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Nietzsche.

ENTRECLÁSICOS

Spinoza y Nietzsche: el
pesimismo de los fuertes
Nietzsche no llegó a conocer las dos guerras
mundiales. Quizás eso le habría hecho
comprender que la injusticia no es la esencia de Tribunas anteriores
la vida, sino un mal objetivo que puede destruirla
' 'Las bodas de Fígaro' en el
por Rafael Narbona 24 mayo, 2022 - 01:25 ( GUARDAR
Teatro Real: ¡Qué mal
envejece lo que envejece mal!

E
23 abril, 2022 - 08:56
l optimismo es una palabra desacreditada, pero necesaria. A
veces, cambia de nombre y se presenta bajo la máscara de lo que
' 'El ángel de fuego' de
Nietzsche llamó "el pesimismo de los fuertes", según el cual Prokófiev abrasa el Teatro
hay que amar la vida y no restarle valor porque soporte la Real
amenaza del dolor y la muerte. ¿Convendría hablar de 23 marzo, 2022 - 08:21
esperanza en vez de optimismo? La esperanza es un concepto de mayor
densidad, pero está asociada a la escatología, a la expectativa de un estado Los últimos
que trasciende el mundo físico, una posibilidad que hoy suscita escepticismo
Opinión
e incredulidad. La noción de verdad ya no está vinculada a una revelación
acontecida en la historia y plasmada en un libro. Isabel San Sebastián
novela con 'La dueña'
la España de los taifas
Los textos canónicos de las distintas tradiciones religiosas ya no se Luis María Anson
consideran sagrados, sino relatos con un valor simbólico. El eclipse de lo
sobrenatural parece un hecho irreversible, al menos en Occidente. Por lo Opinión

tanto, la esperanza ya no puede basarse en mensajes enviados La familia tiene mala


desde el cielo, sino que ha de extraer sus argumentos de la tierra. No es una literatura
tarea sencilla, pues la tierra proclama que todo es efímero y frágil. El devenir
Manuel Hidalgo
acaba reduciendo a polvo todo lo existente. El tiempo es un río incesante que
ahoga a todo el que flota en sus aguas. El pesimismo de los fuertes no se deja Opinión

intimidar por ese panorama. Aunque todo viaje hacia la nada, la vida en sí Vas lento
misma es algo prodigioso, un don que se debe amar con coraje, sin
deplorar sus aristas.
Javier Gomá

Opinión

Emilio Lledó:
reflexión metafísica
sobre identidad y
amistad
Luis María Anson

Ernst Bloch rescató el concepto de esperanza del ámbito de las religiones,


afirmando que la estructura ontológica de la vida presupone siempre la
espera. El ser humano no es algo acabado e inerte: "Vive en tensión hacia el
futuro". En su interior, late un impulso que le empuja hacia la realización de
lo que se halla en un estado de mera posibilidad. No es una tendencia
exclusivamente humana, sino una pulsión cósmica, un principio ontológico
que amplía el horizonte del ser en lugar de restringirlo. Bloch seculariza el
concepto de esperanza, preservando su dimensión utópica.

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Contemplar el porvenir con esperanza o, si se prefiere, con optimismo, no es


un gesto de inconsciencia, sino el justo reconocimiento del potencial creativo
del cosmos y el hombre. Lo que está por delante nunca es una tierra
baldía, sino un campo fértil que traerá nuevos frutos. No hay que
acobardarse porque las paletadas del enterrador sean las últimas notas de
nuestra existencia. Solo debemos preocuparnos de haber añadido cosas
valiosas a la corriente de la vida. Bloch es un ejemplo del pesimismo de los
fuertes, una actitud que aprecia una dimensión positiva y fructífera incluso
en la muerte.

En el siglo XVII, Spinoza se atrajo el odio de la sinagoga y de las iglesias


cristianas al identificar a Dios con la Naturaleza, negando la inmortalidad
personal. Lo que más irritó de su filosofía no fue su impugnación de lo
trascendente, sino su exaltación de la alegría desde una perspectiva
exclusivamente terrenal. Spinoza afirma que el sabio no piensa en la
muerte. Su mente no pierde un instante con ella, pues su objetivo es cultivar
la alegría, fuente de toda perfección.

El arte nos ayuda a transformar y


redimir las imperfecciones de la vida

¿Qué entiende Spinoza por alegría? Todo lo que nos mueve a obrar, la
satisfacción de culminar una tarea, la realización de nuestros proyectos, la
actualización de las potencias que albergamos. Entristecerse porque
vamos a morir es una necedad, pues la finitud es una ley de Naturaleza y
esta no hace nada en vano. Solo debe apenarnos caer en la impotencia, no ser
capaces de desarrollar nuestras ideas y anhelos, no participar activamente en
el despliegue de la vida.

Podríamos decir que Spinoza participa del pesimismo de los fuertes, pues
concibe la existencia como un conjunto de posibilidades infinitas.
Obrar alegremente significa gestionar de forma racional las opciones que
están a nuestro alcance. El sabio lucha por su autonomía, intentando ser
causa de sus actos y no un simple padecer que se deja configurar por fuerzas
externas a su voluntad. El optimismo es un ideal de emancipación, no
una confianza irreflexiva en el azar. Spinoza es una isla en la historia de la
filosofía, una anomalía, pues asume la finitud sin amargura.

De hecho, entiende que es una necesidad. Por el contrario, la mayoría de los


filósofos se rebelan contra ella y maldicen poseer una conciencia racional que
les revela su caducidad como individuos. Patalean como niños contrariados,
alegando que algo que no dura ni siquiera es vida. Solo es una sombra, una
ficción, un sueño o quizás la obra de un demonio. Es lo que opina
Schopenhauer, que a los diecisiete años descubre la vejez, el dolor, la
enfermedad y la muerte, y concluye que "el mundo no podía ser obra de un
Ser que todo lo ama, sino más bien la de un demonio, que había traído a la
existencia a las criaturas para deleitarse con su sufrimiento".

Schopenhauer alardeaba de haber identificado el noúmeno, ese fondo


inteligible que Platón situó más allá de los sentidos y que Kant describió
como inaccesible a la razón. Su tesis es que el noúmeno no es una dimensión
espiritual o un límite epistemológico, sino esa fuerza oscura de la que procede
la vida y a la que podemos designar con el nombre de Voluntad. La Voluntad
es un ciego afán de vivir que se objetiva en la Naturaleza mediante
apariencias sucesivas y efímeras. Carece de finalidad o propósito. Es una
compulsión irracional que se aprecia en todos los seres vivos y que explica la
lucha incesante por sobrevivir y reproducirse.

No es una lucha incruenta, sino una pugna terrible caracterizada por el


sufrimiento, el conflicto y la insatisfacción. Solo hay una forma de soportar
esta tensión: abolir el deseo, cultivar la ataraxia o impasibilidad, abrazar el
ascetismo, abstenerse del sexo y la reproducción. Podríamos decir que
Schopenhauer incurre en el pesimismo de los débiles. Sin embargo, ese
desánimo no se traduce en indiferencia hacia el dolor ajeno. Por el contrario,
aboga por la compasión y el respeto a la vida. En un cosmos transido
de sufrimiento, la piedad es la única alternativa ética y racional.

Nuestra individualidad se extingue sin


remedio, pero de alguna forma
perduramos, pues formamos parte de lo
que Spinoza llama Dios o la Naturaleza

Nietzsche reconoció en Schopenhauer a un maestro, pero consideró un


gravísimo error responder a la dureza de la existencia con imperturbabilidad
y compasión. Esas dos actitudes le parecieron una herencia del platonismo y
el cristianismo, que denigran el mundo real para exaltar un hipotético
trasmundo. Sacrificar el placer y renunciar a la ambición, compadecerse de
los débiles y practicar el ascetismo, no constituye una virtud, sino una actitud
decadente. El cristianismo y el budismo nacen del odio a la vida, cuya
crudeza interpretan como algo malvado.

En cambio, Nietzsche opina que no hay nada deleznable en el ser.


Hay que acatar la ley de la Voluntad, obedecer a su impulso ascendente. Todo
lo que es bueno para la vida es absolutamente bueno. ¿Y qué es bueno para la
vida? Todo lo que incrementa el poder, la fuerza, la salud. ¿Y qué es malo,
entonces? Lo débil y enfermizo, lo frágil y decadente, lo plebeyo y bajo. La
moral del hombre superior ordena vivir cada instante como si fuera a
repetirse eternamente, sin lamentar nada de lo acaecido. No hay que tener
miedo a ser injusto. La vida es injusta. La Voluntad siempre es Voluntad de
Poder. Frente al pesimismo decadente de los que protestan por el mal físico y
. /
moral, el pesimismo de los fuertes celebra el dolor, la injusticia, la guerra.
Vivir es pelear sin tregua, avasallar o ser avasallado, esclavizar o ser
esclavizado.

Postular trasmundos para aplacar la insatisfacción que nos produce el mundo


real, con sus duras leyes y sus terribles depredaciones, es quizás el pecado
más imperdonable. Nietzsche asegura que el optimismo es superficial y
aparece en los períodos de decadencia. Lo descubrimos en Sócrates y
Eurípides, embriagados de razón y convencidos de que todo puede ser
comprendido y esclarecido. El pesimismo de los fuertes se sitúa más
allá del bien y el mal. No intenta comprender. Solo le preocupa la salud, el
poder, la plenitud. Ama la vida y sabe que es absurdo juzgarla desde el punto
de vista de la moral cristiana.

Todos los que intentan asociar el bien y la justicia a la vida albergan una
profunda hostilidad hacia ella. "La vida es algo esencialmente amoral",
escribe Nietzsche en un breve ensayo que compuso como introducción a la
tercera edición de El nacimiento de la tragedia. Los que no reconocen este
hecho primordial esconden una "voluntad de ocaso". Su negación del carácter
trágico y amoral de la vida nace del resentimiento. En su interior, bulle "un
instinto secreto de aniquilación, un principio de ruina, de
empequeñecimiento, de calumnia". La ataraxia de Schopenhauer es
resignación, complicidad con el fracaso, connivencia con lo débil y enfermizo.

¿Cómo soportar entonces la dureza de la vida, la vejez, la enfermedad, la


muerte, esas calamidades que afligieron tanto a Schopenhauer y a otros
filósofos? Transformándolas en materia artística. El mundo solo se justifica
como fenómeno estético. La redención del dolor se alcanza mediante
una síntesis entre lo nocturno y lo solar, lo informe y lo
delimitado, el caos y la armonía. Dicho de otro modo: fundiendo lo
apolíneo y lo dionisíaco, tal como hicieron los grandes trágicos griegos. El
equilibrio siempre emerge de lo orgiástico y terrible. No será posible en una
sociedad democrática, donde se ha invertido la moral natural, convirtiendo la
debilidad en virtud. Nietzsche aboga por la restauración de los valores de
Grecia y Roma, civilizaciones que identificaban la virtud con la salud, la
fuerza y la crueldad.

El pesimismo de los fuertes se sitúa más


allá del bien y el mal. No intenta
comprender. Solo le preocupa la salud, el
poder, la plenitud

¿Qué lecciones podemos extraer del pesimismo de los fuertes? Que la vida es
un bien objetivo, que estar en el mundo significa disfrutar de
infinitas posibilidades, que la finitud no es una desgracia, sino una fuente
de renovación, que la libertad es la meta de una existencia verdaderamente
racional, que somos copartícipes del impulso creador del cosmos. Morimos,
sí. Nuestra individualidad se extingue sin remedio, pero de alguna forma
perduramos, pues formamos parte de lo que Spinoza llama Dios o la
Naturaleza, un binomio indistinguible.

No somos puntos aislados, meras discontinuidades, sino aspectos de una


totalidad que se renueva sin cesar y que sería de otro modo sin nuestra
irrupción en el tiempo y el espacio. Debemos amar incondicionalmente
la vida, pues nos aporta placer, belleza, sabiduría. Decir no a la vida,
solo conduce al nihilismo, como demuestra la recomendación de
Schopenhauer para no multiplicar el dolor. El arte nos ayuda a transformar y
redimir las imperfecciones de la vida. La tragedia de Prometeo es
sobrecogedora, pero sobre el escenario se convierte en un canto a la libertad.

El pesimismo de los fuertes de Nietzsche se vuelve estéril cuando elogia la


crueldad y la injusticia como expresiones del poder y la creatividad de la vida.
En La genealogía de la moral, exalta a esas razas nobles, aristocráticas que
experimentan la necesidad de "retornar" a "la inocencia de los animales de
rapiña", dejando tras de sí un rastro de "asesinatos, incendios, violaciones y
torturas", con la satisfacción de saber que sus estragos servirán de materia a
los poetas para elaborar sus cantos. Nietzsche no llegó a conocer las dos
guerras mundiales ni el temor de un holocausto nuclear. Quizás eso le habría
hecho comprender que la injusticia no es la esencia de la vida, sino un mal
objetivo que puede destruirla.

El pesimismo de los fuertes excluye cualquier esperanza sobrenatural.


Nietzsche admiraba a Heráclito, pero no reparó en uno de sus aforismos más
proféticos: "Quien no espera lo inesperado, no lo encontrará". Lo imposible
parece incompatible con la razón, pero es necesario, como ya
advirtió Kant. El pesimismo de los fuertes también debería abrirse a lo
inesperado, aceptando que el ser puede expandirse más allá de lo que somos
capaces de imaginar.

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1 Comentario

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JAR78 ' 24/5/2022

Muy completo recorrido, aunque la conclusión _nal es sorprendente. La Naturaleza no deja de


sorprendernos, es esa la apuesta de futuro. Al contrario, Dios es la respuesta limitada a todas sus
sorpresas: ¿qué dirían los autores del Génesis al ver que su superhombre no cubre ni el 1% de lo magní_ca
que es la Naturaleza? Te sigo sintiendo con temor a lo dionisiaco, Rafael, todo muy apolíneo.
+0 ,0 ' RESPONDER

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