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¿Cuánto puede pegar una mujer?

El siguiente caso podría ayudar a pensar de qué modos, a lo largo del tiempo, y con la introducción de
ciertas contingencias en la vida de una persona, entre ellas el encuentro con un psicoanalista, las
diversas versiones del Padre, configuran realidades bien distintas. En este caso veremos dichas
versiones pueden posibilitar cierto alivio terapéutico y como a su vez, promueven el despliegue de ciertas
preguntas que poco a poco permiten al sujeto alejarse de la locura para adentrarse en un encuadre un
tanto más regulado respecto del goce, dando lugar a la dialéctica del deseo histérico, antes obturado.

S consulta en 2009 teniendo veintiocho años. Su principal motivación para iniciar un tratamiento, según
informa en su primera entrevista, es que siente que ya es hora de cumplir ciertos proyectos de vida que
asume que para su edad deberían comenzar a producirse, o al menos a darle forma; entre ellos,
concubinato, noviazgo, ser madre. El impedimento que ella encuentra es que consume grandes
cantidades de cocaína y alcohol. Dice haber encontrado cierta identidad a partir del trabajo. Sitúa esto
último como lo único que le importa y le hace bien.

Durante los primeros meses S cuenta la multiplicidad de situaciones de riesgo en las que se ve inmersa
cotidianamente en sus noches de fin de semana, que se presentan llenas de excesos y confusión.

S es una muchacha de clase media, con una enorme riqueza simbólica, abundantes recursos
intelectuales y una cómoda posición económica producto de su trabajo. Sin embargo, se maneja
diariamente a nivel social dentro de la marginalidad. A raíz de esto señala que en este ámbito se siente
la excepción, lo mejor dentro de lo peor.

Elegir que un conocido de un conocido, en estado de ebriedad, la lleve a su casa sin casco en una moto
sin frenos, o ir hacia la derecha, cuando le advierten varias veces, que doble hacia la izquierda, puesto
que de lo contrario se encontrara en la zona más peligrosa del Bajo Flores son dos de las tantas
ocasiones en las que S se pone en riesgo ayudada quizás por el efecto del tóxico y el alcohol
consumido. A estas situaciones responde con un ¨pero no pasó nada, nunca pasa nada… eso siempre
decía mi viejo¨. Sus partenaires durante esta época, incluso años antes, fueron todos consumidores.
Algunos incluso fueron consumidores asiduos de pasta base. En algunas ocasiones, llevada por la
situación, según se justifica, ella también ha consumido. En este punto, y como veremos también
posteriormente, ella consume a la par de sus parejas, identificándose a cada uno de ellos, en espejo.
Incluso, cuenta con cierto orgullo, que a veces ¨pegaba¨ (compraba) más cocaína que sus novios, ya que
ella tenía más ¨aguante¨ o resistencia.
Al menos ha habido dos ocasiones en las que termina cortada, golpeada, robada e inconsciente en un
remis en plena villa sin saber si no ha sufrido otra clase de ataque (se refiere a ser abusada o violada
producto de su indefensión).

Poco a poco la temática de sus excesos fue decreciendo en su discurso, mas no en su vida fuera del
consultorio, y dio paso a la introducción de otros temas que serian de particular importancia. Cuenta de
su padre, que este ha sido militante de izquierda durante la última Dictadura Militar. De esto se
desprende una versión heroica del pasado del padre, a la vez que enumera situaciones en las que este
ha puesto en juego su vida. A ella nada de esto le resuena. Tampoco el hecho de que el padre sea un
tipo “duro”. Dice que lo violento de ella, al menos lo violento de su discurso le ha venido de él. A su vez
señala que le ha quedado marcado el hecho de que siempre la nombrara como la ¨fuerte¨ en
contraposición a la debilidad supuesta en la hermana. Esto, dice S. lo ha cargado a veces como una
exigencia. También ha extraído de él, según informa, la responsabilidad y el respeto por el trabajo.

Respecto de la relación con su sexualidad, S no se queja, ni encuentra inconveniente alguno. Poco a


poco, a lo largo de las entrevistas, se iría dilucidando que la puesta en juego de su sexualidad, por uno u
otro motivo solo ocurría al final de sus noches de excesos y poco podía recordar de cada uno de los
episodios. A su vez, los encuentros sexuales eran siempre descuidados, de forma tal que quedaba
instalada la preocupación por la contracción de enfermedades que pusieran en peligro su vida. Al llegar a
esta instancia, donde tibiamente se instaló la pregunta acerca de qué función cumplía la cocaína a la
hora de acostarse con un hombre, S abandona el tratamiento. Simultáneamente estaba apareciendo en
su vida quien sería su pareja por los siguientes nueve meses; el “Riso”.

S reaparece ocho meses más tarde pidiendo reanudar el tratamiento, manifestando que se encuentra
muy mal y que no sabe qué hacer. Las situaciones extremas de violencia, sobredosis, y confusión que
vivía con este hombre eran relatadas de a pares en cada sesión. S contaba como su cuerpo comenzaba
a sufrir esta vida que llevaba.

El analista pone como condición para la prosecución del tratamiento, que ella asista dos veces por
semana y realiza un considerable aumento de honorarios que ella debería pagar por adelantado y que
rápidamente lee como un límite económico a su consumo ilimitado.

Ya había llegado a la conclusión de que no podía estar un minuto más cerca de este hombre. Este
segundo tramo de su tratamiento, podemos decir ahora, ha tenido como función principal, que S pueda
llevar a cabo la difícil tarea de soltarle la mano a este individuo. No fue sin violencia, miedo y riesgo que
este proceso se llevó a cabo. Una vez que logró separarse, comienza a contar algunas particularidades
de esa relación. Por ejemplo, cuenta que, puesto que el Riso es muy atractivo, ella se encontró en
situaciones en las que los celos la dominaban por creer que las mujeres intentaban seducirlo. Su modo
de salida de ¨eso intolerable¨ (las otras mujeres) era la cocaína y su consecuente aislamiento mental, y
en algunos casos la violencia verbal y física hacia él. Otro relato de esta relación, que ella no cesa de
nombrar como traumático, fue el vivenciar durante varios meses la siguiente escena: Ambos con altas
cantidades de cocaína en el organismo, tomando alcohol en la casa de S. El Riso, agarraba la
computadora y comenzaba a masturbarse con consoladores mientras observaba fotos de hombres por
internet. S en estado de confusión permanecía en la cocina o en su cuarto encerrada sin querer
visualizar la escena. Dice no poder quitarse aún hoy la imagen de la situación en la cabeza. Con peleas
a puño cerrado, amenazas, y policía de por medio, S le pone un punto final a este hombre y se separa.

Abandona el consumo, y pasado un mes conoce a Mario, diez años mayor que ella, con el que comienza
a verse y a entablar una relación ocasional pero que repetía los encuentros semana tras semana.
Cuenta que es dueño de un bar y que es “anti-drogas”. En una ocasión, hablando de él, dice: ¨es limite,
limite, limite… como mi viejo¨.

Cuando todo iba sobre rieles, una noche S. le hace un escándalo, le grita, y hasta le pega estando
bastante alcoholizada. Los motivos de su ataque de furia fueron, por un lado, que ¨alucinó¨ la cara de “el
Riso” al lado suyo cuando volvía con Mario en un taxi y por otro, que una mujer de grandes pechos y
vestida provocativamente había estado hablando con él previamente en el bar.

Finalmente S. se disculpa con Mario, dice no saber cómo ocurrió lo que ocurrió, y se reencuentran. Tras
esta reconciliación, un nuevo desencuentro con el analista. S decide dejar el tratamiento por segunda
vez.

Ocho meses más tarde, en la actualidad, S. llama ¨rogando¨ que el analista “le permita” retomar su
tratamiento.

Al volver pide disculpas por haber interrumpido anteriormente por mensaje de texto, informa que no
consume ningún tipo de droga desde que dejó el tratamiento y comienza a relatar qué la trae de nuevo
por el consultorio de su analista.

Tras ocho o nueve meses de un feliz noviazgo, su presentación es desesperada, debido a que cree
haber perdido el amor de Mario. Relata que luego de haber estado toda la noche en el bar, del cual él es
dueño, comenzó a hacer una escena de celos de gran magnitud. Lo increpó de haber estado
coqueteando, o al menos de haberse dejado coquetear por ¨minitas¨ (clientas) que se le acercaban a
hablar durante la noche. En medio del escándalo, exagerado por el alcohol según dice, destruyó más de
dos mil pesos en mercadería, le destrozó el celular luego de haber constatado que no había ningún
mensaje, ni llamado, ni número nuevo guardado en él y le arrancó del cuello una costosa cadena de oro
que ella misma le había regalado. En medio de todo esto ella le pega. En este momento del relato se
interrumpe, se acerca, mira a su analista y pregunta: ¿Cuán fuerte puede ser una mujer? ¿Cuán fuerte
puede pegar una mujer? El analista señala que por lo pronto ella parece estar dispuesta a hacer
cualquier cosa para responderse esa pregunta y que ahora tiene un lugar más apropiado donde
desplegarla (el consultorio). Ella recuerda que, en momentos anteriores del tratamiento, esta temática de
las otras mujeres había aparecido y dice: ¨ahora que estoy limpia (sin consumir), esto es un problema¨.
Aquí podemos advertir como el toxico, y su cuerpo soportando las consecuencias, obturaron durante un
buen tiempo cierto cuestionamiento por lo femenino, que ahora parece despertar, dentro de las
coordenadas precisas que le proveen los significantes con los que ella se ha sentido nombrada por el
padre, a saber: ¨vos sos la fuerte¨.

S insiste en admitir que en determinado punto de la escena ya había corroborado que lo que pensaba no
era así, sin embargo, ella se encargaba de hacer existir a su competidora. La escena termina cuando él
le pone un límite planteándole que se tomen unos días separados para pensar en lo sucedido: ¨me puso
en el freezer¨. S pregunta: ¨si me ama como dice que me ama, me tiene que perdonar lo que hice y
seguir conmigo… ¿o no?¨

Ella vuelve a llorar, le pide al analista que, puesto que él ¨sabe sobre la mente humana¨, le diga cómo
puede recuperar a Mario y luego casi riéndose jura que nada ni nadie le va a arruinar sus planes de irse
a vivir con él y posteriormente armar una familia. Recordemos que este es el motivo, que al estar
imposibilitado por el consumo excesivo, la trajo por vez primera al consultorio.

Consecutivamente relata varias escenas donde sufre la insoportable presencia de las ¨otras minas que lo
miran o le hablan porque quieren algo de él, ya que son todas putas¨. Supone que Mario debe disfrutar
que ella se ponga así ya que al fin y al cabo es estar pendiente de él. A raíz de un equívoco: ¨se deja ver
sola¨ referido al significado de una frase sin terminar, aclara que le gustaría gozar de la misma situación:
ella ser mirada por hombres, que la supongan sola o soltera, y él poniéndose nervioso. Rápidamente
dice entender, al menos en sesión, que Mario es dueño del bar y como parte de su trabajo debe recorrer
el lugar, entrar en contacto con individuos femeninos y también, que las posiciones de ambos no son
intercambiables.

También relata en la misma sesión que unas semanas atrás, entraron a robar en el centro cultural donde
S trabaja. Uno de los hombres armado con un revólver, le apunta a la única compañera de trabajo
presente en la situación aparte de ella. S, sabiendo que su compañera y amiga está embarazada, se
pone delante del arma como escudo en caso de que sucediera algo. Las consecuencias de su acto
heroico fueron alrededor de veinte patadas en la cabeza que la dejaron inconsciente por unos minutos.

En las siguientes sesiones que rozan la actualidad de esta escritura, S viene muy contenta de las noches
sanas y divertidas que viene disfrutando producto de cierta tranquilidad que encuentra, al menos por el
momento, y riéndose agrega: ¨estuve yo sola con Mario y todos sus amigos¨. Sin intervención del
analista, esta vez, ella sitúa la posición gozosa de ser la única en la escena, donde ninguna otra aparece
como amenazándole la realidad con Mario.

Ya más tranquila, sus preguntas toman protagonismo en el tratamiento: ¨ ¿quien hizo esa escena de
piñas gritos y destrucción si siento que no fui yo?, ¿porque me pongo tan loca por el hecho de que haya
otras cerca de él? ¿Por qué invento que hay otras incluso cuando no las hay? Y ¿cuán fuerte puede
pegar una mujer (en un hombre)? Esta última pregunta, lleva ese paréntesis, porque podemos pensar en
los equívocos que la palabra ¨pegar¨ introduce. Pegar, es también, generar efecto, impacto, como una
droga lo haría, por ejemplo. De este modo, la cuestión podría ser, ¿cuánto efecto puede causar ella, en
un hombre? ¿lo suficiente para ser perdonada por estos actings en donde pone a prueba el efecto que
ella ha causado en el? y que, a la vez, convocan al ¨limite, limite, limite¨ que Mario le puede proporcionar.
A su vez, ¨pegar¨, es un término que ella utilizaba frecuentemente cuando se refería a comprar cocaína:
¨pegar merca¨.

A través del caso podríamos pensar como, desde antes de comenzado el tratamiento, hasta la ruptura
con el Riso, la versión del padre que se ponía en juego, en resonancia con los partenaires de turno,
estaba en relación al costado riesgoso y ¨duro¨ del padre. De este modo S abordaba al sexo opuesto; y
poniendo a prueba lo fuerte de su cuerpo, ya sea mediante el exceso del toxico o la violencia física
sufrida, oscurecía un posible cuestionamiento por el deseo y la femineidad. Bajo esta lógica, la pregunta
acerca de ¿Cuánto puede pegar una mujer?, en este periodo del tratamiento, puede ser leída
retroactivamente en torno a cuánta droga puede comprar y consumir una mujer como ella hasta
encontrar un límite que, en la mayoría de las veces, lo proporcionaba su cuerpo. La pregunta, como
hemos visto, no era desplegada ya que, en su lugar, encontrábamos al acting out.

En la actualidad, y desde el fin de la relación con el Riso y el tóxico, la versión del padre parece operar
de otra manera. Una nueva cara, una nueva puesta en función, más ligada al ¨limite, limite, limite¨,
despertada quizás por el encuentro con Mario, permite que, desde el mismo significante (fuerte) se
despliegue una pregunta más allegada a la dialéctica histérica y a sus temáticas del amor.

Santiago Folgar

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