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Mythos, Metis y Logos en La Odisea

Por: Laura Villa López


ID: 000419523
Curso: Hermenéutica y Literatura - Volver a Ítaca
Profesor: Ángel García
Doctorado en Filosofía
Universidad Pontificia Bolivariana
Medellín - Colombia
Abril de 2020
0. Resumen

Mythos, metis y logos representan las principales formas de conocimiento o saber del mundo
griego que marcaron la transición entre la era arcaica, la antigua y la clásica y sentaron así los
fundamentos epistemológicos sobre los cuales reposa en buena parte nuestra cultura
Occidental. Este trabajo rastrea los tres conceptos en el poema épico “La Odisea”, atribuida a
Homero, a través de sus figuras principales, quienes combinan mythos, metis y logos en
medidas y alcances diferentes, lo que ayuda a enriquecer la mirada a través de los matices y
contrastes que emergen en el análisis. Esto, con el objetivo de conectar signos y claves que nos
revelen nuestras raíces griegas con los dilemas identitarios y existenciales que tenemos como
individuos contemporáneos y así hacer una lectura anagógica en la que, para conocernos
mejor, volvemos una vez más hacia adentro y a los orígenes.

1. Introducción

Para comenzar es necesario sentar bases a través de definiciones y acotaciones de lo que


entenderemos por cada uno de estos tres conceptos en el desarrollo de este trabajo.

Mythos
Hablar de mythos es hablar del comienzo de la palabra como tal; implica a remontarse al
momento mismo en que el hombre descubrió/creó la palabra. No es difícil suponer que la
palabra surgió en este contexto como una necesidad de comunicación para la supervivencia
que, al tiempo, buscaba la superación del terror y la creación de poesía1 que la naturaleza le
causaba (y sigue causando). Así, la palabra, en su origen, debió surgir como un acto de
comunión con aquella naturaleza superior, omnipotente y omnipresente que determina
nuestra existencia.

Ese carácter religioso (de re-ligare) de la palabra originaria explica el concepto de mythos, que
lleva en sí la función de asignar realidad a lo que se nombra, más allá del funcional o
instrumental. Según Carsten Schmieder2, el mythos debió haber surgido como forma de
comunicación entre los hombres, pero a la vez como forma de comunicación hacia la
naturaleza misma, la cual no tiene idioma. Hasta entonces el hombre había sido víctima de la
naturaleza. Con la aparición del mythos su fuerza (violencia física) pudo ser, en primera
instancia, prevenida y, luego, sublimada. Así, primero se estableció, luego se dio nombre y
finalmente se llamó a la divinidad.

El mythos puede ser visto entonces como el primer paso para trascender el miedo a la
naturaleza/divinidad y establecer un nuevo orden en el que el hombre ya no era más una
víctima indefensa de la superioridad de la naturaleza, sino un ser en diálogo y convivencia con
ella. Por esto, el mito conduce al rito, en el cual una víctima simbólica toma el lugar del
hombre. El ritual va más allá de la palabra misma en cuanto significa una forma de
reconciliación momentánea con la naturaleza/divinidad. El rito es el gesto por medio del cual
el hombre vuelve a ponerse al nivel de la naturaleza, recreando una experiencia de terror y/o
poesía. La palabra es creadora del nuevo mundo humano y el ritual (bajo éste el sacrificio) se
convierte en la forma de mantenerlo. De ahí su imperante necesidad y rigurosidad. Él es la
imitación regular y sagrada de aquella original y efectiva súplica a la divinidad.

1
Blumenberg H. Wirklichkeiten in denen wir Leben: Sprachsituation und inmanente Poetik. Stuttgart,
Reclam, 1999.
2
C. Schmieder, Der Mythos. Mythos bei den Griechen.

2
Con la palabra mítica comienza la existencia de las cosas. Al nombrarlas, se les da realidad. En
el mythos, la palabra es la cosa y la cosa es la palabra y, por ende, en la Edad de Oro los
humanos conviven con los dioses en naturalidad. El mythos no se cuestiona si la palabra es
verdadera o falsa, porque la “verdad” se define a través de la palabra misma, de lo que es
nombrado. Aquello no mencionado perece en el olvido. El ritual es, a la vez, aquello que hace
el “recordar” posible, gracias a su función implícita de organización temporal. El transcurso del
tiempo se cuenta y establece, no según lo cotidiano, sino según lo extraordinario, lo ritual. De
ahí, en parte, la relación del mythos con lo fantástico.

Gracias al mythos y al rito, el griego comienza a comprender y a establecerse a sí mismo en el


tiempo y en el espacio. Se asocia el ritual con la capacidad de comprensión de los ciclos
temporales de la naturaleza y, por lo tanto, el reconocimiento de su superioridad y divinidad.
Se asocia la palabra con la cualidad humana de superar conflictos sociales por medios no
violentos, sino acordados. El acuerdo permite la propiedad privada, la cual puede ser
explotada productivamente gracias a la licencia concedida por los dioses, debido a la ritualidad
y el sacrificio que otorga la comprensión de los ciclos determinados por el espacio y el tiempo.
La forma de mantener y de legar a futuras generaciones estos y otros conocimientos, es a
través de la palabra y la ritualidad misma. De esta manera, la oralidad y la ceremonia se
convierten en las instituciones educativas por excelencia. Se entiende entonces la importancia
de la interdependencia entre palabra y gesto y sus consecuencias para la construcción de la
cultura de la Grecia antigua.

Metis
Metis es al tiempo una divinidad y una forma de saber. Como diosa, Metis “sabe más que
cualquier dios o mortal”, dice Hesíodo en la Teogonía. Su condición de Oceánida le otorga
poderes de prudencia, adivinación, justicia y transmutación3. Ella “se relaciona con el futuro
considerado en su aspecto aleatorio… aconseja sobre lo que conviene hacer para que las cosas
puedan suceder de un modo mejor que otro; predice el futuro no como algo ya fijo, sino como
desgracia o felicidad posibles, proporcionando a la vez los medios de que dispone su astuta
sabiduría para dirigirlo hacia lo mejor en vez de hacia lo peor”4.

Metis es quien prepara el fármaco que hará que Cronos vomite a sus hijos y comience así su
derrocamiento. Metis también es a quien desposa Zeus en primer lugar, ya que sin su poder no
es posible establecer y mantener su reinado. El mythos de Zeus, basado en la fuerza física y el
poder del rayo, no es suficiente para gobernar sobre Metis, cuya sabiduría artera sabe cómo
vencerlo. Por esto, Gea debe diseñar una artimaña basada en un juego de transmutaciones, en
la que Zeus logre vencer a Metis y tragársela, para que, desde sus entrañas, ella le brinde sus
poderes y sabiduría, ya que sólo así será invencible. Así, también evita que Metis dé a luz a un
varón que está llamado a derrocar a Zeus y establecer un nuevo reino. De esta manera
podemos ver que para lograr que el mythos adquiera la ambigüedad requerida para poder
sortear los acontecimientos a favor, el principio masculino, representado por Urano, Cronos y
Zeus, debe encontrar la forma de adueñarse del saber propio de lo femenino y ponerlo a
colaborar con su causa. Esto, no es posible sin la ayuda misma de Gaia quien diseña todo el
plan, pero en adelante tampoco lo será sin Atenea, quien nace de la cabeza de Zeus vestida
con la única égida capaz de soportar su rayo, tras de que Metis diera a luz dentro de él y quien
se va a encargar, con su metis, de hacer cumplir el mythos de su padre. En conclusión, la
participación y colaboración de Gaia, Metis y Atenea, abuela, madre e hija, son indispensables

3
Detienne, M. Los Maestros de verdad en la Grecia arcaica. México, Sexto piso, 2004.
4
Detienne, M y Vernant J.P. Las artimañas de la inteligencia: la metis en la Grecia antigua. Madrid,
Taurus, 1988. Capítulo 4, página 100.

3
para la instauración, supremacía y mantenimiento del reinado de Zeus, permitiéndole hacer
así de su mythos un a fuente de verdad.
Por otro lado, metis como forma de saber o de conocimiento “implica un conjunto complejo,
pero muy coherente, de actitudes mentales y de comportamientos intelectuales que combinan
el olfato, la sagacidad, la previsión, la flexibilidad de espíritu y la simulación, la habilidad para
zafarse de los problemas, la atención vigilante, el sentido de la oportunidad, habilidades
diversas y una experiencia largamente adquirida.”5

Entre los dioses, además de Metis misma, Atenea es quien más metis posee. Ésta se ve
reflejada en un sinnúmero de atributos que le son propios. Atenea brinda las techné para que
los hombres puedan desarrollar la agricultura, para que puedan hacer orfebrería y crear el
freno que permita domar y montar los caballos, para que puedan construir sus navíos y sortear
en ellos los momentos desafiantes de la navegación, para que puedan crear los telares y hacer
sus tejidos, para que logren dar buenos discursos, para que puedan llevar a cabo buenas
estrategias de guerra y, en general, para que los humanos puedan sacar adelante los planes tal
y como se trazaron a pesar de las fluctuaciones que puedan darse en el proceso. Atenea
representa el dominio sobre el Kairós (ese instante oportuno en el que las cosas suceden)

Entre los hombres quien más metis posee es Ulises, protegido de Atenea. Su heroísmo recae
en que, sin ser el más fuerte, se sale con la suya a partir de ser el más experto en cálculos,
estratagemas y discursos. Ulises no sólo tiene el mythos del rey, representado en la palabra y
la guerra como expresiones del principio masculino que administra y defiende la tierra en
función de la polis y la descendencia que mantendrá la cultura griega. También tiene, a
diferencia de otras destacadas figuras heroicas de la Ilíada y la Odisea, un saber que le es dado
por lo femenino y que le permite impregnar su mythos de metis y así, no sólo abrir el espectro
de alcance del mythos, sino también ser creador de un nuevo paradigma de la verdad: el logos.
Ulises encarna y combina, como nadie, estos tres principios y La Odisea es la obra que nos
relata la transición de la Grecia antigua a la clásica, del mythos al logos. Sobre esto se ha
escrito mucho, sin embargo, no se ha enfatizado lo suficiente en la metis como elemento clave
entre uno y otro. Esto se debe, acaso, a falta de una mirada que reivindique el valor del saber
de lo femenino en esta construcción. Por lo mismo, una mirada anagógica sobre La Odisea
ayuda a revelar nuevas comprensiones no sólo sobre el mundo griego, sino sobre nosotros
mismos y la sociedad en que vivimos, la cual está estructurada sobre el logos como
fundamento epistemológico.

Logos
Con la filosofía, especialmente con la escuela de Mileto, nació un nuevo lenguaje, el logos, con
el fin de expresar racionalmente lo que el mito enseñaba antes a través de su narración6. La
filosofía surgió apropiándose de los contenidos fundamentales del mito y traduciéndolos a un
nuevo formato discursivo, un pensamiento impecable que avanza en línea recta sin la
ambigüedad y dimensión emocional propia del mythos e incluso de la tragedia. El logos
requirió de una nueva actitud, que ya no estaba ligada a la acción y la emoción, sino a la
reflexión y el intelecto. Esto conllevó a que, a partir del siglo V a.C, se estableciera una ruptura
con el tiempo anterior, el del mythos, marcando así la transición de la oralidad a la escritura y
de la Grecia antigua y la Grecia clásica.

Así, el mythos se vio en un momento doblemente desafiado por el logos: en relación con la
realidad, considerado como ficción, y en relación con la razón, como algo muy cercano al
absurdo. El mythos carecía de la coherencia, rigor y linealidad del discurso argumentativo.

5
Ibid, página 11.
6
Cornford M.F. From Religion to Philisophy. Página 42.

4
Platón fue el primero en usar la palabra mitología para designar un conjunto de ficciones, la
estupidez de un argumento o lo estúpido de un adversario7. La filosofía, en cambio, la concibió
como la forma superior de pensamiento y de ahí su propuesta del rey-filósofo. La filosofía se
impuso paulatinamente en las sociedades griegas como una forma positiva y metódica de
operar sobre los hombres, más que sobre la naturaleza, ya que el logos nace de la polis, de la
tradición oral del discutir y del diálogo, ya que aspira influir y persuadir a los hombres.
Aprender a hablar significa aprender a pensar y hablar era el acto propio de un ciudadano
griego en el ágora y en la polis. Con los argumentos lógicos se abrió el camino a la reflexión y a
la posición personal pero siempre dirigida a la comunidad. Lo importante ya no era entonces
ser un maestro de la verdad, sino un maestro de la razón y poder revelar la secuencia de
pensamiento no desde el pathos, sino desde la lógica. Del logos derivaron la geometría, la
matemática, la gramática, la lógica y en general los fundamentos de la ciencia, pero también la
retórica, en la cual se trataba al lenguaje como ciencia misma, enfrentando los argumentos de
adversarios para debatir los problemas que afectaban a la polis, eligiendo aquellos dotados de
mayor razón.8

En la medida en que la escritura se fue individualizando, es decir, en la medida en que el autor


creaba nuevos textos y no sólo transcribía la tradición oral al papel, se va reafirmando el paso
al logos. Tras éste se esconde la forma de pensar de quien lo expresa y por esto él es el primer
refugio de la individualidad. De allí que, en contraste con la unidimensionalidad compartida de
la palabra mítica, el logos desemboque en un delta de múltiples Weltanschauungen. Y como
no todas corresponden a las demás, surge la discrepancia en términos de falso y verdadero,
correspondiéndole a cada individuo sustentar su pensamiento.

Con la aparición del logos, se rompió con la verdad como aletheia; es más: se hizo necesaria la
búsqueda de la verdad a través de la lógica. Las cosas debían ser verificables para poder ser
consideradas como ciertas. Los dos polos que componían la ambigüedad mítica fueron
separados en la lógica, apareciendo de esta manera la dialéctica, en la cual se busca la verdad
por un camino, o por el otro, o en ambos, pero siempre de forma separada, como tesis o
antítesis. Si la aparición del mythos supuso un primer distanciamiento del hombre de la
naturaleza; el logos implicó el rompimiento definitivo de esta relación.

El rito, en la era de la filosofía, también fue perdiendo su poder. Tanto la palabra ritual, como
la ceremonia, fueron desgastando su significado a medida que se iban convirtiendo en rutina
sin sacralidad. Llegó entonces el punto en que la palabra estaba tan alejada de su significante,
que se convirtió en una institución, en una realidad por sí misma, independiente de aquello
que antes “era” y ahora sólo designaba. La palabra se volvió un objeto de reflexión: un logos. Y
fue justo la separación entre el pensar y el hablar lo que trazó la diferencia entre la palabra
mítica y la palabra lógica. Surgieron así dos maneras de hablar, aún más, dos maneras de vivir y
concebir el mundo. La lógica terminó por superponerse al mito, atribuyéndose a sí misma el
monopolio de la búsqueda de la verdad. Verdad que, por cierto, aún no ha sido encontrada.

No deja de llamar la atención que el pensamiento lógico, puramente racional, al dejar atrás el
mythos y olvidar casi por completo la metis, constituyendo así la principal herencia
epistemológica adoptada en las culturas sucesivas que configurarían la cultura occidental
contemporánea, se consolidara como una tradición intelectual netamente masculina. La
ambigüedad del mythos, que era acentuada por la metis, hizo que fuera despreciado por la
filosofía al imponerse como sistema de pensamiento de la polis clásica y que la metis, por su

7
Pérez López, R. El mito griego como antecedente de la racionalidad filosófica: Dimensiones Filosófica,
Histórica y Epistemológica del Mito Griego y su Relación con el Logos entre los Siglos VIII y V a.C.
8
Pérez López, R. La razón del mito.

5
parte, fuera, primero ignorada y luego olvidada como legado intelectual para construir nuevas
culturas occidentales. Así, la episteme del mundo occidental se hizo cada vez más y mas
masculina, lo cual demuestra que la lectura que hemos hecho de nuestras raíces no sólo son
incompletas sino sesgadas, pues, como veremos a continuación, la propuesta de saber que nos
hacía la cultura griega antigua y que se evidencia en La Odisea, aunque aparentemente
planteaba un régimen de dominación masculina, estaba basada en una estrecha relación con
femenino. De esta manera, la copia que hemos hecho de ella ha quedado incompleta y, acaso,
sea una de las razones por las que nuestro sistema contemporáneo cojea y por estos días
pareciera estar a punto de derrumbarse.

2. La Odisea

El eje central de la transición del mythos al logos, proceso que toma lugar y determina el fin de
la Grecia arcaica y el comienzo de la Grecia clásica, es el de la concepción de la verdad. Para la
palabra mítica, la verdad es comprendida y asociada necesariamente con la memoria. Existe
aquello cuyo nombre es recordado. Es en este sentido que el mythos es verdadero. Él no se
pregunta por lo verdadero o falso, ya que él, en sí mismo, es verdadero desde que es
nombrado y por lo tanto existe. La verdad es entendida como aletheia o no-olvido.
Naturalmente, en esta cultura de memoria, quien recuerda es privilegiado. Quien tiene
memoria “sabe” y por esto es “maestro de la verdad”9. Ulises es heroico porque, a pesar de
todas las vicisitudes que supone el ponto y las tentaciones de nuevas vidas que ofrecen
mujeres como Circe, Calipso y Nausicaa, no olvida. Por esto, La Odisea es una oda a la memoria
y al recuerdo siempre vivo de nuestro origen, de nuestra identidad, de aquellos mismo que
define lo que somos. Sin retorno a casa no hay vida auténtica.

Más el saber no es siempre del mismo tipo; y por ende no todos tienen el mismo poder de
palabra. Están quienes sólo pueden recordar (aedos); y lo hacen gracias a la concesión divina
de la Musa o alguna diosa. Están quienes conocen pasado y futuro (adivinos y profetas), pero
su conocimiento es impotente, ya que no pueden cambiar la realidad. Y están quienes son
capaces de hacer efectiva su palabra, independientemente de lo que puedan recordar o
adivinar. Entre estos últimos se encuentra el rey, quien tiene un poder de palabra que le
permite también un poder de justicia. La palabra del rey es ley y esto explica por qué el rey
también habla en mythos. De esta manera, justicia y memoria (también entendida como
mántica), son los dos aspectos claves de la “verdad” o aletheia. La Ilíada es la historia que
cuenta el encuentro de diferentes reyes griegos en una misma guerra, comparando sus
mythos, es decir su saber y poder, para concluir que sólo aquel que tiene mayor metis es capaz
de vencer a Troya. Ese rey es Ulises y su historia y relevancia para la cultura griega sólo de
termina de revelar en La Odisea, la cual revela que detrás de aquel poderío de masculinidad
que representa la monarquía, la clave para su instauración, supremacía y sostenimiento está
en ser capaz de aliarse con el poder femenino, incorporarlo y volverlo a favor de los objetivos
de la cultura griega: dominar el espacio-tiempo a partir de la administración de la casa y la
polis y dejar el legado a sus hijos para que a través del recuerdo su existencia sea remembrada
y. así, no haya sido en vano.

Para comprender esta relación entre lo femenino y masculino en la cultura griega es necesario
remontarse a los mitos del origen. En la mitología griega, el cosmos emerge del caos. Esto
explica que la verdad (lo que existe y es recordado), no sea única; por el contrario, existe
gracias a su contraparte, lo olvidado. Toda aletheia lo es, en la medida en que algo más tiene
que ser olvidado para que ella sea recordada. Lo olvidado no es, como se podría creer,

9
Detienne, M. Los Maestros de verdad en la Grecia arcaica. México, Sexto piso, 2004. Capítulo II.

6
inexistente, sino callado, invisible. Para los griegos, siempre detrás de la existencia, de lo
visible, de lo nombrable, está lo oculto. Y no como algo excluido o rechazado, sino como
fuente, como origen, como madre. Encontramos que la noche es hija del caos y madre del
día10. La oscuridad es el hogar de todo conocimiento, de toda vida, de toda existencia; y a ella
ha de retornar todo tras la muerte. La oscuridad es lo eterno, lo inmutable; mientras que la
vida es pasajera, variable. Todo lo que existe tiene su contraparte caótica, eterna, oscura. Y es
en este juego de incertidumbre, entre lo que puede y no puede ser que surge la metis como
artimaña decisiva para hacer que las cosas sucedan a nuestro favor. Por esto, el mythos, más
que dual es ambiguo; porque sus dos caras conforman una misma unidad, pero sin metis no
hay forma de usarlo a favor.

La negra totalidad es, de por sí, un principio femenino. Si lo masculino viene dado por el
tiempo, lo femenino vendrá dado por el espacio. Gea es el gran vientre que lo contiene todo,
del que emerge todo. Esto explica por qué la mujer aparece en la mitología como la poseedora
del saber por excelencia: el hacer aparecer. Gea, como Metis, no sólo sabe lo que será, sino
que lo hace aparecer. En el caso del anciano del mar y de los dioses y diosas oceánidas, su
saber viene dado por la oscuridad e incertidumbre del ponto que es un principio femenino.
Tiresias es el más sabio porque ha sido mujer y ha quedado ciego, en oscuridad, desde donde
sabe lo que ha de ser. Así, lo masculino, para poder acceder a ese poder del saber, del “hacer
aparecer”, tiene que apropiarse de lo femenino. Sea que una diosa o mujer se lo conceda
voluntariamente, o sea que se apropie de éste por la fuerza o por medio de una trampa: una
metis superior a la que viene dada a la diosa o a la mujer por naturaleza. De esta forma se
entiende por qué es lo femenino lo que concede el saber y astucia a lo masculino, llenando así
su “vientre” vacío con la astucia necesaria para cumplir con sus objetivos y hacer trascendente
de su existencia. Pareciera entonces que la palabra original y ambigua, la mítica, fuera
femenina pero sólo gracias a la metis; y que de los juegos que ella permite con la palabra e
incluso con los conceptos mismos emergiera otro tipo de palabra, la lógica, donde la palabra
ya no es la cosa misma, sino sólo su representación semántica: una abstracción con la que es
posible construir otras realidades. La Odisea es la historia del hombre que encarna esta
evolución. Su estrecha relación con la metis es la clave de que logre lo que a ningún otro
mortal le había sido posible y, para ello, la manera en cómo sortea las relaciones en un juego
exquisito de masculinidad-feminidad va a ser decisivo.

3. La metis de Ulises

Ulises es astuto por sí mismo. No sólo tiene metis sino que es polymetis es decir, de múltiples
metis o de una metis que se vale de muchas formas. Su primera treta conocida en la literatura
es la de idear un plan para que los pretendientes de Helena de Esparta no se ataquen unos a
otros, una vez que el rey Tíndaro, su padre, elija al futuro esposo y rey. La treta consiste en un
juramento de apoyo al elegido, el cual va a ser luego la causa de que los doce reyes, incluido
Ulises mismo, deban acompañar a Menelao a la guerra de Troya. A cambio de su logro, el rey
de Ítaca logra que se le conceda a Penélope, prima de Helena, como esposa, un modelo de
mujer opuesto al de su calculadora prima, también poseedora de una metis que le ayuda a
disfrazarse y a elaborar fármacos. Ulises elige a Penélope porque es un complemento perfecto
a su personalidad: prudente, tranquila, perseverante y fiel. Ella llora mientras él resiste,
duerme mientras él está vigilante (como Zeus que no duerme), ella teje mientras él habla y
desteje mientras él con sus palabras poliméticas sale de los apuros. Su matrimonio no es sólo
una relación de pareja, sino los fundamentos de un reinado, de la polis que es Ítaca,
representado en el lecho matrimonial, cuya pata está enterrada en la tierra y tiene allí sus
raíces, inamovibles. Gracias a este secreto compartido sólo entre ellos, Penélope tendrá la

10
Hesiodo. Teogonía en Obras y fragmentos. Barcelona, Editorial Iberia, 1963.

7
certeza de haber recuperado a su esposo cuando éste retorna irreconocible, pero con sus
raíces intactas, aquellas que le han impedido olvidar. Estas, entre otras cualidades que se
mencionan a lo largo de la Odisea, muestran a Ulises como un rey excepcional, que no sólo es
“maestro de la verdad”, sino un hábil artesano; un hombre de metis y de techné.

Su segunda artimaña es la que relatan Helena y Menelao en el canto IV de La Odisea. Ulises


habría entrado disfrazado de mendigo a Troya para inspeccionar la ciudad. Ella, también
poseedora de metis, es la única capaz de reconocerlo, pero no lo delata hasta que ha logrado
escapar con los secretos y su confirmación de querer volver a Esparta. Esta avanzada es la que
le permite, con ayuda de Atenea, crear la treta del caballo de madera, tal vez su plan más
famoso y fabuloso, del cual salen airosos gracias a que Ulises calla a quienes se ven tentados a
contestar cuando Helena los llama remedando las voces de sus esposas. Así, la guerra de Troya
se gana, no por la fuerza de héroes de mythos llenos de fuerza masculina, sino por la astucia
retorcida de Ulises, llena de metis otorgada por deidades femeninas como Atenea.

Ulises, como rey, era la cabeza del saber y poder de su pueblo. Su autoridad se respaldaba en
el poder de su palabra, mítica desde luego. Sin embargo, él resaltaba entre los reyes debido a
facultades que no poseían los demás. Éstos también tenían gran poder de palabra, ya que, al
ser reyes, su mythos era necesariamente superior al de los demás ciudadanos de sus pueblos
respectivos y equivalente al de los demás reyes. Pero la virtud (areté) de éstos, más que en sus
palabras, residía en sus acciones. Dichas acciones consistían en el valor que demostraban a la
hora de la justicia y la guerra, propias de un rey y/o héroe de atributos masculinos. Buenos
ejemplos de este tipo de rey magnánimo son Agamenón, Aquiles, Ayax y Menelao. Por el
contrario, las grandes acciones de Ulises eran palabras mismas. Ulises es el personaje que
convierte las acciones en palabras, o más bien, hace de las palabras acciones. Sin embargo, su
palabra de rey no deja de ser mítica. Lo que dice como rey se cumple; es real, verdadero.

Como si todos los obstáculos superados en la Ilíada no hubiesen sido suficientes para constatar
la polymetis que caracteriza al rey de Ítaca, La Odisea es la historia en la que Ulises deberá
refinar aún más sus habilidades para adquirir los dones que le ofrecen figuras femeninas con el
fin de poder crear un nuevo paradigma de poder los mortales el cual no se basta de los
principios de masculinidad como poder y fuerza, sino que, además, requiere incorporar nuevos
atributos de la metis femenina para hacer su polymetis aún más variada y sólida. Lo que Zeus
había logrado al recibir la protección de Gea y Rea, al desposar e ingerir a Metis para dar luz a
Atenea y luego desposar a Temis, su segunda esposa y último eslabón de la cadena de acciones
que deberá surtir para asegurar su reinado, lo debe alcanzar también Ulises para llevar el
ejemplo de Zeus al mundo de los mortales. La manera en que puede lograrlo le cuesta casi diez
años de peregrinación por mares y costas en los que personajes femeninos como Atenea,
Circe, Calipso, Nausicaa y Penélope o personajes masculinos, pero con poder femenino ya
incorporado, como Hermes o Tiresias, van a ser sus maestros.

Es tras extraviarse en el ponto y alejarse cada vez más en tiempo y espacio de su condición de
rey, que la palabra de Ulises va abandonando progresivamente su condición de mythos. Hasta
aquel momento, Ulises ha sido capaz de vencer las metis de otros, neutralizándolas con metis
propias. Pero una vez abandonado el territorio del mythos, Ulises comienza a usar la palabra
con metis, para engañar; es decir para no-crear realidad. Él disfraza, no su ser, sino su palabra,
para crear confusión en el otro. Al hacer esto, rompe no sólo con la religiosidad y pureza de la
palabra y el gesto (mito y rito), sino que crea una nueva dimensión de vida humana que surge
del vacío, del espacio negro de lo femenino. Se inventa la forma de despojar a la palabra de su
significado original, al atribuirle otros significados, y de esta manera generar realidades
múltiples, algo que no se logra sin metis. Si el mythos era verdadero, porque la palabra era la

8
cosa, y sólo existía un único mundo de cosas; al crear varios mundos con una sola palabra, se
abandona la palabra mítica y se pasa a la lógica, donde una palabra puede significar muchas
cosas. Nace entonces la semiótica, y con ella, la individualidad. Del mythos que adquiere metis
es que se llega al logos.

El episodio de Polifemo es clave, ya que Ulises está actuando por su cuenta, sin instrucciones
divinas. Él mismo está creando y realizando su treta, lo que va a reforzar la favorabilidad que
va a tener por él Atenea. El primer paso es mentir acerca de la ubicación de su nave. El
segundo es emborrachar a su enemigo. El tercero es atacar su punto débil (su único ojo) y de
esta manera vencer físicamente aquello que no parecía posible. El cuarto es mentir acerca de
su identidad; identidad que jugará un papel decisivo en la Odisea, ya que el héroe estará
luchando constantemente por ella, pero para alcanzar una identidad renovada antes deberá
convertirse en “nadie”. Finalmente, está el escondite bajo las ovejas, el cual les garantiza el
escape de la cueva. Ulises se inventa la “mentira”, la palabra que finge, que confunde, que
imita, la metis hecha verbo. Es una treta muy completa, que ataca desde varios frentes y por lo
mismo resulta exitosa. Ulises es el primer mortal, del que tenemos cuenta, que recurre al
logos, aventajando así a los demás seres, quienes son sólo capaces de expresar y comprender
mythos11.

Gracias al acompañamiento y protección constante de Atenea, Ulises se hace un maestro de la


metis. Es a través de su intermediación que Zeus autorizará la intervención de Hermes para
comunicar a las diosas que lo tienen cautivo su decisión de liberarlo para permitirle su retorno.
De Circe, la hechicera que le ofrece placeres sexuales, Ulises aprende por medio de Hermes, no
sólo el antídoto al fármaco femenino (el cual proviene de una instancia tan ambigua como la
mujer misma: la flor), sino algo aún más importante: la necesidad de un juramento que de fe
de la palabra dicha por un ser que no dice lo que piensa. Esta experiencia le será útil más
adelante, cuando tenga que hacer jurar a Calipso que lo dejará abandonar su isla, al notar que
ella tampoco habla lo que piensa. De Circe, Ulises también aprenderá el truco para poder oír a
las sirenas sin dejarse seducir. La capacidad de Ulises de aprender de sus experiencias y crear
nuevas metis a partir de ellas le ofrecen también otras formas de consolidarse como un ser de
transición entre mythos y logos. En este sentido, Hermes juega un papel decisivo para el
aprendizaje lógico de Ulises. A partir de éste, el mortal será capaz de muchas otras techné de
palabra.

De Tiresias y su descenso al Hades, Ulises aprende su destino. No sólo retornará a casa, en


donde deberá matar a los pretendientes que han menguado su fortuna, irrespetado su casa,
atosigado a su mujer y amenazado a su padre y a su hijo; también deberá ir a tierras alejadas
del mar, donde o hay cultura a llevar su palabra, su polis, para rendir allí sacrificio a Poseidón
con el fin de que deje de crearle dificultades aunque, por mar será su muerte, pero sólo hasta
que alcance la vejez y satisfacción de haber vivido plenamente. Metis es una forma de sortear
el destino para lograr que las cosas se den a nuestro favor y con la profecía de Tiresias, Ulises
tendrá que convertirse en un maestro de su implementación para lograr que su destino se dé
como en los designios del mythos. Sin metis, ni el mythos mismo está garantizado de hacerse
realidad.

De Calipso, Ulises aprende que el amor entre los mortales es más fuerte que el amor entre los
dioses. Calipso representa la crisis de la realidad y de la existencia ya que ella, al ofrecerle la
inmortalidad, lo que realmente le ofrece es el olvido eterno. Sólo en la dimensión temporal

Posada González M.C. “De la Aletheia en el Mythos al Lethos en el Logos”. Cuestiones Teológicas.
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No. 40. 1998

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que habitan los mortales las acciones y las palabras pueden tener lugar y, por ende, sólo en la
dimensión de los mortales se alcanza la “inmortalidad” de poder ser recordado. Con la muerte,
la vida humana adquiere sentido. De lo contrario ¿para qué todo? Si Ulises permaneciera con
Calipso ganaría la vida eterna, pero perdería la inmortalidad de su nombre heroico entre los
mortales. Ella es la diosa que oculta y eso es lo que puede ofrecerle a Ulises: dejar de ser lo
que ha sido, dejar atrás su historia, dejar atrás su futuro. Pero por Tiresias, ya Ulises sabe cómo
debe sortear con metis las situaciones para sortear su destino. La existencia eterna de los
dioses no le compensa la eterna memoria que tendrá entre los mortales. Nuevamente, gracias
a la intermediación de Hermes y del juramento que el mismo Ulises la obliga hacer, Calipso
libera a Ulises y hace los tejidos, en colaboración con otra figura femenina, Ino, que le
permitirán sortear la furia que Poseidón desatará en el mar y alcanzar así la isla de los Feacios.

En la isla de los Feacios, Ulises recibe ayuda de dos mujeres. La primera es Nausicaa, quien lo
encuentra y rescata amorosamente, ya que Atenea la había hecho soñar que era hora de
conseguir esposo. Luego Arete, esposa del rey Alcinoo y madre de Nausicaa intercede para que
el extraño sea tratado con la hospitalidad que se merece. Primero se hacen los rituales y luego
se le atiende con juegos y un banquete. Tras el canto del aedo que relata la guerra de Troya, es
que se conocen las historias de Ulises y éste revela su identidad. Al siguiente día, Alcinoo y
Arete lo dotan de aquello que requiere y más para regresar a casa. Una vez más, un poder
femenino interviene a favor de Ulises, logrando que éste, por fin, logre regresar a Ítaca.

4. Conclusiones

Ulises, en un camino de alejamiento del mythos que se intensifica a medida que se adentra en
el ponto y se aleja de la cultura, es apoyado por otros personajes, en su mayoría femeninos o
poseedores del saber femenino, quienes le ayudan a consolidarse como primer mortal en ser
capaz de construir acciones con palabras propias y constituirse en un personaje polifónico, tal
vez el primero. Cual ave de fénix, se aleja progresivamente de su condición mítica,
convirtiéndose primero en nadie y luego llegando a “morir” con su visita al Hades. Todo esto
para renacer de sus cenizas como un ser de logos, gracias a todo el conocimiento que obtiene
de Atenea, Hermes, Circe, Calipso, Tiresias y las demás figuras con saber femenino que le
conceden dones o favores. Disfraces, fármacos, juramentos, discursos, entre otras metis, serán
claves no sólo para que logre sortear los peligros que amenazan su vida, sino para adquirir las
herramientas sin las cuales no le será posible construir un modelo social que, al igual que Zeus,
incorpora a la feminidad dentro de su proyecto como un elemento clave pues, sin ésta y su
poder, no será posible la supremacía ni perdurabilidad del proyecto griego. Con este nuevo
arquetipo de hombre y gobernante que supone el Ulises retornado es posible comenzar una
nueva era en la cultura griega: la del logos.

La Odisea es la epopeya que nos cuenta sobre aquel pasado idílico en el cual el logos no
llevaba (aún) a malas consecuencias. Era un mundo ideal, en el cual el mythos y el logos aún
convivían en paz, como Adán y Eva en el paraíso, antes de ser expulsados. En este mundo la
metis era la clave para transitar de uno a otro y para acceder a ella era indispensable saber
ganarse el favor de las figuras femeninas. Sin metis, sin incorporar en el proyecto masculino el
saber de la feminidad, el mythos basado sólo en fuerza y dominación sería insostenible. Si La
Teogonía nos cuenta cómo los dioses lograron aliarse e incorporar el saber de lo femenino en
el reinado de Zeus y el Olimpo; la Teogonía nos cuenta cómo Ulises logró hacer lo mismo entre
los hombres. Sin embargo, en la medida en que el logos se fue imponiendo y la ciencia y la
filosofía superpusieron el logos al mythos y el hombre a la mujer, la sabiduría de lo femenino
se fue diluyendo cada vez más hasta ser relegada al ámbito privado (el hogar) y a ciertas
techné que usaban palabras silenciosas como el tejido y la cerámica, de manera que la metis
permaneciera oculta a todo aquel que deliberadamente no la estuviera buscando.

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Por una progresiva masculinización de la sociedad griega en su paso de la era arcaica a la
antigua, y luego a la era clásica, implicó que el logos olvidara sus orígenes y, con ellos, cómo
navegar la ambigüedad, oscuridad y misterio del que había emergido. El eco de la dialéctica de
individualidades en el vientre vacío de lo masculino, ya no sólo desconocedor, sino objetor de
lo femenino, se propuso como meta encontrar la verdad sin reconocer que, por falta de
elementos, jamás llegaría a ella.

Las culturas inspiradas en el modelo griego que vinieron después, como la romana, Bizancio y
en general el proyecto europeo de la Edad Media y el Renacimiento, no lograron ver más allá
del mythos y del logos. Metis, como diosa y como forma de saber fue, no tanto olvidada, sino
incomprendida y poco valorada, tal y como sucedió con la mujer y el saber propio de lo
femenino. Aquel que quisiera recurrir por medio de fármacos, disfraces o trucos a otras formas
de saber, sería acusado de brujería. Así, a nuestros tiempos, ha llegado una versión limitada de
la comprensión de la cultura griega y sus orígenes. “Los helenistas modernos, al desconocer su
papel, su impacto, e incluso su existencia, son fieles a una cierta imagen que el pensamiento
griego ha dado de sí mismo y en el que la metis aparece extrañamente como ausente.”12

Hoy sabemos, gracias a los autores que se han dado a la tarea de desenterrar la metis, que, sin
ella, ni mythos ni logos están completos. Que acaso sea necesaria una relectura de todos los
textos para poder generar un entendimiento más completo y resignificar nuestras culturas a
partir de los elementos obviados. Para recuperar su saber y salir de esta encrucijada
posmoderna en la que nos hemos metido como sociedad global insostenible ambiental y
humanamente, acaso sea necesario que hagamos todos nuestros esfuerzos por recuperar el
saber ancestral de la gran diosa, de los misterios eleusinos y de todo aquello sobre la metis
que aún no ha sido des-ocultado. Tal vez, si volvemos a traer la metis a nuestra vida, podamos,
como Ulises, aprender el saber y recibir los dones de la feminidad que nos ayuden a resolver
los problemas que el exceso de logos ha causado en nuestra sociedad. Si no somos capaces,
como Zeus o Ulises, de hacer una alianza con los elementos clave de la feminidad para
incorporarlos en nuestra forma de gobernar el mundo de manera que sea sostenible, quizás
necesitemos que Metis misma, en alianza con Atenea y Gea jueguen una treta más y un
heredero más poderoso que su padre venga a derrocarlo para instaurar un nuevo reinado: uno
que trascienda la dialéctica y que, siendo femenino, no caiga en el error de superponerse a lo
masculino. Ese reinado, liderado por un hombre, deberá ser tan femenino como la misma gran
diosa. Acaso sea la hora de invocar al hijo de Metis.

5. Bibliografía

Homero, La Odisea. Barcelona, Editorial Iberia, 1963.

Blumenberg, Hans. Wirklichkeiten in denen wir Leben: Sprachsituation und inmanente Poetik.
Stuttgart, Reclam, 1999.

Detienne, Marcel. Los Maestros de verdad en la Grecia arcaica. México, Sexto piso, 2004.

Detienne, Marcel y Vernant, Jean Pierre. Las artimañas de la inteligencia: la metis en la Grecia
antigua. Madrid, Taurus, 1988.

Hesiodo. Teogonía en Obras y fragmentos. Madrid, Gredos, 1997.

12
Detienne, M y Vernant J.P. Las artimañas de la inteligencia: la metis en la Grecia antigua. Madrid,
Taurus, 1988.

11
Posada González, Maria Cecilia. “De la Aletheia en el Mythos al Lethos en el Logos”. Cuestiones
Teológicas. No. 40. 1998.

Schmieder, Carsten. “Der Mythos”. Mythos bei den Griechen. Berlin, 1990. http://edoc.hu-
berlin.de/oa/reports/reim1Q9aZ2RYc/PDF/26Om2ELJ9g7po.pdf

López Perez, Ricardo. El Mito Griego como Antecedente de la racionalidad filosófica:


Dimensiones filosófica, histórica y epistemológica del Mito Griego y su relación con el Logos
entre los siglos VIII y V A.C. Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad de Chile, 2005.
http://www.tesis.uchile.cl/tesis/uchile/2005/lopez_r/sources/lopez_r.pdf

López Pérez, Ricardo. La razón del mito. E-book.


https://es.scribd.com/book/435001349/La-Razon-del-Mito

Cornford, M. Francis. From Religion to Philisophy. Página 42.


https://archive.org/details/in.ernet.dli.2015.179784/page/n61/mode/2up/search/mythos

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