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Latinoamericano y Caribeño
Serie Pensamientos Silenciados
LEER A FANON,
MEDIO SIGLO DESPUÉS
ENSAYO INTRODUCTORIO, CRONOLOGÍA
Y SELECCIÓN DE FELIX VALDÉS GARCÍA
Patricia Zapata
Felix Valdés García
Aimé Césaire
Ernest Pépin
Simone de Beauvoir
Dan Georgakas
Marta Valdés
Linton Kwesi Johnson
Leer a Fanon, medio siglo después / Aimé Césaire ... [et al.].
- 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : CLACSO, 2017.
Libro digital, PDF
Patricia Zapata
De Rosa Luxemburg para Frantz Fanon 11
DE FRANTZ FANON
Piel negra, máscaras blancas (en Peau noire, masques blancs, 1952) 53
“Racismo y cultura” (en Primer Congreso de Escritores y Artistas Negros
en París, 1956) 87
“Carta a un francés” (en Por la revolución africana. Escritos políticos, 1965) 99
“Carta de renuncia enviada al Ministro Residente” (en Por la revolución
africana. Escritos políticos, 1965) 103
“Descolonización e independencia” (en El Moudjahid, 1958) 107
“Argelia se quita el velo” (en Sociología de una revolución
o El año V de la revolución argelina, 1959) 113
Los condenados de la tierra (en Les damnés
de la terre, 1961) 129
Aimé Césaire
“Un homenaje a Frantz Fanon” (en Presence Áfricaine Nº 12, 1962) 195
Ernest Pépin
“Lo que dice Fanon” (inédito, 2013) 199
Simone de Beauvoir
La fuerza de las cosas (en La Force des choses, 1963) 205
Dan Georgakas
“Los últimos días de Frantz Fanon” (en El corno emplumado Nº 29, 1969) 217
A FRANTZ FANON
Marta Valdés
“Canción desde otro mundo” (inédito, 1969) 229
Aimé Césaire
“Par tous mots/guerrier-silex” (en La ventana, s.f.) 231
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Piel negra, máscaras blancas
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—Mira, hombre, yo no conozco eso del prejuicio del color… Pues no falta-
ría más, entre usted, señor en nuestra casa no existe el prejuicio del color…
Por supuesto, el negro es un hombre como nosotros… Por muy negro que
sea no es menos inteligente que nosotros… Tuve un compañero senegalés
en el regimiento, era muy fi no…
—¿Dónde situarme? ¿Dónde, si ustedes prefieren, me meto?
—Martiniqués, originario de nuestras antiguas colonias.
¿Dónde podría esconderme?
—¡Mira el negro…! ¡Mamá, un negro! ¡Chist! Que se va a enfadar… No le
haga caso, señor, no sabe que usted es tan civilizado como Nosotros…
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Piel negra, máscaras blancas
[…]
Vergüenza. Vergüenza y desprecio de mí mismo. Náusea. Cuando
me aman me dicen que es a pesar de mi color… Cuando me detestan
añaden que no es por mi color… Aquí y allá soy prisionero del círculo
infernal.
Vuelvo las espaldas a estos escrutadores antediluvianos y me afe-
rro a mis hermanos, negros como yo. Horror, me rechazan. Son casi
blancos. Y además se van a casar con una blanca. Tendrán niños lige-
ramente morenos. Quién sabe, poco a poco, quizás…
[…]
¡Qué vergüenza!
El judío y yo: no contento con racializarme, por un golpe de suer-
te, me humanizaba. De bracete con el judío, hermanos de desgracias,
rigor de las desdichas.
¡Qué vergüenza!
A primera vista, puede parecer asombroso que la actitud del an-
tisemita se asemeje a la del negrófobo. Mi profesor de filosofía, de
origen antillano, me lo recordaba un día: “Cuando oigan hablar mal
de los judíos, afinen la oreja, hablan de ustedes”. Yo pensaba que tenía
razón universalmente, entendiendo por esto que yo era responsable,
en mi cuerpo y en mi alma, de la suerte reservada a mi hermano.
Desde entonces, comprendí que solo quería decir: un antisemita es
forzosamente negrófobo.
Llega usted demasiado tarde, tardísimo. Entre ustedes y nosotros
habrá siempre un mundo −blanco−… Imposibilidad para el otro de
liquidar de una vez para siempre el pasado. Es comprensible entonces
que, ante una anquilosis afectiva del blanco, yo decidiese lanzar mi
grito negro.
[…]
[…]
Así, a mi irracional, se oponía el racional. A mi racional, el “ver-
dadero racional”. Siempre salía perdiendo. Experimenté mi herencia.
Hice un balance completo de mi enfermedad. Quería ser típicamente
negro, no me fue posible. Quise luego ser blanco, más valía reírse. Y
cuando intenté, en el plano de la idea y de la actividad intelectual,
reivindicar mi negritud, me la arrancaron. Me demostraron que mi
andaduda peculiar era solo un término de la dialéctica.
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Pero aún hay algo más grave; el negro, como ya dijimos, se crea un racis-
mo antirracista. No desea de ninguna manera dominar el mundo: quiere
la abolición de los privilegios étnicos, vengan de donde vengan; afirma su
solidaridad con los oprimidos de todo color. De golpe, la noción subjetiva,
existencial, étnica de negritud “pasa”, como dice Hegel a la de −objetiva,
positiva, exacta− de proletariado. Para Césaire −dice Senghor− el blanco
simboliza el capital, el negro el trabajo… Césaire canta la lucha del prole-
tariado mundial a través de los hombres de piel negra de su raza. […] De
hecho, la negritud es como el tiempo débil de una progresión dialéctica.
La afirmación teórica y práctica de la supremacía del blanco es la tesis; la
posición de la negritud como valor antitético es el momento de la nega-
tividad; pero este momento negativo no es suficiente por sí mismo, y los
negros que lo usan lo saben perfectamente. Saben que apunta a la prepa-
ración de la síntesis o realización de lo humano en una sociedad sin razas.
La negritud es para destruirse, es paso y no término, medio y no fin último.
(Sartre, 1948: 15-ss.)
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Frantz Fanon en una rueda de prensa del Congreso de escritores en Túnez, 1959.
Foto: Fonds Frantz Fanon/IMEC.
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RACISMO Y CULTURA*
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siasman por este o por aquel rasgo específico. Los conceptos de pureza, ingenuidad,
inocencia, aparecen. Aquí debe redoblarse la vigilancia del intelectual indígena.
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Racismo y cultura
son perfectas. Es verdad que la idea que nos formamos del hombre
nunca depende totalmente de las relaciones económicas, es decir, no
olvidemos que las relaciones existen histórica y geográficamente en-
tre los hombres y los grupos. Cada vez más miembros pertenecientes
a sociedades racistas toman posición. Ponen su vida al servicio de
un mundo en el cual el racismo sería imposible. Pero este retroceso,
esta abstracción, este compromiso solemne no están al alcance de to-
dos. No se puede exigir sin menoscabo que un hombre esté contra los
“prejuicios de su grupo”.
Así pues, digámoslo nuevamente, todo grupo colonialista es ra-
cista. A la vez “aculturado” y deculturado, el oprimido sigue obsti-
nándose contra el racismo. Encuentra ilógica esta secuela e inexpli-
cable cuanto le ha ocurrido, sin motivo, inexacto. Sus conocimientos,
la apropiación de técnicas precisas y complicadas −algunas veces su
superioridad intelectual consiguió la atención de un gran número de
racistas− lo llevaron a calificar el mundo racista de pasional. Se aper-
cibe que la atmósfera racista impregna todos los elementos de la vida
social. El sentimiento de una injusticia agobiante es entonces muy
vivo. Olvidando el racismo- consecuencia se encarniza con el racis-
mo-causa. Se emprenden campañas de desintoxicación. Se hace un
llamado al sentido de lo humano, al amor, al respeto de los valores
supremos…
De hecho, el racismo obedece a una lógica sin falle. Un país que
vive saca su sustancia de la explotación de pueblos diferentes, inferio-
riza a esos pueblos. El racismo aplicado a estos pueblos es normal.
El racismo no es, pues, una constante del espíritu humano.
Es, nosotros lo hemos visto, una disposición inscrita en un siste-
ma determinado. Y el racismo judío no es diferente del racismo negro.
Una sociedad es racista, o no lo es. No existen grados de racismo.
No es necesario decir que tal país es racista pero que en él no se
realizan linchamientos ni existen campos de exterminio. La verdad es
que todo esto y algo más existe en el horizonte. Estas virtualidades,
estas fuerzas latentes circulan dinámicas, valuadas en la vida de las
relaciones psicoafectivas, económicas…
Al descubrir la inutilidad de su enajenación, la profundización de
su despojo, el inferiorizado, después de esta fase de culturación, de
extrañamiento, encuentra sus posiciones originales.
El inferiorizado se ata con pasión a esta cultura abandonada,
separada, rechazada, menospreciada. Existe una muy clara promesa
ilusoria que aparenta psicológicamente el deseo de hacerse perdonar.
Pero detrás de este análisis simplificante hay en el inferiorizado
la intuición de una verdad espontáneamente aparecida. Esta historia
psicológica desemboca en la Historia y en la Verdad.
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REIVINDICACIÓN Y NO SÚPLICA
Y, antes que nada, en ningún momento el FLN ha apelado a la gene-
rosidad, a la magnanimidad, a la gentilidad del colonizador. El co-
lonizador llega en una mutación vertiginosa a una cualidad nueva,
elaborada en y por el combate. El lenguaje utilizado por el FLN, desde
los primeros días de la revolución, es un lenguaje de responsabilidad.
Las apelaciones a las fuerzas democráticas francesas no son redacta-
das en términos ambiguos de tono más o menos infantil. Decimos a
la izquierda francesa: sed lógicos con vosotros mismos, ayudarnos,
sostened la causa de la revolución argelina. El cuidado constante del
FLN de desembarazarse de las relaciones colonizador, pueblo argelino
francés, del confusionismo tradicional, han colocado los elementos
democráticos franceses en una situación no acostumbrada. Su acción
es invitada a encarnarse, menos en una atmósfera de simpatía difusa
que en el rigor doctrinal de un anticolonialismo auténtico. Una de-
limitación parecida de las fronteras podría, después de un examen
superficial, ser asimilada a la de la rigidez. Por ello no resulta raro
escuchar a los demócratas franceses reprobarnos: si continuáis, os
dejaremos caer. Esta posición indica que la acción de los demócra-
tas está desprovista de todo valor revolucionario y doctrinal, porque
precisamente se alimenta de fuentes ambivalentes de bondad para el
oprimido o de sed de hacer algo, de ser útil, etcétera.
2 Nombre dado por los reaccionarios y militares a los políticos franceses (general-
mente de izquierda) que querían abandonar las colonias de Francia (Nota del editor).
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El pueblo argelino sabe que los pueblos del África negra siguen
con simpatía y entusiasmo si lucha contra el colonialismo francés.
El pueblo argelino no ignora que cada golpe dado contra la opresión
francesa en Argelia desmantela la potencia colonialista.
Cada emboscada tendida, cada guarnición atacada y destruida,
cada avión abatido, siembra el pánico en el dispositivo colonial fran-
cés y refuerzan la conciencia nacional africana, malgacha o antillana.
Los pueblos oprimidos saben hoy que la liberación nacional, esta
inscrita en el desarrollo histórico, pero saben también que esta libera-
ción, debe ser la obra necesaria del pueblo oprimido.
Son los pueblos coloniales los que deben liberarse de la domina-
ción colonialista.
La verdadera liberación no es esta pseudoindependencia en la
que los ministros de responsabilidad limitada tratan con una econo-
mía dominada por el pacto colonial.
La liberación es el toque a muerte del sistema colonia, desde la
preeminencia de la lengua del opresor y la “departamentalización”
hasta la unión aduanera que mantienen en realidad al antiguo coloni-
zado en las apretadas redes de la cultura, de la moda y de las imágenes
del colonialista.
El pueblo argelino ha emprendido este toque a muerte con tena-
cidad y con fervor.
Nosotros no esperamos que el colonialismo se suicide. Está en
su lógica defenderse con encarnizamiento. Es, por lo demás, tomar
conciencia de su imposibilidad de sobrevivir lo que determinará sui
liquidación como forma de contacto con los otros pueblos.
El pueblo colonialista no será curado de su racismo y de su de-
bilidad espiritual más que si, realmente, acepta considerar la antigua
posesión como una nación absolutamente independiente.
Toda evocación de “antiguos lazos” o de “comunidades” irreales
es una mentira y un ardid.
El pueblo argelino prueba desde hace casi cuatro años que esta
mentira y este ardid no están más a la altura de su verdad y de su
voluntad.
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