas, y
cuando estas no existan, por las disposiciones generales de las donaciones. Es
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importante, por este motivo, conocer el régimen jurídico de las donaciones por razón de
matrimonio.
3. Régimen jurídico
3.1. Las reglas relativas a la capacidad
Sólo existe una regla especial relativa a la capacidad del menor y es que el menor no
emancipado que con arreglo a la Ley pueda casarse, también puede, en capitulaciones
matrimoniales o fuera de ellas, hacer donaciones por razón de su matrimonio, con la
autorización de sus padres o del tutor. Para aceptarlas, se estará a lo dispuesto en el
Título II del Libro III de este Código.
Este precepto es inaplicable hoy en día, ya que no es posible que un menor no
emancipado se case.
Si el donante es un tercero se exige de forma cumulativa la capacidad contractual y la
libre disposición de los bienes.
Igualmente rigen las reglas generales en relación con la capacidad para aceptar las
donaciones por razón de matrimonio, siendo suficiente la capacidad natural para
entender y querer, salvo que se trate de donaciones condicionales u onerosas.
3.2. La aceptación de las donaciones por razón de matrimonio
Antes de la reforma de 1981, las donaciones por razón de matrimonio eran válidas
aunque no hubieran sido objeto de aceptación por parte del beneficiario, en contra de la
regla general de que las donaciones están siempre sujetas a la aceptación del donatario,
bajo pena de nulidad.
Tras la Ley 11/1981, la inexistencia de norma alguna respecto de la intrascendencia de
la aceptación en las donaciones por razón de matrimonio lleva a la conclusión de que
han de aplicarse las reglas generales y que, en este aspecto, las donaciones por razón de
matrimonio no presentan particularidad alguna, siendo exigible en todo caso la
aceptación del donatario.
3.3. La forma
La donación de bienes inmuebles ha de realizarse necesariamente en escritura pública.
Sin embargo, ello no supone que las donaciones por razón de matrimonio deban
instrumentarse precisamente en la escritura pública de capitulaciones matrimoniales, en
caso de existir, sino que pueden hacerse en cualquier otra.
En consecuencia, las donaciones por razón de matrimonio (sean realizadas por uno de
los contrayentes o por terceros) pueden constar, como ya sabemos, en la escritura de
capitulaciones matrimoniales, pero no deben formar parte necesariamente de ella.
3.4. La obligación de saneamiento
Conforme al artículo 1.340 “el que diere o prometiere por razón de matrimonio sólo
estará obligado a saneamiento por evicción o vicios ocultos si hubiere actuado con mala
fe”.
4. Donación de bienes presentes y de bienes futuros
La denominada “donación de bienes futuros” encuentra una triple limitación:
1ª Solo pueden llevarla a cabo los contrayentes, estando excluida en caso de donaciones
otorgadas por terceros.
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TEMA 5
CAPÍTULO 12: LA SOCIEDAD DE GANANCIALES
1. La sociedad de gananciales
1.1. Concepto
Actualmente se encuentran bastante generalizados los sistemas de comunidad de
ganancias. Uno de ellos es el sistema de gananciales, aplicable de forma supletoria
como régimen legal en los territorios sometidos al Derecho común.
Su carácter de régimen legal supletorio de primer grado se pone de manifiesto en el art.
1316 CC, el cual afirma que, a falta de capitulaciones o cuando estas sean ineficaces, el
régimen será el de la sociedad de gananciales.
Esta regla es fundamental en relación con los matrimonios sometidos a la regulación del
Derecho común. Respecto de los matrimonios sometidos a normas forales o especiales,
esta regla no es aplicable, ya que son las propias normas forales o especiales las que
establezcan cuál es el régimen económico‐matrimonial aplicable como sistema
supletorio de primer grado.
Mediante la sociedad de gananciales se hacen comunes para los cónyuges las ganancias
o beneficios obtenidos indistintamente por cualquiera de ellos, que les serán atribuidos
por mitad al disolverse aquella.
Así pues, el régimen de gananciales se caracteriza por:
- Las ganancias o beneficios que se obtengan durante la convivencia matrimonial
se comparten por mitades por ambos cónyuges
- No cabe reparto alguno hasta que llega el momento de disolución de la sociedad
de gananciales
- Es indiferente que las ganancias se produzcan a consecuencia del trabajo de uno
u otro, o de ambos, cualquiera ganancia obtenida de los bienes comunes o de los
bienes privativos serán en todo caso gananciales. Esto también se aplica a los
frutos o rentas de los bienes, ya sean comunes o privativos.
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El activo hace referencia a los bienes de los cónyuges, dado que el sistema de
gananciales supone distinguir entre los bienes propios o privativos de cada cónyuge y
los bienes comunes o gananciales. También se puede hablar, con el mismo sentido, de
patrimonio privativo o de patrimonio ganancial.
2.1. La sistemática del Código
La determinación de la naturaleza, privativa o ganancial, de cualquiera de los bienes
familiares es de gran importancia en la sociedad de gananciales. En el Código se regula
dicha materia en los arts. 1346 a 1361 CC.
Los dos primeros artículos se destinan a relacionar los bienes privativos y los bienes
comunes o gananciales. Los siguientes artículos consideran ciertos supuestos de
particular complejidad, así como algunas reglas generales de peculiar importancia,
especialmente la presunción de ganancialidad.
Realmente la determinación del carácter ganancial o privativo de los bienes de los
cónyuges la lleva a cabo el legislador de manera casuística.
2.2. La presunción de ganancialidad y la confesión de privatividad
En caso de duda o imposible prueba respecto del carácter privativo o ganancial de un
bien, debe existir una norma general que declare el carácter privativo o ganancial de un
bien.
El art. 1361 CC establece que se presumen gananciales los bienes existentes en el
matrimonio mientras no se pruebe que pertenecen privativamente a uno de los
cónyuges. Respecto de los bienes inmuebles, se dispone que los bienes adquiridos a
título oneroso por uno solo de los cónyuges, sin expresar que adquiere para la sociedad
de gananciales, se inscribirán a nombre del cónyuge adquirente con carácter
presuntivamente ganancial.
La presunción de ganancialidad puede ser superada por los propios cónyuges, mediante
lo dispuesto en el art. 1324 CC que establece que para probar entre cónyuges que
determinados bienes son propios de uno de ellos, será bastante la confesión del otro,
pero tal confesión por sí sola no perjudicará a los herederos forzosos del confesante, ni a
los acreedores, sean de la comunidad o de cada uno de los cónyuges. Se deduce que el
legislador ha optado por una vía intermedia, respecto del alcance de la confesión de
privatividad:
- Intraconyugalmente, basta la mera manifestación o declaración del confesante de
que el bien pertenece privativamente al otro cónyuge para desvirtuar el valor
propio de la presunción de ganancialidad.
- Frente a terceros, sean herederos forzosos o acreedores, de la sociedad de
gananciales o de cualquiera de los cónyuges, la confesión de privatividad carece
de efectos por sí sola, en evitación de posibles fraudes. Por tanto, la confesión
debe apoyarse en otros medios probatorios si los cónyuges desean realmente
dotarla de eficacia.
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6. La obligación de reembolso
En los casos en que las aportaciones realizadas para la adquisición de bienes no
procedan del patrimonio, ganancial o privativo, en el que se integran tales bienes, se
mantiene la calificación del bien o de los bienes como ganancial o privativo, pero
procede reembolsar o reintegrar las correspondientes cantidades al cónyuge que pagó
con dinero privativo (si el bien es ganancial) o a la sociedad de gananciales, si se ha
abonado con sus fondos un bien de naturaleza privativa.
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potestad doméstica de cualquiera de los cónyuges y por tanto serán válidos y eficaces,
aunque sean realizados a cargo de los bienes gananciales.
2.4. El deber de información
El principio de actuación conjunta de los cónyuges se completa con el deber de
información consagrado en el art. 1383 CC, que establece que los cónyuges deben
informarse recíproca y periódicamente sobre la situación y rendimientos de cualquier
actividad económica.
La importancia de este precepto se ve reforzada con lo dispuesto en el art. 1393.4 CC,
según el cual es causa suficiente para instar la disolución de la sociedad de gananciales
el incumplimiento grave y reiterado del deber de informar sobre la marcha y
rendimientos de sus actividades económicas.
El deber de informar se fundamenta en que los rendimientos de la actividad económica
de uno de los cónyuges incrementan el activo del patrimonio ganancial, lo que interesa a
ambos.
2.5. La autorización judicial supletoria
La exigencia de la actuación conjunta de los cónyuges ha obligado a establecer un
mecanismo en el caso que uno de los cónyuges no quisiera prestar el consentimiento
necesario. Tal mecanismo es conocido como la autorización judicial supletoria, que
sustituye el consentimiento de uno de los cónyuges.
La autorización judicial supletoria la contempla el Código en dos artículos distintos, uno
en relación con los actos de administración (art. 1.376) y en otro respecto de los actos de
disposición (art. 1.377.2), y está regulada actualmente por la LJV 15/2015.
Ambos artículos disponen que el juez puede decidir ante la opinión encontrada de los
cónyuges, cuando uno de ellos negare injustificadamente el consentimiento en relación
con un acto de administración o de disposición, o se encontrara impedido, de forma
provisional o pasajera, para prestarlo.
2.6. Desacuerdos conyugales y expedientes de jurisdicción voluntaria
La Ley de Jurisdicción Voluntaria 15/2015 ha dedicado su art. 90 a la intervención
judicial en los casos de desacuerdo conyugal y en la administración de los bienes
gananciales.
Según esta ley, se seguirán los trámites regulados en ella cuando los cónyuges soliciten
la intervención o autorización judicial para:
a) Fijar el domicilio conyugal o disponer sobre la vivienda habitual, si hubiese
desacuerdo entre cónyuges.
b) Fijar la contribución a las cargas del matrimonio, cuando uno de los
cónyuges incumpliese tal deber.
c) Realizar un acto de administración respecto de los bienes comunes por ser
necesario el consentimiento de ambos cónyuges, o para la realización de un
acto de disposición a título oneroso sobre los mismos.
d) Conferir la administración de los bienes comunes cuando uno de los
cónyuges estuviese impedido para prestar el consentimiento, o hubiese
abandonado la familia, o existiese separación de hecho
e) Realizar actos de disposición sobre inmuebles, establecimientos mercantiles
u objetos preciosos o valores mobiliarios, salvo el derecho de suscripción, si
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TEMA 6
TEMA 16: EL RÉGIMEN DE SEPARACIÓN DE BIENES
1. El régimen de separación de bienes
El régimen de separación de bienes se caracteriza por regular las relaciones
patrimoniales entre los cónyuges partiendo del principio de que no existe entre ellos una
masa patrimonial común, sino que cada uno conserva la titularidad, la administración y
la capacidad de disposición de sus propios y privativos bienes como si no se encontraran
casados, aunque ambos han de contribuir al sostenimiento de las cargas del matrimonio
y habrán de afrontar tal obligación con cargo a sus propios bienes.
Los cónyuges, conforme al artículo 1315 decidirán cuál de los regímenes económicos
les resulta más atractivo o conveniente.
2. Origen convencional e incidental del régimen de separación de bienes
El artículo 1435 del Código Civil establece que existirá entre los cónyuges separación
de bienes:
i. Cuando así lo hubiesen convenido.
ii. Cuando los cónyuges hubieren pactado en capitulaciones matrimoniales que no
regirá entre ellos la sociedad de gananciales, sin expresar las reglas por que
hayan de regirse sus bienes.
iii. Cuando se extinga, constante matrimonio, la sociedad de gananciales o el
régimen de participación, salvo que por voluntad de los interesados fuesen
sustituidos por otro régimen distinto.
La vigencia del régimen de separación de bienes en un determinado matrimonio puede
encontrar fundamento tanto en el acuerdo de los cónyuges, tanto en la existencia de
supuestos en que la ley lo impone como régimen legal supletorio de segundo grado.
Esto es, el origen de la aplicación del régimen de separación de bienes puede ser
convencional o incidental.
2.1. El régimen de separación de bienes convencional
Se trata del supuesto contemplado en el art. 1435.1o, que requiere el otorgamiento de
capitulaciones matrimoniales. Las reglas legales del régimen de separación de bienes
son de aplicación siempre y cuando no contradigan lo expresamente establecido por los
cónyuges en sus acuerdos capitulares, que han de considerarse prevalentes.
2.2. El régimen de separación de bienes incidental
La vigencia del régimen de separación de bienes tiene lugar también por otras
circunstancias diferentes a la voluntad de los cónyuges.
Los supuestos serían los siguientes:
‐ Cuando los cónyuges otorgan capitulaciones manifestando expresamente el repudio
del régimen de gananciales, pero sin establecer cuáles son las reglas que regirán sus
relaciones patrimoniales.
‐ Existen varios supuestos posibles, en los que la extinción de un régimen económico
previo exige su sustitución por otro, que precisamente es el régimen de separación de
bienes. En virtud de ello se aplicará también en los siguientes casos:
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Sin embargo, el artículo 1439 plantea el caso de que uno de los cónyuges hubiese
administrado o gestionado bienes o intereses del otro. Atendiendo al principio del
artículo 71 del Código Civil, según el cual ninguno de los cónyuges puede atribuirse la
representación del otro sin que le hubiere sido conferida, los actos de administración y
disposición sobre los bienes del otro cónyuge deben encontrar fundamento en el
otorgamiento de poderes por parte de este o, al menos, en la existencia de una serie de
hechos y circunstancias que permitan deducir, aunque sea de forma tácita, que el
cónyuge actuante cuenta con el permiso del otro.
Para este supuesto, el art. 1439 CC indica que el cónyuge actuante tendrá las mismas
obligaciones y responsabilidades que un mandatario, pero no tendrá obligación de rendir
cuentas de los frutos percibidos y consumidos, salvo cuando se demuestre que los
invirtió en atenciones distintas del levantamiento de las cargas del matrimonio.
5. El sostenimiento de las cargas del matrimonio
Es evidente que la convivencia matrimonial requiere hacer frente a los gastos y a las
obligaciones que genera la existencia de cualquier familia. En consecuencia, rige en
cualquiera de los regímenes económico‐matrimoniales la regla de que los bienes de los
cónyuges están sujetos al levantamiento de las cargas del matrimonio. En igual sentido,
aunque utilizando un término distinto al de levantamiento, afirma el art. 1.438 CC que
los cónyuges contribuirán al sostenimiento de las cargas del matrimonio.
Como "cargas del matrimonio" se entiende el conjunto de los gastos generados por el
sostenimiento de la familia, en particular, la educación e instrucción de los hijos, la
asistencia sanitaria tanto de los cónyuges como de los hijos, así como cualesquiera otras
obligaciones que se deriven de la atención del hogar familiar.
5.1. La contribución al sostenimiento de las cargas del matrimonio
La obligación de contribuir al sostenimiento de las cargas del matrimonio presenta
características propias en el régimen de separación de bienes, requiriendo una regla que
determine cómo se contribuye al levantamiento o sostenimiento de las cargas del
matrimonio.
A tal fin, el segundo inciso del art. 1438 CC dispone que, a falta de convenio, los
cónyuges contribuirán al sostenimiento de las cargas del matrimonio proporcionalmente
a sus respectivos recursos económicos. La determinación de la contribución al
sostenimiento familiar puede llevarse a cabo:
i. Conforme a lo establecido por los cónyuges en el correspondiente convenio o
acuerdo. Dicho convenio puede llevarse a cabo de cualquier manera y desde
luego su establecimiento no requiere el otorgamiento de una escritura de
capitulaciones matrimoniales, aunque diversas razones aconsejan su constancia
formal, a efectos de prueba frente a terceros.
ii. A falta de convenio, la regla legal subsidiaria consiste precisamente en que los
cónyuges no habrán de contribuir al sostenimiento de la familia por mitad, sino
de forma proporcional a sus respectivos recursos económicos, referido al
conjunto de bienes, rentas e ingresos que tengan o generen los cónyuges.
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base a criterios jurisprudenciales, se excluye que sea necesario que para obtener la
compensación el que se haya producido un incremento patrimonial del otro cónyuge.
Basta con el dato objetivo de la dedicación exclusiva a la familia, aunque el otro
cónyuge haya dedicado el 100% de sus ingresos al sostenimiento de la familia.
El legislador pretende beneficiar a aquel de los cónyuges que sacrifica su capacidad
laboral o profesional en favor del otro cónyuge, sobre todo cuando existe separación de
bienes y, por tanto, quien no genera ingresos o rentas no puede participar de las propias
de su consorte.
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TEMA 7
CAPÍTULO 18: LAS RELACIONES PARENTALES Y PATERNOFILIALES
1. La familia y el parentesco
El parentesco consiste en la relación existente entre dos o más personas, derivada de su
respectiva situación en la familia. Va desde la relación padres hijos hasta las relaciones
lejanas del árbol genealógico.
Los vínculos familiares son más importantes cuanto más próximo y cercano es el
parentesco. Por eso, la relación paternofilial constituye el objeto de regulación más
detenida por parte del Derecho de familia, ya que el entramado de derechos y
obligaciones existentes entre padres e hijos representa el máximo de las obligaciones
familiares.
2. Modalidades de la relación parental
2.1. El parentesco por consanguinidad
El parentesco implica la idea de consanguinidad o comunidad de sangre que vincula a
las personas, que bien descienden unas de otras de forma directa, o bien tienen un
antepasado común.
Parentesco en línea recta: personas que descienden unas de otras de forma
directa (abuelos, padres, nietos, etc.…). Este es el más importante para el
Derecho de familia.
Parentesco en línea colateral: cuando la relación familiar requiere la búsqueda de
un antepasado común (hermanos, primos hermanos, etc.…).
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- Artículo 754 CC: se prohíbe nombrar heredero o legatario a los parientes afines,
dentro del cuarto grado, del Notario o de los testigos de los correspondientes
testamentos.
El derecho reconoce el parentesco por afinidad, generalmente en sentido prohibitivo,
para evitar que se pueda beneficiar al otro cónyuge.
La noción de afinidad presente en nuestra legislación es histórica y es necesario
recordar sus extremos fundamentales, que se podrían resumir así:
La relación de afinidad es un vínculo estrictamente personal entre los parientes
por consanguinidad (y también adoptivos) de uno de los cónyuges con el otro
cónyuge.
Los parientes afines no son entre sí afines, no existe parentesco entre los
consuegros o concuñados
La afinidad no genera de forma continuada e indefinida una relación de
parentesco. De este modo el “padrastro” de nuestra mujer no tiene relación de
afinidad con nosotros.
3. El cómputo del parentesco
Desde el punto de vista del Derecho Civil es muy importante determinar la proximidad
del parentesco, pues son numerosas las disposiciones que requieren conocer con
exactitud cuáles son las generaciones o grados que otorgan derechos o establecen
obligaciones en relación con determinados parientes, como, por ejemplo:
- Las prohibiciones matrimoniales.
- La obligación de alimentos.
- Los derechos sucesorios o hereditarios
La formulación de las reglas sobre el cómputo la realiza el Código en los artículos 915 y
siguientes al regular la sucesión intestada. Sin embargo, tales reglas tienen alcance
general, tal y como establece el artículo 919 CC.
3.1. Las líneas y los grados de parentesco
El artículo 915 CC dispone que la proximidad del parentesco se determina por el
número de generaciones. Cada generación forma un grado.
Seguidamente, el art. 916 CC establece que la serie de grados forma la línea, que puede
ser directa o colateral, aclarando que:
- Línea directa o recta: la serie de grados entre personas que descienden una de
otra. Puede ser:
o Descendiente: une al cabeza de familia con quienes descienden de él
o Ascendente: liga a una persona con aquellos de quienes desciende
- Línea colateral: la serie de grados entre personas que, sin descender unas de
otras, proceden de un tronco común, como ocurre con los hermanos, tíos y
sobrinos.
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En la línea colateral, se sube hasta el tronco común, como en la línea recta, y después se
baja hasta la persona con quien se hace computación. Por esto, el hermano dista dos
grados del hermano, tres del tío, hermano de su padre o madre, cuatro del primero
hermano, y así en adelante.
3.3. El cómputo del parentesco por afinidad
El Código no contempla de forma sistemática la afinidad ni establece norma alguna de
cómputo en relación con tal tipo de parentesco. No obstante, las reglas del cómputo de
líneas consanguíneas pueden adaptarse al cómputo del parentesco por afinidad.
La misma línea y grado de parentesco existente entre un cónyuge y cualquiera de sus
parientes respectivos arrojará el grado de afinidad existente entre el pariente de que se
trate y el otro cónyuge.
4. La relación paternofilial
La relación paternofilial es el vínculo directo e inmediato (en primer grado) que une a
padres e hijos y que se conoce también con el nombre técnico de filiación. En términos
generales, la concurrencia de padre y madre en la concepción y gestación de los hijos
determina que pueda diferenciarse entre filiación paterna y materna. Normalmente,
ambos aspectos irán unidos y en la mayoría de los supuestos reales la paternidad y la
maternidad se determinarán de forma simultánea y conjunta. No obstante, en algunos
casos resulta necesario referirse por separado a una y a otra filiación.
4.1. Consideraciones generales sobre la filiación: apunte histórico
Siguiendo el patrón napoleónico, en todos los Código latinos se establece una clara
distinción entre hijos legítimos e ilegítimos y al mismo tiempo se prohibía la
investigación de la paternidad.
La filiación legítima era la generada por la procreación dentro del matrimonio y suponía
que los hijos legítimos tenían plenitud de derechos (apellidos, alimentos plenos,
derechos sucesorios, etc...).
Quienes, por el contrario, habían sido generados extramatrimonialmente, recibían el
nombre genérico de hijos ilegítimos. Dentro de la filiación ilegítima, resultaba necesario
distinguir entre:
a) La filiación natural: cuando habían sido concebidos por personas que, en el
momento de la concepción, podían o podrían haber contraído matrimonio si así
lo hubiesen deseado o previsto.
b) La filiación ilegítima en sentido estricto: también se llamaban hijos ilegítimos no
naturales, comprendía todos aquellos supuestos en que los hijos
extramatrimoniales habían sido procreados por personas que tuvieren prohibido
contraer matrimonio entre sí:
a. Hijos adulterinos: los nacidos de personas (aunque solo lo fuera una de
ellas) ya vinculadas por un matrimonio anterior.
b. Hijos incestuosos: los hijos ilegítimos nacidos de las relaciones entre
parientes que tuvieran prohibido contraer matrimonio.
c. Hijos sacrílegos: los hijos ilegítimos de progenitores que se encontrasen
vinculados por votos religiosos.
Durante algo más de un siglo, los hijos ilegítimos han sufrido la discriminación
establecida en los textos originarios de los Códigos, conforme a los cuales realmente
carecían de derechos.
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- Apellidos
- Asistencia y alimentos
- Derechos sucesorios
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TEMA 8
CAPÍTULO 19: LA DETERMINACIÓN DE LA FILIACIÓN
1. Introducción
1.1. La determinación de filiación
La determinación de la filiación tendrá efectos retroactivos al momento del nacimiento,
siempre que la retroactividad sea compatible con su naturaleza y la ley no dispusiera lo
contrario.
Conservarán su validez los actos otorgados por el representante legal del menor o
incapaz antes que la filiación hay sido determinada.
Nuestro Ordenamiento no distingue entre filiación matrimonial y extramatrimonial con
relación a los efectos que uno u otra pudiesen producir, aunque sí cabe distinguir entre
ambos tipos de filiación a propósito de las formas de determinación de estas, ya que el
Tribunal Constitucional ha declarado que esta diferencia de trato está justificada, pues el
matrimonio confiere certeza a la paternidad.
1.2. Determinación de filiación materna
En nuestro sistema normativo, la filiación materna viene determinada por dos
circunstancias:
- Que la interesada haya dado a luz
- Que el hijo nacido sea aquel de cuya filiación se trata
Así se deduce del artículo 139 CC, que establece que la mujer podrá ejercitar la acción
de impugnación de su maternidad justificando la suposición del parto o no ser cierta la
identidad del hijo.
Es indiferente si la filiación es matrimonial o extramatrimonial.
2. Las normas y presunciones relativas a la filiación matrimonial
El artículo 115 CC establece que la filiación paterna y materna quedará determinada
legalmente:
i. Por inscripción del nacimiento junto con la del matrimonio de los padres
ii. Por sentencia firme
En la determinación de la filiación matrimonial, el papel fundamental lo representa el
conjunto de presunciones y reglas relativas a la paternidad del marido.
2.1. La presunción de paternidad y la eventual concepción prematrimonial del
hijo
La presunción de paternidad del marido ha sido una regla clásica del Derecho de
familia, basada en la estadística.
Según dispone el artículo 116 CC, se presumen hijos del marido los nacidos después de
la celebración del matrimonio y antes de los trescientos días siguientes a su disolución o
a la separación legal o de hecho de cónyuges.
Incluso en caso de concepción prematrimonial del hijo, la presunción de paternidad del
marido se mantiene, salvo declaración en contrario del marido. En este sentido, el art.
117 CC establece que, nacido el hijo dentro de los ciento ochenta días siguientes a la
celebración del matrimonio, el marido podrá destruir la presunción mediante
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TEMA 9
CAPÍTULO 22: LA ADOPCIÓN
1. La adopción
Adoptar equivale en Derecho a integrar en una familia a alguien que no pertenece a ella
por razones de consanguinidad o descendencia, creando una relación de parentesco
basada en el propio acto de la adopción.
El art. 108 CC dispone que la filiación puede tener lugar por naturaleza y por adopción.
La filiación matrimonial y la no matrimonial, así como la adoptiva, surten los mismos
efectos ante la ley.
La legislación vigente en España no establece diferencias entre los hijos consanguíneos
(sean o no matrimoniales) y los hijos adoptivos.
1.1. Apunte histórico
Desde el Derecho romano hasta la época de la codificación, la importancia social de la
adopción sufrió un proceso paulatino de minusvaloración y de pérdida objetiva de
importancia.
La redacción originaria del Código español configuraba la adopción privándola de los
efectos que hoy son admitidos como inherentes a la institución. No determinaba la
ruptura de las relaciones del adoptado con su familia por naturaleza, ni le atribuía
derechos sucesorios respecto del adoptante, ni transmitía al adoptado los apellidos de
aquél, salvo pacto en particular sobre tales aspectos. Por otra parte, se establecía una
edad sumamente elevada para adoptar, cuarenta y cinco años, al tiempo que se le
prohibía hacerlo a quien ya tuviera hijos o descendientes legítimos.
1.2. El régimen jurídico de la adopción en las sucesivas reformas legislativas
La normativa de la adopción fue revisada en la segunda mitad del siglo XX. Tras la
Segunda Guerra Mundial, los movimientos de reforma legislativa reforzaron los
vínculos entre adoptantes y adoptados, hasta llegar a la equiparación entre filiación
consanguínea y filiación adoptiva.
En la legislación española, este proceso se ha instrumentado, mediante la aprobación de
las siguientes leyes:
- La Ley de 24 de abril de 1958: Introdujo en el Código la distinción, entre
adopción plena y menos plena, estableciendo que se pudieran pactar derechos
sucesorios en la escritura de adopción.
- La Ley 7/1970: Redujo los requisitos para adoptar, estableció las categorías de
adopción simple y plena, convirtiendo a esta última en la norma, y facilitó
extraordinariamente la realización de la adopción.
- La Ley 11/1981: se limitó a modificar algunas cuestiones de detalle, derivadas
de la nueva concepción del Derecho de familia, debido al impulso de la
Constitución de 1978.
- La Ley 21/1987, actualmente imperante
- La Ley 54/2007, de adopción internacional.
- La Ley 26/2015, de 28 de julio, de modificación del sistema de protección a la
infancia y a la adolescencia.
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El art. 175.4o CC, según la redacción dada por la LPIA, establece que nadie podrá ser
adoptado por más de una persona, salvo que la adopción se realice de forma conjunto
por ambos cónyuges o por una pareja unida en análoga relación de afectividad.
Solo será posible una nueva adopción del adoptado:
- En caso de muerte del adoptante
- El adoptante que hubiere incurrido en causa de privación de la patria potestad
Nuestro actual sistema, pues, tiene como regla general el adoptante individual, aunque
se sigue previendo la adopción por pareja.
2.1. Requisitos de los adoptantes
Para adoptar es necesario que quien desee adoptar tenga plena capacidad de obrar.
El Código, además, establece una serie de requisitos que el adoptante debe cumplir para
poder adoptar. Estos requisitos están reflejados en el art. 175.1o CC, que establece que
el adoptante debe reunir tres condiciones para adoptar:
- El adoptante debe haber cumplido 25 años. En caso de adopción por una pareja,
este requisito sólo será exigible a uno de los miembros de la pareja.
- Se exige una diferencia mínima de edad entre el adoptado y el adoptante de 16
años. En caso de adopción por una pareja, ambos miembros deben tener en el
momento de la adopción dicha diferencia de edad con el adoptado.
- También se exige una diferencia de edad máxima entre adoptante y adoptado,
que no puede superar los 45 años, como regla general. En caso de adopción en
pareja, será suficiente que uno de ellos no alcance esa diferencia de edad.
No pueden adoptar:
- Los incapacitados, salvo que la sentencia de incapacitación diga lo contrario
- Los menores de edad, ya que la edad mínima es de 25 años
- Las personas jurídicas
2.2. El adoptado
La Ley 26/2015 mantiene en vigor que únicamente podrán ser adoptados los menores
no emancipados, así como la regla de que, por excepción, será posible la adopción de un
mayor de edad o de un menor emancipado cuando, inmediatamente antes de la
emancipación, hubiere existido una situación de acogimiento con los futuros adoptantes
o de convivencia estable con ellos de, al menos, un año, según dispone el art. 175.2o
CC, según la redacción de la LPIA.
El adoptado, pues, solo tiene que cumplir las condiciones de haber nacido (tener
capacidad jurídica) y no haber llegado a la emancipación.
Esto excluye la posibilidad de adoptar a los nascituri. Además, el art. 177.2o CC
establece que el asentimiento de la madre solo podrá prestarse seis semanas después del
parto.
2.3. Las prohibiciones
El artículo 175. 3 del Código Civil establece que no puede adoptarse:
I. A un descendiente
II. A un pariente de segundo grado de la línea colateral por consanguinidad o
afinidad
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III. A un pupilo por su tutor hasta que haya sido aprobada definitivamente la
cuenta general justificada de la tutela.
Hay que recordar que nadie puede ser adoptado por más de una persona, salvo que la
adopción se realice conjunta o sucesivamente por ambos cónyuges o por una pareja
unida por análoga relación de afectividad a la conyugal.
El art. 175.5o CC, introducido por la LPIA, permite la adopción conjunta incluso en el
caso de crisis de pareja, siempre y cuando el adoptando se encontrara en acogimiento
permanente o guarda con fines de adopción y se acredite la convivencia efectiva del
adoptando con ambos cónyuges durante los dos años anteriores a la propuesta de
adopción.
3. El procedimiento de adopción
3.1. La propuesta de la entidad pública
Según el artículo 176.2: “para iniciar el expediente de adopción será necesaria la
propuesta previa de la entidad pública a favor del adoptante o adoptantes que dicha
entidad pública haya declarado idóneos para el ejercicio de la patria potestad. La
declaración de idoneidad podrá ser previa a la propuesta”.
La entidad pública constituye una pieza clave del sistema adoptivo en la Ley 21/1987.
En términos prácticos la previsión legal se traduce en la competencia territorial de las
Comunidades Autónomas en el desarrollo de los aspectos reglamentarios exigidos por la
aplicación de la Ley 21/1987 y, de otra parte, en la existencia de un listado o elenco de
adoptantes que, una vez calificados como tales, han de ser considerados idóneos para
ser adoptantes de cualquier eventual tutelado.
Una importante novedad de la LPIA es la inclusión en el Código Civil de la regulación
de las condiciones básicas de la declaración de idoneidad. Se establece en el artículo
173.6 que “se entiende por idoneidad la capacidad, aptitud y motivación adecuadas para
ejercer la responsabilidad parental, atendiendo a las necesidades de los menores a
adoptar, y para asumir las peculiaridades, consecuencias y responsabilidades que
conlleva la adopción”. Por ello “no podrán ser declarados idóneos para la adopción
quienes se encuentren privados de la patria potestad o tengan suspendido su ejercicio, ni
quienes tengan confiada la guarda de su hijo a la Entidad Pública”.
La declaración de idoneidad por la Entidad Pública requerirá una valoración psicosocial
sobre la situación personal, familiar, relacional y social de los adoptantes, así como su
capacidad para establecer vínculos estables y seguros, sus habilidades educativas y su
aptitud para atender a un menor en función de sus singulares circunstancias, y se
formalizará mediante la correspondiente resolución. Los candidatos deberán asistir a
sesiones informativas y de preparación. Esta declaración de idoneidad deberá ser previa
a la propuesta de adopción por parte de la entidad pública y será siempre necesaria. En
ella deberá hacerse constar si las personas que se ofrecen a la adopción aceptarían
adoptar a un menor que fuese a mantener relación con la familia de origen.
3.2. La solicitud privada de adopción
La segunda parte del artículo 176.2 enumera, de forma taxativa y cerrada, una serie de
supuestos en los que resulta posible inicial el expediente de adopción en virtud de una
solicitud privada.
“no se requiere propuesta [de entidad pública] cuando en el adoptando concurra alguna
de las circunstancias siguientes:
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4. Irrevocabilidad de la adopción
La transcendencia de la adopción determina su carácter de inalterable o inmodificable
para el futuro, como establece el art. 180.1 CC, que dispone que la adopción es
irrevocable.
La irrevocabilidad de la adopción es una norma ya establecida en la mayor parte de los
sistemas jurídicos, ya que la trascendencia de la adopción no puede quedar al capricho
de los sujetos interesados en ella.
En consecuencia, el art. 180.4 CC establece que la determinación de la filiación que por
naturaleza corresponda al adoptado no afecta a la adopción. Por tanto, ni siquiera la
circunstancia de que se llegara a determinar la verdadera filiación de quien fue adoptado
en condiciones de ser hijo de padres desconocidos provocaría la pérdida de su condición
de hijo adoptivo del correspondiente adoptante.
La Ley pretende dotar de la máxima estabilidad y continuidad a la filiación adoptiva:
una vez constituida la adopción mediante el auto judicial, el hijo adoptivo se integra en
la estirpe del adoptante como si fuere descendiente consanguíneo y se extinguen
posibles vínculos jurídicos con su familia biológica.
Sin embargo, excepcionalmente, durante los dos años siguientes al auto judicial, la
adopción regularmente constituida puede ser contradicha y privada de efectos por no
haber prestado el padre o la madre del hijo adoptivo su asentimiento al cambio familiar
producido. La falta de intervención de los progenitores legalmente determinados del
adoptado debe haberse producido “sin culpa suya” y es imprescindible que la extinción
no perjudique gravemente al menor. El plazo de dos años se considera de caducidad y
debe computarse a partir de la firmeza del auto judicial. Esto se hace para evitar que la
adopción sea algo interino.
En referencia a la irrevocabilidad de las adopciones realizadas en el extranjero, se debe
prestar especial atención a que las autoridades españolas controlarán que se produzca la
extinción de vínculos jurídicos entre el adoptado y su familia anterior, que se le
reconozcan los mismos vínculos de filiación que los de la filiación por naturaleza y que
sea irrevocable por los adoptantes.
En el supuesto que la ley extranjera admita la revocación por el adoptante, será requisito
indispensable que este renuncie al ejercicio de la facultad de revocarla, antes del
traslado del menor a España, en documento público o mediante comparecencia ante el
Encargado del Registro Civil.
5. Efectos de la adopción
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La integración familiar del adoptado en la familia del adoptante implica que aquél debe
considerarse desligado o excluido de su familia de origen.
Sin embargo, la multitud de supuestos exige al legislador considerar extremos en los
que se requiere mantener la relación familiar preexistente. Atendiendo a esto, el art.
178.2o establece que, por excepción subsistirán los vínculos jurídicos con la familia del
progenitor que, según el caso, corresponda:
Cuando el adoptado sea hijo del cónyuge del adoptante, aunque el consorte
hubiere fallecido
Cuando solo uno de los progenitores haya sido legalmente determinado, siempre
que tal efecto hubiere sido solicitado por el adoptante, el adoptado mayor de
doce años y el progenitor cuyo vínculo haya de persistir.
Los denominados impedimentos matrimoniales siguen rigiendo entre el adoptado y su
familia de origen.
5.3. Los orígenes biológicos de las personas adoptadas
Aunque la adopción sea irrevocable y, en consecuencia, la determinación de la filiación
natural o biológica del adoptado no la modificará, el derecho a conocer la propia
identidad biológica se establece en los apartados 5 y 6 del art. 180 CC, que dispone, en
primer lugar, que las Entidades Públicas asegurarán la conservación de la información
de que dispongan relativa a los orígenes del menor, en particular, la información sobre
la identidad de los progenitores. Por otra parte, las personas adoptadas, una vez
alcanzada la mayoría de edad o durante su minoría de edad representadas por sus
padres, tendrán derecho a conocer los datos sobre sus orígenes biológicos.
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TEMA 10
CAPÍTULO 23: LA PATRIA POTESTAD
1. Concepto y fundamento
La patria potestad es el conjunto de deberes, atribuciones y derechos que los
progenitores ostentan respecto de los hijos que, por ser menores de edad, se encuentran
de forma natural bajo la guarda, protección y custodia de sus padres.
La patria potestad no debe entenderse como un derecho subjetivo, sino como una
potestad en sentido técnico. Los poderes que el ordenamiento jurídico reconoce a los
progenitores en relación con los hijos son consecuencia del conjunto de deberes que
sobre ellos pesan respecto de la educación, crianza y formación de los hijos. Las
facultades que el Código Civil otorga a los progenitores respecto de los hijos, son
potestades, porque se trata de poderes que el ordenamiento jurídico les concede o
reconoce para que los ejerciten precisamente en beneficio de los hijos.
La idea del beneficio de los hijos preside el conjunto de la regulación actual del Código
Civil, cuyo art. 154.2o CC establece que la patria potestad, como responsabilidad
paternal, se ejercerá siempre en interés de los hijos, de acuerdo con su personalidad.
El ejercicio conjunto de la patria potestad compete a ambos progenitores de forma
conjunta e inseparable.
2. Los sujetos de la patria potestad
2.1. Los hijos no emancipados
Como regla quedan sometidos a la patria potestad los hijos menores de edad que no
hayan sido emancipados, tal y como expresa el artículo 154.1
2.2. La patria potestad conjunta: titularidad y ejercicio de la patria potestad
La patria potestad compete a ambos progenitores de forma conjunta y por principio
inseparable.
La titularidad y el ejercicio conjuntos de la patria potestad constituyen o representan el
ideal a perseguir por los propios progenitores. Sin embargo, puede ser admisible e
incluso necesario el ejercicio individual de la patria potestad, como serían los casos de
desavenencias reiteradas o crisis matrimoniales entre cónyuges.
El art. 156 CC formula diversos supuestos en los que el ejercicio individual de la patria
potestad por uno de los progenitores ha de ser considerado lícito y válido, distinguiendo
entre:
- El ejercicio individual de carácter coyuntural
- El ejercicio individual tendencialmente permanente
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En caso de desacuerdo, el art. 156 CC prevé que cualquiera de los dos progenitores
podrá acudir al Juez, quien, después de oír a ambos y al hijo si tuviera suficiente
madurez y, en todo caso, si fuera mayor de doce años, atribuirá la facultad de decidir a
uno de los cónyuges. Si los desacuerdos fueran reiterados o concurriera cualquier otra
causa que entorpezca gravemente el ejercicio de la patria potestad, podrá atribuirla total
o parcialmente a uno de los padres o distribuir entre ellos sus funciones. Esta medida
tendrá vigencia durante el plazo que se fije, que no podrá nunca exceder de dos años.
En el supuesto que el desacuerdo sea puntual, la titularidad y el ejercicio de la patria
potestad siguen siendo conjuntos.
2.4. La atribución del ejercicio exclusivo de la patria potestad
Existe atribución exclusiva del ejercicio de la patria potestad en favor de uno de los
progenitores en los casos siguientes:
1) En caso de desacuerdos reiterados, el juez atribuirá en exclusiva a uno de los
progenitores el ejercicio de la patria potestad o, en su caso, de determinados
aspectos inherentes a la patria potestad, por un período que no supere los dos
años
2) En defecto, o por ausencia, incapacidad o imposibilidad de uno de los padres. En
este supuesto no se requiere la declaración judicial propiamente dicha relativa a
la ausencia o incapacitación técnicamente interpretadas.
3) Si los padres viven separados, la patria potestad se ejercerá por aquel con quien
el hijo conviva. La separación de los progenitores puede deberse a haber sido
judicialmente declarada o a la falta de convivencia efectiva de los progenitores
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a adoptar las medidas pertinentes para proporcionar a las personas con discapacidad el
acceso al apoyo que puedan necesitar en el ejercicio de su capacidad jurídica.
Las medidas relativas al ejercicio de la capacidad jurídica han de respetar los derechos,
la voluntad y las preferencias de la persona, han de ser proporcionales y adaptadas a las
circunstancias de la persona, deben aplicarse en el plazo más corto posible y tendrán
que estar sujetas a exámenes periódicos por parte de una autoridad u órgano judicial
competente, independiente e imparcial. Estas medidas serán proporcionales al grado en
que afecten a los derechos e intereses de las personas.
1.3. Los principales pilares de la reforma: de la tutela a la curatela y de la
representación a los apoyos
De la “sustitución” de la voluntad de las personas con discapacidad por un
sistema de asistencia para la toma de decisiones que respete los derechos, la voluntad y
las preferencias de las personas.
Este nuevo modelo debe respetar los principios de necesidad y proporcionalidad
de las medidas de apoyo que se establezcan y ha de ser “revisado” permanentemente.
Siguiendo la Convención de la ONU de 2006 sobre los derechos de las personas con
discapacidad, se da preferencia a las medidas voluntarias, que haya podido adoptar
preventivamente la persona en previsión de una posible discapacidad, sobre las medidas
de origen judicial. Las medidas pueden ser: la escritura pública de autoayuda, la
autocuratela, los poderes preventivos, las instrucciones previas a la toma de decisiones
sobre el cuidado de la salud.
Las líneas maestras de la reforma son:
1) Fin de la incapacitación judicial: el Título IX del Libro Primero del Código
Civil se redacta de nuevo: “De las medidas de apoyo a las personas con
discapacidad para el ejercicio de su capacidad jurídica”. La idea central ahora es
la de apoyo a la persona que lo precise, apoyo que, tal y como la ya citada
Observación General de 2014 recuerda, es un término que engloba todo tipo de
actuaciones: desde el acompañamiento amistoso, la ayuda técnica en la
comunicación de declaraciones de voluntad, la ruptura de barreras
arquitectónicas y de todo tipo, el consejo, o incluso la toma de decisiones
delegadas por la persona con discapacidad.
En aquellas situaciones en las que el apoyo no pueda darse de algún modo -solo
ante la imposibilidad- este puede concretarse en la representación en la toma de
decisiones. Podrá beneficiarse de las medidas de apoyo cualquier persona que
las precise, con independencia de si su situación de discapacidad ha obtenido
reconocimiento administrativo.
Nuevo enfoque más actual: las personas con discapacidad son titulares de
derecho a la toma de sus propias decisiones, derecho que ha de ser respetado.
La reforma normativa impulsada por esta ley debe ir unida a un cambio del
entorno, a una transformación de la mentalidad social y de los profesionales del
Derecho.
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Una vez oída la persona que requiera apoyo; y cuando, una vez oída, no resultare
clara su voluntad, el juez podrá alterar el orden, nombrando a la persona más idónea
para comprender e interpretar su voluntad, deseos y preferencias.
No podrán ser curadores (apartado 2º de 275) quienes hayan sido excluidos por
la persona, quienes por resolución judicial estuvieran privados o suspendidos en el
ejercicio de la patria potestad; y quienes hubieren sido removidos legalmente de una
tutela, curatela o guarda anterior. La autoridad judicial (ap. 3º) no podrá nombrar
curador a quien haya sido condenado por cualquier delito que haga suponer
fundadamente que no desempeñará bien la curatela; a quien tenga conflictos de intereses
con la persona que precise apoyo; al administrador que hubiere sido sustituido en sus
facultades de administración durante la tramitación del proceso concursal; y a quien le
sea imputable la declaración como culpable de un concurso.
El desempeño de la tutela será excusable si resultare excesivamente gravoso para
la persona nombrada. Las personas jurídicas privadas podrán excusarse cuando carezcan
de medios suficientes para el adecuado desempeño de la curatela o las condiciones de
ejercicio de la curatela no sean acordes con sus fines estatutarios. No podrán excusarse,
las personas jurídicas públicas (art. 281 CC).
Respecto a la remoción, el artículo 278 reconduce esta vicisitud a la
concurrencia de una causa legal de inhabilidad o al hecho de que el curador se conduzca
mal en el desempeño de su cargo por incumplimiento de los deberes propios y también
cuando surjan problemas de convivencia graves y continuados con la persona a la que le
presta el apoyo. Mientras se resuelve la causa, el juez podrá nombrar un defensor
judicial.
4.3. El defensor judicial conforme a la LAPCD
Se distingue entre el defensor judicial del menor de edad y el defensor judicial
de la persona con discapacidad. La regulación del segundo es supletoria del primer para
todo aquello que no esté previsto en la regulación ad hoc de la figura.
art. 235 – nombramiento de un defensor judicial:
- Cuando en algún asunto exista conflicto de intereses entre los menores y sus
representantes legales (salvo si la ley prevé otra forma de salvarlo).
- Cuando el tutor no desempeñare sus funciones, hasta que cese la causa
determinante o se designe otra persona.
- Cuando el menor emancipado requiera el complemento de capacidad previsto en
los artículos 247 y 248 y a quienes corresponda presarlo no puedan hacerlo o
exista un conflicto de intereses.
El defensor judicial de las personas con discapacidad, como medida de apoyo,
procederá cuando la necesidad de apoyo se precise de forma ocasional, aunque sea
recurrente. Se nombrará (art. 295):
- Cuando quien haya de prestar apoyo no pueda hacerlo, hasta que cese la causa
determinante o se designe a otra persona.
- Cuando exista conflicto de intereses.
- Cuando durante la tramitación de la excusa alegada por el curador, la autoridad
judicial lo considere necesario.
- Cuando se hubiere promovido la provisión de medidas judiciales de apoyo a las
personas con discapacidad y la autoridad judicial considere necesario proveer a
la administración de los bienes hasta que recaiga resolución judicial.
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