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Mis recuerdos – Bartosz Iwański

Los recuerdos, especialmente los de la infancia, son cosas muy peculiares. No se


puede capturarlos, atraparlos, comprarlos ni venderlos. Tampoco es posible
intencionadamente crear un recuerdo. Efímeros en su naturaleza, sin embargo, están
profundamente integrados en cada persona. A veces, lo único que necesitamos para
desvelarlos es un simple sonido, un olor o una vista de un lugar familiar. En estos momentos,
de repente salen de nuestra memoria de una manera tan fuerte que nos dejan boquiabiertos y
preguntándonos cómo hemos podido olvidarnos de ellos. La memoria nos pilla y atrapa, no se
puede escapar de su fuerza.  En este ensayo quiero contar sobre mis experiencias de este tipo.
Para empezar, quiero contar sobre un recuerdo personal y cerca de mi corazón conectado con
mi infancia y crianza.
Se debe pintar el contexto apropiado. Desde cuando era un niño vivía en una casa
suburbana en el barrio situado más al este de todos en Varsovia - Wesoła.  El distrito fue
construido en los años 80, los arquitectos lo han imaginado como un barrio relajado y alejado
del bullicio de la ciudad. En consecuencia, lo que se creó se convirtió en una ciudad propia,
separada de Varsovia por unos pocos kilómetros de bosque. Tuvimos aquí todo lo necesario:
un supermercado, una oficina de correos, una pizzería y algunas tiendas de żabka. Alguien
puede vivir aquí y nunca tener la necesidad de ir al centro. Por eso cuando era niño nunca lo
hice y me pasaba los días vagando por mi pequeña ciudad natal. Quiero describir mis
recuerdos de este período de mi vida, los más importantes y formativos.
Mi primer recuerdo es uno de la naturaleza. Mi casa está situada justo en el límite
donde acaba el bosque y empieza la ciudad, así que cuando era niño siempre me pasaba todas
las tardes vagando entre los árboles y los arbustos. De pequeño iba a pie con mi madre y
luego iba en bicicleta solo o con amigos después del colegio. Por supuesto, tengo mil historias
que contar, pero quería centrarme en una en particular, sobre todo si se puede llamar
"historia". Mi recuerdo más grato está relacionado con el olor que tienen los árboles durante
un caluroso día de verano. Después de un largo día con el sol brillando los árboles y arbustos
pierden toda su agua. En consecuencia, todo el bosque desprende un particular olor de tierra.
El aire cálido se siente a tu alrededor, pero no sientes calor porque no hay humedad y hay
mucha cobertura de sombra. Recuerdo los momentos durante las vacaciones cuando estaba a
punto de llegar a casa y me bajaba de la bici a respirar el aire y sentir el ambiente. Nunca voy
a olvidarme de este olor y de este recuerdo – me atrapa en su magia cada verano.
Otro recuerdo que estimo está también relacionado con un día de verano. Este lo he
vivido mucho más tarde, durante mis años de estudiante de secundaria. Por lo general, al
menos una vez cada verano alguien tuvo la brillante idea de organizar una fiesta en medio del
bosque. Después de tomar unas copas, nos tumbamos en la hierba y escuchamos a Pink Floyd
mientras hablamos de la vida y de lo que nos espera en ella. Para mí el momento está perdido
para siempre en el tiempo. No teníamos las obligaciones de la vida adulta. No pensábamos
en trabajos ni en estudios. Simplemente compartíamos una cerveza con los compañeros en
el bosque, echando unas risas. Sin embargo, estoy seguro de que nunca recordaría ese
momento con tanta claridad si no fuera por otra cosa que ocurrió. Por encima de nosotros, a
medida que el día llegaba a su fin, un gigantesco sol rojo comenzó a hundirse en el horizonte.
Fue uno de los atardeceres más hermosos que he visto en mi vida. Riendo y tratando de
encontrar el camino a casa en el bosque cada vez más oscuro, nuestro día terminó. No pasó
nada en particular, pero sigue vivo en mi memoria.
Las memorias son cosas particulares. Por muy felices que sean, siguen evocando una
sensación de tristeza. Al fin y al cabo, apreciamos cosas que ya han pasado, que no volverán.
Creo que es importante recordar los momentos queridos, disfrutarlos y sentirlos cuando
vuelven a nosotros. Sin embargo, no debemos permitir que la nostalgia nos venza. La vida
está hecha para vivirla, no para recordarla, después de todo.

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