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DIRECCIÓN CORAL II

Cómo citar:
Burke, J. F. (1996). Spanish (Castilian) (Trad. F. Tommasi). En T. J. McGee, A. G. Rigg, y D. N.
Klausner (Eds.), Singing Early Music: The Pronunciation of European Languages in the Late
Middle Ages and Renaissance (pp. 144-59). Bloomington, IN: Indiana UP

Ortografía
En el español medieval y del Renacimiento, la ortografía es bastante regular y
muy similar a la de la lengua actual, con algunas excepciones.
Las diferencias principales son el intercambio de las consonantes “b” y “v”, y el
uso ocasional de la vocal “u” para reemplazar a cualquiera de ellas: “abia/avia/auia”. La
consonante “q” es, a veces, usada para lo que sería una “c” en la lengua moderna:
“quando/cuando”. La “y” podía ser sustituida por la vocal “i”: “veynte/veinte”. Entre
1300 y 1500, las consonantes “f” y “h” tenían un sonido muy similar en algunas palabras
y se las intercambiaba: “fasta/hasta”. En ocasiones, al momento de escribir, las
consonantes “f” y “h” en posición inicial eran omitidas por completo (por ejemplo,
“asta”), lo que indicaba que el sonido había desaparecido del habla, como finalmente
ocurrió en el español moderno.

Consonantes
En muchos casos, la pronunciación de las consonantes en el español medieval
difiere de la pronunciación actual. Las consonantes sibilantes presentan una
complicación especial en el español de la Edad Media y del Renacimiento y serán
abordadas más adelante en una sección aparte.
• “b” La [b] es bilabial y oclusiva, es decir, los labios se cierran completamente. A
fines de la Edad Media, la “b” entre vocales pasó a ser fricativa, es decir, los
labios no se cierran del todo, sino que se aproximan bastante y dejan pasar el
aire para producir la [β]. La “b” en posición inicial también se vuelve fricativa si
la palabra que le antecede termina en una vocal; ej.: “Es una boba”, [e:s u:na:
βo:βa:].
• “c” Se pronuncia [k] cuando está seguida de “a”, “o”, “u”; ej.: “conquistan”,
[kɔ:ŋki:sta:n].
• “c” Se pronuncia [ts] cuando está seguida de la “e” y la “i”. Ver el apartado de
sibilantes más abajo.
• “ch” Se pronuncia [tʃ]; ej.: “chico”, [tʃi:ko:].
• “d” En la época medieval, esta consonante era [d] oclusiva en todas las posiciones.
Hacia fines de la Edad Media, pasó a ser fricativa cuando estaba entre vocales

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y en posición final: “ciudad”, [θju:ða:ð]. Al igual que la “b”, una “d” en posición
inicial también se vuelve fricativa cuando la palabra que la antecede termina
con una vocal; ej.: “Menga la del Bustar” [me:ŋga: la: ðe:l bu:sta:r].
• “f” Se pronuncia [h]. A comienzos de la Edad Media, esta consonante, cuando se
encontraba en posición inicial seguida de una vocal, tenía una pronunciación
aspirada originada en la faringe; ej.: “forro”, [ho:rro:]. Ya en el siglo XV, la “f”
había pasado a ser muda y se puede encontrar escrita como “h”; ej.: “horro”.
Cuando se encuentra en posición intermedia o en palabras extranjeras, se
pronuncia [f]; ej.: “infinito”, [i:nfi:ni:to:].
• “g” Se pronuncia [g] cuando está seguida de “a”, “o” y “u”. A fines de la Edad Media,
este sonido también se volvió fricativo entre vocales.
• “g” Se pronuncia [ʒ] cuando está seguida de “e” o “i”. Ver el apartado de sibilantes
más abajo.
• “h” En un principio, tenía prácticamente la misma pronunciación que la “f” y ambas
eran, en ocasiones, confundidas ortográficamente. Entre 1475 y 1525, en
Castilla la Vieja (la zona que está al norte de las montañas que se encuentran al
norte de Madrid), esta consonante pasó a ser muda. Con el tiempo, dicho
cambio se fue propagando lentamente hacia el sur y fue también aceptado en
Latinoamérica. Por lo tanto, no se debería pronunciar la “h” en textos que
provienen del norte de España del siglo XVI, pero sí se la puede pronunciar en
obras de Andalucía o de América Latina del mismo período.
• “j” Se pronuncia [ʒ] cuando está seguida de “a”, “o” y “u”, (mismo fonema que
para “ge” y “gi”, ver apartado de sibilantes más abajo); ej.: “junta” [ʒu:nta:]. En
la Edad Media, a este fonema se lo escribía, a veces, como “i”; ej,:
“consejo/conseio”, “oreja/oreia”.
• “k” Esta consonante, casi no existe en el español medieval, excepto por algunas
palabras de origen extranjero, como “kyrie”. La cantidad de palabras con “k” de
origen extranjero aumentó durante el Renacimiento y posteriormente. Cuando
aparece, se la pronuncia como [k].
• “l” Se pronuncia [l].
• “ll” En el español antiguo, es probable que esta consonante se pronunciara [ʎ],
como el fonema lateral palatal sonoro del español moderno; ej.: “lleno”,
[ʎe:no:]. A veces, en los períodos más tempranos se la escribía como una sola
“l”. A fines del siglo XV, en muchas áreas, esta consonante comenzó a
pronunciarse [j]. En la actualidad, estas dos pronunciaciones aún coexisten en
el mundo hispanohablante. En general, la segunda pronunciación es aceptable
para textos de cualquier zona posteriores al siglo XV.

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En Argentina y Uruguay, en la región del Río de la Plata, a fines del siglo XVIII,
la “ll” pasó a ser pronunciada [ʒ], como antiguamente se pronunciaban “ge”,
“gi” y “j”.
• “m” Se pronuncia [m].
• “n” Se pronuncia [n].
• “ñ” Se pronuncia [ɲ] como en la palabra “señor” [se:ɲo:r], del español moderno.
• “n” La “n” velar se pronuncia [ŋ]. Es un alófono que se produce de forma natural
cuando la “n” esté seguida de una consonante velar como la [g] y la [k]; ej.:
“cinco”, [si:ŋko:].
• “p” Se pronuncia [p].
• “q” Se pronuncia [k] como en el español moderno; ej.: “porque”, [po:rke:]. Siempre
va seguida de la vocal “u”, la cual es muda. La grafía “cu”, a veces era
reemplazada por “qu” en el español antiguo (como en “quando”).

• “r” Se pronuncia como [ɾ] vibrada, como en el español moderno; ej.: “quiero”,
[kje:ɾo:].
• “rr” Se pronuncia con la vibrante múltiple [rr], como en el español moderno; ej.:
“carro”, [ka:rro:].
• “s” Sibilante que se pronunciaba [z] en la época medieval. Ver el apartado de
sibilantes más abajo. Este fonema desaparece cuando se encuentra antes de la
vibrante múltiple [rr].
• “ss” Se pronuncia [s]. Este fonema desaparece cuando está seguida de [rr]. En la
ortografía del español moderno, no existe la doble “s”.
• “t” Se pronuncia [t].
• “v” En el español antiguo, se pronunciaba [v]. Desde una época muy temprana, en
el norte de España, a esta consonante labio-dental se la empezó a confundir
con [b] y, durante la segunda mitad del siglo XVI, la tendencia a confundir estos
fonemos se propagó hacia el centro y el sur. La “v” también se vuelve fricativa
[β] cuando está entre vocales: “cava”, [ka:βa:]. Además, al igual que las
consonantes “b” y “d”, la “v” en posición inicial pasa a ser fricativa cuando la
antecede una palabra que termina en vocal; ej.: “Que yo nunca vy serrana”, [ke:
jo: nu:ŋka: βi: se:rra:na:]. A veces, se la escribía como “u”. El sonido [u] entre
vocales no es muy común en español, salvo en palabras de origen amerindio.
• “x” En el español antiguo, la “x” se pronunciaba [ʃ], ej.: “dexar”, [de:ʃa:ɾ]. Cuando la
“x” aparecía en palabras de origen extranjero, se pronunciaba [ks] o [gz],
particularmente en el Renacimiento y períodos posteriores.

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• “y” Se pronuncia [j]. A veces, en la ortografía, se usaba la “y” en lugar de la “i”, en


palabras como “soy”, “estoy”, “voy”. En la región del Río de la Plata, después
de 1750 aproximadamente, la “y” pasó a ser pronunciada [ʒ], al igual que la “ll”.
• “z” Se pronuncia [dz]. Ver el apartado de sibilantes más abajo.
Una consonante sorda al final de una palabra cambia a su equivalente sonoro
cuando la palabra siguiente comienza con una consonante sonora; ej.: “Quando mas
descanso da”, [kwa:ndo: ma:z de:ska:nso: ða:].

Vocales
El español medieval tenía cinco vocales básicas, pronunciadas igual que en el
español moderno:
“a” [a:] como en “padre”,
“e” [e:] como en “fecha”,
“i” [i:] como en “risa”,
“o” [o:] como en “cosa”,
“u” [u:] como en “burro”.
Las semiconsonantes o semivocales “u” [w] e “i” [j], que aparecen cuando hay
diptongo (en palabras como “bien” y “fuente”), no presentan ninguna complicación,
debido a que el timbre de la vocal fuerte adyacente (en el caso de los ejemplos dados,
la “e”) automáticamente disminuye la fuerza de la semivocal.

Cambios en el lenguaje

El idioma de una comunidad suele sufrir cambios notables en su fonética y su


morfología cuando la población pasa por períodos de grandes conmociones y
transformaciones políticas, sociales y culturales. Hacia fines del siglo XV, en España, el
reino Aragón y Cataluña y el reino de Castilla se unieron mediante el matrimonio de
Fernando e Isabel. En 1492, Granada fue tomada nuevamente por los musulmanes, lo
que terminó con el largo período de islamismo en la Península. Ese mismo año, ambos
monarcas decidieron expulsar a todos los judíos practicantes del reino, una acción que
afectó de manera negativa la economía y la cultura del país. Colón llegó al Nuevo Mundo
en 1492 y, casi de inmediato, la región castellana-andaluz del reino se dedicó
vigorosamente a la explotación y conquista de América.
A fines de siglo XV, también hubo un período de importante actividad cultural en
las áreas hispanohablantes de la Península. En 1499, se publicó Celestina, la primera de
una serie de grandes obras maestras de la literatura de la época de la Edad de Oro y del
Renacimiento español. En arquitectura, el estilo plateresco ornamentado produjo varios
ejemplos interesantes. La pintura como arte alcanzó un nuevo esplendor con las
representaciones de El Greco y Velázquez. La música española de este período no había

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recibido las mismas influencias que tuvieron la música de Italia, Francia, Inglaterra y, un
poco más tarde, Alemania, pero pocos cuestionaban su calidad.
A mediados del siglo XV, justo antes del inicio de esta gran época de
florecimiento cultural, social y económico, la lengua española comenzó a sufrir una serie
de cambios. La cantidad de cambios fue aumentando hacia fines del siglo (etapa en la
que surgieron muchos otros avances) y fueron sucedidos por un período de fluctuación
del lenguaje que duró hasta finales del siglo XVII. Al comienzo del siglo XVIII, con la
fundación de la Real Academia Española por parte de la nueva dinastía de los Borbones,
la lengua española fue regularizada y fijada, conservando su forma hasta el presente.
El grupo de fonemas más problemático e importante durante este período de
evolución fueron las sibilantes, que sufrieron modificaciones considerables antes de que
la lengua se estabilizara. Durante la Edad Media, operó un sistema de pronunciación,
hasta alrededor de 1450. Luego, hubo dos grandes cambios importantes, uno después
del otro, que generaron como resultado el sistema de pronunciación actual del español.
En el período medieval, un grupo de seis consonantes sibilantes se dividió en tres pares,
cada uno de ellos comprende una forma sorda y otra sonora:
• “s” Era sonora [z]; ej.: “casa”, [ka:za:].
• “ss” Era sorda [s]; ej.: “priessa”, [prje:sa:].
• “ge”, “gi” y “j” (seguida de “a”, “o”, “u”) Se pronunciaban con la fricativa prepalatal
sonora [ʒ]; ej.: “inojos”, [i:no:ʒo:s].
• “x” Se pronunciaba con la fricativa prepalatal sorda [ʃ]; ej.: “dixo”, [di:ʃo:].
• “z” Se pronunciaba con la africada dental sonora [dz]; ej.: “dezir”, [de:dzi:ɾ].
• “ce”, “ci”, “ç” Se pronunciaban con la africada dental sorda [ts]; ej.: “recibió”
[rre:tsi:βjo:]; “esforçad” [e:sfo:ɾtsa:ð].
Alrededor del año 1450, los tres fonemas sonoros [z], [ʒ] y [dz] comenzaron a
fusionarse con sus equivalentes sordos. Hacia 1620, solo quedaron las formas sordas [s],
[ʃ] y [ts]. A principios del siglo XVI, se produjo una segunda serie de cambios en los
sonidos, que dio como resultado la pronunciación del español moderno. La
pronunciación de palabras en textos previos a la estandarización del español es
problemática debido a que, durante un siglo y medio aproximadamente, los dos
procesos de modificación se mezclaron tanto en lo geográfico como en lo temporal.

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