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1. Una evidencia
- Hemos dicho que a las religiones les preocupa el sentido de la vida. Afirmamos que quieren aportar a las
personas sentido de la vida y felicidad.
- Desde la tradición judeo-cristiana se afirma que Dios “hizo todas las cosas buenas” (idea de creación) para que
las personas vivieran en armonía entre sí, y con el cosmos (idea del Paraíso inicial, “jardín del Edén”).
- Sin embargo, el mal, el sufrimiento y el sinsentido hicieron pronto su aparición. Algunos relatos del Antiguo
Testamento quieren responder a esta pregunta: ¿Por qué si Dios es bueno, e hizo todas las cosas buenas existe
el mal en el mundo? ¿por qué sufre el inocente? ¿por qué le va tan bien a los “malvados” y el justo sufre? Este es
el caso del relato de Génesis sobre “el árbol de la Ciencia del bien y del mal” (Adán, Eva y la Serpiente, que no
manzana…) o el de “Caín y Abel”.
- La respuesta a esos interrogantes la ofrecen también esos relatos. En la concepción del ser humano que plantea
la tradición religiosa judeo-cristiana juega un papel importantísimo la libertad. La persona es hecha libre, no es
ningún juguete en manos de cualquier “diosecillo”. Si es libre puede elegir. Puede decir “no” al proyecto de
“casa común para la familia de las personas y de todos los seres” con que Dios había soñado desde el principio.
- Acusarse los unos a los otros (Adán, Eva, Serpiente), romper la armonía inicial, la relación armónica (Paraíso, el
proyecto de Dios para todos los vivientes) es lo que el cristianismo denomina “pecado” (en este caso “original”.
Pecar es romper la relación necesaria con los otros, con los demás seres, con el cosmos, con Dios).
- El Dios del que habla Jesús es como un “padre” que quiere sentar a todos sus hijos en la mesa de un gran
banquete preparada para la familia de los hombres, en la que los más desfavorecidos sean los primeros.
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