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Índice
1 Emplazamiento
2 Vestigios arqueológicos
3 Descubrimiento del sitio y trabajos posteriores
4 Pueblo escultor
5 Cultura (organización social)
6 Escultura
7 Vestidos y adornos personales
8 Cerámica
9 Véase también
10 Bibliografía
Emplazamiento
San Agustín es un topónimo que data del siglo XVII y con el cual se designa una
región montañosa del sur de Colombia, donde floreció una milenaria cultura. La zona
está en la cordillera andina, recostada en una de las bases del Macizo Colombiano.
No lejos de allí, en el Páramo de las Papas, nacen algunos de los principales ríos
del país, los cuales cruzan el territorio colombiano en distintas direcciones y en
largos recorridos alcanzan caudales navegables. El río Magdalena, es una de las más
importantes vías de navegación y entrada hacia el interior, transitada desde
tiempos pleistocénicos y por donde arribaron los colonos europeos que descubrieron
y conquistaron las tierras de los muiscas. El Cauca, su más grande tributario, que
irriga fértiles valles interandinos, ricos en filones y aluviones auríferos, tierra
donde buscaron asiento los quimbayas y otros consumados orfebres precolombinos. El
Caquetá, que sale al Amazonas, después de irrigar el pie de monte andino y en cuyo
curso medio y bajo moran todavía grupos indígenas selváticos, algunos
descendientes, quizás, de los antiguos escultores de San Agustín.
Vestigios arqueológicos
Tumba policromada
La zona donde se encuentran las reliquias prehispánicas se ubica en una región que
corresponde a los actuales municipios de San Agustín, Isnos y Saladoblanco.
Vestigios similares se han identificado también hacia la vertiente que cae sobre la
Amazonía, especialmente en la localidad de Santa Rosa del Caquetá. Se debe tener en
cuenta que una vasta extensión de esta zona está aún sin explorar, particularmente
las zonas que ascienden hacia el Valle de las Papas, cubiertas por una densa
vegetación selvática que sólo hasta años recientes empezó a ser desmontada a
trechos por las avanzadas colonizadoras. En esta área aparecen, aislados unos de
otros, núcleos de estatuas y de tumbas, a manera de centros ceremoniales. La
tradición histórica ha señalado estos lugares con nombres especiales, que en su
mayor parte se conservan hasta hoy, como Mesitas, Lavapatas, Ullumbe, Alto de los
Ídolos, Alto de las Piedras, Quinchana, El Tablón, La Chaquira, La Parada,
Quebradillas, Lavaderos y otros.
Pueblo escultor
La investigación arqueológica ha facilitado la reconstrucción de buena parte de las
pautas culturales de este pueblo que habitara el alto Magdalena. Se sabe hoy que la
base principal de su sustentación económica fue la agricultura del maíz, del maní,
del chontaduro (Guilielma gasipaes) y de la yuca, sumada a actividades
complementarias de pesca y caza. Evidencias de tales labores han sido comprobadas
en estratos que datan del siglo VII a. C. y que explican los rasgos fundamentales
de su arte escultórico, íntimamente relacionado con las concepciones cosmogónicas y
religiosas. Esto contrasta notablemente con la estructura simple de sus viviendas,
que eran de planta circular y de cubierta pajiza, hecho que explica plenamente
Cieza de León (1518-1560), un cronista de la Conquista.
Las casas estaban construidas con materiales perecederos, por lo cual no han
quedado de ellas más señales que los orificios donde se hincaron los maderos
redondos que formaban sus muros y que sostenían los techos, formando recintos de
tres, cinco y hasta nueve metros de diámetro, estos últimos destinados al parecer,
a la morada de los jefes de la tribu o de los mohánes o chamanes. Una vivienda la
formaban generalmente varios bohíos, situados a gran proximidad unos de otros. Allí
tenían sus dormitorios, sus fogones, que eran tres o cuatro piedras semi-
redondeadas, sobre las que colocaban las vasijas destinadas a la cocción de
alimentos, cuando no empleaban las ollas trípodes, de soportes altos y macizos.
También aparecen dentro del perímetro de las casas, o muy próximas a ellas, huellas
de sus pequeños talleres y los lugares señalados para arrojar los desperdicios.
Es posible pensar también que la gran dispersión que tiene la estatuaria lítica en
San Agustín se explica por haber existido entre estos nativos una organización
estructurada sobre la base de pequeños grupos familiares, unidos entre sí por
vínculos religiosos. Este mismo hecho podría aclarar la razón de la gran variedad
de motivos y estilos representados en las estatuas dentro de una aparente
homogeneidad morfológica, diversidad que habría obedecido a la necesidad de
individualizar en cada lugar la representación de las deidades protectoras del
grupo familiar, dentro de los cánones religiosos tradicionales. El chamanismo o
mohánismo jugaría también un papel significativo a este respecto. En torno a estos
personajes se debieron agrupar los pequeños núcleos familiares y aquellos habrían
formado así una especie de casta sacerdotal, con marcada influencia en la
organización social y política de una población que tenía una fuerte mentalidad
religiosa, expresada en la rica temática que se manifiesta en el arte escultórico.
Todo induce a pensar que en este período floreciente de la cultura agustiniana, la
organización social estaba fuertemente influida por los grupos guerreros y las
formas religiosas por las deidades solares y de la guerra. Las estatuas de las
Mesitas A y B del Parque Arqueológico parecen ser la representación más auténtica
de este momento cultural. Aparecen guardando la entrada de tumbas revestidas de
grandes lajas, con sarcófagos monolíticos en su interior, consagrados, seguramente,
a guardar los despojos mortales de héroes de la tribu o de sus jefes político-
militares.
Escultura
La manifestación peculiar de la cultura de los antiguos pueblos de San Agustín fue
la escultura lítica monumental. Más de 300 estatuas han sido halladas, la mayoría
en un área que aparece plenamente delimitada por las cuencas de los ríos Magdalena,
Bordones, Mazamorras y Sombrerillos y los picos del Macizo Colombiano.
Indudablemente los nativos quisieron hacer de esta región un verdadero centro
ceremonial para las prácticas funerarias, presididas por los grandes monolitos, en
los que ellos expresaron su estilo simbólico, sin que este propósito les hubiera
impedido tallar formas de gran naturalismo.
Los bloques en que fueron talladas son tobas volcánicas y andesitas lávicas,
algunas de grandes dimensiones, hasta de más de cuatro metros de altura y de varias
toneladas de peso. Con excepción de la vecina región de Tierradentro (Cauca) en
ninguna otra zona de Colombia se presentan estos rasgos monumentales de la
escultura y puede afirmarse, por consiguiente, que ellos están confinados al Alto
Magdalena.
La figura de un águila que sostiene una serpiente con el pico y con las garras,
escultura que otros investigadores interpretan como la representación de un búho,
debió tener en el mundo de las creencias de los antiguos agustinianos una
significación especial. Posiblemente fue el símbolo de la creación, relacionado con
el origen de la luz y del fuego y de la jerarquía política, es decir, el símbolo
por excelencia del poder. Motivos de aves rapaces en piezas de orfebrería han sido
hallados aquí como adornos personales, colocados como ofrendas en tumbas que
debieron corresponder a personajes de la tribu. Entre los indígenas taironas, que
moraban en el norte, en la Sierra Nevada de Santa Marta y en sus proximidades, el
águila aparece también frecuentemente en los objetos de oro, lo mismo que entre los
muiscas y quimbayas.
Fuente de Lavapatas.
Las serpientes crestadas, que aparecen como apéndice de las figuras felinas que se
ven encima de las cabezas de los supuestos guerreros del montículo oriental de la
Mesita A, permiten relacionar estas esculturas con otras de Mesoamérica, en donde
dichos elementos representan a Quetzalcóatl, un dios bueno que creó al hombre con
su propia sangre, le dio el maíz, le enseñó la industria lítica, los tejidos, la
astronomía, el calendario, ciertos rituales y el culto. Otros elementos de la fauna
representados en la estatuaria de San Agustín son el mono y la ardilla, en estrecha
relación con los ritos de fertilidad; la rana y el lagarto, con las lluvias y con
la muerte; el pez, con el cultivo del maíz; el murciélago, como deidad de la
agricultura. En San Agustín, la llamada "rana de Codazzi", descrita por este
geógrafo en el año de 1857 y que duró perdida durante cerca de 200 años, oculta
bajo la espesura, está labrada en un bloque in situ, el cual se ubica en las faldas
que caen sobre la hondonada donde se encuentra la fuente de Lavapatas, a una
distancia más o menos de 50 m de este importante monumento. Una rana monolítica, de
tamaño monumental, con colmillos y garras, como las del Alto de los Ídolos y Alto
de Lavapatas, en San Agustín, presidía una necrópolis en la hacienda denominada "El
Marne", cercana a la población de Inzá. En la orfebrería calima, quimbaya y
tairona, la rana es motivo frecuente.
Cerámica
Es fundamentalmente monocromática, hecha en atmósfera oxidante, por el sistema de
enrollado y con engobes de distintos tonos ocres. Predominan las formas de cuencos
pequeños, platos, ollas trípodes, copas de soporte alto. También se encuentran
grandes vasijas, destinadas al almacenamiento de líquidos y a servir de urnas
funerarias. La decoración es casi siempre incisa, aunque se registra también la
pintura negativa, negro sobre rojo, desde las fases iniciales del florecimiento de
la cultura, en el período que se denomina Formativo Superior. En el período final,
o Reciente, aparece la pintura positiva bicolor, como también una decoración
granulada.
Véase también
Quimbayas
Cultura calima
Cultura Nariño
Cultura Tumaco-La Tolita
Bibliografía
Duque Gómez, Luis. San Agustín. Delroisse, 1982.
Fajardo, Julio José. San Agustín: una cultura alucinada. Barcelona, España, Plaza &
Janés, 1977.
Ramírez Sendoya, Pedro José. Jijon La cultura megalítica de San Agustín. 1958
Wikimedia Commons alberga una categoría multimedia sobre Cultura San Agustín.
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