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Las Controversias Internacionales

La sociedad internacional es, un tipo asociativo fuertemente saturado por las notas de heterogeneidad y
diversidad, notas de especial relevancia por cuanto la sociedad internacional actual es infinita e
interdependiente, con la necesidad de asimilar las contradicciones que ella misma produce. La heterogeneidad,
de otra parte, apunta a unas desviaciones que señalan la necesidad de profundas transformaciones y alternativas
correspondientes a valores de homogeneidad y mejor reparto de los costos y beneficios sociales. Con ello podría
igualmente establecerse la dudosa congruencia de un Derecho internacional, con vocación a permanecer
estático, como todo Derecho, para regular una sociedad de crecientes y urgentes expectativas de cambio.

El resultado de todo ello en la sociedad internacional sería una mayor recurrencia de los conflictos sociales y una
mayor incapacidad del Derecho para su solución, justo en la medida en que el Derecho internacional apunta a,
pero carece de, órganos centralizados de decisión que puedan elaborar normas autoritarias rápidas. De esta
forma, la división entre demanda y noma reguladora no garantiza la más perfecta solución de los conflictos
sociales, que parecen potenciados y extremados.

Como todo, el jurista, de la mano del politólogo, debe perder en inherente aversión al conflicto, como si éste
fuera uno de los mayores males que pueden caer sobre el Derecho o como si los conflictos tuvieran la virtualidad
de poner de manifiesto los defectos de la norma jurídica y éste fuera ya en si un aspecto negativo del conflicto.
Los conflictos, entre otros, tienen aspectos negativos y aspectos positivos. Solo una mente rígidamente
conservadora puede detenerse en los aspectos negativos del conflicto social, puesto que tal valoración implicaría
una creencia en la sociedad existente como la mejor de las sociedades posibles y en el conflicto como la amenaza
explícita a los valores sociales consolidados.

Entre los aspectos positivos del conflicto internacional podríamos mencionar:


1. Los conflictos se producen como expresión de la insatisfacción con las normas existentes y los intereses
que dichas normas protegen; como resultado, los conflictos se convierten en estímulos para el
establecimiento de nuevas normas e instituciones que concilien los intereses enfrentados, permitiendo
en consecuencia una nueva socialización entre las partes, creando nuevas normas con las que las partes
en el conflicto se sentirán más identificadas por la participación en su elaboración.
2. Los conflictos, por sí, pueden enlazar a grupos que con anterioridad no tenían relación, permitiendo la
creación de coaliciones y asociaciones que, si bien tendrán como objetivo prioritario el fortalecimiento
ante el conflicto concreto, producirán acuerdos más allá de las relaciones de competencia y hostilidad.
3. Los conflictos son a veces funcionales para el sistema social, incluso necesarios para mantener el mismo
sistema social; sin medios para expresar el desacuerdo con el funcionamiento del sistema, los actores
sociales tenderían a retirarse del sistema o, lo que es peor, a expresar su desacuerdo de forma más
radical y agresiva.

Los conflictos internacionales o internacionalizados pueden ser, por los Estados que en él se enfrentan,
bilaterales o multilaterales. Se habla de conflictos bilaterales cuando los temas origen de la disputa se
encuentran claramente delimitados entre dos Estados. En los supuestos en que sean más Estados los implicados,
se empezaría a hablar de conflicto multilateral. La multilateralización del conflicto puede deberse a dos datos:
en primer lugar, porque el objeto del conflicto sea una cuestión respecto de la cual más de dos Estados
mantienen posturas divergentes e independientes de las demás. Pero la multilateralización puede ser
igualmente resultado, en segundo lugar, de la mera adición de Estados al conflicto originariamente surgido entre

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dos Estados. En épocas de multipolarización social, la adición será resultado de decisiones independientes; en
momentos de rígida bipolarización, la multilateralización será frecuentemente resultado de la decisión de los
Estados que centralización el poder.

En Derecho internacional la discusión teórica de los conflictos no está exenta de problemas. En Derecho interno,
por ejemplo, en las relaciones laborales, el término «conflicto» tiene carta de naturaleza jurídica y se utiliza sin
problemas, pese a sus más que dudoso significado: en efecto, para la Real Academia Española, el conflicto alude
en general a combate y pelea, aunque esté presente la acepción referida a lo anímico o la significación de apuro,
situación desgraciada y de difícil salida. En Derecho internacional el término conflicto solo es utilizado para
referirse a situaciones de enfrentamiento bélico, mientras que en situaciones no bélicas se utilizan los términos
disputa, diferencia, controversia, litigio, situación y tensión, sin que ninguno de los términos citados tenga
perfiles excesivamente precisos y diferenciadores.

De forma general podríamos decir que se utilizan indistintamente los términos disputa, diferencia, controversia
y litigio, aunque quizás este último vaya más vinculado a cuestiones de índole jurídica y es más utilizado en el
contexto de órganos jurisdiccionales. Los términos situación y tensión plantean problemas específicos.

La Obligación del Arreglo Pacífico de las Controversias


Internacionales
Hasta la Primera Conferencia de la Paz de La Haya de 1899, el arreglo pacífico de controversias era uno de los
procedimientos de arreglo de las controversias, siendo el otro gran procedimiento el recurso a la fuerza, sin más
limitación que el establecimiento de la causa justa del recurso a la guerra. Ciertamente, se conocían, en la
práctica de una u otra manera, de los procedimientos de arreglo pacífico de controversias hoy existentes, con
excepción de los tribunales internacionales institucionalizados, pero la diferencia esencial con el Derecho
contemporáneo residía en la ausencia de obligatoriedad en el recurso a los procedimientos de arreglo pacífico.
No debe pues extrañar que la Convención de La Haya de 1899 para el arreglo pacífico de los conflictos
internacionales, contenga en su artículo 1 una disposición tímida como lo que se transcribe: «Para evitar en lo
posible el recurso a la fuerza en las relaciones entre los Estados; las Potencias signatarias acuerdan emplear
todos sus esfuerzos para asegurar el arreglo pacífico de las diferencias internacionales».

En la Convención de La Haya de 1907 el punto de discusión fue la cuestión del arbitraje obligatorio. Para unos,
debía concluirse un tratado que estableciera la obligatoriedad del arbitraje excepto cuando un Estado
considerara que estaban en juego su honor nacional o intereses vitales; para otros, un tratado de arbitraje
obligatorio, para evitar las exclusiones subjetivas, debiera contener una lista de cuestiones de índole técnica;
algunos, finalmente, estimaron que el arbitraje obligatorio debía ser incluido en tratados bilaterales, no siendo
objeto de un tratado general multilateral. La Conferencia no registró más acuerdo que la admisión en principio
del arbitraje obligatorio, sin ninguna disposición convencional de desarrollo.

La Conferencia tampoco consiguió crear un tribunal permanente institucionalizado, aunque se elaborara un


proyecto de convención relativa al establecimiento de un Tribunal de Justicia Arbitral, respecto del cual no se
obtuvo acuerdo en torno a la forma de elección de los jueces. El Pacto de la Sociedad de Naciones no avanzó en
exceso en el tema del arreglo pacífico de controversias. De conformidad con el artículo 12, cualquier desacuerdo
capaz de ocasionar una ruptura había de ser sometido al procedimiento de arbitraje designado por las partes o
previsto en anteriores convenios, o al examen del Consejo, comprometiéndose a no recurrir la guerra.

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El Acta General para el Arreglo Pacífico de Controversias Internacionales, firmada en Ginebra el 26 de septiembre
de 1928, reflejo quizás de una cierta desconfianza ante la capacidad política del Consejo de la Sociedad de
Naciones; el recurso al dictamen del Consejo era sustituido por la creación de un sistema de conciliación,
estableciéndose a tal efecto comisiones permanentes de conciliación entre pares de Estados parte. En caso de
que la controversia versara sobre cuestiones no justiciables las partes estaban obligadas a recurrir a la comisión
de conciliación.

De este breve repaso histórico se podría concluir dos cosas: de un aparte, se trata de los albores de la obligación
del arreglo pacífico de las controversias internacionales y como tales inicios se presentaron intentos en los que
no solo resultaba obligatorio el arreglo pacífico, sino que se obligaba a procedimientos determinados. Es ésta,
sin duda, una intención laudable pero que había de chocar con los intereses esenciales de los Estados, siempre
recelosos de mecanismos de adjudicación en los que corrieran el peligro de sentir subjetivamente que sus
intereses nacionales podían quedar en entredicho. En segundo lugar, una igualmente sana intención, no menos
condenada al fracaso, de diferenciar entre controversias jurídicas y controversias políticas. Ésta es una distinción
imposible, tan imposible que cuando el Comité de Examen proponía, en la Conferencia de 1907, el texto
delimitador de ambos tipos de cuestiones, se decía en el proyecto de artículo 16 a) que «las diferencias de tipo
jurídico y en primer lugar, aquéllas relativas a la interpretación de los tratados entre dos o varios Estados
contratantes, que se produjeran entre ellos y no pudieran solucionarse por vía diplomática, serán sometidos al
arbitraje, siempre que no hagan referencia ni a los intereses vitales, ni a la independencia o al honor de alguno
de dichos Estados, ni a la independencia o al honor de alguno de dichos Estados, ni que afecten a los intereses
de terceros Estados no participantes en el litigio».

Solución de Conflictos
Internacionales por Medios Pacíficos
En esta parte de nuestra clase estudiaremos los medios pacíficos de solución de controversias internacionales,
cuales son estos medios y como sean aplicado en el ámbito internacional, así como el procedimiento que se
sigue y los alcances de dichos medios, además haremos énfasis en la Carta de las Naciones Unidas, en el principal
objetivo de esta y como con el devenir del tiempo, los Estados que forman parte de la ONU y los que están fuera
de ella, están obligados a solucionar sus controversias por medios pacíficos, ya sea a través de los medio
diplomáticos o a través de los medios jurídicos, ello para mantener la paz y la seguridad internacional.

Los medios para la solución pacífica de los conflictos son sistemas que procuran la solución de las controversias
por medios pacíficos, es decir, sin el uso de la fuerza, ello consiste en evitar poner en peligro la paz y la seguridad
internacional.

El Derecho Internacional Público clásico aceptaba como licito el ejercicio de la fuerza armada como medio para
resolver conflictos internacionales. Esta postura cambio o se superó con la adopción del pacto Kellog-Briand o
el pacto de París, firmado en París el 27 de agosto de 1928, en dicho pacto las naciones condenan la guerra para
resolver conflictos internacionales y renuncian a ese medio.

Dentro del Sistema de las Naciones Unidas, existe la obligación de solucionar pacíficamente toda controversia.
El párrafo 1ro del artículo No.1 de la carta de la ONU señala como el primero de sus propósitos el de «mantener

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la paz y la seguridad internacional», y con tal fin «tomar medidas colectivas eficaces para prevenir y eliminar
amenazas a la paz y lograr por medios pacíficos, y de conformidad con los principios de justicia y del derecho
internacional, el ajuste o arreglo de controversias o situaciones internacionales susceptibles de conducir a
quebrantamientos de la paz».

El párrafo 3ro del Articulo No.2, establece el principio según el cual «los miembros de la Organización de las
Naciones Unidas arreglaran sus controversias internacionales por medios pacíficos, de tal manera que no se
ponga en peligro ni la paz, ni la seguridad internacional ni la justicia».

A su vez el párrafo 1ro del Articulo No.33 preceptúa: «las partes en una controversia cuya continuación sea
susceptible de poner en peligro el mantenimiento de la paz y la seguridad internacional, tratarán de buscar
solución, ante todo mediante la negociación, la investigación, la mediación, la conciliación, el arbitraje, el arreglo
judicial, el recurso a organismos o acuerdos regionales u otros medios pacíficos de su elección».

Existen dos clases de medios pacíficos para la solución de conflictos internacionales.

1. Medios Diplomáticos:
• La negociación.
• Los buenos oficios.
• La mediación.
• La encuesta o investigación.
• La conciliación.

2. Medios Jurídicos:
• El arreglo judicial.
• El arbitraje.
Medios Diplomáticos
La Negociación
Es el procedimiento más común para la solución de los conflictos y el primer medio enumerado tanto por la carta
de la OEA como por la carta de las Naciones Unidas es la negociación.

En palabras muy sencillas, es el arreglo directo de las diferencias entre dos o más Estados a través del diálogo
diplomático que eventualmente conduce a la celebración de un tratado o convenio bilateral.

Otro concepto de negociación es el procedimiento legal y administrativo por el cual los gobiernos, en el ejercicio
de sus poderes indiscutibles, conducen sus relaciones mutuas y discuten, arreglan y solucionan sus controversias.

Según Oppemheim, «la negociación internacional consiste en la relación entre dos o más Estados que es iniciada
y dirigida con el propósito de lograr un entendimiento entre ellos sobre asuntos de interés». Precisa luego que
«la negociación entre un Estado y una parte que no es un Estado no es una negociación internacional».

Características de la Negociación
1) Las partes actúan juntas.
2) Las partes tienen un objeto concreto de controversia, tenga o no carácter jurídico.
3) Las partes tienen un objetivo común: solucionar la controversia.

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4) Las negociaciones son posibles en todos los niveles y todas las formas, escrito o verbal, bilateral o
multilateral.
5) No tienen límite.
6) Las partes determinan libre y conjuntamente el resultado que es obligatorio.

Los Buenos Oficios


Suponen la intervención amistosa de un tercer Estado o de un organismo internacional con el objeto de persuadir
o conseguir con suficientes argumentos que las partes en litigio lleguen celebrar negociaciones.

En la gama de negociaciones, la interposición de buenos oficios por uno o más Estados o individuos se parece a
la mediación y a la conciliación.

Por lo general se acude a los buenos oficios cuando se han agotado las negociaciones directas. En los buenos
oficios, el o los terceros Estados no participan en las negociaciones ni sugieren soluciones, y solo se limitan a
acercar a los Estados para que arreglen sus controversias.

Esta intervención puede producirse antes de una guerra o en el curso de ella. Puede ser espontánea o requerida.
Es derecho de terceros Estados ofrecerla y de los Estados en conflicto aceptarla.

El ofrecimiento de buenos oficios no puede nunca ser considerada como un acto no amistoso, el articulo No.3
de la Convención de la Haya de 1907 decía; «en muchos casos los buenos oficios y la mediación han contribuido
positivamente a terminar un conflicto bélico o a prevenir uno probable». Es celebre el caso de los buenos oficios
desempeñados por el presidente Teodoro Roosevelt de los Estados Unidos para que Rusia y Japón abrieran
negociaciones en 1905 y concluyeran un tratado de paz.

Los buenos oficios son especialmente útiles si las partes no mantienen o han roto relaciones diplomáticas o algún
otro tipo de contacto.

Si en el transcurso de las gestiones de los buenos oficios el tercero asume el fondo de la disputa, cosa que suele
ocurrir con frecuencia, los buenos oficios se convierten en mediación.

La Mediación
Se produce cuando un tercero imparcial procura acercar a las partes, interviene directamente en las
conversaciones mismas y sugiere incluso términos de arreglo, propone una solución que no es de obligatoriedad
cumplimento para las partes.

El mediador participa como neutral en la negociación para promover una solución entre las partes. Mas, sin
embargo, existe la teoría que «la imparcialidad no es una condición necesaria para el éxito de un mediador; ésta
se vuelve importante para estudiar los límites de la parcialidad».

Es importante y se debe enfatizar que, según los artículos No.3 y No.4 de la Convención de la Haya sobre Solución
Pacífica de Controversias de 1907, el rechazo de una mediación no será considerado como un acto no amistoso
pues las partes pueden libremente hacerlo, la tarea del mediador es hallar un compromiso que pueda ser
aceptado por las partes.

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El mediador solo ofrece consejo a las partes, otorga recomendaciones y hace propuestas para posibles
soluciones. La función de este termina si las partes o el mismo lo desean.

La Investigación
Es denominado también determinación de los hechos o encuesta, es una creación original de la Conferencia de
la Paz de la Haya, a partir de la iniciativa rusa.

La Conciliación
La conciliación es un procedimiento dirigido a promover la solución de controversias internacionales mediante
el examen de la controversia por parte de una comisión compuesta por individuos, la cual busca conducir a las
partes a un entendimiento proponiendo términos de acuerdo no vinculantes.

El procedimiento de conciliación presenta una combinación de los procedimientos de mediación e investigación,


ya que la comisión de conciliación presenta tras la investigación, un informe «como una comisión de
investigación» y agrega en su consecuencia una propuesta de solución «como un mediador».

Medios Jurídicos
El Arreglo Judicial
Constituye el mecanismo jurídico clásico para la solución de los conflictos interestatales en el seno de la
comunidad internacional.

Se trata del sometimiento de la disputa a un tribunal permanente de derecho para que decida la cuestión con
base en el derecho internacional público o en un instrumento específicamente aplicable, como un tratado
bilateral, el cual debe ser interpretado y aplicado de todas maneras a la luz del derecho de gentes.

El Arbitraje
Según define el art. 37 del Convenio de la Haya de 1907 para el arreglo pacífico de los conflictos internacionales,
el arbitraje internacional tiene por objeto la solución de disputas que puedan surgir entre los Estados por
personas de su propia elección y sobre la base del respeto al Derecho. Recurrir al arbitraje implica el compromiso
de someterse de buena fe al fallo. Esta definición establece explícitamente las tres características esenciales del
arbitraje:
• El arreglo se hará sobre la base del respeto al derecho.
• Las personas del órgano arbitral son elegidas por las partes. Las partes deberán con un compromiso
implícito de aceptar de buena fe las decisiones.
• El consentimiento de los Estados: un Estado no está obligado a someter sus controversias a arbitraje sin
su consentimiento, esto es que las partes solucionarán el conflicto existente entre ellas utilizando el
arbitraje, por acuerdo voluntario de ambas. La doctrina nos dice que este consentimiento de arbitraje
puede ser dos tipos:
o Arbitraje facultativo: Al surgir una controversia, los Estados pueden prestar su consentimiento
mediante un compromiso o acuerdo arbitral Ad Hoc.
o Arbitraje obligatorio: Es cuando los Estados pueden comprometerse de antemano a someter al
arbitraje todas o algunas de las controversias que puedan surgir entre ellos en el futuro.

El Arbitraje es un procedimiento de arreglo pacífico de las controversias por el que las partes recurren a un

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tribunal arbitral designado por ellas mismas para que decida los términos de arreglo de la controversia. El
tribunal arbitral puede ser un órgano creado ad hoc (tras el surgimiento de la controversia), o bien una institución
previamente establecida en previsión de que ocurriera la controversia, en cuyo caso nos encontraríamos con un
órgano de existencia permanente.

Cuando se habla de tribunales arbitrales conviene distinguirlos de dos instituciones paralelas, aunque
diferenciadas:
1. Tribunales o comisiones arbitrales mixtas, instituciones en las que, independientemente de que litigien
dos Estados, el fondo de la cuestión afecta a los intereses de uno de ellos, supuestamente violados por
la conducta del otro,
2. Los arbitrajes de derecho privado en los que, si bien las partes son dos Estados o un Estado y de una
persona física y jurídica extranjera, la cuestión dilucidada es de las que podrían englobarse en la esfera
de los actos realizados por el Estados como sujeto privado.

Sin embargo, los tribunales arbitrales que nos interesan en este tema de la clase son instituciones de DIP que
tratan controversias en las que se encuentran implicados sujetos de DIP y regidos por normas de Derecho
Internacional.

Por tanto, el arbitraje puede ser definido como el procedimiento que tiene por objeto arreglar con carácter
definitivo y obligatorio las controversias entre sujetos de Derecho internacional, mediante órganos por ellos
elegidos.

Diferencia entre el Arbitraje y el Arreglo Judicial Internacional


1. A pesar de que a ambas instancias se les denominan tribunales, en el tribunal arbitral internacional es
más común distinguir a las personas que lo presiden como «árbitros», mientras que en el arreglo judicial
se les llama jueces o magistrados.

2. La decisión dictada como resulta del arbitraje se denomina laudo y en el arreglo judicial se llama
sentencia.

3. Los árbitros del tribunal arbitral son libremente escogidos y asignados por las partes, generalmente,
posteriormente al conflicto en número impar; los árbitros son ocasionales puesto que conocen y
resuelven el conflicto para el cual fueron seleccionados, luego se desintegra dicho tribunal; mientras que
en la vía jurisdiccional existen jueces permanentes (preexisten al conflicto) y no son asignados por las
partes sino que ya han sido elegidos y persisten por el tiempo que les corresponda conociendo un
número indeterminado de conflictos.

4. No existe un procedimiento ordinario para el arbitraje, debido a que éste se señala y define en el
compromiso; a diferencia del arreglo judicial donde existe un procedimiento ordinario que debe ser
cumplido por todos los jueces; los árbitros pueden ir más allá e influir a las partes a que logren un arreglo
extra-tribunal, e incluso pueden recurrir a la equidad si ello ha sido permitido en la etapa compromisoria.

Los Efectos del Laudo


La sentencia del tribunal arbitral es obligatoria para las partes, esto no quiere decir que ese laudo sea definitivo.
El laudo puede ser objeto de interpretaciones, revisiones, rectificaciones, apelaciones o acciones de nulidad. Esto

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depende, en parte, de las normas de Derecho Internacional general, pero principalmente depende de lo que
hayan acordado las partes.

La Responsabilidad Internacional
De una manera tácita, la responsabilidad internacional nace con el mismo Derecho Internacional, ya que cada
Estado tiene la obligación de cumplir con lo pactado (Pacta Sunt Servanda), y al no cumplir con este deber es
que nace la responsabilidad internacional. La responsabilidad internacional es la consecuencia más normal del
hecho internacionalmente ilícito y suele concretarse en el deber de reparar. Supone la existencia de una relación
nueva entre el sujeto al que se atribuye la violación de una obligación jurídica-internacional y el sujeto o sujetos
cuyo Derecho subjetivo resulta lesionado a raíz de dicha violación.

Debe existir una relación de igualdad y equilibrio en la comunidad internacional entre los sujetos del Derecho
Internacional pero de manera principal para los Estados y la obligación que estos tienen entre si nace de
obligaciones acordadas entre los Estados, para respetar ciertos acuerdos y tratados y saber que el
incumplimiento de las mismas constituye un delito o falta internacional y que el objetivo de esta institución de
la responsabilidad Internacional tiene como uno de sus fines primordiales la reparación causada por el daño del
Estado faltante.

La reparación del daño por parte del Estado debe ser proporcional, ni menor ni mayor, a la vez puede ser en
especie o sustancia o en dinero efectivo.

Si bien es cierto que la responsabilidad internacional nació con el mismo derecho internacional esta carecía de
una codificación que estableciera lo lícito e ilícito y esto llevaba a una irresponsabilidad internacional. El principio
de responsabilidad internacional es relativamente nuevo, al momento de firmarse la Carta de las Naciones
Unidas la mayoría de los Estados eran irresponsables en sus actos, al punto que los perjudicados utilizaban la
fuerza para conseguir el resarcimiento de los perjuicios sufridos. Según el Derecho internacional común, quien
incumple una norma jurídica internacional, es responsable con respecto al sujeto internacional afectado. Este
principio se reconoce de manera general en la práctica internacional.

La negación de la responsabilidad internacional implicaría la destrucción del Derecho Internacional, puesto que
el no admitir la responsabilidad consiguiente a un agravio suprimiría el deber de los Estados de comportarse
según el Derecho Internacional. Puede decirse que la responsabilidad internacional del Estado nace como
consecuencia de una relación jurídica, entonces esta surge solamente cuando se viola esa relación jurídica.

El tema de la responsabilidad del Estado ya era considerado una esfera principal de interés en el desarrollo del
derecho internacional en la primera mitad del siglo XX. El tema había sido seleccionado para la codificación en
el marco de la Sociedad de las Naciones y fue uno de los principales temas de la infructuosa conferencia de La
Haya en 1930.

Una de las falencias más graves que tiene el Derecho Internacional es un órgano supranacional para aplicar las
normas y leyes que se deciden. En cuanto a la aplicación de la responsabilidad Internacional tenemos el trabajo
intelectual de «La Comisión de Derecho Internacional» (CDI).

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La Comisión de Derecho Internacional se estableció para llevar a cabo el mandato de la Asamblea General de la
ONU, en virtud del artículo 13 (párrafo 1 inciso a) de la Carta de las Naciones Unidas que «promoverá estudios
y hará recomendaciones con el fin de impulsar el desarrollo progresivo del derecho internacional y su
codificación».

Para 1962, la idea de que la Comisión debía centrar sus esfuerzos en «la definición de las normas generales de
la responsabilidad internacional del Estado» había ganado apoyo. Entre 1969 y 1980, se presentaron ocho
informes, además de un sustancial documento adicional. Durante ese período, la CDI aprobó 35 artículos, que
constituyen la base de los artículos relativos al origen y las características fundamentales de la responsabilidad
del Estado.

Entre 1980 y 1986, se presentaron siete informes, y su principal contribución al desarrollo de los debates fue
lograr la aprobación provisional por la CDI de una elaborada definición de «Estado lesionado». Los trabajos que
se llevaron a cabo entre 1988 y 1996 fueron 8 informes, aprobándolos integralmente cuya principal contribución
de estos artículos fueron sobre la reparación, contramedidas, consecuencias del «crimen internacional» y
solución de controversias.

Entre los años de 1998 y 2000, la CDI reviso el texto y aprobó un nuevo proyecto de artículos que fue mostrado
a los Estados para que hicieran comentarios al respecto. En el 53 periodo de sesiones de 2001 cuando se hizo un
análisis del texto completo y se aprobó la versión definitiva, que consistía en 59 artículos y de igual manera se
hizo un comentario de dicho proyecto.

La Asamblea General mediante una resolución, tomo nota de los artículos y les pidió la atención a los gobiernos
sin asegurar la futura aprobación. Ya en la siguiente resolución del 2 de noviembre de 2004 y le fue solicitado al
Secretario General que se empezara a preparar una compilación inicial de las decisiones de cortes y tribunales
internacionales y otros órganos refiriéndose a los artículos. Tres años después se dio el reconocimiento de la
compilación y seguidamente se les pidió la atención a los gobiernos nuevamente y se siguió analizando la
responsabilidad de los Estados por los hechos ilícitos y la otra adopción de otro tipo de medida.

La CDI estructuro lo relativo a la responsabilidad de los Estados por hechos internacionalmente ilícitos en 59
artículos, los cuales se dividen en 4 partes:
1. Primera parte (artículos 1-27) - El hecho internacionalmente ilícito del Estado.
2. Segunda parte (artículos 28-41) - Contenido de la responsabilidad internacional del Estado.
3. Tercera parte (artículos 42-54) - Modos de hacer efectiva la responsabilidad internacional del Estado.
4. Cuarta parte (artículos 55-59) - Contiene las 5 disposiciones generales finales.

En la actualidad lo que conforma la primera parte de los artículos fue la primera serie de normas que fueron
estructurados coherentemente y de manera durable. Cuando el proyecto de los años de 1969 y 1980 que
solamente constaba de 35 artículos fue el que tuvo gran influencia a lo largo de la creación del trabajo final. Esos
artículos han sido frecuentemente usados y citados por los académicos y tribunales, de igual manera en la
actualidad podemos observar que esos cinco capítulos de la primera parte no han sufrido modificación alguna.

Concepto de la Responsabilidad Internacional


La responsabilidad Internacional se define como cualquier acto o violación del Derecho Internacional imputable
a un Estado y de igual a organizaciones internacionales; este conjunto de obligaciones jurídicas que nacen entre

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Estados por el hecho internacionalmente cometido puede ser entre el Estado infractor y Estado perjudicado o
una pluralidad de Estados. Es necesario que el Estado sea imputable al acto que cometió.

La responsabilidad internacional está encaminada a la restauración de los daños o perjuicios provocados en el


ordenamiento internacional, producto de conductas lesivas atribuibles a sujetos de Derecho Internacional
(Estados o bien organizaciones Internacionales). Es irrelevante que el Derecho interno del Estado infractor
califique el hecho como lícito. La licitud o ilicitud del hecho se establece de acuerdo con el Derecho internacional.

Elementos del Hecho Ilícito Internacional


Es posible definir el hecho internacionalmente ilícito como un hecho atribuible a un sujeto jurídico-internacional
que, constituyendo una violación o infracción del Derecho Internacional, lesiona derechos de otro sujeto o
sujetos de dicho ordenamiento, o incluso derechos o intereses de los que sería titular la propia Comunidad
Internacional, dando lugar, entre otras consecuencias, a la responsabilidad del sujeto autor del hecho.

La Doctrina suele señalar como elemento del hecho ilícito internacional:


a. La existencia de una conducta (acción u omisión) con relevancia en el plano jurídico internacional.
b. El hecho de que esa conducta viole una obligación establecida por una regla de Derecho Internacional
en vigor.
c. La posibilidad de atribuir dicha conducta a un sujeto de Derecho Internacional.
d. Y la circunstancia de haberse producido un perjuicio o daño como consecuencia de la acción u omisión
contraria a aquellas obligaciones.

La responsabilidad internacional puede derivar de:


1. Actos Lícitos
2. Actos Ilícitos

Responsabilidad Internacional Derivada de Actos Lícitos


Se puede considerar de aquellos comportamientos lícitos susceptibles de generar daños a terceros, como de
actividades de alto riesgo para el entorno ecológico de la humanidad, independientes de ilícito previo alguno y
cuya cobertura ha sido convencionalmente acordada.

Responsabilidad Internacional Derivada de un Acto Ilícito


Esta proviene de la violación de una norma de carácter Internacional, por lo cual es inexcusable que el
responsable del perjuicio provocado quiera justificar su actuar en normas de derecho interno propias. La
comisión de una violación a estas normas presupone no solo el reparo de estas, sino que a su vez la imposición
de sanciones por parte de la comunidad internacional.

Todo hecho internacionalmente ilícito de un Estado da lugar a la responsabilidad internacional de éste. El Estado
es una persona jurídica, por lo que van a serle imputables las acciones u omisiones de individuos o de grupos de
individuos que constituyen agentes u órganos del Estado conforma sus derechos internos, encontrándose
facultados para ejercer atribuciones de poder público.

En cuanto a los hechos de los particulares, no se consideran hechos del Estado, las conductas de personas
particulares que no actúen por cuenta de aquél, entonces en esas circunstancias el Estado no le concierne la

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responsabilidad de los actos de ese grupo de personas y las conductas de ellas pueden perjudicar los derechos
a muchos Estados. Aunque, por lo ya visto, tales comportamientos no originan la responsabilidad internacional
de dicho Estado, ello no supone la inexistencia de todo tipo de obligaciones internacionales a cargo del Estado
territorial al respecto a los hechos de los particulares.

El Estado puede incurrir en un supuesto de omisión del deber de protección o de la obligación de castigo o de
complacencia o complicidad.

Según el Art. 27 de la Convención de Viena de Derecho de los tratados de 1969: «Un Estado no puede invocar
disposiciones de su derecho interno como justificación de incumplimiento de los tratados». La fuente de la
obligación violada es irrelevante, en este sentido se podría decir que cualquiera que sea su origen
(consuetudinario, convencional u otro) de la obligación internacional, su violación por un hecho de un Estado
constituye un hecho internacionalmente ilícito.

La Violación de una Obligación Como Crimen Internacional del


Estado
Dentro de la categoría amplia de hecho ilícito internacional, encontraremos que de acuerdo con la naturaleza
de la obligación violada puede existir un crimen internacional si la obligación vulnerada por el Estado es tan
esencial para la Comunidad Internacional que su violación ha sido previamente calificada como un crimen
internacional. Mientras que el resto de las violaciones son consideradas entrarían en la categoría de simple delito
internacional.

Muchas veces se planteó la idea de una categoría separada de hechos ilícitos más grave para que constituyera
«crimen internacional» ya que estos se considerarían un agravio para la comunidad internacional en su conjunto
y no solo para el Estado lesionado.

El «Crimen Internacional» podríamos definirlo como; «El hecho internacionalmente ilícito resultante de una
violación por un Estado de una obligación internacional tan esencial para la salvaguardia de intereses
fundamentales de la comunidad internacional que su violación está reconocida como crimen por esa comunidad
en su conjunto». Y en conclusión se dice que muchos hechos ilícitos merecen sanciones de cierta severidad, ya
que dichos actos no son a título individual entre Estado y Estado sino debidas a la comunidad internacional.

Se consideran prohibidos por normas imperativas del derecho internacional general:


1) Genocidio
2) Agresión
3) Apartheid

Según la Corte Internacional de Justicia, podríamos considerar que estos hechos prohibidos pueden ser definidos
como todos aquellos que «Estremecen la conciencia de la humanidad».

Una diferencia entre delitos y crímenes internacionales radica en la reparación que debe realizar cada Estado.
En las obligaciones entre Estados, de la conducta ilícita de éste emerge la obligación de reparar y, por ende,
indemnizar, en cambio, cuando se comete un crimen internacional, cuyo sujeto pasivo es la Comunidad
internacional toda, la responsabilidad ya no solo tiene finalidad compensatoria, en consecuencia, la restitución
en especie, consecuencia del ilícito internacionalmente considerado, no tendría las limitaciones.

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La Reparación Internacional
Naturaleza y Modalidades de Reparación
El perjuicio está definido como todo daño, tanto material como moral, causada por el hecho, aunque cabe
señalar que los artículos no prevén en ningún momento la imposición del pago de una indemnización «punitiva»
en beneficio del Estado lesionado.

Restituir el daño parece ser la forma favorita de reparación, exceptuando cuando sea materialmente imposible
o cuando entrañe una carga totalmente desproporcionada con relación al beneficio que derivaría de elegir la
restitución en lugar de la indemnización. Cuando no se pueda resolver con ninguna de las formas de reparación
más comunes como lo es la restitución e indemnización, el Estado responsable está obligado a dar satisfacción
por del perjuicio causado.

Formas de satisfacer la responsabilidad internacional


La satisfacción de la responsabilidad internacional significa reparar el daño causado y el restablecimiento del
derecho que ha sido lesionado. En los casos más delicados como ser los crímenes internacionales la
responsabilidad internacional no bastará con el restablecimiento de la situación que existía antes de causar el
daño, sino que conlleva la aplicación de sanciones al Estado que causó los daños.

Las formas de asumir la responsabilidad internacional dependerán de los intereses lesionados, es decir, que si
el daño o lesión fue de índole político la satisfacción o reparación será igual al daño que de causó.

Las formas de asumir la responsabilidad internacional pueden ser:

1) Política: Suponen la satisfacción del daño con la sanción a un funcionario culpable, nulidad de los actos
contrarios a la ley, restricción de la soberanía del Estado infractor.

2) Material: aquí la responsabilidad se asume con obligación del Estado de indemnizar daños y perjuicios;
e imposición de restitución a través de la devolución de bienes ilegalmente ocupados.

3) Moral: consiste en una explicación que el Estado ofensor rinde al Estado ofendido.

La restitución es restablecer la situación que existía antes de del acto ilícito mediante el cumplimiento de una
obligación que se infringió y revocar el acto ilícito. En otras palabras, esto significa que el Estado infractor está en
la obligación de responder por su acto ilícito y reparar el daño causado mediante la restitución de la condición
en la que se encontraba el otro Estado antes de que éste le causará un daño.

Si bien hemos hablado de las formas de asumir la responsabilidad internacional, esto no quiere decir que sea
fácil establecer la relación entre la medida responsabilidad y el grado de culpa. En ciertas infracciones jurídicas
donde se ocasiona un daño material considerable la responsabilidad se calcula por el perjuicio ocasionado. En
otras sin embargo el grado de culpa del Estado importa en gran medida para determinar el alcance de la
responsabilidad.

Esto significa que en el primer caso la responsabilidad se calcula según sea la gravedad del daño que se produjo
y no importa tanto la intención de producir o no el daño y en el otro caso la responsabilidad dependerá del grado
de culpa que el Estado tuvo al cometer determinado acto.

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De lo expuesto hasta el momento se puede concluir que la reparación es la consecuencia ineludible de todo
incumplimiento de una obligación, inclusive cuando no se haya previsto tal consecuencia. En ella se incluyen dos
aspectos: el cese inmediato de la situación ilícita y la reparación del daño.

Responsabilidad Internacional de las Organizaciones Internacionales


Las OI es titular de derechos y deberes internacionales, por lo tanto, tiene capacidad para hacer valer aquello y
para cumplir y quebrantar éstos. En este último caso se habla de hecho ilícito de la OI, cuyas consecuencias
pueden ser varias, aunque se reducen en esencia a la nulidad y a la responsabilidad.

• La nulidad puede plantearse en relación, sobre todo, con los actos normativos.
• La responsabilidad puede ser de Derecho interno o de Derecho Internacional, los supuestos en que una
OI puede incurrir en responsabilidad internacional son:
1) Quebrantamiento de un tratado.
2) Hechos dañosos cometidos por sus órganos o agentes en actividades operacionales.
3) Responsabilidad por las relaciones jurídicas entre las OI y sus funcionarios o agentes.

Eximentes de la responsabilidad internacional


El incumplimiento de una obligación internacional acarrea la responsabilidad internacional del Estado
incumplidor. Sin embargo, el propio Derecho Internacional prevé circunstancias que eximen la ilicitud de la
conducta y exoneran al Estado de responsabilidad internacional.

Aquí se hablará sobre los actos que son ilícitos pero que no constituyen una obligación de reparación, es decir,
no dan lugar a la responsabilidad internacional aun cuando signifiquen un daño al otro Estado.

Algunas de las causas eximentes de responsabilidad internacional son:


1. Legítima Defensa,
2. Consentimiento
3. Caso Fortuito y Fuerza Mayor,
4. Estado de Necesidad o Peligro Extremo, y
5. Medidas de Represalia

Legítima Defensa
Es aplicable únicamente a los casos de uso de fuerza armada para responder a una previa o inminente agresión
armada. Debe dirigirse a un objetivo que será rechazar o detener un ataque ilícito del enemigo y el resultado
debe ser proporcional a ese objetivo.

Esta causa eximente de responsabilidad es una de las más comunes y actuales situaciones que se dan entre
Estados. Tienen lugar cuando un Estado ataca a otro Estado y éste se defiende o sea responde a la agresión de
aquel con un ataque. La proporcionalidad que se menciona en esta causa muy pocas veces se da pues en la
práctica es más común que el ataque-respuesta sea de mayor gravedad que el primero.

Consentimiento
El consentimiento válido de un Estado a la comisión por otro Estado de un hecho determinado excluye la ilicitud
de tal hecho en relación con el primer Estado en la medida en que el hecho permanece dentro de los límites de
dicho consentimiento.

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Ello da a entender que el consentimiento debe ser, en primer lugar, válido, lo cual se analizará de acuerdo a las
normas de Derecho Internacional y no a las de Derecho Interno. Para hablar de que el consentimiento sea válido
deben tomarse en cuenta los siguientes criterios: (1) el agente o persona que dio el consentimiento estaba
autorizado a hacerlo en nombre del Estado (y, en caso contrario, si el Estado que actuó estaba enterado o
debería haberlo estado de esa falta de autoridad), y (2) si el consentimiento estaba viciado o no, ya sea por
coacción o algún otro factor. Otros elementos que deben considerarse es que el consentimiento sea dado de
manera expresa, o sea, no cabrían presunciones y que «no podrá ser ejercido respecto de terceros Estados ni
respecto de obligaciones ERGA OMNES o normas JUS COGENS»

Caso Fortuito y Fuerza Mayor


El concepto de fuerza mayor y caso fortuito es aplicable en la generalidad de los órdenes jurídicos internos, estos
dos conceptos de manera internacional tratan de la imposibilidad material de impedir una conducta contraria a
una obligación internacional.

Ambos supuestos comparten un elemento esencial, es decir, un común denominador que consiste en la
imposibilidad material de cumplir una obligación internacional (no se puede impedir). En otras palabras, los
Estados pueden quedar por circunstancias ajenas a su voluntad en la imposibilidad de cumplir la conducta
acordada o mandada por la obligación, ya fuere materialmente, porque una fuerza natural se lo impide, o bien
porque existe un hecho humano que lo imposibilita.

Los conceptos de caso fortuito y fuerza mayor son difusos, en muchos casos la legislación, tanto interna como
internacional, los confunde, hasta el punto de tomarlos como sinónimos en algunas ocasiones, sin embargo la
doctrina internacional coincide que para que se otorgue la condición de fuerza mayor o caso fortuito es
necesario que no haya sido el propio Estado quien contribuyera intencionalmente o por negligencia a producir
la situación de imposibilidad material que le impide cumplir la obligación o percatarse, según el caso, de la ilicitud
del comportamiento observado.

Existen dos diferentes doctrinas sobre estos dos aspectos, una doctrina sostiene que la distinción ya no es
aplicable o que carece de interés para el Derecho Internacional contemporáneo, mientras otros afirman que la
distinción aún es válida.

En el Derecho Internacional, los eventos de “caso fortuito o fuerza mayor” pueden ser considerados como la
principal excluyente de responsabilidad en caso de incumplimientos contractuales, distinguiéndose estos
conceptos en los siguientes términos:
1. Caso fortuito implica un evento de la naturaleza que es impredecible, imposible de evitar o de prever.
Se especifica que esta totalmente relacionado con los efectos de la naturaleza, aquí no existe fuerza
humana que pueda oponerse, ajeno al control del Estado y que hace materialmente imposible el
cumplimiento de una obligación internacional.
2. Fuerza mayor implica un evento causado por el hombre que es inevitable.

A pesar de esta distinción teórica, ambos implican eventos impredecibles, o en caso de ser predecibles,
inevitables, o sea que están fuera del control razonable de las partes. Un elemento fundamental de los eventos
de caso fortuito - fuerza mayor es que imposibilitan el cumplimiento de las obligaciones contractuales y hacen
dicho cumplimiento más oneroso para una de las partes.

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Medidas de Represalia
(Este tema se repite en las Medidas de Autotutela, por lo tanto, se estudiará a mayor profundidad en ese
momento)

Estado de Necesidad o Peligro Extremo


Situación por medio de la cual para la protección de un bien jurídico y evitar un mal propio o ajeno que suponga
peligro actual, inminente, grave, injusto, ilegítimo, e inevitable de otra forma legítima, menoscaba otro bien
jurídico cuyo daño no puede ser mayor al que intenta evitar, siempre y cuando el mal que intenta evitar no haya
sido provocado intencionadamente por el propio sujeto y éste no tenga obligación de sacrificarse por razón de
su oficio o cargo.

Este Estado de necesidad solo es válido cuando los intereses legítimos de un sujeto se encuentran en un Estado
de peligro, y solo pueden ser salvados mediante la lesión de los intereses legítimos de otra persona. - El sujeto
activo se encuentra frente a un Estado de necesidad, esta es una acción, diferente a la reacción que se da en la
legítima defensa.

Se refiere a que el agente de la ilicitud no tenía otro medio para actuar por ser una situación de peligro extremo,
salvar su vida o la de las personas confiadas a su cuidado. En esta causal se viola una obligación para poder salvar
su vida o la de los demás, es decir que se sacrifica una cosa por la otra debido a su mayor importancia.

El Ejercicio de las Medidas de Autotutela


Las «Medidas de Autotutela» son aquellos actos o posibles procedimientos por los que los diferentes sujetos de
Derecho Internacional de forma unilateral, singularmente los Estados, o aun la propia comunidad internacional
donde tratan de garantizar el orden jurídico o simplemente garantizar el mero «statu quo» internacional ante la
conducta antijurídica, lesiva o inamistosa de terceros, la finalidad de estas medidas es el de restablecer el
equilibrio que la conducta «inapropiada» de otro sujeto.

Una de las características principales del derecho Internacional es la no existencia de un órgano superior al
Estado que a la que estos hayan otorgado la capacidad coercitiva sancionadora y que pueda asegurar
coactivamente la aplicación del derecho internacional entre Estados soberanos iguales. Por tanto, los Estados
tienen que buscar medidas para hacer cumplir a otros Estados las obligaciones internacionales.

Estas medidas serán entonces, la única garantía de que disponen los sujetos internacionales a fin de asegurar,
tanto el respeto de sus derechos e intereses, así como el orden jurídico internacional frente a los actos contrarios
al mismo de parte de otros Estados.

Lo cierto es que en el Derecho Internacional impera la autotutela a la hora de aplicar coercitivamente el derecho
en la resolución de los conflictos. Así, ante la comisión de un ilícito internacional el infractor es obligado por otro
sujeto de Derecho Internacional que busca la interrupción del ilícito y su reparación.

Las diferentes medios de autotutela o autodefensa a disposición de los Estados, así como la legitimidad de
estas han sufrido restricciones a medida que la sociedad internacional contemporánea transformaba
su original naturaleza descentralizada, caracterizada por un limitado nivel de relación interna y una

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mínima organización internacional, pero más cooperativa y jerarquizada debido a su estructura regional en el
sistema de bloques, en la que, sin embargo, todavía persistía la tradicional carencia de ejecutividad de la
norma internacional por una autoridad mundial.

No obstante, la aparición de rasgos de centralización y coordinación conjugados con los criterios de juridicidad
de las relaciones internacionales contemporáneas derivadas del espíritu de la Carta de Naciones Unidas,
delimitadas por la necesidad de consenso por parte de los miembros permanentes de su Consejo de Seguridad,
han proporcionado la limitación de la indiscriminada elección de medios de que gozaban los Estados en etapas
históricas anteriores y, en cualquier caso, lo que se deja claro es que se han proscrito tanto la intervención, como
el recurso a la fuerza armada como instrumentos legítimos de autotutela, exclusión hecha naturalmente de los
supuestos de legítima defensa destinados a repeler flagrantes ataques armados.

Por tanto, consideradas ilícitas las modalidades de intervención armada directa o indirecta por parte de los
sujetos internacionales, los medios de autotutela estimados lícitos pueden asumirse unilateralmente por el
Estado ante el comportamiento de terceros bajo diferentes figuras, en respuesta a medidas ilícitas ajenas; sin
obviar en cualquier caso aquellas que podrían adoptarse mediante el criterio de sanciones internacionales por
parte de la propia comunidad internacional o alguno de sus órganos o aun por algún Estado en funciones de
«policía internacional», dirigidas a reprimir la conducta de determinados entes estatales.

Se deja en claro que las medidas ilícitas, son las modalidades de intervención armada directa o indirecta por
parte de los sujetos internacionales, por lo tanto, los medios de autotutela estimados lícitos que pueden
asumirse unilateralmente por el Estado ante el comportamiento de terceros son:
1. Ruptura de relaciones diplomáticas
2. Medidas de Retorsión
3. Medidas de Represalia
4. Sanciones Internacionales

Medios Lícitos por parte del Estado


Los sujetos internacionales ostentan, pues, la facultad de velar por sus intereses mediante determinadas
medidas unilaterales compatibles por sí mismas al Derecho Internacional, la ilícita conducta previa de un Estado
legitima la adopción de estas medidas.

a) Ruptura de relaciones diplomáticas:


Esta medida puede definirse como aquel acto unilateral por el que el Estado interrumpe sus relaciones
diplomáticas con otro u otros sujetos internacionales, siempre y cuando estima que el comportamiento es lesivo
para sus derechos e intereses o bien contrario al Derecho Internacional.

Esta medida es relativamente incómoda para los Estados, sin embargo, con la aplicación de esta medida en
contra de un Estado, se puede llevar el día a día y «sobrevivir», esta medida tiene un impacto relativo.

b) Medidas de Retorsión:

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Dicha medida de autotutela es aquel acto unilateral de carácter inamistoso, pero lícito conforme a las pautas de
conducta establecidas por el Derecho Internacional, realizado por el Estado en respuesta a un similar
comportamiento previo de otro sujeto internacional contrario a sus intereses.

El Estado que adopta las medidas de retorsión no viola ninguna obligación jurídica respecto del otro Estado. En
cualquier caso, como señalan tales medidas, se caracterizan por el doble hecho de no atentar contra ninguna
obligación jurídica y tener por objeto, en general, disminuir aquellas facilidades concedidas por un Estado a otro
o a sus respectivos nacionales.

c) Medidas de Represalia:
Estas medidas son aquellos actos de Estado que en un principio son ilícitos y contrarios al Derecho Internacional
pero que se justifican a posteriori al relacionarlos con el precedente del comportamiento ilegítimo e injustificado
de otros sujetos internacionales.

En cualquier caso, las represalias serán solamente admisibles, cuando se producen los siguientes requisitos: que
responda a un comportamiento previo de otro sujeto internacional; que exista una imposibilidad de obtener
satisfacción por otros medios; y que exista adecuada proporcionalidad entre la conducta del Estado ofendido y
la del sujeto internacional ofensor.

Medios Lícitos por parte de la Comunidad Internacional


a) Sanciones Internacionales:
Ante la vulneración de una obligación de Jus Cogens por parte de un sujeto internacional determinado,
singularmente si su conducta acarrea la comisión de un crimen internacional, la Comunidad internacional en
cuanto tal o a través de alguno de sus órganos en vía judicial (Tribunal Internacional de Justicia) o política
(Asamblea General de las Naciones Unidas o Consejo de Seguridad), o aun en caso de su inoperatividad por
incapacidad estructural, mediante la acción de algún Estado o Estados en funciones de policía internacional,
puede proceder a la imposición de sanciones internacionales.

Ejemplo: Con motivo de las reiteradas infracciones por parte de Sudáfrica y Rhodesia en materia de apartheid,
sucesivas resoluciones de la Asamblea General de Naciones Unidas recomendaron el embargo total de armas y
equipos militares a dichos Estados racistas, con una extensión al grado de sanciones económicas de alcance
total.

Sin embargo, también es evidente que los Estados, ante la incapacidad estructural del sistema internacional
derivado de la vigente Carta de Naciones Unidas, asumen temporalmente la forma unilateral o colectivamente,
las funciones de policía internacional.

Existe la teoría que la finalidad de las Sanciones Internacionales como medida de autotutela se pierde cuando
se usan políticamente, que se puede llegar aplicar las más duras sanciones que llevan a un aislamiento, hasta
llegar al punto que el Estado sancionado no puede subsistir.

Las sanciones pueden llegar a tener un fuerte impacto en la sociedad del Estado sancionado. Los expertos
valoran que las sanciones económicas deberían de ser modificadas cuando tienen un impacto tan grande en la
sociedad civil, ya que se tienen argumentos:
a) De orden ético: Se cruza el umbral moral cuando la población queda bajo el nivel de subsistencia.

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b) De orden jurídico: La Carta obliga a actuar de acuerdo con los propósitos y principios de la Carta. Respeto
a los Derechos Humanos y a los valores humanitarios.

No se puede sancionar sin tener en cuenta los valores que defiende la ONU. Este debate se hace incluso en el
seno de la misma ONU, según el informe del Milenio del Secretario General y una Comisión de Derechos
Humanos por medio de un relator especial que trata las sanciones desde la perspectiva de los Derechos
Humanos; donde nos indican que el sistema de la Carta está sufriendo por algunos problemas exógenos debido
a las acciones unilaterales de algunos Estados. Son ejemplos: La intervención de la OTAN en Kosovo, donde se
vulneró la Carta de la ONU; el Consejo de Seguridad de la ONU, ni siquiera tuvo oportunidad de reunirse, hubo
graves violaciones de Derecho Internacional humanitario durante la intervención.

Derecho de la Guerra
Origen y Evolución de la Prohibición
Los conflictos armados son tan antiguos como la humanidad misma. En la guerra siempre existieron las prácticas
consuetudinarias, pero los Estados empezaron a formular normas internacionales destinadas a limitar los
efectos de los conflictos armados por razones humanitarias sólo en los últimos 150 años. Esta rama del derecho,
habitualmente denominada Derecho Internacional Humanitario (DIH), se conoce también como Derecho de la
Guerra o Derecho de los Conflictos Armados.

El Derecho de la Guerra forma parte del cuerpo de Derecho Internacional, el cual rige las relaciones entre los
Estados al momento de un conflicto armado. El Derecho de la Guerra tiene por objeto limitar los efectos de los
conflictos armados por razones humanitarias. Su finalidad es proteger a las personas que no participan o han
dejado de participar en las hostilidades, a los enfermos y heridos y a los prisioneros y las personas civiles, y
definir los derechos y las obligaciones de las partes en un conflicto en relación con la conducción de las
hostilidades.

En su calidad de ley, el Derecho de la Guerra impone obligaciones a las partes en los conflictos armados. No sólo
deben respetar la ley, sino que tienen la obligación de hacer que se respete. No es aceptable desentenderse de
la cuestión.

No es arbitrario considerar que un sistema jurídico adquiere consistencia en la medida en que es capaz de
desterrar la utilización de la fuerza, como medida de aplicación y ejecución del derecho propio, por parte de sus
sujetos; o, dicho de otra forma, el ordenamiento Jurídico adquiere capacidad de centralizar el uso de la fuerza
mediante la creación de un aparato coercitivo propio.

En materia de arreglo pacífico de controversias, los intentos reales de limitación de la fuerza nacen en paralelo
con los inicios del siglo XX. El hecho que ambos factores, arreglo pacífico y prohibición del uso de la fuerza, se
desarrollen en paralelo parece un proceso normal: uno y otro se complementan. Solo es posible prohibir la
fuerza cuando existen mecanismos de arreglo pacífico, y solo son comprensibles los procedimientos de arreglo
pacífico en la medida en que progresivamente se proscriben las utilizaciones unilaterales de medidas de fuerza
disponibles para los más fuertes. Y ambas vías se desarrollan en paralelo en la medida en que, igualmente, los

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Estados van siendo progresivamente conscientes de una mayor interdependencia de intereses, en algunos
campos incluso comunidad de intereses, que quedan seriamente afectados de utilizarse procedimientos
violentos que parecen responder más bien a intereses mezclados.

Aún, podría apuntarse otra razón más que explique el nuevo y poderoso fervor progresivo de los Estados hacia
medidas de limitación del uso de la fuerza y quizá suene excesivamente pretencioso, pero explica las
motivaciones egoístas de los Estados; por primera vez en la historia de la humanidad, la guerra, el recurso a la
violencia, ya no es tolerable. Con ello queremos indicar dos cosas: la introducción de nuevas tecnologías de
destrucción masiva hace de la guerra un elemento de alto peligro; más aun, los altos costos de una guerra,
incluso en los supuestos en los que se logre salir victorioso, resultan superiores a los beneficios que se estiman
pueden deducirse de la guerra.

El Derecho internacional, a lo largo de su historia, ha intentado limitar bajo dos formas el uso de la fuerza:
pretendiendo establecer los supuestos en que existía un derecho a recurrir a la guerra y las modalidades bajo
las cuales habían de desarrollarse las hostilidades.

Hasta que no aparecieron los Estados como entidades políticas autónomas, pero homogéneas por la
participación en valores comunes, no se intentó elaborar un derecho a la guerra. La razón se fundamenta en la
existencia de los Imperios: desde los del Antiguo Oriente hasta el romano, cada Imperio se concebía como único
centro social legitimado, descalificando la barbarie del entorno; las guerras eran consideradas una conveniencia
o necesidad enjuiciada desde la perspectiva del Imperio, a cuya decisión se sometía el posible recurso a la guerra.
No es extraño que Platón haga decir a Sócrates que: «los griegos pueden combatir con los bárbaros y los bárbaros
a su vez con los griegos, por tratarse de enemigos naturales, esta sí que deberá llamarse una verdadera guerra.
Pero cuando los griegos peleen entre sí, tendremos que decir que son amigos los que combaten y que es
entonces una enfermedad y un desacuerdo la que se produce en Grecia». A ésta le aplicaremos el nombre de
sedición.

Más de una decena de siglos atrás, la guerra se encontraba justificada en supuestos de represalia, que no
siempre tenía que deberse a ataques previos, sino que bastaban las ofensas a la dignidad, y de defensa, concepto
de defensa que incluía la conveniencia de unas fronteras que se considerasen más seguras. Para Santo Tomás,
los requisitos de la guerra justa incluían la autoridad válida o legítima del soberano, una recta intención y una
causa justa. Pero la justa causa llegó a incluir las guerras contra los infieles, lo que legitimó las guerras contra los
Estados no cristianos, igual que había de legitimar la JIHAD o guerra santa de los musulmanes o las guerras de
liberación colonial o de liberación del imperialismo, en la teoría política marxista.

La iniciativa del primer convenio sobre el Derecho de Guerra provino de cinco ciudadanos de Ginebra, hoy en
día conocemos ese convenio internacional como «Comité internacional de la Cruz Roja», que en una primera
instancia fue llamado «El Comité de los Cinco» pero apenas ocho días después lo renombraron «Comité
Internacional de Ayuda a los Heridos». Uno de los cofundadores fue, Henry Dunant, testigo casual de la batalla
Solferino, en 1859. Horrorizado al observar la ausencia de toda ayuda para los heridos, organizó a los residentes
locales para que les brindaran asistencia. Este acto dio origen a uno de los elementos clave del primer convenio:
el trato humano de las personas que han dejado de participar en los enfrentamientos, independientemente del
bando al que pertenezcan.

También en este momento, se adoptó un signo protector neutral para quienes ayudaban a las víctimas de los
conflictos: una cruz roja sobre fondo blanco, que forma la inversión exacta de la bandera suiza.

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Protección en el Derecho de Guerra
La protección de las personas que no participan o que han dejado de participar en las hostilidades, está dentro
de las normas aplicables en los conflictos armados internacionales. Los núcleos del Derecho de Guerra siguen
siendo los cuatro Convenios de Ginebra y sus Protocolos adicionales, que establecen obligaciones jurídicas claras
y consagran los principios humanitarios fundamentales:
• Los soldados que se rinden o que están fuera de combate tienen derecho a que se respete su vida y su
integridad moral y física. Está prohibido darles muerte o herirlos.
• La parte en conflicto en cuyo poder estén recogerá y prestará asistencia a los heridos y a los enfermos.
También se protegerá al personal sanitario, los establecimientos sanitarios, los medios de transporte y
el material sanitarios.
• Los combatientes capturados tienen derecho a que se respeten su vida, su dignidad, sus derechos
personales y sus convicciones. Serán protegidas contra todo acto de violencia y de represalia. Tendrán
derecho a intercambiar noticias con sus familiares y a recibir socorros.
• Los civiles que se encuentren bajo la autoridad de una parte en el conflicto o de una potencia ocupante
de la cual no sean nacionales tienen derecho a que se respeten su vida, su dignidad, sus derechos
personales y sus convicciones.
• Cualquier persona se beneficiará de las garantías judiciales fundamentales. Nadie será condenado salvo
en virtud de una sentencia previa pronunciada por un tribunal legítimamente constituido. No se
considerará a nadie responsable de un acto que no haya cometido, ni se someterá a nadie a tortura
física o mental ni a castigos corporales o a tratos crueles o degradantes.
• Las partes en conflicto y los miembros de las respectivas fuerzas armadas no tienen derecho ilimitado
por lo que respecta a la elección de los métodos y de los medios de guerra. Se prohíbe emplear armas o
métodos de guerra que puedan causar pérdidas inútiles o sufrimientos excesivos.
• Las partes en conflicto harán distinción, en todo tiempo, entre población civil y combatientes,
protegiendo a la población y los bienes civiles. En tal sentido, antes de lanzar un ataque se tomarán las
precauciones adecuadas.

El Derecho de Guerra prevé, además, signos distintivos claramente reconocibles, llamados «emblemas
distintivos» que se pueden emplear para identificar a las personas, los bienes y los lugares protegidos. Se trata,
principalmente, de los emblemas de la cruz roja, la media luna roja y el cristal rojo, recientemente adoptado,
pero también han dejado de reconocerse oficialmente, la estrella de David roja, así como el sol y león rojo.

En general, el Derecho de Guerra (Derecho Internacional Humanitario) protege a una gran variedad de
personas y bienes durante los conflictos armados, enumerados de esta manera:
• Niños
• Civiles
• Personas desaparecidas
• Prisioneros de guerra y otras personas privadas de libertad
• Refugiados y desplazados
• Mujeres
• Enfermos, heridos y náufragos

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La Prohibición del Recurso a la Fuerza en el Derecho
Internacional Contemporáneo
El significado de la prohibición del recurso a la fuerza queda claro, en principio, con lo dispuesto en la Carta de
las Naciones Unidas. La organización, nacida con la finalidad, entre otras, de que no se usara la fuerza armada
sino en servicio del interés común.

La responsabilidad internacional de los Estados es vigente por una violación grave y en gran escala de una
obligación internacional de importancia esencial para la salvaguardia del ser humano, como las que prohíben la
esclavitud, y el genocidio, el narcotráfico, la venta internacional ilegal de armas, el apartheid o una violación
grave al derecho a la libre determinación de los pueblos, como lo que prohíbe el establecimiento o el
mantenimiento por la fuerza de una dominación colonial.

Todos los Estados deberán también de abstenerse de organizar, apoyar, fomentar, financiar, instigar o tolerar
actividades armadas, subversivas o terroristas encaminadas a cambiar por la violencia el régimen de otro Estado,
y de intervenir en las luchas interiores de otro Estado. En el supuesto de violación de este principio se originaría
la responsabilidad internacional del Estado o, incluso, la adopción de contramedidas que no implicarán el uso
de la fuerza.

No toda amenaza o recurso a la fuerza «no es contraria» al Derecho internacional: diversos preceptos jurídicos
legalizan ciertas utilizaciones de la fuerza como consistente con el actual estado de desarrollo del Derecho
internacional. En unos casos se trata de usos de la fuerza permitidos como resultado de una concepción colectiva
de la seguridad internacional y del mantenimiento de la paz; en otros supuestos se trata de legitimaciones
proporcionadas por el derecho inherente de legítima defensa; en otros, finalmente, puede discutirse la legalidad
de utilizar la fuerza, con la consiguiente violación de la prohibición, por la necesidad de conseguir otros objetivos
prioritarios establecidos por el Derecho internacional. Ésta, es cuestión fundamental por cuanto existe una cierta
tendencia de los Estados, especialmente en momentos de escasa operatividad del Consejo de Seguridad, a
interpretar de forma amplia y generosa las excepciones a la prohibición.

Hay mucha discusión con respecto a la exacta extensión del concepto de lo que es «un ataque armado». Puede
estimarse correcto que por ataque armado debe entenderse tanto la acción de fuerzas armadas a través de
fronteras, cualquiera de los actos siguientes, independientemente de que haya o no declaración de guerra, se
caracterizará entonces como acto de agresión:
1) La invasión de un Estado por otro,
2) El ataque de fuerzas armadas de un Estado contra otras de otro Estado o contra la población civil de
éste,
3) Toda ocupación militar que derive de los actos anteriores y que implique el uso de la fuerza,
4) El bombardeo,
5) El bloqueo de puertos o de costas de un Estado,
6) La utilización de las fuerzas armadas de un Estado que ese encuentren en un Estado extranjero con
acuerdo de este pero que exceda las condiciones pactadas entre ambos Estados, incluyendo toda
prolongación de la presencia en el territorio extranjero de fuerzas militares de un Estado foráneo,
7) La disposición de un territorio propio de un Estado para que otro Estado pueda agredir a un tercero,
8) El envío por parte de un Estado de grupos irregulares (generalmente denominados «paramilitares») o
mercenarios que lleven a cabo actos armados contra otro Estado.

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Estos supuestos, en consecuencia, hacen legal la adopción de medidas de legítima defensa siempre que se trate
de auténticos ataques y no de incidentes menores.

Existe un precepto que habla no solo del recurso de la fuerza sino también de la amenaza de fuerza. Desde esta
perspectiva no está exenta de interés la discusión teórica y la práctica, desgraciadamente frecuente de los
Estados, de la legítima defensa preventiva ante ataques armados que se consideran inminentes. La razón
justificadora estaría determinada por la necesidad de no crear una posible situación de indefensión mediante el
respeto escrupuloso del concepto de ataque armado previo, dando una oportunidad innecesaria a un agresor
que cuyas intenciones son claramente manifestadas.

Sin discutir el peso de este argumento, debe tomarse en cuenta un dato significativo: la organización de unas
medidas de legítima defensa preventiva implicará siempre una valoración de la situación o del peligro de
agresión por parte del Estado presuntamente amenazado de agresión. El argumento tiene aún más fuerza si se
tiene en cuenta que, con las nuevas técnicas de destrucción masiva, una valoración subjetiva de la situación
puede llevar a la destrucción preventiva total de un Estado del que se sospecha sea potencial agresor.

La legítima defensa podría realizarse individual o colectivamente. La legítima defensa colectiva estaría
constituida por el derecho de un Estado a presentar asistencia a otro Estado, a solicitud de éste al haber sido
objeto de un ataque armado por un tercer Estado. La legítima defensa colectiva puede producirse como
resultado de un compromiso previo de los Estados de ayudarse mutuamente en supuestos de ataque armado
por un tercer Estado, o bien con carácter posterior, cuando producido el ataque, el Estado agredido solicita y
obtiene ayuda de otro u otros Estados.

Los supuestos de defensa colectiva suelen enmarcarse en una doble práctica de los Estados; de un lado, acuerdos
bilaterales de ayuda mutua para supuestos en que alguno de los Estados sea objeto de ataque. El segundo
mecanismo, y hoy la práctica usual y más problemática, es la existencia de mecanismos multilaterales
institucionalizados.

En tiempos recientes se ha asistido a la afirmación del derecho a usar la fuerza para la defensa de intereses
individuales o colectivos amenazados por la acción de grupos terroristas actuando con la complicidad, o, al
menos, la falta de acción, de ciertos Estados donde los hechos se producen o donde los grupos terroristas tienen
su base. El derecho se fundamentaría, por una parte, en la legitimidad de la defensa de las vidas de particulares
puestas en peligro por estos grupos, y de otra, en la existencia de ciertos convenios internacionales en que se
proscriben ciertas conductas internacionales.

La cuestión en última instancia puede reducirse a la discusión de si dichos convenios establecen la represión y
sanción de ciertos delitos de forma general o solo introducen obligaciones entre los Estados parte en los mismos,
de una parte, y, de otra, si de dichos convenios se ha de concluir la ilicitud de tales hechos concretamente
enumerados o sí, por el contrario, de ellos se deduce la existencia de un Derecho internacional general en
materia de terrorismo. Alcanzadas las conclusiones pertinentes, aun habría que discutir si la represión del
terrorismo o la prohibición del uso de la fuerza son normas jurídicas con el mismo contenido y valor o sí, por el
contrario, alguna de ellas representa intereses más esenciales para la defensa de la estructura del orden
internacional.

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Protección de los Bienes Culturales en un Conflicto Armado
Adicionalmente a la protección de personas por parte del Derecho Humanitario, tenemos también la protección
de los bienes culturales durante los conflictos armados se basa en el principio de que los daños ocasionados a
los bienes culturales de cualquier pueblo constituyen, según la Convención de La Haya de 1954, «un menoscabo
al patrimonio cultural de toda la humanidad».

Los bienes culturales están protegidos, durante las guerras por la Convención de La Haya de 1954 para la
protección de los bienes culturales en caso de conflicto armado, se establece una protección específica que
reconoce el patrimonio cultural de cada pueblo.

La triste realidad indica que, a lo largo de los siglos, se han perdido muchas obras de arte y se han dañado o
destruido sitios culturales durante las guerras. Si bien han existido formas consuetudinarias de protección desde
las horas más tempranas de la civilización, la destrucción que trajo aparejada la Segunda Guerra Mundial llevó
a la comunidad internacional a actuar y otorgar protección jurídica específica.

Conforme a la Convención de La Haya de 1954, cada Estado debe tomar las medidas necesarias para proteger
sus propios bienes culturales contra los ataques armados. Una manera de hacerlo consiste en, por ejemplo,
trasladar esos bienes lejos de la acción militar potencial o en curso y, en el caso de los sitios históricos, evitar
colocar objetivos militares en sus cercanías.

Las partes en un conflicto armado no pueden dirigir actos hostiles contra bienes culturales y deben evitar
causarles daños en forma incidental. Está prohibido emplear bienes culturales con fines militares.

Las Potencias ocupantes deben proteger los bienes culturales que estén bajo su control de cualquier acto de
robo, pillaje o apropiación. Si los bienes culturales son trasladados desde el territorio ocupado con el fin de
protegerlos, deben ser devueltos al sitio original al terminar las hostilidades.

Desarme y Control de Armamento


La genialidad de la especie humana queda fuera de toda duda como lo demostraría una capacidad casi
inagotable y acelerada para hacer evolucionar las condiciones de vida que la humanidad ha experimentado en
su historia. Lamentablemente, esa genialidad está igualmente presente en sus aspectos más perversos: el
hombre ha sido igualmente capaz de inventar formas progresivamente más eficaces de proveer su propia
destrucción, hasta el punto de que en tiempos recientes no sólo hemos hablado de la posibilidad de destruir a
potenciales enemigos, sino de una capacidad de «overkilling», como desconfiados de la propia capacidad
destructiva o necesitados de la garantía de que, a un muertos, tendríamos la capacidad de aniquilar a los
enemigos causantes de nuestra muerte.

Lo malo, además, de la historia de la humanidad es que, frente a la eficiencia con que se han descubierto más y
mejores instrumentos de exterminio, pocas veces ha sido posible observar al gratificante espectáculo de
destrucción de las armas previamente inventadas, salvo en dos situaciones condicionantes: bien cuando se ha
tratado de destruir los propios arsenales existentes para sustituirlos por otros de más comprobada eficacia; o
bien cuando se ha procedido a destruir el arsenal del enemigo previamente derrotado, como garantía de su
sumisión continuada.

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Sin embargo, y pese a todos los inconvenientes, desde el último tercio del siglo XX: se lograron acuerdos por los
que se limitaban los tipos de armamento, a la vez que intentaban disminuirse arsenales existentes. Por primera
vez se tomó alguna conciencia de que los armamentos, alcanzaron un determinado umbral de cantidad o de
calidad, no son instrumentos de seguridad, sino que amenazantes mecanismos de inestabilidad. En otras
palabras, por primera vez la humanidad está destruyendo armas que no son sustituidas por otras más eficaces
o que no pertenecen a enemigos derrotados. No puede servir ello de elemento de autosatisfacción, a la vista de
la inseguridad que rodea al mundo contemporáneo, sino de la comprobación del inicio de una senda hasta ahora
inexplorada pero cuya longitud total nos resulta totalmente desconocida.

Dentro de la compleja terminología existente para describir la variedad del armamento, bastará a efectos de
comprensión jurídica que distingamos algunos conceptos básicos. Así, es frecuente diferenciar entre armas
convencionales y armas de destrucción masiva: mientras las primeras tienen la posibilidad de seleccionar a su
destinatario y de discriminar entre población combatiente y población civil, en las armas de destrucción masiva
el principio esencial es el elemento no discriminatorio, siendo el objeto de estas la destrucción global de la
sociedad considerada enemiga. Las armas de destrucción masiva son de tres tipos: a) Atómicas o nucleares, b)
Bacteriológica y toxínicas; y c) Químicas.

Las negociaciones de desarme son siempre una cuestión difícil y delicada: la seguridad no debe efectuarse y
evaluarse en ámbitos multilaterales: el desarme es posible cuando se produce un equilibrio entre las grandes
potencias, bilateralmente entendido, a la vez que una tónica de distensión entre estas y potencias intermedias
o pequeñas, sean no aliadas de las grandes potencias. De ahí que el acuerdo de los grandes tenga que venir
acompañado del consenso de los pequeños Estados, o que aquellos fuercen a esto consentir medidas generales
de desarme; este difícil equilibrio hace imposible vaticinar los futuros acuerdos de desarme, que solo pueden
ser expuestos cuando ya se han conseguido.

Problemas Actuales del Derecho de Guerra


Tradicionalmente, tal y como se desprende de su denominación, las leyes de la guerra se ocupaban de regular
la conducta seguida por dos o más Estados que se encontraban en una situación de guerra y que reconocían la
existencia de esa situación como aquella a la que resultaba aplicable el conjunto de normas que conforman el
Jus in Bello. Sin embargo, tras la prohibición general del uso de la fuerza, la guerra como estado técnico ha
desaparecido, sin que por ello haya dejado de utilizarse la fuerza, ya sea como excepción admitida por la Carta
de la ONU, ya como situación ilícita pero igualmente existente.

Un aspecto que debe ser destacado como fundamental en la evolución de esta rama del Derecho internacional
tras la Segunda Guerra Mundial es el que responde a la terrible realidad de una comunidad internacional que, si
bien puede congratularse del escaso número de guerras entre Estados desde 1945, se ha visto obligada a
soportar en su seno la sucesión, prácticamente ininterrumpida, de más de medio centenar de guerras civiles o
conflictos armados de carácter interno. Desde esta perspectiva resulta fácil comprender el gran esfuerzo llevado
a cabo para conseguir la aplicación del Derecho humanitario bélico a todo enfrentamiento armado, y que se ha
plasmado en la progresiva desaparición de la rigidez con que, tradicionalmente, se procedía a la distinción entre
conflictos armados de carácter interno o internacional, reservado el Jus In Bello para estos últimos supuestos.
Fruto de estas preocupaciones, inspiradas en la protección de la persona humana en las situaciones en las que
más peligra su vida y su dignidad, fue la inclusión del artículo 3 común a las Convenciones de Ginebra de 1949,
que establecía la aplicación de un núcleo normativo de carácter mínimo a los conflictos armados que no pudieran
ser calificados como de carácter internacional, a tenor de los dispuesto en dichos convenios.

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Esta rama ha experimentado una evolución importante en el ámbito de la responsabilidad y, más correctamente,
de la responsabilidad internacional en que incurre, a título individual, aquella persona infringe las normas que
reglamentan los conflictos armados. Así, el artículo 8 del Estatuto de Roma de Corte Penal Internacional, incluye
los crímenes de guerra como incursos en la competencia del Tribunal.

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