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Más allá del éxito internacional alcanzado por The Kingdom (Riget), la serie escrita y dirigida por

Lars von Trier, hay algo muy cultural y especí co inherente en el texto sobre la experiencia de vida
en Dinamarca. Esto está marcado a lo largo de la serie y de diferentes maneras. Primariamente, el
nombre del hospital en el que se basa la serie es Rigshospitalet, un hospital real en Copenhagen.
Von Trier bastardea el nombre cambiándolo por Riget hospital, es decir, toma el apodo del
hospital para hacer una referencia satírica. En este cambio se produce un juego lingüístico ya que
Riget, que lo podemos traducir como reino, puede ser asociado con la denominación histórica de
la nación de Dinamarca, pero también con la creencia popular y cultural de la tierra de los
muertos. La secuencia de títulos se detiene en este signi cado dual creando un back story
mitológico sobre la tierra en la cual fue construido el hospital y, que a su vez, está inserta en la
historia popular de Copenhagen. The Kingdom es un microcosmos del estado. Administradores,
cientí cos, médicos y físicos de renombre pertenecen a una logia masónica llamada Hijos del
reino, en la cual conspiran con el objetivo de hacer avanzar sus carreras.

Von Trier mezcla la historia de fantasmas, el misterio, la telenovela medica, la comedia negra y el
splatter lm, y lo explota con géneros menores y los más conocidos clichés del cine de horror. La
serie va del horror al humor negro y al melodrama en pocos minutos. Es un juego de géneros
donde el cambio, incluso de tono, puede estar doblando un pasillo. El hospital, y la serie, esta
repleta de víctimas de mala praxis, exorcismos, nacimientos monstruosos y reuniones de o cina.
En The Kingdom hay una epidemia hilarante de mala dirección idealista que infectó cada esquina
y cada espacio. Los cientí cos y médicos usan la razón y la tecnología de vanguardia en busca
de objetivos totalmente absurdos y que muchas veces ignoran o matan a sus pacientes, e incluso
a ellos mismos.

Como microcosmos, la serie sugiere que la medicina bajo el moderno estado de bienestar perdió
contacto con su propia misión: trabajar por el bien común. El con icto central se desarrolla como
una competencia de discursos. Por un lado tenemos la medicina global moderna y por el otro, los
discursos marginalizados sobre las creencias populares. A su vez, ambos discursos se
materializan, tenemos el espiritismo de Drusse y el racionalismo, la vigilancia y la regulación de
Helmer. La construcción del hospital no se basa, ni tiene como eje, la expansión del conocimiento
ni la disposición para la disección de cuerpos. El espacio del hospital, al igual que su jerarquía,
corresponde más a un mapa del cuerpo y a una clasi cación de enfermedades y tratamientos.
Los niveles superiores están designados para la racionalidad, lo que contrasta con los niveles
inferiores de la irracionalidad y las profundidades turbias del reino. The Kingdom también está
pensado como un sujeto Freudiano/Junguiano con un inconsciente colectivo representado en los
archivos y en el barro que se encuentra debajo de su pasado pagano y folclórico.

Glen Creeber va más allá en su texto: Surveying The Kingdom: Explorations of Medicine, Memory
and Modernity in Lars von Trier’s The Kingdom. El autor boceta un modelo topográ co de la
organización espacial del hospital como metáfora de un tipo de inconsciente nacional arraigado
en la memoria de practicas culturales, espirituales y mitológicas, que se oponen al discurso
racional de la identidad europea contemporánea. Por lo tanto, The Kingdom representa y
disecciona un inconsciente nacional, explorando los roles de la memoria cultural en la
construcción tanto de la identidad personal como nacional. Creeber construye un interesante
análisis sobre el sentido de crisis que existe en ambos niveles, nacional y personal, en el
posmodernismo. La serie expone el descontento de la sociedad danesa sobre el estado de
bienestar y las políticas nacientes a partir del debate alrededor de la Union Europea. Los
fantasmas que von Trier inserta en la narrativa actúan como metáfora de la necesidad de hacerle
frente a los antecedentes históricos del contexto actual. Para señalar en que medida aparece
inscripta la identidad nacional y como, discursivamente, es sostenida y vigilada.

La primer temporada aborda traumas y delitos reprimidos de la historia que re ejan la situación
actual. La cultura danesa amenazada por di cultades económicas, la entrada a la Union Europea
y la globalización. Helmer personi ca una mirada materialista opuesta a la ética del estado de
bienestar danes. Esta primer parte naliza con el nacimiento del Pequeño Hermano, quien va a
ser el espectáculo central de la segunda temporada, un infante monstruosamente grande.
Pequeño Hermano es un hombre completamente articulado que crece para morir, en él se articula
la muerte como proceso natural. Esto también re ere a una vieja versión del grotesco, una mirada
medieval/folclorica en la cual el monstruo es sagrado. Si bien estos cuerpos pueden delatar un
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origen demoniaco, en el grotesco son bendecidos con visiones especiales. Lars von Trier hace de
lo monstruoso del cuerpo la fuente de lo sublime. El ejemplo más claro se encuentra en las
predicciones y parábolas de los personajes que lavan los platos.

Pero este no es el único debate al que el director le presta atención. La serie se interesa en el
debate alrededor de la hegemonía cultural asociada a la televisión europea y al cine en el
contexto industrial y global. La “televisión de calidad” es asociada a paradigmas de gustos y
valores culturales provenientes de las burguesías, que poseen un cierto argumento de hegemonía
cultural validado por la propia formación. The Kingdom puede ser leída como una “serie de
calidad” que trabaja sobre la telenovela medica, el grotesco y diversos elementos de la cultura
popular. En el contexto de la globalización del cine y volviendo sobre estilos más populares, von
Trier encuentra una manera de explotar las demandas que aseguran que aparezca un mundo más
amplio que el cine mainstream norteamericano. La forma hibrida de la serie parece empezar a
articular algunas preocupaciones sobre la cultura estadounidense imperialista, que más adelante
Lars von Trier trabaja de manera más autoconsciente.

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