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MALTRATO ANIMAL

El maltrato animal es, a la vez, un factor que predispone a la violencia


social y, al mismo tiempo, una consecuencia de la misma. Forma parte de
la cascada de la violencia que nos va alcanzando a todos como
individuos y como sociedad.

El maltrato hacia los animales es tolerado por aquellos que lo observan;


se minimizan sus causas y sus efectos, y los padres, maestros y
comunidades que no dan importancia al abuso animal en realidad
incuban una bomba de tiempo.

Si realmente queremos combatir la violencia, una parte de nuestra lucha


consiste también en erradicar el maltrato a otros seres vivos.Una persona
que abusa de un animal no siente empatía hacia otros seres vivos y tiene
mayor riesgo de generar violencia hacia otras personas. La Asociación
Psiquiátrica Americana lo considera como uno de los diagnósticos para
determinar desórdenes de conducta. Si un niño nos habla sobre el
maltrato a su animal de compañía, podría estar hablándonos también de
su propio sufrimiento.

A pesar de la prohibición de la experimentación cosmética con animales


aplicable en la Unión Europea, las empresas médicas y farmacéuticas
utilizan experimentos a gran escala . Muchos científicos creen que la
experimentación con animales es el único método efectivo para evaluar la
calidad y seguridad de diferentes productos y sus ingredientes. Esta
posición se debe principalmente al hecho de que nosotros, la humanidad,
aún no hemos desarrollado ninguna prueba alternativa para cosméticos,
medicamentos, etc., que sea igualmente efectiva. Quienes se oponen a las
pruebas con animales recurren a cuestiones éticas. En su opinión, las
personas no tienen derecho a poner en peligro la salud y la vida de otras
especies de seres vivos por sus propios intereses. El tema principal que
da lugar a objeciones es el uso de animales en laboratorios cosméticos.
¿Se puede realizar la producción y venta de cosméticos a costa del
sufrimiento de los animales? Deberíamos hacernos esta pregunta cuando
buscamos otro cosmético o suplemento dietético de moda.
APRECIACIÓN CRÍTICA

No propongo el regreso a las cavernas, ni el más estricto vegetarianismo,


ni tampoco una vida enemiga de la higiene y las costumbres sociales de
la época. Esos son argumentos con los que a menudo se ridiculiza
cualquier intento por pensar en términos morales lo que a todas luces es
una realidad monstruosa que tratamos a los animales como mercancía.

Nos tapamos los ojos frente a los laboratorios de testeo de maquillaje,


donde animales son obligados a sufrir producto tras producto para que
usted o yo podamos usar un champú con enjuague sin correr el riesgo de
alguna reacción alérgica, pues ya un centenar de animales las tuvieron en
nuestro lugar.

Nos tapamos los ojos, porque en el fondo no nos importa, o porque


sentimos que no hay nada que hacer, que esa industria implacable es la
misma que nos da trabajo, nos lleva el pollo listo al supermercado o nos
permite creer que lucimos el mismo peinado que esa estrella de cine que
le hace al champú la publicidad.

Mahatma Gandhi afirmaba que “la grandeza de una nación y su progreso


moral pueden juzgarse por la forma en la que trata a los animales”,
queriendo decir con ello que la manera en que nos relacionamos con las
demás especies es reflejo del grado de refinamiento cultural de nuestras
sociedades. Y aunque en principio es fácil estar de acuerdo con el líder
indio, no lo es tanto cuando ello implica un cambio radical en nuestros
hábitos de vida, como la alimentación, el entretenimiento o el consumo.

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