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CURSO:

ACOSO ESCOLAR:
DETECCIÓN E INTERVENCIÓN

MÓDULO 1
MÓDULO 01. NATURALEZA DE LA AGRESIVIDAD HUMANA

01
MÓDULO
NATURALEZA DE LA AGRESIVIDAD
HUMANA

ÍNDICE DE CONTENIDOS.

1. Introducción
2. La agresividad como proceso instintivo
3. Agresividad y frustración previa
4. Las teorías cognitivas sobre la agresividad
5. Los modelos sociobiológicos sobre la agresividad
6. Los modelos neuroquímicos sobre la agresividad
7. Los modelos neuroendocrinos sobre la agresividad
8. La agresividad como interacción del individuo con
distintos factores
9. La agresividad: el resultado de un aprendizaje
10.Teoría ecológica de la agresividad

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“Hemos aprendido a volar como los pájaros y a nadar como los peces,
pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir juntos como hermanos”.

Martin Luther King

1. INTRODUCCIÓN

Todos, en mayor o menor medida, nos hemos acostumbrado al término


agresividad en nuestra vida diaria. Es una palabra habitual tanto en el lenguaje
coloquial como en el científico y, en los últimos años, también en el ámbito
educativo. Su uso es tan amplio y diverso que resulta difícil dar un sentido
único o unívoco, ni siquiera centrándonos en cómo la utilizan aquellos expertos
que se dedican al estudio y análisis de la conducta humana.
Encontramos agresividad en un amplísimo abanico de situaciones: desde el
bebé que llora ante la falta de alimento y grita para conseguir su biberón, hasta
el chico que golpea a un compañero para conseguir una pelota en el transcurso
de un partido de baloncesto. Además, debemos tener en cuenta que la presencia
de la agresividad no es siempre directa y se manifiesta abiertamente hacia algo
tangible como puede ser un objeto, también puede llevar asociada aspectos
encubiertos o indirectos relacionados con temores o miedos hacia situaciones
desagradables o adversas.
Ante una situación de este tipo, con una palabra tan difusamente aplicada – se
emplea tanto para el esfuerzo competitivo de un jugador de baloncesto en la

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disputa de un balón como para la violencia sangrienta de un asesino-, debemos


posponer para otro momento la definición estricta y precisa del término.
Cuando hablamos de agresividad debemos pensar en un término genérico
que incluye diversos aspectos del comportamiento humano. En este primer
módulo desarrollaremos, aunque sea sucintamente, algunas teorías que tratan
de explicar y entender el término. Utilizaremos distintos criterios: considerando
el ámbito espacial en que se sitúa la causa, prestaremos especial atención a los
elementos, estados o sustancias responsables y valoraremos las interacciones
de los elementos agentes.

2. LA AGRESIVIDAD COMO PROCESO INSTINTIVO

La sociedad, en general, y la Psicología, en particular, se han interesado desde


siempre por comprender la naturaleza de la agresividad humana y han intentado
ofrecer un amplio abanico de explicaciones a esta. Desde distintas perspectivas
se han intentado aportar elementos de análisis y explicación que, siendo
objetivos y sinceros, a día de hoy no han conseguido del todo crear una visión
clara, única, completa y definitiva de la conducta agresiva. Aunque su
repercusión en la práctica educativa se afronta en los módulos siguientes,
conviene indicar en este momento, al iniciar el curso, que es imprescindible la
integración de las distintas aportaciones para que las medidas preventivas y de
control encaminadas a dar respuesta a la conducta agresiva tengan éxito.
En el hombre, al igual que ocurre en otros animales, existe un sustrato
psicológico que, estimulado convenientemente, provoca sentimientos
subjetivos de ira y cambios físicos que preparan al cuerpo para la lucha.
Este es un mecanismo de fácil activación y, como ocurre con otras respuestas
emocionales, es casi mecánico y repetitivo. Son muchos los estudios que
describen los cambios fisiológicos que sufre una persona cuando se suscita la
ira. Entre estos cambios encontramos el aumento del número de pulsaciones, de
la presión arterial, de la circulación sanguínea periférica, elevación del nivel de
glucosa en sangre. También encontramos un ritmo de la respiración más
acelerado, los músculos del tronco y las extremidades se contraen de manera
más tensa y, al mismo tiempo, podemos comprobar que la sangre se retira de
los órganos internos del cuerpo, cesando la digestión y los movimientos del
intestino, aunque el flujo de ácido de jugos gástricos tiende a aumentar. En
ocasiones el bello se eriza. Mientras la ira se mantiene se produce también una
disminución en la percepción sensorial, que eleva el umbral de la sensación de
dolor.

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Los expertos confirman que en una pequeña zona, situada en la base del
cerebro, es donde se origina el sentimiento de ira y de ella parten los
impulsos nerviosos que causan los cambios fisiológicos anteriormente
señalados. Esta pequeña zona se denomina hipotálamo y su actividad estimula
la respuesta emocional. Las consecuencias fisiológicas y los cambios que
acarrean tienden a persistir durante algún tiempo, incluso aunque haya
desaparecido la amenaza inmediata del entorno. Es decir, una vez desatada la
ira, el sujeto tarda algún tiempo en volver a la calma.

También se debe tener en cuenta que las cápsulas suprarrenales segregan


hormonas como la adrenalina, la noradrenalina o la cortisona que juegan un
papel muy importante en este proceso de ira-relajación.
En resumen, en el cuerpo humano coinciden dos sistemas coordinados, uno
físico y otro químico, que a su vez están subordinados a las emociones. Este
sistema complejo resultante puede ser activado fácilmente por el estímulo de
una amenaza, dolor o frustración. Si tenemos en cuenta que este
comportamiento agresivo de la conducta humana es generalizable a toda la
especie, bien podríamos enmarcarlo en el plano de los instintos. De esta forma,
estaríamos situando en el interior del cerebro y su funcionamiento la explicación
para las conductas agresivas.
Llegados a este punto nos podrían surgir preguntas del tipo: ¿Es la conducta
agresiva humana innata?; ¿Se puede entender como algo imposible de eliminar,
o por el contrario, es un mal evitable? Estas y otras muchas preguntas más han
sido tema de apasionados debates entre científicos y público en general. Entre
los investigadores la primera controversia ha girado en torno a la existencia o no
de un “instinto agresivo“. Durante siglos se ha creído en ese instinto violento,

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defendiendo que los seres humanos nacemos con una innata necesidad de odio
y destrucción.
Teoría psicoanalítica de la agresividad
Una de las figuras que con más frecuencia se ha asociado a dicha hipótesis es
la de Freud, quien en 1920 y a raíz de los horrores de la Primera Guerra Mundial,
se manifestó convencido de que las personas estaban impulsadas hacia el
odio y la muerte, afirmando que “(...) el hombre no es una criatura tierna y
necesitada de amor, que sólo osaría defenderse si se la atacara, sino, por el
contrario, un ser entre cuyas disposiciones instintivas también debe incluirse una
buena porción de agresividad. Por consiguiente, el prójimo no le representa
únicamente un posible colaborador y objeto sexual sino también un motivo de
tentación para satisfacer en él su agresividad, para explotar su capacidad de
trabajo (...), para humillarlo, para ocasionarle sufrimientos, martirizarlo y
matarlo”.
Freud y otros autores de orientación
psicoanalítica consideran la
agresividad como uno de los motores
básicos de la vida. La describe como
una fuerza global, instintiva, urgente,
presente en toda actividad humana y
básicamente inevitable. Afirma que
“evidentemente, al hombre no le resulta
fácil renunciar a la satisfacción de estas
tendencias agresivas suyas; no se
siente nada a gusto sin esa satisfacción
(...). Siempre se podrá vincular
amorosamente entre sí a un mayor
número de hombres, con la condición de
que sobren otros en quienes descargar
los golpes”.
Teoría etológica
La Etología es el estudio biológico de la conducta de los animales, estudio
que se debe realizar en el ambiente natural de vida del animal. Se considera
“como un enfoque abierto y flexible, (...) que defiende un enfoque interactivo
entre un organismo, preprogramado en ciertos aspectos, pero en relación a un
“ambiente significativo” y sensible a las variables situacionales-contextuales”
(Arranz Freijo, 1990). Es decir, para los etólogos hay dos elementos de enorme
importancia cuando estudian cualquier conducta:
• El contexto en el que se da.
• Su valor adaptativo.

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En este sentido han estudiado los procesos de socialización y también la


agresión, al ocurrir ésta en un contexto social.
En 1963 Lorenz postuló, al igual que Freud, que la agresividad es instintiva,
que se genera internamente y que se libera ante un estímulo apropiado. Si
éste no aparece provocará una acumulación de los impulsos agresivos que
terminarán liberándose ante un estímulo inapropiado.
Por otra parte, basándose en sus estudios con animales, Lorenz afirma que la
agresividad forma parte de su conducta territorial, que está al servicio de la
supervivencia y conservación de la especie, y que las luchas entre rivales
conducen a establecer jerarquías que permiten la selección de los individuos
más fuertes y sanos del grupo. Los seres humanos están dotados, como los
animales, y debido a una especie de «fatalidad biológica», de un instinto
agresivo que no puede ser controlado por la razón. Pero el ser humano no tiene,
como aquellos, inhibiciones para matar a los miembros de su misma especie.
Además, su inteligencia le ha permitido desarrollar toda suerte de armas
destructivas, que le hacen potencialmente peligroso para sus congéneres. De
esta forma, para evitar una expresión incontrolada de la agresividad, es preciso
que ésta se vaya descargando poco a poco a través de formas de agresión
socialmente aceptadas, como la búsqueda del logro, la competencia, la apuesta
entusiasta y militante por una ideología…, o la participación en deportes
competitivos.
Precisamente, el método para estudiar el fenómeno de la agresividad humana
se ha basado en la indagación acerca de cómo ésta contribuye a la supervivencia
del individuo y de la especie, tratando de determinar su valor adaptativo, teniendo
en cuenta que si está incluida en el repertorio conductual humano debe tener
una función dirigida a la preservación del individuo y de la especie.
Posteriormente, los etólogos se centraron en buscar una explicación a la
conducta agresiva y violenta, tan presente en los intercambios humanos. Para
ello se basaron preferentemente en observaciones repetidas y minuciosas de la
conducta animal y humana.
Al estudiar la conducta agresiva, realizan una división inicial, diferenciando dos
tipos básicos:
1. Agresividad interespecífica: entre los animales cumpliría tres
funciones:
a. Búsqueda de alimentos.
b. Defensiva frente a un predador que lo acosa.
c. Reactiva frente a objetos amenazadores.
Estos tres tipos de conductas carecen de un componente intencional que se
podría denominar como dañino, por lo tanto, más que verdadera agresividad son
mecanismos de autopreservación.

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2. Agresividad intraespecifica: representa lo que se conoce como la típica


conducta agresiva, que incluso puede causar la destrucción de miembros
de la misma especie. Cumpliría las siguientes funciones:
a. Distribución territorial del espacio.
b. Agresiones sexuales a rivales.
c. Defensa de las crías.
d. Instauración y mantenimiento de jerarquías sociales.
Lorenz afirma que, los seres humanos están más seriamente afectados que los
animales por el instinto agresivo porque, a diferencia de otras especies, el
vertiginoso desarrollo tecnológico humano ha superado la muy lenta evolución
de las inhibiciones innatas contra la agresividad entre miembros de la especie,
convirtiendo así la agresividad en una amenaza más que en una ayuda para la
supervivencia.
Es muy importante detenernos un poco más en las ideas de Lorenz considerando
que su libro “Sobre la Agresión” (1972) es una obra clásica que, en su momento,
fue muy leída, comentada, y a veces mal interpretada; y aún en la actualidad,
sirve de base conceptual a muchas personas que prefieren creer que nuestra
inclinación hacia la violencia y la guerra se debe a factores biológicos ante los
cuales no podemos hacer nada.
Entre los puntos más importantes se destacan los siguientes:
1. La agresividad es un instinto como cualquier otro, que en condiciones
naturales sirve para la conservación de la vida y de la especie. Entre sus
funciones se destacan tres, pero no son las únicas ni las más importantes:
a. Distribución de los animales de la misma especie por el espacio
vital disponible.
b. Selección realizada por los combates entre rivales.
c. Defensa de la progenie.
2. Además de las anteriores funciones, la agresividad cumple un papel
indispensable en todas las pulsiones, sirviendo de “motor y
motivación” en comportamientos cotidianos y también en algunos que
inicialmente no están relacionados con ella o que aún parecen lo contrario.
En palabras de Lorenz: “No se sabe si considerar paradoja o lugar común
el hecho de que en los lazos personales más íntimos que unen a los seres
entra mucho de agresivo” y también indica: “es probable que todo cuanto
está relacionado con la ambición, el afán de escalar puestos o subir de
categoría y otras muchas actividades indispensables, desaparecerían de
la vida humana si se suprimieran las pulsiones agresivas”.

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3. Para Lorenz es una fuente inagotable de energía la que nutre la


agresividad humana y como cualquier otra conducta innata está tan
arraigada biológicamente que puede expresarse espontáneamente y
no necesariamente como reacción ante estímulos externos “(...) es lo
espontáneo de este instinto lo que lo hace tan temible”. Esta forma de
concebir la agresión, que comparte características similares con el modelo
de Freud y que ya ha sido esbozado en el inicio de este apartado, ha sido
acertadamente denominado “Modelo Hidráulico”1, por analogía a la
presión que ejerce el agua o el vapor acumulados en un recipiente
cerrado. En este sentido, Lorenz defendía que cuando un organismo no
encuentra estímulos que le permitan una descarga en momentos
apropiados, puede comportarse de formas inadecuadas que no guardan
relación con la situación inmediata, debido a que la conducta instintiva
actuará por sí misma por la presión del impulso acumulada.
4. El origen de esta agresividad se le atribuye a un proceso de selección
intraespecífica que sucedió durante el neolítico, cuando el hombre
primitivo logró dominar y controlar los peligros externos los cuales ya no
eran factores básicos en la selección, siendo a partir de ese momento, la
guerra el factor clave. Posteriormente, y según lo expresado por Lorenz,
la vertiginosa transformación ecológica y sociológica, debida al desarrollo
cultural, ha generado efectos desastrosos al desequilibrar los
“mecanismos de comportamiento otrorafilogenéticamente adaptados”.
5. Esto le llevó a analizar el cambio sufrido en las funciones del impulso
agresivo: de conservación del individuo y de la especie a convertirse en
“el más grave de todos los peligros”, concluyendo que se deben al
imparable crecimiento de la población y a la “imposibilidad de descargar
las pulsiones agresivas en la medida “prevista” para la especie. No hay
salida legítima al comportamiento agresivo en una comunidad moderna”
Si retomamos la idea de Lorenz de que la agresividad es un impulso innato,
espontáneo, que necesita drenarse continuamente y que en la sociedad
moderna no encuentra “formas adecuadas” para descargarse, podríamos
entonces preguntarnos: ¿qué sucede con esa energía agresiva?; ¿es intrínseca
al individuo como planteaba Freud?; ¿se descarga independientemente del
objeto o situación?; ¿es desplazada hacia otros fines o actividades?
La respuesta que ofrece Lorenz es que la misma evolución, a través de la
mutación y la selección, se ha encargado de crear mecanismos que ayuden a
controlar dichos impulsos y afirma que “la desviación y reorientación del ataque
es probablemente el medio más genial inventado por la evolución para derivar la
agresividad por vías inofensivas. Pero no el único”. En este sentido, él mismo

1
Según Lorenz la agresividad funciona como una caldera de vapor en continuo proceso de calentamiento, en la que
aquel debe liberarse de forma continua para evitar un exceso de presión que terminaría por hacerla explotar. Cuando la
válvula de seguridad se bloquea y la presión excede los niveles de tolerancia, la explosión resulta inevitable.

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ofrece cuatro recomendaciones que ayudarían a reducir la agresividad en el ser


humano:
a. Conócete a ti mismo.
b. Estudio, mediante el psicoanálisis, de la sublimación.
c. Fomentar el conocimiento personal.
d. Canalizar el entusiasmo militante de forma inteligente y
responsable
Lorenz llega a la conclusión de que hay dos medidas para el control de la
agresión que están condenadas al fracaso:
a. Eliminación de todas aquellas situaciones que podrían
desencadenar un comportamiento agresivo.
b. Intentar controlarla poniéndole un veto moral.
Ambas fracasarían teniendo en cuenta la espontaneidad esencial de esta pulsión
instintiva y porque sería como “querer reducir la creciente presión de una caldera
apretando con más fuerza la válvula de seguridad”.
Una tercera medida que teóricamente sería posible pero que él juzga poco
recomendable sería la eliminación de las pulsiones agresivas mediante selección
eugenésica. Es lógico que no apoye esta vía porque, tal como se expuso en
párrafos anteriores, para Lorenz la agresión intraespecífica es un factor
fundamental e indispensable para la vida humana. Por lo tanto, se decanta por
la reorientación de la agresividad como el camino más prometedor para
hacer inofensiva a la agresividad.
Los etólogos actuales han modificado la versión etológica clásica, según la cual
la agresividad es, en el fondo, inevitable. Así por ejemplo, Eibl-Eibesfeldt (1993)
defiende que los conflictos implícitos a cualquier conducta agresiva pueden ser
resueltos, en el caso de los humanos, mediante la negociación verbal. Entiende
de esta forma que la agresividad es un fenómeno psicosocial, por lo que ésta
puede ser modificada a través de la educación y por el influjo de la sociedad.
Podemos concluir que tanto la teoría etológica de Lorenz como la psicoanalítica
de Freud inicialmente situaban la base del comportamiento agresivo en la
naturaleza biológica del hombre y más tarde fueron derivando hacia
concepciones más ambientalistas y surgió la tesis de la agresividad como
respuesta a la frustración. De forma que podemos decir que la idea del hombre
como ser agresivo por naturaleza pronto es descartada y se acepta que puede
serlo como consecuencia de la experiencia frustrante, al encontrar una barrera
u obstáculo que la imposibilita la consecución de sus objetivos. Así pues, desde
las primeras investigaciones y estudios se indica la innata potencialidad agresiva
del ser humano desde su nacimiento pero que esta capacidad de agresividad

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innata sólo se activará ante determinadas situaciones, ante esos obstáculos o


barreras a los que aludíamos anteriormente.

3. AGRESIVIDAD Y FRUSTRACIÓN PREVIA

Dollard, Doob, Miller, Mowrer y Sears (1939) propusieron que la agresividad es


una conducta que surge cuando la consecución de una meta es bloqueada
o interferida, la denominada agresividad instrumental. La frustración,
entendida por este grupo de autores como la del acto de bloquear a alguien la
adquisición de una gratificación esperada, era la condición necesaria para
que la agresividad se hiciera presente. Las situaciones de privación no inducen
a la agresividad salvo que éstas impidan la satisfacción de un logro esperado.
La conducta agresiva estará en función de la cantidad de satisfacción que el
individuo contrariado haya anticipado sobre una meta que no ha alcanzado y el
grado de expectativa sobre su logro: cuanto mayor sea el grado de satisfacción
frustrado y el grado de expectativa de logro, mayor será la inclinación a infringir
un daño. No obstante, la agresividad puede no aparecer en aquellos casos en
los que el sujeto inhiba la respuesta por miedo al castigo o por una tendencia
agresiva débil.
Años después, en 1941, Miller modificó la hipótesis original, apoyando la idea de
que muchas personas han aprendido a responder de forma no agresiva a las
frustraciones, teniendo presente que aunque la capacidad de responder de
manera agresiva esté siempre presente, no siempre se usará esa vía como
respuesta. Esta idea se fundamenta en las funciones que cumple el proceso de
socialización, el cual nos permitiría reprimir, desplazar o encauzar los
sentimientos negativos, para que no lleguen a manifestarse de manera agresiva.
Teoría de la frustración-agresividad revisada
Posteriores reformulaciones han matizado las relaciones entre frustración y
agresividad, indicando que la frustración sólo induce a la agresividad si va
asociada a determinadas características, las cuales hacen más probable la
aparición de un acto agresivo:
a. Su carácter de arbitrariedad, injusticia o ilegitimidad (Pastore, 1952).
b. El grado de satisfacción anticipada de la meta que se frustra (Worchel,
1974).
c. La atribución de intencionalidad que se hace sobre la fuente que frustra
(Averrill, 1982; Weiner, Graham y Chandler, 1982).

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Pastore (1952) halló, entre estudiantes, que su inclinación a agredir era mucho
mayor ante situaciones frustrantes arbitrarias o injustas (Ej: Pasar un autobús
tras haber esperado largo tiempo en una parada cuando el conductor claramente
ha visto que estaban esperando) frente a situaciones menos arbitrarias o
comprensibles (Ej: Ver llegar un autobús especial que pasa la parada porque
está fuera de servicio). Atendiendo a la propuesta de Dollard, esta característica
de arbitrariedad puede ser interpretada por lo inesperado (grado de expectativa)
que conllevan dichas situaciones.
Worchel (1974) destacó que la frustración induce mayor agresividad cuando los
resultados derivados de ésta producen una mayor disparidad respecto de las
gratificaciones anticipadas por su consecución. Así, los sujetos muestran mayor
hostilidad ante la frustración cuando sus expectativas son las de obtener unas
consecuencias altamente positivas que cuando sus expectativas son obtener
logros no muy valorados. Por ello, Worchel concluía que el valor concedido a
las consecuencias esperadas por el sujeto es un elemento que media entre
la frustración y la agresividad.
Los estudios de Averrill (1982) y Weiner et al. (1982) pusieron de manifiesto que
cuando los sujetos atribuyen carácter intencional y voluntario a la frustración
ocasionada, se genera un mayor grado de ira y agresividad. Para Weiner et al.
(1982) las atribuciones favorecen la agresividad cuando poseen cualquiera de
estas tres condiciones:
a. Proceden de un sujeto y no del exterior.
b. Ser evitables o controlables.
c. Son socialmente inadecuadas.

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La mayoría de estos elementos de carácter cognitivo, que matizan las relaciones


entre frustración y agresividad, fueron posteriormente desarrollados y ampliados
desde el enfoque del procesamiento de la información con explicaciones
alternativas a las formuladas hasta el momento.

4. LAS TEORÍAS COGNITIVAS SOBRE LA AGRESIVIDAD

Son cada vez más los investigadores que aceptan la idea de que ningún factor
por sí mismo o ningún proceso psicológico único podría explicar la conducta
agresiva humana. Existe una creciente evidencia de que la agresividad es
una conducta relativamente estable con relación a la población entre los
niños y jóvenes y a través del tiempo y de las situaciones, afirmando que
dicha estabilidad se debe a experiencias de aprendizaje temprano. La
explicación procede del hallazgo de que con el desarrollo los patrones de
agresividad están altamente gobernados por procesos cognitivos específicos y
por los mecanismos de procesamiento de la información social que el sujeto
activa cuando entra en interacción con su medio ambiente. Es decir, los niños
van aprendiendo una forma característica de pensamiento que dirige su
conducta social y es muy resistente al cambio. Además, con frecuencia, predicen
múltiples dificultades socioemocionales en la vida adulta.
Son numerosos los estudios realizados explorando la relación entre cognición y
agresividad, encontrando una relación entre la conducta agresiva de los
niños y déficits en habilidades cuantitativas de solución de problemas
sociales; por ejemplo, generación de soluciones alternativas. También se han
explorado los contenidos cognitivos representados en creencias generalizadas;
por ejemplo, creencias en un mundo hostil o violento, o de que uno mismo es un
blanco favorito de las intenciones hostiles y malignas de otros.
Posteriormente, se ha ampliado el rango de variables cognitivas estudiadas y se
ha reconocido que la habilidad del niño para generar y llevar a cabo respuestas
socialmente competentes, depende de diversos factores cognitivos que afectan
la comprensión e interpretación de los eventos sociales. En este sentido, se ha
encontrado que personas altamente agresivas atribuyen de forma equivocada
más hostilidad a los otros y en más situaciones sociales que sus compañeros no
agresivos. Tales tendencias de atribución hostil son particularmente evidentes
en:
a. Situaciones sociales ambiguas.
b. En contextos que son claramente no hostiles.
c. Cuando las situaciones tienen gran relevancia emocional y
cognitiva para sí mismo.

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d. Cuando tales acciones se experimentan repetidamente.

Frente a los hallazgos anteriores, se han propuesto diferentes explicaciones.


Una es que los sujetos agresivos poseen un déficit en las habilidades de
procesamiento de la información social, atendiendo selectivamente a las señales
sociales que favorecen interpretaciones hostiles de una situación determinada o
porque desatienden aquellas señales que facilitarían una interpretación más
exacta de escenarios no hostiles. Una segunda explicación seria que las
tendencias hostiles reflejan estructuras de conocimiento altamente accesibles;
es decir, las inferencias de hostilidad se pueden derivar de esquemas cognitivos
que se desarrollan a partir de encuentros repetidos con ambientes sociales
hostiles y agresivos. Dichos esquemas sugieren soluciones agresivas a
conflictos sociales y sirven como mediadores tanto en las reacciones
emocionales ante eventos externos como en las respuestas conductuales que le
siguen.
En la actualidad, uno de los enfoques más importantes en el estudio de los
componentes cognitivos de la agresividad es el Modelo de Respuesta Social
Adecuada, teniendo como base el procesamiento de la información social,
propuesto por Kenneth Dodge (1986). Su modelo describe una secuencia de
cinco pasos cognitivos que son necesarios para que una persona reaccione de
forma eficaz (por ejemplo, de forma no agresiva) ante situaciones o estímulos
sociales. Cada paso es un componente necesario pero no suficiente para
responder adecuadamente. Estos pasos son:
1. Codificación de las Señales Sociales: incluye la búsqueda y
focalización de la atención sobre la información social relevante.

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2. Interpretación de dicha información. Incluye darle significados a


las señales que se han atendido.
3. Búsqueda de respuesta: implica la generación de varias
respuestas posibles ante la situación.
4. Toma de Decisión de Respuesta: Se trata de escoger una
respuesta después de evaluar las consecuencias potenciales de
cada una de las posibles soluciones generadas.
5. Actuación: Elección y aplicación de la solución elegida.
Después de llevar a cabo una serie de investigaciones (Dodge, 1980; Dodge y
Newman, 1981; Richard y Dodge, 1982), éste encontró que los sujetos agresivos
tenían problemas en todo el proceso puesto que:
a. Recogen menos información antes de tomar una decisión acerca
de las intenciones de otro niño.
b. La interpretan sesgadamente. Es decir, tienden a percibir
intenciones hostiles en los otros.
c. Generan menos soluciones que los no agresivos. Además dichas
soluciones son más agresivas que prosocíales o cooperativas.
d. Evalúan más favorablemente dichas soluciones debido a que
esperan más recompensas por comportarse agresivamente que
siendo menos agresivos.
e. Carecen de muchas de las habilidades (académicas y sociales)
indispensables para obtener lo que desean por medios
completamente pacíficos, cooperativos o prosociales.

5. LOS MODELOS SOCIOBIOLÓGICOS SOBRE LA AGRESIVIDAD

La Sociobiología ha sido definida por uno de sus principales representantes


como "el estudio sistemático de las bases biológicas de todo comportamiento
social" (WILSON, 1975, p.4), y aunque presenta ciertamente notables
similitudes con la Etología, de la que ha sido considerada como una
continuación o "apéndice especializado" (PERINAT y LEMKOW, 1983, p.45), se
producen entre ambas algunas diferencias, creo que esenciales, que hacen
pertinente su tratamiento en un apartado distinto.
Las bases de la Sociobiología se pueden encontrar en la teoría sintética de la
evolución y en la genética de poblaciones. Los principios que se extraen de estas

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bases son que la conducta es el resultado de un proceso de selección


natural a partir de procesos de mutación y selección genéticas que
conducirán a la supervivencia de los individuos mejor capacitados.
El primer aspecto a señalar es el del determinismo genético. Los sociobiólogos,
al igual que lo hicieran los etólogos, no corren el riesgo de fundamentar la
conducta únicamente en un determinismo genético, y reconocen la actuación de
factores externos en tal determinismo, pero sin embargo, de nuevo igual que
hicieran los etólogos, el papel concedido a cada uno de estos determinantes
varía en importancia, los genes son los principales determinantes de la conducta,
pudiendo actuar independientemente de los factores externos.
"Aunque no sea estrictamente verdadero, decir simplemente que los genes
causen características, o que el ambiente cause características, sería
demasiado extremista abandonar por completo la dicotomía causal 'ambiente-
genética'. (...) Hay características que van a desarrollarse y llegar a ser lo que
son sin que importe demasiado el ambiente en que naturalmente se desarrollen;
por otra parte, hay características que van a ser sensibles a casi todo cambio
ambiental" (RUSE, 1979, p.28).
En cuanto al carácter instintivo o no de la conducta, se diferencian de los
etólogos en dos aspectos, en primer lugar porque, aparentemente, para ellos se
trata de una cuestión secundaria el que una conducta determinada sea instintiva
o no, lo verdaderamente interesante es comprobar en qué medida dicha
conducta es adaptativa, es decir en qué medida eleva las aptitudes del individuo
que la manifiesta. La segunda diferencia estriba en el carácter impulsivo de la
conducta, pues dentro de este marco de análisis no parece adecuado hablar de
conductas apetitivas y mucho menos de conductas "en vacío".
Otro aspecto a destacar del discurso sociobiológico que lo diferencia también del
etologista es que mientras para este último cualquier conducta animal servía a
la importante función de favorecer la supervivencia del grupo o la especie, para
los sociobiólogos se trata no de una supervivencia del grupo, sino del individuo,
y más concretamente, lo que "requiere" la adaptación es la supervivencia del gen
(o conjunto de genes) responsable de la conducta concreta. Este aspecto ha sido
expresado por DAWKINS (1976) con el término de "gen egoísta", el cual implica
tratar a los sujetos "como a una máquina egoísta, programada para realizar
cualquier cosa que sea mejor para sus genes considerados en conjunto"
(DAWKINS, 1976, p.105). La selección favorece por lo tanto al individuo, y de
forma indirecta, a través de éste, a la especie. Existe cierta polémica sobre si
realmente todo lo que favorece al individuo lo hará también a la especie, pero en
este aspecto los sociobiólogos son contundentes: "La selección se da casi
siempre a favor del individuo y no del grupo, o más precisamente, se da en favor
del grupo sólo si favorece al individuo. En otras palabras, en la medida en que
una característica ha de ser explicada en términos de selección, ha de serlo en
términos de su promoción de los genes de un individuo más que de los genes
colectivos del grupo".

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MÓDULO 01. NATURALEZA DE LA AGRESIVIDAD HUMANA

Este tipo de selección podría explicar todo tipo de conducta social, incluso
aquellas en las que aparentemente se ve favorecido el grupo más que el
individuo, como puede ser el caso de la conducta altruista en la que un individuo
favorece al grupo aún a costa de aparentes desventajas personales (incluso la
muerte). Este tipo de conducta sería claramente desadaptativa para el individuo,
por lo que debido a los procesos de selección natural debería de haber
desaparecido, sin embargo, es evidente que tales conductas existen, ¿cuál es
entonces su posible explicación? la solución la avanzó W.D. HAMILTON, en
1964 al proponer que ya que la consecuencia de la selección natural es la
supervivencia de los genes, es posible hablar, en vez de transmisión de los
genes propios, de transmisión del mayor número de genes compartidos con otros
individuos (generalmente los parientes próximos). HAMILTON habla de aptitud
inclusiva, definida como "suma de la aptitud propia del individuo más la suma de
todos los efectos que causa en las aptitudes de las partes relacionadas de todos
sus parientes". De esta forma, cada uno de los tres tipos de relación personal de
los que habla WILSON: altruismo, egoísmo (aumento de la propia aptitud a
expensas de los demás) o rencor (disminución de la aptitud de otro a expensas
de la propia) pueden ser explicados en la medida que la aptitud inclusiva media
de los individuos que la manifiestan es mayor que la de los individuos en los que
ésta no está presente.
Naturalmente, el aprendizaje también debe jugar un cierto papel en el desarrollo
de tales conductas pero al igual que lo hicieran los etólogos, este papel es
reducido al mínimo. La agresividad, entendiendo como tal las conductas
competitivas por la consecución de recursos, puede necesitar de un aprendizaje,
pero éste estará programado genéticamente.
Se producen, con respecto a los etólogos, tres diferencias esenciales en el
análisis de las conductas agresivas:
1. Es rechazado el carácter limitado de la agresión intraespecífica,
consideran que existen numerosos ejemplos de animales en los que se
producen con frecuencia muertes entre individuos de la misma especie.
No se admite, por lo tanto, el carácter innato de las restricciones sobre la
agresividad, pues consideran que cualquier conducta agresiva tiene
posibilidades de formar parte del repertorio de conducta de una especie
siempre que dicha conducta sea ventajosa para sus individuos.
2. El carácter impulsivo de la agresividad tampoco tiene sentido en este
tipo de análisis, a no ser que se consideraran como adaptativas las
"conductas en el vacío" 2, lo cual parece muy improbable.
3. Por último, si bien en el primer punto se ha cuestionado la no-fatalidad de
las conductas agresivas, esto no quiere decir que no se reconozca la
existencia de inhibidores de la agresividad, sin embargo, la forma en

2
En la persona existe una motivación interna que adquiere forma de energía y que se va acumulando y permite que, aun
en ausencia de estímulo, se libere la conducta instintiva, conformando lo que se denomina actividad de vacío.

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MÓDULO 01. NATURALEZA DE LA AGRESIVIDAD HUMANA

que éstos actúan será diferente según los sociobiólogos, pues al igual que
ocurriera con la conducta altruista, considerarla como conducta que
favorece la supervivencia de la especie iría en contra de sus principios
teóricos.

6. LOS MODELOS NEUROQUÍMICOS SOBRE LA AGRESIVIDAD

Como ya se indicó anteriormente, la agresividad se ha relacionado con la


presencia de distintos neurotransmisores, especialmente con la serotonina.
La serotonina es una monoamina que sirve como neurotransmisor en el cerebro,
las neuronas que la sintetizan están agrupadas en varios núcleos del tronco
encefálico, de los cuales los más importantes son los núcleos del rafe. Las
neuronas que sintetizan serotonina regulan la actividad de las neuronas
corticales y subcorticales de diversas maneras, activando diferentes subtipos de
receptores: algunos excitadores, algunos inhibidores, y otros, con ambas
funciones.
Debido a la acción sobre diferentes receptores, se ha relacionado a la
serotonina con la regulación de los estados de ánimo, como la depresión,
la ansiedad, la ingesta de alimentos y la violencia impulsiva. Varios estudios
en animales han mostrado que la conducta agresiva con frecuencia se asocia a
una disminución de la actividad de las neuronas serotoninérgicas.
Estos estudios tienen un interés especial, porque proporcionan una visión de
cómo interaccionan los factores sociales y genéticos para modificar la conducta.
La mayoría de los animales, incluido el ser humano, se vuelven agresivos cuando
se les amenaza, como cuando se invade su territorio o se ataca a su prole. La
importancia de la transmisión serotoninérgica en la conducta agresiva se pone
claramente de manifiesto en estudios con ratones en los que se ha practicado
una ablación del gen del receptor 5-HT1B de serotonina. Cuando se aíslan
ratones que carecen del receptor 5-HT1B de serotonina durante cuatro semanas
y después se les expone a un ratón natural, son mucho más agresivos que los
ratones naturales en condiciones similares.
Los ratones mutantes atacan mucho más rápidamente a los intrusos que los
ratones naturales y el número e intensidad de los ataques es significativamente
superior que el de los ratones naturales. Por lo tanto, el receptor 5-HT1B de la
serotonina desempeña un papel intermediario importante en la conducta
agresiva de los ratones.
Estudios recientes realizados en animales de laboratorio han puesto de
manifiesto que la estimulación de los receptores 5-HT1A da como resultado una

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MÓDULO 01. NATURALEZA DE LA AGRESIVIDAD HUMANA

disminución en los comportamientos agresivos (Kavoussi, Armstead y


Coccaro,1997).
Se ha involucrado a la actividad de la serotonina como un factor biológico
importante, entre otros, para determinar el umbral de violencia. Las personas con
antecedentes de conducta agresiva impulsiva (y de suicidio), y las cepas de
ratones que muestran más agresividad, tienen concentraciones bajas de
serotonina en el cerebro. La inhibición de la síntesis de serotonina o la
destrucción de neuronas serotoninérgicas aumentan la agresividad en ratones y
monos. Finalmente, ciertos agonistas de la serotonina que actúan sobre el
receptor 5-HT1B inhiben la agresión.
En los seres humanos, se piensa que una serie de agentes sociales estresantes,
como el maltrato social o sexual en la niñez, disminuyen los umbrales biológicos
de la violencia, entre otros el nivel de serotonina del cerebro. De hecho, los
monos macho criados en aislamiento tienen niveles bajos de serotonina en su
cerebro, lo que demuestra que tanto los factores ambientales como los genéticos
pueden converger para influir en el metabolismo de la serotonina (Gilliam, Kandel
y Jessel, 2001).
Además de con la Serotonina y la Dopamina, la agresividad se ha asociado al
efecto de la Adrenalina, que la mediatizaría, el GABA 3, que la inhibiría y de la
Acetilcolina, que parece incrementar tanto la agresión predatoria como la
afectiva.

7. LOS MODELOS NEUROENDOCRINOS SOBRE LA AGRESIVIDAD

La agresividad también se ha relacionado con el efecto de las hormonas


esteroideas 4, especialmente la testosterona, la cual juega un papel crítico
en la agresión intraespecífica entre machos de diversas especies. Esto es
debido a que esta hormona está íntimamente relacionada con la reproducción y
el apareamiento.
Por ejemplo, los machos de algunas especies establecen territorios que atraen
a las hembras durante la estación del apareamiento. Para hacerlo, tienen que
defender esos territorios contra las intrusiones de otros machos. Incluso en
especies en las cuales el apareamiento no depende del establecimiento de un
territorio, los machos deben competir por el acceso a las hembras, lo que

3
Ácido gamma-aminobutírico.
4
Las hormonas esteroideas, como la testosterona, influyen en la conducta agresiva, al menos en los modelos de
animales de experimentación, así se ha demostrado que la presencia de andrógenos prenatalmente es crucial en el
desarrollo de comportamientos agresivos en diversas especies, que van desde los peces a las aves y primates no
humanos (Floody y Pfaff,1972).

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MÓDULO 01. NATURALEZA DE LA AGRESIVIDAD HUMANA

conlleva también conducta agresiva. Las hembras, a su vez compiten con


frecuencia con otras hembras por el espacio en el cual construir los nidos o las
madrigueras donde criar a su prole, y defienden a sus crías contra la intrusión de
otros animales, la mayoría de las conductas reproductoras están controladas por
los efectos organizadores y activadores de las hormonas; de este modo, no debe
sorprender el que las hormonas afecten a muchas formas de conducta agresiva,
como el apareamiento.
A pesar de lo expuesto anteriormente, existen muchas limitaciones para la
extrapolación de los modelos animales a los humanos, así en las especies no
humanas, la testosterona juega un papel crítico en la agresión intraespecífica
entre machos, éste es un comportamiento adaptativo, ya que provee acceso a
los recursos y oportunidad de reproducción, pero este comportamiento es difícil
de generalizar en el caso de los humanos. A pesar de ello, se pueden aportar
algunos datos significativos:

• En contraste con la situación en los adolescentes, los niveles de


andrógenos en los niños son bajos y relativamente estables. Estos niveles
de testosterona en los niños empiezan a aumentar en torno a la pubertad,
como la conducta agresiva y la lucha entre machos de animales de
laboratorio.

• Aunque la mayoría de los estudios sobre los efectos de los andrógenos


en la conducta se han centrado en la testosterona, no hay que olvidar que
existen otros de gran importancia como la dehidroepiandrosterona, su
forma sulfatada y la androstenodiona, los dos primeros son sintetizados
endógenamente en el cerebro (son denominados neuroesteroides), y se
ha podido constatar que tienen efectos directos sobre el GABA y el
glutamato.

• Algunos estudios indican que los niños son generalmente más agresivos
que las niñas, tanto en menores de tres a seis años de edad como en
menores de siete a diez años. Sánchez-Martín (2000) indicó que en niños
y niñas de 4-5 años existe una correlación directa entre la testosterona y
la incidencia de comportamientos agresivos en las interacciones sociales,
llegando a recomendar la testosterona como un marcador biológico útil
para la agresión sobre todo en los niños varones, aunque advirtiendo la
necesidad de mayores estudios.

• También es cierto que la sociedad occidental tolera más las conductas


enérgicas y agresivas de los niños que las de las niñas. Sin embargo, si
la socialización fuera la única causa de las diferencias sexuales en la
conducta agresiva, tendríamos que esperar que las diferencias entre
muchachos y muchachas de más edad, que han estado expuestos a
estímulos socializadores durante más tiempo, fuesen mayores que las
observadas entre niños y niñas más jóvenes. Como éste no es el caso,
se podría sugerir que diferencias biológicas tales como las originadas por

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MÓDULO 01. NATURALEZA DE LA AGRESIVIDAD HUMANA

la androgenización prenatal podrían ser, al menos en parte, las


responsables del aumento de la conducta agresiva en los varones.

• La androgenización prenatal aumenta la conducta agresiva en todas las


especies que se han estudiado, incluyendo a los primates. Por ello, si los
andrógenos no afectasen a la conducta agresiva en los seres humanos,
nuestra especie sería excepcional.
A pesar de estos datos, diversos autores sostienen que, en humanos, el efecto
de la testosterona sobre la agresividad es menos clara (Kandel et al., 2001). Sin
embargo, los hallazgos que asocian la capacidad de experimentar sentimientos
agresivos con la actividad gonadal masculina explicarían las mayores tasas de
conductas agresivas y violentas en los varones.

8. LA AGRESIVIDAD COMO INTERACCIÓN DEL INDIVIDUO CON


DISTINTOS FACTORES

Las interpretaciones que asocian las causas de la agresividad en el individuo y


sus características las encontramos en dos posturas:
a. Las que representan las teorías del déficit referidas a cualquiera de los
personajes asociados a la agresividad.
b. Las teorías de la mente, que reducen lo social a lo que la mente de una
persona piensa de otra.
Las dos posturas centran su explicación de la agresividad en el individuo, ya por
carencia (déficits), ya por dotación (capacidad mental para manejar situaciones
sociales).
Teoría del déficit en el procesamiento de la información.
A partir de los años 80 del pasado siglo, un conjunto de trabajos enmarcados
dentro del enfoque del procesamiento de la información arrojan numerosos datos
empíricos que intentan explicar la conducta agresiva. La mayoría de sus
resultados coinciden en explicarla como una respuesta generada por los
déficits en el procesamiento de la información. Desde esta aproximación se
han planteado hipótesis en las que las deficiencias en los mecanismos del
procesamiento cognitivo se indican como los principales responsables de una
resolución ineficaz del afrontamiento de los problemas cotidianos.
Diversos factores emocionales, fisiológicos, conductuales, sociales y
constitucionales están implicados en la instalación de particulares estructuras de
memoria socio-cognitivas (Crick y Dodge, 1994) o guiones (Huesmann y Eron,

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MÓDULO 01. NATURALEZA DE LA AGRESIVIDAD HUMANA

1989), que proveen un procesamiento específico y un uso determinado de


estrategias de solución de problemas. Las dificultades en los procesos de
búsqueda de estrategias adecuadas, la accesibilidad o disponibilidad de
determinada información en la memoria a largo plazo o la dificultad en la atención
dividida para el uso de procesos simultáneos en el procesamiento de la
información social, han sido algunos de los mecanismos explicativos propuestos
que fundamentarían un procesamiento erróneo entre los sujetos agresivos.
Pakaslahti (2000) recopila los principales hallazgos en cada una de las fases del
procesamiento, que diferencian a los niños agresivos de los no agresivos:
• En la fase 1, orientación hacia el problema social, los sujetos agresivos
codifican inadecuadamente la situación social y las señales internas. Por
ejemplo, los niños agresivos indagan mucho menos sobre los hechos en
una situación social y prestan menos atención a las señales del ambiente
que los niños no agresivos.
• En la fase 2, interpretación y análisis de la situación, se han detallado las
siguientes características en el procesamiento de los niños agresivos frente
a los no agresivos:
a. Hacen un análisis de la situación de acuerdo con sus experiencias
pasadas en situaciones similares más que sobre los hechos concretos
de la situación actual.
b. Realizan un mayor número de atribuciones hostiles y de intencionalidad
al contrincante o interlocutor.
c. Realizan un menor número de inferencias sobre los resultados de la
situación.
• En la tercera fase, formulación de una meta, los adolescentes agresivos
son más propensos a formular metas hostiles, tales como la dominancia
o la venganza, independientemente del sesgo de intencionalidad, y
experimentan una mayor frustración ante la interferencia o no
consecución de las metas deseadas.
• En la cuarta fase, generación de estrategias para resolver y manejar el
problema, los niños agresivos generan un mayor número de estrategias
agresivas, pragmáticas, impulsivas o destructivas. Los niños no agresivos,
generan un mayor número de estrategias y son capaces de imaginar un
mayor número de soluciones alternativas a una situación conflictiva.
• En la quinta fase, evaluación de la estrategia más adecuada para
resolver el conflicto, aparecen dos grupos de diferencias: una en relación
con los estándares internos (normas morales, valores, creencias) y otra
en relación con sus estrategias de afrontamiento. En cuanto a la primera,
los niños agresivos consideran las estrategias agresivas menos
reprobables desde el punto de vista moral y actitudinal que los niños no

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agresivos, aprueban más favorablemente la conducta agresiva y piensan


que las víctimas no sufren y merecen lo que se les hace. En cuanto a la
segunda, los niños agresivos esperan conseguir mayores recompensas si
utilizan estrategias agresivas, así como un mayor incremento de su
autoestima y una reducción del trato aversivo por parte de los otros.
Además anticipan menores consecuencias negativas derivada de sus
actos, sólo consideran las consecuencias a corto plazo y se perciben más
autoeficaces en el manejo de actos agresivos para la consecución de sus
deseos. A esto hay que añadir su consideración de las conductas
agresivas como actos más difíciles de inhibir que las acciones prosociales
y de menor coste y esfuerzo.
• Finalmente, en la sexta y última fase del procesamiento, la ejecución
conductual de la estrategia mejor evaluada, los niños agresivos ejecutan
y emplean, en consonancia con el procesamiento previo, estrategias
conductuales agresivas.
En la dinámica de este funcionamiento Pakaslahti (2000) sugiere que
posiblemente los procesos de retroalimentación entre fases, los cuales permiten
regresar a pasos anteriores o revisar fases previas del procesamiento para
obtener nueva información, pudieran estar afectados en los sujetos agresivos.
Posiblemente, estos sujetos sean menos propensos a realizar los circuitos de
feed-back entre las fases del procesamiento, propio de los sujetos no agresivos.
Teoría de la mente (ToM)
El concepto de teoría de la mente (ToM) hace referencia a la habilidad para
explicar el comportamiento gracias a la atribución de estados mentales, como
creencias, deseos, intenciones y emociones. La teoría de la mente (Sutton, Smith
y Swettenham, 1999) apunta que sería la habilidad que tienen o no los sujetos
para identificar estados mentales en sí mismos y en los otros lo que les
permitiría o no generar y capitalizar oportunidades en el medio y poder
manipular o no las respuestas de los otros.
Nos estaríamos refiriendo a los niveles y las estrategias de comprensión social,
al estilo como interpretan los hechos sociales y los reconstruyen a partir de los
antecedentes. En definitiva, estaríamos en el caso de interacción entre el
individuo y las creencias que este construye sobre los hechos sociales.
Según estas teorías la aceptación que una persona recibe por parte de sus
iguales puede ser muy desigual, así como la percepción que tiene de la
aceptación recibida. Tanto la aceptación real como la precisión (o los sesgos)
con que la percibe pueden estar relacionados con la capacidad de atribución de
estados mentales y tener consecuencias en la normal adaptación de esa persona
a su entorno social.
Estas habilidades de la teoría de la mente (ToM) se ha enfocado mucho a los
niños y han sido relacionadas con la aceptación y con el rechazo que reciben
por parte de sus iguales, siendo el motivo de un buen número de estudios si la

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habilidad de atribución de estados mentales repercute, adicionalmente, en la


precisión con que perciben si son o no socialmente aceptados, intentando buscar
la relación entre las habilidades de teoría de la mente de los niños y el nivel de
aceptación que reciben por parte de sus iguales.

9. LA AGRESIVIDAD: EL RESULTADO DE UN APRENDIZAJE

Aprendizaje por observación en términos de condicionamiento


instrumental
Si atendemos a las teorías de Skinner (1953), la conducta se adquiere o
extingue gracias a las consecuencias que siguen a la misma; es decir,
gracias a los refuerzos (que incrementan la conducta) y a los castigos (que
la debilitan). La agresividad se aprende, mantiene y extingue a través de estos
mismos mecanismos. Y se aprende de forma muy temprana y con mucha
facilidad cuando conduce al éxito, bien porque el niño consigue, gracias a ella,
aprobación social o bien porque elimina estímulos desagradables. Y así, es muy
probable que el individuo vuelva a emplear procedimientos agresivos en otras
ocasiones para conseguir los mismos resultados.
Dentro de una línea de trabajo abierta por Skinner, se han realizado
explicaciones de la conducta imitativa. El modelo más simple consistiría en la
aplicación de un refuerzo positivo para las conductas imitativas de los sujetos,
sin embargo, esto implica que lo que se estará produciendo realmente no será

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el aprendizaje de conductas nuevas, sino el refuerzo de conductas ya existentes


en el repertorio del sujeto, ya que para que se produzca el refuerzo de la
conducta, ésta debe de ser realizada previamente.
Autores como Miller y Dollard (1941), han añadido elementos nuevos a esta
formulación. Estos autores basan su análisis en el papel de la reducción de la
intensidad del estímulo derivado del impulso, atribuyendo una importancia
fundamental al papel del refuerzo para que se produzca el aprendizaje. De
esta forma, el aprendizaje imitativo es explicado como "un impulso aprendido
que se adquiere dando una respuesta similar a la emitida por una persona
cercana cuando el sujeto es despertado por un impulso. La respuesta imitativa
sólo se aprende si lleva a una reducción del impulso, lo cual constituye la
recompensa" (Swenson, 1980, p.200).

Explicado en esta forma, se plantean los mismos problemas que en el caso


anterior, ya que por un lado esto supone que se refuerzan conductas aprendidas,
y por otro lado dejaría sin explicar los casos en que se produce aprendizaje sin
que la persona reciba ningún tipo de recompensa. Este último problema, sin
embargo, puede ser resuelto por Miller y Dollard, para quienes se pueden
producir respuestas imitativas concretas que no hayan recibido ningún tipo de
recompensa, gracias al hecho de que la conducta de imitación se puede
fortalecer a través de la experiencia de que tales conductas suelen tener éxito.
Es decir, si cualquier tipo de conducta imitativa es reforzada de forma
consistente, mientras que la conducta no imitativa no lo es o es castigada, el
realizar una conducta que sea idéntica a la observada puede ser reforzante en
sí misma.

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Este tipo de análisis, sin embargo, no solo no podría explicar por qué no se imitan
todo tipo de conductas, sino que también adolecería, según Bandura, de los
mismos defectos que el anterior, ya que "da cuenta en forma satisfactoria de las
funciones discriminativa y reforzante del estímulo control de respuestas
imitativas previamente aprendidas, pero no arroja luz sobre las variables que
gobiernan la adquisición de respuestas nuevas a través de observación"
(Bandura, 1965, p.6).
Por último, Bandura hace referencia a Mowrer (1960) quien propone dos formas
en las que se puede producir el aprendizaje, en la primera, el modelo realiza una
conducta y al mismo tiempo administra un refuerzo al sujeto, con lo que a través
de esta asociación estímulo-refuerzo, la conducta del modelo se convierte en un
estímulo reforzante para el sujeto. En el segundo caso, se produce un refuerzo
vicario sobre el sujeto gracias a la administración de un refuerzo positivo al
modelo por la realización de una conducta.
Esta última explicación parece solucionar algunos de los problemas que se
planteaban en las anteriores, pero sin embargo tampoco puede explicar el
aprendizaje observacional en condiciones en las que ni el observador ni el
modelo reciben ningún tipo de refuerzo. Y es este concepto de refuerzo,
fundamental en las teorías conductistas del aprendizaje, el que Bandura critica
duramente. Para él, utilizar este término en la explicación del aprendizaje no
tiene ningún valor, ya que la única función que cumple sería la de fortalecer
respuestas ya aprendidas.
"La adquisición de respuestas imitativas resulta primordialmente de la
contigüidad de fenómenos sensoriales, mientras que las consecuencias de la
respuesta para el modelo o el observador sólo adquieren una importancia
fundamental cuando se ejecutan respuestas aprendidas por imitación" (Bandura
y Walters, 1963, p.66).
Parece, por lo tanto, que el rechazo al término refuerzo es solo inicial, ya que
como hemos visto en la cita, sólo niega su importancia en los procesos de
aprendizaje, mientras que reconoce su valor como "desencadenador" de
respuestas aprendidas.
Agresividad y aprendizaje por modelado
Partiendo del supuesto de que la agresividad no es una conducta instintiva, sino
que necesita de un aprendizaje, Bandura sostiene que este aprendizaje se
realizará principalmente a través de la visión de la conducta de modelos,
oponiéndolo al posible aprendizaje por experiencia directa en términos Ensayo-
Error, ya que afirma que, sobre todo en el caso de la conducta agresiva, ésta
sería una forma no sólo lenta, sino incluso peligrosa, de aprendizaje.

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Bandura (1973; 1984) es el creador de la teoría del aprendizaje social 5. Para


él la conducta depende de una serie de factores ambientales (estímulos,
refuerzos y castigos) y de factores personales (creencias, pensamientos,
expectativas…), que mediante un proceso de determinismo recíproco
interactúan entre sí. Bandura investigó en torno a la agresividad en una serie de
experimentos clásicos, demostrando que el hecho de ver a otras personas
comportándose de forma agresiva puede incrementar la agresividad de los niños,
que no se limitan a una mera conducta imitativa, sino que inventan nuevas
formas de agresión, generalizando así el efecto del modelo.

Por otra parte, en el proceso de aprendizaje por imitación son sumamente


importantes las consecuencias que obtiene el modelo por su conducta: cuando
el modelo agresivo es recompensado los niños son más agresivos que si aquel
es castigado. Es decir, que para Bandura la conducta agresiva se aprende
gracias a procesos de modelado (observación e imitación de otras personas),
gracias también a las consecuencias que siguen a las conductas del modelo y,
finalmente, gracias a procesos cognitivos de la persona que aprende, que
piensa, espera, anticipa o imagina… qué le sucederá si actúa como el modelo.
En definitiva, los niños aprenden la agresión a través de la exposición a modelos
violentos, de los que obtienen dos tipos de información: cómo agredir y cuáles
son las consecuencias de la agresión, sean éstas positivas o negativas.

5
La Teoría del aprendizaje social de Bandura (1973; 1986) constituye uno de los principales modelos explicativos de
referencia de la agresividad humana. Desde esta teoría Bandura defiende el origen social de la acción y la influencia
causal de los procesos de pensamiento sobre la motivación, el afecto y la conducta humana.
La conducta está recíprocamente determinada por la interacción de factores ambientales, personales y conductuales.
Entre los factores cognitivos juegan un papel central los procesos vicarios, la autorregulación y la autorreflexión.

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10. LA TEORÍA ECOLÓGICA DE LA AGRESIVIDAD

Esta teoría fue propuesta por Bronfenbrenner (1979) e indica que la persona
estaría organizada en cuatro niveles:
1. Microsistema: contexto más próximo en el que se encuentra la
persona: la familia o la escuela.
2. Mesosistema: son las interacciones entre dos o más entornos en los
que la persona participa activamente (para un niño las relaciones que
establece entre la familia y la escuela).
3. Exosistema: se refiere a uno o más entornos que no incluyen a la
persona en desarrollo como participante activo, pero sin embargo, sí
afectan a sus experiencias porque recibe se ese entorno influencias.
4. Macrosistema: se refiere a las relaciones que se establecen entre el
microsistema, el mesosistema y el exosistema, que existen o podrían
existir al nivel de la subcultura o de la cultura en su totalidad.
Las anteriores estructuras propuestas por el autor permiten afirmar que para
poder entender el fenómeno de la agresividad se debe analizar a la persona con
todas sus variables externas e internas, psicológicas, fisiológicas, sociológicas,
éticas, así como todas las posibles interacciones que surjan en el entorno.

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El ambiente familiar se convertiría en un microsistema crucial en los seres


humanos, pues dentro de él se adquieren los primeros esquemas y modelos de
conducta que guiarán las futuras relaciones sociales. Díaz Aguado (1996) señala
que una buena parte de las conductas agresivas en niños y jóvenes son producto
del deterioro de la interacción familiar. Cuando están expuestos a actos
agresivos en su propia familia, lo más normal es que aprendan a percibir el
mundo como un lugar hostil e inseguro.
Con el mesosistema nos referimos a las interrelaciones (en su conjunto) de más
de un entorno en los que participa una persona: familia/colegio, por ejemplo. De
tal manera que si un niño observa conductas agresivas en la familia, podrá
llevarlas a cabo también él en otro contexto, en este caso, en su colegio.
En relación al exosistema, uno de los aspectos más estudiados son los medios
de comunicación y su relación con las conductas agresivas en los niños y
adolescentes, interfiriendo en la elaboración de significados sociales y culturales
que se puedan dar posteriormente. En este sentido, se ha encontrado que la
violencia televisada enseña a los niños estilos de conducta agresiva como una
forma eficaz de solucionar conflictos (Bandura, 1980; Huesmann y Eron, 1986).
Por último, nos encontramos con el macrosistema social, en el que determinadas
creencias existentes en nuestra sociedad hacia la violencia y hacia los diversos
papeles y relaciones sociales en cuyo contexto se produce, ejercen una decisiva
influencia en los comportamientos violentos. Los valores dominantes influyen en
creencias y actitudes que a su vez son reflejadas en la conducta. Cada grupo de
referencia tiende a desarrollar un conjunto de valores hacia los cuáles los
miembros de grupo están favorablemente dispuestos.

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