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Autonomía de la voluntad vs.

leyes internacionalmente
imperativas en el Arbitraje Internacional

Introducción
No cabe duda de que la autonomía de la voluntad en materia de derecho aplicable a los
contratos internaciones es hoy un principio casi universalmente aceptado. Y si la regla de
conflicto de la autonomía se va imponiendo en materia contractual, respecto del derecho
aplicable por los órganos jurisdiccionales estatales, con mayor razón habría de aceptarse en
relación con el arbitraje, que, en todo caso y a diferencia de aquellos, tiene su razón de ser
en la voluntad de las partes1.
La solución es, por lo demás, plenamente admisible en razón de que allana el camino del
árbitro hacia la determinación de la lex contractus. Cabe presumir que si las partes se han
puesto de acuerdo en la elección de un determinado ordenamiento sustantivo, es este el
que mejor satisface sus intereses y, por tanto, los árbitros deberían plegarse sin mayores
reflexiones al deseo concretado en el acuerdo arbitral.
A pesar de lo señalado hasta aquí, basta con dar un vistazo a los sistemas jurídicos de la
región para percatarnos de que el principio no se ha instalado aún plenamente entre
nosotros. En nuestros países, la vigencia de los Tratados de Montevideo de 1.889 y 1.940,
así como los textos de fuente autónoma, mantienen en entredicho la vigencia del principio
de autonomía de la voluntad. En el plano doctrinal, el debate sobre la admisión del principio
de autonomía de la voluntad, sin embargo, hoy parece tener más adeptos que detractores.
Pero, a pesar del consenso generalizado a favor de la admisión de la autonomía conflictual,
dicho consenso se quiebra y las posiciones se distancian cuando se pretende delimitar sus
contornos, su alcance, su contenido y sus límites. Los cuestionamientos giran básicamente
sobre si la elección de ley puede realizarse sólo al tiempo de la celebración del contrato al
cual se refiere, o si, por el contrario, es admisible una elección anterior o posterior a él; si la
elección debe ser expresa, o si es admisible una elección tácita y, en este último caso, cabría
preguntarse también qué se entiende por elección tácita; si la elección debe recaer
necesariamente en un único ordenamiento jurídico, o si es admisible la designación de dos
o más ordenamientos jurídicos; si la ley escogida ha de guardar algún grado de relación con
el contrato, o si, por el contrario, es admisible una elección que recaiga en un ordenamiento
desvinculado del contrato; si la elección debe recaer necesariamente en un derecho estatal,
o si es admisible la elección de un derecho no estatal, como la lex mercatoria, por ejemplo;

1
Chillón Medina, José María y Merino Merchán, José Fernando: Tratado de arbitraje privado interno e
internacional, Segunda Edición, Editorial Civitas S.A., Madrid (España), 1.991, pág. 931.
y, finalmente, si la elección debe respetar el orden público internacional de algún Estado o
las normas de policía o de aplicación necesaria de algún ordenamiento particular.
A pesar de que en el derecho comparado estas cuestiones han sido tratadas y resueltas
mediante la adopción de soluciones diversas, y de que en la doctrina no existe un consenso
generalizado, creemos que este no es el momento ni el lugar para realizar un estudio en
profundidad de las mismas.
En esta sede nos limitaremos a llamar la atención sobre uno de los temas más arduamente
debatidos en la doctrina europea (cuya vigencia y aplicación han sido reconocidas no sólo
por la legislación, sino también por la jurisprudencia), pero cuyo estudio, lamentablemente,
no ha merecido la misma atención por parte de los estudiosos latinoamericanos: las normas
internacionalmente imperativas.
Circunscribiremos, sin embargo, su estudio al ámbito del arbitraje internacional. Y lo
haremos así por dos razones fundamentales. En primer lugar, no sólo por el creciente auge
y desarrollo que la materia ha experimentado a nivel regional, sino sobre todo porque dicho
auge y desarrollo ha hecho posible, incluso, que Estados que niegan la vigencia de la
autonomía conflictual, hayan terminado incorporándola a sus sistemas legislativos, a
propósito de la regulación de dicha institución2, ya sea mediante la adopción de tratados
internacionales o mediante la promulgación de leyes autónomas3.
En segundo término, parece oportuno recordar a los operadores del comercio internacional
que ven el arbitraje como el paradigma que les permitiría escapar del corsé impuesto por
los órganos jurisdiccionales estatales (reacios a reconocer la vigencia más plena y absoluta
del principio de autonomía de la voluntad), que las normas internacionalmente imperativas
también pueden y – en muchas ocasiones – hasta deben ser aplicadas por los árbitros.

Las normas internacionalmente imperativas en el arbitraje de derecho


Ya hemos destacado que la autonomía de la voluntad es, hoy en día, un principio
ampliamente reconocido y cuya importancia, en el campo concreto de la contratación
internacional, ha sido sostenido con especial ímpetu. Por otra parte, también hemos
apuntado que dicho principio no es absoluto y que, por el contrario, encuentra límites;
límites sobre los cuales hasta hoy no existe un consenso general.
En el presente apartado haremos referencia concreta a las normas imperativas, de policía
o de aplicación inmediata; pues ellas se constituyen en una clara restricción al principio de

2
No cabe duda de que es cuestionable el proceder de los legisladores, no por la incorporación del principio
de autonomía, sino por la incorporación del mismo sólo para los contratos con cláusula de arbitraje. La
incorporación del principio de autonomía solo para los litigios sometidos a arbitraje no hace sino crear, en un
mismo sistema legislativo, sub-sistemas contradictorios, con las naturales disfunciones que ello supone.
3
Es innegable, en este sentido, el importante papel que la Ley Modelo de la C.N.U.D.M.I. sobre arbitraje
internacional ha cumplido.
autonomía de la voluntad, en especial en aquellos contratos cuya importancia social o
económica es considerable4.
Estas normas son el producto del creciente intervencionismo estatal en la economía y en el
comercio internacional5. Como apunta Feldestein de Cárdenas6, no es reciente el interés de
retirar del campo de la autonomía de la voluntad las materias regidas por las denominadas
por las denominadas normas imperativas, objetivo que ha ido consolidándose hasta llegar
al estado actual en que la doctrina, la legislación y la jurisprudencia se manifiestan
mayoritariamente a favor de dicho objetivo7.
Para comprender mejor su importancia, es preciso distinguir las nociones de normas
imperativas. En primer lugar, están las normas imperativas de Derecho material interno, no
derogables por contrato y que están encaminadas a restringir la autonomía privada. Estas
normas vienen determinadas por la ley del contrato8. En segundo lugar, están aquellas otras
normas que, a más de no ser derogables por contrato, reclaman su aplicación
independientemente de la lex contractus, es decir, son imperativas al margen del estatuto
contractual, por lo que son doblemente imperativas; para el Derecho interno y e
internacional privado9.
Estas últimas se fundan en el Derecho público y en la intervención del Estado. Se presentan
en todos los ordenamientos y representan objetivos básicos de política legislativa, que para
su realización requieren su proyección sobre el tráfico internacional. Reflejan políticas
esenciales del Estado, por lo que requieren una aplicación inmediata, no admiten

4
Pérez Beviá, J.A.: “Disposiciones imperativas y leyes de policía en el Convenio de Roma, de 19 de junio de
1.980, sobre ley aplicable a las obligaciones contractuales”, Revista Española de Derecho Internacional, vol.
XXXIV, núm. 1, 1.982, pág. 101.
5
Lapiedra Alcami, R.: “Crisis y renovación del régimen internacional de los contratos en materia de ley
aplicable”, Revista General de Derecho, núm. 627, 1.996, pág. 13.176 – 13.177; Fernández Rozas, J. C. y
Sánchez Lorenzo, S.: Curso de Derecho internacional privado (2ª edición), Civitas, Madrid (España), 1.993, pág.
68; Boggiano, A.: Derecho internacional privado (3ª edición), Abeledo – Perrot, Buenos Aires (Argentina),
1.991, Tomo II, págs. 274 – 275.
6
Feldestein de Cárdenas, S. L.: Contratos Internacionales, Abeledo – Perrot, Buenos Aires (Argentina), 1.995,
págs. 80 – 81.
7
Admiten a texto expreso la limitación de las normas imperativas, entre otros, los Artículos 3.3, 5, 6 y 7 del
Convenio de Roma de 1.980; el Artículo 11 de la Convención Interamericana sobre derecho aplicable a los
contratos internacionales de México de 1.994; el Artículo 34 de la Ley alemana de derecho internacional
privado de 1.986; los Artículos 41, 42 y 44 de la Ley Federal austriaca de derecho internacional privado de
1987; y el Artículo 10° de la Ley venezolana de derecho internacional privado.
8
Virgós Soriano, M.: “Obligaciones contractuales” (Capítulo III), en González Campos, J.D. y otros: Derecho
Internacional Privado. Parte Especial, 6ª edición, Eurolex, Madrid (España), 1.995, pág. 178.
9
Virgós Soriano, M.: “El Convenio de Roma de 19 de junio de 1.980 sobre Ley aplicable a las obligaciones
contractuales”, Tratado de Derecho Comunitario Europeo (Dirigido por: García de Enterría, E., González
Campos, J. D. y Muñoz Machado, S.), Civitas, Madrid (España), 1.986, Tomo III, pág. 812; “Obligaciones…”, loc.
cit. en op. cit., pág. 178; Guzmán Zapater, M.: “Las obligaciones contractuales”, Derecho Internacional Privado
(Directora: Pérez Vera, E.), volumen II, UNED, Madrid (España), Agosto de 1.996, pág. 294.
desplazamiento. Reflejan valores de diversa índole, pero todos ellos de especial
trascendencia.
Operan y son aplicables con independencia de cuál sea la ley rectora del contrato (o de
cualquier otro tipo de relación), por lo que se constituyen, en este sentido, en normas de
aplicación directa y unilateral, pues regulan situaciones vinculadas únicamente con el
ordenamiento del que forman parte. De tal forma que, siempre que resulten aplicables,
condicionan, desplazan o complementan la acción de las normas de conflicto10. La lex
contractus se fija mediante la acción de una norma de conflicto, mientras que las normas
imperativas se proyectan directamente sobre el contrato internacional, sin intervención
previa de ninguna norma de conflicto11.
En este sentido, la ley que rige la relación contractual tiene vocación de regular de forma
global todos los aspectos concernientes al régimen jurídico de las obligaciones. Sin
embargo, dos tipos de cuestiones escapan al ámbito de la misma. Por un lado, aquellas que
quedan sujetas a una norma específica12 y, por otro, aquellas que caen bajo el ámbito de
acción de las normas internacionalmente imperativas13.
De tal forma que, en principio, el contrato se rige por la ley elegida por las partes o,
en su caso, por la que determine la norma subsidiaria de conflicto. La ley designada en estas
condiciones, mediante la acción de las normas de conflicto, rige desde el nacimiento hasta
la extinción del contrato. Bajo la competencia de la lex contractus caen, en principio, todos
los aspectos del fondo del contrato, desde las primeras fases de su gestación y celebración
hasta su extinción, y por supuesto el régimen de derechos y obligaciones de los
contratantes14.
Sin perjuicio de ello, algunos aspectos concretos del mismo, tales como los pagos
internacionales, las transferencias de tecnología, la protección de la parte débil o los efectos
sobre el Derecho de la competencia, entre otros, son disciplinados por normas

10
Virgós Soriano, M.: “Obligaciones…”, loc. cit. en op. cit., pág. 178.
11
Carrascosa González, J.: “Obligaciones Contractuales” (Capítulo IX), en Derecho Internacional Privado
Español (II). Parte Especial. Derecho Civil Internacional (Marín López, A. y otros), Granada (España), 1.994, pág.
312
12
Como, por ejemplo, las modalidades de ejecución de las obligaciones, la capacidad de los contratantes o la
forma del contrato.
13
Calvo Caravaca, A. L. y Carrascosa González, J.: “El Convenio de Roma sobre ley aplicable a las obligaciones
contractuales de 19 de junio de 1.980”, Contratos Internacionales (Directores: Calvo Caravaca, A. L. y
Fernández de la Gándara, L. – Coordinadora: Blanco – Morales Limones, P.), Tecnos, Madrid (España), 1.997,
pág. 114; Carrascosa González, J.: “Obligaciones…”, loc. cit. en op. cit., pág. 312; Ortiz Arce, A.: “El
Anteproyecto de Convenio dela CEE sobre la ley aplicable a las obligaciones contractuales. Análisis del nuevo
texto de marzo de 1.978”, Revista de Instituciones Europeas, Volumen 6, Número 1, 1.979, pág. 88.
14
Virgós Soriano, M.: “Obligaciones…”, loc. cit. en op. cit., pág. 188; Guzmán Zapater, M.: “Las
obligaciones…”, loc. cit. en op. cit., págs. 295 – 296; Pérez Beviá, J. A.: “Las obligaciones contractuales”,
Lecciones de Derecho civil internacional (Aguilar Benítez de Lugo, M. y otros), Tecnos, Madrid (España), pág.
281.
internacionalmente imperativas, pertenecientes a ordenamientos diversos a aquel que
gobierna el contrato. Es esta la razón por la que se ha afirmado que el régimen jurídico del
contrato internacional se obtiene mediante la combinación de la lex contractus, que regula
el régimen básico de derechos y obligaciones de las partes, con las normas
internacionalmente imperativas pertenecientes a otros sistemas jurídicos que puedan
resultar aplicables a determinados aspectos de la relación15.
De ahí la importancia de este tipo de normas, cuya sistematización, por otra parte,
no es tarea fácil, en razón de que el mismo fenómeno de intervención presenta gran
variedad de objetivos y expresiones técnicas, que varían de un Estado a otro16.
Las más fácilmente identificables son las llamadas normas de dirección, mediante las
cuales el Estado cumple su papel como controlador de los procesos sociales y de mercado.
A través de ellas se manifiestan los principios ordenadores de la vida económica y social de
un determinado país, configuran y ordenan su modelo socio-económico. Son normas que
reconocen, desarrollan y protegen bienes generales o de interés público, es decir, bienes
que se encuentran fuera del ámbito contractual y de los contratantes. Su objeto no se ubica
en las relaciones internas del contrato, sino en las externalidades que producen, es decir,
surten sus efectos sobre el bien jurídico protegido17. Estos bienes jurídicos son, entre otros,
el modelo de mercado, la balanza de pagos, la economía nacional, la seguridad nacional, el
patrimonio histórico-cultural, la política exterior y el mercado de trabajo.
Son normas de obligado cumplimiento que operan de forma unilateral, no son
fungibles o intercambiables con las normas de otro país en la regulación del supuesto. El
método unilateral es insustituible, pues sus normas expresan la intención de protección de
ciertos intereses y desarrollan las políticas legislativas de cada Estado18.
Junto a este tipo de normas, aparecen otras que desarrollan una función de
protección contractual. Son aquellas que tienen por objeto directo la regulación interna de
la relación contractual, el equilibrio de derechos y obligaciones, tutelando a una de las
partes en razón de la situación típica de desequilibrio en que se encuentra en las relaciones
de mercado. Son las llamadas normas de protección, y a dicha categoría pertenecen las
normas de protección contractual de trabajadores y consumidores. En este tipo de normas,
el método unilateral ya no es insustituible, ni tampoco se plantea inconveniente, en
principio, en que las partes elijan el derecho aplicable que mejor convenga a sus intereses.
Esta es, por ejemplo, la dinámica del Convenio de Roma sobre Obligaciones Contractuales,
donde se somete a estos sectores a normas bilaterales de conflicto19.

15
Calvo Caravaca, A. L. y Carrascosa González, J.: “El Convenio…”, loc. cit. en op. cit., pág. 115; Carrascosa
González, J.: “Obligaciones…”, loc. cit. en op. cit., pág. 312.
16
Virgós Soriano, M.: “Obligaciones…”, loc. cit. en op. cit., pág. 178.
17
Virgós Soriano, M.: “Obligaciones…”, loc. cit. en op. cit., pág. 179.
18
Virgós Soriano, M.: “Obligaciones…”, loc. cit. en op. cit., pág. 179.
19
Virgós Soriano, M.: “Obligaciones…”, loc. cit. en op. cit., pág. 179.
La aplicación de las leyes de policía que no forman parte del ordenamiento jurídico
que rige la vida contractual, puede plantearse a su vez en términos de aplicar las
disposiciones imperativas de la lex fori, o incluso de terceros ordenamientos que tengan un
interés legítimo de aplicación.
La aplicación por jueces estatales de las disposiciones imperativas de la lex fori es un
hecho que no presenta problemas esenciales, en el sentido de que su consagración por la
doctrina, la legislación y la jurisprudencia no es reciente20. Cuestión diferente es la
planteada con las disposiciones imperativas pertenecientes a terceros ordenamientos.
Según Pérez Beviá21, una postura clásica es contraria a la aplicación de las mismas, pero esta
posición ha ido cediendo a favor de una postura más moderna que admite el juego de las
mismas22.
Recordemos que, en sentido estricto, en el arbitraje no se puede hablar
propiamente de lex fori. En principio, esta no es otra que la del ordenamiento jurídico
nacional, cuando el lugar del arbitraje se encuentra en el territorio nacional. Sin embargo,
no debemos olvidar que, en el arbitraje, el lugar de ubicación del tribunal arbitral o el lugar
en el que se desarrollan sus actuaciones pueden ser meramente accidentales 23. Siendo el
arbitraje una institución fundada principalmente en la confianza y en la voluntad de las
partes, puede que esa confianza y esa voluntad común lleve a las partes a someter la
solución de sus controversias a tribunales arbitrales cuyas sedes se encuentren en Estados
que nada tengan que ver con la relación de que se trate; por lo que la aplicación de las
normas internacionalmente imperativas del Estado de situación del tribunal puede resultar,
en muchas ocasiones, inconveniente. Sin embargo, tampoco se puede negar que lo
corriente es que el tribunal arbitral se constituya y desarrolle su actividad en un Estado
interesado en la relación contractual, un Estado en el que el laudo habrá de surtir algún
efecto.
Por otra parte, recordemos que un contrato es internacional por presentar
contactos, conexiones o vínculos que afectan a normas e intereses de varios países. El
contrato se rige, en principio, por la lex contractus. Sin embargo, el contrato sigue
manteniendo vínculos con otros Estados diferentes. Vínculos o conexiones que pueden
suponer que un país distinto al de la lex contractus goce de un control efectivo sobre algún
aspecto concreto de la relación contractual, situación que le posibilita imponer de hecho su

20
Feldestein de Cárdenas, S. L.: Contratos…, op. cit., págs. 79 – 82; Pérez Beviá, J. A.: “Disposiciones…”, loc.
cit., pág. 102
21
Pérez Beviá, J. A.: “Disposiciones…”, loc. cit., pág. 102.
22
En esta línea, por ejemplo, el Convenio de Roma consagra de forma tácita la aplicación de las normas
imperativas de la lex contractus y, junto a ellas, de forma expresa, admite la aplicación de dichas
disposiciones cuando ellas formen parte de la lex fori, e incluso cuando pertenezcan a un tercer
ordenamiento, siempre que el contrato presente algún “vínculo estrecho” con el mismo (artículo 7 del
Convenio).
23
Rechsteiner, Beat Walter: Arbitragem privada internacional no Brasil. Depois da nova Lei 9.307, de
23.09.1996, 2ª Edición, Revista dos Tribunais, San Pablo (Brasil), 2.001, pág. 92.
legislación, o que algún aspecto de la relación se desarrolle en su ámbito afectando
directamente a intereses importantes del país24.
Teniendo en cuenta la influencia señalada, parece inevitable que los árbitros deban
tomar en consideración y, en su caso, aplicar las normas de policía del Estado (o de los
Estados) con el cual el contrato presente vínculos estrechos. La aplicación de las normas
imperativas, sin embargo, no está exenta de problemas, ya que afectan a puntos concretos
del régimen jurídico del contrato, tales como pagos internacionales, transferencia de
tecnología, protección de la parte débil, derecho de competencia, etcétera, por lo que el
resto del contenido del contrato sigue sometido exclusivamente a la lex contractus25.
Esta es la razón por la que la inobservancia de las mismas puede producir efectos
diversos. En primer lugar, cuando la norma imperativa vulnerada afecta la validez civil del
contrato26, de tal forma que, si por ejemplo, ella declara el carácter inalienable del bien
objeto del contrato, este verá comprometido su validez por recaer sobre un objeto
prohibido. En segundo lugar, cuando la norma imperativa inobservada afecta
exclusivamente a la eficacia plena del contrato27, de tal forma que el contrato es válido
siempre que así lo sea de conformidad con la lex contractus, pero no desplegará la totalidad
de sus efectos hasta que no se cumpla con lo dispuesto por la norma imperativa. En este
supuesto, la inobservancia de la norma imperativa determina que se aplique la sanción
prevista específicamente en ella. Pero si dicha norma no contempla una sanción expresa, el
operador deberá procurar la sanción más acorde con el fin que el legislador persigue a
través de la norma imperativa violada.
Por otra parte, la aplicación de las normas imperativas puede justificarse en el
principio de armonía internacional de soluciones, según el cual se pretende que el laudo
arbitral dictado en un Estado surta efecto no sólo en ese Estado, sino también en el
extranjero, por lo que resulta conveniente aplicar las disposiciones imperativas de terceros
Estados28. De esta forma se conseguirían una solución uniforme y, por tanto, efectiva
respetuosa de todos los intereses y objetivos de política legislativa implicados que fueran
atendibles29. Este principio, sin embargo, no puede acogerse sin limitaciones, ya que la
aplicación excesiva de normas imperativas provocaría un estrechamiento de la autonomía
contractual, lo que finalmente repercutiría negativamente en el tráfico internacional.

24
Virgós Soriano, M.: “Obligaciones…”, loc. cit. en op. cit., pág. 183; “El Convenio…”, loc. cit. en op. cit., págs.
815 – 816.
25
Carrascosa González, J.: “Obligaciones…”, loc. cit. en op. cit., pág. 315.
26
Carrascosa González, J.: “Obligaciones…”, loc. cit. en op. cit., pág. 315; Calvo Caravaca, A. L. y Carrascosa
González, J.: “El Convenio…”, loc. cit. en op. cit., pág. 118.
27
Carrascosa González, J.: “Obligaciones…”, loc. cit. en op. cit., pág. 315; Calvo Caravaca, A. L. y Carrascosa
González, J.: “El Convenio…”, loc. cit. en op. cit., pág. 118.
28
Carrascosa González, J.: “Obligaciones…”, loc. cit. en op. cit., pág. 316; Calvo Caravaca, A. L. y Carrascosa
González, J.: “El Convenio…”, loc. cit. en op. cit., pág. 120.
29
Virgós Soriano, M.: “Obligaciones…”, loc. cit. en op. cit., pág. 183.
La cuestión no es sencilla, como apunta Virgós Soriano30, pues el principio de
armonía internacional de soluciones no puede olvidar que los objetivos de política de
intervención de los Estados no sólo pueden ser distintos, sino que, en ocasiones, pueden
llegar a ser marcadamente contradictorios. Por otra parte, aplicar, sin más, normas de
terceros Estados al contrato implicaría una mera suma de dirigismos estatales de
orientación diversa y, por lo tanto, un obstáculo al comercio internacional.
Estas son las razones por las que este autor recurre a otros argumentos para
justificar la aplicación de las disposiciones imperativas de terceros Estados.
Primeramente, por razones de “necesidad”. Así, cuando un Estado extranjero
dispone de un control efectivo sobre la situación concreta, que le permita imponer y aplicar
su legislación sobre una de las partes; lo que ocurriría, por ejemplo, si el Estado donde debe
realizarse una de las prestaciones prohíbe su ejecución a la parte residente en su territorio.
Con independencia de cuál sea la ley aplicable al contrato, existe un hecho que no se puede
ignorar: una de las partes no puede realizar su prestación, por influencia de una disposición
ajena a la ley del contrato31.
En segundo lugar, por “exigencias de cooperación internacional”. La intervención
estatal en el campo socioeconómico constituye un fenómeno universal que requiere para
su efectividad la cooperación internacional. De tal forma que la necesidad que siente todo
Estado de que se respeten sus intereses y de alcanzar ciertos objetivos, hace necesario, a
su vez, el respeto de los intereses y objetivos de política legislativa de los otros Estados32.
La existencia de disposiciones internacionalmente imperativas en los diversos
ordenamientos es un hecho innegable, por lo que su toma en consideración, tanto por
jueces como por árbitros, parece inevitable. Sin embargo, la aplicación de las normas de
aplicación necesaria no siempre es conveniente, por lo que, a fin de evitar la aplicación
indiscriminada y cercenar con ello en extremo el ámbito de la lex causae, la doctrina ha ido
sistematizando ciertos criterios que permiten su aplicación más adecuada.
En primer lugar, la norma imperativa debe ser aplicable, con independencia de cuál
sea la ley que regula el contrato33. Ello significa que la norma imperativa de que se trate
debe cubrir, en su ámbito espacial de aplicación, el contrato internacional intervenido.
Igualmente, la norma imperativa extranjera debe cubrir, en su ámbito material de
aplicación, el supuesto. Carece de importancia el rango “legal”, “reglamentario” o

30
Virgós Soriano, M.: “Obligaciones…”, loc. cit. en op. cit., pág. 183.
31
Virgós Soriano, M.: “Obligaciones…”, loc. cit. en op. cit., pág. 184.
32
Virgós Soriano, M.: “Obligaciones…”, loc. cit. en op. cit., pág. 184; Carrascosa González, J.:
“Obligaciones…”, loc. cit. en op. cit., pág. 315; Calvo Caravaca, A. L. y Carrascosa González, J.: “El
Convenio…”, loc. cit. en op. cit., pág. 120
33
Carrascosa González, J.: “Obligaciones…”, loc. cit. en op. cit., pág. 316; Calvo Caravaca, A. L. y Carrascosa
González, J.: “El Convenio…”, loc. cit. en op. cit., pág. 121; Virgós Soriano, M.: “El Convenio…”, loc. cit. en op.
cit., pág. 819; “Obligaciones…”, loc. cit. en op. cit., pág. 186.
“jurisprudencial” de la disposición imperativa. Obviamente, la disposición debe presentar
carácter “imperativo”, aspecto que deberá ser apreciado por el tribunal, lógicamente, con
arreglo al sistema jurídico en el que se inserta, ya que el tribunal no puede calificar como
norma imperativa una disposición, si el ordenamiento de origen no le confiere tal carácter.
Recordemos que dicho carácter pone de manifiesto que se trata de normas que protegen
intereses relevantes del Estado a cuyo ordenamiento pertenecen.
En segundo lugar, la situación debe presentar un “vínculo estrecho” con el país a
cuya legislación pertenece la disposición imperativa34. Existe “vínculo estrecho” cuando el
contrato internacional repercute de algún modo en el ordenamiento al que pertenece la
norma imperativa, es decir, cuando implica un riesgo o puesta en peligro de los objetivos a
que atiende dicha norma. A modo de ejemplo, Guardans Cambo35 semana: un contrato que
se relacione directamente con la introducción o salida de un Estado de una mercadería cuya
importación o exportación haya sido prohibida, o esté sometida a una autorización
gubernativa; el hecho de que se acuerde el pago de una obligación en la moneda de un
tercer Estado, o si el mismo exige la intervención de su sistema bancario, también el lugar
de celebración o ejecución pueden constituirse en vínculos estrechos. Destaca que, en
aquellos contratos en los que exista una válida elección de ley, siempre existirá un vínculo
estrecho con el Estado cuya ley hubiera sido aplicable si tal elección no se hubiera realizado.
En tercer y último lugar, en la aplicación de las normas imperativas el tribunal deberá
tener en cuenta las consecuencias que se derivarían de su aplicación o de su inaplicación36.
De tal forma que, admitida, en abstracto, la posibilidad de dar efecto a ciertas disposiciones,
es preciso que el tribunal analice cuáles serán los efectos que la misma puede producir
sobre la situación concreta; es decir, tanto los efectos que su aplicación pueda producir
sobre las partes, así como los que pueda producir sobre los intereses de los Estados en
presencia37.
Para concluir podemos afirmar que la lex contractus elegida por las partes (o en
defecto de elección, designada por la norma subsidiaria de conflicto) rige el contrato, pero
no de forma exclusiva. Algunas cuestiones concretas se hallan sometidas a las disposiciones

34
Carrascosa González, J.: “Obligaciones…”, loc. cit. en op. cit., págs. 316 – 317; Calvo Caravaca, A. L. y
Carrascosa González, J.: “El Convenio…”, loc. cit. en op. cit., pág. 121; Guardans Cambo, I.: Contrato
internacional y derecho imperativo extranjero, Aranzadi, Pamplona (España), 1.992, pág. 151; Virgós Soriano,
M.: “El Convenio…”, loc. cit. en op. cit., pág. 819; “Obligaciones…”, loc. cit. en op. cit., pág. 187; Esplugues
Mota, C.: “Régimen jurídico dela contratación en el derecho del comercio internacional”, Contratación
Internacional (Doctrina, Jurisprudencia, Formularios y Legislación), AA.VV., Tirant lo Blanch, Valencia
(España), 1.994, pág. 89.
35
Guardans Cambo, I.: Contrato…, op. cit., págs. 551 – 552.
36
Calvo Caravaca, A. L. y Carrascosa González, J.: “El Convenio…”, loc. cit. en op. cit., págs. 121 – 122;
Carrascosa González, J.: “Obligaciones…”, loc. cit. en op. cit., pág. 317; Guardans Cambo, I.: Contrato…, op.
cit., págs. 557- 558; Pérez Beviá, J. A.: “Disposiciones…”, loc. cit., pág. 118; Virgós Soriano, M.: “El
Convenio…”, loc. cit. en op. cit., págs. 821 – 822.
37
Virgós Soriano, M.: “El Convenio…”, loc. cit. en op. cit., pág. 821.
imperativas de los ordenamientos vinculados al contrato y, por tanto, deben ser tomadas
en consideración por el tribunal a la hora de dictar el laudo; hecho este que constituye un
verdadero límite a la autonomía de la voluntad de las partes en un contrato internacional.

Las Normas Internacionalmente Imperativas en el Arbitraje de Equidad


Cabe recordar aquí que, en principio, el árbitro de derecho está obligado a aplicar
las normas jurídicas en la resolución de la controversia como lo haría un juez. El árbitro de
equidad, en principio, está eximido de aplicar las normas jurídicas, debiendo conducir su
análisis por criterios y normas no necesariamente basado en tal o cual ordenamiento
jurídico.
Llegados a este punto, cabe preguntarnos en qué medida el árbitro de equidad
puede abstraer la resolución del conflicto del derecho. El análisis superficial de la cuestión
podría conducirnos a afirmar que la referencia a la posibilidad de que los árbitros resuelvan
en conciencia o según su leal saber y entender supone la exclusión de toda intervención del
derecho.
Sin embargo, la práctica arbitral comparada ha demostrado que, por regla general,
los amigables componedores no se sienten en la obligación de apartar sistemáticamente las
reglas de derecho de la controversia, refiriéndose, por el contrario, con bastante frecuencia
a estas normas38.
Es frecuente, tanto en la práctica arbitral interna como en la internacional, que los
árbitros de equidad decidan que su leal saber y entender consiste precisamente en la
aplicación de las normas de derecho.
Pero la aplicación del derecho en los arbitrajes de equidad no siempre es una
facultad de la que pueden hacer o no uso los árbitros, sino que puede constituirse también
en una obligación. En este sentido, lo dicho anteriormente respecto de la aplicación de las
normas imperativas en el arbitraje de derecho es perfectamente trasladable al arbitraje de
equidad.
Los árbitros de equidad, al igual que los árbitros de derecho, no pueden eludir la
aplicación de las normas imperativas de los Estados en los que el laudo habrá de producir
efectos.
Como señalan Chillón Medina y Merino Merchán39, sólo es arbitrable la zona de
derecho supletorio que se vincula a la libre disposición de las partes, quedando a salvo la
zona de derecho imperativo, ya que el interés general que subyace en el trasfondo de esta
normas impide que, por el libre juego de la voluntad de los particulares, se menoscabe su
imperatividad. Y, siendo que las propias partes no pueden desplazarlas por su sola voluntad,

38
Chillón Medina, José María y Merino Merchán, José Fernando: Tratado…, op. cit., pág. 976.
39
Chillón Medina, José María y Merino Merchán, José Fernando: Tratado…, op. cit., pág. 976.
mucho menos podrán hacerlo los árbitros, quienes, por otra parte, ejercen su autoridad
justamente por voluntad de las partes.
El terreno privilegiado de actuación del árbitro de equidad se limita al del Derecho
supletorio o dispositivo de las partes. Sin embargo, cabe recordar que, en el arbitraje
internacional, en particular en el de equidad, el árbitro no forma parte de ninguna
organización nacional, no está vinculado especialmente a ninguno de los ordenamientos
jurídicos en presencia. Pero, al mismo tiempo, el arbitraje internacional no constituye un
sistema flotante de producción de sentencias destinadas a vagar por el universo, sino que
tiene su razón de ser y de existir en la necesidad de otorgar sanción legal a los
pronunciamientos arbitrales, como dimanantes de una auténtica jurisdicción40.
La pregunta obligada es, pues, qué derecho está compelido a aplicar o considerar el
árbitro de equidad. Parece obligada también la respuesta: las normas de aplicación
necesaria de los ordenamientos vinculados al contrato y a cuyo amparo se pretenderá el
reconocimiento y ejecución del laudo arbitral. Por tanto, lo dicho respecto de la actuación
de las normas imperativas en el arbitraje de derecho es íntegramente trasladable al
arbitraje de equidad.
Para concluir, podemos afirmar que, en realidad, el árbitro de equidad nunca podrá
desprenderse totalmente de la aplicación del derecho. El árbitro de equidad o amigable
componedor, así como el de derecho, no podrá resolver aquellas cuestiones litigiosas sobre
las que las partes no tienen poder de disposición o de transacción, por lo que no podrá
evitar – al menos sin poner en serio riesgo la posterior ejecución del laudo – la aplicación o,
por lo menos, la toma en consideración de las normas internacionalmente imperativas de
los ordenamientos jurídicos vinculados estrechamente a la economía del contrato.

40
Chillón Medina, José María y Merino Merchán, José Fernando: Tratado…, op. cit., pág. 977.

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