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TEXTO 1

1. “La vida –dice un hermoso adagio – es un don de la naturaleza, pero vivir bien es
un don de la sabiduría”. El desarrollo cerebral dio al hombre el don de la palabra,
pero la sabiduría, el aprendizaje inteligente, puede convertir esa materia prima de
la palabra, en la obra de arte de la conversación.

2. Saber conversar es más que saber hablar. El monólogo del hablador puede ser de
mérito, pero nunca será una conversación. Hay una diferencia esencial entre el
buen hablador que puede ser una persona inteligente e interesante, que sabe
contar cosas, y el buen conversador que es el que sabe compartir, alternar con el
otro el uso de la palabra. Es decir, se comunica, o mejor, se intercomunica, sabe
establecer el ciclo integral de la comunicación que implica o contiene tanto la
emisión de la fuente, como la comunicación de retorno del receptor. Eso es la
conversación: dar y recibir.

3. La conversación es pues una obra hecha en común, en cooperación. Conversar


supone una situación en que participan varias personas. El buen hablador sólo
necesita personas que lo oigan. El buen conversador estimula, promueve el ciclo
de la comunicación: emite y recibe, habla y escucha, suscita e incita la activa
colaboración que requiere el diálogo.

4. ¿Hemos pensado bien que tanto nuestra felicidad personal como el éxito social
dependen en gran medida de nuestra habilidad para llevar y mantener una
conversación interesante e inteligente, de nuestra capacidad para saber qué decir
y cómo decirlo, en breves palabras, de nuestra capacidad para comunicarnos
eficientemente?

5. ¿Cuáles son las características de un buen conversador, o de una buena


conversación? En la conversación se reflejan actitudes y los estilos típicos de las
relaciones interpersonales. Dime cómo conversas y te diré cómo te llevas con los
demás, cómo son tus relaciones con los demás. Veamos algunas recomendaciones
para el buen conversador:
1. Si lo que queremos es comenzar, abrir una conversación, lo primero que
debemos hacer es “sintonizarnos” con la “onda” del interlocutor. Asomarnos a su
“ventana”. Tratar de ver, de sentir las cosas como lo hace la persona con la que
dialogamos.
2. Tener algo interesante, ocurrente que decir, que llame la atención. No hablar
por hablar, para llenar el vacío silencio.
3. Saber escuchar con atención. Mantener una atención activa, no pasiva. Mostrar
con actitudes y gestos de interés en lo que se dice. Seguir el hilo de la
conversación.
4. Saber preguntar y comentar oportunamente es señal de que atendemos. Una
forma de demostrar que se mantiene una atención activa, es saber preguntar
acertadamente sobre lo que se dice para aclarar, precisar y saber comentar.
5. No interrumpir el curso de la conversación mientras alguien hable, sino esperar
una pausa, un momento adecuado o indicar con una señal digital el deseo de
intervenir.
6. No monopolice la conversación, ni haga afirmaciones tajantes, definitivas, ni
absolutas sobre una cuestión. Recuerde que ésa es su ventana y que también hay
otras desde donde se pueden ver diferentes aspectos del mismo asunto, lo que
influye a aumentar la información sobre el mismo.
7. Sobre todo, establezca y mantenga un tono emocional, agradable, amistoso;
échele un grano de sal a la conversación para saborearla mejor. Vea el lado
amable, risueño, humorístico, creativo de la conversación. Al fin y al cabo, la
conversación no es un duelo o polémica entre las personas, sino un abrazo cordial
y amistoso mediante el puente de las palabras.

1. El propósito final del autor del texto es

A) que todo interlocutor se esmere por manejar un adecuado nivel de vocabulario que
optimice su
conversación.
E) procurar que el lector sepa conversar, más que hablar por hablar.
B) lograr una mayor socialización e interacción social en el lector.
C) que el lector sepa discriminar entre el buen hablador y el buen conversador.
D) que el lector aprenda a reconocer aquellas personas que no saben conversar.

2. ¿Qué alternativa sintetiza mejor el primer párrafo?

A) la conversación también puede convertirse en un arte.


B) la palabra es fruto del desarrollo cerebral del hombre.
C) no basta con la vida propia, es preciso además poseer el don de la sabiduría.
D) el buen manejo de la palabra es un don de la naturaleza.
E) la conversación inteligente no es algo innato, sino adquirido a través de un
aprendizaje.

3. Identifique la aseveración que NO forma parte de las recomendaciones del autor

A) participar de una conversación es también hacer preguntas oportunas.


B) tratar de situarse en el punto de vista del interlocutor, aunque no sea el nuestro.
C) evitar un diálogo vacuo, carente de interés.
D) aprender a escuchar en silencio a nuestro interlocutor.
E) no acaparar uno el uso de la palabra.
4. ¿Con qué fin el autor cita aquel adagio al principio del texto?

A) demostrar que la vida y la sabiduría necesariamente van juntas.


B) divulgar el pensamiento popular acerca de cómo se debe llevar una buena
conversación.
C) hacer comprender que la vida y sabiduría pueden poseer un principio en común,
aunque luego se
distancien.
D) lo hace para motivar al lector en el tema que va a tratar.
E) hacer ver – a través de un aforismo- que vivir es una cosa y aprender a vivir es otra.

5. ¿Qué desea señalar el autor con la figura de la “ventana”?

A) que en todo tema siempre habrá nueva información que agregar sobre algún
asunto.
B) que es importante no monopolizar la conversación con un solo tema o “ventana”.
C) que el conversador monotemático siempre expondrá sólo su propio punto de vista,
desde su
“ventana”.
D) que todo asunto puede tener distintos puntos de vista, los cuales podrán
enriquecerlo más aún.
E) que toda afirmación tajante o absoluta se convierte en un solo punto de vista, igual
que una
“ventana” solitaria.

6. Indique cuál alternativa es FALSA respecto a las diferencias entre hablador y


conversador

A) el primero llena vacíos; el segundo, incentiva el diálogo.


B) el hablador carece de la inteligencia necesaria, mientras que en el segundo
constituye su principal
rasgo.
C) todo hablador requiere un público auditor, el conversador, en cambio, busca la
comunicación con su
interlocutor.
D) el hablador busca el protagonismo; el conversador lo evita.
E) el primero sabe contar cosas y el segundo, alternar el uso de la palabra.

7. A juicio del autor, ¿qué papel cumplen finalmente las palabras en una conversación?

E) convertirse en un nexo afectuoso y cordial entre las personas.


A) servir como materia prima en una conversación bien llevada.
B) es el fruto del desarrollo cerebral del hombre.
C) es el cierre del ciclo integral de toda emisión comunicativa.
D) lograr un tono risueño, humorístico, creativo, en toda conversación.

8. ¿Cuál es el título más adecuado para este texto?

A) “Radiografía de una conversación”.


B) “El hablador y el conversador: afinidades y distinciones”.
E) “Conversar como se debe”.
C) “Cómo hablar y conversar bien”.
D) “Técnicas para saber hablar y conversar”.

La compuerta número 12
Baldomero Lillo

Pablo se aferró instintivamente a las piernas de su padre. Zumbábanle


los oídos y el piso que huía debajo de sus pies le producía una extraña
sensación de angustia. Creíase precipitado en aquel agujero cuya negra
abertura había entrevisto al penetrar en la jaula, y sus grandes ojos miraban
con espanto las lóbregas paredes del pozo en el que se hundían con
vertiginosa rapidez. En aquel silencioso descenso sin trepidación ni más ruido
que el del agua goteando sobre la techumbre de hierro las luces de las
lámparas parecían prontas a extinguirse y a sus débiles destellos se delineaban
vagamente en la penumbra las hendiduras y partes salientes de la roca: una
serie interminable de negras sombras que volaban como saetas hacia lo alto.
Pasado un minuto, la velocidad disminuyó bruscamente, los pies
asentáronse con más solidez en el piso fugitivo y el pesado armazón de hierro,
con un áspero rechinar de goznes y de cadenas, quedó inmóvil a la entrada de
la galería.
El viejo tomó de la mano al pequeño y juntos se internaron en el negro
túnel. Eran de los primeros en llegar y el movimiento de la mina no empezaba
aún. De la galería bastante alta para permitir al minero erguir su elevada talla,
solo se distinguía parte de la techumbre cruzada por gruesos maderos. Las
paredes laterales permanecían invisibles en la oscuridad profunda que llenaba
la vasta y lóbrega excavación.
A cuarenta metros del pique se detuvieron ante una especie de gruta
excavada en la roca. Del techo agrietado, de color de hollín, colgaba un candil
de hoja de lata cuyo macilento resplandor daba a la estancia la apariencia de
una cripta enlutada y llena de sombras. En el fondo, sentado delante de una
mesa, un hombre pequeño, ya entrado en años hacía anotaciones en un
enorme registro. Su negro traje hacía resaltar la palidez del rostro surcado por
profundas arrugas. Al ruido de pasos levantó la cabeza y fijó una mirada
interrogadora en el viejo minero, quien avanzó con timidez, diciendo con voz
llena de sumisión y de respeto:
—Señor, aquí traigo el chico.
Los ojos penetrantes del capataz abarcaron de una ojeada el cuerpecillo
endeble del muchacho. Sus delgados miembros y la infantil inconsciencia del
moreno rostro en el que brillaban dos ojos muy abiertos como de medrosa
bestezuela, lo impresionaron desfavorablemente, y su corazón endurecido por
el espectáculo diario de tantas miserias, experimentó una piadosa sacudida a la
vista de aquel pequeñuelo arrancado a sus juegos infantiles y condenado,
como tantas infelices criaturas, a languidecer miserablemente en las húmedas
galerías, junto a las puertas de ventilación. Las duras líneas de su rostro se
suavizaron y con fingida aspereza le dijo al viejo que muy inquieto por aquel
examen fijaba en él una ansiosa mirada:
—¡Hombre!, este muchacho es todavía muy débil para el trabajo. ¿Es
hijo tuyo?
—Sí, señor.
—Pues debías tener lástima de sus pocos años y, antes de enterrarlo
aquí, enviarlo a la escuela por algún tiempo.
—Señor —balbuceó la voz ruda del minero en la que vibraba un acento
de dolorosa súplica—, somos seis en casa y uno solo el que trabaja, Pablo
cumplió ya los ocho años y debe ganar el pan que come y, como hijo de
mineros, su oficio será el de sus mayores que no tuvieron nunca otra escuela
que la mina.
Su voz opaca y temblorosa se extinguió repentinamente en un acceso de
tos, pero sus ojos húmedos imploraban con tal insistencia, que el capataz
vencido por aquel mudo ruego, llevó a sus labios un silbato y arrancó de él un
sonido agudo que repercutió a lo lejos en la desierta galería. Oyose un rumor
de pasos precipitados y una oscura silueta se dibujó en el hueco de la puerta.
—Juan —exclamó el hombrecillo, dirigiéndose al recién llegado—, lleva
a este chico a la compuerta número doce, reemplazará al hijo de José, el
carretillero, aplastado ayer por la corrida.

Baldomero Lillo. En Subterra. (Fragmento).

9. ¿Cuál es el sentido de la palabra LÓBREGAS en el contexto del primer párrafo


del texto leído?

A) TENEBROSAS, porque la oscuridad de las paredes inspira miedo en Pablo.


B) ENIGMÁTICAS, porque las paredes representan algo desconocido para Pablo.
C) DEPLORABLES, porque el estado de las paredes resulta lamentable para Pablo.
D) INQUIETANTES, porque las paredes alteran la calma en la que se encuentra
Pablo.
E) INABARCABLES, porque la dimensión de las paredes excede las posibilidades
de la visión de Pablo.
10. Se puede decir que el viaje que Pablo realiza en “la jaula” simboliza

A) la pérdida de su libertad.
B) el triunfo del destino sobre sus propósitos personales.
C) su primer enfrentamiento con la realidad.
D) el término de su infancia.
E) el inicio de su lucha contra la injusticia.

11. ¿Qué rasgo sintetiza la visión sobre el futuro expresada por el padre de Pablo?

A) Angustia, pues le aflige el hecho de llevar a su hijo a trabajar a la mina.


B) Indiferencia, ya que le resulta natural que su hijo comience a trabajar.
C) Resignación, dado que no encuentra otras opciones de vida para su hijo.
D) Conformismo, porque acepta de buen grado que su hijo comience a trabajar.
E) Duda, puesto que enfrenta con vacilación el hecho de llevar a su hijo a la mina.

12. ¿Cuál de los siguientes enunciados presenta una inferencia válida a partir de
la información del texto leído?

A) Pablo comenzará su trabajo en la mina como asistente de su padre.


B) El padre de Pablo procura mantener la tradición minera de su familia.
C) La mina será un lugar agradable para Pablo, a pesar de la primera impresión.
D) Pablo debe comenzar a trabajar, pues su padre pronto dejará de hacerlo.
E) El trabajo que Pablo realizará en la mina implica un alto riesgo.

13. A partir de la lectura del texto, ¿qué elemento del contexto social de los
personajes critica el autor?

A) La indiferencia social frente al sufrimiento infantil.


B) Las condiciones de explotación en que trabajan los mineros.
C) La carencia de oportunidades de desarrollo laboral.
D) La falta de opciones para impedir la reproducción del círculo de la pobreza.
E) La ineficiencia del Estado para asegurar el acceso a la educación de los niños.
14. “Baldomero Lillo (1867-1923) vive durante su infancia en la pequeña ciudad de
Lota, lugar en el que recoge las experiencias que cruzan las vidas de quienes
trabajan en las minas de carbón. Tempranamente, se ve forzado a abandonar sus
estudios para ingresar a trabajar en el almacén de un establecimiento minero”.

A partir de la información anterior, ¿qué elemento del contexto de producción


del autor evidencia una diferencia con el contexto actual?

A) La distribución de los ingresos económicos.


B) El tipo de labores productivas existentes.
C) El orden jerárquico dentro de las actividades laborales.
D) Las relaciones familiares.
E) La carencia de medidas de protección a la infancia.

15. A partir de la lectura, ¿qué propósito puede atribuirse al autor del relato?

A) Evidenciar las injusticias sociales de su entorno.


B) Denunciar las falta de seguridad laboral en las minas.
C) Cuestionar la autoridad de los padres para decidir sobre el destino de sus hijos.
D) Destacar la relevancia de la educación como mecanismo de movilidad social.
E) Valorar la sobrevivencia de los sectores sociales más vulnerables.

Bola de sebo
Guy de Maupassant

Durante muchos días consecutivos pasaron por la ciudad restos del


ejército derrotado. Más que tropas regulares, parecían hordas en dispersión.
Los soldados llevaban las barbas crecidas y sucias, los uniformes hechos
jirones, y llegaban con apariencia de cansancio, sin bandera, sin disciplina.
Todos parecían abrumados y derrengados, incapaces de concebir una idea o
de tomar una resolución; andaban solo por costumbre y caían muertos de fatiga
en cuanto se paraban. Los más eran movilizados, hombres pacíficos, muchos
de los cuales no hicieron otra cosa en el mundo que disfrutar de sus rentas, y
los abrumaba el peso del fusil; otros eran jóvenes voluntarios impresionables,
prontos al terror y al entusiasmo, dispuestos fácilmente a huir o acometer; y
mezclados con ellos iban algunos veteranos aguerridos, restos de una división
destrozada en un terrible combate; artilleros de uniforme oscuro, alineados con
reclutas de varias procedencias, entre los cuales aparecía el brillante casco de
algún dragón1 tardo en el andar, que seguía difícilmente la marcha ligera de los
infantes.
Compañías de francotiradores, bautizados con epítetos heroicos: Los
Vengadores de la Derrota, Los Ciudadanos de la Tumba, Los Compañeros de
la Muerte, aparecían a su vez con aspecto de maleantes, capitaneados por
antiguos almacenistas de paños o de cereales, convertidos en jefes gracias a
su dinero
—cuando no al tamaño de las guías de sus bigotes—, cargados de armas, de
abrigos y de galones, que hablaban con voz campanuda, proyectaban planes
de campaña y pretendían ser los únicos cimientos, el único sostén de Francia
agonizante, cuyo peso moral gravitaba por entero sobre sus hombros de
fanfarrones, a la vez que se mostraban temerosos de sus mismos soldados,
gentes del bronce, muchos de ellos valientes, y también forajidos y truhanes.
Por entonces se dijo que los prusianos iban a entrar en Ruan. La
Guardia Nacional, que desde dos meses atrás practicaba con gran lujo de
precauciones prudentes reconocimientos en los bosques vecinos, fusilando a
veces a sus propios centinelas y aprestándose al combate cuando un conejo
hacía crujir la hojarasca, se retiró a sus hogares. Las armas, los uniformes,
todos los mortíferos arreos que hasta entonces derramaron el terror sobre las
carreteras nacionales, entre leguas a la redonda, desaparecieron de repente.
Los últimos soldados franceses acababan de atravesar el Sena
buscando el camino de Pont-Audemer por Saint-Severt y Bourg-Achard, y su
general iba tras ellos entre dos de sus ayudantes, a pie, desalentado porque no
podía intentar nada con jirones de un ejército deshecho y enloquecido por el
terrible desastre de un pueblo acostumbrado a vencer y al presente vencido,
sin gloria ni desquite, a pesar de su bravura legendaria.
Una calma profunda, una terrible y silenciosa inquietud, abrumaron a la
población. Muchos burgueses acomodados, entumecidos en el comercio,
esperaban ansiosamente a los invasores, con el temor de que juzgasen armas
de combate un asador y un cuchillo de cocina. […]
En la tarde del día que siguió a la marcha de las tropas francesas,
aparecieron algunos ulanos2, sin que nadie se diese cuenta de cómo ni por
dónde, y atravesaron a galope la ciudad. Luego, una masa negra se presentó
por Santa Catalina, en tanto que otras dos oleadas de alemanes llegaba por los
caminos de Darnetal y de Boisguillaume. Las vanguardias de los tres cuerpos
se reunieron a una hora fija en la plaza del Ayuntamiento y por todas las calles
próximas afluyó el ejército victorioso, desplegando sus batallones, que hacían
resonar en el empedrado el compás de su paso rítmico y recio.
Las voces de mando, chilladas guturalmente, repercutían a lo largo de
los edificios, que parecían muertos y abandonados, mientras que detrás de los
postigos algunos ojos inquietos observaban a los invasores, dueños de la
ciudad y de vidas y haciendas por derecho de conquista. Los habitantes, a
oscuras en sus vivencias, sentían la desesperación que producen los
cataclismos, los grandes trastornos asoladores de la Tierra, contra los cuales
toda precaución y toda energía son estériles. La misma sensación se reproduce
cada vez que se altera el orden establecido, cada vez que deja de existir la
seguridad personal, y todo lo que protegen las leyes de los hombres o de la
naturaleza se pone a merced de una brutalidad inconsciente y feroz. Un
terremoto aplastando entre los escombros de las casas a todo el vecindario; un
río desbordado que arrastra los cadáveres de los campesinos ahogados, junto
a los bueyes y las vigas de sus viviendas, o un ejército victorioso que acuchilla
a los que se defienden, hace a los demás prisioneros, saquea en nombre de las
armas vencedoras y ofrenda sus oraciones a su dios, al compás de los
cañonazos; son otros tantos azotes horribles que destruyen toda creencia en la
eterna justicia, toda la confianza que nos han enseñado a tener en la protección
del cielo y en el juicio humano.
1
dragón: soldado que hacía el servicio alternativamente a pie o a caballo.
2
ulano: en los ejércitos austriaco, alemán y ruso, soldado de caballería ligera armado de lanza.

Guy de Maupassant. “Bola de sebo”. (Fragmento).

16. ¿Cuál es el sentido de la palabra REGULARES en el contexto del primer


párrafo del texto leído?

A) MEDIOCRES, porque las tropas conservaban su orgullo incluso en la derrota.


B) SISTEMÁTICAS, porque las tropas ya no pasaban con la constancia de antes.
C) PROFESIONALES, porque las tropas no parecían formar parte del ejército oficial.
D) COMUNES, porque las tropas no mantenían el aspecto que se les exigía.
E) NORMALES, porque las tropas se movilizaban con un contingente inusual.

17. Según el relato, las tropas francesas

A) se reagrupaban para preparar la defensa de Ruan.


B) se movilizaban estratégicamente para confundir al enemigo.
C) se marchaban luego de una trabajosa victoria.
D) se retiraban luego de una estrepitosa derrota.
E) se dirigían al Sena para sostener un enfrentamiento clave.

18. ¿Qué característica común puede asociarse a los militares que conforman las
tropas del relato anterior?

A) La falta de salud.
B) La desesperanza.
C) La irracionalidad.
D) La melancolía.
E) La agresividad.

19. En el quinto párrafo del relato, el narrador alude a la burguesía para

A) Criticar su pasividad y conformidad ante la invasión alemana.


B) Valorar su esfuerzo para preparar la defensa de la ciudad.
C) Evidenciar su orgullo al momento de enfrentar la derrota de su ejército.
D) Justificar su actuar ante la inminente llegada de los alemanes.
E) Juzgar su falta de apoyo durante la batalla contra los alemanes.
20. ¿Qué estereotipo presente en el contexto de producción de la obra es
presentado en forma crítica por el autor?

A) El habitante temeroso del invasor.


B) El soldado impulsivo.
C) El militar carente de valor.
D) El burgués dispuesto a ayudar al vencedor.
E) El militar que debe su rango a su fortuna.

21. “Bola de sebo” es un cuento del escritor francés Guy de Maupassant (1850-
1893), publicado en 1880. Este relato se ambienta en la ocupación alemana de
Francia durante la guerra franco-prusina de 1870. Muchos críticos han visto en
esta historia algunos aspectos autobiográficos de Maupassant, como el hecho de
que tuvo que huir a París junto con su padre cuando comenzó la invasión
alemana.

¿Qué aspecto(s) del contexto de producción puede(n) ser reconocido(s) en el


fragmento de “Bola de sebo” leído?

I. Uno de tipo social, al aludir a las jerarquías sociales de la época.


II. Uno de tipo histórico, al referir la entrada de los prusianos en Francia.
III. Uno de tipo político, al tratar un conflicto actual para el autor y sus lectores.

A) Solo I.
B) Solo III.
C) Solo I y II.
D) Solo II y III.
E) I, II y III.

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