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hostilidad hacia la madre la lleva a buscar lazos de alianza con figuras mascu-
linas: "The repression of the maternal leads women writers and fictional
heroines to construct the 'female family romance,' based on fraternal rather
than maternal attachments" (14). Así, Elvira se vincula con su padre, en pri-
mer lugar, y posteriormente con Pablo, quien es, a fin de cuentas, un amigo de
su padre al que éste, como ella afirma, quería mucho (129). Es evidente el
fuerte vínculo afectivo que unía a Elvira con su progenitor; su muerte, por otra
parte, conlleva el fin de toda esperanza de salir del ambiente provinciano que
odia: habiendo renunciado a hacer un viaje a Suiza con él (por razones que no
deja claras, pero que podemos achacar a la fundamental cobardía de su carác-
ter), es consciente ahora de que ya nunca lo hará (54). Ve en Pablo, por ello, su
única y última esperanza de escapatoria, la cual, sin embargo, se verá frustra-
da, ya que éste pone al descubierto el grado en que Elvira ha asimilado los
prejuicios de la misma sociedad que detesta, así como su egocentrismo y vani-
dad. El papel de la madre en la sociedad patriarcal como transmisora de las
normas que la recluyen se hace evidente en la madre sustituía de Natalia, su
tía Concha, de quien afirma su sobrina: "nos quiere convertir en unas estúpi-
das, que sólo nos educa para tener un novio rico, y que seamos lo más retrasa-
das posible en todo, que no sepamos nada ni nos alegremos con nada, encerra-
das como el buen paño que se vende en el arca y esas cosas que dice ella a
cada momento" (228). Una vez más, la idea de encierro aparece asociada a la
madre, como en Elvira, y en este caso sin la excusa del luto. Al no ser la tía
Concha la verdadera madre de Natalia, sin embargo, su fuerza se debilita.
Si el modelo materno negativo es común en la tradición de la novela feme-
nina, lo más común es, como hemos señalado, la madre ausente o muerta.
Siendo, como vemos en el caso de Elvira, un obstáculo para el desarrollo de la
hija, su ausencia o muerte le proporciona a ésta la posibilidad de inventar una
figura materna positiva. Esto es precisamente lo que hace Natalia, huérfana de
madre desde su nacimiento: "Yo miraba el retrato de mamá. . . . Tiene el pei-
nado alto y un traje oscuro de cuello muy cerrado, pero la expresión está
borrosa y no se sabe si es de risa o de pena. Yo, como no la he conocido, me la
he inventado a mi manera, y desde luego no se parece a la que está en ese
retrato" (179-80). Rechaza, pues, la imagen de oscuridad y de asfixia que el
traje y el cuello cerrado sugieren, imagen que rememora el estado de luto de
Elvira. Sin embargo, al igual que ésta, en la vida real Natalia solamente puede
aliarse con figuras masculinas. De su padre conserva el recuerdo de una unión
idílica, aunque ésta esté totalmente rota ahora, una alianza que se remonta a su
infancia en el campo, el cual se configura como un espacio alejado de la civi-
lización - entendida aquí como opresión - que la ciudad representa. En esa
época, Natalia "[cjazaba y montaba en bicicleta. Su padre y ella se entendían
bien entonces" (214). La llegada a la ciudad y al espacio dominado por su tía
(representante, recordemos, de la figura materna) acaba con la unión: "Desde
entonces, la tía era la que mandaba en todos y se había empeñado en civilizar-
la a ella y en refinar a su
rico" (214). Civilizar, en
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te de la novela, Natalia e
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se halla encerrada en una
ción. Sin embargo, tras o
"Es como si estuviera muerta. Nunca estuviste con ella. Nunca te necesitó. Ni
la necesitaste desde que dejó de estar en tu vida. ¿Te habría entendido alguna
vez?" (193). Marta pasa a rememorar el carácter doméstico de Teresa, su gusto
por las joyas y su carencia de inquietudes literarias o de deseos de otros mun-
dos, para afirmar, a continuación, su alianza con el padre: "Desde que creciste
pensaste, más que en ella, en tu padre, que te dejó un cajón lleno de libros en
el desván" (193-94). Es precisamente el hecho de sentirse libre de la atadura
maternal el que le da fuerzas para desafiar las reglas y persistir en su "rareza"
(esto es, en la decisión de dejar la isla): "Pero Teresa no podía decir eso [que
no se fuera]. No podía detenerla. Marta no era de nadie, y eso le daba fuerzas"
(194).
Días antes de su proyectada huida, Teresa muere. Este acontecimiento tras-
torna los planes de Marta, quien siente que es casi monstruoso el huir de casa
tras una muerte tan reciente. Provoca, asimismo, el primer comentario positivo
de Marta acerca de su madre cuando rememora una escena de su infancia en
la que Teresa aparece como cómplice y amiga. Este recuerdo le da la certeza
de que "no le habría impedido nunca que realizase sus deseos. Le habría ayu-
dado como nadie" (241). Una vez muerta la madre, Marta, al igual que Nata-
lia, puede inventarse una figura idealizada que discrepe de los modelos vivos
que ambas tienen a su alrededor. Significativamente, el permiso de su herma-
no para irse a estudiar a Madrid es consecuencia directa de la muerte de Tere-
sa, confirmando así la idea de que la madre ausente provoca un mayor grado
de libertad en la hija.6
La alianza masculina de Marta queda sellada con su última elección antes
de tomar el barco que la ha de llevar a la realización de su deseo (irse de la
isla), cuando le pide a Pino permiso para llevarse algo. Al escuchar la pregunta
de Marta su cuñada piensa, con sobresalto, que la niña quiere las joyas de
Teresa; Marta, por el contrario, afirma que solamente le gustaría llevarse los
libros que su padre dejó en el desván de la casa. Este breve diálogo provoca
una casi simultaneidad de sus respectivas perspectivas conseguida mediante
un desplazamiento de la focalización narrativa. Pino, al oír la petición de su
joven cuñada, se dice que ésta es totalmente "boba" (302) al preferir los libros
en vez de las joyas, lo cual sería la norma según el punto de vista de lo que
constituiría una mujer "normal" {versus la "rara", Marta). Marta, sin embargo,
elige los libros de su padre. Mientras que ella se lleva la herencia paterna,
Pino se queda con el legado materno (las joyas), símbolo de un destino, igual-
mente "normal" en la época, que Pino ya lleva marcado en el rostro, tal como
Marta observa desde su ángulo de visión: "Marta miró a Pino también. Vio
una mujer desgraciada. . . . Pensó que Pino no se sentiría nunca feliz. Parecía
no poder soportar las paredes de su casa y sin embargo sólo se preocupaba de
las cosas que sucedían allí. Era como un animal cogido en una trampa. . . .
Su cara, algunas veces, daba la impresión de un ser que se está asfixiando"
(302). 7
Catherine B. Bellver afirma que, en las novelas de Martín Gaite, se
demuestra que la capacidad por parte de algunos personajes de no ceder a las
presiones sociales y evitar caer en la conformidad ambiental depende de su
fuerza de voluntad para rebelarse (14-15), idea con la que estoy totalmente de
acuerdo. Joan Lipman Brown, igualmente, identifica al personaje no confor-
No cabe ninguna duda de que, en ambas novelas, el poder ejercido sobre las
protagonistas es masculino. 8 Sin embargo, no deja de ser curioso que tanto
Marta como Natalia, cuyas madres están muertas, ya sea literalmente o a
efectos prácticos, sean las únicas que desean y son capaces de luchar efectiva-
mente contra las normas que se les intenta infligir, lo cual sugiere que la inter-
nalización inconsciente , que Collins apuntaba en una cita anterior, se produce
más bien por vía materna que por vía paterna. Esta idea viene apoyada por el
hecho de que, a pesar de la presencia en sus respectivas familias de fuertes
figuras masculinas impositoras (José, el padre de Natalia), ni Marta ni Natalia
aceptan los valores que dichas figuras intentan imponerles. Parece que el
NOTAS
OBRAS CITADAS