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En el corazón, para la tradición bíblica y cristiana, están presentes, no sólo los sentimientos, sino
todas las dimensiones de la persona: el conocer, el querer, la decisión moral, el amor humano y
teologal.
El símbolo del Corazón de María nos evoca el mundo de sentimientos de la Madre del Señor: ella
conoce la alegría desbordante (cf Lc 1,28.47), pero también la turbación (cf Lc 1,29), el desgarro (cf
Lc 2,35), las zozobras y angustias (cf Lc 22,48). María es asimismo la creyente que guarda y medita
en su corazón los momentos de la manifestación de Jesús, ya en el nacimiento (Lc 2,19), o más
tarde en la primera Pascua del niño (2,51); el corazón de María aparece entonces como la cuna de
toda la meditación cristiana sobre los misterios de Cristo.
María es, además, modelo del verdadero discípulo, que escucha la Palabra, la conserva en el
corazón y da fruto con perseverancia.
María es, en fin, la mujer nueva que vive sin reservas ni cálculos el don y los afanes del amor. El
corazón de María es su amor; su corazón es el centro de su amor a Dios y a los hombres.
María, bajo el título de su Corazón, nos muestra que la vida cristiana es vivir una relación de
acogida, confianza y entrega al Dios vivo; es una adhesión personal a Cristo. Desde ahí se puede
vivir la obediencia a la voluntad de Dios, se acogerá la enseñanza del Evangelio y se adorará a Dios
en espíritu y verdad.
Devoción al Inmaculado Corazón de María
En la segunda aparición de la Virgen a los pastorcitos de Fátima el 13 de junio del año 1917, la
Virgen les revela: “Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. A
quien la abrace le prometo la salvación; y serán amadas de Dios estas almas, como flores
puestas por mí para adornar su trono”
Y a lo largo de esta serie de apariciones la Virgen termina diciéndoles que al final su Corazón
Inmaculado triunfará, y esta es la certeza que hace nacer en el corazón de quienes amamos a
María la confianza en su intercesión y en su protección.
Una forma de honrar el Inmaculado Corazón de María, es la que Ella misma pidió a Lucía el 10 de
diciembre del año 1925 siendo Lucía postulante, en esa aparición, la Virgen le dice: «Mira, hija, mi
Corazón coronado de espinas que los hombres ingratos en cada momento me meten, con
blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, busca consolarme, y di que todos aquellos que por cinco
meses, en el primer sábado, se confiesen recibiendo después la santa Comunión, recen un
rosario, y me hagan 15 minutos de compañía meditando sobre los 15 misterios del rosario, con la
intención de darme alivio, yo prometo asistirlos en la hora de la muerte con todas las gracias
necesarias para la salvación de estas almas».
¿Por qué cinco sábados? Se trata de reparar las cinco ofensas dirigidas al Inmaculado Corazón de
María:
• Las blasfemias contra su Inmaculada Concepción.
• Contra su virginidad.
• Contra de su maternidad divina y la negativa a reconocerla como la Madre de los hombres.
• La obra de los que públicamente infunden en los corazones de los niños indiferencia, el desprecio
y hasta el odio contra esta Madre Inmaculada.
• La obra de los que la ofenden directamente en sus imágenes sagradas.