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ACOSO ESCOLAR:
DETECCIÓN E INTERVENCIÓN
MÓDULO 1
MÓDULO 01. NATURALEZA DE LA AGRESIVIDAD HUMANA
01
MÓDULO
NATURALEZA DE LA AGRESIVIDAD
HUMANA
ÍNDICE DE CONTENIDOS.
1. Introducción
2. La agresividad como proceso instintivo
3. Agresividad y frustración previa
4. Las teorías cognitivas sobre la agresividad
5. Los modelos sociobiológicos sobre la agresividad
6. Los modelos neuroquímicos sobre la agresividad
7. Los modelos neuroendocrinos sobre la agresividad
8. La agresividad como interacción del individuo con
distintos factores
9. La agresividad: el resultado de un aprendizaje
10.Teoría ecológica de la agresividad
“Hemos aprendido a volar como los pájaros y a nadar como los peces,
pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir juntos como hermanos”.
1. INTRODUCCIÓN
Los expertos confirman que en una pequeña zona, situada en la base del
cerebro, es donde se origina el sentimiento de ira y de ella parten los
impulsos nerviosos que causan los cambios fisiológicos anteriormente
señalados. Esta pequeña zona se denomina hipotálamo y su actividad estimula
la respuesta emocional. Las consecuencias fisiológicas y los cambios que
acarrean tienden a persistir durante algún tiempo, incluso aunque haya
desaparecido la amenaza inmediata del entorno. Es decir, una vez desatada la
ira, el sujeto tarda algún tiempo en volver a la calma.
defendiendo que los seres humanos nacemos con una innata necesidad de odio
y destrucción.
Teoría psicoanalítica de la agresividad
Una de las figuras que con más frecuencia se ha asociado a dicha hipótesis es
la de Freud, quien en 1920 y a raíz de los horrores de la Primera Guerra Mundial,
se manifestó convencido de que las personas estaban impulsadas hacia el
odio y la muerte, afirmando que “(...) el hombre no es una criatura tierna y
necesitada de amor, que sólo osaría defenderse si se la atacara, sino, por el
contrario, un ser entre cuyas disposiciones instintivas también debe incluirse una
buena porción de agresividad. Por consiguiente, el prójimo no le representa
únicamente un posible colaborador y objeto sexual sino también un motivo de
tentación para satisfacer en él su agresividad, para explotar su capacidad de
trabajo (...), para humillarlo, para ocasionarle sufrimientos, martirizarlo y
matarlo”.
Freud y otros autores de orientación
psicoanalítica consideran la
agresividad como uno de los motores
básicos de la vida. La describe como
una fuerza global, instintiva, urgente,
presente en toda actividad humana y
básicamente inevitable. Afirma que
“evidentemente, al hombre no le resulta
fácil renunciar a la satisfacción de estas
tendencias agresivas suyas; no se
siente nada a gusto sin esa satisfacción
(...). Siempre se podrá vincular
amorosamente entre sí a un mayor
número de hombres, con la condición de
que sobren otros en quienes descargar
los golpes”.
Teoría etológica
La Etología es el estudio biológico de la conducta de los animales, estudio
que se debe realizar en el ambiente natural de vida del animal. Se considera
“como un enfoque abierto y flexible, (...) que defiende un enfoque interactivo
entre un organismo, preprogramado en ciertos aspectos, pero en relación a un
“ambiente significativo” y sensible a las variables situacionales-contextuales”
(Arranz Freijo, 1990). Es decir, para los etólogos hay dos elementos de enorme
importancia cuando estudian cualquier conducta:
• El contexto en el que se da.
• Su valor adaptativo.
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Según Lorenz la agresividad funciona como una caldera de vapor en continuo proceso de calentamiento, en la que
aquel debe liberarse de forma continua para evitar un exceso de presión que terminaría por hacerla explotar. Cuando la
válvula de seguridad se bloquea y la presión excede los niveles de tolerancia, la explosión resulta inevitable.
Pastore (1952) halló, entre estudiantes, que su inclinación a agredir era mucho
mayor ante situaciones frustrantes arbitrarias o injustas (Ej: Pasar un autobús
tras haber esperado largo tiempo en una parada cuando el conductor claramente
ha visto que estaban esperando) frente a situaciones menos arbitrarias o
comprensibles (Ej: Ver llegar un autobús especial que pasa la parada porque
está fuera de servicio). Atendiendo a la propuesta de Dollard, esta característica
de arbitrariedad puede ser interpretada por lo inesperado (grado de expectativa)
que conllevan dichas situaciones.
Worchel (1974) destacó que la frustración induce mayor agresividad cuando los
resultados derivados de ésta producen una mayor disparidad respecto de las
gratificaciones anticipadas por su consecución. Así, los sujetos muestran mayor
hostilidad ante la frustración cuando sus expectativas son las de obtener unas
consecuencias altamente positivas que cuando sus expectativas son obtener
logros no muy valorados. Por ello, Worchel concluía que el valor concedido a
las consecuencias esperadas por el sujeto es un elemento que media entre
la frustración y la agresividad.
Los estudios de Averrill (1982) y Weiner et al. (1982) pusieron de manifiesto que
cuando los sujetos atribuyen carácter intencional y voluntario a la frustración
ocasionada, se genera un mayor grado de ira y agresividad. Para Weiner et al.
(1982) las atribuciones favorecen la agresividad cuando poseen cualquiera de
estas tres condiciones:
a. Proceden de un sujeto y no del exterior.
b. Ser evitables o controlables.
c. Son socialmente inadecuadas.
Son cada vez más los investigadores que aceptan la idea de que ningún factor
por sí mismo o ningún proceso psicológico único podría explicar la conducta
agresiva humana. Existe una creciente evidencia de que la agresividad es
una conducta relativamente estable con relación a la población entre los
niños y jóvenes y a través del tiempo y de las situaciones, afirmando que
dicha estabilidad se debe a experiencias de aprendizaje temprano. La
explicación procede del hallazgo de que con el desarrollo los patrones de
agresividad están altamente gobernados por procesos cognitivos específicos y
por los mecanismos de procesamiento de la información social que el sujeto
activa cuando entra en interacción con su medio ambiente. Es decir, los niños
van aprendiendo una forma característica de pensamiento que dirige su
conducta social y es muy resistente al cambio. Además, con frecuencia, predicen
múltiples dificultades socioemocionales en la vida adulta.
Son numerosos los estudios realizados explorando la relación entre cognición y
agresividad, encontrando una relación entre la conducta agresiva de los
niños y déficits en habilidades cuantitativas de solución de problemas
sociales; por ejemplo, generación de soluciones alternativas. También se han
explorado los contenidos cognitivos representados en creencias generalizadas;
por ejemplo, creencias en un mundo hostil o violento, o de que uno mismo es un
blanco favorito de las intenciones hostiles y malignas de otros.
Posteriormente, se ha ampliado el rango de variables cognitivas estudiadas y se
ha reconocido que la habilidad del niño para generar y llevar a cabo respuestas
socialmente competentes, depende de diversos factores cognitivos que afectan
la comprensión e interpretación de los eventos sociales. En este sentido, se ha
encontrado que personas altamente agresivas atribuyen de forma equivocada
más hostilidad a los otros y en más situaciones sociales que sus compañeros no
agresivos. Tales tendencias de atribución hostil son particularmente evidentes
en:
a. Situaciones sociales ambiguas.
b. En contextos que son claramente no hostiles.
c. Cuando las situaciones tienen gran relevancia emocional y
cognitiva para sí mismo.
Este tipo de selección podría explicar todo tipo de conducta social, incluso
aquellas en las que aparentemente se ve favorecido el grupo más que el
individuo, como puede ser el caso de la conducta altruista en la que un individuo
favorece al grupo aún a costa de aparentes desventajas personales (incluso la
muerte). Este tipo de conducta sería claramente desadaptativa para el individuo,
por lo que debido a los procesos de selección natural debería de haber
desaparecido, sin embargo, es evidente que tales conductas existen, ¿cuál es
entonces su posible explicación? la solución la avanzó W.D. HAMILTON, en
1964 al proponer que ya que la consecuencia de la selección natural es la
supervivencia de los genes, es posible hablar, en vez de transmisión de los
genes propios, de transmisión del mayor número de genes compartidos con otros
individuos (generalmente los parientes próximos). HAMILTON habla de aptitud
inclusiva, definida como "suma de la aptitud propia del individuo más la suma de
todos los efectos que causa en las aptitudes de las partes relacionadas de todos
sus parientes". De esta forma, cada uno de los tres tipos de relación personal de
los que habla WILSON: altruismo, egoísmo (aumento de la propia aptitud a
expensas de los demás) o rencor (disminución de la aptitud de otro a expensas
de la propia) pueden ser explicados en la medida que la aptitud inclusiva media
de los individuos que la manifiestan es mayor que la de los individuos en los que
ésta no está presente.
Naturalmente, el aprendizaje también debe jugar un cierto papel en el desarrollo
de tales conductas pero al igual que lo hicieran los etólogos, este papel es
reducido al mínimo. La agresividad, entendiendo como tal las conductas
competitivas por la consecución de recursos, puede necesitar de un aprendizaje,
pero éste estará programado genéticamente.
Se producen, con respecto a los etólogos, tres diferencias esenciales en el
análisis de las conductas agresivas:
1. Es rechazado el carácter limitado de la agresión intraespecífica,
consideran que existen numerosos ejemplos de animales en los que se
producen con frecuencia muertes entre individuos de la misma especie.
No se admite, por lo tanto, el carácter innato de las restricciones sobre la
agresividad, pues consideran que cualquier conducta agresiva tiene
posibilidades de formar parte del repertorio de conducta de una especie
siempre que dicha conducta sea ventajosa para sus individuos.
2. El carácter impulsivo de la agresividad tampoco tiene sentido en este
tipo de análisis, a no ser que se consideraran como adaptativas las
"conductas en el vacío" 2, lo cual parece muy improbable.
3. Por último, si bien en el primer punto se ha cuestionado la no-fatalidad de
las conductas agresivas, esto no quiere decir que no se reconozca la
existencia de inhibidores de la agresividad, sin embargo, la forma en
2
En la persona existe una motivación interna que adquiere forma de energía y que se va acumulando y permite que, aun
en ausencia de estímulo, se libere la conducta instintiva, conformando lo que se denomina actividad de vacío.
que éstos actúan será diferente según los sociobiólogos, pues al igual que
ocurriera con la conducta altruista, considerarla como conducta que
favorece la supervivencia de la especie iría en contra de sus principios
teóricos.
3
Ácido gamma-aminobutírico.
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Las hormonas esteroideas, como la testosterona, influyen en la conducta agresiva, al menos en los modelos de
animales de experimentación, así se ha demostrado que la presencia de andrógenos prenatalmente es crucial en el
desarrollo de comportamientos agresivos en diversas especies, que van desde los peces a las aves y primates no
humanos (Floody y Pfaff,1972).
• Algunos estudios indican que los niños son generalmente más agresivos
que las niñas, tanto en menores de tres a seis años de edad como en
menores de siete a diez años. Sánchez-Martín (2000) indicó que en niños
y niñas de 4-5 años existe una correlación directa entre la testosterona y
la incidencia de comportamientos agresivos en las interacciones sociales,
llegando a recomendar la testosterona como un marcador biológico útil
para la agresión sobre todo en los niños varones, aunque advirtiendo la
necesidad de mayores estudios.
Este tipo de análisis, sin embargo, no solo no podría explicar por qué no se imitan
todo tipo de conductas, sino que también adolecería, según Bandura, de los
mismos defectos que el anterior, ya que "da cuenta en forma satisfactoria de las
funciones discriminativa y reforzante del estímulo control de respuestas
imitativas previamente aprendidas, pero no arroja luz sobre las variables que
gobiernan la adquisición de respuestas nuevas a través de observación"
(Bandura, 1965, p.6).
Por último, Bandura hace referencia a Mowrer (1960) quien propone dos formas
en las que se puede producir el aprendizaje, en la primera, el modelo realiza una
conducta y al mismo tiempo administra un refuerzo al sujeto, con lo que a través
de esta asociación estímulo-refuerzo, la conducta del modelo se convierte en un
estímulo reforzante para el sujeto. En el segundo caso, se produce un refuerzo
vicario sobre el sujeto gracias a la administración de un refuerzo positivo al
modelo por la realización de una conducta.
Esta última explicación parece solucionar algunos de los problemas que se
planteaban en las anteriores, pero sin embargo tampoco puede explicar el
aprendizaje observacional en condiciones en las que ni el observador ni el
modelo reciben ningún tipo de refuerzo. Y es este concepto de refuerzo,
fundamental en las teorías conductistas del aprendizaje, el que Bandura critica
duramente. Para él, utilizar este término en la explicación del aprendizaje no
tiene ningún valor, ya que la única función que cumple sería la de fortalecer
respuestas ya aprendidas.
"La adquisición de respuestas imitativas resulta primordialmente de la
contigüidad de fenómenos sensoriales, mientras que las consecuencias de la
respuesta para el modelo o el observador sólo adquieren una importancia
fundamental cuando se ejecutan respuestas aprendidas por imitación" (Bandura
y Walters, 1963, p.66).
Parece, por lo tanto, que el rechazo al término refuerzo es solo inicial, ya que
como hemos visto en la cita, sólo niega su importancia en los procesos de
aprendizaje, mientras que reconoce su valor como "desencadenador" de
respuestas aprendidas.
Agresividad y aprendizaje por modelado
Partiendo del supuesto de que la agresividad no es una conducta instintiva, sino
que necesita de un aprendizaje, Bandura sostiene que este aprendizaje se
realizará principalmente a través de la visión de la conducta de modelos,
oponiéndolo al posible aprendizaje por experiencia directa en términos Ensayo-
Error, ya que afirma que, sobre todo en el caso de la conducta agresiva, ésta
sería una forma no sólo lenta, sino incluso peligrosa, de aprendizaje.
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La Teoría del aprendizaje social de Bandura (1973; 1986) constituye uno de los principales modelos explicativos de
referencia de la agresividad humana. Desde esta teoría Bandura defiende el origen social de la acción y la influencia
causal de los procesos de pensamiento sobre la motivación, el afecto y la conducta humana.
La conducta está recíprocamente determinada por la interacción de factores ambientales, personales y conductuales.
Entre los factores cognitivos juegan un papel central los procesos vicarios, la autorregulación y la autorreflexión.
Esta teoría fue propuesta por Bronfenbrenner (1979) e indica que la persona
estaría organizada en cuatro niveles:
1. Microsistema: contexto más próximo en el que se encuentra la
persona: la familia o la escuela.
2. Mesosistema: son las interacciones entre dos o más entornos en los
que la persona participa activamente (para un niño las relaciones que
establece entre la familia y la escuela).
3. Exosistema: se refiere a uno o más entornos que no incluyen a la
persona en desarrollo como participante activo, pero sin embargo, sí
afectan a sus experiencias porque recibe se ese entorno influencias.
4. Macrosistema: se refiere a las relaciones que se establecen entre el
microsistema, el mesosistema y el exosistema, que existen o podrían
existir al nivel de la subcultura o de la cultura en su totalidad.
Las anteriores estructuras propuestas por el autor permiten afirmar que para
poder entender el fenómeno de la agresividad se debe analizar a la persona con
todas sus variables externas e internas, psicológicas, fisiológicas, sociológicas,
éticas, así como todas las posibles interacciones que surjan en el entorno.