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Preparativos 03 Dic
Preparativos 03 Dic
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Los preparativos constituyen la fase inicial en todo proceso y contrato
de consultoría. Mientras se están realizando, el consultor y el cliente se reú-
nen, tratan de aprender lo más posible el uno del otro, examinan y definen
la razón por la que se ha recurrido al consultor y, sobre esa base, convienen
en el alcance de la tarea asignada y en el enfoque que se ha de adoptar. Los
resultados de estos contactos, conversaciones y exámenes iniciales y la pla-
nificación se reflejan luego en el contrato de consultoría, cuya firma se con-
sidera como la terminación de esta fase inicial.
Los preparativos son en gran parte una etapa de adaptación. El cliente quiere
asegurarse de que está tratando con el consultor adecuado y el consultor ha de
estar convencido de que es la persona apropiada o de que la suya es la organi-
zación de consultoría competente para abordar los problemas de ese cliente par-
ticular. Esa búsqueda de correspondencia puede resultar difícil técnicamente,
pero a veces existen otros problemas psicológicos aún más difíciles. El cliente ha
llamado al consultor, o accedido a tomar en consideración su oferta, y al ha-
cerlo ciertamente perseguía alguna finalidad. Puede ser que se haya dirigido al
consultor con grandes esperanzas, o considerándolo como un último recurso en
una situación de crisis. No obstante, el consultor es una persona ajena a la or-
ganización cliente. Puede haber desconfianza, incertidumbre e inquietud. El
consultor se ha encontrado quizá en situaciones análogas antes. Sabe, no obs-
tante, que sus éxitos del pasado con otros clientes no significan en modo alguno
una garantía de que se repetirá el éxito. Además, el cliente puede haber decidido
hablar con varios consultores antes de elegir a uno para el cometido.
Por consiguiente, con los contactos y actividades que constituyen la fase
inicial del proceso de consultoría se ha de conseguir considerablemente más
que la definición del mandato y la firma de un contrato. La experiencia
muestra que el éxito de una misión se funda en que en esta etapa inicial se
establezcan una confianza mutua y una empatia, se acuerden plenamente las
«reglas del juego» y se dé comienzo al cometido con un optimismo compar-
tido y una visión de lo que se puede conseguir.
Todo el conjunto de actividades iniciales de contacto descritas en el pre-
sente capítulo se refieren a nuevos encargos con nuevos cuentes. Si un con-
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sultor vuelve a una organización cliente conocida para hacerse cargo de otra
tarea, los preparativos se simplificarán. No obstante, incluso en estos casos,
no hay que olvidar que un nuevo cometido con un cliente anterior puede
entrañar el esclarecimiento de relaciones nuevas entre personas.
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• el cliente quiere volver a contar con un consultor que le dio plena satis-
facción en el pasado (como sabemos, las asignaciones repetidas de tareas
pueden ser muy importantes).
En cualquier caso, el consultor deseará saber por qué el cliente lo ha ele-
gido. Eso no será difícil.
Primeras reuniones
Nunca se insistirá lo bastante en la importancia del comportamiento y
el desempeño del consultor durante las primeras reuniones con el cliente. En
realidad, cuando se reúne con un cliente para negociar una tarea concreta, el
consultor sigue estando en la fase de comercialización de sus servicios y no
está seguro de que se concertará un contrato. La primera reunión debe con-
siderarse, por tanto, como una breve oportunidad para conquistar la
confianza del cliente y causarle una impresión favorable.
El consultor quiere estar seguro de que se reunirá con la persona que
adopta la decisión, es decir, la persona que no sólo está técnicamente inte-
resada en su cometido, sino que puede también autorizar la realización de
un estudio preliminar de diagnóstico y que velará por que se faciliten los re-
cursos necesarios para realizar la tarea. Si un ejecutivo de categoría superior
(director gerente o administrador general) de una organización importante
está de acuerdo en reunirse con el consultor, la organización de consultoría
debe enviar a un representante de igual nivel.
La cuestión de saber quién debe asistir a la primera reunión con el cliente
puede plantear un problema si una organización de consultoría utiliza a un
grupo de consultores (por regla general asociados o miembros de muy alta
categoría) para negociar los contratos y a otro grupo (que incluye a funcio-
narios de categoría superior y subalterna) para ejecutar las tareas. Algunos
clientes conocen esta modalidad de organizar los servicios y no se oponen a
ella. A muchos clientes no les gusta. Insisten, con razón, en que una relación
fructífera entre el consultor y el cuente comienza con las primeras reuniones
y los estudios preliminares y que es en ese momento cuando deciden si quie-
ren trabajar no sólo con una organización de consultoría, sino con determi-
nadas personas de ella. Toman también a mal un método que consiste en
que los mejores elementos representan a la organización de consultoría al co-
mienzo para impresionar a los clientes, pero la realización de las tareas se
deja en manos de personal de menor capacidad.
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Objeto de la reunión
La reunión es una forma de entrevista de investigación en la que cada
parte trata de conocer a la otra. El consultor debe estimular al cliente a que
lleve la voz cantante: quiere que el cliente hable de su empresa, sus dificul-
tades, esperanzas y expectativas. Es igualmente conveniente que la conver-
sación pase de la situación general a lo particular y que se concentre al final
en la cuestión real.
Al escuchar y al formular sus propias preguntas, el consultor evalúa las
necesidades del cliente en lo que respecta a una práctica gerencial atinada,
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consideración, pero son otros factores los que determinan la contratación» '
(recuadro 7.1).
La persona que invita al consultor a la organización puede no ser el
«cliente de contacto» ni el «cliente principal» tal como se describe en la sec-
ción 3.3, es decir, la persona a la que «atañe el problema» y que desempeña
el principal papel en su solución. Con suma frecuencia, la alta dirección pide
al consultor que actúe como un asesor de algún empleado de categoría infe-
rior en la jerarquía de la organización. Este «cliente» puede no sentir la ne-
cesidad y hasta tomar a mal que sus superiores lo obliguen a aceptar un co-
metido de consultoría. Es posible que el consultor tenga que dedicar cierto
tiempo a aclarar estas relaciones. Obviamente, es preciso identificar de ma-
nera concreta al cliente que va a trabajar con el consultor y que se establezca
una relación entre ellos.
El cliente quizás desee examinar el trabajo que se propone con otros
clientes del consultor, anteriores o actuales, y es posible que pida referencias.
Esto puede suceder en cualquier momento durante la fase inicial. Al dar
nombres, el consultor debe recordar el carácter confidencial de su trabajo y
citar sólo a los clientes que han accedido a dar referencias.
En lo que respecta a los honorarios, el cliente puede saber cuánto co-
bran los consultores por sus intervenciones y estar al tanto de las tarifas apli-
cadas. En caso contrario, el consultor tendrá que examinar en qué etapa de
la fase inicial debe proporcionar esta información al cliente. Algunos clientes
prefieren preguntar cuáles son los honorarios normales y otros gastos desde
el comienzo; otros esperan a formular estas preguntas hasta que el consultor
haya presentado su propuesta y hecho una oferta al cliente (sobre los hono-
rarios de los consultores, véase el capítulo 26).
El cliente suele estar deseoso de iniciar la tarea sin ningún diagnóstico y
planificación preliminares o, por el contrario, puede dudar antes de deci-
dirse, pese a que tenga obviamente problemas que el consultor ayudaría a
resolver. El consultor debe dar pruebas de cautela y paciencia al tratar de ex-
plicar y persuadir, y atenerse sobre todo a los beneficios potenciales que se
derivarían para el cliente. El hecho de ejercer presión para que se adopte una
decisión inmediata no es una buena táctica; puede echarlo todo a perder.
Tampoco es conveniente que el cliente saque la impresión de que el consul-
tor está muy necesitado de obtener la misión porque no tiene bastante
trabajo.
El consultor no debe mostrarse insistente, si a todas luces no está en la
misma longitud de onda que el cliente. Si el cliente tiene ideas firmes sobre
cómo debe actuar el consultor y el consultor no está de acuerdo con ellas, es
preferible renunciar al trabajo. Esto lo puede sugerir el consultor al cliente.
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Con excepción de los casos más claros, que a menudo son una extensión del
trabajo realizado en el pasado, no es posible iniciar una tarea inmediata-
mente sin efectuar un análisis preliminar del problema y planificar el tra-
bajo. Es preciso examinar y convenir las condiciones de la colaboración.
A continuación se indican las actividades que siguen a la primera reunión.
Si el cliente está dispuesto a acceder a que se efectúe un diagnóstico pre-
liminar del problema2, el examen puede pasar a ocuparse de las disposiciones
relativas a ese diagnóstico y abarcar:
• el alcance y objetivo de un diagnóstico preliminar;
• los registros y la información que se han de poner a disposición;
• a quién se debe ver y cuándo;
• cómo presentar al consultor;
• las actitudes del personal con relación a los asuntos que se han de estudiar;
• cuándo se ha de concluir el diagnóstico preliminar y cómo se han de
presentar las propuestas al cliente;
• la remuneración por el diagnóstico.
Además, el consultor desea ser informado acerca del procedimiento de
selección. El cliente puede haber contactado a varios consultores para elegir
entre diversas propuestas. En principio, debe ponérselo en conocimiento del
consultor. En algunos casos se aplica un procedimiento regular de selección:
las propuestas del consultor se tienen que presentar en una forma predeter-
minada y dentro de un plazo dado. El cliente se tomará entonces un tiempo
(por ejemplo, de 30 a 45 días) para comparar las propuestas recibidas y
proceder a su elección.
En lo que respecta al pago por el diagnóstico o estudio preliminar, la
práctica imperante consiste en no cobrar un diagnóstico muy corto (digamos
de uno o dos días) que el consultor necesita para preparar una propuesta para
el cliente. Sin embargo, si se otorga el contrato, el consultor cobrará al cliente
por el tiempo dedicado a ese diagnóstico preliminar. En cambio, si es preciso
preparar un diagnóstico preliminar para un trabajo complejo y se requiere
mucho más tiempo, la opinión imperante en los círculos de los consultores
es que el cliente debe pagar por ese diagnóstico. Esto contribuye a evitar dos
prácticas que se consideran indeseables:
— la práctica de algunos consultores de utilizar estudios gratuitos de diag-
nóstico como instrumento de comercialización (puesto que el consultor
no puede realmente trabajar por nada, otro cliente pagará por este estu-
dio «gratuito»); y
— la práctica de algunos clientes de acopiar un considerable volumen de
información e ideas de diversos consultores (a los que se pide que efec-
túen el mismo estudio) sin pagar nada por ese servicio profesional.
La práctica de los estudios de diagnóstico gratuitos, que solía ser bastante
común en algunos países en el pasado, tiende recientemente a desaparecer.
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Figura 7.1 Sistema utilizado por el consultor para el estudio de una empresa
pasada "I
presente f Situación del negocio del cliente
futura J
Medidas necesarias
y ayuda propuesta
turas probables que se reflejan en los planes existentes y que evalúa el con-
sultor personalmente. Los aspectos positivos y las deficiencias del cliente se
deben considerar en una perspectiva temporal —un aspecto positivo actual
puede durar simplemente un breve plazo, mientras que una nueva deficien-
cia, oculta en la actualidad, puede convertirse en una amenaza para la orga-
nización del cliente a largo plazo. El consultor está particularmente intere-
sado en las oportunidades futuras—; en realidad, el diagnóstico detallado y
las nuevas tareas que se proponen al cliente deben orientarse hacia estas
oportunidades sobre todo. Este enfoque se resume en la figura 7.1.
Como ya se ha mencionado, incluso si el problema se plantea, o es pro-
bable que se plantee, en un único sector funcional, el consultor adoptará una
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La utilización de comparaciones
El consultor tiene plena conciencia de que cada organización cliente es
especial y deberá ser tratada como tal. Pese a ello, necesita puntos de referen-
cia que le permitan orientarse en una evaluación preliminar rápida de los as-
pectos positivos, deficiencias, perspectivas de desarrollo y mejoras deseables.
El consultor los podrá encontrar haciendo comparaciones con:
— las realizaciones del pasado (si el rendimiento de la organización se ha
deteriorado y si el problema es esencialmente de tipo correctivo);
— los propios objetivos, planes y niveles del cliente (si el rendimiento real
no está a su altura);
— otras organizaciones comparables (para evaluar lo que se ha conseguido
en otras partes y si sería posible conseguirlo en la organización cliente);
— los niveles sectoriales de que tiene conocimiento la empresa de consul-
toría o cualquier otra fuente de datos para efectuar una comparación
entre empresas.
Una comparación de datos bien elegidos con niveles sectoriales o con
datos de organizaciones análogas concretas es un instrumento de diagnóstico
muy útil. Contribuye no sólo a una rápida orientación, sino también a que
el cliente comprenda cuál es su situación real, que a menudo difiere bastante
de lo que él cree.
El consultor debe efectuar comparaciones no sólo cuando trabaja con ci-
fras, sino también al evaluar información cualitativa (por ejemplo, la estruc-
tura de la organización, la cultura de la empresa, las aplicaciones de la infor-
mática, o las técnicas de estudio de mercado utilizadas). En otras palabras, el
trabajo del consultor se facilita en gran medida si puede preguntarse qué ni-
veles de rendimiento y qué clases de problemas va a encontrar normalmente
en el tipo de organización a la que pertenece la empresa de su cliente.
Esta cuestión es importante, si el consultor tiene algún método de cla-
sificación y de comparación de las organizaciones (por ejemplo, por sector,
tipo de producto, dimensión, propiedad del capital social, mercados atendi-
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dos, etc.). Para cada categoría debe haber una lista de diversos atributos que
la caracterizan. Las empresas de consultoría bien asentadas tratan de facilitar
a sus consultores esos datos y de orientarlos por medio de manuales y listas
de verificación para los estudios gerenciales y las evaluaciones de las empre-
sas. A las oficinas más noveles de la profesión les interesa adquirir o ir cons-
tituyendo esa documentación 3.
Pese a ciertas normas generales, los consultores experimentados que ini-
cian un estudio de diagnóstico suelen tener sus prioridades y métodos con-
cretos personales. Muchos de ellos empiezan examinando los datos finan-
cieros principales, puesto que éstos reflejan el nivel y los resultados de las
actividades de la empresa de una forma que se presta mejor a ser sintetizada.
Otros dan prelación a la producción: creen que una simple visita de la fá-
brica es más reveladora y aporta mucha información a un observador expe-
rimentado sobre la calidad de la dirección. Otros prefieren examinar los mer-
cados, los productos y los servicios antes de efectuar una evaluación financiera
y nuevas investigaciones. Se trata de diferentes puntos de partida que reflejan
la experiencia y las preferencias personales: a la larga, el consultor tiene que
estudiar todas las esferas y las cuestiones necesarias para efectuar un diag-
nóstico global con el fin de considerar el problema teniendo en cuenta su
contexto y sus perspectivas.
Fuentes de información
Todo diagnóstico atinado se basa en el rápido acopio de información se-
lectiva que revela el tipo y el grado de ayuda que el consultor puede prestar
al cliente. Los datos del diagnóstico suelen ser de índole global. Al consultor
sólo le interesan los detalles si son indicativos de algunos problemas impor-
tantes y si le ayudan a elucidar los problemas para los que se ha recurrido
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a él. Por ejemplo, algunas ideas detalladas con respecto al estilo de trabajo
de la dirección superior pueden ayudar a diagnosticar modalidades y prác-
ticas generales de gestión que determinan el ambiente de trabajo de toda la
organización.
Las principales fuentes de información para efectuar un estudio preli-
minar de diagnóstico son el material publicado y los registros (recuadro 7.2),
la observación y las entrevistas efectuadas por los consultores, y los contactos
fuera de la organización cliente.
La observación de las actividades y las entrevistas con empleados esen-
ciales son vitales para reunir información. Las visitas de los locales del cliente,
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Otros métodos
El método descrito en los párrafos anteriores es el utilizado tradicional-
mente por los consultores: el consultor realiza el diagnóstico como experto,
utilizando las técnicas de acopio de datos y analíticas que prefiera, con una
participación mayor o menor del cliente. Al acercarse a la función de impul-
sión del proceso a lo largo de esa línea continua de las diversas funciones de
consultoría, el cliente y su personal pasan a ser más activos y el consultor se
concentra en aportar métodos eficaces de diagnóstico en lugar de efectuarlo
personalmente.
Por ejemplo, algunos consultores han recurrido a las reuniones de tra-
bajo para la identificación de los problemas, que se pueden organizar como
parte de un programa de perfeccionamiento del personal de dirección orien-
tado hacia la solución de problemas, o utilizarse directamente como técnica
para identificar los problemas que ha de abordar la organización. Con este mé-
todo de reunión o grupo de trabajo, los miembros del grupo establecen sus
propias listas de los problemas que es preciso abordar, comparan y examinan
sus listas y se ponen de acuerdo sobre una lista conjunta y sobre las priorida-
des. Luego tratan por separado de establecer una definición más detallada y
de analizar el o los problemas principales de cada lista, prestando atención a
las relaciones entre los diversos problemas. A continuación se celebran otras
reuniones, en las que se comparan los análisis individuales, se efectúa un aná-
lisis colectivamente convenido y se establecen propuestas de medidas.
Esta tarea se puede organizar en un grupo o como un sistema de grupos.
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Los grupos iniciales pueden ser heterogéneos (de diversos niveles y funciones
de dirección), con el fin de examinar un problema o proceso de la organiza-
ción desde diversos ángulos. A la inversa, pueden ser grupos técnicamente
homogéneos, funcionales o departamentales que examinen en principio un
problema desde sus ángulos técnicos específicos (financiero, organizativo, de
producción, de dotación de personal, etc.) seguidos de reuniones de trabajo
en las que participen representantes de los grupos, quienes comparan y ar-
monizan las diferentes opiniones y establecen una definición del problema
que es aprobada por todos los grupos. A menudo es más eficaz que los gru-
pos examinen los procedimientos de la organización en lugar de tareas y
dependencias fragmentadas.
La dirección puede decidir que en estas actividades de grupo participe
algún consultor externo o interno. La participación del consultor puede ser
moderada, recordando al grupo el procedimiento adecuado, los criterios que
quizá se han pasado por alto y los errores metodológicos que podrían con-
ducir a falsas conclusiones.
El empleo del método del grupo va a menudo precedido de una expli-
cación exhaustiva de los métodos de diagnóstico, solución de problemas y
mejora del rendimiento. Si procede, el consultor proporciona asimismo in-
formación técnica sobre el problema objeto de examen (por ejemplo, datos
de organizaciones análogas con fines de comparación) o ayuda a reunir la
información a partir de la cual puede comenzar a trabajar el grupo.
El diagnóstico propio de empresarios o directores individuales es otro
método que se ha utilizado para ayudar a las pequeñas empresas en diversos
países. El consultor se reúne con un grupo de propietarios o directores de pe-
queñas empresas, les proporciona un instrumento para el autodiagnóstico
adaptado a sus necesidades y explica el método que se va a utilizar. Luego
queda a disposición para examinar los resultados del diagnóstico y las pro-
puestas de medidas con cada individuo. Alternativamente, los empresarios
pueden acordar volver a reunirse y comparar las relaciones y otros indica-
dores característicos de sus empresas, e intercambiar opiniones sobre los fac-
tores que explican las diferencias de rendimiento. A continuación decidirán
individualmente o como grupo las líneas de acción que ha de seguir cada
empresa. Al consultor se le puede contratar para que coopere en trabajos
complementarios de grupo o para que trabaje aisladamente con miembros
individuales del grupo (véase también el capítulo 18).
El autodiagnóstico puede ser realizado individualmente por la empresa
cliente desde el comienzo. El consultor puede facilitar listas de verificación e
instrumentos metodológicos al cliente. O el cliente aplica su propio método
de diagnóstico basado en la experiencia y las prácticas de la industria y la
función del consultor estriba en verificar el autodiagnóstico del cliente para
completarlo y darle precisión. El consultor ayudaría asimismo al cliente a
considerar su empresa desde una perspectiva más amplia.
En la sección 4.6 se describen otros métodos y enfoques.
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7.3 Mandato
El mandato (véase el recuadro 7.3) es la declaración inicial del trabajo
que ha de realizar el consultor. Como se ha mencionado en la sección pre-
cedente, cuando el consultor se reúne por primera vez con el cliente, puede
descubrir que éste ya ha preparado el mandato, es decir, las atribuciones co-
rrespondientes a su cometido. Se trata de un método adoptado por una ca-
tegoría de clientes que prefieren determinar su propio problema y hacer su
diagnóstico antes de hablar con el consultor.
Existe una segunda categoría de clientes cuya práctica consiste en redac-
tar el mandato después de que el consultor haya realizado el diagnóstico pre-
liminar del problema. Pueden recurrir a un consultor para que efectúe el
diagnóstico preliminar y redacte el mandato. Ese mandato se utiliza luego
para poner en marcha un procedimiento oficial de selección con el fin de de-
signar a un consultor para que ejecute la tarea. El consultor empleado para
preparar el mandato puede incluso quedar excluido de este procedimiento.
Una tercera categoría de clientes no elabora ningún mandato oficial al
preparar un cometido y elegir a un consultor. Esos clientes dejan que la
determinación del trabajo que ha de realizar el consultor se estipule en el
contrato de consultoría.
A continuación se explican las razones principales de estas prácticas
diferentes.
1) Si se establece un mandato:
— la política del cliente consiste en realizar la mayor parte posible del tra-
bajo analítico y de planificación antes de considerar la posibilidad de
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Secciones de la propuesta
En la mayor parte de los casos, la propuesta al cliente incluye las cuatro
secciones siguientes:
— sección técnica;
— sección relativa al personal;
— sección relativa a los antecedentes del consultor;
— sección de las condiciones financieras y de otra índole.
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Presentación de la propuesta
Muchos consultores prefieren no limitarse a enviar por correo la pro-
puesta, sino entregársela en mano al cliente en una reunión que comienza
con una breve introducción oral (y visual, si procede) del resumen del in-
forme. El consultor está dispuesto a contestar preguntas acerca del comienzo
del encargo propuesto. Si el cliente desea y está dispuesto a empezar, existen
obvias ventajas en hacerlo mientras dura el entusiasmo y los contactos esta-
blecidos están vivos en la memoria. Sin embargo, una fecha inmediata puede
no ser fácil de aceptar debido a los compromisos existentes.
Aunque el consultor obviamente desearía que se adopte una decisión
antes del final de la reunión, el cliente puede tener buenos motivos para no
tomarla. No se lo debe presionar. Un consultor profesional sabe si su desem-
peño es lo suficientemente bueno y no puede sino mostrar paciencia con res-
pecto al resultado.
Si el cliente quiere leer la propuesta antes de la presentación oral, o si no
quiere ninguna presentación oral, el consultor debe entregarle el informe sin
insistir en que se celebre una reunión.
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Negociación de la propuesta
El cliente puede estar interesado en utilizar los servicios del consultor,
pero quizá no le satisfagan algunos aspectos de la propuesta. Por ejemplo,
considera que puede desempeñar un papel más activo del previsto por el
consultor y ocuparse personalmente de diversas tareas que no requieren el
empleo de un experto externo costoso, o desea sugerir un calendario distinto.
Es normal revisar esos y otros aspectos técnicos análogos de la propuesta y
hacer cambios si el consultor está en condiciones de modificar su enfoque.
En lo referente a los honorarios, muchos consultores insisten en que
sus honorarios representan un precio justo por un servicio profesional de
alta calidad y que, por tanto, no son negociables. A veces se acepta un mar-
gen mínimo de negociación en los países donde ésta es la forma habitual de
proceder (véase el capítulo 26).
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Acuerdo verbal
El cliente otorga un acuerdo verbal, después de haber examinado la pro-
puesta escrita del consultor o incluso sin haber examinado una propuesta, si
considera que el consultor es la persona adecuada y aplicará el método pro-
fesional requerido. El acuerdo verbal se utilizó ampliamente en los primeros
decenios de la consultoría de empresas, pero en la actualidad se tiende a uti-
lizar el contrato escrito. No obstante, a las personas que creen firmemente
en el poder de la palabra escrita y de los textos jurídicos les sorprendería
saber que incluso en la actualidad numerosas consultorías se llevan a cabo
sobre la base de acuerdos verbales.
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Carta de acuerdo
Una carta de acuerdo (también llamada carta de compromiso, de nom-
bramiento, de confirmación o de intenciones) es la forma imperante de
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Contrato escrito
Son diversos los motivos que justifican el empleo de un contrato escrito
de consultoría debidamente firmado por las partes. La ley o el propio regla-
mento del cliente pueden imponer el contrato escrito para utilizar servicios
externos (así sucede en casi todas las organizaciones públicas y organismos
internacionales y en muchas empresas privadas). A menudo es la mejor forma
de elegir, si el consultor y el cliente proceden de medios jurídicos y mercan-
tiles diferentes y podrían fácilmente interpretar mal sus intenciones y acti-
tudes recíprocas. Es aconsejable, aunque no absolutamente necesario, en el
caso de cometidos importantes y difíciles que entrañan a muchas personas
diferentes tanto del lado del cliente como del lado del consultor.
La práctica del cliente puede ser la de utilizar una forma uniforme de
contrato. La mayor parte de los consultores de empresas son bastante flexi-
bles y aceptan diversas formas de contrato. Sin embargo, no deben subesti-
mar la necesidad de consultar a su abogado si un cliente les propone una
forma nueva y poco habitual de contrato.
Por lo general, el consultor sabe de antemano que ha de firmar un con-
trato en regla. Debe obtener el modelo normal del cliente, mostrárselo a su
abogado y recordarlo al preparar sus propuestas con respecto a su misión. De
esa manera, podrá formular las propuestas de manera que se puedan incluir
directamente en el cuerpo del contrato, o adjuntarlas a él sin que se tenga
que introducir ninguna modificación sustancial.
Una oficina de consultoría debe tener también su modelo de contrato,
que se utilizará con clientes que no tengan un modelo propio y que esperan
que el consultor les proponga uno.
Flexibilidad prevista
El propósito de concertar un contrato es proporcionar una orientación
clara para un trabajo conjunto y proteger los intereses de ambas partes. Esto
implica cierto grado de imaginación y flexibilidad.
En cualquier etapa del cometido, la índole y la magnitud del problema
pueden transformarse y otras prioridades pueden pasar a ser más urgentes.
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Contrato psicológico
En una época en que hay cada vez más características de nuestras vidas
que están reguladas y restringidas por la legislación, y en que los contratos en
regla se hacen cada día más comunes en los sectores profesionales, es útil se-
ñalar que el aspecto jurídico formal de la concertación de un contrato no es
el principal. Hemos explicado por qué se puede requerir un contrato en regla
bien redactado. Sin embargo, el lector debe tener presente que los mejores
encargos de consultoría son aquellos en que existe otro tipo de «contrato»,
que no está codificado en ningún documento y que no resulta fácil de des-
cribir: un contrato psicológico, con arreglo al cual el consultor y el cliente
cooperan en un ambiente de confianza y respeto, en la creencia de que el
método aplicado por la otra parte es el mejor para que la misión de con-
sultoría se complete con éxito. Ese «contrato» no puede ser sustituido ni
siquiera por el documento jurídico más perfecto.
1
D. Maister: «How cliente choose», en Managing the professional serviceflrm (Nueva York,
The Free Press, 1993), pág. 112.
2
Se utilizan diversas palabras y expresiones: diagnóstico preliminar del problema, estudio
de diagnóstico, estudio gerencial, examen de diagnóstico, examen de consultoría, evaluación de
diagnóstico, estudio piloto o experimental, evaluación de la empresa, auditoría de la empresa, etc.
3
Clasificaciones análogas, con datos del rendimiento empíricos o recomendados, se pueden
obtener de ingenieros consultores, suministradores del equipo, centros de información, institu-
tos sectoriales de investigación, centros de comparación entre empresas y otras fuentes.
4
Para un examen más detallado de la selección de consultor, con inclusión de diversos pro-
cedimientos, criterios y formas de contrato, véase M. Kubr: How to select and use consultaras:
A client's guide (Ginebra, OIT, 1993).
5
Guidelines for the use of consultants by World Bank borrowers and by the World Bank as
executing agency (Washington, DC, Banco Mundial, 1981), pág. 14.
6
Véanse también Kubr, op. cit., caps. 4 y 6; H. L. Shenson: The contract andfee-setting guide
for consultants and professionals (Nueva York, Wiley, 1990); y N. Pyeatt: The consultant's legal
guide (Washington, DC, Bermont Books, 1980).
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