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Sotelo, gracias K.

Cross
YOU ARE MINE

THE LYCANS, 2

Sotelo, gracias K. Cross


JENIKA SNOW

Sotelo, gracias K. Cross


Luca
Había perdido la cabeza, era más animal que hombre. Más loco
que cuerdo.
Y todo porque no había encontrado a mi pareja, esa hembra
nacida para ser mía y solo mía.
Como Lycan de más de cuatrocientos años, un ser sobrenatural
que era capaz de cambiar de humano a mi lobo interior, mi
especie era conocida como bestias temibles con un poder
inimaginable. Todos nos temían, y con razón.
Había perdido la esperanza de encontrar alguna vez a mi pareja
y por eso había dejado que mi bestia interior reinara de forma
suprema, que me controlara. Estaba mucho más rabioso que
cualquier otra cosa.
Pero entonces sucedió. La vi, mi compañera halfling. Parte Lycan.
Parte vampiro. Era perfecta y estaba hecha para mí.

Sotelo, gracias K. Cross


La anhelaba como ninguna otra, y la tendría como mía sin
importar lo que pasara.
Porque no había nada más peligroso que un macho del Otro
Mundo encontrando a su compañera y manteniéndola cerca.
Pero ella tenía protectores, hermanos y un Padre que me veían
como la bestia que era, y estaban dispuestos a ir a la guerra
conmigo... para alejarla de mí.
Llevaba toda la vida esperándola, y pronto se darían cuenta de
que arrasaría con todo y con todos los que se interpusieran en mi
camino para reclamar mi premio, sin importar las consecuencias
o las repercusiones.

Sotelo, gracias K. Cross


Prólogo
LUCA

Proveerla. Mimarla. Hacerle ver lo que tienes que ofrecer como un macho de
valor y una pareja que cuidará de ella.
Mi bestia interior hablaba alto y claro mientras caminaba por el
mercado, los puestos que mostraban prendas rumanas hechas a
mano, tapices, colgantes y broches. También había baratijas talladas,
Pasteles y frutas y verduras frescas.
Ren caminaba a mi lado, mi hermano acababa de cumplir
veinticinco años, un muchacho joven no solo para un humano, sino
también para un Lycan que vivía más de un milenio.
Me detuve frente a un puesto que fabricaba hermosas bufandas
tradicionales rumanas y extendí la mano para tomar una de aspecto
delicado. El fondo blanco se rompía con dibujos y diseños bordados, y
los colores brillantes llamaban la atención.
Me imaginé a mi compañera vistiéndola, algo que me produjo
una inmensa alegría.
—Le quedará precioso. — murmuré más bien para mí y se lo
entregué al vendedor. Le di una moneda y cogí el artículo, ahora
envuelto en lino.
—Seguro que las compañeras no se preocupan por esas cosas.

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Me reí de Ren, porque sabía que mi hermano descubriría algún
día que no importaba si a su compañera le importaban esas cosas o
no. Seguiría queriendo darle el mundo.
—Tal vez odie cualquier cosa que le dé, y eso estará bien.
Encontraré otras cosas con las que complacer a mi futura Pareja. —
Al pensar en eso me imaginé complaciéndola con mi cuerpo, y una
oleada de necesidad me golpeó.
Sabía que Ren no estaba escuchando, mi hermano ya estaba
mirando a un puesto de Pasteles al otro lado del camino.
—Quizá solo quiera mis caricias, o Palabras dulces y suaves. Tal
vez quiera flores frescas cortadas del jardín que he creado para ella, o
frutas frescas cada mañana cultivadas en nuestro jardín. Pero
mientras ella me desee tan ferozmente como yo seguramente la
necesitaré, seré un macho agradecido y contaré mis bendiciones.
—Cuando encuentre a mi Pareja…— murmuró Ren casi
distraídamente. —Ella sabrá que el destino nos unió y querrá ser
compañera, no mimada por su macho. Correrá a mis brazos abiertos.
Resoplé y miré a Ren. Aunque técnicamente -al menos para un
humano- ya era mayor, como Lycan no era más que un bebé, un
muchacho entre nuestra familia de hombres lobo cambiantes. Tenía
mucho que aprender sobre la vida y el mundo.
—Entenderás cuando seas mayor que a veces los regalos más
preciados son los más difíciles de adquirir. — Extendí la mano y le
acaricié el pelo negro. Me apartó la mano, pero sonrió. Aunque estaba
seguro de que empezaría a anhelar a su pareja más pronto que tarde.
Como macho del Otro Mundo, no podíamos estar con nadie más
que con nuestra pareja vinculada. Nos reservábamos solo para ellas,
ni siquiera permitíamos que otra mujer -salvo las de nuestra familia
directa- nos viera en nuestra forma cambiada. No conocía las leyes y
la jerarquía de los demás seres del Otro Mundo ni sabía si también las
seguían, pero las criaturas que conocían -Lycans, demonios, vampiros
y brujos- no tenían ningún interés en nadie más que en sus seres
predestinados.
Nunca deseábamos a otro, siempre buscábamos, anhelábamos
a los que habían nacido para ser solo nuestros. Y estaba claro que Ren

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no había llegado a ese bloque de desesperación en el que lo único que
anhelaba era su pareja, su otra mitad.
Observé cómo Ren se dirigía a ese puesto de pasteles que había
estado mirando todo este tiempo y solo pude sonreír y sacudir la
cabeza. Esperaba y rezaba a los dioses para que mi hermano no
tuviera que esperar mucho para encontrar a su pareja. Pero las
posibilidades de que alguno de nosotros encontrara a su pareja en un
futuro próximo eran escasas. Y encontrarla en nuestro hogar de
Rumania era aún más improbable.
Escuché historias de machos Lycans que no querían otra cosa
que encontrar a sus hembras predestinadas, pero pasaron siglos y
seguían solos. Y para un macho del Otro Mundo, todo lo que
queríamos, todo lo que deseábamos y buscábamos con obsesión, era
esa única mujer.
Sentí un dolor en el pecho al pensar que pasarían días, por no
decir años y siglos, sin tenerla a mi lado. Un Lycan podía vivir siglos y
siglos, pero lo único que quería era pasar todo ese tiempo con ella a
mi lado.
Ella era mi hembra sin rostro que ya era todo mi mundo, y sin
embargo no sabía nada de quién era.
Pero la esperaría, toda mi vida, si era necesario. Seguiría
tratando de mejorarme para que, cuando nos encontráramos, no
pudiera encontrar ningún defecto en mí. Compraría casas en todo el
mundo para que ella pudiera elegir, una abundancia de opciones para
que pudiera ser verdadera y plenamente feliz.
Y haría todo esto con anticipación y necesidad corriendo por mis
venas. Porque ella me haría completo.
Solo tenía que esperarla.

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Capítulo 1
LUCA

Actualidad: más de cuatrocientos años después


Salí de la mansión, algo que ocurría cada vez menos con el paso
de los días. Mi tiempo lo ocupaba con rachas de lucidez mezcladas con
mi lobo interior tomando el control.
Y en este punto de mi vida... dejé que la bestia vagara libre
dentro de mí. Era más fácil. Menos doloroso que estar recordando día
tras día lo que no tenía y probablemente nunca tendría.
Mi compañera.
Pero Ren había encontrado a su compañera, una hembra
humana americana que compartía los mismos ojos azules llamativos
que él. Su hembra vinculada que le daría felicidad y placer, bebés y
amor.
Estaba celoso. Enojado. Estaba enojado por las cartas que el
destino me había dado.
Y eso me hacía sentir aún peor, como un cabrón, porque sentía
cualquier cosa menos pura alegría porque mi hermano había
encontrado la otra mitad de su alma.
Y la había reclamado, el olor de ella llenaba la finca. Me había
tenido que ir, no solo por la poca cordura que me quedaba, sino porque
era lo único que podía darle como regalo. Intimidad.

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Necesitaba irme, para dejar que Ren y su hembra hicieran crecer
sus vidas sin tener a una bestia que apenas se aferraba a la cordura
justo en las entrañas de su hogar. Y ahora era su hogar, el de ellos
dos.
Pero por el momento, caminé por el terreno, intentando -en vano
y con desesperación- consolarme en la naturaleza como lo hice una
vez.
Y mientras inhalaba profundamente, no había duda de que Ren
había tomado a su compañera a la manera de nuestra especie: bajo la
luz de la luna llena, reclamándola por completo y poniendo su marca
en ella. Era la forma de nuestra especie, un acto sagrado y ritual que
los compañeros realizaban cuando por fin estaban completos con la
mujer que estaba destinada a ser suya.
No era lo suficientemente fuerte como para negar la atracción de
la luna, para dejar que mi Lycan saliera completamente y corriera
libre, y cada vez que la luna estaba alta, me encerraba, haciendo que
mi bestia interior sufriera el dolor de no ser libre una vez más.
Pero esta noche, rompí la costumbre. Ren merecía tener este
tiempo en su casa con su pareja a solas. No necesitaba a un hermano
que estaba perdiendo lentamente la cabeza bramando en la cámara
inferior de la finca mientras acercaba a su hembra y se deleitaba en el
hecho de que ya no estaba solo.
Así que aquí estaba yo, caminando por el sendero ligeramente
desgastado del bosque, el mismo que mi hermano recorría claramente
noche tras noche antes de encontrar a su hembra. Podía oler el aroma
de Ren entre los árboles y el tenue aroma de su reclamo con la mujer
que ahora era irrevocablemente suya para siempre.
Me alegré por él, aliviado de que ambos no corriéramos la misma
suerte.
Y ahora aquí estaba yo, tomando el mismo camino que él. Pero
hacía tiempo que había perdido la esperanza a la que él se aferraba
claramente todo este tiempo.
Un corte en los árboles dejaba ver el brillo plateado de la luna.
Entré en el claro e incliné la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos y
dejando que esa poderosa atracción casi me adormeciera.

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Sin duda, mi hermano celebraría la ceremonia de apareamiento
en cuanto pudiera. Ya la había reclamado -lo cual podía oler
fácilmente en el aire-, pero sabía que querría que los de nuestra
especie, así como los aliados de los Lycans, fueran testigos de cómo se
apareaba con su hembra como es debido. Era similar a una boda
humana, pero sin los votos, el vestido blanco o el lanzamiento del
maldito arroz. Básicamente, era una forma de que los de nuestra
especie presumieran de sus compañeras y de que todos los machos
supieran que ella había sido tomada: la marca en su cuello se exhibía
con orgullo. La palabra viajaría entre las especies para que todos
supieran que no debían joder con ella o se enfrentarían a la muerte.
Así que sí, mi hermano seguramente celebraría la ceremonia lo
antes posible. Y no podía culparlo. Diablos, yo también lo haría.
Cerré los ojos y exhalé, dejando que el brillo de la luna intentara
tranquilizarme como siempre lo hacía. Y ayudó, mínimamente.
Sabía que los rumores de que me había vuelto loco habían
corrido como la pólvora por nuestro mundo. Todos pensaban que era
peligroso, violento, más bestia que criatura. Suponía que lo era. Pero
por mi hermano, haría una aparición en su ceremonia por respeto. No
podía no ir. Y miraría a cada uno de esos bastardos a los ojos y les
haría ver que todavía estaba aquí, apenas vivo, pero todavía aquí.
Luego me arrastraría de nuevo a las fosas de la mansión y
contemplaría realmente si todo esto merecía la pena.

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Capítulo 2
AINSLEE

Me sentía fuera de lugar, pero supongo que en cierto modo


estaba en otro mundo. Rumanía, sobre todo en estos pueblecitos, no
se parecía en nada a las tierras altas que yo llamaba hogar. Pero este
País era definitivamente hermoso, no obstante.

Siempre me he sentido fuera de lugar, ¿no?


Me moví por la habitación, pegada a las paredes, porque me
sentía ligeramente claustrofóbica. Vi a mi padre y a mi madre. El amor
que se tenían era muy real.
Mi padre, Banner McGregor, rey del clan escocés de los Lycans,
había encontrado a su pareja en mi madre, una vampiresa americana
que vivía en Europa del Este desde que cumplió dieciocho años, es
decir, más de un siglo antes. Su encuentro había sido nada menos que
una casualidad, una suerte de sorteo, un golpe del destino, o uno de
los muchos otros dichos que a mi padre le gustaba utilizar para
describirlos.
Era una historia que me encantaba escuchar más de una vez
mientras crecía, acurrucada en el enorme sofá de cuero que había
frente al rugiente fuego de nuestra mansión de caza. Escuchaba a mi
padre contar la historia mientras miraba fijamente a su compañera,
con el amor, el anhelo y la gratitud de tenerla en su vida claramente
reflejados en su rostro.

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Decir que los polos opuestos se atraen era un eufemismo en lo
que respecta a mis Padres.
Era algo que todos los humanos sobrenaturales y mortales
deseaban, ¿no? ¿Tener... amor?
Miré a mis hermanos, viéndolos devolver la bebida como si fuera
agua y hubieran estado en el desierto durante demasiado tiempo. Eran
tan parecidos a mi padre, que se dedicaban a su lado Lycan con gusto.
Esos lados lobunos dominaban sus mitades vampíricas, así que solo
quedaban bestias salvajes.
¿Pero yo? Ninguno de mis lados había reclamado el dominio. No
era ni vampiro ni Lycan. Una verdadera mezcla de ambos, un poco de
un lado, una pizca del otro. Apenas era más fuerte que un simple
humano, porque aparentemente mi cuerpo no quería decidir qué lado
genético dejar dominar en el útero.
Exhalé, una vez más frustrada conmigo misma porque me
importaba algo de eso, cuando en el gran esquema de las cosas,
debería estar feliz de tener una familia amorosa y siglos que esperar.

Pero sí me importa. Me importa porque todos los hombres de mi familia me


miran como si me fuera a romper. Me miman y protegen. Diablos, me
sorprende que haya podido venir a la ceremonia de apareamiento, ya
que creen que soy una maldita flor delicada.
Una vez más, observé la sala. Vampiros, Lycans, demonios e
incluso algunas otras criaturas del otro mundo habían viajado desde
muy lejos Dara presenciar la ceremonia de apareamiento. Todas estas
criaturas eran amigas o aliadas de Ren y/o los Lycans. Y fue
surrealista verlo. Como los machos de mi familia eran tan protectores,
las únicas criaturas de mi mundo que había visto eran los lobos y los
vampiros.
Así que esto era tan emocionante como un poco aterrador.
Mi madre me indicó que me acercara y me sonrió; sus pequeños
colmillos gemelos aparecieron por un segundo antes de rodear mis
hombros con su brazo y acercarme a ella. Llevaba el pelo largo y negro
recogido en un elegante moño, y su vestido color zafiro
complementaba su piel pálida y sus ojos azules.

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—Ah, ahí está mi pequeña muchacha. Ven aquí, querida hija. —
Mi padre, un Lycan macizo con hombros anchos y una estructura
descomunal, sobresalía por encima de muchos de los invitados a la
ceremonia de apareamiento. Pero de nuevo, no muchas criaturas eran
tan grandes y temibles como un Lycan, o como un rey. Y mi Madre era
ambas cosas.
Le sonreí y se inclinó para besarme en la cabeza. No importaba
que tuviera veinte años -un adulto en los estándares humanos- porque
en los estándares Lycans, mi Madre todavía me veía como su niña, tan
joven cuando se miraba la vida de una criatura Paranormal.
—Tu madre y yo nos iremos a esta hora mañana por la noche.
Mi padre había comprado un jet privado para mi madre por
motivos obvios: la luz del sol era algo prohibido para los vampiros, al
igual que las líneas aéreas comerciales, ya que eran demasiado
peligrosas. También estaba el hecho de que le gustaba mimarla,
hacerle regalos, comprarle cosas porque le gustaba ver la sonrisa en
su cara, pero también le gustaba -probablemente más- la molestia de
buen corazón de ella cuando le decía que dejara de comprarle cosas.
— ¿Quizás paremos en el norte de camino a casa para ver la
aurora boreal?— Sonrió ampliamente, ya que sabía que me encantaba
ver esas hermosas luces, y aunque podía tolerar algo de luz solar,
prefería mantener los mismos horarios que mi madre y mi padre, que
eran bastante nocturnos.
—Se van a quejar. — refunfuñé mientras inclinaba la barbilla en
dirección a mis tres hermanos. Los trillizos eran tan revoltosos como
cabía esperar de los machos Lycans, pero, de nuevo, encajaban
perfectamente en el clan. Yo era más bien el bicho raro.
—Esas pequeñas mierdas están demasiado dispuestas a hacer
feliz a su hermanita.
Sacudí la cabeza, pero sonreí. Sí, eran los mejores, aunque les
hiciera pasar un mal rato por ser tan condenadamente prepotentes y
protectores.
Mi padre empezó a hablar con otro miembro del clan y yo
escudriñé la sala. Se llenaron vasos de cristal con sangre para los
vampiros. Whisky o bourbon de color oscuro para los demás invitados.

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Había una enorme mesa de banquete con todo tipo de comida
imaginable.
Extendí la mano y cogí una copa de champán de un camarero
que pasaba por ahí, sonreí y di las gracias, y luego me llevé la copa a
la boca para beber un sorbo del dulce y burbujeante líquido. Aunque
no era tan dulce como la sangre y no me proporcionaba el subidón
eufórico del líquido vivificante, seguía siendo suficiente.
Me terminé casi todo el vaso -sintiendo los efectos del alcohol en
mí de forma placentera- cuando sentí un cambio en la enorme sala. El
aire pareció volverse más frío y, como al unísono, todos se volvieron
hacia la amplia entrada del gran salón.
Estaban mirando a alguien.
Yo era pequeña, no solo para ser una mujer, sino también para
ser una criatura sobrenatural, así que no había forma de que pudiera
ver por encima de los imponentes hombres o de las esbeltas y altas
mujeres.
Inhalé profundamente, buscando entre todos los olores de la
habitación y tratando de concentrarme en lo que fuera que estuviera
en esa entrada. Me costó trabajo; los olores eran muchos y espesos,
perfumes y alimentos, y mis “poderes” sobrenaturales eran muy
escasos, apenas más fuertes que el sentido del olfato de un humano.
Pero entonces lo fijé.
Sentí una sacudida al percibir el aroma, sentí que mis ojos se
abrían de par en par y que mi corazón se aceleraba. Gotas de sudor
salpicaron mis sienes, mis palmas, y se deslizaron entre mis pechos.
¿Respiraba más fuerte? ¿El aire era más denso? Dioses, estaba
mareada.
Y una vez que ese aroma llenó mi nariz y mi cabeza, no pude oler
nada más.
Un macho Lycan era a quien todos miraban, pero yo seguía sin
poder verlo. Me estremecí, sin entender por qué de repente sentía
tanto calor y frío. Por qué me sentía tan... consciente. Despertada.
— ¿Es Luca Lupineov?— le susurró mi madre a mi padre,
acercándose a él. Rodeó la cintura de mi madre con un brazo y, como

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si quisiera mantener a las mujeres cerca, hizo lo mismo conmigo,
acercándome de forma protectora a su lado.
Noté que mis hermanos se abrían paso hacia nosotros, con sus
miradas oscuras, peligrosas. Nos observaron a mi madre y a mí,
protegiéndonos como lo hacía nuestro padre. Por otra parte, así eran
todos los hombres sobrenaturales cuando se trataba de mujeres que
les importaban.
Eché un vistazo a la habitación, observando que los machos
hacían lo mismo con sus compañeras e hijas, y que los hermanos
parecían querer proteger instintivamente a sus hermanas y madres.
—Sí. — respondió mi padre, y sentí que su mano me apretaba el
hombro. —Un Lycan enloquecido es una de las criaturas más
peligrosas que existen.
Y entonces los cuerpos empezaron a separarse mientras el
macho se dirigía claramente hacia el gran salón. Todavía no podía
verlo y traté de ponerme de puntillas para verlo mejor. Vi un destello
de pelo oscuro y corto, un conjunto de hombros anchos y poderosos.
El hombre se enderezó y me quedé boquiabierta al ver lo grande y alto
que era, superando incluso a mi padre, que por lo visto era uno de los
hombres más grandes de la sala.
Señor, ese hombre debía de medir fácilmente 1,80 metros, tal
vez uno o dos centímetros más. Y la potencia de su cuerpo, los
montones de músculos, eran asombrosos. Pero había algo más, algo
en él que hizo que mi piel se tensara y que esa extraña sensación se
moviera dentro de mí. Sentí que mi padre se ponía aún más rígido y
lo miré. Me miraba con las cejas fruncidas.
—Muchacha, ¿estás bien?
Me aclaré la garganta y traté de calmar mi corazón, lo que por
supuesto solo empeoró las cosas. —Estoy bien. — Esperaba que mi
sonrisa fuera convincente. Pero mi padre me siguió observando
durante largos segundos hasta que un movimiento adelante atrajo su
atención.
Exhalé y oí murmullos bajos.

Era la suya... la del macho Lycan. La voz de Luca.

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De hecho, cerré los ojos y me habría tambaleado por el sonido si
no fuera porque mi padre se aferraba a mí.
Luca estaba felicitando a su hermano Ren por su apareamiento,
y su voz profunda, ronca y acentuada, me hizo sentir calor. Pero
estaba ligeramente distorsionada, no era humana. Sin embargo, no
era totalmente su bestia. Era una mezcla, y sabía que los rumores
tenían que ser ciertos. Luca se había vuelto loco, su animal interior
había tomado el control. Cambió parcialmente para ser más grande,
más alto. Más poderoso.
Había oído hablar de Luca Lupineov. Estaba segura de que todas
las criaturas del Otro Mundo lo habían hecho. ¿Cómo podrían no
hacerlo? Era conocido como el cambiante Lycan que había perdido
lentamente la cabeza porque no había encontrado a su compañera.
Más de cuatrocientos años de confusión, dolor... anhelo.
Sabía que ocurría en ocasiones, aunque raras, cuando un macho
no podía controlarse, y estaba tan atado a la idea de necesitar a su
compañera que se volvía loco. Los siglos pasaron tediosamente para
nuestra especie en el mundo Paranormal, y eso hizo que algunos
perdieran la esperanza.

Más bestia que macho, oí que le llamaban. Los rumores sobre Luca
habían llegado hasta las Tierras Altas.
Los murmullos en la sala eran bajos pero grandes, y sentí que
se iba. Los cuerpos se separaron una vez más, y todos se mantuvieron
alejados de Luca. Y entonces, por fin, lo vi, de espaldas a mí, a seis
metros de distancia, que aumentaban a medida que salía.
Y sí, era aún más macizo e imponente que cualquier otro varón
en esta sala.

Realmente es más animal que hombre.


Me encontré dando un paso más cerca, pero el agarre de mi
padre en mi hombro me detuvo. Sin embargo, no miré a Pa. No podía.
Estaba demasiado fascinada por Luca, esa atadura que me mantenía
en su sitio, así que era casi imposible apartar mi mirada de él.

—Luca. — Me encontré susurrando su nombre antes de saber que


lo había hecho, sentí que mi padre se tensaba a mi lado, supe que me

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había oído. Para ser sincera, ni siquiera sabía por qué había dicho su
nombre. Se me escapó de los labios como si fuera una súplica, como
si le estuviera rogando por... algo que no podía nombrar ni ubicar.
Y entonces todo cambió a mí alrededor, el aire se volvió
imposiblemente más espeso, sofocante. Observé cómo Luca se
paralizaba, su enorme cuerpo se congelaba, sus manos se enroscaban
a los lados mientras levantaba la cabeza. Un ruido sordo llenó la sala
y supe que procedía de él. Todo el mundo retrocedió inteligentemente
aún más ante ese sonido, la advertencia que contenía, la promesa de
algo que reverberaba a nuestro alrededor.
Juré que le había oído inhalar y sentí que mis ojos se abrían de
par en par cuando la sala parecía volverse aún más fría. Todo el
mundo estaba paralizado ante lo que fuera que estaba ocurriendo.
¿Perdería el control y mataría a alguien? ¿Estaba su mente tan
deteriorada que todos estábamos en peligro?
Mi padre estaba en proceso de arrastrarnos a mi madre y a mí
detrás de él, mis hermanos se adelantaron para hacer un muro,
bloqueándonos de Luca. Pero el gran Lycan se dio la vuelta, sus ojos
brillantes como los de un animal se movían de un lado a otro mientras
escudriñaba el pasillo, mientras inhalaba, olfateaba la habitación, sus
fosas nasales se dilataban mientras tomaba el aire.
Y entonces nuestros ojos se cruzaron, las miradas chocaron.
El aire salió de mis pulmones con tanta fuerza, con tanta
violencia, que incluso levanté la mano y la puse sobre el pecho como
si eso fuera a poner en marcha el acto natural una vez más. Entonces
el oxígeno entró en mi cuerpo con tanta fuerza que jadeé, mi cabeza
se mareó y se balanceó sobre mis pies.
—Muchacha. — gruñó mi padre, la densa preocupación en su
voz clara y fuerte, pero no tan poderosa como el enfoque que tenía en
Luca. Ni mucho menos tan absorbente como la forma en que me atraía
el Lycan roto.

—Tú. — Los labios de Luca se despegaron de sus dientes, sus


caninos se hicieron aún más largos, aún más afilados, mientras me
miraba fijamente a los ojos. —Mi compañera. — casi ronroneó, pero sonó
muy lobuno, tan agresivo y... seguro.

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Sentí que todos los machos de la sala iban a proteger aún más a
las hembras. Mis hermanos estaban haciendo una barricada
alrededor de mi madre y de mí, pero sabía que no serviría de nada. No
serviría de nada. Todos sabían que cuando un macho encontraba a su
compañera no había nada que le impidiera llegar a ella.
Seguí intentando ver a través de las aberturas que hacían los
grandes cuerpos de mis hermanos, como si no pudiera soportar
separarme de la sola visión del enorme Lycan. Realmente era más
animal que hombre, su cuerpo parecía crecer aún más mientras su
bestia empujaba aún más.
Los cuerpos de mis hermanos y de mi padre crecieron mientras
sus animales interiores empujaban hacia adelante para proteger.
—Oh, joder, no. — gritó Caelan, su voz empezaba a
distorsionarse por su lobo.
—No hay manera de que un Lycan loco se acerque a ella. — dijo
Tavish.
—Tenía ganas de una pelea, ¿y qué mejor que enfrentarse a ese
loco hijo de puta?— Podía oír el regocijo en la voz de Lennox.
— Tengan cuidado, hijos. — gruñó mi padre. —Nuestra prioridad
es sacar a su madre y a su hermana.
Miré a la cara de Papá, el miedo me llenaba, aunque no sabía de
qué tenía miedo. A Luca no. Nunca a Luca. Sabía que no me haría
daño, ese conocimiento instintivo que superaba cualquier otro
pensamiento en mi cabeza.
Mi padre me miraba fijamente, con los ojos azules de su lobo.
—Porque ese Lycan no se detendrá hasta conseguir su premio.
— gruñó mi padre, con sus caninos largos, pinchando su labio inferior
mientras se preparaba para la batalla.

Su premio.

Yo.
Empecé a negar, pero no sabía lo que estaba negando. ¿Luca?
¿Mi familia luchando contra este macho indómito que era demasiado
poderoso para ser detenido?

Sotelo, gracias K. Cross


—Está bien, muchacha. — Mi padre trató de parecer más
amable, de sonar como tal también, pero estaba demasiado ido en su
agresividad de lobo para lograrlo. —No dejaremos que te afecte.
Pero mi cuerpo rechazaba la idea de que no podía ir con Luca.

Realmente soy suya, la atracción es demasiado fuerte, demasiado consumidora.


Una mujer cambiaforma podía sentir una apariencia del tirón de
la conexión sobrenatural del Compañero Vinculado, pero no era tan
poderosa como lo que sentía el hombre. Para ellos, era algo que lo
consumía todo, era insostenible, y su objetivo en la vida era
conseguirlo. Y la atracción de la conexión Vinculada era aún más débil
en mí, porque yo era un híbrido. Pero si yo sentía algo tan fuerte por
Luca, incluso estando tan atenuado, ¿cuán poderosa debía ser su
necesidad?
Volví a centrarme en Luca. Todavía me miraba, y sabía que no
había dejado de mirarme en todo este tiempo. Su sonrisa se amplió,
pero no era agradable. Era como la de un lobo, como si estuviera a
punto de atacar, a punto de acabar con su presa.

Y soy la presa. Soy lo que él quiere por encima de todo.


Sus incisivos eran tan grandes y blancos... tan largos y afilados.
Volví a balancearme al imaginar lo que un macho Lycan hacía
con esos incisivos cuando reclamaba a su pareja vinculada por
primera vez.
Y cuando Luca se dio cuenta de que mi padre y mis hermanos
adoptaban una postura protectora, soltó una risa baja y profunda, con
un sonido distorsionado a causa de su bestia. Esa risa me dijo una
cosa: nada le impediría llegar a mí, ni siquiera cuatro Lycans adultos,
o el infierno, una habitación llena de machos peligrosos.
Luca levantó la mano y me señaló con el dedo.
El corazón me retumbaba en el pecho, tenía la garganta
demasiado apretada y la lengua demasiado gruesa.
Dio un pequeño paso hacia adelante y la habitación palpitó de
agresividad, de necesidad e intención. Mis hermanos y mi padre

Sotelo, gracias K. Cross


hicieron ruidos bajos, una advertencia a la que Luca no prestó
atención y que hizo que su sonrisa se ampliara.

—Hembra. — Esa única palabra vibró en su pecho, un profundo


estruendo que sentí en todas partes. —Eres mía.
Y fue entonces cuando se desató el infierno.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 3
LUCA

Nuestra.

Reclámala ahora. Aparéate con ella. Márcala.


Mi bestia aulló, chasqueó... exigió que hiciera esas cosas ahora.

Átala a nosotros. Agarrarla con fuerza. Quítala a los que nos bloquean de ella.
Mostré mis dientes y gruñí a los cuatro machos que formaban
un muro frente a mi pequeña compañera. Sentí que mis caninos se
alargaban aún más, sentí que mi altura de casi dos metros
aumentaba. Llevaba tanto tiempo a punto de convertirme en lobo que
se había convertido en mi segunda naturaleza.
Pero ahora nos hicimos más grandes, más rápidos, más fuertes
para protegerla mejor.
El poder cobró vida dentro de mí por primera vez en más de
cuatrocientos años.
Asomó la cabeza por el brazo grueso de uno de los machos, con
el pelo ligeramente ondulado.
El aire abandonó mis pulmones, mi cuerpo se hizo más grande,
más duro.
Estaba aquí, finalmente aquí, a solo unos metros de distancia de
nosotros. Dioses, era encantadora, la cosa más hermosa que jamás
había visto.

Sotelo, gracias K. Cross


Me miró fijamente a los ojos, los suyos amplios y azules, tan
azules como el océano y brillantes como las estrellas.
Uno de los machos extendió el brazo como si fuera una barra
delante de ella, y giré la cabeza en su dirección, gruñendo por lo bajo,
como advertencia de que no debía tocar lo que era mío.
Abrí mis fosas nasales mientras inhalaba, absorbiendo su
aroma. Olía glorioso, como el sol, y fresco, como mía.
Un aroma que me volvía jodidamente loco de necesidad y deseo,
de esperanza y lujuria. La cantidad de emociones nuevas que iban y
venían dentro de mí podría haber puesto de rodillas a un hombre
menor. Mi cabeza se agitó, mi sangre se aceleró. Volví a inhalar,
oliendo mi propio aroma de reclamo, uno que recubriría a mi
compañera cuando finalmente la reclamara, junto con el mordisco que
había puesto en ese esbelto y bonito cuello suyo.
Al pensar en hundir mis caninos en su tierna garganta, me puse
más duro, mi lobo más frenético.

¡Ve hacia ella ahora!


Volví a inhalar, buscando entre los olores de la habitación para
descifrar quiénes eran esos machos para ella. Que los dioses les
ayuden si se les ocurre reclamarla. El lobo que llevaba dentro se
empeñó en liberarse y ponerlos en su sitio, en hacer que esos
cachorros se sometieran a mi dominio y a mi poder de alfa.
Pero eran familia, compartían la misma sangre que mi pequeña
compañera.
Un macho a mi derecha se acercó a mí y giré mi cuerpo para
mirarlo. Era un macho grande, un vampiro del que olía la agresión.
Una hembra estaba detrás de él mientras él usaba su gran cuerpo
para protegerla. Era su compañera.
Podría haberle arrancado la garganta por atreverse a acercarse,
por pensar que podría detenerme. Sacudí la cabeza para despejarla,
recurriendo a mi humanidad para rallar con una voz distorsionada: —
Harías bien en mantener las distancias, vampiro. — Mis caninos
goteaban saliva, mi animal empujaba aún más. —Solo me apetece uno
en esta habitación.

Sotelo, gracias K. Cross


Inmediatamente dio un paso atrás, manteniendo a su hembra
detrás de él.
En esa retirada, miré fijamente a mi compañera una vez más.
Volví a señalarla con el dedo. No dije nada... solo me lancé hacia
ella.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 4
AINSLEE

Todo estaba fuera de control.


Yo estaba en una espiral fuera de control.
Acciones. Emociones. Gritos. Agresión.
La agresión que desprendían mis hermanos y mi padre era tan
tangible que me asfixiaba.
Todas esas cosas se arremolinaban y mezclaban, chocando unas
con otras mientras me llevaban casi a rastras de la finca Lupineov.

Me asfixio.
—No puedo respirar. — Las palabras se me metieron primero en
la cabeza, y luego salieron de mí como la ira de los hombres de mi
familia.
—Está bien. No pasa nada. — Era mi madre la que hablaba, su
voz suave intentaba ser tranquilizadora, pero incluso yo notaba una
pizca de preocupación y ansiedad en el tono.
Me rodeó los hombros con más fuerza, con mi padre al frente,
Caelan y Tavish a cada lado y Lennox detrás. Formaban un muro
Lycan de poder, protección y agresión a nuestro alrededor, y sabía que
debería estar aterrorizada, pero... no lo estaba.

Sotelo, gracias K. Cross


Seguramente, si reaccionaban así, Luca Lupineov tenía que ser
malo. Tenía que estar dañado y ser peligroso y violento sin medida.
¿Verdad?

Entonces, ¿por qué tengo el innegable impulso de ir hacia él?


Antes de darme cuenta de lo que estaba ocurriendo, estaba en
la parte trasera del coche que mi padre había alquilado cuando
aterrizamos en la pista de aterrizaje para llevarnos a la mansión. Lo
puso en marcha de golpe antes de arrancar.
Y entonces lo oí.
Un rugido violento y agónico, despiadado, que cortó el aire.
Era el de Luca. Lo sentí como si el sonido hubiera salido de mí,
como si fuera mi dolor.
Mi cuerpo reaccionó al instante. Era como si ese rugido llamara
a mi lado Lycan. Aspiré una bocanada de aire y miré por encima del
hombro, por la ventana trasera, hacia la mansión que se hacía cada
vez más pequeña cuanto más rápido me sacaba mi padre de ella.

No puedo irme. Tengo que ir con él. Soy la única que puede aliviarlo.
Sacudí la cabeza para aclarar mis pensamientos.

Está roto, demasiado lejos en su locura para ser aliviado. Podría hacerme daño.
Esperaba ver a Luca cargando tras nosotros, tal vez
completamente cambiado, tal vez todavía parcialmente como había
estado en aquel salón de banquetes.
Me estremecí al verle a través de la multitud separada, su cuerpo
tan grande y poderoso, su Lycan peligrosamente cerca de la superficie,
empujando tan poderosamente que sus ojos habían estado brillando,
sus uñas se convirtieron en garras feroces, y su cuerpo parecía crecer
aún más.
—Prepara el puto jet. — ladró mi padre, y lo miré con lo que me
pareció ojos muy abiertos por todo este encuentro. Tenía el móvil
pegado a la oreja y su enorme mano lo empequeñecía. Su voz sonaba
más bien como la de un animal. —Me da igual, Gerald. Ponlo en
marcha y prepárate para salir. En cuanto lleguemos a la pista de
aterrizaje, quiero irme. — Mi padre no esperó una respuesta,

Sotelo, gracias K. Cross


simplemente desconectó el móvil y se lo empujó a Caelan, que estaba
sentado en el asiento del copiloto.
No me di cuenta de que estaba temblando hasta que mi madre
me rodeó con su brazo. Mi padre se quejaba por lo bajo,
probablemente oliendo mi malestar, pero ¿no se daban cuenta de que
no era por Luca?
El sonido de sus manos apretando el volante de cuero gritaba
con fuerza en el interior. Era casi ensordecedor. Me sentía tan confusa,
tan revuelta, que estaba a punto de llorar. Y aunque el aumento de
las emociones se arremolinaba y chocaba en mi interior, lo que sabía
con mayor certeza era que Luca nunca me habría hecho daño.
No sabía cuánto tiempo llevábamos en el coche, pero mi padre
empezó a conducir aún más rápido, los sonidos que salían de él eran
intensos. Olí y sentí que la testosterona y la agresividad aumentaban
entre los cuatro machos a cada segundo. Me estaba asfixiando. Me
estaba ahogando en ella.
Demasiado pronto, llegamos a la pista de aterrizaje privada, y el
pánico se apoderó de mí de nuevo.

Esto no se siente bien. Esto se siente tan mal.


Empecé a sentir que mi pecho subía y bajaba mientras respiraba
más rápido, el mero hecho de que fuera a empezar a hiperventilar me
mareaba, haciendo que mi ansiedad aumentara aún más.
Mi madre trató de tranquilizarme y sentí que la rabia me invadía.
Estaba cansada de que me mimaran. Me enojaba que me consideraran
débil, que necesitara protección de todo, incluso de mi pareja
predestinada.

Soy más fuerte de lo que se cree.


—No. — susurré, con la voz entrecortada. —Esto no está bien.
No puedo irme. — Nadie me escuchó. —No quiero irme. — Mi voz fue
fuerte entonces, esa fuerza que surgía en mí tan feroz como mi Lycan
interior.
Nadie dijo nada, pero la tensión aumentó aún más.

Sotelo, gracias K. Cross


—Sé que esto es duro y confuso. — dijo mi padre. —Pero es lo
mejor, muchacha.
—Necesito hablar con él. — Tenía las manos enroscadas en el
borde del asiento, con las uñas clavadas en el cuero. Le supliqué a mi
padre.
—Absolutamente no. — dijo con una voz casi incontrolada.
—Papá. — dije entre dientes. —E-es mi compañero. No está bien
alejarme de él. — Miré a mi madre y luego a mis dos hermanos que
estaban sentados atrás con nosotros. —Esto no está bien. — grité.
Había una necesidad incontrolable de ir hacia él, como si mi alma
reconociera la suya. Mi cuerpo sabía que le pertenecía a él como él me
pertenecía a mí.
Mi genética de Lycan y vampiro puede haber sido más débil
debido a la mezcla entre especies, pero conocía a mi compañero. Sabía
que no me haría daño. Y quería hablar con él. Quería conocerlo.
Porque en ese momento, sentí que había dejado mi futuro atrás
con ese Lycan.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 5
LUCA

Todo ocurrió a cámara lenta. Ella fue casi arrancada de mí, esos
malditos machos tomando a mi compañera, protegiéndola como si
tuviera algo que temer de mí.
Ella era la criatura más segura en esta habitación... en este
mundo. Me arrancaría mi propio corazón y se lo daría en ofrenda antes
de herir un pelo de su cabeza.
¿Pero alguien que se interpusiera en mi camino para llegar a
ella? Recibirían toda mi ira.
Fui muy consciente de que los demás se acercaban, y su
inquietud por mí impregnaba la habitación. Podían sentir lo inestable
que era en ese momento, y pensé que serían más inteligentes que
acercarse a mí.
Pronto descubrirían lo equivocada que era esa decisión.
Sentí que todos los hombres del Otro Mundo se acercaban aún
más, haciendo una barricada a mí alrededor.
No quería apartar la mirada de mi compañera, pero esos
cabrones tenían que entender bien a qué se enfrentaban.
Giré la cabeza de un lado a otro, observando a cada uno de los
machos que pensaban que podían contenerme. Vampiros, Lycans,
demonios, brujos e incluso algunos otros cambiaformas se estaban
agrupando.

Sotelo, gracias K. Cross


Eran fuertes.
Yo era más fuerte.
La conmoción en la sala de banquetes de Ren era ensordecedora,
pero mi necesidad y mi propósito de llegar a ella eran aún más fuertes.
Más fuerte.
Y entonces su olor desapareció, persistiendo antes de
desvanecerse. La habían alejado de mí desviando parte de mi atención.
Gruñí por lo bajo, el sonido crecía en intensidad cuanto más lo
hacía.
Ren se puso en mi línea de visión, y entrecerré los ojos, moviendo
la cabeza lentamente, una advertencia silenciosa antes de enseñar los
dientes cuando no hizo caso a mi agresión.
—Aléjate, hermano. — Ni siquiera estaba seguro de que me
hubiera escuchado por completo, me hubiera entendido a través del
timbre distorsionado de mi voz Lycan.
—No es el momento ni el lugar, Luca. — dijo Ren en voz baja.
Incliné la cabeza hacia atrás y olfateé el aire mientras mantenía
mi atención en mi hermano. Mi compañera ya no estaba en la finca, y
parecía que también se había llevado a su hembra.
— ¿Me tienes miedo?— Siseé, mis ojos brillaban tan
intensamente ahora que arrojaban un brillo de luz sobre Ren.
—Todas las hembras han sido sacadas. Es solo para asegurarse
de que las cosas se mantienen controladas.
Mostré los dientes y volví a mirar a mí alrededor. Solo quedaban
los machos en la sala, todos ellos rodeándome, como si temieran que
yo fuera tan inestable como para hacer daño a una hembra.
Oí el siseo de un vampiro macho justo antes de que se
abalanzara sobre mí. Extendí la mano y le rodeé la garganta con los
dedos, sabiendo que podría haberle aplastado la laringe en ese
momento. Su especie era fuerte, pero ahora mismo nadie era tan
poderoso como yo.
Me controlé y acerqué su cara a la mía, mostrando mis caninos,
dejándole ver exactamente a quién y a qué se enfrentaba. Tenía que

Sotelo, gracias K. Cross


reconocer su mérito. No se acobardó. Lo eché a un lado, al igual que
el resto de los machos del Otro Mundo, que se abalanzaron sobre mí
como mosquitos, y los espanté con facilidad.
Nada en este planeta me alejaría de mi objetivo.
— ¡Luca!— Ren gritó lo suficientemente alto como para que la
habitación pareciera inmóvil, y su voz reverberó en la gran sala.
Parecía que el resto de la conmoción se había detenido hasta que
todo lo que podía oír era mi corazón latiendo en mis oídos, el aire
entrando y saliendo de mis pulmones. Estaba de cara a la salida de la
sala de banquetes y miré por encima del hombro a mi hermano. Curvé
el labio, cabreado porque se le ocurriera detenerme. Cuanto más
tiempo estaba aquí lidiando con esta mierda, más lejos me estaban
quitando a mi pareja.
—Tienes que calmarte, Luca. — dijo en voz baja y uniforme, con
la voz controlada. —Tienes que pensar en esto. La asustarás,
posiblemente la lastimes.
Chasqueé los colmillos ante lo que acababa de decir. Se había
pasado de la raya, hermano o no. Me enfrentaría a él a puñetazos. De
lobo a lobo.
—Su familia solo está preocupada por su seguridad, por eso se
fueron. Contrólate para poder ir con ella, hablar con ellos, hacerles ver
que está destinada a ser tuya.
Podía oír la súplica en la voz de mi hermano y sabía que en el
fondo nunca querría alejarme a propósito de mi pareja a menos que
pensara honestamente que era lo mejor. Pero ahora mismo, no parecía
que fuera la mejor opción. Ahora mismo, parecía que iba en contra de
mi maldita naturaleza no tenerla en mis brazos.
—Piensa en esto, hermano. — El tono suplicante de la voz de
Ren podría haberme convencido si no fuera quien era. Si no estuviera
medio convertido en mi Lycan. Si no hubiera encontrado a mi pareja.
No había ningún pensamiento racional en mi cerebro ahora mismo.
Lo único que se repetía una y otra vez eran tres palabras.

Ir hacia ella.
Acabaría con todo lo que se interpusiera en mi camino.

Sotelo, gracias K. Cross


Y eso fue exactamente lo que hice.

Al diablo con todo esto.


Sin volver a mirar atrás, salí del salón de banquetes y luego de
la finca, utilizando mi velocidad sobrenatural mientras corría por el
bosque. Me detuve solo momentáneamente para respirar
profundamente, inhalando su aroma, tratando de captar la dirección
en la que iba.
Ahí estaba.
Giré mi cuerpo en dirección a donde estaba ella. Y luego la seguí.
El olor perduró antes de desvanecerse. Estaba en un coche, el
metal bloqueando su rastro de mí.
Pero sabía a dónde iban. A la pista de aterrizaje. Ese era el único
lugar lógico al que la llevarían, porque en cualquier otro lugar del País,
o de este continente, la encontraría fácilmente, rastreándola, oliéndola
como el depredador que era.
Así que salí en esa dirección, usando mis sentidos
sobrenaturales, aumentando la velocidad, dejando que mi Lycan
tuviera todo el control. Podría haber ido más rápido si me hubiera
transformado en lobo, pero no podía arriesgarme, no podía correr el
riesgo de no poder volver a transformarme en humano.
Apreté las piernas con más fuerza, salté sobre troncos caídos y
podridos, aparté las ramas bajas, centrándome solo en lo que tenía
delante. Me moví entre los árboles, sintiendo la adrenalina correr por
mis venas porque iba tras el gran premio. Sonreí, sintiéndome
excitado por haberla cazado.
Corrí durante tanto tiempo que todo lo que me rodeaba se
convirtió en un borrón de colores y olores, todo desenfocado excepto
el objetivo que tenía entre manos.
No supe cuánto tiempo corrí, los segundos y los minutos se
mezclaron, se desdibujaron hasta ser una sola cosa. Una entidad. Pero
entonces apareció la pista de aterrizaje, y centré mi vista en el vallado
y más allá, buscando si podía divisarla.
Vi el avión, ya puesto en marcha, con el aroma del combustible
en el aire mientras los motores rugían. Giré la cabeza hacia la derecha

Sotelo, gracias K. Cross


cuando oí el sonido del motor de un coche que avanzaba a toda
velocidad por la carretera, con los neumáticos chirriando sobre el
asfalto al girar el vehículo en las curvas cerradas. El coche corrió más
arriba en la carretera, poniendo distancia de donde yo estaba. Así que
corrí más rápido.
Sabía que me ganaría en la pista. Era rápido en un buen día,
pero cuando se trataba de mi compañera... era jodidamente
imparable.
Y el mero hecho de que mi compañera estuviera en ese coche, de
que estuvieran intentando quitármela y de que no pudiera alcanzarla,
provocó esta dolorosa locura en mi cuerpo.
Rugí, gruñí, arremetiendo contra los árboles mientras corría más
rápido, mis garras dejando hendiduras en la corteza. Pasaron largos
momentos cuando por fin volví a percibir su olor. Inhalé
profundamente, gimiendo por lo bien que olía, por lo correcto que era
llevar ese aroma a mis pulmones, para que se mezclara con mis
células.
Todavía no había llegado a la línea de árboles, pero podía ver
cómo la llevaban al avión.
No. Esa única palabra gritaba dentro de mi cabeza una y otra
vez.

¡No, no, no, no!


Y entonces el avión empezó a descender por la pista, y atravesé
la línea de árboles, persiguiéndolo, con el temor en la boca del
estómago de que se la llevaran lejos de mí. Era como si alguien me
hubiera desgarrado el pecho y me hubiera arrancado el corazón antes
de partirlo en dos.
Pero no me detuve. No pude.
Y solo cuando el avión estaba en el aire reduje la velocidad antes
de forzarme a parar. Incliné la cabeza hacia atrás y rugí al mismísimo
cielo.
Que los dioses se apiaden de ellos por arrebatármela, porque yo
no lo haré.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 6
AINSLEE

La realidad surrealista de la situación no se me escapó ni a mí


ni a nadie. Lo sabía, lo sentía.
Mi padre volvió a apretar el volante y temí que lo partiera por la
mitad.
La puerta de la pista de aterrizaje privada ya estaba abierta y mi
padre condujo más rápido hacia la apertura, con los neumáticos
chirriando en el pavimento. Se detuvo frente al avión que lo esperaba,
lo estacionó y todos salieron antes de que pudiera procesar que
estábamos haciendo esto.
Me estaban alejando de Luca antes de que pudiera decirle algo,
antes de que pudiera entenderlo por mí misma.
Estaba mal, tan, tan mal.
Me encontré fuera del coche antes de entender cómo había
sucedido. ¿Fue cosa mía? ¿Me ayudó uno de mis hermanos? Todo era
confuso y se movía demasiado rápido.
Me iba a enfermar. Empecé a sacudir la cabeza, pero nadie me
escuchaba ni miraba en mi dirección. Mi padre estaba hablando con
el piloto, y mis hermanos estaban sacando nuestras maletas del
maletero y llevándolas al avión.

Sotelo, gracias K. Cross


Di un paso atrás, y otro más, y solo cuando estaba varios metros
atrás, sin saber qué estaba haciendo o adónde iba, mi familia miró por
fin en mi dirección.
Miré por encima del hombro hacia la puerta abierta, algo muy
fuerte que me impulsaba a atravesarla y a correr de vuelta a Luca.
Lejos de mi familia. Lejos de la fuente que me alejaba de mi
compañero.
Aunque una hembra del Otro Mundo no siente la intensa
atracción que altera la vida de un compañero como lo hacen los
machos, no se puede negar que mi alma anhela a Luca.
—Muchacha, ven aquí. — Había una preocupación en la voz de
mi padre.
Pero sentí la necesidad de avanzar. Y así lo hice, y de nuevo, la
sangre corrió por mis venas y me estimuló. Y luego sentí un ligero
toque en mi brazo, olí a Caelan y me obligué a mirarlo por encima del
hombro.
—Vamos, cariño. — dijo con un tono suave, como si intentara
acercar a un animal salvaje.

Soy ese animal salvaje.


—Esto no está bien. — susurré, con esas tres palabras
resonando en mi cabeza. Vi cómo Caelan apretaba la mandíbula
mientras miraba por encima de mi hombro hacia la puerta abierta.
—No está bien de la cabeza, Ainslee. Es demasiado salvaje.
Demasiado Lycan. — Caelan me miró fijamente a los ojos. —Te quiere
demasiado para pensar racionalmente. No protegerte ahora sería como
ofrecer un cordero al lobo voraz. — Sacudió lentamente la cabeza. —
Déjanos manejar esto ahora mismo. Podemos hablar cuando
lleguemos a casa. Podemos resolverlo todo ahí.
Extendió la mano, y pude ver que pensaba que si no era amable,
me asustaría.
—Vamos, Leelee.
Caelan utilizó el apodo con el que me llamaban los trillizos
cuando era más joven, y tragué saliva, odiando esta situación pero
sabiendo que solo hacían lo que hacían para protegerme.

Sotelo, gracias K. Cross


Deslicé mi mano entre las suyas y vi el evidente alivio que se
reflejaba en su rostro. Dejé que me llevara al jet, mi madre ya había
subido, pero Lennox, Tavish y mi padre estaban concentrados en los
alrededores, como si esperaran que Luca irrumpiera entre los árboles
y me atacara.
Una vez en el avión, con mi familia asegurada en sus asientos y
la puerta cerrándose, miré por la pequeña ventanilla la puerta aún
abierta. Sabía que esto no era el final. Sabía que vería a Luca, porque
no solo no se rendiría, sino que haría entrar en razón a mi familia.
Haría que el clan entendiera lo que estaban haciendo si intentaban
alejarme de él.
El motor cobró vida y el avión empezó a entrar en la pista de
aterrizaje, pero el corazón se me subió a la garganta cuando vi un
destello de algo que se movía entre los árboles. Sabía que mi padre y
mis hermanos se habían dado cuenta del cambio en mí, que algo -o
alguien- estaba ahí afuera, porque vinieron a mi lado del avión en
cuestión de segundos.
Respiraba con tanta fuerza que la ventanilla empezó a
empañarse, la adrenalina se apoderó de mí, porque sabía lo que veía.

Sabía a quién veía.


Y entonces Luca irrumpió entre la línea de árboles, con su rugido
enfurecido más fuerte que el sonido del motor del avión. Cargó contra
nosotros, pero el avión ganaba velocidad con cada segundo que
pasaba. Me encontré apoyando las palmas de las manos en la
ventanilla, con los ojos muy abiertos al ver las emociones en su rostro.

Dioses, es tan... animal.


Su velocidad era sobrenatural, y juré que su mirada estaba
dirigida hacia mí, incluso desde esta distancia monumental. Y ni una
sola vez disminuyó su velocidad. Estaba bastante segura de que
empezó a moverse más rápido, tan rápido que una parte de mí podía
imaginarlo alcanzando el avión y pasando sus garras por una de las
alas, inutilizándola.
Y luego estábamos en el aire, y yo seguía mirando por la ventana,
observando cómo Luca se negaba a dejarme ir. Tenía el corazón en la

Sotelo, gracias K. Cross


garganta, todo en mí gritaba por él, lo necesitaba desesperadamente a
pesar de que acababa de “conocerlo” momentos antes.
Sentí que las lágrimas picaban en mis ojos, no entendí
completamente esta ola de emoción que me golpeó. Ni siquiera me
importaba que mi familia me observara, no me importaba que vieran,
sintieran y percibieran la confusión que brotaba de mí, el anhelo y la
desesperación que me estrangulaban.
Que vean lo que están haciendo.
Fue solo entonces, cuando se dio cuenta de que no podía llegar
hasta mí, que redujo la velocidad y se detuvo por completo. Inclinó la
cabeza hacia atrás y abrió la boca, y supe que estaba rugiendo. Sabía
que estaba furioso y molesto y que sentía tanta desesperación y anhelo
como yo.
No podía oír nada más que mi pulso en mis oídos y el motor del
avión que me rodeaba.
No podía sentir nada más que esta sensación de asfixia.
Y supe que iba a verlo de nuevo.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 7
AINSLEE

Una semana después…


—Podemos enviarla a casa de mi hermano en Estados Unidos.
La secta la protegerá.
Mi padre ya estaba negando antes de que mi madre terminara
de hablar.
—Absolutamente no. Mi niña está más segura aquí, conmigo y
con sus hermanos. Con el clan para cuidar de ella.
Mi madre puso los ojos en blanco y siguió horneando. Los mitos
humanos sobre los vampiros los consideraban criaturas inmortales de
la noche que chupaban sangre. Y aunque mi madre tenía que
consumir sangre para sobrevivir -y tenía esas dagas gemelas en la
boca para ayudar en el acto-, todavía tenía que comer comida de
verdad.
Al pensar en los colmillos de mi madre, dejé que mi lengua tocara
la punta de uno de mis “pequeños colmillos de bebé”, como los llamaba
mi padre. Como solo era medio vampiro, los míos no eran tan
pronunciados como los de mi madre, pero seguían sirviendo para algo.
Porque la sangre era parte de mi dieta.
Los humanos habían creado mitos sobre todas las criaturas del
Otro Mundo. Algunas de las cosas que inventaron eran ridículas, pero
algunos hechos eran ciertos.

Sotelo, gracias K. Cross


Los vampiros no podían tolerar la luz del sol, pero ciertamente
no estallaban en llamas. Se trataba más de una alergia que de otra
cosa, que les quitaba toda la energía y les hacía tan débiles que eran
vulnerables a la muerte.
Y cuanto más viejo era un vampiro, más le afectaba la alergia al
sol. Había oído que los vampiros vivos más viejos se quemaban con la
luz solar directa, pero yo nunca había conocido a ninguno.
En cuanto a que los de mi madre eran inmortales, eso también
era falso. Vivían siglos más que los humanos, tanto como los Lycans
incluso, pero ni siquiera las criaturas mitológicas podían vivir
eternamente.
Bueno, de nuevo, ninguna de la que yo hubiera oído hablar.
Mi madre murmuró algo en voz baja y comenzó a mezclar los
ingredientes secos de lo que estaba horneando. Estaba nerviosa y
asustada. Lo sabía, porque solo horneaba así cuando sentía que las
cosas estaban fuera de control.
—Banner, tienes que calmarte. — dijo mi madre con calma, como
si estuviera comentando el tiempo.
— ¿Qué?— bramó mi padre, aunque no había malicia ni ira
dirigida a su compañera.
—Nada. — Ahora sonaba molesta, pero no miró a mi padre
mientras se concentraba en la masa que empezaba a formarse.
—Dime, mi amor. — dijo mi padre con más suavidad, más suave.
Sonaba cansado, fatigado, y al mirarlo pude ver que toda esta
situación le estaba pesando.
Durante la última semana, desde que dejó la finca de Lupineov,
no creo que ni él ni mis hermanos hayan dormido mucho. Hicieron
guardia las 24 horas del día en la propiedad, llamando a docenas de
otros miembros del clan de los Lycans escoceses para que vigilaran
también. Incluso oí que pidieron la ayuda de Cian MacCallan, uno de
los guerreros Lycans más brutales del reino de mi padre.
Sabía que temían que Luca atravesara la puerta y el muro
reforzados místicamente que rodeaba la mansión, y por eso pidieron

Sotelo, gracias K. Cross


tantos refuerzos. Puede que Luca no haya atravesado todavía, pero
sabía que era solo cuestión de tiempo.
Y ciertamente ha hecho notar su presencia.
Mi madre no contestó a mi padre por un momento y se concentró
en trasladar la masa a la encimera. Entonces levantó la vista, el amor
en sus ojos por su compañero muy claro, aunque también era muy
evidente que no estaba de acuerdo con él en este caso.
—Si alguien hubiera intentado alejarte de mí, ¿cómo crees que
habría ido?
Este gruñido bajo y peligroso salió de mi padre, y mi madre
sonrió.
—Exactamente. Pero estás manteniendo a ese Lycan alejado de
su compañera. Está mal, Banner, está mal y lo sabes.
—No está mal. Soy su padre. Es mi trabajo asegurarme de que
esté a salvo. — Sus cejas se bajaron como si estuviera pensando
profundamente. —Y ese Lycan no está bien de la cabeza. No puede ser
bueno para mi pequeña. Es más animal que hombre. — Dejó escapar
otro gruñido. —No quiero ni pensar en lo salvaje que sería con mi
Ainslee. — Mi padre me miró entonces. —No es más que una niña.
Sentí que mi cara se calentaba. —Una hembra adulta aquí de
pie. — le dije directamente. Mi padre me miró con simpatía; bueno,
con toda la simpatía que el rey Lycan escocés podía reunir.
—Querida, siempre serás mi pequeña.
Gemí y cerré los ojos. Ya era mayor, pero sabía que mis
hermanos y mi padre siempre me verían como alguien frágil y que
necesitaba protección. Sabía que era débil en comparación con
cualquier criatura del Otro Mundo, apenas más fuerte que un
humano. Maldito sea el hecho de ser interespecie.
Pero yo era fuerte por derecho propio, aunque me protegieran.
—Además. — espetó. —Ese maldito tiene más de cuatrocientos
años.
— Banner. — advirtió mi madre. — ¿hablamos de lo mayor que
eres tú que yo?

Sotelo, gracias K. Cross


Cuando mi padre volvió a gruñir y se acercó a mi madre con una
mirada acalorada que me asqueó porque sabía que estaba a punto de
sacarle las palabras a besos, me excusé. No quería seguir pensando
en esto, no quería hablar de ello, ni ser una tercera parte en mi propia
vida.
Sin embargo, al subir la escalera que conducía al segundo y
tercer piso de la enorme finca escocesa a la que siempre había llamado
hogar, no pude evitar sentir esa añoranza. Sentía como si me faltara
algo elemental en mi vida.
La imagen de Luca se me vino a la cabeza. Solo lo había visto
una vez, y durante tan poco tiempo. Aquel momento en que nuestras
miradas se cruzaron en la ceremonia de apareamiento de Ren y
Mikalina, hacía apenas una semana, había sido la experiencia más
intensa de mi vida.
No podía negar, ni siquiera mentirme a mí misma, que no había
experimentado una chispa que cambiara mi vida mientras miraba
fijamente los atormentados ojos de Luca.
Mi mente estaba cargada de pensamientos sobre Luca y las
últimas palabras que había pronunciado. La última vez que lo había
visto.

—Hembra. Eres mía.


Cerré los ojos y me balanceé, tratando de agarrar la barandilla
mientras sus palabras se repetían en mi mente una y otra vez.
Un escalofrío me sacudió el cuerpo y me obligué a subir las
escaleras hasta el segundo nivel. Todos los pensamientos sobre Luca
se detuvieron momentáneamente cuando una de las puertas se abrió
y se estrelló contra la pared con la suficiente fuerza como para que
unos cuantos cuadros colgados temblaran.
Caelan, uno de mis tres hermanos trillizos, y el mayor de los
hermanos, tenía la mecha más corta de mi familia. Nuestro padre
incluido.
— ¡Déjame ver a mi maldita compañera!— Luca rugió lo
suficientemente fuerte como para hacer temblar las paredes de piedra,
lo suficientemente alto como para ser escuchado con claridad a través

Sotelo, gracias K. Cross


de la tormenta y la distancia, incluso para mi oído apenas por encima
de la media humana.
Miré a Caelan y vi que fruncía el ceño.
Otro rugido atravesó el tormentoso cielo nocturno, y miré por
encima del hombro hacia el gran ventanal del final del pasillo. Las
vidrieras que rodeaban el borde representaban el gran bosque que los
Lycans amaban y disfrutaban.
Me encontré caminando hacia él antes de poder detenerme.
Estaba demasiado oscuro, la lluvia demasiado furiosa para que
pudiera ver con claridad el exterior. Pero lo sentí. Tan cerca. Está tan
cerca.
Mis manos estaban sobre el cristal, con las palmas planas contra
la frialdad. Sentí las vibraciones de sus gruñidos. Los dedos de mis
pies se curvaron contra la madera dura cuando lo sentí pasearse, el
suelo temblaba por ello.

Ve hacia él.
Durante la última semana, había estado secuestrada en la
mansión, sin que mi padre y mis hermanos me perdieran de vista. Y
cuando no podía verlos, sabía que estaban cerca. Sabía que los Lycans
patrullaban la propiedad día tras día.
Y aunque tenía el innegable deseo de ir con Luca, también tenía
miedo. Era joven. Inexperta. Realmente no había vivido una vida fuera
de las Tierras Altas. No realmente. Cualquier exploración que hice sola
fue siempre en la propiedad, los cientos de acres que poseíamos. Y las
veces que había experimentado el mundo siempre había sido con mi
familia. Los viajes a Europa, las excursiones al extranjero o los simples
paseos por el campo siempre habían sido con personas que me veían
como alguien quebradizo y débil, que querían estar ahí para
protegerme.

No soy tan débil como todos creen.


Recuerdo haber paseado sola por la finca cuando era niña, el
único lugar seguro que los hombres de mi familia me dejaban estar
sin compañía.

Sotelo, gracias K. Cross


Y por mucho que amara a mi familia -con todo mi corazón-, mi padre
y mis hermanos podían ser... autoritarios.
—Asfixiante. — murmuré.
Lennox y Tavish salieron entonces de sus habitaciones y miré
por encima del hombro. Tenían la misma expresión de enojo que
nuestro hermano mayor.
—Está jodidamente loco. — gritó Caelan.
—No se rendirá. Eso es seguro. — dijo Tavish con una
mordacidad en su voz. —Tengo que reconocerle el mérito que tiene,
pero me estoy enojando con razón.
Oí a Lennox rechinar los dientes, antes de soltar: —Que se joda
él y su necesidad de aparearse.
Sentí que mis ojos se abrían de par en par ante mis hermanos.
¿Cómo podían ser tan insensibles en esto? ¿Acaso no pensaban en
sus parejas constantemente? Les había oído hablar de ello casi con
nostalgia, como si fuera lo único con lo que soñaban.
—No se llevará a nuestra hermanita. — dijo Lennox de nuevo y
empezó a pasearse.
—No veo por qué no podemos salir y darle una patada en el culo.
— espetó Tavish.
—Usa la cabeza, chico. — dijo nuestro padre desde las escaleras
mientras subía y se detenía en el rellano. Todos miramos en su
dirección.
Nuestro padre era enorme, medía más de dos metros, tenía los
hombros anchos y el pecho lleno de músculos. Y los trillizos eran como
él. Todos ellos eran alfas.
Y para ser un macho tan grande e intimidante, nuestro padre
era muy sigiloso. Ni siquiera lo habíamos escuchado hasta que ya
estaba a metros de nosotros.
—Ese Lycan ha estado parcialmente desplazado durante Dios
sabe cuánto tiempo. — dijo Da, dirigiéndose a mis hermanos. —Es
más fuerte que nosotros. Salvaje. — Mi padre me miró entonces. —En
el estado en que se encuentra... destrozará a un macho Lycan

Sotelo, gracias K. Cross


centenario. — Sacudió la cabeza y volvió a mirar a los trillizos. —Se
comería a los tres bebés vivos sin pensarlo.
Los trillizos empezaron a gruñir, cada uno de ellos ladrando que
no eran bebés, que eran machos adultos, que eran lo suficientemente
fuertes como para proteger a los suyos.
Mi padre los ignoró y se dirigió a las escaleras. —Tu madre ha
preparado un festín, postres -plural- incluidos. Ve a comer. Háganla
feliz. — Cuando los trillizos se quedaron ahí, todavía enojados, mi
padre les dijo: — Chicos, no me hagan broncear sus pieles por hacerla
esperar. Vayan, ahora.
Refunfuñaron, pero obedecieron, y entonces quedamos mi padre
y yo en el rellano del segundo piso, con un silencio pesado y espeso.
Sabía lo que hacía, lo hacía por una razón. Sabía que se ensañaba
para protegerme, porque pensaba que Luca era demasiado peligroso.
Y no podía negar mi vacilación con esa verdad también.
Lo había visto, la mirada salvaje en sus ojos, el hecho de que no
estaba completamente en su forma humana. Había sido más animal,
pero me había mirado con tanto anhelo... con tanto dolor, que supe
que no estaba perdido. No importa lo que digan los demás.
—Querida, ¿cómo estás?
Me alisé las manos en los vaqueros y asentí. —Bien, Papá. — Era
una mentira. No estaba bien. Y cada día que pasaba lejos de Luca, me
sentía más desorientada. Y eso me asustaba mucho. —Me voy a la
cama temprano, creo. — Escuché a Luca rugir de nuevo, vi la
mandíbula de mi padre apretada, su animal parpadeando en su
rostro.
— ¿Sabes que hacemos esto para protegerte?
Asentí. —Lo sé... pero...— Miré a la ventana. — ¿Sería tan malo
dejarme hablar con él?
Mi padre soltó un sonido ronco, y le devolví la mirada.
—Sí, muchacha. Ese...— Inclinó la barbilla hacia la ventana. —
Está demasiado lejos. Es raro, pero ocurre.
— ¿Qué?— Susurré, aunque sabía lo que iba a decir.

Sotelo, gracias K. Cross


—Los que no encuentran a sus parejas durante mucho tiempo
pierden poco a poco la cabeza, sus animales interiores son demasiado
indómitos, demasiado poderosos para ser retenidos. Y tú estando
cerca de esa bestia...— Negó lentamente. —No, querida, no puedo
arriesgarme, aunque sea tu compañero. No puedo arriesgarme a que
te pongas en peligro porque es demasiado salvaje y no puede
controlarse y puede acabar haciéndote daño sin querer.
Quería decirle a mi padre que le dolía, que podía escuchar el
dolor de Luca y me dolía profundamente. Su dolor se sentía como el
mío, y por mucho miedo que tuviera a que me hicieran daño -aunque
no fuera a propósito-, todo en mí anhelaba ir hacia él, ayudar a
aliviarlo. Porque sabía que podía hacerlo. Sabía que era la única
persona del planeta que podía llegar a él.
No le dije a mi padre nada de eso, porque no habría importado.
Era demasiado alfa, demasiado fijo en sus costumbres. Toda su vida
era proteger y proveer a su familia. No importaba lo que pasara, nunca
nos pondría en peligro a ninguno de nosotros. No importaba si le decía
que sabía en mi corazón que Luca no me haría daño. No importaba
que yo fuera la pareja predestinada de Luca, que tuviéramos la
Conexión Vinculada. Nada de eso importaba, porque su animal interior
nunca permitiría que me pusiera en peligro, aunque eso fuera en
contra del aspecto más venerado de la existencia de un Lycan:
encontrar a tu pareja.

Pero, ¿lo sé? ¿Cómo puedo estar segura? Nunca me he encontrado con un
Lycan que haya perdido el contacto con la realidad, cuyo animal haya tomado el
control.
—Querida, ¿por qué no vuelves abajo y comes con nosotros? Tu
madre hizo suficiente para alimentar a un ejército.
Le di una sonrisa que esperaba que llegara a mis ojos.
—Gracias, papá, pero de verdad, estoy agotada. Me voy a ir a
dormir temprano. — Sin embargo, no podré dormir. No puedo pensar, y mucho
menos cerrar los ojos para descansar, sin ver la cara de Luca.
Me dio una mirada suave, una que reservó solo para mí, su
"pequeña hija querida". —Está bien. Haré que uno de los chicos te
traiga algo de comer, ¿de acuerdo?

Sotelo, gracias K. Cross


Asentí y sonreí, forzando el acto. Con un resoplido de emoción,
mi padre se dio la vuelta y bajó las escaleras, y volví a mirar hacia la
ventana y me encontré caminando hacia ella antes de poder
detenerme. Estaba demasiado oscuro, la lluvia estaba demasiado
enfadada para que pudiera ver con claridad el exterior. Pero lo sentí.
Tan cerca. Tan cerca.
Mis manos estaban sobre el cristal, las palmas planas contra la
frialdad.
Desde que era joven, con la protección de la muralla, y siempre
con alguien del clan a un grito de distancia -gracias al oído
sobrenatural de los Lycans-, nunca me había sentido más segura que
caminando o corriendo por el bosque. Pero debido a mí naturaleza
curiosa, unida a mi lado lobuno, y a que estar en esos bosques era la
única vez que había experimentado plenamente la soledad, había
encontrado lugares secretos. Túneles dentro de las montañas, la
maleza de los arbustos y los árboles como pequeñas cavernas para
esconderse.
Volví a mirar la escalera, mi padre y mis hermanos habían
descendido hace tiempo. Me los imaginaba ahora, a mi madre sentada
en un extremo de la gran mesa de estilo banquete, la que mi padre
había tallado a mano para ella. Mi padre estaría sentado en el otro
extremo, y mis hermanos repartidos a ambos lados entre nuestros
Padres.
La mesa estaría llena de comida: platos sabrosos que el personal
había preparado y dulces que mi madre había hecho a mano,
especialmente ahora, dado que sabía que estaba muy nerviosa.
No recordaba ningún momento desde que vivía en el que mi
familia se hubiera enfrentado a algo así, algo tan estresante o que
cambiara su vida.

Por mi culpa. El eslabón más débil, ¿no?


Nunca me habían hecho sentir menos que. No, eso lo sentía yo
sola, porque era yo quien había traído esto a nuestras vidas, aunque
no tuviera ningún control sobre el destino. Pero sentí que esta
situación había sido mi punto de inflexión y me mostró quién era
realmente.

Sotelo, gracias K. Cross


Necesito valerme por mí misma. Necesito empezar a vivir.
Exhalé y volví a mirar por la ventana, mirando por aquella
vidriera, incapaz de ver a Luca, pero juraba que aún podía sentirlo.
Sabía lo que tenía que hacer, y si mi padre y mis hermanos no
aflojaban la correa, por así decirlo, tenía que tomar el asunto en mis
manos.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 8
LUCA

En la última semana, había aprendido mucho sobre mi pequeño


compañera. Todo.
Ainslee.
Mitad Lycan. Mitad vampiro.
Tenía apenas veinte años. Y comparado con mis más de
cuatrocientos años, debería haber dudado en reclamarla. Pero ya
había esperado tanto tiempo.
Los hombres de su familia, de su clan, eran demasiado
protectores. Gruñí ante eso, porque estaba aquí ahora. Ese era mi
trabajo, asegurarme de que estuviera a salvo, vigilarla. Quererla con
todo mi ser.
No sabía mucho sobre los halflings, pero Ren me había contado
lo que sabía.
Aunque vivían tanto como una criatura de otro mundo, eran tan
débiles como un humano. Sus puntos fuertes y débiles no se conocían
bien, pero Ren me advirtió que fuera despacio con ella.
La repetición de esa conversación en mi cabeza hizo que volviera
a caminar. Sabía que mi hermano decía la verdad y que me decía que
intentara frenar a mi bestia porque quería que tuviera éxito en el
cortejo y la conquista de mi pareja. Pero nunca había sido empujado

Sotelo, gracias K. Cross


al borde de la locura. Nunca había sido más animal que hombre
durante más años de los que podía contemplar.
Me pasé una mano por el pelo, con las garras rozando
ligeramente el cuero cabelludo, la intensidad salvaje que había en mí
no hacía más que aumentar a cada segundo. Exhalé y tiré de los cortos
mechones. Hice lo mismo, pasando la mano por las mejillas y la
mandíbula, con la palma de la mano rozando la barba que me había
crecido durante la última semana de estar en las Tierras Altas, en este
maldito bosque. No podía preocuparme por mi aspecto. Mis problemas
eran más urgentes.
Diablos, ni siquiera había salido del bosque desde que tomé uno
de nuestros aviones privados y volé a Escocia. Y en cuanto supe dónde
tenían a Ainslee, me quedé lo más cerca posible de ella.
Me paseé. De un lado a otro. De un lado a otro.
La tormenta era implacable, lanzando fuertes puñaladas de agua
sobre mi cara, empapando mi cuerpo. Pero no sentía nada más que la
ardiente necesidad de ir hacia mi hembra, de llegar a ella por encima
de todo.
Y me la ocultaron.
Mi Lycan estaba inquieto, mi bestia más a flor de piel que nunca.
Estaba parcialmente cambiado, un estado continuo de poder y
necesidad cruda y animal.
Nuestra compañera está tan cerca. Tan cerca. Sin embargo, está
siempre lejos. Custodiada por gente como ellos.
Moví la cabeza de un lado a otro, gruñendo, gruñendo,
mostrando a todos y cada uno de los Lycans detrás de este muro
místicamente protegido olvidado por los dioses que estaban en mi lista
de mierda.
Me centré en un lobo en particular, el mayor cabrón de todos. El
que habían llamado Cian.
Se quedó atrás, pero sabía que era el más peligroso. Sus ojos
brillaban en la oscuridad, la lluvia caía sobre el suelo como si el cielo
se abriera y llorara.

Sotelo, gracias K. Cross


El cielo lloraba por mí. Sabía que era medio macho sin mi
hembra.

Está ahí, justo detrás de estos malditos muros, encerrada en esa mansión. Me
la están ocultando.
Incliné la cabeza hacia atrás y rugí, el aire mismo vibrando por
mi furia. Caminé hacia la pared que rodeaba esta finca de las
Highlands. Era de ladrillo a cuatro pies del suelo antes de convertirse
en gruesas barras de metal. Otros siete pies de hierro antes de que se
rematara con picos que se curvaban hacia afuera, como si la misma
puerta fuera garras que brotaban del suelo.
Sabía lo que pasaría si tocaba esos barrotes, pero lo hice a pesar
de todo. Enrosqué mis dedos alrededor del metal, mis manos se
agrandaron, mis garras emergieron, raspando el hierro en señal de
advertencia.
Sentí que el poder místico de ese metal me hacía sentir dolor en
las palmas de las manos, bajando por los brazos y apretando el torso.
Apreté los dientes cuando oí reír a Cian.
—No en mi guardia, hijo de puta. — gruñó, sus ojos destellando
ese color de otro mundo que decía que su bestia se estaba levantando.
—No vas a llegar a ella. Nunca.
Cian se acercó un paso más, sus ojos mantenían el color de la
bestia, brillaban, su agresión era casi tan fuerte como la mía.
Casi.
—Incluso si de alguna manera logras atravesar la magia, no te
acercarás a la hembra. Mi clan se encargaría de ello. Mi rey lo decreta.
Volví a gruñir ante sus palabras.
Me vi obligado a soltar los barrotes mientras el metal me
quemaba las manos como un ácido que se filtraba en mi torrente
sanguíneo. Había agarrado los barrotes más veces de las que podía
contar, de las que podía recordar. Lo haría una y otra vez, el dolor no
era nada comparado con el hecho de saber que mi compañera estaba
tan cerca pero que me lo impedían.

Sotelo, gracias K. Cross


Pero tenía que ser inteligente, seguir siendo racional... humano.
Si mantenía mi control sobre el metal durante demasiado tiempo, el
veneno correría por mis venas, se arremolinaría alrededor de mi
corazón y se apoderaría del órgano hasta dejarme inconsciente,
vulnerable.
No podía permitirme estar indefenso, ni siquiera por un
momento. No cuando mi compañera estaba tan cerca. No cuando
había nacido para protegerla.
Bajé la cabeza pero mantuve mis ojos en él. Dejé que el bastardo
viera mi animal, mi bestia. Enseñé mis dientes. Levanté el brazo, con
la mano ardiendo -el dolor agonizante de tocar el metal infundido con
magia- y apunté con el dedo a Cian.
—Kee-An. — dije en voz baja, mi voz hirviendo al enunciar su
nombre, e inhalé profundamente, haciéndole saber que tenía su olor,
que sabía su nombre y que lo encontraría pase lo que pase. —
¿Quieres alejarme de lo que es mío?— Rugí y di un paso adelante, tan
cerca de la pared que sentí que su poder cargado de magia me tensaba
la piel. Sonreí y supe que era un espectáculo horrible. Los otros Lycans
fueron lo suficientemente inteligentes como para dar un paso atrás
vacilante. —Me aseguraré de que tú…— dije y apuñalé con un dedo al
hijo de puta de Cian. —Seas el que más sienta la fuerza de mi ira.
Cian no mostró miedo, sus ojos se clavaron en los míos. Ah, así
que un compañero alfa que seguía órdenes. Habría respetado eso en
cualquier otra ocasión. Pero en este instante, me cabreó, me hizo más
animal y salvaje que nunca.
Estaba rompiendo una de las leyes más sagradas de la
naturaleza de nuestra especie.
No se separaba a los compañeros entre sí.
Y este cabrón estaba haciendo precisamente eso. Haría que su
muerte fuera lenta y dolorosa, y lo haría con una sonrisa en la cara.
Nadie. Nada. Alejó a un Lycan de su pareja.
Me quedé detrás de la línea de árboles, acechando, incapaz de
quedarme quieto. La bestia que había en mí estaba demasiado
conectada, demasiado atenta a su entorno.

Sotelo, gracias K. Cross


Mi pecho subía y bajaba rápidamente, mis dedos se curvaban
hacia adentro, mis garras se clavaban en mi piel. Olí la sangre que
brotaba de las heridas en mis palmas. Pero no sentí dolor.
No podía ver a los Lycans que patrullaban la zona, pero los olía,
sabía que permanecían en las sombras, ocultos de mí. Su miedo era
tangible, cubriendo el aire, haciendo que mi animal tuviera hambre de
más.
Me alejaban de mi pareja y tenían buenas razones para tener
miedo, pero tenía que reconocer que no estaban tan asustados como
deberían.
Podía oler a mi compañera a mí alrededor, su dulce aroma se
había grabado para siempre en mi cabeza. Solo había necesitado una
inhalación en la ceremonia de apareamiento para memorizarla.
Y la seguí desde Rumanía hasta las Tierras Altas, negándome a
marcharme hasta que estuviera en mis brazos, hasta que pudiera
alejarla de los que pensaban alejarla de mí.
Mostré mis dientes y gruñí en la oscuridad, sabiendo que tenía
que pasar la barrera de una manera u otra. Si lograba superar el muro
y llegar al otro lado, me enfrentaría a dos problemas.
Los Lycans de la guardia se abalanzarían sobre mí como la
maldita manada de lobos hambrientos que eran. Podría luchar contra
ellos fácilmente. Era más fuerte que ellos en este estado, habiendo
sido más animal durante décadas, siglos. Dominar a un Lycan era tan
fácil para mí como partir ramitas, pero eso me llevó a mi otro
problema.
La magia impregnada en esa pared, en el metal que succionaba
mi poder con solo un toque. Así que, aunque lograra pasar al otro lado,
mi poder y mi fuerza se agotarían por completo, dejándome inmóvil,
demasiado débil para luchar. Los Lycans me capturarían sin duda, me
meterían en una puta celda, me mantendrían débil para que no
pudiera escapar.
No podía arriesgarme a eso, no podía arriesgarme a que mi
compañera no me tuviera a su lado, protegida y provista por mí.

Sotelo, gracias K. Cross


Nada ni nadie podría alejarme de mi hembra, así que tenía que
sacar a relucir mi lado humano más que nunca, utilizando la
racionalidad y el sentido común, enfoques tácticos para llegar a ella.
Ella había nacido para ser mía y solo mía, y los que se
interpusieran en mi camino pronto conocerían la ira y el poder de un
Lycan apareado.
Saqué la mano, mis garras se clavaron en el grueso tronco de un
árbol, cortando la madera por la mitad como si no fuera más que un
frágil papel de seda. No sentí dolor, no sentí frío ni lluvia. Estaba
demasiado en sintonía con la mujer encerrada lejos de mí, mis
sentidos nunca eran tan fuertes.
Era cierto. Una pareja sacaba a relucir todas tus fuerzas
primarias y brutales.
Incliné la cabeza hacia atrás y rugí, mi bestia quería tomar el
control total, cambiar completamente. Normalmente, habría dado la
bienvenida a que tomara el poder, a que dominara, pero necesitaba
mantener mi lado humano intacto, necesitaba pensar racionalmente.

Rugí: — ¡Mía!— El suelo tembló por mi voz, por mi agresividad.

Reanudé mi paseo. Acechando. Pensando. Tengo que llegar a ella.


Nuestra. Ella es nuestra, y ellos nos la ocultan. Destrúyelos. Destrúyelos a todos.
Pude sentir la vacilación de los otros Lycans. Bien, que me
teman. Que vean, sientan y sepan lo peligroso que soy.
Miré la pared, sabiendo lógicamente que escalar la maldita cosa
no me daría el resultado final que buscaba. Pero no tenía otras
opciones. Le había prohibido a Ren venir aquí. Quería hablar con el
clan escocés, quería hablar con Banner y explicarle las cosas. Pero el
padre de mi compañera nunca me la entregaría, aunque por derecho
y destino fuera mía.
Esta era mi guerra para luchar. No metería a mi hermano en
esto, especialmente ahora que había encontrado a su pareja.

Demasiado roto. Demasiado loco.

Sotelo, gracias K. Cross


Sentí que la sangre y la adrenalina corrían por mis venas, la
agresión me consumía. Nunca le haremos daño. Es nuestra para protegerla para
siempre.
Mis hombros pesaban mientras respiraba y caminaba.
Respiraba y caminaba. Los cortes de color carmesí y la carne
desgarrada me cruzaban el pecho debido a los ataques de rabia que
me propinaba.
Pero traté de mantener la calma -humana- y me adentré en las
sombras, en la protección del bosque. Esperaría mi momento.

Llegaría hasta ella.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 9
CIAN

—No tiene razón. — dijo Odhran, su voz no era más que un


gruñido.
No podía negar lo que decía Odhran. El Lycan estaba casi loco,
enloquecido, y alejar a su compañera de él lo hacía aún peor.
Miré a mi amigo de toda la vida, observando cómo se quedaba
quieto como una piedra, su cuerpo igual de amenazante y altísimo que
el del resto. Pero Odhran era de “gatillo fácil” cuando se trataba de la
agresión y de dejar que su animal se alzara para tomar el control
parcial.
Aunque no siempre había sido así, nunca entendí qué lo había
hecho pasar de ser el muchacho divertido y juguetón con el que había
crecido a ser el brutal caudillo que se deleitaba con la sed de sangre.
Y no importaba cuántas veces intentara hablar con él, Odhran se
enfurecía, murmurando sobre lo que era suyo por derecho y que le
habían robado, para nunca encontrarlo.
Las divagaciones de un macho Lycan que pierde lentamente la
razón.
Quería entenderlo, preguntarle si había encontrado y perdido a
su pareja -porque esa sería la única razón por la que vería este tipo de
decadencia y supremacía primitiva de un macho-, pero no hablaría
más de ello. Era testarudo y estaba enojado, y presionar el tema le
haría decaer aún más.

Sotelo, gracias K. Cross


Me concentré en mi tarea. Y era una tarea fácil. Alejar a Luca de
Ainslee.
La lluvia y el viento arremetían contra nosotros, pero no lo
notábamos, no le prestábamos atención. Nos habían encargado que
nos aseguráramos de que Luca no traspasara el perímetro. Los muros
estaban fortificados místicamente, pero Luca era un hijo de puta
fuerte, y no dudaba de que con la suficiente fuerza y agresividad de su
Lycan, escalaría este puto muro y lo traspasaría.
Y como le ocultamos a su compañera, era aún más inestable.
—No me siento bien haciendo esto. — murmuró Tadhg.
—No importa lo que sintamos sobre esto. El Rey Banner dio una
orden, y nosotros la seguimos. — gruñí por lo bajo, una advertencia
alfa que Tadhg haría bien en recordar en qué consistían sus alianzas.
Por nuestro rey.
Me miró y enseñó los colmillos, un instinto involuntario, su
propio alfa se levantó. Di un paso adelante, sabía que mis ojos
brillaban con mi bestia, y Tadhg retrocedió, obligando a su animal a
retroceder, sabiendo que yo estaba al mando. Yo tenía el control.
Yo era el alfa aquí.
Todo su cuerpo estaba tenso, pero no volvió a desafiarme. Sabía
que no podía hacerlo. Ese era el problema con todos nosotros. Todos
éramos alfa, cada uno de nosotros elegido por Banner porque éramos
los más poderosos, los más agresivos del clan.
No importaba si estábamos de acuerdo o no. No podíamos ir en
contra de nuestro rey. No lo permitiría.
¿Y si se tratara de mi compañera?
Me encontré gruñendo por lo bajo ante la idea de que alguien -
cualquiera- intentara alejarme de mi destino y mi futuro. Y en ese
mismo sentido, pensé en la mirada enloquecida de Luca. Aunque el
instinto no le permitiera herir nunca a su compañera de forma
voluntaria o intencionada, eso no significaba que tuviera un control
total sobre su animal, especialmente si había estado atrapado en ese
limbo de ser parcialmente cambiado durante tanto tiempo.

Sotelo, gracias K. Cross


Y por su aspecto y tamaño... estaba claro que había estado así
durante años, si no décadas.
Me centré en Luca. El macho seguía caminando. Siempre
deambulando, la inquietud en él se hacía más fuerte cuanto más
tiempo lo manteníamos alejado. Mi animal interior empatizaba con él,
pero no importaba. Tenía que seguir las reglas de Banner. Tenía que
proteger a Ainslee, y si eso significaba ir en contra de lo que era el
propósito principal de un Lycan -encontrar a su pareja y reclamarla-
tenía que mantener el rumbo.
Luca volvió a rugir y el suelo tembló bajo nuestras botas.
—El muro no lo mantendrá alejado para siempre. — murmuró
Odhran, mientras la lluvia se reducía a una llovizna.
Seguí enfocando más allá del muro, oliendo el aire y la hierba,
las propias tierras altas mezcladas con la lluvia.
Pero el olor más fuerte de todos era la determinación de un Lycan
ansioso por llegar a su pareja.
—No. No creo que lo haga.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 10
AINSLEE

Me senté en mi tocador, con la luz baja. Miré mi reflejo; la mujer


que me devolvía la mirada no era alguien a quien reconociera ahora
mismo.
Llevaba un par de horas en mi habitación, con la esperanza de
que el silencio me ayudara, pero encontraba mis pensamientos aún
más confusos. Las cosas eran más ruidosas cuando estaba sola.
Caelan había entrado poco después de que yo entrara en mi
habitación y me había dejado un plato de comida y un vaso de sangre.
Pero no tenía hambre, el estómago se me revolvía de inquietud.
Miré por encima del hombro y observé el plato y el vaso que
estaban en la mesita frente al antiguo sofá de madera dorada italiana
del siglo XVIII. Me quedé mirando ese sofá, cuyo terciopelo azul claro
hacía juego con los tonos plateados y azul pálido de mi dormitorio.
Me centré en la sangre que estaba junto al plato, con el vaso
todavía lleno. Sin tocar. Sentí que mi expresión se tensaba de asco, ya
que esa sangre estaría helada, coagulándose. Casi me dan arcadas. Ni
siquiera sabía qué había en el plato, pero olía a pollo y a patatas, y a
algún tipo de verdura. Pero todo en mí se sentía tan desconcertado,
mis sentidos completamente apagados si no se trataba de Luca.
Volviendo a mirar mi reflejo, exhalé. Mi largo cabello rubio
colgaba en ondas alrededor de mis hombros, cayendo por mi espalda

Sotelo, gracias K. Cross


hasta llegar a mi cintura. Pensé tantas veces en cortármelo... algo
diferente, algo que me hiciera sentir... simplemente... diferente.
Miré el maquillaje extendido por el mostrador del tocador, tubos
de pintalabios, paletas de sombras de ojos. Iluminador y colorete,
máscara de pestañas y delineador de ojos. Siempre había sido una
“chica femenina”, me gustaban las cosas bonitas, las joyas y el
maquillaje, los vestidos y todo lo que se consideraba femenino.
Algunos podrían pensar que me había vuelto así porque mi
madre era así. Pero estarían equivocados. A mi madre le gustaba
vestirse de vez en cuando, pero tenía los pies en la tierra, y prefería
meter las manos en la tierra mientras cultivaba el jardín, con arena
bajo las uñas y barro en la mejilla. Recuerdo haberla observado
innumerables veces cuando volvía a los jardines de atrás, cuando se
quedaba allí durante horas, llegando incluso a arriesgarse a
debilitarse cuando se escabullía antes de que el sol se hubiera puesto
del todo.
Miraba al cielo y contemplaba el sol poniente, sabiendo que
incluso la más mínima cantidad de luz agotaría su energía. Pero aun
así se permitió un momento o dos, un minuto para disfrutar de ese sol
poniente. Y, por supuesto, mi padre siempre estaría a su lado, siempre
el compañero presente, tan leal y atento, un lobo protector en grado
sumo.
Tal vez fuera mi comportamiento, el hecho de parecer delicada,
de actuar así, y eso hacía que los machos de mi familia me vieran como
algo quebradizo.
Sacudí la cabeza y seguí mirando mi reflejo, frunciendo el ceño,
odiándome en ese momento. Quizá si hubiera sido más fuerte, no me
habrían alejado de Luca. No sabía si las cosas funcionarían entre
nosotros, pero quería ver si lo haría o no yo misma. Quería hablar con
él. Quería verlo.
Esto era monumental, explosivo, y no era algo para tomar a la
ligera.
Por eso me sorprendió tanto que mi padre me alejara de Luca.
Sabía la conexión que tenían los compañeros, al experimentar su
propia Vinculación con mi madre.

Sotelo, gracias K. Cross


Podía entender a mis hermanos porque ninguno de ellos había
encontrado a sus compañeras de enlace, así que sus actitudes
prepotentes eran de esperar, aunque no se apreciaban.
Enredé los dedos en la larga caída de mis mechones rubios y los
nudillos se pusieron blancos. Tiré con tanta fuerza que el dolor me
recorrió el cuero cabelludo. Por un segundo, pensé en cortármelo, en
hacerme un corte de pelo, en cambiar mi aspecto porque tenía el
control sobre ello.
Pero el pelo volvería a crecer y yo seguiría siendo la misma
persona por dentro: la delicada y frágil Ainslee que todos creían hecha
de cristal.

Entonces cámbialo.
Extendí la mano y cogí un tubo de pintalabios, el tono llamado
Rojo Apasionado. Quité el tapón y lo dejé a un lado, me incliné hacia
el espejo y me pasé la punta primero por el labio inferior, de color rubí,
brillante y en tu cara. Normalmente me gustan los rosas y los nudes,
pero este era un cambio sobre el que tenía control.
A continuación, me pasé por el labio superior, di otra capa en el
inferior, más carnoso, y luego volví a poner el tapón y dejé el tubo a
un lado. Me puse con la paleta de sombras de ojos, escogiendo tonos
naturales y aplicando el pigmento sobre los párpados. A continuación,
apliqué el colorete y luego el iluminador. El efecto final fue sutil en
todo, excepto en los labios, que destacaron con un tono rojo intenso.
¿Le gustaría a Luca este tono en mí?
Añadí un poco de máscara de pestañas para terminar, y luego
me incliné hacia atrás para mirarme. A pesar de la ligera capa de
maquillaje y de los llamativos labios rojos, seguía siendo la misma
persona. Entrecerré los ojos al ver mi reflejo y sentí una oleada de
rabia en mi interior.
Miré por encima de mi hombro aquel plato de comida. Ese vaso
de sangre. Mi rabia hervía a flor de piel. Me cansé de esperar. Estaba
harta de que los protectores tomaran decisiones por mí, de que
trazaran el camino de mi vida y de mi futuro.
Podía entender el razonamiento de por qué sentían la necesidad
de llevarme a Rumanía. Luca había parecido muy inestable en ese

Sotelo, gracias K. Cross


momento. Pero ya había pasado una semana y no habían establecido
ningún contacto con él más que para mantenerlo alejado de mí.
Cerré las manos en apretados puños, con las uñas clavadas en
las palmas de las manos con la suficiente fuerza como para sentir que
me perforaban la carne. Olí el aroma de la sangre, y mi lado vampírico
se levantó. Era una mujer fuerte e independiente, y estaba a punto de
demostrarlo.
Me puse en pie y me dirigí al armario, cogiendo una gruesa
chaqueta de punto, que me la puse por encima de la camiseta blanca,
y luego me agaché y cogí un par de zapatos, poniéndomelos antes de
dirigirme a la puerta.
Enrosqué las manos alrededor de la fría manilla de latón,
escuchando, intentando calmar los latidos de mi corazón y mi
acelerada respiración. Era lo suficientemente tarde como para esperar
que mis hermanos se hubieran ido a sus habitaciones para pasar la
noche o estuvieran en la otra parte de la casa, donde estaba la sala de
recreo. Mis padres ya se habrían retirado por la noche y el personal se
habría ido por el día. Pero aún tenía que tener en cuenta a los
centinelas, lo cual, comparado con escabullirse de mi padre y mis
hermanos, parecía pan comido.
Abrí la puerta sin hacer ruido, escuchando, oliendo el aire, y
cuando consideré que el pasillo estaba vacío, me escabullí y cerré la
puerta detrás de mí con el mismo silencio. Conocía los terrenos de
nuestra propiedad mejor que nada en este planeta, conocía los
entresijos, los escondites secretos que podían pasar desapercibidos
para los demás. Sabía todo esto por ser una niña curiosa, e iba a
aprovecharme de ello, a utilizarlo en mi beneficio.
Iba a ver a Luca esta noche.
Me dirigí hacia el pasillo, tomando la escalera trasera y
asegurándome de alejarme de la sala de recreo por si los trillizos
estaban ahí. Volví hacia el pasillo del personal, di un par de vueltas,
sintiendo que estaba haciendo algo terriblemente mal. Y odiaba
sentirme así por el simple hecho de ir a ver a mi compañero.
Finalmente llegué a la puerta del sótano, una que solo usaba el
personal. Pero cuando era niña, había bajado ahí muchas veces, mi
curiosidad era demasiado fuerte para ser curada. Fue entonces

Sotelo, gracias K. Cross


cuando me di cuenta de que la finca tenía un túnel subterráneo que
recorría toda la extensión de la propiedad y se abría a una tubería de
drenaje que se adentraba en el bosque que bordeaba la propiedad.
Había aprendido de mi padre que los Lycans los habían utilizado
hace siglos como rutas de escape cuando las tensiones habían sido
altas con las criaturas guerreras del Otro Mundo y los clanes rivales.
No se habían utilizado probablemente desde que se
construyeron, porque una vez firmados los tratados y destruidos los
enemigos o convertidos en aliados, los túneles no tenían ninguna
utilidad.
Hasta esta noche.
Solo los dioses sabían lo sucio que era, pero sería la única
manera de escabullirme sin que nadie me descubriera.
Los centinelas estaban demasiado bien entrenados para no
detectar mi olor si intentaba escapar por una de las puertas
principales, así que atravesar el túnel era mi única opción.
Afortunadamente, todo el personal se había ido horas antes, así
que cuando cerré la puerta del sótano detrás de mí y subí los escalones
de piedra, sentí que podía respirar mejor.
El aire se volvía más frío cuanto más descendía, la humedad que
me rodeaba me decía que esta parte de la finca no contaba con la
modernización y el aislamiento del resto de la casa. Aparte de la
enorme despensa y del congelador y el frigorífico de tamaño industrial
que se habían instalado, el sótano era como un paso atrás en el tiempo
con las gruesas e implacables paredes de piedra.
En cuanto llegué al rellano inferior, comencé a recorrer el
estrecho pasillo que me llevaría a la puerta del túnel. A pesar de ser
un vampiro, lo que significa que no debería tener miedo de los sótanos
húmedos y oscuros, no podía mentir y decir que este lugar no me daba
escalofríos. Envolví el cárdigan más apretado alrededor de mí, mis pies
se movieron silenciosamente por el suelo.
Cuando por fin llegué a la entrada del túnel, y tras descorrer el
ruidoso cerrojo de metal oxidado, lo abrí de un tirón e inmediatamente
sentí el olor a moho y suciedad. Cerré la puerta tras de mí y me

Sotelo, gracias K. Cross


mantuve pegado a la pared, el suelo tenía charcos de agua que se
hacían más evidentes cuanto más me acercaba a la salida.
Me pareció una eternidad antes de ver la luz de la luna, pero esta
oleada de excitación y nerviosismo me hizo avanzar más rápido. La
entrada del túnel tenía barrotes de hierro que iban en vertical, y
aunque en algún momento probablemente habían sido encantados
místicamente, ahora eran solo metal. Frías e implacables, duras e
inmóviles para cualquiera que no fuera una criatura del Otro Mundo.
Cuando llegué a los barrotes, pude ver lo envejecidos que
estaban, con partes carcomidas por el óxido hasta el punto de que
había una gran porción sin obstáculos y lo suficientemente grande
como para que me colara por ella.
La misma abertura que había estado ahí desde que era una niña.
Me puse de rodillas y me arrastré a través de ella, el aire fresco
fue un alivio para el olor húmedo del túnel.
En un momento dado, la puerta que bloqueaba esta abertura
había sido tan segura con la magia que ninguna criatura, del Otro
Mundo o humana, había sido capaz de traspasarla. Pero en esta época
moderna, no había necesidad de eso. No había necesidad de reforzar
los barrotes ni de bloquear el túnel. Nuestra propiedad no solo estaba
protegida con el muro místico, sino también custodiada por el clan de
los Lycans escoceses.
Una vez fuera, me puse de pie, me quité los restos que no habían
empapado mis pantalones y no dudé en seguir avanzando. El túnel
salía justo al borde del bosque, y me mantuve entre los árboles. Apreté
el cuerpo contra el grueso tronco, con las uñas clavadas en la corteza,
otro movimiento para mantenerme en tierra y en calma.
Exhalé y luego inhalé lentamente por la nariz, para ver si olía o
percibía a alguien. Era difícil saber dónde estaban los centinelas, ya
que mis sentidos no eran tan agudos ni poderosos como los suyos.
Así que fui de árbol en árbol, apretando mi cuerpo contra los
troncos, manteniéndome en dirección al pequeño arroyo que corría
paralelo a la parte trasera de la finca. El musgo de las rocas ayudaría
a enmascarar mi olor, así como el sonido del agua que goteaba para
ocultar cualquier sonido que hiciera inadvertidamente.

Sotelo, gracias K. Cross


Solo tenía que llegar a la orilla del arroyo, donde sabía que había
una gran cantidad de arbustos espinosos. De niña solía jugar
alrededor de ellos, llegando incluso a robar una de las tijeras de
jardinería del cobertizo y cortando una abertura lo suficientemente
pequeña para poder arrastrarme y esconderme.
Y una vez que atravesara el túnel de follaje, solo tendría que
averiguar cómo escalar el muro.
Llegué hasta el arroyo, continuando a ras de suelo, siguiéndolo
hasta la maleza. Y entonces lo vi, la apertura del túnel que había
creado hacía tanto tiempo. Había crecido un poco con el paso del
tiempo, pero parecía que aún podía pasar.
Me puse de rodillas y empecé a arrastrarme por él, y las espinas
de las ramas se me engancharon en la chaqueta mientras avanzaba.
El suelo estaba mojado y mis rodillas y manos se hundían en el barro.
La lluvia hacía que todo estuviera empapado, mis dedos y mis
uñas se clavaban en la tierra. Pero no me importaba. Tenía una meta,
un objetivo.
Y estaba muy cerca.
Pero entonces oí el chasquido de unas ramitas detrás de mí, y
me quedé quieta, conteniendo la respiración, a pocos metros de la
maleza. Recé para que el arroyo y el barro que me rodeaban ocultaran
mi olor lo suficiente.
Contuve la respiración, cerré los ojos y traté de Solo. Estar. En.
Calma.
Podía oír a alguien, sus pasos pesados y demasiado cercanos
para ser cómodos. Luego oí estática antes de que una voz profunda
llegara a través de lo que supuse que era un walkie talkie que todos
los centinelas llevaban.
—Todo despejado en el extremo sur de la propiedad. — dijo la
voz ronca antes de empezar a alejarse.
Solo cuando ya no pude oír sus pasos, exhalé y abrí los ojos. No
me demoré, no esperé a ver si volvía a estar sola; simplemente me moví
más rápido. Mi pelo seguía enredado en las espinas, el barro cubría

Sotelo, gracias K. Cross


mis vaqueros y mis manos, pero no me importaba. De hecho, lo único
que sentía era un subidón de excitación.
Solo cuando llegué al otro lado me tranquilicé. Escuché. Olfateé
el aire.
Estaba sola.
Me levanté para ponerme de pie e inmediatamente me deshice
del abrigo. Las hojas y las espinas estaban incrustadas dentro del
material, y todo lo que sirvió fue algo que me frenó.
Lo dejé caer al barro junto a mis pies mientras miraba el gran
muro de hierro y piedra que estaba a unos metros delante de mí.
La magia entretejida en él era fuerte, del tipo destinado a
mantener fuera a una criatura del Otro Mundo. Y había sido reforzado
con esa magia diez veces para mantener a mi compañero afuera.
Me miré a mí misma, viendo mis vaqueros llenos de barro, mis
zapatos empapados y mi camiseta blanca manchada de suciedad.
Odiaba ver el aspecto de mi cara, si el maquillaje seguía intacto o si
estaba embadurnado, una imagen casi cómica de la chica que
intentaba ser. Pero no me importaba. Y estaba segura de que a Luca
tampoco.
La anticipación y la adrenalina corrían por mis venas, y exhalé
lentamente, sabiendo que no podía estropear las cosas por estar
demasiado ansiosa.
Incliné la cabeza hacia atrás y miré a la pared, luego dirigí mi
atención a aquellos enormes árboles que estaban a ambos lados de
mí, algunas de cuyas ramas eran tan gruesas y largas como mi cuerpo.
Esas ramas llegaban hasta casi tocar la parte superior del hierro.
Exhalé lentamente y supe que éste era el comienzo de cómo se
iba a labrar mi futuro.
Yo era quien tenía el control de mi destino.
Y yo era quien tomaría las decisiones en mi vida a partir de este
momento.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 11
LUCA

Había estado acechando el perímetro del muro toda la noche.


De un lado a otro, buscando puntos débiles, cualquier tipo de
apertura.
Me fijé en varios árboles enormes al otro lado del muro, con sus
ramas gruesas y largas, como si alcanzaran la cima de esos pinchos.
Podría escalar uno de ellos y saltar el muro. Ni siquiera me importaba
si me apuñalaba uno de ellos, lo cual era una posibilidad muy real.
Ni siquiera me importaba que los guardias me alcanzaran sin
duda antes de que llegara a los tres metros del otro lado. Intentarlo
era mejor que lo que estaba haciendo ahora.
Que era pasearme. Agitándome cada vez más. Casi salivando
para llegar a ella.
Iba a escalar esta maldita pared, e iba a llegar a mi compañera.
Todo mi cuerpo se tensó, porque sabía que solo tendría un
pequeño margen de tiempo antes de que los cabrones que patrullaban
se dieran cuenta de lo que estaba haciendo e intentaran detenerme.
Pero antes de que diera un paso para iniciar mi plan, el viento se
levantó, soplando desde el norte, las ramas de los árboles se
balanceaban suavemente, el aroma de la lluvia todavía en el aire. Pero
no fue lo único que olí.

A ella. Nuestra. Mía.

Sotelo, gracias K. Cross


Mi cuerpo se tensó por otra razón, mi lobo interior cobró vida
ante el aroma de la cosa más dulce que jamás había olido.
Cerré los ojos y gemí, mi cuerpo se balanceó en dirección a donde
estaba mi compañera.
Abrí los ojos de golpe e inmediatamente me dirigí hacia ella. Me
mantuve en lo más profundo del bosque para mantenerme oculto de
los Lycans. Nada me disuadiría. Nada me detendría.
Necesitaba llegar a ella.
Su dulzura me llevó hasta el extremo de la propiedad, y cuando
inhalé concentradamente su embriagador aroma, me quedé quieto. Me
congelé. Está aquí.
La fuerza de mi respiración hizo que mis hombros se movieran
hacia arriba y hacia abajo, que el sonido de mi respiración fuera fuerte
en mis oídos.
Tenía que encontrarla, como un cazador, un depredador en
busca de su presa, porque me moría de hambre.
Pero el viento hacía que su olor me rodeara. Empecé a ponerme
frenético. Entonces, el sonido de una rama que se quebró por encima
de mí me hizo levantar la cabeza y mirar la gruesa línea de ramas que
casi llegaba a la pared. Por un momento, no vi nada, y luego vi una
mancha blanca entre las sombras y el follaje verde.
Mi corazón se aquietó momentáneamente antes de latir en
exceso. Avancé un paso, y otro más, hasta que estuve a la altura de la
valla, sin querer tocarla y arriesgar mi fuerza y mi energía cuando mi
compañera estaba tan cerca.
Al alcance de la mano.
Y entonces ahí estaba ella, en equilibrio sobre una gran rama,
acercándose a mí, con la mirada al frente, con movimientos elegantes.
Era aún más hermosa de lo que recordaba, impresionante. Perfecta.
Me quedé atónito, inmóvil, congelado mientras veía su delicado
cuerpo moverse con fluidez. Estaba muy claro que era una vampira
por la elegancia de sus movimientos, la especie de su madre era
conocida por ser etérea y sigilosa.

Sotelo, gracias K. Cross


Y entonces llegó a lo más lejos que podía llegar en la rama antes
de caer tan silenciosamente que no emitió ningún sonido más que un
pequeño y casi suave golpe cuando sus pies cayeron al suelo del
bosque.
Cuando se enderezó, a tan solo seis metros de mí, todo mi cuerpo
se estremeció y zumbó para ir hacia ella, para aferrarla y llevarla lejos
de aquí.

Llévatela de los que piensan alejarla de nosotros, exigió mi lobo, gruñendo.


Pero no podía moverme, no porque no quisiera, sino porque no
quería asustarla. No quería arruinar la primera oportunidad que tenía
de tener por fin a mi compañera lo suficientemente cerca como para
poder alcanzarla y tocarla.
La vi inhalar y su cabeza se levantó en mi dirección cuando
percibió mi olor. Inmediatamente se giró hacia mí como si fuera un
instinto.
Nos quedamos así, mirándonos el uno al otro, yo mucho más
grande que ella que sentí que la partiría por la mitad, que la partiría
en dos como una de las ramitas que estaban esparcidas por el suelo
del bosque.
Mis instintos fueron ir hacia ella, mi lobo alimentando la
necesidad de hacer precisamente eso. Pero me golpeé, porque sabía
que tenía que estar asustándola solo con mi rostro. Pude ver cómo sus
ojos se abrían de par en par mientras me miraba, recorriendo esos
ojos azules de bebé por todo mi cuerpo.
Era diminuta, no solo en comparación conmigo -un
cambiaformas Lycan de pura sangre-, sino en general. No podía medir
más de un par de centímetros por encima del metro y medio, y su
cuerpo era ágil y elegante. Recordaba a una bailarina, todo líneas y
curvas femeninas.
Vi cómo se movía su esbelta garganta al tragar. Todo mi instinto
de protección me decía que fuera hacia ella, que la alejara de todo esto
para que estuviéramos los dos solos. Pero pude percibir su inquietud
y su nerviosismo. Tenía miedo, no de mí específicamente, sino de la
situación. Su inocencia era evidente, pero me di cuenta de que no era
solo de naturaleza sexual.

Sotelo, gracias K. Cross


No me cabía duda de que su padre y sus hermanos habían dado
cobijo a mi compañera durante toda su vida, algo que agradecí mucho,
porque la habían cuidado. Pero ahora estaba aquí, capaz de protegerla
y mantenerla, de asegurarme de que siempre estuviera cuidada en
todos los sentidos... de hacerla feliz en todos los sentidos.
—Tu... tu lobo. — susurró.
Sabía cómo me veía, cómo no estaba del todo convertido sino en
el punto intermedio, aterrador, intenso... peligroso.
—Nunca he visto a un Lycan en tu estado.
Si pudiera forzarme a ser completamente humano, lo haría, pero
sinceramente no sabía si sería capaz de volver a hacerlo. Había estado
así demasiado tiempo.
—No te haré daño, hembra.
Se lamió los labios, y me sentí orgulloso cuando levantó la
barbilla con fuerza. —Sé que no lo harás.
Casi tarareé de placer porque ella lo sabía.
—Quería hablar. — dijo finalmente, y cerré los ojos mientras su
voz se filtraba a través de mí. Dioses, me hizo cosas maravillosas, como
un bálsamo para calmar mi alma dañada y rota.
Abrí los ojos y me quedé mirándola. Quería que volviera a hablar,
para que me aliviara más. Quería sanar para poder ser el macho y el
compañero que ella merecía.
—Mi familia se dará cuenta de que me he ido pronto. — se lamió
los labios de nuevo, y me quedé paralizado por la visión. —No tenemos
mucho tiempo. — Su voz era tan baja, tan jadeante que solo yo podía
oírla. —Pero tenía que verte. — Había un temblor en su voz que hizo
que mi lobo quisiera liberarse para tranquilizarla.
No confiaba en mi voz todavía, así que no dije nada, solo escuché,
dándole tiempo y espacio. Pero no pude aguantar mucho más.
—No está bien alejarme de ti.
Rugí triunfante en mi interior.

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—Estamos emparejados, y es justo que nos veamos, que
hablemos, que nos conozcamos.
Dioses, oírla decir estas cosas me complacía enormemente.
—Ven aquí, mi hembra. — dije finalmente. No podía ocultar la
distorsión de mi voz. Estaba demasiado ido, demasiado sobrepasado
en mis tendencias animales como para intentar disimular, para fingir
que tenía algún control.
Exhaló lentamente y volví a mirar sus labios. Mis ojos se
clavaron en ellos, su boca arqueada, sus labios tan rosados y suaves.
El inferior era un poco más grande que el superior, lo que les daba
una calidad plena y acolchada. Casi tenía rasgos de hada, la estatura
de un duendecillo.
No se movió durante mucho tiempo, tal vez teniendo un debate
interno dentro de sí misma.
—Nunca te haría daño. — Quería tranquilizarla una y otra vez.
—Nunca estarás más segura que conmigo. — Porque moriría antes de
permitir que le hicieran daño. Con gusto daría mi vida por la suya.
Y entonces dio un paso adelante, y no pude contener mi gruñido
de aprobación. Mis garras se clavaron en las palmas de las manos, el
olor de mi sangre llenaba mi nariz pero no enmascaraba su dulce
aroma. Y cuando inhaló profundamente, pude ver cómo se dilataban
sus pupilas, y supe que olía el sustento de mi vida por las heridas en
forma de media luna de mis manos. Joder, le daría cada gramo de mí,
dejaría que me dejara seco si eso fuera necesario para mantenerla
viva.
Una Darte de mí quería mostrarle mi sangre, sabiendo que era
lo que necesitaba para sobrevivir, sabiendo que era yo quien quería
proporcionársela. Así que abrí los puños, sintiendo que la sangre de
las heridas empezaba a gotear por mis dedos.
Volvió a lamerse los labios y se acercó un paso más, y traté en
vano de mantenerme pegado al lugar. Pero la necesidad de alimentarla
era tan fuerte dentro de mí que realmente di un paso adelante. Vi cómo
sus ojos se clavaban en mis manos, supe que podía ver las heridas.
Sentí el continuo goteo de sangre. Las pequeñas hendiduras se

Sotelo, gracias K. Cross


curarían demasiado pronto, pero seguiría abriéndolas para ella solo
para asegurarme de que mi pequeña compañera se alimentara.
Dioses, solo pensar en sus colmillos incrustados en mi cuello
mientras sacaba de mí tenía a mi polla tan dura que palpitaba. Sentí
que la parte delantera de mis pantalones se mojaba por el constante
flujo de pre-semen en la punta.
Entonces me obligué a dar un paso atrás, observé cómo una
mirada de sorpresa y confusión cubría la expresión antes hambrienta.
Retrocedí uno más, y otro más, adentrándome en el bosque, más lejos
del muro, del riesgo de que su olor llegara a los Lycans.
—Ven aquí. — Las sombras nos ocultaban ahora lo
suficientemente bien como para que yo no estuviera tan al borde,
sintiendo una semblanza de tranquilidad de que teníamos una
pequeña ventana de tiempo antes de que alguien se diera cuenta de
que ella estaba aquí afuera.
Mantuve la voz baja y uniforme, traté de ser amable, aunque
sabía que había fracasado.
Me sentía de todo menos controlado.
Y cuando me siguió hacia el bosque, dejando que la oscuridad
nos tragara, obedeciendo porque necesitaba esto tanto como yo, dejé
que una sonrisa lenta y complacida se extendiera por mi rostro.
Estaba a un par de metros de mí cuando se detuvo. Quería que
su olor se me metiera en la piel antes de sumergirse en lo más
profundo de mi alma.
Avancé entonces, con mi cuerpo mucho más grande que el suyo,
y su cabeza tuvo que inclinarse hacia atrás para poder mirarme a la
cara. Sus ojos eran tan grandes, el color tan azul. A la luz de la luna,
su piel parecía luminiscente, pálida, como si brillara.
Demonios, quería alcanzarla y tocarla, quería pasar mis dedos
por su pelo e inclinar su cabeza aún más hacia atrás para poder pasar
mi nariz por su garganta y olerla. Gruñí por lo bajo cuando esa imagen
se me metió en la cabeza una y otra vez.
Mi polla palpitaba, ese tubo de plomo entre mis piernas que
presionaba contra el material de mis pantalones, la gruesa longitud

Sotelo, gracias K. Cross


exigiendo ser liberada y enterrada en lo más profundo de mi
compañera, para llenarla con mi aroma, mi propia semilla cubriéndola
para que no hubiera duda de que era mía.
Di otro paso hacia delante y ella retrocedió instintivamente.
Podía oler que sabía que no le haría daño, pero su aprensión por la
situación la hizo retroceder.
Y eso me excitó aún más.

Al cazador siempre le gusta perseguir a la presa.


Pero ella no podía retroceder más, no cuando su espalda estaba
ahora apretada contra un árbol, un bloqueo que me permitía una
valoración completa de ella sin que escapara.

Sé amable. Ve despacio. Toma mi tiempo.


Con cada segundo que pasaba estando tan cerca de mi
compañera, mi cordura se deshacía aún más. No sabía si alguna vez
sería un buen compañero para ella, especialmente con el tiempo que
había estado al borde de la locura total, pero juré a todos los dioses
de este reino y de otros que intentaría hacer lo correcto por ella.

Pero ahora, necesito hacer saber que ella es mía.


—Dime tu nombre, compañera. — Me incliné un centímetro más
y la oí inhalar bruscamente.
Por supuesto que ya sabía su nombre, me lo había dicho Ren
antes de irme a las Tierras Altas. De hecho, mi hermano me había
dado toda su información, todos los detalles sobre su familia. Había
investigado antes de ir por ella, necesitaba saber a qué me enfrentaba,
cómo conquistarla, cortejarla.
Pero a pesar de conocer todos estos detalles, quería oírla decir
su nombre. Quería oír cómo sonaba al salir de su lengua. Y eso me
hizo pensar en otras palabras y frases que me diría, cosas sexuales,
cosas deseadas que susurraría en los estertores de la pasión que le di,
mientras la reclamaba.
—Dime, pequeña. — Gruñía, sin poder contenerme mientras
cada instinto primario en mí exigía que la marcara. —Sé que tengo un
aspecto aterrador, pero nunca te haría daño. — Extendí la mano,

Sotelo, gracias K. Cross


queriendo tocar su pelo, pero antes de que mis dedos llegaran a los
mechones, los enrosqué en mi puño y dejé caer el brazo a mi lado.
—Lo sé. — susurró, y escuché la verdad en sus palabras una vez
más, en el tono de su voz. —Es Ainslee. — Su aliento cálido y dulce
me rozó el cuello con tanta fuerza que me estremecí de lo bien que se
sentía.
Me encontré con las manos en el tronco a ambos lados de su
cabeza, mis garras se clavaron en la corteza, los trozos se
desprendieron y cayeron al suelo a nuestro alrededor. No pensaba
racionalmente, no lo había hecho durante siglos, pero aún más
después de poner los ojos en Ainslee por primera vez en más de
cuatrocientos años.
—Ainslee. — casi ronroneé y me incliné hacia ella. Ella respiraba
muy fuerte, su pequeño pulso se aceleraba bajo la oreja, el sonido de
su corazón latiendo llenaba mi cabeza. Iba tan rápido, como me
imaginaba que iría un conejo asustado si huyera de la misma criatura
que lo acechaba.
Y entonces me incliné un centímetro más, su barbilla se inclinó
hacia arriba para que pudiera mirarme, su cabeza presionada contra
el árbol, algunas hebras rubias enredándose en la corteza.
Su garganta estaba arqueada, desnuda para mí. Me quedé
mirando sus clavículas y luego arrastré la punta de mi nariz a lo largo
de su garganta, inhalando profundamente. Recorrí su cuello de arriba
abajo, gimiendo: —No puedo evitarlo. — Mis caninos se afilaron
imposiblemente más, apuñalando la parte inferior de mi labio, la
sangre brotando de las pequeñas heridas punzantes.
Me incliné hacia atrás y oí cómo su corazón se aceleraba aún
más, su expresión mostraba ahora sorpresa, asombro y... excitación.
Acerqué mi cara para que mi boca estuviera a un palmo de la suya.
La miré fijamente a los ojos, dejándole ver lo que tenía que ofrecerle
sin decir una puta palabra.
— ¿Mi pequeña compañera tiene hambre?
Abrió los ojos, dirigiendo su mirada a mis labios donde brotaba
esa sangre.

Sotelo, gracias K. Cross


Todo en mí quería golpear mis labios contra los suyos,
hundiendo mí lengua dentro de su boca, haciendo que tomara una
parte de mí esencia dentro de ella, porque yo tomaría toda la suya
dentro de mí.
Empezó a respirar con más fuerza mientras miraba la sangre, y
percibí su hambre con tanta fuerza como si fuera la mía. La Conexión
de Enlace hizo que fuéramos dos mitades de un mismo todo.
Me incliné un poco más, deseando que tomara la iniciativa y
lamiera la sangre. Dioses, cómo lo deseaba.
Pude ver lo afilados que eran sus colmillos, dos puntas gemelas
que estaban pegadas a su labio inferior. Estaba muy hambrienta, pero
no de la forma en que necesitaba saciarla en el sentido más elemental.

Estaba hambrienta de mí.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 12
AINSLEE

Ciertamente no era así como veía que se desarrollaba la noche,


pero mentiría si dijera que no se sentía exactamente como debería
haber sido.
Con mi espalda pegada a un árbol.
Con mi compañero enjaulándome con sus manos a cada lado de
mi cabeza.
Pasó su nariz por mi garganta desnuda mientras inhalaba
profundamente.
Mi cabeza estaba apoyada en la corteza del árbol, con los ojos
cerrados y los labios entreabiertos. Mi instinto me decía que arqueara
el cuello, que le diera a Luca acceso completo.
—No puedo evitarlo en lo que a ti respecta. Lo siento. — dijo una
y otra vez mientras me olía. Sabía que había absorbido mi olor en sus
pulmones, la parte de lobo que necesitaba eso.
Me sentí tan bien, tan bien al tener su cuerpo grande y
musculoso casi presionando contra el mío. Apenas había espacio entre
nosotros, tal vez un palmo de distancia. Pero quería que ese pequeño
espacio desapareciera. Quería su pecho contra el mío. Su excitación
coexistía con la mía.
Podía sentir el calor de su cuerpo. Podía oír los latidos de su
corazón. Era constante y fuerte. El mío era rápido y errático.

Sotelo, gracias K. Cross


Verlo tan cerca me permitió saber cuán lejos estaba. Lo casi
convertido que se había vuelto. Aunque había oído que había perdido
la cabeza, parecía muy cuerdo en esta ocasión, controlado y dispuesto
a darme todo lo que quisiera.
¿Siempre sería así, más grande, más fuerte, porque había estado
atrapado en esta forma durante demasiados años? Eso debería
asustarme en lugar de excitarme más.
Me sentía tan frágil, como si estuviera frente a una montaña.
Podía aplastarme fácilmente, pero Luca era estable e inamovible, un
hogar si le dejaba serlo.

Y sabía que eso era Luca para mí. Un hogar. Mi hogar.


Olí su sangre tan pronto como pasé por encima de la pared. Era
un aroma rico y metálico que instantáneamente hizo que mi hambre
aumentara... hizo que mi excitación succionara el mismo aire de mis
pulmones. Nunca había olido nada tan embriagador como Luca, el
tinte de cobre en el aire, esa capa de dulzura.
Nunca había tenido tanta hambre de algo en mi vida.
Y ahora, al estar apretada contra el árbol, mirándolo, con sus
caninos pinchando su labio inferior, con pequeñas heridas que
brotaban con gotas de carmesí, me había perdido en mi hambre por
él. Era esta punzada la que me carcomía lentamente por dentro.
Cada vez que respiraba, olía su aliento cálido y metálico, y se me
hacía agua la boca, mis colmillos se alargaban y esta humedad
extraña se derramaba entre mis muslos.
Nunca me había sentido excitada hasta que le miré a los ojos por
primera vez en Rumanía. Y ahora, tenerlo tan cerca, sentir el calor de
su cuerpo, su nariz recorriendo mi cuello... me hacía temblar hasta la
médula.
Me hizo anhelar cosas que solo un macho podía darme.
Mi compañero.
Luca.
—Ah, mi dulce Ainslee. Puedo sentir tu hambre. — retumbó
contra mi oído.

Sotelo, gracias K. Cross


Su voz era profunda, y las vibraciones llegaban hasta lo más
profundo de mí, hasta la parte más sensible y femenina de mi cuerpo
que deseaba a Luca.
Respiraba tan fuerte que mis hombros se movían hacia arriba y
hacia abajo contra el árbol, la corteza rozando el fino material de mi
camiseta. Pero esa incomodidad encendió aún más mi placer.
Sentía los pezones tan duros que no dudaba de que si él se
retiraba y miraba hacia abajo podría verlos tensos contra el algodón.
Y entonces se retiró, pero mantuvo su atención en mis ojos. Era tan
grande, tan ancho. Era mucho más animal de lo que jamás había visto
a un macho, salvaje en el sentido más literal.
A pesar de que su Lycan se manifestaba fuertemente, era muy
humano. Pero sus rasgos de lobo eran marcados, prominentes. Sus
ojos brillaban desde su animal interior y, con sus casi dos metros de
altura, se alzaba sobre mí, y mi cuerpo parecía enclenque y quebradizo
contra el suyo.
Sus hombros eran más del doble de anchos que mi cuerpo, y
todo quedaba bloqueado detrás de él por su inmenso tamaño. Mi
cabeza apenas llegaba al centro de su pecho, pero por muy grande que
fuera su forma, por muy fuerte que fuera... Nunca me había sentido
más segura en mi vida.
Me concentré en su boca y me quedé paralizada por la forma en
que la sangre seguía brotando, y parte de ese carmesí se extendía a lo
largo de su labio inferior cuando hablaba.
Las heridas se cerraban rápidamente, pero sus caninos seguían
abriéndolas. Mi boca salivaba en ese momento, pero no era el hambre
en el sentido literal lo que me llevó a levantar las manos y ponerlas
sobre su pecho.
Era algo mucho más carnal.
Su camisa estaba hecha jirones, y trozos de su carne caliente y
dura salían a través de marcas de garras muy evidentes en el material.
Su piel se sentía abrasadora, y no pude evitar imaginar cómo se
sentiría presionada contra la mía... sin que nada obstruyera ese calor.
Podía imaginármelo desgarrando la tela en su locura, con sus
ataques de locura asomando pero sin llegar a dominar del todo.

Sotelo, gracias K. Cross


¿Siempre sería así? ¿Estaba su lobo demasiado lejos para dejar
que su lado humano volviera a tomar el control?
El mero hecho de pensarlo era tan primitivo, y me excitaba como
nada que pudiera haber imaginado antes.
Apoyé la palma de la mano sobre su corazón y lo sentí latir con
fuerza bajo mi mano, y la forma en que gruñó cuando enrosqué las
uñas contra su carne hizo que un nuevo chorro de humedad brotara
de mí.
Sentí las vibraciones de ese sonido que salía de él atravesar mis
palmas y viajar por mis antebrazos. Mis pezones se agitaron aún más,
y lo único que quería era perderme con ese macho en medio del bosque
sin que nada ni nadie nos detuviera.
Cerré los ojos y traté de controlar mi respiración. Nunca imaginé
que podría sentir este tipo de placer intenso simplemente por tocar a
otra alma. Pero, de nuevo, Luca no era cualquiera. Era mi macho. Mi
compañero.
Abrí los ojos y lo vi inclinarse hacia mí, tan cerca que sus labios
estaban a un pelo de los míos, tan cerca que un trozo de papel sería
lo único que nos separaría.
—Si mi compañera tiene hambre, entonces, por supuesto, toma
de mí. — Sus ojos brillaban con tanta intensidad que iluminaban el
espacio que nos rodeaba, esa luz que hacía que todo pareciera más
fantástico, más de mentira.
Estaba cayendo en este extraño punto intermedio, sintiendo que
las cosas eran reales pero que luego no lo eran. Me sentía casi como
en un sueño, como si una parte de mí se transformara y se convirtiera
en alguien y en algo diferente.
La protegida y mimada Ainslee nunca se habría levantado de
puntillas.
Pero lo hice.
La protegida y mimada Ainslee nunca habría deslizado sus
manos por el pecho de Luca para agarrarse a sus hombros,
acercándolo.
Pero lo hice.

Sotelo, gracias K. Cross


Sin embargo, sea quien sea la mujer que ahora mismo me daba
la fuerza para hacer estas cosas, no quería que se fuera. Ella me dio
el poder que no sabía que tenía todo el tiempo.
Y cuando pasé la lengua por el labio inferior de Luca, sentí cómo
su cuerpo se tensaba bajo mi agarre, oí su profunda exhalación de
placer, y saboreé su esencia cobriza y a la vez dulce mientras cubría
mi lengua. Y ante su sabor, cualquier tipo de debilidad que hubiera
sentido en mi vida se desvaneció.
Fue como si se hubiera encendido una cerilla en mi interior, una
luz que no sabía que existía y que ardía con tanta intensidad que me
cegaba.
Gemí mientras lamía su labio inferior una y otra vez, su sangre
era el sabor más embriagador que jamás había probado. Sus manos
en mi cintura eran feroces, un poco dolorosas, y tenía la sensación de
que no era consciente de lo fuerte que era. O tal vez yo era así de frágil,
mi compañero esta criatura hercúlea.
Y entonces me encontré deslizando mi lengua entre sus labios,
tocando los suyos, y jadeando por lo poderosa que era esa sensación.
Sabía que quería devolverme el beso. Prácticamente lo sentí
zumbando a través de él. Pero se separó, para mi decepción, dando un
paso atrás, con los hombros subiendo y bajando rápidamente
mientras respiraba, mientras luchaba claramente con su autocontrol.
Tenía la cabeza gacha, pero sus ojos estaban fijos en mí, esos
orbes brillantes que sabía que vería siempre en mis sueños.
Ninguno de los dos habló. ¿Qué había que decir? Había una
electricidad que se movía entre nosotros, una entidad viva que tiraba
de mi necesidad y de la suya y las mezclaba para crear este agujero
negro.
Y no me importaba lo que pasara después. Todo lo que quería
era sentir más de él. Oler más de él. Tomar más de él en mi cuerpo.
Y eso fue exactamente lo que hice cuando me acerqué a él, me
puse de puntillas, deslicé mi mano por detrás de su cuello y tiré de él
hacia abajo para poder besarlo una vez más.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 13
CAELAN

—La vas a cabrear aún más. Déjala en paz. — dijo Lennox, pero
lo único que hice fue seguir caminando y levantar la mano para
sacarle el dedo.
—Con clase. — murmuró.
No me molesté en mirar por encima del hombro a él y a Tavish
mientras se dirigían por el camino opuesto hacia sus habitaciones.
—Ella estaba molesta. Quiero ver cómo está.
Oí a Lennox refunfuñar sobre mi prepotencia. Pero eran unos
malditos habladores, ya que eran tan protectores de Ainslee como yo.
Cuando me detuve frente a la puerta de su habitación, tuve un
poco de duda de que tal vez la estaba asfixiando, y tal vez tenían razón
y yo era demasiado dominante. Pero sabía que no podría dormir si no
me aseguraba de que estaba bien.
Sabía que esto era duro para ella. ¿Cómo no iba a serlo? Intenté
ponerme en su lugar, imaginándome a mí mismo alejado de mi pareja.
Pero era diferente para las mujeres del Otro Mundo, incluso para los
hombres humanos.
Las hembras de nuestro mundo no sentían el mismo tipo de
Conexión Vinculada que los machos. Pero ni siquiera eso podía hacer
que sintiera simpatía por Luca, no en el estado en que se encontraba.
Estaba loco de remate, demasiado al límite de la cordura como para
confiar en que fuera amable con mi hermana.

Sotelo, gracias K. Cross


Pareja o no, no me cabía duda de que su necesidad de ella, las
tendencias animales que albergaba desde hacía demasiado tiempo,
podrían hacerle daño.
Llamé a la puerta y dije en voz baja: — ¿Leelee?— Me sentí como
un imbécil, mi agresividad era mayor de lo que había sentido nunca
por la situación. Tenía que ser más suave con ella, no tan brusco y
áspero.
Aunque era medio Lycan y había crecido viéndonos a todos
nosotros pelearnos constantemente, seguía viéndola como mi
hermanita, alguien demasiado valioso para ver la fealdad del mundo.
Siempre lo haría.
No hubo respuesta, cerré los ojos y exhalé. Volví a llamar a la
puerta. —Leelee, ven. Por favor, no te enojes. — Seguía sin haber
respuesta. Apoyé la frente en la puerta y exhalé. Nuestras vidas habían
cambiado drásticamente. Papá y mamá estaban hasta el cuello de
estrés y preocupación, y la agresión de mis hermanos y mía era tan
intensa que me estaba ahogando.
Debería haberme dado la vuelta y volver a mi habitación, para
darle espacio e intimidad, pero sentí esa tensión en la nuca, ese
cosquilleo en la piel. Me enderezó al sentir que mi lobo se levantaba.
Por muy enojada que estuviera conmigo, nunca me había dejado
afuera así.
Por otra parte, nadie había tratado de alejarla de su pareja.
Enrosqué la mano alrededor del pomo de la puerta, sintiéndome
muy mal porque estaba a punto de irrumpir en su habitación sin
siquiera pensarlo dos veces. Pero entonces empujé el pomo y abrí la
puerta.
Lo primero que vi fue su cama hecha. Lo siguiente que vi fue la
mesita de al lado, que aún contenía la bandeja de comida sin tocar y
el vaso lleno de sangre que había traído antes.
Bajé las cejas mientras empujaba la puerta para abrirla aún
más, con la madera golpeando contra la pared. Dirigí mi atención
hacia el lado opuesto de la habitación, donde estaba su tocador,
esperando verla sentada en el pequeño banco que había frente a él,
mirándome fijamente.

Sotelo, gracias K. Cross


No había nada.
Entré y miré por toda la habitación.
— ¿Ainslee?— Dije su nombre lo suficientemente alto como para
que, aunque estuviera en el baño, pudiera oírme.
Silencio.
Me encontré caminando hacia el baño, con la puerta ya abierta
y la luz apagada. Supe que no estaba dentro antes de empujar la
puerta y encender la luz.
No había nada.
Mi corazón empezó a latir con más fuerza mientras el pánico se
apoderaba de mí. No está en su habitación. ¿Y qué? Podría estar en otro lugar,
sin poder dormir, así que está paseando por la finca.
Pero el pánico seguía creciendo, aumentando con cada segundo
que pasaba. Miré hacia su ventana, negando, porque no había
ninguna maldita manera de que ella fuera en contra de lo que
habíamos dicho y se fuera con él.
Era imposible que fuera capaz de burlar a los centinelas.
Pero mientras intentaba convencerme de que ella seguía en la
finca, en la propiedad, más sabía que estaba ahí afuera con ese
cabrón.

Dioses.
Me agarré el pecho, rasgando el material de mi camisa, mientras
empezaba a hiperventilar.
Salí de su habitación y caminé hacia la suite de nuestros padres
en cuestión de segundos.
— ¡Lennox! ¡Tavish!— Rugí sus nombres, sabiendo que no
necesitaba decirlo más de una vez para que me oyeran.
Una vez que llegué a las puertas dobles cerradas de la habitación
de nuestros Padres, al final del pasillo, levanté el puño, a punto de
golpear la madera, pero me congelé al oír la voz de mamá.

Sotelo, gracias K. Cross


Me pregunté si estaba exagerando. Quizá debería ir a buscarla
antes de molestar a nuestros padres. Pero sabía que mi padre se
enfurecería si se enteraba de que me había preocupado y no había
acudido a él.
— Te dije lo manejaríamos. — dijo Da en voz baja y profunda.
Aunque las palabras estaban apagadas por la madera, las oí tan
claras como si estuviera en la habitación con ellos.
— ¿Manejarla?— Mamá sonaba enojada. —La forma en que
todos ustedes han estado manejando esto no es como las cosas
deberían haberse hecho, Banner. Y tú lo sabes. — Pa resopló con
irritación. —Hice lo que me pareció mejor, y eso fue llamar a mi
familia.
Hubo un momento de silencio, y entonces oí los pasos de mi
padre caminando de un lado a otro y prácticamente pude verle
pasándose una mano por el pelo en señal de frustración.
— ¿Y pensabas que lo mejor era llamar a tu maldito hermano y
a tus primos?
Sentí que mis ojos se abrieron de par en par ante eso.

Mierda, ¿el tío Adryan está de camino aquí ahora?


—A tus primos los puedo manejar. ¿Pero el puto Adryan?
Muchacha, es un hijo de puta despiadado, y Kane y Sebastian son tan
peligrosos como él. ¿Por qué crees que los puso como sus hombres de
confianza?
—Son los hombres más sensatos y racionales que he conocido
hasta ahora. — Mamá no tuvo ningún problema en cortar a mi padre
para hablar por encima de él. Y ella era la única que se atrevía, o tenía
el poder de hacer eso al gobernante del clan escocés de los Lycans.

Ouch. Eso tenía que ser una puñalada al ego de mi padre.


—Ni siquiera voy a responder a eso, Luna. Adryan es aún más
brutal que yo. Desgarrará a Luca miembro por miembro y dejará que
Ainslee lo vea solo para que vea a quién tiene en su esquina.

Sotelo, gracias K. Cross


—No voy a quedarme aquí y que se desate una guerra total
dentro de las facciones de los Lycans simplemente porque tú eres
demasiado protector.
Pa se burló. —Cariño, no soy sobreprotector. Ese lobo está
jodidamente loco. ¿Realmente quieres que nuestra pequeña Ainslee
esté en la misma habitación que él?
Mi madre exhaló, y pude notar que estaba cansada, no solo en
el sentido literal.
—Banner, ahí es donde te equivocas. Ya no es nuestra pequeña
Ainslee. Es una mujer adulta.
Apoyé los nudillos en la puerta antes de poder detenerme,
sabiendo que cualquier disputa que estuvieran teniendo era la menor
de nuestras preocupaciones. Podríamos lidiar con mi tío y mis primos
volando desde América cuando estuvieran aquí.
Ahora mismo, rezaba como el demonio por estar equivocado con
respecto a Ainslee... aunque sabía que no lo estaba.
Las puertas se abrieron un segundo después, el enorme cuerpo
de Pa bloqueando todo lo que había detrás de él.
— ¿Caelan?— Sus cejas se bajaron. Sin duda estaba muy
confundido sobre por qué estaba en la puerta de su habitación tan
tarde. — ¿Qué pasa, hijo?— Estaba sin camiseta, con un par de
vaqueros desgastados colgados de sus poderosos muslos, con el pelo
corto y oscuro revuelto.
Cuando no respondí, inhaló y sus fosas nasales se abrieron al
sentir el olor de mi preocupación.
—Fui a ver cómo estaba, y no está en su habitación. — fue todo
lo que dije.
— ¿Banner?— dijo mi madre desde el interior de la habitación.
Solo hubo un segundo de sonido de material arrastrando los pies
antes de que ella estuviera de pie detrás de su compañero, mirándome
y luego mirando a mi Papá. — ¿Qué pasa?— Se envolvió en una bata
antes de atársela a la cintura mientras apartaba a Pa para dirigirme
una mirada dura. —Caelan, ¿qué demonios pasa?

Sotelo, gracias K. Cross


Antes de que pudiera responder, oí y luego olí que mis hermanos
venían hacia nosotros. Ya era hora.
—Fui a su habitación para ver cómo estaba. No está ahí.
— ¿Ainslee?— Lennox preguntó.
—Puede que esté paseando por la finca, sin poder dormir. — dijo
Tavish a continuación.
Pero pude escuchar en su voz que realmente no creía eso.
—Podría estar en los jardines. — respondió Lennox.
—Joder. — dijo Pa antes de darse la vuelta y entrar furioso en
su habitación Para coger una camisa que colgaba sobre una silla. Se
la puso rápidamente y luego cogió su teléfono móvil que estaba en la
mesilla de noche.
Todos nos quedamos en silencio mientras marcaba un Par de
números y se lo ponía en la oreja. Cuando la persona -Cian, sin duda,
al otro lado- contestó, le ladró órdenes, diciéndole que comprobara el
terreno, que Ainslee podría estar Afuera.
—No me importa nada más, excepto asegurarme de que ella no
está con Luca. Ponle más ojos ahora. — Hubo un momento de silencio
antes de que mi padre volviera a maldecir, desconectando y metiendo
el móvil en el bolsillo de sus vaqueros.
—Han vigilado a Luca todo este tiempo, pero se ha retirado al
bosque y ha estado tranquilo durante un tiempo. — murmuró Pa para
sí mismo mientras miraba al suelo. —No ha vuelto a la muralla. —
Levantó la vista con las cejas fruncidas, pero eso pronto se transformó
en rabia.
Estaba claro que estaba tratando de resolver el problema,
tratando de convencerse a sí mismo de que tal vez Luca no estaba con
Ainslee. Pero si Luca estaba, todos sabíamos que probablemente no se
quedaría en la propiedad. No había forma de que lo hiciera. La llevaría
tan lejos como pudiera, sabiendo que haríamos cualquier cosa en
nuestro poder para mantenerla alejada de él.
Pa estaba fuera de su habitación y caminando por el pasillo en
cuestión de segundos. Hizo un trabajo rápido para llegar a la
habitación de Ainslee. Sabía que quería comprobarlo por sí mismo.

Sotelo, gracias K. Cross


— ¡Ainslee!— gritó. — ¡Muchacha!
Todos sabíamos que no respondería.
— ¡Vamos, muchacha!— Su voz retumbó en el pasillo, rebotando
en las paredes. Era un sonido ensordecedor.
Era el sonido de un padre Lycan preocupado.
Volvió a revisar la habitación de Ainslee y luego bajamos las
escaleras y nos dirigimos a la puerta principal.
—Banner, necesitas calmarte. Todos tienen que calmarse antes
de que se hagan algo que no se pueda retirar. — Mamá trató de
razonar con nosotros, pero seguramente podía sentir que era una
batalla perdida.
Pa se detuvo antes de que llegáramos a las puertas delanteras,
volviéndose y mirándola, la preocupación en su rostro incapaz de
superar la pura agresividad hacia Luca que cubría su expresión.
—Estoy segura de que está bien. — susurró Mamá. —Ustedes la
han asfixiado. Probablemente esté dando vueltas. Cian y todos los
demás están ahí afuera. La mantendrán a salvo.
Mi padre emitió un sonido indistinguible y asintió, pero todos
sabíamos que no había ninguna emoción detrás. Ahora mismo estaba
trabajando puramente por instinto, su Lycan tomando el control al
igual que el resto de los nuestros.
Miró a mi madre, y luego a nosotros tres, antes de decir: —Tengo
la sensación de que salió a ver a ese hijo de puta.
No era una corazonada suya ni de nadie. Todos sabíamos que
probablemente estaba ahí. Necesitaba ir a verlo, y el hecho de que la
estuviéramos alejando del lobo era suficiente para que arriesgara su
vida.
¿Pensé que Luca realmente la lastimaría? Mi lobo dijo que no,
pero eso no significaba nada. El estado en el que se encontraba era
demasiado salvaje. Había estado así durante demasiado tiempo; no
creía que confiara ni en sí mismo.
—Querida, necesito que te quedes aquí, por si acaso nos
equivocamos y ella vuelve, ¿de acuerdo?

Sotelo, gracias K. Cross


Mamá parecía querer discutir, pero mientras nos miraba a los
cuatro, estaba claro que sabía que sería más seguro y mejor si se
quedaba aquí.
—Quizá esté en algún lugar de la finca. — murmuró para sí
misma mientras miraba las puertas de entrada.
Sabíamos que no era así, pero si eso era lo que Mamá necesitaba
decirse a sí misma para mantener la calma, eso era lo que tenía que
hacer.
Mi padre cogió las mejillas de mamá, se inclinó hacia ella y le dio
un beso largo y profundo. Y luego se obligó claramente a retirarse. —
La traeremos de vuelta a casa sana y salva, querida.
Antes de que ninguno de nosotros pudiera salir de ahí, tres
duros golpes golpearon la puerta principal.
Pa se giró y la abrió al instante, Cian estaba de pie al otro lado,
su cuerpo ligeramente más grande ya que había dejado que su lobo se
levantara para la tarea que tenía entre manos.
—No está en la propiedad, y si no está en la finca, de alguna
manera ha pasado por encima de los centinelas y del muro.
Percibí la preocupación de mi madre, pero se contuvo, habiendo
aprendido después de todos estos años que era mejor mantener las
emociones bajo control y ser estoica ante la tensión.
—He enviado Lycans al otro lado del muro para que busquen en
el bosque. La encontraremos.
Mi padre gruñó, y vi cómo su cuerpo empezaba a agrandarse con
su lobo alzándose.
—Si la toca...— Lennox fue el que habló.
—Lo haremos pedazos. — terminó Tavish.
—Tavish, Lennox, lleven a Aodhan y a Cathal a la pista de
aterrizaje. Esperamos una compañía de locos. — Pa miró a Mamá
después de que hablara, pero su expresión mostraba alivio de que
hubiera llamado a su familia de vampiros para ayudar. Estaba claro
que necesitábamos el poder extra del Otro Mundo.
—Vamos a terminar esto.

Sotelo, gracias K. Cross


Esto no era solo una batalla en la que íbamos a entrar.
Era una guerra.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 14
LUCA

Sentir los labios de mi compañera sobre los míos, un acto


iniciado por ella misma, hizo que lo último de mi autocontrol se
esfumara.
Gemí y la empujé de nuevo contra el árbol, usándolo como
palanca para mantenerla en su sitio mientras apretaba mi cuerpo
completamente contra el suyo.
Emitió los sonidos más dulces, pero cuando presioné la parte
más dura de mí contra su vientre, ese suave sonido se convirtió en un
jadeo de sorpresa.
Con su boca ligeramente abierta, introduje mi lengua en el
interior, con su sabor exactamente como lo había imaginado.

Dulce. Adictivo. Consumidor.


No pude controlarme antes de tocarla, y seguro que no podría
hacerlo ahora. Había estado esperando esto, por ella, toda mi vida.
Más de cuatrocientos años esperando y deseando, imaginando y
fantaseando quién era mi compañera, de dónde venía, lo bien que se
sentiría cuando finalmente la tuviera...
Nunca podría haber conjurado una pareja más perfecta que
Ainslee.

Sotelo, gracias K. Cross


Y finalmente pude experimentar eso ahora, finalmente supe que
tendrían que matarme para alejarme de ella.

—Luca. — murmuró contra mi boca, y gemí de nuevo al oír mi


nombre en sus labios.
Pasé mi lengua por un pequeño colmillo, cuya punta era tan
afilada que rompió la piel al instante. Mi sangre se precipitó en su
boca, y empujé mi lengua más profundamente, haciendo que me
tomara... necesitando que lo hiciera.
Chupó mi lengua de forma tan erótica que mi polla dio una
poderosa sacudida. Seguí apretando contra ella, haciendo rodar mis
caderas hacia delante y hacia atrás. Hacia adelante y hacia atrás.
Podría haberme corrido con esto. Me voy a correr con esto.
¿Se dio cuenta de que tenía sus manos en mis bíceps, sus uñas
clavándose en mis brazos y rompiendo la piel, aferrándose a mí?

¿No se da cuenta de que no voy a ir a ninguna parte? ¿Nunca?


Seguía levantándose en puntillas y bajando de nuevo al suelo.
Una y otra vez. Moviendo su vientre sobre mi dolorida polla. Me hizo
sentir la necesidad de tomarla de la manera más brutal, de tenerla
sobre sus manos y rodillas, de montarla aquí mismo, en el suelo del
bosque, a la manera primitiva de nuestra especie.
Si mis ojos no estuvieran ya cerrados, habrían rodado en mi
cabeza de lo bien que se sentía. Lo bien que estaba.
Rompió el beso y jadeó, con la cabeza inclinada hacia arriba y
apoyada en el árbol. Me miró fijamente con los ojos encapuchados, su
deseo era tan poderoso que casi se me doblaron las rodillas.
Quería caer sobre ellas y adorar su cuerpo, tocarla desde la
punta de los pies hasta la cima de la cabeza, haciendo ese mismo
recorrido con mis labios, con mi lengua. Tenía la mano levantada, el
pulgar y el índice agarrando suavemente su frágil barbilla.
Mantuve su cabeza en su sitio para que se viera obligada a
mirarme, que sus ojos se quedaran fijos en los míos. Todavía podía
sentir los movimientos de su succión en mi lengua, sacando la sangre.
Todavía podía oír sus gemidos de placer reverberando en mis oídos,
los sonidos de su deseo y necesidad.

Sotelo, gracias K. Cross


Me había desarmado por completo.
Me incliné hacia ella y la besé de nuevo, lenta y profundamente,
introduciendo mi lengua entre sus labios, acariciando la mía a lo largo
de la suya. Podría haberla besado toda la noche, sin hacer nada más
que mantenerla cerca y hacer el amor con sus labios.
Ahora tenía las manos sobre mis hombros, acercándome, su
pecho al mío, el tacto de sus pezones llenos hacía que mis bolas se
encogieran y mi polla palpitara.
—No me voy a ninguna parte. — murmuré contra sus labios, lo
dije más para mí mismo que para ella. Estaba ligado a ella de por vida,
mi alma atada a la suya para la eternidad.
Donde ella iba, yo la seguía.
Hasta que exhale mi último aliento.
Me apretó más contra ella y deslicé mis manos por sus brazos,
rodeando sus delicadas muñecas, cuyos huesos eran tan frágiles bajo
mi control que se romperían fácilmente. Podía sentir su pulso latiendo
rápidamente contra mis pulgares, su pequeño corazón acelerado como
las alas de un colibrí.
Quería protegerla, necesitaba hacerlo como si necesitara
respirar. —No puedo dejarte ir. — Tenía mis manos enroscadas
alrededor de su pequeña cintura, mis dedos clavándose en su piel. Me
recordé a mí mismo que debía ser suave, me dije que era mucho más
pequeña que yo.
Y entonces me puse a acariciar los perfectos montículos de su
culo, apretando los globos, acercándola para que su vientre volviera a
añadir una deliciosa fricción contra mi dolorosa longitud.
Apreté los dientes y gemí al mismo tiempo que la levantaba
fácilmente del suelo. Dio un grito de sorpresa, pero sus piernas se
enroscaron en mi cintura de forma instintiva. De espaldas al árbol,
con sus piernas torneadas alrededor de mí y sus manos aún sujetas a
mis hombros, estaba a mi merced.
Que los dioses me ayuden, pero pude sentir el calor de entre sus
muslos, y me golpeó justo en el nivel perfecto.

Sotelo, gracias K. Cross


El punto más íntimo y femenino estaba justo encima de la parte
más masculina y dura de mí.
Me encontré tomando una mano y deslizándola hacia arriba para
descansar en el centro de su espalda, una barrera entre su delicada
carne y la corteza áspera. Mi otra mano seguía ahuecando su culo, un
montículo con forma de manzana que se adaptaba a mi palma a la
perfección.
Apoyé mi cuerpo más firmemente contra el suyo, utilizando el
árbol como soporte mientras empezaba a balancearme contra ella al
mismo tiempo que utilizaba la palanca que tenía en su culo para
acercar su coño más a mi polla.
De un lado a otro. De un lado a otro.
Nuestras respiraciones se aceleraron, la de Ainslee se agitó en
su garganta, un sonido suave cuando llegué al punto correcto en ella.
Mi lobo aulló de placer, el lado dominante y alfa de mí amaba el
hecho de que mi hembra se sometiera a mí con tanta facilidad, que yo
fuera el que la hiciera sentir bien.
Empecé a pasar mi nariz por el lado de su garganta, oliéndola,
sabiendo que podría haber hecho esto toda la noche y estaría contento
y complacido. Olía tan bien, tan adictivo. El aroma más dulce que
había encontrado en mi existencia.
Arrastré mi lengua a lo largo de su carne, su piel cálida y
ligeramente salada, porque estaba empezando a sudar por su
excitación. Quería su cuerpo desnudo y cubierto de sudor, los sonidos
de sus gemidos llenando mis oídos.
Me arrancó un gruñido y le mordí el pulso mientras latía bajo su
oreja, mis caninos ansiaban perforarla, marcarla para que todos
supieran sin duda que era mía. Mi lobo quería eso, pero mi lado
humano sabía que no habría cambiado nada, porque me aseguraría
de que todo el mundo supiera a quién pertenecía, con marca o sin ella.
Me aparté y miré su rostro lleno de lujuria, con la boca abierta y
los labios hinchados por mi beso. Jadeaba suavemente, con los
colmillos presionando suavemente contra su labio inferior, demasiado
largo en ese momento para que pudiera cerrar completamente la boca.

Sotelo, gracias K. Cross


Incliné la cabeza hacia un lado y vi cómo bajaba los ojos hacia
mí yugular. ¿Podía ver cómo latía ferozmente? ¿Se le hacía agua la
boca?
—Toma de mí, mi hembra.
Empezó a respirar un poco más fuerte, los cálidos y húmedos
jadeos de su dulce aliento bañaron mi cuello.
—Esto va muy rápido. — gimió, pero empezó a inclinarse hacia
delante.
Mi mano se apretó en su culo, mis dedos contra su espalda.
La abracé, apretando mi dura polla contra ella, pasando mis
labios por su cuello. Me estremecí, podría correrme solo con esto.
Quiero correrme así, con mi compañera retorciéndose por mí, con su
placer cubriendo el aire.
—Luca. — susurró, con sus manitas agarrando mi camisa como
si tratara de acercarme. — ¿Qué me estás haciendo?
Me aparté para mirar su rostro, medio loco por mi lujuria. Tenía
los ojos cerrados y la cabeza caída sobre el cuello. Miré sus labios
separados, pude ver las pequeñas puntas gemelas de sus colmillos
presionando contra su labio inferior.

Mi pequeña compañera medio vampiro, medio Lycan.

Era mía en todos los sentidos. Nuestra.


Imaginé la primera vez que ella alcanzaría el clímax por mí, el
vínculo entre nosotros totalmente consolidado. Me la imaginaba
mirándome, con los labios hinchados, el colorete coloreando la
plenitud, el pelo rubio esparcido por mis sábanas. Mi olor cubriría su
carne, estaría dentro de ella porque la habría llenado con mi semilla
tantas veces que las sábanas estarían mojadas bajo ella.
Volví a mirar su boca, cubierta de carmín, ligeramente
manchado por nuestros besos. Dulce Jesús, eso me excitaba. Ver el
color borroso era una afirmación visual de que la había tomado de
alguna manera.
Había pensado en cosas tan sucias sobre ella, en cómo tomar la
inocencia de Ainslee como mía y solo mía, en cómo hacerle ver con mi

Sotelo, gracias K. Cross


tacto y mis palabras, con mi propio cuerpo, que nadie más se atrevería
a mirarla con deseo o los arrasaría.
Un macho Lycan apareado era peligroso, territorial y posesivo
con su hembra. ¿Pero yo? Yo era mucho, mucho peor en ese aspecto.
No debería decir lo que estaba a punto de decir, pero la obscena
necesidad de ver a mi mujer sonrojarse por su excitación me montó
con fuerza.
Mis ojos seguían clavados en sus labios. —Uno de estos días. —
murmuré, oliendo cómo se mojaba aún más, el afrodisíaco que
brotaba de entre sus muslos me ponía frenético. —Voy a ver ese bonito
carmín untado en mi polla.
Jadeó, mis crudas palabras eran probablemente las más sucias
que había escuchado. Debería sentirme avergonzado por hacerla
sentir tan incómoda, pero al olfatear el aire, todo lo que olí fue a ella
mojándose aún más por mí.
Aparté mis ojos de su boca para mirarla a los ojos.

Joder, mi compañera está tan hambrienta de mí.


Quise besarla de nuevo, pero me abstuve, permitiéndome el
placer de mirar fijamente la cara de mi compañera, meciéndola de un
lado a otro, y escuchando los golpes en su voz por el placer.
Quería que se corriera así, abrazada a mí, aferrándose a mí,
moviéndose contra mí porque estaba tan sedienta de alcanzar esa
cima. Y cuando se corriera, quería que me atravesara el cuello y que
tomara de mí. Querría que lo hiciera una y otra vez... especialmente
cuando me la estuviera follando, porque entonces ambos volaríamos
tan alto que nunca volveríamos a tocar el suelo.
—Oh. — dijo con una voz especialmente aguda.
Me incliné y la besé entonces, no solo porque estaba
desesperado, sino porque también quería amortiguar el sonido, para
que esos cabrones del otro lado de la pared no nos interrumpieran.
Al final lo harían, y por desgracia más pronto que tarde, pero
quería que este momento durara lo máximo posible.

Sotelo, gracias K. Cross


Hice rodar mis caderas. Una y otra vez, al mismo tiempo,
mantuve una mano en su culo perfectamente formado y la utilicé como
palanca para presionar su coño contra mi longitud. Ahora jadeaba con
fuerza y emitía pequeños gritos de placer.
Mi compañera estaba cerca. Lo sabía. Lo olí en la forma en que
su coño seguía mojándose y en el hecho de que sabía que sus bragas
estaban completamente empapadas por su excitación.
—Oh, sí. Luca. — susurró. —No-no sé qué está pasando.
—Ah, mi dulce Ainslee. — No dejé de moverme contra ella.
Aumenté mi velocidad, añadiendo más presión justo entre sus muslos.
Sabía que mi polla estaba presionada contra su clítoris, sabía que ese
pequeño bulto estaba casi palpitando. — ¿Es esta la primera vez que
te vas a correr, bebé?
Su respiración se entrecortó de nuevo y gimió antes de asentir
brevemente y susurrar: —Sí. Dios, sí.
Era la puta tortura más dulce saber que mi compañera nunca
había encontrado este tipo de placer. Saber que era yo quien se lo
estaba dando ahora mismo.
—Suéltate, Ainslee. — gruñí, una áspera vibración que retumbó
en mi pecho. —Y cuando sientas ese pico, mi hembra, quiero que
tomes de mí. — Incliné la cabeza hacia un lado y empecé a chupar su
punto de pulso, mi yugular justo delante de su boca, su cálido aliento
bañándola. —Déjate ir. — Las palabras eran una exigencia de mí
parte, que quería que fuera obedecida.
Y cuando me apreté más contra ella, la sostuve más cerca, oí su
respiración aumentar, supe que me daría exactamente lo que quería.
Sus uñas atravesaron mi carne, su boca se pegó a mi piel. Separó
sus labios, su lengua acarició mi yugular mientras gemía
continuamente. Gemí por lo bien que se sentía, sabiendo que si no me
controlaba derramaría mi semilla y esto terminaría demasiado pronto.
Pero la mera idea de marcarla de esa manera, de que mi semen
empapara mis pantalones y se extendiera por su vientre, me excitó
tanto que mis pelotas se erizaron, con mi inminente orgasmo a flor de
piel.

Sotelo, gracias K. Cross


—Oh, Luca. — susurró, medio gimió. Su voz era tan baja que
apenas la oí. —Nunca he sentido algo así.
Y entonces se puso rígida en mis brazos, y ahora tenía ambas
manos ahuecando su culo, moviendo la parte inferior de su cuerpo
hacia arriba y hacia abajo en mi eje.
—Eso es. Sí, eso es todo, mi hembra.
Y entonces ella me dio lo que había estado deseando toda mi
existencia.
Me dio su primera liberación.
Gritó al mismo tiempo que yo gruñí: —Bebe de mí. — Y entonces
atravesó mi carne, sacando de mí. Apreté los dientes y eché la cabeza
hacia atrás, rugiendo. Tuve cuidado con mis acciones para que su
boca se mantuviera pegada a mí.
Ni siquiera había llegado al orgasmo y el placer no se parecía a
nada que pudiera haber imaginado. Sus pequeños gritos, la forma en
que lamía las heridas de los pinchazos y chupaba mi sangre, eran tan
eróticos que supe que cuando finalmente la reclamara sería el cielo.
Se separó demasiado pronto, arrastrando su lengua a lo largo de
las marcas, haciendo que un escalofrío abandonara mi cuerpo. Ainslee
apoyó su frente en mi hombro, jadeando, temblando ligeramente en
mis brazos.
—Eso fue... inesperado.
Me reí, la primera vez que lo hacía en siglos. Dioses, era increíble
sentir felicidad y... paz. Durante tanto tiempo, solo había sentido la
oscuridad de mi propio dolor.
Rodeé con mis brazos su pequeña cintura y susurré: —Îngeraș.
— Pequeño ángel.
Eso es lo que era para mí.
Cuando se apartó y me miró a la cara, mis ojos se centraron en
su boca, en el lugar en el que mi sangre manchaba su labio inferior y
recorría ligeramente su barbilla. Me incliné y arrastré mi lengua por
ella, saboreando nuestras esencias combinadas.

Sotelo, gracias K. Cross


Mía.
Podría haberme perdido en sus ojos azules, pero sentí que mi
lobo se agitaba una vez más.
Los pelos de la nuca se erizaron. Mi piel se tensó. Mis sentidos
cobraron vida en todos los sentidos que rugían una cosa.

Han venido.
Sabía que esto se avecinaba, y mi rabia creció, no solo porque
habían intentado -y fracasado- alejar a Ainslee de mí, sino porque
habían interrumpido este momento sagrado que acababa de compartir
con mi compañera.
Pagarían por ello.
Estaba listo para una pelea, para esta pelea.
Estaba listo para demostrar que podía cuidar de mi compañera,
que arrasaría con todo lo que intentara separarnos. Sería una batalla
fea, pero la anticipación zumbaba en mi sangre como una adicción.
Me alejé de Ainslee y la atraje a la protección de mi espalda.
— ¿Luca?— susurró con preocupación y miedo en su voz.
Tenía un brazo detrás de mí y rodeaba su pequeño cuerpo. —No
te apartarán de mí. — Las palabras eran en voz baja, solo para mí, ese
mantra que me repetía una y otra vez como si fuera a hacerlo realidad.
—Por favor. — susurró. —Déjame hablar con ellos. Puedo
hacerles ver que nunca me harías daño. — Se aferró a la parte trasera
de mi camisa. Todo en mí quería ceder, darle a Ainslee lo que quisiera.
No me molesté en decirle que no serviría de nada en ese
momento. Aunque vieran la verdad absoluta de que nunca le haría
daño a mi compañera, el hecho de que ella estuviera conmigo ahora,
y yo a punto de destruir a cualquiera que se acercara a ella,
solidificaría su agresión y haría que esto siguiera adelante con la
guerra.
Apreté mi mano alrededor de la cintura de Ainslee,
manteniéndola en su sitio. Lentamente dejé que una sonrisa de
anticipación se extendiera por mi rostro justo cuando miraba hacia

Sotelo, gracias K. Cross


adelante y miraba como unos grandes y malditos Lycans salían de las
sombras hacia la luz de la luna.

Aquí jodidamente vamos.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 15
DARRAGH

Sabía que estaba perdida hace una hora, pero ahora estaba aún
peor. Estaba completamente desorientada, no tenía ni idea de la
dirección en la que se encontraba mi coche de alquiler, y sentía que el
pánico se instalaba con tanta fuerza que empezaba a tener miedo de
verdad de no salir nunca de este bosque.
Me detuve en el centro del bosque y cerré los ojos, respirando,
tratando en vano de recuperar la calma.
No estaba ayudando, ni con los espeluznantes sonidos que me
rodeaban, ni con el hecho de que el sol se había puesto horas antes,
ni especialmente con las sombras que me rodeaban y que hacían
parecer que había criaturas acechando detrás de los árboles.

Hazte una prueba de ADN, me dije.

Averigua de dónde vienes, me animé.

Vuela a Escocia para ver dónde están tus raíces, me había convencido.
Abrí los ojos y miré a mí alrededor, un escalofrío recorrió mis
brazos cuando se levantó una brisa. Enrosqué las manos alrededor de
la correa de mi mochila. Al menos fui lo suficientemente inteligente
como para traerla y empacar algo de agua y barras energéticas.
Aunque no me había visto perdida.
Al exhalar un suspiro, la corriente de aire apartó un mechón de
mi pelo oscuro que se había desprendido de la coleta.

Sotelo, gracias K. Cross


Di una vuelta completa, tratando de ver si podía hacer cara o
cruz sobre el camino que debía tomar, pero mi realidad parecía que
me quedaría durmiendo aquí toda la noche, porque de ninguna
manera podía navegar por el bosque cuando estaba oscuro.
Podría llorar... de nuevo. Me había derrumbado no hacía mucho
tiempo cuando supe que estaba en el arroyo de la mierda sin un
maldito remo, pero me puse mis “bragas de niña grande” y seguí
adelante. Me dije que era una superviviente. No había pasado por el
sistema de acogida con cicatrices y moretones por defenderme y no
dejar que los otros niños me golpearan, solo para perderme en las
Tierras Altas de Escocia.
Elegí una dirección y empecé a caminar, porque cualquier
camino en este momento era una apuesta lo suficientemente buena
para salir de aquí.
—Esto me pasa por ser una idiota y salirme del camino. — Me
aparté el mismo mechón de pelo de la cara. —Esto me pasa por no
llevar una brújula o un mapa, o demonios, un teléfono móvil que
realmente funcionara en otro país y en medio de la nada.
Estaba perdiendo la cabeza. Tenía que regañarme a mí misma
como si eso fuera a cambiar las cosas. Otro escalofrío recorrió mi
cuerpo, y apreté aún más la ligera chaqueta que llevaba alrededor de
mi cuerpo.
Como niña que no tenía padres ni familia, siempre me había
preguntado quién era. Y aunque había tenido que protegerme -
probarme ante ellos, por así decirlo-, las familias en las que había
rebotado no habían sido horribles.
Solo habían sido frías, y se sentían así porque sabía que no me
quedaría ahí. Sabía que no sería un hogar para mí.
Y una vez que me convertí en adulta y dejé el sistema, había
estado tan decidida a tener éxito que no me había desviado de eso
durante cinco años.
A los veintitrés años, me había licenciado en historia. Había
podido trabajar y ahorrar la mayor parte de mi dinero mientras
estudiaba, solo porque me había dejado la piel en el instituto y había
conseguido una beca completa.

Sotelo, gracias K. Cross


Y después de licenciarme, me metí de lleno en el mundo laboral
y ahorré todo el dinero que pude. El hecho de haber crecido sin nada
que me perteneciera y de haber tenido que luchar por todo y por nada,
había creado en mí un impulso para triunfar.
Y también tenía un objetivo en mente.
Averiguar quién era realmente, de dónde venía, y tal vez
encontrar una familia real con la que pudiera conectar.
Lo único que descubrí después de hacerme una prueba de ADN
fue que era casi completamente de origen escocés. No tuve ninguna
coincidencia con parientes de ADN en el maldito sitio de la prueba.
Cómo era posible, no lo sabía.
Eso demuestra que soy más rara de lo que pensaba.
Seguí caminando. Y caminando. Y caminando. El tiempo parecía
borroso en estos bosques, lo que solo añadía un aspecto
absolutamente espeluznante.
Y entonces oí algo. ¿Gemidos? ¿Gruñidos?
Me detuve, con el corazón en la garganta mientras me daba la
vuelta, con la cabeza dando vueltas de un lado a otro mientras
intentaba averiguar qué era ese ruido y de qué dirección venía.
Otro gemido. Femenino.
Un gemido áspero. Masculino.
Mis ojos se abrieron de par en par y seguí el sonido. Me
importaba una mierda si me encontraba con gente teniendo sexo en
el bosque. Podrían sacarme de aquí. Ya casi estaba corriendo, con los
pies crujiendo sobre las ramitas y las hojas secas.
Estaba a punto de abrir la boca y gritar pidiendo ayuda, para
llamar su atención y que dejaran de follar antes de que los viera y
tuviera que blanquearme los ojos, pero el gruñido tan animal que
surcó el aire me hizo tropezar hacia delante antes de caer de rodillas.
Grité suavemente cuando mi mano aterrizó en el borde dentado
de una roca. La levanté y la acerqué lo suficiente a mi cara para poder
ver. Un corte de aspecto desagradable me atravesaba la palma de la

Sotelo, gracias K. Cross


mano, lo suficientemente profundo como para necesitar puntos de
sutura, pero eso era lo que menos me preocupaba.
Me levanté justo cuando oí el sonido de... hombres hablando,
sus voces eran rudas y profundas.
Mi pulso se aceleró en señal de alivio.
Me encontré moviéndome hacia ellos antes de darme cuenta de
lo que estaba haciendo, las voces se hacían más fuertes y ahora se
volvían un poco distorsionadas. Lo único que pensaba era que podían
sacarme de aquí. Ni siquiera se me ocurrió -al menos no más que a
un nivel superficial- que podría estar caminando hacia algo mucho
más peligroso que estar perdida en el bosque.
Pero todo lo que repetía en mi mente era salir de este maldito
bosque, volver a la pequeña pensión en la que me alojaba y dormir
durante las próximas doce horas.
Los árboles empezaron a ralentizarse y supe que me acercaba a
un claro, donde estaban las voces. Los sonidos se volvieron más
fuertes, más distinguibles, y eso me hizo bajar las cejas con confusión,
porque no tenía ningún sentido la conversación que estaba
escuchando.
¿Compañeros? ¿Lycans? ¿Vampiros a los que hay que llamar?
Y cuando volví a tropezar y lancé una mano para apoyarla en el
árbol más cercano, siseé cuando mi palma cortada aterrizó en la
áspera corteza. Pero el dolor se desvaneció cuando me quedé helada
ante la escena que tenía delante.
Sacudí la cabeza, con la confusión y el miedo tan intensos en mí
que sentí las lágrimas calientes deslizándose por mis mejillas antes de
darme cuenta de que estaba llorando.
Eran demasiado grandes. Demasiado musculosos. Y sus... ojos
brillaban. Brillaban igual que los que había soñado toda mi vida.
Y justo delante de mí, vi a los hombres cada vez más grandes,
sus músculos se apilaban unos sobre otros. Parecían... inhumanos.
Nada de esto es correcto.

Sotelo, gracias K. Cross


Porque lo que estaba viendo no podía ser real, no cuando los
hombres frente a mí parecían sacados de una película de terror.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 16
LUCA

—Has empezado una guerra.


Le enseñé los dientes a Banner después de que hablara, sin
importarme una mierda que me enfrentara al líder Lycan escocés.
No había ninguna diferencia. Nada lo hacía.
No es que estuviera emparejado con su hija y que claramente no
le gustara.
No porque hubiera estado loco durante cientos de años.
No porque me negara a devolverla.
Y, desde luego, no porque estuviera metido de lleno en lo que se
refería a acabar con todos y cada uno de esos malditos bastardos para
que se retiraran.
Lo único que importaba era que por fin tenía a Ainslee, y nada
en este planeta iba a separarnos.
Apreté mi mano alrededor de su cintura y ella trató de rodearme.
Mi lobo gruñó por lo bajo, un acto alfa para mantener a mi compañera
a salvo donde estaba.
—Luca. Son mi familia. No quieren hacer daño a nadie.
Lo hacían. Querían acabar conmigo. Olfateé que eso se
desprendía de ellos.

Sotelo, gracias K. Cross


—Deja que mi hermana se vaya, y podemos manejar esto como
hombres de valor.
—Caelan, por favor, para. No lo entiendes. Esto es un gran
malentendido. — La voz de Ainslee era suave, y me empujó. No quería
dejarla ir, pero también era esclavo de mi necesidad de darle todo lo
que quisiera.
Le enseñé los dientes a su hermano cuando se movió como si
fuera a acercarse.
—Retírate, chico. — grité.
Ainslee se puso a mi lado, pero mantuve mi mano alrededor de
su cintura, con los dedos enroscados en su cadera. El temor real de
que fuera hacia ellos, de que huyera de mí, era algo que no podía
superar. Levantó las manos en señal de rendición y odié que sintiera
que tenía que hacerlo. Hizo que mi lado protector se levantara.
Mi compañera tenía miedo, y yo era la causa de ello.
—Caelan...— Hizo una pausa y miró a cada uno de los Lycans
que estaban a no más de seis metros de nosotros. Los bastardos
hicieron esta barricada de músculos y huesos, un muro de amenaza.
—Te pido que me dejes hacer esto por mi cuenta, y en mi propio
tiempo, que me dejes resolver esto.
La nota suplicante en su voz hizo que mi lobo emergiera y
adoptara una postura territorial.
—Luca no me hará daño. — Entonces me miró, con sus ojos
grandes y azules, llenos de deseo y promesa. La esperanza reflejada
en mí podría haberme hecho caer de rodillas.
Cuando volvió a mirar a los machos, dio un paso adelante, y un
gruñido de advertencia brotó de mí. Mantuve mi mano sobre ella,
atrayéndola contra la sólida pared de mi pecho. Banner y Caelan
gruñeron por lo bajo, chasqueando los dientes ante el control tan
posesivo que tenía sobre Ainslee.

Que se jodan.
—Querida, tu madre está muy preocupada. — El tono de súplica
en la voz de Banner era genuino, pero no podía enmascarar su rabia.

Sotelo, gracias K. Cross


—Vuelve a casa y tranquilízala, y podemos hablar de esto. Podemos
averiguar cómo funcionará esto.
Banner me miró entonces, sus ojos se entrecerraron, los iris
brillaron y me dijeron que estaba a momentos de cambiar.
—Déjame hablar con Luca a solas. — El tono de Banner era
suave al dirigirse a Ainslee. —Puedes pensar que no te hará daño, y
no lo ha hecho... todavía, pero no es estable. Hasta que no pueda
garantizar que se controla a sí mismo, y que el hecho de que esté
medio convertido no será contraproducente, no puedo permitir que te
quedes a solas con él. No puedo vivir conmigo mismo si te pasa algo.
—Pa, con todo respeto, esta es mi vida. Él es mi compañero. No
soy una niña, y no puedes dictar mi vida, no en lo que respecta a esto.
No puedes decirme con quién puedo estar, especialmente con mi
pareja predestinada.
Cada parte de mi alma aullaba de rabia porque Banner pensó
que posiblemente podría dañar a Ainslee. Ella era la razón por la que
había vivido -sobrevivido- todos estos siglos. Ella había sido la única
cosa constante en mi mente mientras la buscaba, mientras esperaba
y me preguntaba dónde estaba, quién era.
Los sentimientos que despertaba en mí evocaban emociones que
nunca había creído posibles. Empezaba a sentirme completo de nuevo,
aunque eso solo se notara en el interior.
Puede que siga pareciendo un Lycan enloquecido físicamente,
incluso puede que mi mente esté dañada para siempre, pero mi lado
humano y mi lobo sabían que había que querer y proteger a Ainslee
por encima de todo.
El aire parecía inmóvil, ni siquiera el viento soplaba entre los
árboles. Sentí la espesura, la estrechez que nos rodeaba. Supe lo que
iba a ocurrir antes de ver a Caelan agachado, con un pie delante del
otro, con una expresión salvaje.
Tenía las manos cerradas en un puño a los lados. Relajando y
flexionando. Relajando y flexionando. Seguía siendo un joven Lycan,
aunque hubiera crecido del todo, pero debido a lo anterior, le costaba
mucho controlar su lobo y su agresividad.
También era demasiado alfa para su propio bien.

Sotelo, gracias K. Cross


Los ojos brillantes de Caelan se estrecharon y se dirigieron a mí.
El muchacho no tenía absolutamente ningún autocontrol, y estaba
claro que necesitaba controlar sus tendencias alfa o se convertiría en
un cañón suelto.
Podría haberle dicho eso. Podría haberle dicho a Banner que
mantuviera al chico a raya, pero antes de que pudiera decir nada,
Caelan se lanzó al ataque.
Oí un grito de sorpresa de Ainslee, antes de que gritara: —No,
Caelan. Detente. — Pero aun así, su hermano corrió hacia adelante.
—No. No. No-no-no. — estaba gritando muy fuerte, pero no ahogó el
sonido enfurecido que venía de Caelan.
Volvía a tener las manos delante de ella en señal de rendición,
como si eso fuera a detener al imbécil que cargaba de cabeza hacia
nosotros.
Banner gritó algo indistinguible, presumiblemente en gaélico, y
el resto de su equipo de Lycans gritaba.
—Caelan. ¡Jodidamente, para!— Banner rugió, pero aun así su
hijo se acercó rápido y con fuerza.
No tuve más remedio que tirar de Ainslee hacia atrás y empujarla
detrás del árbol. Tropezó y cayó, y gruñí de rabia por el hecho de que
se había hecho daño. Este pequeño cabrón lo iba a pagar.
Canalicé esa calma, esa oscuridad y ese vacío del que era viejo
amigo.
Extendí los brazos y dejé que una lenta sonrisa se extendiera por
mi rostro. Mi atención se mantuvo enfocada en Caelan.
Sus ojos se abrieron ligeramente, sin duda sorprendidos por el
hecho de que no adoptara una postura defensiva. No me hacía falta.
Me dio toda la munición que necesitaba al perder el control.
Dejé que estrellara su enorme cuerpo contra el mío y oí a Ainslee
gritar de nuevo. Olí sus lágrimas y su miedo, y eso me cabreó aún
más. Estos cabrones estaban causando esta angustia en ella. No me
importaba si el dolor que sentía era emocional o físico. Destruiría
cualquier cosa que la lastimara.

Sotelo, gracias K. Cross


Gruñí por el impacto, el impulso nos lanzó hacia atrás. Mi
columna vertebral se estrelló contra el grueso tronco de un árbol y la
respiración me abandonó momentáneamente.
La corteza se aplastó debajo de mí y cayó al suelo del bosque, las
ramas se agitaron por encima y dejaron caer hojas a nuestro alrededor
como si fuera lluvia.
Podía oír los gritos ahogados de los Lycans, pero me centré en
Caelan.
Gruñó y fue a golpear su puño en mi costado. El contacto hizo
que me quedara sin aliento. Tenía que reconocer el mérito del chico.
Para ser tan joven, tenía algo de fuerza.
Pero no era rival para mí.
Me agarré a sus hombros y me retorcí, empujándolo, pero se
abalanzó sobre mí al instante. La parte humana de mí no quería
hacerle daño. Era la sangre de Ainslee, y sabía que ella lo amaba.
Lastimarlo a él la lastimaría a ella, lo que me dolería inmensamente.
Pero él estaba fuera de control, viniendo hacia mí como si quisiera
arrancarme el corazón del pecho. Lo cual, no me cabía duda de que
intentaría.
Fui consciente de que los otros machos se acercaban, y empecé
a respirar con más fuerza mientras lanzaba a Caelan con la suficiente
fuerza como para que esta vez chocara contra un árbol. Sabía que le
costaría recuperar la compostura, y eso me daría un poco de tiempo.
Dejé que mi lobo se alzara aún más, me incliné hacia delante en
una postura agresiva, abrí la boca y rugí cuando se acercaron a mí.
Intentaron neutralizarme, derribarme.
Era suficiente fuerza que podrían tener éxito si bajaba la
guardia... si era un macho más débil.
— ¿Te atreves a intentar quitarme a mi pareja?— Volví a rugir
justo cuando un Lycan se acercó a mí. Sus ojos brillaron, y sonreí
lentamente. —Bueno, ven entonces, y déjame mostrarte cómo un
macho protege a su hembra. — Mi voz no era humana, ni mucho
menos. Era áspera y distorsionada, un gruñido aserrado.

Sotelo, gracias K. Cross


Agarré al primer macho que me alcanzó por la garganta y lo
levanté del suelo antes de arrojarlo a un lado, oyendo cómo su enorme
cuerpo se estrellaba contra algo resistente. Otro se me acercó por la
derecha, otro por la izquierda. Los rechacé con la misma facilidad que
si fueran moscas, y mis ojos siguieron cada uno de sus cuerpos,
anticipando su siguiente movimiento.
Era más fuerte gracias a mi estado de medio cambio de siglos,
más poderoso ahora que tenía a Ainslee a mi lado. El único Lycan que
tenía alguna posibilidad de derrotarme -o de intentar derribarme- era
Banner, y eso era solo porque tenía su Conexión de Enlace a su favor.
No tenía ni idea de lo que estaba pasando. Luchando, gruñendo
y peleando, enfrentando a cualquiera que intentara dominarme.
— ¡No!— Ainslee gritó. —Por favor, no le hagas daño.
No estaba seguro de si se dirigía a mí o a los demás, pero daba
igual. No dejaría que nadie me venciera.
Di un manotazo, alcanzando a un macho en el costado. Cayó
hacia atrás justo cuando otro se acercó, con las garras extendidas y
los ojos brillando desde su animal interior. Me agaché y rodeé su
estrecha cintura con las manos, levantándolo del suelo y arrojándolo
con facilidad.
Eché una mirada a Ainslee, que por suerte se quedó atrás,
sabiendo que no era rival para una manada de lobos voraces.
—Quédate ahí, mi hembra. — Apenas reconocí mi voz, pero antes
de que pudiera girarme y seguir luchando, un duro cuerpo se abalanzó
sobre mí desde un lado.
Me estrellé contra un árbol, el aire fue golpeado y mi lobo se
volvió frenético. Mi pierna aterrizó en un ángulo extraño, algo se
retorcía dolorosamente en mi muslo. Supuse que era Banner por la
fuerza del golpe, pero me sorprendió ver a Caelan chasqueando los
dientes hacia mí.
Me puse de pie y fui a empujarlo justo cuando sacó un golpe y
me clavó las garras en el costado. Grité, ya que el dolor fue
instantáneo, pero la adrenalina se apoderó de mí, mi necesidad de
llegar a Ainslee y alejarla del peligro era mucho más fuerte.

Sotelo, gracias K. Cross


—Oh dioses, Caelan. ¡No!— gritó al mismo tiempo que levantaba
a su hermano y, con un poderoso rugido, lo arrojaba a un lado.
Su cuerpo se estrelló contra los Lycans que se acercaban,
Banner en la refriega. Cayeron hacia atrás como fichas de dominó por
el impacto, y luché por ponerme en pie, sacudiéndome el mareo y el
dolor y avanzando hacia Ainslee.
Me agarré al costado Para detener el flujo constante de sangre
de las heridas. Le tendí la mano y le dije: —Ven aquí, mi hembra. —
Sus ojos estaban muy abiertos, el olor de su miedo era más fuerte que
la agresión y la sangre que cubrían el aire. La visión y el olor de sus
lágrimas me desgarraron el pecho, un dolor mucho peor que todo lo
que había experimentado físicamente.
Teníamos que irnos de aquí. Aparecerían más, y no sería capaz
de retenerlos a todos.
Me acerqué cojeando, con la pierna todavía jodida por el golpe
contra el árbol. Cuando la vi mirar por encima de mi hombro y sus
ojos se abrieron aún más, me preparé y estuve a punto de darme la
vuelta y luchar de nuevo, pero ella se lanzó, con las manos por delante.
—No, Papá. No.
Me giré justo a tiempo para verla moverse entre Banner y yo.
Banner se calmó, y estaba a punto de tirar de ella detrás de la
seguridad de mi espalda, cuando una mancha vino desde el lado.
Ainslee se detuvo y se giró, y me abalancé sobre ella justo cuando uno
de los hombres de Banner chocó accidentalmente con mi compañera
en lugar de golpearme a mí.
Su pequeño cuerpo salió despedido del suelo por la fuerza, y
luego voló hacia atrás. Escuché el sonido de su pequeña forma
golpeando algo lo suficientemente fuerte como para que un crujido
resonara en los árboles.
Mi lobo salió disparado y sentí que empezaba a girar. No pude
evitarlo. Mi compañera estaba herida, y mi Lycan quería sangre.

No. Mantén la calma. Mantén la cordura. Sácala de aquí. Llévala lejos de la


amenaza.

Sotelo, gracias K. Cross


Sacudí la cabeza, empujando a mi lobo hacia abajo, y luego
estaba corriendo de cabeza hacia Banner. Me agaché justo antes de
llegar a él y le golpeé el hombro en el abdomen, con un grito de guerra
saliendo de mi boca. El gran bastardo salió volando hacia atrás.
Me giré al instante y me abalancé sobre el cuerpo inerte de
Ainslee. El pánico se apoderaba de mí, succionando el aire de mis
pulmones, pero ya me preocuparía de sus heridas en cuanto la pusiera
a salvo.
Quería arrodillarme y examinar sus heridas antes de moverla,
casi lo hice, porque no podía controlar mis instintos de protección para
atenderla. Pero no tenía tiempo para eso. Banner, Caelan y los otros
machos se despertaban, se sacudían las heridas.
Pero entonces sentí que algo cambiaba en el aire, un ajuste de
cuentas, un despertar. Sujeté a Ainslee con suavidad pero con fuerza
contra la protección de mi cuerpo y miré por encima del hombro. Vi a
Caelan en posición agachada mirando hacia el interior del bosque. Sus
ojos brillaban con fiereza, y aspiré un suspiro cuando reconocí qué era
ese aroma en el aire.
Era el aroma de su Conexión Vinculada que llenaba el bosque.
Todos parecían congelados en su sitio, incapaces de moverse,
cada uno conmocionado por la revelación que se estaba produciendo.
Al parecer, Caelan acababa de encontrar a su pareja.
Y entonces, tan rápido como si se encendiera una cerilla, Caelan
gruñó por lo bajo y luego rugió: — ¡Mía!— Y entonces vi en qué-quien
estaba tan concentrado.
Una pequeña hembra humana estaba de pie entre los árboles,
con los ojos abiertos como platos y la boca abierta en señal de
sorpresa. Sacudía la cabeza, las lágrimas corrían por sus mejillas
mientras empezaba a retroceder, con las manos delante de ella en un
movimiento puramente sumiso. Y entonces se dio la vuelta y empezó
a correr. Caelan se adentró en el bosque, y pronto descubriría que su
compañera se deleitaba con la persecución.
La bruma se rompió, y los Lycans comenzaron a gritar a Caelan
sobre la situación. No me detuve a ver si Banner o los demás seguirían

Sotelo, gracias K. Cross


al heredero escocés, o si vendrían a por mí. No me importaba nada
más que poner a Ainslee a salvo.
Y cuando miré a mi pequeña compañera, el dolor me apretó tan
fuerte que todo lo que sentí fue agonía. —Oh, Îngeraș. — Despegué,
usando mi velocidad sobrenatural para correr por el bosque, mi vista
en el punto, mi velocidad inigualable.
Tenía un vehículo a kilómetros de distancia, uno que aseguré
nada más aterrizar en Escocia la semana pasada. También tenía una
propiedad bajo un alias, una casa que compré hace décadas, otro
regalo para mi compañera para que supiera lo bien que la suya podía
mantenerla.
Y mientras estrechaba a Ainslee contra mi pecho, recé a quien
fuera misericordioso, a quien me concediera este único deseo, que a
pesar de ser más frágil y débil que cualquier criatura del Otro Mundo
viva, se curara para poder estar conmigo.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 17
AINSLEE

Fue un movimiento brusco y sacudido el que me despertó,


haciendo que un fuerte jadeo saliera de mi boca, seguido de una
profunda inhalación de aire para llenar mis pulmones.
El dolor fue intenso. Instantáneo.
Abarcó todo mi costado, un calor ardiente como si mi cuerpo
estuviera en llamas. Grité antes de poder contenerme, agarrándome
las costillas, las lágrimas recorriendo mis mejillas antes de sentirlas
caer.
Sabía que estaba en un coche a pesar de tener los ojos cerrados.
No me atrevía a abrirlos, no cuando la cabeza me daba vueltas y la
amenaza de vomitar estaba ahí mismo.
Pude oír a Luca maldiciendo en rumano, y luego sentí la pesada
presencia de su cálida palma en mi muslo. Su tacto era tentativo,
como si tuviera miedo de poner su mano sobre mí, como si le
preocupara que me causara más dolor.
—Luca. — susurré, pero mi voz no era más que un graznido. La
cabeza me daba vueltas, la bilis me subía a la garganta mientras se
me revolvía el estómago.
Otra sacudida del vehículo, otro dolor punzante. Otro grito de
agonía que no pude detener, aunque quería -necesitaba- ser fuerte.

—Oh. — murmuré pero no estaba segura de haber dicho las


palabras en voz alta. —Luca. Luca, me duele. — Apreté los dientes,

Sotelo, gracias K. Cross


convencida de que estaba gritando en mi cabeza, de que estaba sola,
de que nadie me oiría.
Y entonces inhalé, olí su aroma, mi compañero, y sentí que un
poco de la presión me abandonaba, sentí que esta calma intentaba
moverse sobre mí, a través de mí, para aliviar el malestar.
—Ah, pequeña, lo siento. Te quitaría el dolor si pudiera. — Me
pasó la mano por el muslo y apreté los dientes cuando el vehículo dio
otra vuelta brusca.
Quería abrir los ojos, para ver qué me pasaba. Mis recuerdos
eran confusos, mezclados. No podía distinguir lo de arriba de lo de
abajo, porque el dolor me robaba la conciencia y se imponía en mi
cabeza.
Y fue entonces cuando la oscuridad me tomó, y qué dulce alivio
fue.

Siento las manos sobre mí; un cuerpo duro y cálido que me


aprieta. Me di cuenta de que me estaba moviendo, y los pequeños y
bruscos movimientos me hicieron apretar los dientes mientras me
rodeaban oleadas de dolor.
Estaba en los brazos de alguien que me llevaba.
Luca. Estaba en los fuertes brazos de Luca.
Gemí y sentí que el ritmo se aceleraba, escuché más palabras
apresuradas que se filtraban a mí alrededor desde él, palabras que no
podía entender. No sabía si estaban en su lengua materna, o si era
porque mis oídos estaban llenos del sonido de mi pulso acelerado.
Su voz profunda me rodeaba.
Quería abrir los ojos, mirarlo, que me contara los trozos de
memoria que me faltaban. Pero no cooperaban, como si estuvieran
pegados, sellados para siempre.
El pánico se apoderó momentáneamente de mí, mi corazón
palpitó con más fuerza, el sudor me cubrió. Luché aunque eso me hizo

Sotelo, gracias K. Cross


doler aún más. ¿Por qué no podía abrir los ojos? Dios, ¿me estaba
muriendo? Me estaba muriendo, el mundo se desvanecía de mí.
No, no, no quería morir. Por fin había sentido lo que era vivir.
Por fin me había dado cuenta de lo que era estar viva, de lo que era
estar completa.
Y era porque tenía a Luca. Nos habíamos encontrado el uno al
otro.
Lloré, pero no era de dolor. Era por el miedo a perderlo, a
perderlo todo.
Hubo un fuerte y rítmico golpeteo: Pasos que corrían sobre una
superficie dura. Luego se oyó el golpe de lo que solo podía ser una
puerta contra la pared.
El frío se instaló y empecé a temblar. Sentí que los dedos de Luca
se clavaban en mí con más fuerza, percibí que su miedo aumentaba.
También tenía miedo de que yo muriera.
Y ése fue el último pensamiento que tuve antes de que esa
oscuridad familiar y amistosa me volviera a sumergir con brazos
cálidos y acogedores.

Olí el fuego antes de oír el crepitar de algo ardiendo.


Luego vino el calor, uno de cuerpo completo que me llenaba de
este tipo de placer fuerte, del tipo que tenías cuando tenías frío
durante tanto tiempo, pero ahora sentías el calor y sabías que estabas
bien.
Sentí que mis cejas se bajaban mientras hacía un inventario de
mi cuerpo. No me moví mientras el recuerdo del dolor, los movimientos
bruscos y la incomodidad que me robaba la respiración se agolpaban
en mi mente. Me di cuenta de que estaba en una cama, una que era
suave y cálida, las mantas que me cubrían no eran demasiado
pesadas, pero me hacían sentir segura.

Sotelo, gracias K. Cross


Inhalé profundamente, oliendo todas las cosas de Luca, esta
comodidad y satisfacción me llenaban. Era la misma sensación que
tenía cuando estaba en casa.
Algunos sonidos de la habitación comenzaron a filtrarse aún
más, algunos más difíciles de escuchar. El crepitar del fuego llegó en
esta ola de calma, el olor a madera quemada más pronunciado.
Aparte de eso, no escuché mucho más, tal vez si escuchaba lo
suficiente, podía captar las hojas que soplaban afuera cuando el viento
se levantaba.
Pero eso era todo. Solo... quietud.
Abrí los ojos entonces, mirando el techo, uno que era alto y
grandioso y arqueado con madera expuesta. Solo moví los ojos de un
lado a otro, pero era incapaz de ver mucho desde esta posición.
Dejé que mis ojos se filtraran hacia la izquierda, viendo enormes
cortinas que colgaban cerradas sobre lo que supuse que eran ventanas
igualmente grandes.
Y luego mis ojos se deslizaron hacia la esquina, las sombras
ocultaban la mayor parte de ese espacio como si fuera un agujero
negro. La luz de la chimenea no llegaba a esa zona, no podía penetrar
esa frialdad.
Pero lo veía claramente.
Luca estaba sentado en una silla en aquel rincón oscuro, con los
antebrazos apoyados en sus musculosos muslos, las manos juntas y
los ojos fijos en mí. Hacía que la silla pareciera de una casa de
muñecas, su forma era tan imponente y maciza que me sorprendía
que pudiera sostenerlo.
Me lamí los labios y me moví en la cama, con un pequeño gemido
de incomodidad. Y entonces se levantó y se levantó de la silla al
instante, moviéndose hacia mí tan rápidamente que se me escapó un
pequeño sonido de sorpresa.
Su expresión era intensa, posesiva y... afectada mientras
recorría con su mirada mi rostro y luego mi cuerpo, aunque las
mantas me ocultaban.

Sotelo, gracias K. Cross


Y entonces mi gran protector Lycan se arrodilló junto a la cama,
alargó la mano y me cogió por ambos lados de la cara, con los pulgares
recorriendo mis pómulos y sus ojos clavados en los míos.
Me quedé sin aliento ante la mirada de pura adoración que había
en su rostro. Su preocupación me llegó como un bálsamo que me hizo
caer de nuevo en la cama.
Después de apoyar las manos en el colchón, sintiendo las suaves
y cálidas sábanas bajo mis palmas, empecé a levantarme un poco. Me
sentía demasiado vulnerable en esta posición, aunque nunca me
había sentido más segura que con Luca.
Hubo punzadas de dolor, molestias que hicieron que un jadeo
casi me abandonara, y un gruñido bajo de preocupación dejó a Luca.
Qué extraño es poder discernir los diferentes tonos que salían de él.
Desde los de rabia y protección, hasta los gruñidos de placer y de
preocupación, eran tan diferentes para mí que me hacían sentir
mucho más conectada a él.
Por supuesto, ya me había sentido así con mi familia, pero había
estado con ellos toda mi vida. Experimentar esto con alguien que
acababa de conocer me llenaba de asombro.
—Ah, Îngeraș, no te presiones.
— ¿Qué significa eso?— Susurré. —Te he oído llamarme así
antes.
Me dedicó una pequeña sonrisa mientras seguía alisando sus
pulgares a lo largo de mi cara, con un tacto suave y delicado, que
parecía una contradicción con su enorme tamaño y el poder que
ejercía.
—Significa 'pequeño ángel'. — Su voz era suave pero ruda. —Mi
pequeño ángel.
El cariño hizo que el rubor subiera de inmediato a mis mejillas.
En mi nueva posición, mi espalda estaba apoyada en el grueso, duro
y frío cabecero de madera. Podía sentir los surcos y hendiduras de lo
que supuse eran grabados.

Sotelo, gracias K. Cross


Y aunque era robusto detrás de mí, manteniéndome sentada y
asegurándome, el macho que estaba frente a mí se sentía aún más
fuerte.
La nueva posición hizo que sus manos se alejaran de mi cara,
pero como si no pudiera dejar de tocarme, Luca agarró una de mis
manos, sosteniendo la mía pequeña entre las suyas más grandes. La
mía era infantil en comparación, y sentí una sacudida de aprecio
femenino que me llenaba.
Siguió pasando el pulgar por mi pulso, con los ojos clavados en
los míos, como si no pudiera apartar la mirada. Nunca había sentido
una atracción tan intensa, nunca había tenido a nadie que me mirara
con una convicción tan imperecedera de que yo era suya.
Pero Luca me dio eso -me hizo sentir eso- con creces.
— ¿Cuánto tiempo he estado fuera?— Me aclaré la garganta, ya
que mi voz sonaba desacostumbrada y rasposa. Me lamí los labios
secos y, un segundo después, Luca me tendió un pequeño vaso de
agua, como si me hubiera leído la mente.
Le di una sonrisa de agradecimiento y cogí el vaso, nuestros
dedos se rozaron suavemente, esa chispa de conexión y electricidad
que me invadió al instante. Fue lo suficientemente potente como para
que mis labios se separaran ligeramente por su intensidad.
— ¿Quieres más?— ya se estaba levantando y cogiendo el vaso
de mí, como si se anticipara a que dijera que sí.
Pero negué y subí un poco más la manta sobre mi regazo,
sintiendo de repente que me rodeaba un escalofrío. —Estoy bien.
Gracias. ¿Cuánto tiempo he estado fuera?
Dejó el vaso en el suelo y se sentó en el borde de la cama,
tomando mi mano entre las suyas una vez más, como si necesitara
esa conexión, como si ese pequeño toque le asegurara que yo estaba
realmente aquí.
Sabía que su tacto hacía eso por mí.
—Unas horas.
Hubo un pico de alivio, pero también de pánico al escuchar
cuánto tiempo había estado inconsciente.

Sotelo, gracias K. Cross


El pánico había surgido porque el peor escenario que se había
filtrado inicialmente en mi cabeza era que había estado inconsciente
durante un día como mínimo. Pero luego había llegado el alivio porque
solo habían sido unas horas, y no quería que mi familia se preocupara
por mí más de lo que lo estaba haciendo.
—Me preocupaba que, como eres un híbrido, no te curaras tan
rápido.
Aunque no me curaba tan rápido como otros seres del mundo
por ser un híbrido, sí lo hacía más rápido que un humano. Luca,
siendo un Lycan de pura sangre, probablemente ya estaría casi curado
si estuviera en la misma situación. Pero a mí me llevaría un día entero
antes de volver a sentirme como yo misma.
Pero estaba viva, así que no podía quejarme. Y en ese
pensamiento, recordé la pelea... no, la guerra que había estallado en
el bosque.
Sentí que mis ojos se abrían de par en par, que mi pulso se
aceleraba y que un jadeo me abandonaba.
—Tu hermano y tu padre están bien. — dijo Luca como si leyera
mis pensamientos y me dio un ligero apretón en la mano para
tranquilizarme. —Estaban vivos cuando me fui. — Había un pequeño
gruñido en su voz, como si estuviera enfadado por no haber hecho
más daño.
Una parte de mí entendía de dónde venía. Sabía lo suficiente
sobre los machos del Otro Mundo apareados -por haber visto a mi
padre con mi madre- que cuando una pareja estaba en peligro, se
hacía todo y cualquier cosa para proteger a sus hembras. La muerte
del agresor era el resultado final típico, el único que satisfacía ese lado
protector y territorial.
Cerré los ojos y sentí que el alivio me inundaba. —Me alegro. —
Pero entonces abrí los ojos de golpe al pensar en que Luca estaba
herido. —Oh, Dios. ¿Y tú?— Me esforcé por incorporarme más, pero
una ligera presión sobre mi mano me calmó.
—No te esfuerces, Ainslee. Quédate quieta. — dijo
tranquilizador, pero había una nota en su voz que decía que era un
alfa dominante y acostumbrado a salirse con la suya. —Estoy bien.

Sotelo, gracias K. Cross


Me curaré. Tu hermano tiene algo de fuerza alfa detrás de él. Le
concedo eso al chico.
Seguía siendo tan grande e intimidante, y yo sabía lo fuerte que
era. Creía que estaba bien, pero seguía preocupada, esa opresión en
el pecho que hacía surgir mi propio instinto de protección hacia él.
—¿Dónde te ha herido?— Había habido tanta acción y actividad
en el bosque, desenfoques de cuerpos, sombras que ocultaban mucho,
que hacían las cosas confusas, que había sido difícil discernir entre
arriba y abajo.
La comisura de sus labios se curvó, y levantó mi mano, que aún
estaba envuelta en su abrazo, y me dio un suave beso en los nudillos.
El suave lado de gigante que mostró hizo que floreciera en mi interior
una calidez continua.
— ¿Está mi hembra preocupada por mí?
Me encantaba la forma en que su marcado acento rodaba por su
lengua. Era casi como una caricia erótica contra mi carne.
Por no hablar del hecho de que dijera “mi hembra”, lo que hizo
que el deseo se agolpara en mi vientre.
Me lamí los labios y asentí. —Estoy preocupada.
Me sostuvo la mirada durante un segundo y luego se levantó,
soltando la mía mientras se llevaba la mano al borde de su camisa
rota y hecha jirones. Pude ver las marcas de garras en el material, las
marcas de garras de Caelan. Miré el resto de su cuerpo y vi los demás
desgarros y roturas en los pantalones y la camisa, así como el barro
que le había manchado la roa durante la pelea.
Luca se levantó el borde de la camisa y me quedé boquiabierta
al ver los profundos cortes que tenía en el costado. Estaban
cicatrizando, pero aun así las tres heridas rojas de aspecto enfadado
tenían que ser extremadamente dolorosas.
—Ah, mi dulce y gentil compañera. Sobreviviré. Esto no es nada
que no esté completamente curado para mañana por la mañana. No
hay que preocuparse.

Sotelo, gracias K. Cross


Asentí, sabiendo que tenía razón, pero ver a Luca herido hizo que
el dolor me llenara. Esta situación de apareamiento no era una broma,
parecía.
La sangre y la suciedad se extendían a lo largo de su abdomen
y, a pesar de sus heridas y de mi preocupación, no pude evitar mirar
con aprecio femenino su forma tan masculina.
Su abdomen era acanalado, con colinas de músculos muy
evidentes bajo su carne dorada. Vi líneas gemelas cortadas de
músculo que enmarcaban el paquete de seis en forma de V, y se me
secó la boca. Tenía un rastro de pelo corto y oscuro que empezaba bajo
el ombligo y desaparecía bajo los pantalones. Sentí que el calor me
llenaba de repente, como una ola que se abalanzaba sobre mí e
intentaba hundirme.
Me quedé mirando, abiertamente embobada, cuando observé
cómo se tensaba su cuerpo. Levanté la vista hacia él, pude ver cómo
sus ojos brillaban, vi el parpadeo de su lobo tratando de liberarse aún
más.
Me lamí los labios, sabiendo que este macho estaba excitado...
sin duda podía oler que yo también lo estaba. Y como no podía
contenerme, dejé que mis ojos bajaran por su amplio pecho y se
detuvieran en la parte delantera de sus pantalones.
Mis ojos se abrieron de par en par, aunque sabía lo grande que
era Luca ahí abajo. Pero aun así, fue impactante ver su erección
presionada contra la bragueta de sus pantalones. Era enorme. La
longitud era gruesa y larga, presionada hacia un lado, colgando en
paralelo con uno de sus muslos. La clara hendidura de la coronilla era
tan visible que estaba bastante segura de que el sonido que oí provenía
de mí.

Oh, Dios.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 18
AINSLEE

—Hembra. — siseó con esa voz de dolor. Dejó caer su camisa,


que afortunadamente le cubría la entrepierna, pero su polla era tan
dura y larga que aún podía verla a pesar de la tela extra que había
ahora. —Tu olor es indescriptiblemente adictivo.
Retrocedió un paso y levanté la vista hacia su rostro, sabiendo
que por mucho que quisiera permanecer en esta pequeña burbuja de
placer con Luca, la realidad era una amenaza muy real.
Cerré los ojos y traté de controlar mi respiración... y mi cuerpo,
antes de volver a abrirlos. Observé cómo Luca se paseaba, pasándose
una mano por el pelo, despeinando aún más las cortas y oscuras
hebras.
Volví a tragar, con la garganta todavía un poco tensa y seca, y
me concentré -o intenté hacerlo- en otras cosas para no pensar en el
hecho de que era muy consciente de la cercanía de Luca y de mi
necesidad de él.
Miré alrededor de la habitación. Era grande, espaciosa. También
parecía de la vieja escuela, con las vigas expuestas en el techo, uno
que estaba arqueado y abovedado, que parecía llegar tan alto que nada
podría tocarlo. Las paredes tenían la mitad de paneles de madera
oscura, y la mitad superior estaba empapelada con un precioso
damasco color crema.
Aparte de la cama, solo vi una cómoda intrincadamente grabada
a un lado, una pequeña mesita de noche a mi izquierda y la pequeña

Sotelo, gracias K. Cross


silla en la que había estado sentado Luca. No había ninguna otra
decoración, ni siquiera cuadros colgados en las paredes que
demostraran que aquel lugar estaba habitado, que era un hogar.
— ¿Dónde estoy?— Volví a mirar a Luca, sin sorprenderme de
que siguiera observándome atentamente. Le dediqué una pequeña
sonrisa y le dije: —No voy a ninguna parte. — Porque sabía que esa
era su preocupación.
Y obviamente no lo decía literalmente, ya que estaba sentada en
esta cama, herida. En mi corazón, la verdad era que quería estar aquí
con Luca. Sabía que una vez que dejara la “seguridad” de la finca para
verlo, todo cambiaría.
Tenía miedo de lo desconocido, pero lo había previsto.
Y una parte de mí realmente quería que él supiera que estaba
aquí, para siempre, por el tiempo que fuera.
Dejó escapar una respiración larga y áspera, como si hubiera
estado aguantando todo este tiempo. Parecía cansado. Exhausto.
—Todavía estás en Escocia.
Me lo imaginaba, ya que solo había estado fuera unas horas. No
habría podido viajar tan lejos en ese lapso de tiempo.
—Pero, ¿dónde está aquí en Escocia?— Volví a echar un vistazo
a la habitación. Me recordaba a la finca de mis Padres, con la artesanía
que ya no utilizaban en las estructuras modernas. Apuesto a que el
resto de esta casa tenía toques de inspiración gaélica, quizá tartanes,
estandartes, escudos familiares.
Mis ojos se posaron en la gran chimenea situada frente a la
cama. Era tan ancha como alta, y el fuego que había en su interior era
un ente rugiente. Pero dado el tamaño de la habitación, era lógico que
se necesitara una chimenea tan grande para mantener el calor.
—Es una de nuestras propiedades.
Giré mi cabeza en su dirección ante su elección de palabras.
— ¿Una de nuestras propiedades?
—La Casa Moorehill está a unas cinco horas de donde viven tus
padres.

Sotelo, gracias K. Cross


No se me pasó por alto el hecho de que no había afirmado que
esa fuera mi casa también, sino donde vivían mis Padres. Pero sabía
que para un Lycan apareado, una vez que encontraba a su hembra,
siempre estarían vinculados. Su hogar era el de ella y viceversa. No
había “otro”.
Y me sorprendió lo... correcto que se sentía dentro de mí.
Porque aunque la finca de mis Padres siempre sería un hogar
para mí, también sabía en qué me metía con Luca cuando salía de mi
habitación... cuando dejaba la finca y me iba con mi pareja. Sabía que
todo cambiaría. Solo que no había anticipado o esperado que cambiara
tanto.
O que se sintiera tan bien.
—Es una de las propiedades que compré hace décadas.
— ¿Una de las propiedades? ¿Cuántas tienes exactamente?
Pareció relajarse un poco entonces, y tuve la sensación de que
se estaba sintiendo cómodo con la conversación, tal vez sintiéndose
un poco más tranquilo de que yo no caería muerta en el siguiente
segundo. Eso hizo que una sonrisa me tirara de los labios.
Mientras lo observaba, noté que los músculos agarrotados se
relajaban, un poco menos graves, y también me relajé. Pero la
magnitud de su tamaño hizo que mi pulso se acelerara un poco. A
pesar del dolor... la excitación seguía siendo muy fuerte dentro de mí.
—Antes de saber quién era mi pareja, y cuando estaba
buscando, esperando y rezando a quien fuera lo suficientemente
misericordioso para traerme a mi mujer, comencé a adquirir
propiedades en todo el mundo, entre otras cosas.
Estaba muy serio, como si hubiera querido contarme esto toda
su vida. Y tal vez lo había hecho.
—Quería... quería que pudieras elegir dónde vivirías conmigo.
Todo lo que quiero, Ainslee, es complacerte. Y como aún no te conocía
y no sabía lo que te gustaba o lo que no, no estaba seguro de lo que te
haría feliz.
Mi vientre se apretó, las mariposas se movieron alrededor de mi
estómago, una señal de mi anticipación y excitación. Nunca me había

Sotelo, gracias K. Cross


sentido así, esta sensación de embriaguez que hacía que todas las
demás emociones parecieran mansas, como si nunca hubiera vivido
de verdad hasta este momento.
— ¿Hiciste eso, todo esto, por mí?— Sonaba estúpido saliendo
de mis labios y llenando mis oídos.
—Ah, mi dulce niña. — Se inclinó hacia delante y apoyó su frente
contra la mía, cerrando los ojos, su respiración se hacía más fácil
cuanto más tiempo estaba pegado a mí. —Siempre haré cualquier cosa
por ti.
Si fuera un humano, esto me parecería una locura. Si no hubiera
sido testigo de primera mano del amor y la intensa conexión que
tenían los compañeros, habría pensado que sus palabras eran
precipitadas, incluso locas. Porque preocuparse por alguien tan
inmensamente que moriría por él sin pensarlo dos veces, después de
haberlo conocido, parecía una fantasía.
Pero no en nuestro mundo. En nuestro universo, era lo que todos
buscábamos, encontrar nuestra otra mitad, la pieza que faltaba en
nuestra alma.
Después de ver a mi madre y a mi Padre, después de sentir que
mi propio lobo dormido y mi propio lado vampírico despertaban
gracias a Luca, no se podía negar el poder de las parejas
predestinadas.
Apretó ligeramente sus labios contra los míos, y aunque ahora
mismo tenía muchas prioridades que no tenían que ver con mi deseo,
las dejé de lado por ese momento y me limité a disfrutar de sus
sensaciones.
El beso empezó lento, suave, como si Luca tuviera miedo de
hacerme daño. Pero yo quería su pasión. Quería su ferocidad.
Lo quería todo.
Levanté mis manos y las pasé por sus hombros, enroscando mis
dedos contra su camisa. No me importaba que estuviera sucio por la
pelea, que la sangre lo cubriera.
Sin duda había sido capaz de contenerse y controlar su deseo,
porque yo no estaba curada al cien por cien. Pero aquí estaba

Sotelo, gracias K. Cross


deseando sentir cada parte de él contra mí. Yo era esta hembra virgen,
híbrida del Otro Mundo, que sabía poco del mundo y nada del sexo.
Mi necesidad de él se había encendido en el bosque, y luego se
había avivado con su beso, creciendo lentamente hasta que este fuego
salvaje amenazaba con consumirme por dentro.
Rompió el beso y murmuró: —Tenemos que parar. — Recorrió
con sus labios mi mandíbula hasta el lado de mi garganta.
—De verdad que no. — gemí y no pude encontrar ni un ápice de
vergüenza por estar siendo tan descarada con mi excitación.
Podía oírle jadear, sentir el calor de sus respiraciones cubriendo
mi carne. Apoyé la cabeza en el cabecero de la cama, con los ojos
cerrados, mientras la sensación más gloriosa me recorría. La posición
en la que nos encontrábamos era tan poco personal, no con él todavía
sentado en el borde de la cama y yo apoyada en el respaldo. Solo
nuestras bocas y nuestros dedos se tocaban.
Quería más.
Quería sentir su cuerpo completamente pegado al mío, quería
sentir cada cresta dura y cada centímetro de él. Y sabía que estaría
duro, tan duro que me robaría el aliento de los pulmones.
Se me escapó un pequeño ruido, un gemido de placer, un sonido
roto de necesidad. Sentir que me besaba la garganta, que me lamía la
sensible parte inferior de la barbilla, hizo que el deseo se agolpara
entre mis muslos. Estaba mojada, incómodamente.
Insoportablemente.
Me moví un poco bajo las sábanas, mis piernas se movieron
hacia adelante y hacia atrás, haciendo una tijera mientras sentía el
calor enrollarse en mi vientre con tanta fuerza que sabía que en cuanto
se rompiera no habría forma de detenerlo.
Enrosqué las uñas en su piel, tirando de él hacia delante,
sintiendo que un pico de lujuria y algo más, algo más profundo, más
potente, se apoderaba de mí. No sabía lo que era, pero casi me
estrangulaba, envolviendo mi garganta con dedos helados.
—Bésame. — murmuré en esta nebulosa delirante, y no esperé
a que lo hiciera, sino que deslicé mis manos por su cuello hasta

Sotelo, gracias K. Cross


abarcar cada lado de su cara, con la barba de sus mejillas rozando
mis palmas de la forma más erótica. Me incliné hacia él al mismo
tiempo que lo acercaba, nuestros labios chocaron, colisionando.
No sabía qué me estaba pasando, este erotismo corriendo por
mis venas como si estuviera en una competición y necesitara ganar.
Él gimió y sus manos se cerraron a ambos lados de mí, el colchón
se hundió por su peso cuando se inclinó hacia delante, reforzando su
peso. Me enjauló y, por Dios, eso me excitó.
Me sentí tan deseada mientras arqueaba la espalda, con los
pechos tan llenos y los pezones tan sensibles. La electricidad recorrió
mi cuerpo y se instaló entre mis muslos. Sentí que mis músculos se
apretaban ahí abajo, que mi cuerpo hacía un movimiento rítmico, tan
antiguo como el propio tiempo.
Y justo cuando pasé la lengua por la costura de su boca,
abriéndola para él, ahondando en su interior y enredando mi lengua
con la suya, se separó, con los ojos brillantes y vidriosos, los caninos
descendiendo mientras respiraba con dureza entre los labios
ligeramente separados.
Me sentí mareada en el mejor de los sentidos, supuse que esto
era lo que se sentía al estar borracha, aunque nunca lo había
experimentado.
—Luca. — murmuré y le tendí la mano de nuevo, pero él negó,
cerró los ojos y apretó la mandíbula. Los músculos bajo sus mejillas
cubiertas de pelusa se agitaron al ver que intentaba controlarse.
Estaba ardiendo en vida, y él era el único que podía apagar el
fuego.
Se levantó bruscamente, con los músculos de la espalda y los
hombros contraídos, las manos apretadas y relajadas a los lados. Sus
uñas eran garras, su respiración áspera, su cuerpo preparado para
mí. Podía ver la evidencia de eso en sus pantalones, su grosor tan
ancho como mi muñeca, tan largo como mi antebrazo. Ni siquiera me
importaba si no cabía, no me importaba si me iba a doler mientras me
quitaba la virginidad. Lo quería todo, y lo quería con él.

Solo con él.

Sotelo, gracias K. Cross


—Dulce Jesús, hembra. — Su voz era el filo de un cuchillo, de esos
que se clavan en tu piel y amenazan con abrirte y desnudar tu alma.
Hice otro sonido suave y me incliné aún más hacia delante, tan
increíblemente empapada entre mis muslos que mis bragas estaban
empapadas, el material se pegaba a mis pliegues, excitándome aún
más.
—Tu propio olor me está volviendo jodidamente loco, Ainslee.
Sentí un fuerte escalofrío, su acento tan sexy, su calidad
profunda y oscura como una caricia sedosa en mi cuerpo. Pero no era
solo su acento lo que me excitaba. Sabía que también estaba actuando
la conexión entre nosotros.
Habíamos nacido para ser la otra mitad perfecta del otro, así que
su olor, su aspecto, su sonido, su forma de tocarme, su forma de
caminar, todo era para atraerme, para excitarme. Para complacerme.
Y lo mismo ocurría con él respecto a mí.
Éramos la droga personal del otro, una adicción que aumentaba
con cada segundo que pasaba.
—Por mucho que quiera reclamarte y hacerte sentir bien. — dijo
con un ronroneo que hizo que el corazón se me acelerara en el pecho.
—Ahora mismo tengo que mantener el control. — Todavía parecía que
estaba perdiendo el control. —Primero tengo que asegurarme de que
las cosas están en orden y se ocupan de ti.
Agarré las sábanas debajo de mí, tirando del material, exhalando
lentamente para tratar de controlar este deseo caprichoso. Nunca
había sentido nada parecido, y me confundía. Me hacía sentir como si
hubiera un extraño en mí, uno que recibía con los brazos abiertos,
pero un extraño al fin y al cabo.
Tenía razón. Había dejado que mi necesidad física de él me
controlara cuando tenía prioridades que atender primero. Como
contactar con mi familia y averiguar cómo evitar que estallara una
guerra entre Lycans.
Me lamí los labios y asentí. —Tienes razón. — dije en voz alta, y
pude ver cómo su cuerpo empezaba a relajarse ligeramente. Sabía que
si lo hubiera presionado, susurrando mis necesidades y deseos, no
habría podido negarme. Ahora mismo estaba luchando contra ese

Sotelo, gracias K. Cross


instinto de complacerme por encima de todo lo demás. Podía olerlo
saliendo de él.
—Seguro que tienes hambre.
Al oír sus palabras, se me revolvió el estómago.
—Y estoy seguro de que te gustaría ducharte, ponerte algo
limpio.
Miré mi cuerpo, y aunque la manta cubría la mayor parte de mi
cuerpo, sabía que rodar por el suelo del bosque probablemente me
había ensuciado.
—Tengo que llamar a mi familia. — dije y volví a mirar hacia él.
—Probablemente estén muy preocupados por mí. — Su cuerpo se puso
rígido de nuevo y añadí rápidamente: —No te apartarán de mí. — Su
expresión me decía que no me creía, y sinceramente... Yo tampoco me
creía. —También encontrarán este lugar eventualmente.
Exhaló lentamente y asintió. —Lo harán. Pero hemos ganado
algo de tiempo para resolver las cosas. — Volvió hacia mí, pero noté
que no me tocaba.
Me pregunté si se debía a que no confiaba plenamente en sí
mismo, que tal vez si extendía la mano y acariciaba sus dedos a lo
largo de mi piel, finalmente perdería el control y sería incapaz de
detenerse.
Me estremecí de anticipación mientras ese mismo pensamiento
me recorría.
—Abordemos un obstáculo a la vez. — Me dedicó una sonrisa,
una que sentí que hacía para tranquilizarme, o tal vez intentaba
transmitir con expresiones faciales que todo iría bien... aunque no
fuera así. —Y vamos a asegurarnos de que mi hembra se alimente. —
Su mirada se suavizó. —Déjame cuidar de ti, Ainslee.
Sentí que mi corazón se aceleraba y asentí. ¿Cómo iba a decir
una mujer que no a algo así?
Luca se metió la mano en el bolsillo y sacó un teléfono móvil. —
Es imposible de rastrear, pero no dudo de que tu familia tiene medios
incluso para descifrar eso. — Era un poco reacio a darme el teléfono,

Sotelo, gracias K. Cross


lo notaba, su miedo a perderme era suficiente para hacer vacilar
ligeramente a un macho de su tamaño y con su fuerza.
Extendí la mano libre, con los dedos temblando ligeramente,
porque sentí un pico de adrenalina correr por mis venas. La verdad
era que no quería salir de nuestra pequeña burbuja. No quería
enfrentarme a la realidad llamando a mi familia, aunque fuera para
hacerles saber que estaba bien. Abriría aún más la puerta del
conflicto.
Pero coloqué mi mano sobre la suya, acariciando mis dedos a lo
largo del dorso de la suya de forma suave y tranquilizadora. —Gracias
por confiar en mí. — dije suavemente.
Dejó escapar un suspiro estremecedor y tragó, los gruesos
músculos de su garganta trabajando por el acto. —Ainslee, aunque la
sola amenaza de que te lleven me lleva al borde de la locura total,
nunca te negaré, y siempre confiaré en ti. Por encima de todo. —
Exhaló con brusquedad, como si volviera a tomar conciencia de la
situación. —Tienes que hacer saber a tu familia que estás bien,
aunque yo quiera tenerte solo para mí.
La forma en que me miraba era tan intensa, con promesas que
se cernían entre nosotros, promesas del futuro y de lo que podríamos
tener juntos. —Pero que sepas esto. — su lado feroz salió justo en ese
momento, no dirigido a mí, sino definitivamente una advertencia para
aquellos que alguna vez se cruzaran con él. —Que si alguien intenta
arrebatarme a mi Pareja, sea de la familia o no, no podré detenerme
una segunda vez. — Su mano se apretó alrededor del pequeño teléfono
móvil, el plástico y el metal crujieron ligeramente por la fuerza,
amenazando con romperse.
Sabía lo que quería decir. Muerte. Eliminación de la amenaza.
No dije nada, solo asentí y le dediqué una pequeña sonrisa, una
que transmitía que le entendía. Que tampoco iba a dejar que eso
sucediera.
Estábamos juntos en esto.
Y entonces soltó el teléfono, se inclinó más hacia mí y colocó un
dedo bajo mi barbilla. Capturó mis labios en un beso profundo y
prolongado, como si no quisiera irse pero se obligara a hacerlo.

Sotelo, gracias K. Cross


Como si necesitara este beso para tener la fuerza de voluntad de
dejarme sola en la habitación.
Con un gruñido áspero, se separó de mí y se dirigió hacia la
puerta de la habitación, deteniéndose una vez para mirarme, y luego
otro sonido áspero lo abandonó antes de darme algo de privacidad. Me
sentí caliente en todo el cuerpo.
Caliente por su beso.
Caliente por sus caricias.
Y especialmente caliente por la forma tan posesiva que tenía
conmigo.
Bajé la mirada hacia el teléfono, sacándome de esas emociones
combustibles y concentrándome en la tarea que tenía entre manos.
Dejé escapar mi propio aliento tembloroso, sabiendo que estaba a
punto de librar mi propia batalla en lo que respecta a mi familia.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 19
LENNOX

—Es una puta idea horrible. — murmuró Tavish y se metió las


manos en los bolsillos de la chaqueta.
Miré a mi hermano, incapaz de negar lo que había dicho. —Sí.
— murmuré, sin estar seguro de qué otra palabra transmitiría
exactamente lo jodida que era esta mierda.
Nuestro tío, Adryan, estaba más loco que cualquiera de nosotros,
y eso no era solo porque fuera un vampiro despiadado. Era un
rastreador, un cazador de sangre fría, que amaba la persecución
simplemente porque... sabía que atraparía lo que fuera que buscaba.
Sin falta.
Como jefe del Clan de Vampiros Americanos, Adryan tenía
mucho apoyo y poder del Otro Mundo detrás de él. No era conocido
por su misericordia, así que el hecho de que Mamá lo llamara para
pedirle ayuda me dijo lo preocupada que estaba por la situación. Y con
razón.
Y además, traía a Kane y Sebastian, nuestros primos y mano
derecha de Adryan, que eran tan despiadados y brutales como nuestro
tío. Eso decía que la mierda iba a ir aún más de lado.
Me di cuenta de que Tavish estaba mucho más ansioso que yo,
mi hermano se paseaba, subiendo y bajando las manos por los muslos
vestidos de mezclilla, sus ojos parpadeando de vez en cuando mientras
miraba a su alrededor.

Sotelo, gracias K. Cross


Me apoyé en el Range Rover y crucé los brazos sobre el pecho, la
pista de aterrizaje silenciosa, vacía. Era propiedad del clan, y por
razones obvias. Las criaturas del otro mundo no hacían vuelos
comerciales. Privacidad y seguridad y toda esa mierda.
Me pasé una mano por el pelo corto y oscuro y exhalé, después
de que Pa me pusiera al día sobre la situación de Luca y Ainslee.
Después de repetir todo a Tavish, Tadhg y Odhran, me di cuenta
de que todos estaban nerviosos. Era difícil no estarlo cuando Luca
había estado a punto de acabar con un grupo de Lycans adultos. Y
luego, por supuesto, el bastardo se había ido con nuestra hermanita.
Estaba sumido en mis pensamientos cuando oí que el avión se
acercaba. Me bajé del todoterreno y me enderecé, sintiendo que mis
músculos se tensaban automáticamente, que mi lobo se levantaba.

El peligro se acerca.
Todos permanecimos inmóviles mientras el avión se acercaba,
descendía y finalmente aterrizaba antes de dar la vuelta y detenerse
por completo. Durante largos momentos, nadie se movió, los motores
se apagaron, el aire olía a combustible.
Estaba seguro de que nadie respiraba.
Y entonces la puerta del avión se abrió.
La escalera bajó.
Fue un largo momento en el que nos quedamos ahí, sin
movernos, sin respirar; demonios, estaba bastante seguro de que
estábamos esperando a que cayera el otro zapato. Y entonces Adryan
fue el primero en salir, un gran hijo de puta que tuvo que agacharse y
girar los hombros hacia un lado solo para despejar la puerta.
Sebastian y Kane le siguieron, igual de grandes que nuestro tío,
y ambos con idénticas expresiones de “no te metas en nuestro camino
o te cortaremos las pelotas”.
—Mierda, ¿ha crecido desde la última vez que lo vimos?—
murmuró Tavish.
—Y algo más, hermano. Se ha atiborrado de sangre y muerte.

Sotelo, gracias K. Cross


Adryan y nuestros primos salieron de las escaleras y caminaron
hacia nosotros, cada uno flanqueando a nuestro tío, con su instinto
de vigilar a su líder grabado en su propio ADN.
Adryan se detuvo y miró entre Tavish y yo. Una sonrisa lenta
empezó a cubrir su rostro, como si esta situación no fuera una mierda,
sino como si se hubiera tomado unas malditas vacaciones y hubiera
volado hasta aquí para una reunión familiar.
—Maldita sea, han crecido desde la última vez que los vi. — dijo
Adryan, con un tono bastante fácil, pero sabíamos lo que había debajo.
Un vampiro arrogante, sardónico y sádico que se deleitaba con
el derramamiento de sangre.
Familia o no, Adryan era una bestia a la que había que vigilar.
—Sí. — dije y me froté una mano en la nuca. —Hace años que
no nos vemos.
Adryan esbozó una sonrisa más amplia y miró a Odhran y
Tadhg, evaluándolos de arriba abajo antes de volver a centrar su
atención en nosotros, claramente sin preocuparse lo más mínimo de
que fueran amenazas. —Maldita sea, son unos jodidos grandes, más
grandes que esos dos incluso. — Inclinó la barbilla hacia los otros dos
Lycans. —Y tienen algunos años más que ustedes. Son como putos
bebés en edad comparados con ellos. — Adryan comenzó a reírse, lo
que hizo que los primos hicieran lo mismo. —Ustedes, chicos, deben
estar saliendo al paso de su viejo. — Volvió a mirarnos de arriba abajo.
—O tal vez no. Tal vez se inclinen más hacia el lado de Darris. —
Golpeó su puño contra el pecho, con una sonrisa de oreja a oreja. —
Nuestra línea tiene algunos grandes bastardos en ella, chicos. — Se
puso serio ante nuestras sin duda oscuras miradas. —Bueno, basta
de cháchara, ¿sí?
Tavish y yo nos enderezamos, con nuestros animales por dentro
paseando.
— ¿Cómo está tu madre?— La voz de Adryan era profunda,
oscura. Preocupada.
—Cuando salimos de la finca, no estaba bien. Preocupada por
Ainslee.

Sotelo, gracias K. Cross


La mirada de Adryan se oscureció. — ¿Y es este bastardo Lycan
rumano quien tiene a nuestra pequeña Ainslee?
Asentí. —Sin embargo, creo que está más preocupada por las
consecuencias, no tanto por Luca...
Un gruñido bajo dejó a Adryan. — ¿Ese es su nombre? ¿El que
tiene a mi sobrina? Luna no me lo dijo.
Asentí con fuerza.
Hubo un largo momento de silencio. —Bueno, entonces, vamos
a ver a mi hermanita para que podamos averiguar cómo recuperar a
la tuya. — Volvió a sonreír. —Sé que tu madre no quiere un
derramamiento de sangre...— Se acercó, mostrando sus colmillos que
eran tan jodidamente largos que eché la cabeza hacia atrás, mis
propios caninos alargándose ante la amenaza visual. —Pero espero
que tengamos una maldita cascada de ella.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 20
AINSLEE

Fue una oleada que me despertó, esa sensación de prisa y


corriendo dentro de mí que agarraba dedos helados pero también
calientes alrededor de mi consciencia para hacerme despertar.
Mi vientre se acalambró solo un segundo antes de desaparecer,
y mi deseo se precipitó de nuevo al primer plano. Tenía calor y luego
frío. Sudaba. Luego, frío.
Las sábanas y la manta me resultaban demasiado pesadas y me
incorporé hasta quedar sentada. Enseguida vi a Luca sentado en la
silla junto a la cama, con su enorme cuerpo inclinado hacia atrás, los
brazos cruzados sobre el pecho y la cabeza apoyada en la pared. Tenía
los ojos cerrados y la respiración tranquila.
Me pregunté cuánto tiempo había estado durmiendo. Debía de
llevar mucho tiempo despierto, horas, días. ¿Tal vez desde que llegó a
Escocia? No podía imaginarlo descansando, no cuando había estado
frenético por llegar a mí.
Y el hecho de que no se hubiera despertado a la misma hora que
yo, que incluso el más mínimo ruido lo alterara para ser ese protector
una vez más, que su instinto lo empujara a estar presente para su
compañera inmediatamente, me decía lo agotado que debía estar.
No, no lo despertaría. Necesitaba esto, igual que me dejó
descansar a mí para sanar. Y ante ese pensamiento, hice un inventario
de mi cuerpo. Aparte de las pequeñas punzadas cuando me movía en
la cama, me sentía bien.

Sotelo, gracias K. Cross


Exhalé lentamente y miré alrededor de la habitación, el fuego
seguía rugiendo, Luca obviamente lo mantenía alimentado y atizado.
En la mesita junto a la cama estaba la bandeja que contenía la cena
que me había traído, con restos de la comida que no había tenido
realmente hambre esparcidos por la cerámica. Dioses, ¿cuánto tiempo
había pasado desde que me engatusó para comer?
¿Horas? ¿Días?
Parecía que el tiempo se difuminaba, que se detenía. No podía
decir que lo odiara. Y al mirar a Luca... no, no lo odiaba. Quería más
de eso. Toda una vida de momentos como este. Donde solo
estuviéramos nosotros. Donde pudiéramos explorarnos mutuamente
en todos los sentidos.
Otra ola de calor me golpeó, y exhalé lenta y largamente. Me
pregunté qué pensaría, qué diría, si supiera que no había llamado a
mis Padres cuando me dio el móvil. Había tenido demasiado miedo,
miedo de lo que esa realidad podría meter en nuestras vidas, miedo de
no poder controlar la situación.
Así que no lo había hecho, había dejado el teléfono a un lado y
me había permitido disfrutar de este momento... con mi compañero.
Otro calambre en el estómago me obligó a levantarme de la cama,
mis pies descalzos tocando el suelo de madera, los dedos de los pies
curvándose contra él. Me quedé mirando el fuego durante un rato,
observando cómo las llamas lamían los troncos, el azul donde se
calentaba más cerca de la madera antes de reducirse a amarillos y
naranjas.
Sentí que el sudor me recorría la frente y entre el valle de mis
pechos. No sabía qué me pasaba. ¿El estrés, tal vez? ¿La situación en
general?
¿O tal vez porque estaba con mi pareja y aún no había dejado
que Luca me reclamara?
Un escalofrío de necesidad me invadió al pensar en ello; las
imágenes del apareamiento con Luca se agolparon en mi cabeza.
No sabía mucho sobre los compañeros de enlace, algo de lo que
me avergonzaba darme cuenta ahora. Aunque había visto a mi Padre
y a mi madre interactuar, solo conocía lo más básico. Sabía que cada

Sotelo, gracias K. Cross


criatura del Otro Mundo tenía una persona nacida solo para ella.
Destinada en todos los sentidos. Perfecta únicamente para ellos en
todos los sentidos de la palabra.
Pero el tema sexual... cómo nos afectaba a un nivel muy real y
puro, eso era extraño para mí.
Había un gran tocador a un lado, y me dirigí hacia él. Mis pies
descalzos se deslizaban casi en silencio por el suelo de madera, y las
suelas se calentaban cuanto más me acercaba al mueble, porque
estaba cerca de la chimenea, donde el calor podía penetrar.
Abrí uno de los cajones y un suave sonido resonó a mí alrededor.
Miré por encima del hombro, pero vi que Luca seguía durmiendo en la
silla, sin mover un músculo, con la respiración tranquila y uniforme.
Qué agotado debe de estar.
Volví a centrarme en el contenido del cajón y me fijé en unas
cuantas camisetas sencillas que había dentro. Cogí una de ellas, el
material blanco era suave, de textura casi mantecosa entre las yemas
de los dedos. Y, descaradamente, me llevé el material a la cara,
inhalando profundamente. Olía a él. Oscuro. Masculino. Crujiente.
Lo desdoblé y vi que era enorme, demasiado grande para mi
contextura. Sin duda me caería por encima de las rodillas una vez que
me la pusiera, pero mentiría si no admitiera que me emocionó saber
que llevaría su ropa. Parecía tan íntimo.
Y mientras miraba el estado actual de mi ropa, con la suciedad
cubriendo mis pantalones y mi camisa, y el sudor empezando a
salpicar mi cuerpo, supe que solo cambiarme de esta suciedad no era
suficiente. Quería una ducha, para lavar el recuerdo físico del conflicto
en el que me encontraba.
Y tal vez esa ducha fuera una distracción, algo que me ayudara
a despejar la mente y a concentrarme más.
Ya sabía que aquí no había un cuarto de baño, así que salí en
silencio del dormitorio, echando una última mirada a Luca antes de
salir al pasillo. Enseguida vi el baño, que estaba a dos pasos de donde
yo estaba.
La curiosidad me hacía querer explorar. Pero no quería
preocupar a Luca. No quería perderme en esta casa de la que no sabía

Sotelo, gracias K. Cross


nada. Así que me dirigí directamente al baño, dejé la puerta abierta y
abrí el agua de la ducha, dejando que se calentara.
Y entonces me fijé en lo que me rodeaba.
Lujoso. Caro. Eso es lo que gritaba este baño. No importaba lo
antiguo que fuera originalmente, estaba claro que se había
modernizado. Con azulejos blancos y limpios, detalles en oro rosa,
encimeras de mármol blanco y accesorios negros, gritaba riqueza.
Cuando me desnudé y me puse bajo el chorro, cerrando los ojos
y dejando que el calor me rodeara, me di cuenta de que el latido entre
mis muslos era incesante y más potente que nunca. Era pesado y
espeso, un dolor que latía en sintonía con mi corazón. Y ese traicionero
manojo de nervios se intensificó a medida que pasaban los segundos,
mientras era plenamente consciente de las gotas que se deslizaban por
mi piel y por mis pechos.
Mis pezones eran picos duros, mi coño estaba tan mojado que
habría sido vergonzoso si no fuera tan excitante.
Pensé en tocarme, simplemente deslizando mi mano por mis
pechos, presionando mis palmas a lo largo de las puntas de esos
montículos, luego continuando sobre mi vientre y justo entre mis
piernas. Ya sabía que estaba empapada, sabía que estaría resbaladiza,
caliente. Pero no me toqué.
Porque quería que fuera Luca quien lo hiciera.
Me quedé en la ducha hasta que el agua salió fría, hasta que se
me puso la piel de gallina en los brazos y las piernas. Tras salir y
secarme, me puse la camiseta de Luca, su olor me rodeó y un suave
sonido me abandonó involuntariamente. Me quedé un minuto
sintiendo el movimiento del material contra mi piel ultrasensible.
Me miré en el espejo, con el reflejo borroso de la niebla. Estiré la
mano y pasé la palma por el cristal, limpiando la condensación, y vi a
la chica que me miraba fijamente. No, no parecía una chica. Parecía
una mujer. Con las mejillas teñidas de rosa, los labios llenos y rojos,
y los ojos con alma y encapuchados por el deseo. El pelo parecía más
oscuro porque estaba mojado, y las puntas estaban ligeramente
rizadas mientras caían sobre mis hombros y brazos, las gotas se

Sotelo, gracias K. Cross


deslizaban lentamente por mi carne desnuda y aumentaban aún más
mis sentidos.
Apenas reconocía mi reflejo.
No tenía ropa interior limpia, así que estaba completamente
desnuda bajo la camiseta. Y se sentía tan... sexual y prohibido. Miré
hacia abajo y no me sorprendió ver mis pezones asomando por la tela.
Mis areolas eran normalmente de color rosa ruborizado, pero debido
a mi excitación, eran de un rojo más intenso, círculos del tamaño de
una moneda de cinco centavos que eran obscenamente evidentes bajo
la tela demasiado fina.
Me giré de cara a la puerta, la camisa se movía eróticamente
contra mi forma, contra esos picos, y hacía que un pequeño jadeo de
sensibilidad me abandonara.
Me lamí los labios, repentinamente secos, cerrando los ojos y
exhalando lentamente, tratando de calmarme, de controlarme.
Me obligué a salir del baño, cada paso añadiendo presión entre
mis muslos hasta que me mordí el labio para contener un pequeño
gemido. Otro calambre más suave me golpeó en el vientre, y tropecé
ligeramente. Quizá debería haber comido más. ¿Cuándo fue la última
vez que tuve una comida completa? No había comido lo que Caelan
me había dado, y apenas comí lo que Luca me trajo. Sí, todo esto era
eso, mi cuerpo se rebelaba por no haber ingerido suficientes
nutrientes, sobre todo después de haber estado herida y haber hecho
un gran esfuerzo para curarse.
Entré en el dormitorio y mi atención se centró inmediatamente
en Luca, con la respiración retenida en los pulmones, quieta en la
garganta. Estaba despierto, con el cuerpo inclinado hacia delante, los
antebrazos sobre los muslos y los ojos fijos en mí. Era la misma
postura depredadora que había adoptado cuando me desperté por
primera vez y lo vi en la esquina.
Era puramente animal.
Y me quedé clavada en el sitio, sin moverme, sin hablar, tomando
nota de la reacción instantánea de mi cuerpo ante el macho que estaba
a pocos metros de mí.

Sotelo, gracias K. Cross


—Me he duchado. — susurré, con las mejillas encendidas,
porque evidentemente eso era lo que había hecho. Tenía el pelo mojado
y llevaba puesta su camiseta. —No tenía nada más que ponerme. —
Me agarré a la camisa, incapaz de romper su mirada. Mi voz temblaba,
mi cuerpo estaba vivo.
Su camisa cayó hasta mis rodillas, pero aunque estaba bastante
cubierta, era muy consciente de que no llevaba bragas ni sujetador.
Mis pezones estaban todavía muy duros. Mi coño estaba muy mojado.
Era completamente vulnerable en ese momento.
Y, por Dios, era estimulante.
Todo lo que necesitaría sería que él extendiera la mano y pasara
una garra por el centro del material, rasgándolo y dejándolo caer al
suelo para que pudiera contemplar mi forma desnuda, para que
pudiera contemplar cada centímetro de mí que ningún otro hombre
había visto antes.
Noté el cambio en él. Inmediatamente.
Su respiración se aceleró.
Lentamente se inclinó aún más en la silla, y el pequeño mueble
crujió bajo su peso muscular.
Sus fosas nasales se ensancharon cuando me olió.
Y sus ojos se encapucharon aún más.
Me lamí los labios y sus ojos se fijaron en el acto. —No llamé a
mis Padres antes. — admití con una voz suave como un susurro, como
si este momento fuera el perfecto para sacar el tema.
Él no dijo nada en respuesta, solo siguió mirando mi boca.
—No quería que esa realidad se interpusiera entre... lo que sea
que haya entre nosotros ahora. — Y ese “lo que sea” era la poderosa
oleada de feromonas, endorfinas y lujuria que era un flujo continuo
entre nosotros. Del tipo que era combustible y estaba a punto de
estallar por completo en cualquier momento.
Mi cuerpo reaccionaba ante él de forma salvaje. Era como si su
sola visión alimentara aún más al extraño que había en mí, dejándome
tan descerebrada como él había estado todos estos años.

Sotelo, gracias K. Cross


Y Luca seguía sin decir nada, ni mientras me observaba, ni
cuando se levantó lentamente de la silla, ni cuando dio un paso hacia
mí. Su cuerpo era tan grande. Tan poderoso. Tan, tan masculino. Y la
parte femenina de mí se derritió al verlo. Solo podía pensar en
someterme. Rendirme a este macho que me daría todo lo que mi
corazón deseara.
Di un paso atrás involuntario.
—Sé que no los has llamado. — Su voz era baja y profunda.
Perfectamente masculina.
Se acercó un paso más.
No pregunté cómo lo sabía. Tal vez miró el registro de llamadas
del móvil y vio que no había ninguna saliente. Tal vez pudo oler la
verdad en mí. O tal vez simplemente me conocía tan bien. No
importaba, porque este momento no se trataba de llamadas
telefónicas, ni de duchas, ni de nada.
Se trataba de pura atracción animal entre mi compañero y yo.
Una atracción que había estado creciendo desde que nos vimos por
primera vez la semana pasada.
Una que estaba hirviendo por encima del borde y que ahora se
desbordaba.
Bajó sus ojos de mis labios a mi pecho, donde obviamente podía
ver lo duros que estaban mis pezones. Un rugido lo abandonó ante lo
que vio, un sonido muy satisfecho que hizo que mis músculos internos
se apretaran y que un nuevo chorro de humedad se derramara entre
mis muslos.
Yo también me encontré con que lo miraba hasta la saciedad.
Sus anchos hombros. Su amplio pecho. La camiseta blanca que se
extendía sobre su torso. No ocultaba sus definidos músculos. Los
acentuaba, los exhibía. Sus bíceps eran enormes, sus antebrazos
poderosos. Podía ver las venas que corrían bajo su piel dorada.
Se me hizo agua la boca.
Miré más abajo, sus muslos eran gruesos como troncos de árbol,
fuertes y robustos. Y entonces me quedé mirando su enorme erección,
que se abría sobre los vaqueros desgastados y rotos que se había

Sotelo, gracias K. Cross


puesto. Se me hizo un nudo en la garganta. Otro calambre se encendió
en mi vientre.
Mi mirada se encontró con su cuello. En su yugular. Incluso
desde la distancia, podía ver cómo latía bajo su carne. Otra ola me
golpeó. Una agitación en mi vientre. Una punzada de incomodidad.
Estiré la mano y la coloqué en el borde de la puerta, incapaz de
apartar mi atención de esa gruesa vena que latía. Golpe- golpe. Golpe-
golpe.
Y de repente supe lo que ocurría. Me di cuenta de lo que estaba
pasando.
Quería sexo. Con este macho.
Quería sangre. De mi compañero.
La sed de sangre me golpeó más fuerte que nunca al darme
cuenta. Nunca había experimentado esto antes, no cuando había
tenido sangre fácilmente disponible mientras crecía.
Pero durante la última semana, no había tenido apetito, apenas
consumía los nutrientes que necesitaba, porque el estrés y la
preocupación habían sido demasiado.
Respiré fuerte, sintiéndome aún más mareada.
La pequeña cantidad que había tomado de Luca en el bosque
cuando me había hecho llegar al orgasmo no había sido suficiente. Ni
mucho menos. No. Mi cuerpo quería más. Más de lo que fluía por sus
venas. Y otra parte de mí -la parte íntima, húmeda y palpitante entre
mis muslos- quería la longitud gruesa y dura que solo Luca podía
darme.
Me balanceé mientras la excitación y la sed de sangre se
mezclaban.
—Oh, dioses. — susurré, y él gruñó y se acercó un paso más.
—Mi hembra me necesita. — Dejó que su mirada recorriera mi
cuerpo de arriba a abajo antes de fijarse en mi boca, en mis
larguísimos colmillos. Dolían. Palpitaban. Quería atravesar su cuello
y beber de él al mismo tiempo que introducía toda esa longitud

Sotelo, gracias K. Cross


masculina en mi cuerpo virgen. —Mi pequeño compañera necesita
todo de mí.
Me lamí los labios. Estaban tan secos, mi garganta también, mi
vientre se acalambraba al pensar en lo que me llenaría. De todo.
—Tengo tanta hambre, Luca. — Esas palabras fueron un
susurro roto de mí. Miré su enorme erección. Juré que la vi sacudirse
solo con mi mirada. —Tengo tanta, tanta hambre de ti.

Su cabeza estaba agachada, sus ojos todavía en los míos. Corre,


fue su orden tácita. Corre y te perseguiré. Corre y te atraparé.
Él era el depredador.
Y yo quería ser su presa.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 21
LUCA

Solo tardó un momento en quedarse quieta, sin respirar, sin


pestañear siquiera, antes de que viera que lo que yo quería -y lo que
ella también quería en última instancia- encajaba a la perfección.
Mi pequeña compañera podía ser virgen, mucho más joven que
yo, y haber estado protegida toda su vida, pero el instinto se impuso
en ese momento.
—Vamos, mi pequeño híbrido. Corre por tu compañero. Deja que
te persiga como veneran los de nuestra especie. Deja que te reclame
en el bosque como exige mi animal interior.
Jadeó solo un segundo antes de desaparecer, con su pequeño
cuerpo como un destello de movimiento mientras salía corriendo por
la puerta de la habitación.
Le di una ventaja, obligándome a quedarme quieto, con las
manos enroscadas en los muslos y las garras rasgando la tela. Si no
la dejaba ir primero, esto terminaría demasiado rápido. Y quería -
necesitaba- que esto durara. Quería que esto fuera tan jodidamente
bueno para ella que Ainslee viera lo devoto que era su compañero, que
aunque se rigiera por su lado primario, podía pensar racionalmente.
Cerré los ojos e intenté mantener mi lado cuerdo dominante,
porque sabía que cuanto más tiempo mantuviera esa realidad, más
posibilidades tendría Ainslee de soportar mi pasión. Ella sabría a qué
se enfrentaba.

Sotelo, gracias K. Cross


La oí subir las escaleras y abrí los ojos lentamente, enseñando
los dientes y sin poder contenerme más. Dejé que un gruñido bajo me
abandonara mientras me anticipaba a la caza. Giré la cabeza sobre mi
cuello, oyendo cómo crujía, sintiendo cómo se estiraban los músculos.
Mi lobo me exigió que la tomara a la manera salvaje y lobuna.
Y entonces dejé a mi bestia libre.
Salí de la habitación, con los pies golpeando el suelo de madera
mientras iba tras ella. Pude ver cómo daba los últimos pasos que la
llevarían al rellano, y solo unos metros más y estaría afuera. Podría
haberla follado en la cama, contra la pared, demonios, ahí mismo en
el vestíbulo. No habría importado, porque la estaría reclamando.
Pero mi lobo quería -necesitaba- esta cacería. Necesitaba que
esta primera vez fuera donde ella corriera porque su propio instinto
Lycan exigía que se sometiera.
Estaba bajando las escaleras a toda velocidad antes de que
supiera que me había movido, y luego me abalancé sobre ella antes de
que llegara a la puerta. Rodeé su cintura con las manos y ella lanzó
un grito de excitación justo cuando la hice girar y la apreté contra la
pared.
Los dos respiramos con fuerza, nuestros pechos se rozaban con
nuestras respiraciones frenéticas. Yo estaba frenético por ella. Feroz.
—Luca. — gimió, y la visión de sus colmillos tan largos y afilados
hizo que una lanza de lujuria atravesara mi polla.
No estaba pensando racionalmente ahora, no mientras agarraba
su barbilla e inclinaba su cabeza hacia un lado, pasando mi nariz por
su garganta, inhalando su aroma.
—Estás tan jodidamente preparada para mí. — gemí. —Tu coño
está empapado, goteando, y aceptaría mi polla tan fácilmente. —
Apoyé mi dolorosa erección contra su vientre, ambos haciendo ruidos
estrangulados. —Empaparías mi longitud, ¿verdad?
—Tómame aquí. — gritó y apretó su pecho contra el mío. —No
quiero la persecución. Te necesito ahora. — Siguió gimiendo como si
no pudiera contenerse. —Solo te quiero a ti. Olvídate de la necesidad

Sotelo, gracias K. Cross


que demandan nuestros lobos. — Sus ojos brillaron a la manera de su
tipo de vampiro. A la manera del Otro Mundo.
Estaba tan dispuesta a... todo de mí.
—Pero quieres la persecución, mi pequeña pareja. — Levanté la
cabeza y rocé mis labios sobre los suyos, sin añadir presión, solo
aterrorizándonos a los dos eróticamente. —Esta primera vez quieres
correr libre y sentir el viento en tu pelo. Quieres que tu compañero te
acose por el bosque en su forma de lobo. Dilo. — exigí.
Negó, con los ojos cerrados, sus gemidos eran fuertes.
—Dilo. — gruñí.
—Sí. — respiró Ainslee. —Quiero la persecución. Quiero que me
atrapes. Mi lobo lo exige.
Pasé mi lengua por su labio inferior antes de separarme de ella.
Se fue antes de que inhalara. Oí que la puerta principal se abría y se
golpeaba contra la pared por la fuerza de sus movimientos.
No importaba lo rápida que fuera, ni lo mucho que corriera. La
encontraría. Siempre encontraría a mi compañera.
Mantuve un ritmo uniforme, normal, mientras salía al césped y
caminaba hacia el límite de la propiedad, donde el bosque se unía al
patio. Podía oler el aroma de Ainslee... su excitación, su entusiasmo
por la persecución. Ella deseaba esto tanto como yo.
Y esta noche, estaríamos unidos para siempre,
irrevocablemente, con mi marca en su cuello y sus colmillos en mi
garganta.
Cerré los ojos e inhalé profundamente, el viento llevaba su
dulzura como una caricia íntima. Sabía en qué dirección iba, podía
imaginar sus pies descalzos moviéndose sobre el follaje, su larga
cabellera agitándose detrás de ella mientras corría.
Incliné la cabeza hacia atrás y abrí los ojos, mirando al cielo,
viendo la luna alta, llena. Aunque la luna no nos obligaba a cambiar
como decía el folclore, era poderosa, sobre todo cuando reclamábamos
a nuestras parejas.

Sotelo, gracias K. Cross


Y así dejé que mi bestia se abriera paso en un torrente de dolor,
anticipación y alivio. No había sido liberado en demasiados años. Y
aulló de placer. Estaba hambriento, ansioso por hacer esto, por tener
finalmente poder de nuevo.
Sentí que mis huesos se rompían y se realineaban, rugí mientras
mi piel se desgarraba y era reemplazada por piel. Caí sobre mis manos
y rodillas justo cuando mis dedos se convirtieron en patas, mis uñas
en garras.
El dolor de cambiar después de no hacerlo durante tanto tiempo
era intenso, pero mi locura lo hacía cada vez más difícil con cada día
que pasaba.
Cada año que pasaba.
Cada década que pasaba.
Pero me deleitaba en la agonía de dejar por fin libre a mi lobo, de
que nuestra compañera nos diera el poder de superarlo.
Incliné la cabeza hacia atrás y bramé, mi voz llegó hasta el
bosque. Mi rostro se transformó en el de mi Lycan, mis dientes se
afilaron y se transformaron en caninos. Gruñí y supe que mi pequeña
hembra podía oírme, sentirme.
Sabía que iba por ella.
Este primer acoplamiento sería feroz y crudo, animal y
desinhibido. No sería capaz de controlarme, no después de haberla
esperado tanto tiempo.
Pero sabía lo preparada que estaba para mí. Tomaría todo de mí
y pediría más. Estaría tan frenética como yo, su lado medio Lycan
surgiendo para esto. Puede que nunca sea capaz de cambiar, y su lobo
siempre estará latente, pero ahora, aquí mismo, le daría poder.
Y saber que necesitaba lo que solo mi cuerpo podía darle, saber
que la sangre que corría por mis venas la mantendría, me complacía
enormemente.
Volví a rugir cuando ese último trozo de mi humanidad se
desvaneció y mi lobo se liberó en una oleada de dolor y desgarro, y
destrucción.

Sotelo, gracias K. Cross


Me quedé a cuatro patas, mi Lycan medía más de dos metros y
mi cuerpo de lobo pesaba más de dos mil kilos. Los machos Lycans
completamente transformados eran una visión aterradora. Criaturas
peligrosas. Éramos una de las especies más fuertes del Otro Mundo y
éramos capaces de destruir cualquier cosa que nos amenazara a
nosotros o a los nuestros.
Pero este momento no se trataba de eso.
Este momento se trataba de que cazara a mi compañera y la
reclamara de la forma primitiva, casi ritual, en que lo hacía mi especie.
La tomaría en el suelo del bosque, con la naturaleza que nos
rodeaba y la luna en lo alto, y lo único que corría por mis venas era
protegerla, proveerla y darle placer.
Me abalancé hacia delante, rozando los árboles, con mi cuerpo
macizo, destruyendo todo lo que encontraba a su paso. Pero fui
sigiloso, en mi elemento con la naturaleza que me rodeaba. Estaba
concentrado en una sola cosa.
Y eso era seguir el olor de mi compañera.
Ella tenía una buena ventaja, pero nunca sería capaz de dejarme
atrás. La encontraría en los confines de la tierra si fuera necesario. No
habría ningún lugar en el que pudiera esconderse sin que yo fuera
capaz de rastrearla.
Esta noche fue el comienzo del resto de nuestras vidas, cuando
me mordió, cuando me tomó en su cuerpo y se dio cuenta de que
nunca habría ninguna posibilidad de volver atrás.
Ella pensó que yo era posesivo ahora... no había visto nada
todavía.
Ainslee fue bastante fácil de encontrar, el sonido de su
respiración llenaba mis oídos, la vista de esa camiseta blanca
contrastaba con la oscuridad y las sombras que nos rodeaban. Había
hectáreas y hectáreas que rodeaban la finca, que eran de nuestra
propiedad. Podía correr y correr y seguir en nuestra tierra. Fue una de
las razones por las que compré este lugar, pero no la única. Había
sentido esta atracción, una llamada a ella. Estaba muy claro que mi
Lycan interior me había estado empujando aquí porque mis instintos

Sotelo, gracias K. Cross


y mi lobo sabían que mi compañera estaba cerca, que aquí era donde
tenía que estar.

Haz que se someta. Haz que acepte todo lo que tenemos para dar, gruñó mi
Lycan, exigiendo ser obedecido.
Miró por encima de su hombro y un pequeño jadeo la abandonó
al ver lo cerca que estaba, mi bestia era algo feroz y aterrador. Si
hubiera estado en forma humana, habría sonreído de emoción, pero
en su lugar, un gruñido bajo de advertencia me dejó. Persíguela. Atrápala.
La adrenalina corrió por mi cuerpo y me moví más rápido. Nunca
había sentido tanta expectación. Era la primera hembra que veía mi
criatura, que me veía totalmente transformado. Como debía ser. Mi
compañera era la única que tenía ese honor.
Ese pensamiento hizo que el orgullo se hinchara dentro de mi
cuerpo, este conocimiento de que tenía para siempre a esta hembra,
mi premio después de tanto tiempo de espera.
Ella lo valía todo. El anhelo. La tristeza. El dolor.
Tomaría su virginidad y le daría la mía. Seríamos uno. Para
siempre.
Sabía que iba a tropezar antes de que ocurriera, y vi el tronco
volcado a no más de tres metros de ella. Pero Ainslee seguía mirando
por detrás de su hombro, con las pupilas dilatadas, las mejillas
pintadas de rosa y los labios entreabiertos. Inhalé profundamente,
oliendo su excitación.
La persecución la excitaba.
Volví a gruñir, incliné la cabeza hacia atrás y aullé a la luna. Era
una advertencia. Era una promesa para ella.
Y justo cuando su pie se enganchó al tronco, justo cuando caía
hacia delante, con un grito arrancado de su garganta, me lancé al aire,
cambiando de nuevo a mi forma humana en pleno vuelo, y la rodeé
con mis brazos, arropando su cuerpo.
Aterricé en el suelo. Con fuerza, la respiración me abandonó,
pero la sensación de su cuerpo apretado contra el mío creó una

Sotelo, gracias K. Cross


deliciosa fricción y un placer que sustituyó a esa corta incomodidad.
Zumbé de placer y la apreté más contra mí.
Ella dejó escapar un suave sonido de sorpresa por el impacto, o
tal vez fue el hecho de que sus pechos estaban apretados contra mi
pecho.
Y mientras la miraba fijamente, me volví aún más loco, frenético
en mi necesidad sin sentido de mi compañera.
—Mía. — Esa única palabra retumbó en mi pecho y, antes de
que supiera lo que estaba haciendo, arrastré una garra por el centro
de su camisa, teniendo en cuenta su delicada carne, y arranqué el
material antes de arrancárselo por completo con un rugido salvaje.
Ainslee volvió a jadear, pero olfateé que se había mojado más.
Ahhh, a nuestra pequeña compañera le gusta que seamos brutales, zumbó mi
Lycan con placer.
Deslicé mis manos hasta sus caderas, sin poder evitar tocarla.
Coloqué a mi compañera a horcajadas sobre mi cintura, con sus
delgados muslos abiertos sobre mi cuerpo mucho más ancho.
Seguía completamente vestido, pero mi hembra estaba
completamente desnuda. Ver a mi compañera así por primera vez, y
tener un aroma sin obstáculos del néctar que se derramaba entre sus
piernas, me produjo un sonido brutal.
Era perfecta en todos los sentidos imaginables, sus pechos altos
y llenos, los montículos no más que un puñado, las puntas de color
rosa oscuro, rozando el rojo de su excitación. Mi hembra era diminuta,
su cintura estrecha antes de ensancharse hasta las caderas
femeninas, sus muslos finos pero tonificados. Tenía el cuerpo de una
bailarina, un vientre plano y un ombligo diminuto.
Y se me hizo agua la boca al contemplar su carne suave, su piel
del color de la porcelana, la luz de la luna iluminándola y dándole un
tinte plateado.
Entonces mis ojos se fijaron en su coño. Se me hizo agua la puta
boca al verla. Mi polla se agitó detrás de la bragueta, y un zumbido
bajo nos rodeó, uno que me di cuenta que provenía de mí.

Sotelo, gracias K. Cross


Tenía un pequeño triángulo de rizos recortados que le cubría el
coño, pero pude ver lo abierta que estaba, cómo se separaban sus
labios porque tenía que abrir mucho las piernas para caber a ambos
lados de mi cintura.
Quería chuparla y lamerla toda la noche. Quería ahogarme en
su humedad, sentirla temblar para mí mientras se corría en mi cara
una y otra vez. Estaba jadeando, un flujo constante de sonidos ásperos
que me dejaban ese pensamiento, esas imágenes.
—Ah, mi dulce Ainslee. Cómo me complaces. — Apenas
reconocía mi voz.
Levanté las manos, queriendo tocarla, sentir su sedosa piel bajo
mis palmas. Pero en el último momento, enrosqué mis garras en las
palmas, casi con miedo, sin querer herirla, sin ir demasiado rápido.
—No, tócame, Luca. Necesito tus manos sobre mí. — La
necesidad en su voz era tan clara que volví a subir mis caderas contra
ella.
Bajó ligeramente sobre mi cintura, y a pesar de que mis vaqueros
cubrían mi furiosa erección, siseé al sentir su calor, la humedad que
salía de su coño.
Quería mi marca sobre ella... en ella.
Enrosqué mis dedos contra sus caderas y levanté la parte
superior de mi cuerpo del suelo del bosque, frotando el lado de mi cara
a lo largo de su pecho y sobre sus pechos. Joder, olía increíble.
—Luca. — gimió, y apreté los dientes, la realidad se me vino
encima.
Arrastré mi lengua sobre un pico rígido, luego la solté y seguí ese
acto frotando mi mejilla a lo largo de la punta ahora húmeda. La
estaba marcando, frotando mi olor en su carne.
Y pronto mi marca de mordisco estaría en su cuello, una
advertencia para que todos los demás se mantuvieran alejados, que
ella estaba tomada y que el riesgo de ignorar ese hecho sería mi
brutalidad.
Gemí, sin poder evitarlo, mientras recorría con mi mejilla uno de
sus perfectos pechos. —Joder, no puedo controlarme. — exclamé,

Sotelo, gracias K. Cross


sabiendo que tenía que ir despacio, ser suave. Estaba demasiado
frenético, demasiado al límite como para actuar civilizadamente.
Fue su gemido lo que me excitó aún más, lo que me hizo abrir la
boca y succionar la punta enseñada en su interior, pasando la lengua
por la carne apretada, su sabor explotando en mi boca.
Todo en ella me embriagaba.
Mi compañera se había clavado en lo más profundo de mí, por lo
que nunca habría una posibilidad de que pudiera vivir sin ella. Nunca
la dejaría ir.
Nunca sería el mismo gracias a ella, y finalmente me hizo sentir
completo.
Por fin encontré la paz gracias a Ainslee.
Jadeó y hundió sus manos en mi pelo, sus pequeñas uñas se
clavaron en mi cuero cabelludo, enviando ondas de choque por mi
columna vertebral y hasta mi pene. Tenía mis manos en sus caderas
y me encontré meciéndola de un lado a otro sobre mi polla con el
movimiento más erótico. Quería que mi vaquero se empapara de los
jugos de su coño, sabiendo que estaba así por mí, porque necesitaba
que la llenara, que la hiciera correrse y que gritara por más.
—Dios. — murmuré contra su carne ahora empapada y
eróticamente abusada.
Solté un pezón con un sonoro chasquido, que pareció resonar a
nuestro alrededor. Pasé a su otro pecho, prestándole también
atención, pasando la lengua por el pico rígido una y otra vez.
Aplané mi lengua y la jalé hacia arriba y sobre su pezón antes
de succionar mis labios alrededor de la punta de nuevo. Mi compañera
emitía los sonidos más deliciosos, unos que hacían que un flujo
constante de pre-semen se derramara desde la punta de mi polla. No
iba a durar, podría llegar al orgasmo solo con esto.
—Necesito prepararte para mí. — murmuré contra su coño
empapado, obligándome a apartarme para poder mirar hacia arriba y
hacia su cara. —Necesito que estés más mojada.

Sotelo, gracias K. Cross


Mi hembra parecía perdida en su excitación mientras me miraba
fijamente. —Estoy empapada. — susurró, y mis músculos se tensaron
al oírla decir algo tan inocentemente sexy.
Mi compañera estaba tan jodidamente mojada, pero yo era
grande y no quería hacerle daño. Era inevitable esta primera vez, y
probablemente varias veces después, dada nuestra diferencia de
tamaño, así que tenía que asegurarme de que estaba bien preparada
antes de sumergirme en ella.
La agarré con más fuerza por las caderas al mismo tiempo que
me inclinaba hacia atrás, tirando de la parte inferior de su cuerpo
hacia arriba y a lo largo de mi pecho, los jugos de su coño manchando
mi pecho como si fuera ella la que me marcaba. Dios, eso me excitaba.
Cuando se sentó a horcajadas sobre mi cabeza, con su coño
sobre mi boca, cerré los ojos e inhalé profundamente. Ella murmuraba
cosas incoherentes, de placer, de sorpresa y de total inocencia.
Aunque yo también me había reservado para mi compañera, sin
pensar nunca en otra hembra en un sentido sexual, sin excitarme con
nadie más que con mi hembra predestinada, Ainslee parecía aún más
inocente.
Durante siglos, había fantaseado con todas las cosas que le
haría, cómo la complacería. Había reproducido esas escenas en mi
cabeza una y otra vez, y ahora las convertiría en la realidad de ambos.
Apoyé la cabeza en el suelo cubierto de musgo y deslicé las
manos hacia abajo para cubrir su culo lleno y perfectamente formado,
dándole un apretón a los globos gemelos. —Tengo que probarte. —
susurré, sin saber si ella podía oírme, porque mis palabras eran un
profundo estruendo que salía de mi pecho.
Su respuesta fue un suave grito de necesidad, y me pregunté si
se había dado cuenta de que había hecho ese sonido, de que había
abierto aún más las piernas sobre mi cabeza.
¿Se dio cuenta de que había bajado un centímetro más sobre mi
boca que se hacía agua y esperaba?

Jesús, podría correrme solo con esto, incluso me encontré


levantando las caderas, cogiendo el aire para conseguir algún tipo de
fricción.

Sotelo, gracias K. Cross


—Dime que quieres que te pruebe aquí mismo. — No necesitaba
enfatizar dónde estaba aquí. Ella podía sentir mi aliento a lo largo de
sus pliegues. Podía sentir las vibraciones de mi voz penetrando en ella.
Sus jadeos de sorpresa me lo decían.
—Nunca he...
—Lo sé, cariño. Y voy a hacerte sentir muy bien.
Apreté mis dedos en su culo y la acerqué aún más, sin tocar su
coño todavía, pero los dioses querían hacerlo. —Dime lo que quieres,
nena.
—Lo quiero todo, Luca. Lo quiero todo de ti.
Podía sentir su hambre por mí, su cuerpo necesitando el mío en
todos los sentidos.
—Más, Luca. Oh dioses. Más. — Su voz sonaba áspera pero
frenética, las palabras rotas la abandonaban porque estaba muy ida.
No esperé más, no nos torturé más. Abrí la boca y la coloqué
justo sobre su coño, gimiendo ante el sabor de su miel, dejando que
fluyera por mi garganta. Era el puto sabor más dulce que jamás haya
adornado mi lengua, y estaba tan hambriento de más, hambriento de
todo lo que mi compañera tenía para darme.
Me la comí como si no hubiera nada más importante en el
mundo. Y en ese momento, no lo había, no mientras arrastraba mi
lengua por su centro o la movía alrededor de su clítoris antes de
succionar el duro capullo en mi boca.

Tan. Jodidamente. Bueno.


Volví a arrastrar la lengua hacia abajo y la hundí en su abertura,
sus músculos internos se apretaron a mí alrededor al instante,
rítmicamente. Joder, está tan apretada; a pesar de que su humedad
cubría su pequeño coño y empapaba mi boca, seguía siendo muy
ajustada para mi tamaño.
Estaba hambriento mientras seguía comiéndola, usando la
palanca que tenía en su culo para empezar a mecerla de un lado a
otro, esparciendo su humedad por toda mi cara, porque no quería oler
nada más que a ella.

Sotelo, gracias K. Cross


—Oh... dioses. ¿Qué está pasando?— jadeó las palabras al
mismo tiempo que comenzó a retorcerse sobre mí.
Chupé su clítoris con más fervor, tirando de ese sensible manojo
de nervios, necesitando que se corriera. Y cuando chupé con especial
intensidad, mi receptiva compañera explotó para mí, su espalda se
inclinó, sus pechos sobresalieron, sus pezones se tensaron aún más.
Me obligué a mantener los ojos abiertos y la observé mientras
encontraba su liberación, mientras le daba placer. El orgullo
masculino que me producía el saber que era yo quien la hacía correrse
me produjo una oleada de placer.
Mis caderas empezaron a empujar en el aire por sí solas,
necesitando fricción... necesitando estar enterrado en mi compañera
y follarla toda la noche.
Me di cuenta cuando su orgasmo se desvaneció, porque se relajó
contra mí, pero no había terminado.
—Uno más y entonces estarás lista para mí. — gruñí contra su
carne.
Gimió: —Es demasiado sensible. Soy demasiado sensible.
Gruñí contra su coño cuando trató de retroceder, mi lobo se
negaba a renunciar a su dominio sobre nuestra compañera. Apreté los
dedos contra su culo para mantenerla en su sitio mientras volvía a
devorarla.

—Ohhh. — se estremeció sobre mí.


Aplasté mi lengua para darle una lamida lenta y profunda.
Dioses, su sabor era increíble. Seguí arrastrando mi lengua hacia
arriba y abajo de su centro, luego empujé el músculo en el agujero de
su coño que todavía se estremecía por su clímax.
—Tócate los pechos. — gruñí contra su carne empapada,
chupando su clítoris con más fuerza, más rápido, con tirones rítmicos.
—Eso es. — elogié al ver que obedecía tan bien. —Tira de tus pezones,
mi hembra. — Gruñí de placer irrefrenable. —Sí, así de fácil.
Pellízcalos y vuelve a correrte para mí.

Sotelo, gracias K. Cross


Gritó mientras tiraba de las puntas, balanceándose hacia
adelante y hacia atrás contra mi cara, follando contra mí, tratando de
encontrar su próxima liberación.
Casi me corro en mis vaqueros al verla, con la cabeza echada
hacia atrás, el pelo largo cayendo por su espalda, los labios abiertos y
los colmillos visibles.
Me pregunté si alguna vez había hecho esto, si mi compañera se
había acostado en su cama por la noche mientras se tocaba a sí misma
y pensaba en su compañero sin rostro tocándola.
Deslicé una de mis manos a lo largo de su cadera, bajando por
la parte exterior de su muslo, y me dirigí hacia donde mi boca la
devoraba en ese momento. No quería romper la succión, pero me
obligué a hacerlo para poder ver la abertura de su coño antes de
empujar suavemente en su interior. Jesús, estaba apretada, sus
músculos internos se apretaban alrededor del dedo, tirando de él,
succionándolo más profundamente como si quisiera algo más
sustancial, algo que solo yo pudiera darle.
Bombeé lentamente ese dedo dentro y fuera de ella al mismo
tiempo que chupaba su clítoris, necesitando que se corriera de nuevo,
necesitando que su miel se deslizara por mi garganta. Necesitaba que
mi compañera estuviera aún más mojada para que pudiera tomarme
cómodamente.
Pero cuando empecé a introducir lentamente un segundo dedo,
me preocupaba que fuera demasiado grande, que la lastimara, que no
pudiera caber dentro de ella.
Y entonces gritó y apretó su coño contra mi boca, deslizándose
arriba y abajo sobre esos dedos que la penetraban. Sentí que un
chorro de líquido cubría mi mano cuando llegó al clímax, y gruñí
mientras lo lamía, bebiéndolo, necesitando más.
Y por mucho que deseara enterrar mi cara entre sus muslos y
darme un festín con su coño durante el resto de la noche, para darle
un orgasmo tras otro hasta que estuviera agotada, débil y drogada, mi
Lycan exigía reclamar a nuestra compañera.
Y no se le negaría por más tiempo.

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Capítulo 22
AINSLEE

Esto estaba sucediendo realmente. Mi coño sobre la cara de Luca


mientras él daba vida a otro orgasmo dentro de mí.
Mi sed de sangre aumentaba con cada clímax, como si me
instara instintivamente a tomar su cuello mientras me daba placer.
Nunca había sentido nada tan grueso y lleno como con los dedos
de Luca metidos en mi cuerpo. Si me estiré tanto solo con dos de sus
grandes dígitos, ¿cómo podría sobrevivir a lo que llevaba entre los
muslos? No lo había visto sin ropa, pero lo había palpado, y por Dios
que era enorme.
Me desplomé contra él mientras mi segundo orgasmo se
atenuaba. Apoyé mis manos en sus anchos y duros hombros,
utilizándolos como soporte, porque no creía que fuera capaz de
mantenerme erguida sin él.
Estaba jadeando, con la cabeza confusa, el cuerpo zumbando de
placer y los colmillos doloridos. Se me hacía agua la boca por lo que él
tenía que darme, y ese familiar apretón rítmico de mis músculos
internos me decía que aún necesitaba algo mucho más grande dentro
de mí para aliviar este ardor que sentía.
Había hecho cosas en este corto tiempo con mi compañero con
las que solo había fantaseado. Mis manos en mis pechos. Mis dedos
pellizcando mis pezones. Mis primeros orgasmos. El placer me había
robado el aliento, me había adormecido y, aunque me sentía algo
saciada, quería mucho más.

Sotelo, gracias K. Cross


Luca me dio un suave beso en la cara interna del muslo, un largo
y lento lametón de su lengua, y la sensación de uno de sus alargados
caninos rozando suavemente mi piel me hizo sentir un escalofrío. Dejó
escapar un fuerte suspiro antes de retirarse y levantar la mano,
mostrándome lo empapada que estaba. Sentí que mi cara se calentaba
de vergüenza al ver que mi crema estaba en sus dedos y cubría su
boca, los jugos brillando bajo la luz de la luna de una manera erótica
y obscena.
Y entonces sentí que mis ojos se abrían de par en par y mi boca
se abría aún más cuando él sostuvo mi mirada con la suya y se llevó
los dedos a la boca, sin dejar de concentrarse mientras los chupaba.
Sus ojos se encapucharon y gruñó mientras lamía cada gramo de mi
orgasmo de sus dedos.
—Me emborracho con tu sabor. — dijo alrededor de sus dedos.
Una vez que los limpió por completo, todo lo que pude hacer fue
mirarlo fijamente. Parecía tan masculino tumbado debajo de mí, con
la cabeza ligeramente inclinada hacia atrás, los ojos encapuchados y
los labios abiertos e hinchados por lo que acababa de hacerme.
—No puedo esperar más. — dijo con una voz que no reconocí
como humana. Eso es porque es su lobo el que me habla ahora.
Me lamí los labios y asentí. —Te necesito ahora. — Sentí que su
cuerpo se tensaba, que sus caderas se levantaban. Lo había sentido
hacer eso cuando me había estado comiendo, excitado por el hecho de
que había estado tan estimulado que había estado follando en seco el
aire para encontrar algún tipo de alivio.
Mi compañero Lycan necesitaba aparearse conmigo, y lo iba a
hacer ahora.
Sería duro. Sería rápido. Y sería animal.
Y nunca he deseado nada más.
Luca me ayudó a quitarme de encima y, a pesar de su enorme
tamaño y de su estado casi lobuno, fue muy amable conmigo.
Me di cuenta de que mis piernas eran como un pudín, incapaces
de soportar mi peso, así que me quedé sentada en el suave suelo del
bosque y observé cómo se ponía de pie hasta su imponente altura. Mi

Sotelo, gracias K. Cross


cabeza estaba inclinada hacia atrás mientras dejaba que mis ojos
recorrieran su longitud. Tanta masculinidad. Tanto músculo duro.
Y no podía negar que estaba preparado para mí. Más que listo.
Su polla tenía ese grosor masivo tan familiar que había sentido
desde que salí de mi habitación y lo conocí en el bosque. Parecía que
hacía toda una vida.
Recorrí su abdomen con la mirada, observando las colinas y las
placas de músculo, la parte superior del pecho definida y las pequeñas
puntas masculinas de sus pezones.

Era... magnífico. Y todo mío.


Lo miré fijamente a los ojos, y se me cortó la respiración al ver el
color brillante de su lobo observándome. Al ser un híbrido, tanto mi
lado Lycan como el vampírico estaban siempre dormidos, en el sentido
de que no podía cambiar, no tenía la fuerza de ninguno de los dos
lados. Pero cuando miré fijamente a los ojos de Luca, los encontré
salvajemente hermosos.
Me pareció increíblemente atractivo.
—Intentaré ir despacio. Ser suave. — Me di cuenta de que
hablaba consigo mismo, como si tratara de recordarse que tenía que
ir despacio por mí.
Quería decirle que quería al Luca que había probado y que era
desinhibido. El macho crudo y salvaje que tomaba lo que quería sin
disculparse.
Tragué pero no me moví. Estaba desnuda para él, desnuda frente
a un macho por primera vez en mi vida. Era muy consciente de la
reacción de mi cuerpo ante Luca.
Pezones de guijarros. Piel enrojecida. Coño húmedo. Mi clítoris
palpitaba al ritmo de mi pulso y, a pesar de los dos orgasmos que me
había dado, me sentía febril, como si nunca los hubiera
experimentado.
Todo esto parecía un sueño. Los sonidos que emitía eran todos
de lobo, los que quería que resonaran en mis oídos mientras entraba
y salía de mí.

Sotelo, gracias K. Cross


Era más grande que la vida, y me dejé llevar por el macho que el
destino me había dado.
—Eres tan... grande.
Tan... grande.
—Lo sé. — gruñó, y me pareció tan excitante su arrogancia
masculina.
No podía apartar los ojos de su erección. La punta estaba
salpicada de pre-semen, y pasó la palma de la mano por la cresta,
untándola y utilizándola como lubricante.
—Entrégate a mí. — dijo en un tono muy autoritario y exigente,
que hizo que cada parte femenina de mí se despertara con
anticipación.
Me lamí los labios, repentinamente secos, preguntándome si él
podía ver mi corazón latiendo contra mis costillas. Ciertamente, sentía
que iba a estallar a través de mi pecho. Pero no le desobedecí.
Porque no quería hacerlo.
Puede que sea mi dominante compañero Lycan, pero no se puede
negar que yo tengo mucho poder en lo que a él respecta. Podía verlo
en la forma en que me miraba, en la forma en que me tocaba. Sabía
que haría cualquier cosa por mí. Y eso me hizo sentir una oleada de
aprecio femenino.
Cuando estaba completamente tumbada en la hierba, sentí que
mi propio lobo interior se levantaba. No era lo que experimentaría un
Lycan de pura sangre, pero la sentí agitarse, moviéndose dentro de mí
lentamente, amando que nuestro compañero tomara el control.
Y fue gracias a mi lado de lobo que supe lo que había que hacer,
un acto ritual y animal que ocurría entre compañeros. Mi lobo me
instó, me exigió y me empujó a hacer lo que tenía que hacer, a unirnos
a Luca y a mí a la manera de nuestra especie.
Así que me puse de rodillas, abrí las piernas al máximo y le miré
por encima del hombro, presentándome.
Gruñó y vi cómo su polla se sacudía, una visión poderosa que
hizo que mi coño se apretara, necesitando ser llenado. El pre-semen

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era una constante en la punta, tanto que empezó a gotear en el suelo
del bosque.
Todo extendido para él... Me sentí como si fuera su propia
ofrenda.
Volví a contemplar el gran tamaño de su polla. No pude evitar
pensar en lo mucho que se estiraría y me llenaría. El dolor sería
absoluto, pero sabía que el placer lo superaría con creces.
¿Cómo va a caber dentro de mí?
—Ainslee. Eres tan pequeña. Demasiado pequeña. — Siseó esas
palabras, y fue lo más caliente que había escuchado. Era el sonido de
un hombre que había perdido el control de sí mismo y se estaba
dejando llevar por su necesidad salvaje. —Mi lobo te desea tanto,
joder. — Retiró los labios de sus afilados caninos. —Pero lo estoy
reteniendo. Este es mi derecho, mi momento. — Agarró su longitud, y
sentí que mis ojos se abrieron de par en par cuando empezó a
acariciarse.
De la raíz a la punta. De la base a la corona.
Estaba temblando, mi cuerpo no era mío, mi mente estaba
enloquecida y hambrienta de él. Me miraba el culo y el coño y
chasqueaba los dientes, desnudando sus alargados caninos,
recordándome lo que haría con ellos antes de que terminara la noche.
Y cuando cayó de rodillas detrás de mí, gemí de aprobación. Me
tocó el culo, y lo levanté más, incitándole a ello, presionando aún más.
—Hembra. — apretó los dientes. —Apenas puedo mantener el
control, pero cuando haces eso, estoy a punto de romperme.
—Tal vez quiero que te rompas. — susurré, queriendo decir esas
palabras.
—Mía. — gimió y siguió amasando mi culo, una y otra vez. —Si
antes pensaba que no tenía sentido, no había experimentado
completamente lo que era perder la cabeza hasta que encontré a mi
pareja. — Cerró los ojos y sus fosas nasales se dilataron. —Intentaré
ir lo más despacio posible, Ainslee. Quiero que sea suave, al menos
durante esta primera vez. Al menos hasta que te acostumbres a mi
brutal pasión.

Sotelo, gracias K. Cross


Jadeé ante sus palabras primitivas.
Me lamí los labios y asentí, y él utilizó su rodilla para abrir más
las piernas, separándome aún más. Luego se inclinó hacia atrás y se
quedó mirando mi coño.

—Estás tan rosada e hinchada. Dios, estás empapada, mojada y


goteando tu necesidad de mí. — Ronroneó. —Estás lista para mí.
Mis muslos internos estaban empapados de lo preparada que
estaba para mi macho.
Esperaba que me empujara de inmediato, pero no lo hizo y en su
lugar cubrió mi espalda con su pecho, con sus manos a cada lado de
mi cabeza. Pude ver sus músculos abultados, sus bíceps y antebrazos
flexionados. Y entonces dejé que mi cabeza bajara mientras miraba a
lo largo de mi cuerpo y veía su polla meciéndose entre las piernas, tan
larga que casi le pasaba el ombligo.
Mis músculos internos se apretaron y sentí que me mojaba más
que nunca. Estaba a punto de gemir para que Luca me tomara cuando
se levantó y sentí la punta bulbosa de su polla clavada en mi entrada.
Levanté la cabeza y miré al frente, conteniendo la respiración,
con el corazón en la garganta. Todavía no me había penetrado, y ya
podía sentir lo ancho que era, lo mucho que me iba a estirar.
Con un sonido gutural, introdujo solo la punta, y jadeé al
instante por la incomodidad, la intrusión de ser penetrada por primera
vez. Mis ojos se abrieron de par en par, mi boca se abrió. Puso sus
manos a ambos lados de mi cintura, enroscando sus garras contra mi
carne, no con demasiada fuerza como para romper la piel, pero sí con
la suficiente firmeza como para advertirme de que no me moviera, de
que era él quien tenía el control en ese momento.
Y con un bramido, rugió: — ¡Mía!— y se abrió paso dentro de mí
en un fluido empuje.
Me quedé con la boca abierta mientras gritaba por la intensa y
extraña sensación de estiramiento al ser llenada hasta el borde. Las
lágrimas se derramaron por mis mejillas, no por la incomodidad, sino
por lo bien que se sentía.

Sotelo, gracias K. Cross


—Ahhh... Cristo, hembra. — Quería mirarlo, quería ver su
expresión cuando finalmente me reclamara.
Pero no podía moverme, los sentimientos y las sensaciones que
me recorrían eran demasiado intensos para concentrarme en otra
cosa.
Y cuando Luca se echó hacia atrás, con su longitud rígida
haciendo un túnel contra mis paredes internas, jadeé por la
sensación. Sus garras se clavaron en mí con más fuerza, rompiendo
la piel, una marca que yo quería. La punta de su polla se acercó a mi
entrada una vez más, pero no me dio la oportunidad de inhalar, de
prepararme. Se limitó a empujar dentro, estirándome de nuevo,
llenándome hasta el punto de que no podía respirar, con la cabeza
mareada y el corazón latiendo con fuerza.

— ¡Luca!— Grité su nombre.

—Mía. — rugió. —Solo mía.


Me folló con fuertes e implacables empujones, mi cuerpo
temblaba, mis pechos se balanceaban por sus poderosos movimientos.
Enrosqué los dedos en el suelo, con las uñas clavadas en la tierra y el
musgo. Eso, junto con el agarre de Luca a mi cintura, me mantuvo
inmóvil mientras no podía hacer otra cosa que aceptar su polla en mi
coño.
—Sí. — siseó. —Mía. Joder, Ainslee. Joder, bebé, es tan bueno.
— Su voz era dura. Como él. —Tan húmedo y apretado. Jesús.
Sentí la luna en mi carne, mi lobo interior frotándose contra mi
piel, deleitándose en ser finalmente reclamado. Me sentí muy poderosa
y viva en este momento, mi coño se mojó aún más, los sonidos de
nuestro sexo llenaron mi cabeza.
Y cuando sentí que su mano serpenteaba por mi vientre, sus
dedos ahora en mi coño, acariciando mi clítoris, me mordí el labio con
suficiente fuerza como para saborear la sangre. Eso hizo que mi sed
de sangre aumentara, recordándome que tenía que morderlo mientras
me tomaba.
Gimió mientras me frotaba el clítoris de un lado a otro y, en
cuestión de segundos, me corrí, sintiendo cómo su polla entraba y

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salía de mí, mi coño empapado chupando su polla, apretándose a su
alrededor, atrayéndolo más profundamente.
—Síííí. — grité y eché la cabeza hacia atrás, el placer siguió y
siguió hasta que las estrellas bailaron frente a mis ojos y no pude
respirar. —Luca... es... es interminable. — Estaba llorando de la fuerza
del orgasmo, de cómo seguía reclamándome.
Fue solo cuando respiré hondo que sentí a Luca salir de mí con
una dura maldición cayendo de su lengua. Me dio la vuelta como si no
pesara nada, acercándome para que mi pecho chocara con fuerza
contra el suyo. Su mano me rodeó la garganta en un abrazo flojo pero
muy posesivo mientras aplastaba su boca contra la mía, metía su
lengua entre mis labios y me reclamaba aquí también.
Me saboreé en su lengua, un sabor dulce y almizclado que se
mezclaba con el suyo, salvaje y primitivo. Clavé mis manos en su pelo,
tirando de las cortas y oscuras hebras, incapaz de detener los
suplicantes sonidos de placer que me salían. Incliné la cabeza y
profundicé el beso, con mi lobo interior indomable. Igual que el suyo.
Se puso de pie y me subió con él en cuestión de segundos, su
boca seguía en la mía mientras me follaba entre los labios. Sentí lo
caliente y dura que estaba su polla mientras se apoyaba en mi vientre.
Su longitud estaba húmeda, y el hecho de que estuviera así porque
acababa de enterrarse en mi cuerpo me hizo jadear contra su boca.
—Luca... estoy ardiendo por ti. Necesito más. — Cuando hablé,
uno de mis colmillos se clavó en su labio inferior, su sangre cubrió mi
lengua de esa pequeña herida. Gemí y chupé su carne, sacando su
sustento, sintiendo que mi cuerpo se incendiaba de nuevo.
Gruñó y me agarró el culo con sus enormes manos, y me levantó
con facilidad. Instintivamente rodeé su cintura con las piernas
mientras seguíamos follando con la boca.
—Si me quieres, vuelve a meterme dentro de tu apretado coño.
— gruñó contra mis labios, mientras sus manos se enroscaban más
en mi culo.
No dudé, no mientras mi cuerpo trabajaba como si tuviera una
mente propia. Metí la mano entre nosotros y agarré su enorme

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longitud, sin poder rodear completamente la circunferencia, sin que
mis dedos estuvieran cerca de tocarla.
Volví a colocar su polla en el agujero de mi coño, pero no me dio
la oportunidad de pensar en lo que iba a suceder a continuación. Giró
sus caderas hacia delante y hacia arriba, introduciéndose en mí y
enterrándose hasta la empuñadura. Volvió a estirarme por completo,
llenándome hasta el punto de que no podía respirar, mi cabeza se
mareaba y mi corazón latía con fuerza.
—Oh dioses, Luca. — Dejé caer la cabeza sobre mi cuello, ya que
el placer era insuperable.
Dio varios pasos hacia atrás, con su polla enterrada en mi coño,
sus labios en mi cuello mientras recorría sus caninos por mi garganta.
—Voy a marcarte justo aquí. — dijo y se refirió al lugar pasando su
lengua por el lado de mi garganta, donde se unían mi cuello y mi
hombro.
Solo pude gemir mi aprobación.
Levanté la cabeza, con la visión borrosa mientras le miraba
fijamente. Se vio obligado a detenerse, con un grueso árbol detrás de
él. Luca se apoyó en él, apoyando su cuerpo en la corteza, utilizándola
como palanca mientras empezaba a follarme.
Me penetró con fuerza y utilizó sus manos en mi culo para
levantarme y bajarme sobre su polla, aprovechando la posición de
crudeza para follarme sobre su longitud.
Grité y vi una neblina roja cubrir mis ojos cuando sentí otra
cresta del clímax en mí casi al instante, la raíz de su eje presionando
mi clítoris sensible e hinchado cada vez que se hundía profundamente.
—Sí. — dije bruscamente, con un tono alto. Apretó su pelvis
contra mí, lo que hizo que la gruesa raíz de su erección rozara con
especial fuerza ese manojo de nervios en el vértice de mi coño.
Sabía lo que iba a ocurrir a continuación. Y él también.
—Oh, dioses. Voy a correrme otra vez. — grité y cerré los ojos.
— ¡Mírame a los ojos cuando te corras por mí, compañera!—
exigió, rugiendo.

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Abrí la boca de golpe antes de que el orgasmo me inundara.
—Toma de mí. — gruñó e inclinó la cabeza hacia un lado
mientras seguía besando y lamiendo mi garganta.
Clavé las uñas en sus hombros y me aferré a él mientras me
penetraba; mi orgasmo llegó a su punto máximo y luego a su cresta,
llevándome al límite al mismo tiempo que abría la boca y golpeaba su
garganta.
Mis colmillos se deslizaron en su carne sin problemas, con
facilidad; su sangre rica y embriagadora estalló en mi lengua y llenó
mi boca antes de deslizarse por mi garganta. Grité contra su piel, con
un sonido amortiguado y lleno de placer. Y cuando gruñó una vez más,
separando sus labios contra mi hombro, supe que era un momento en
el que estaríamos atados para siempre.
Sus caninos se hundieron en mí con la misma facilidad que un
cuchillo caliente en la mantequilla, la marca que me estaba dando era
algo que se curaría con el tiempo, pero que quedaría marcada para
siempre en mi piel y en mi propio cuerpo.
Estábamos unidos en un círculo infinito.
Mis colmillos en él.
Sus caninos hundidos en mí.
Su polla llenándome.
Y cuando emitió un duro gruñido, negándose a ceder su
mordisco, supe que estaba llegando al límite y que se corría.
Sus empujones empezaron a ser más fuertes, más rápidos. Supe
que estaba llegando a su punto álgido. El sonido de la carne húmeda
al chocar con los ruidos eróticos que salían de nuestras bocas.
Una vez. Dos veces. Y en la tercera y poderosa oleada dentro de
mí, Luca se detuvo y me llenó de su semilla. Sentí los chorros calientes
de su semen cubriendo cada centímetro de mí, derramándose en mi
vientre. Esto desencadenó otro potente orgasmo en mí, y grité,
soltando finalmente su cuello, con mi hambre saciada, pero sabía que
no sería por mucho tiempo. Estaba insaciable por este macho. Estaría
siempre hambrienta de él.

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Solo de él.
Y solo cuando sentí que su cuerpo se relajaba contra el árbol,
cuando sacó sus caninos de mi cuello, apoyé mi frente en su hombro.
No podía recuperar el aliento, ni siquiera podía pensar con claridad.
Intenté ralentizar mi respiración, pero parecía una hazaña imposible.
Pasó la lengua por su marca, lamiendo la sangre que sin duda
cubría mi carne, utilizando las propiedades de su saliva para acelerar
el proceso de curación. Solté un débil gemido, agotada pero feliz sin
medida.
—Me haces delirar de felicidad. — me pareció oírle murmurar.
—Mi perfecta compañera.
Fue cuando me moví ligeramente sobre su cuerpo cuando sentí
lo duro que seguía estando. A pesar del enorme orgasmo con el que
acababa de colmarme, Luca seguía dispuesto a seguir adelante una
vez más.
Eso me hizo retroceder y mirarle a la cara con una expresión sin
duda drogada. Ciertamente me sentí drogada en ese momento.
Parecía... rapaz. Por mí.
Era voraz para mí, y yo estaba más que dispuesta -y deseosa- de
aceptarlo en mi cuerpo cada vez.
Pero con esa realidad vino otra. Iba a tener que llamar a mi
familia más pronto que tarde y hacerles saber que no iba a dejar que
nadie se interpusiera entre Luca y yo.
Era suya. Lo mismo que él era ahora mío.

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Capítulo 23
LENNOX

Hacía una hora que habíamos vuelto a la finca desde la pista de


aterrizaje, y no se había resuelto, solucionado o tramado nada para
intentar resolver la situación de Luca/Ainslee. Principalmente, el
tiempo había transcurrido con Adryan y Pa discutiendo, cada uno
ultra alfa y tratando de tomar el control de la situación.
El aire era tan denso en la sala en la que nos habíamos
congregado que era como tener las manos alrededor de la garganta.
Era jodidamente incómodo.
Tavish y yo nos quedamos atrás. Observando. Escuchando.
Sabiendo que si teníamos que intervenir entre nuestro Padre y nuestro
tío, sería una situación perdida. Ambos eran demasiado testarudos.
Demasiado poderosos.
Me apoyé en la pared con los brazos cruzados sobre el pecho,
tratando de concentrarme en el fuego, tratando de ignorar la
conversación y el alboroto a nuestro alrededor.
Mi Padre había llamado a los centinelas que habían estado
patrullando el terreno antes de que se produjera el escándalo, pero
cuando nada se resolvió con la suficiente rapidez para él, los despidió
y se dedicó a pasearse por la habitación.
Adryan y los primos se quedaron atrás, observando como si toda
esta situación les pareciera graciosa. Me pasé una mano por la cara y,
cuando dejé caer el brazo a un lado, Adryan se estaba apartando de la
pared y avanzando a grandes zancadas hacia mamá.

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—Tiene una mirada de locura. — dijo Tavish en voz baja.
— ¿Qué hay de nuevo?— murmuré.
Adryan parecía tener algo bajo la manga.
Pa siguió paseando mientras Adryan apartaba a Mamá y
empezaba a hablar con ella en voz demasiado baja para que incluso
mi oído sobrenatural pudiera captarla.
Mi madre seguía negando, con las cejas fruncidas, mientras
hablaba rápidamente con Adryan. Parecía inamovible, como un muro
de piedra, como el que teníamos rodeando la finca, protegido
místicamente, pero de alguna manera más fuerte que eso.
Adryan empezó a decir algo, pero Mamá levantó la mano,
sacudiendo la cabeza, con una mirada feroz de frustración en el rostro.
Aunque solo estábamos los siete en el estudio de mi Padre, seguía
pareciendo que había demasiada gente, demasiados cuerpos apiñados
en aquella enorme habitación.
Se oyó el suave zumbido de un teléfono móvil, y Mamá metió la
mano rápidamente en el bolsillo de su bata de felpa para sacar el
teléfono. Todavía no se había molestado en quitarse la ropa de dormir.
Pude oír cómo se le aceleraba el corazón mientras miraba la
pantalla, luego la levantó y le mostró a Pa.
La pantalla decía NÚMERO BLOQUEADO.
Me enderecé de la pared, sabiendo que tenía que ser Ainslee. El
número de mamá -demonios, los números de todos los miembros del
clan Lycan- no aparecía en ninguna red humana. No lo tenías a menos
que estuvieras directamente conectado con nosotros. ¿Quién más
podría ser si no era mi hermanita?
— ¿Ainslee?— suplicó Mamá en voz baja, su voz llena de emoción
y esperanza. Mi Papá estaba al lado de su compañera, con su brazo
alrededor de sus hombros y manteniéndola cerca.
Todos permanecieron en silencio durante mucho tiempo, tal vez
temiendo que hablar o moverse lo arruinara todo. Pude ver el gran
alivio en la cara de mi madre y supe que era mi hermana.

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Los minutos pasaron hasta que parecieron horas, y todo el
tiempo mi madre escuchó, hablando solo de vez en cuando. No dejaba
de asentir, negándose a dejar que Papá cogiera el teléfono cuando él
se lo pedía.
Pasó una eternidad antes de que se dirigiera rápidamente hacia
el escritorio de mi Padre y cogiera un bolígrafo y un papel. Luego se
agachó para escribir lo que claramente era un número para
comunicarse con Ainslee. Y luego susurró: —Te amo, cariño, y sí,
hablaré con ellos. — antes de colgar y mirarnos a todos. Mi corazón se
agitó en el pecho.
Nadie habló. Nadie se movió. Pa estaba casi furioso, sin duda
enojado por no haber podido hablar con Ainslee, o tal vez por haber
hecho pedazos a Luca. No tenía ningún control sobre la situación, y
para un alfa, eso era un infierno.
Mamá enderezó la columna y echó los hombros hacia atrás,
mirando directamente a Pa. —Si te hubiera dejado hablar con ella,
habrías empeorado la situación, Banner, y lo sabes muy bien. — Miró
a Adryan. —Lo mismo ocurre contigo. Lo único que habrían hecho los
machos es asustarla amenazando con desgarrar a su compañero
miembro a miembro.
Miré a Adryan, su expresión impasible, estoica. Pero entonces
una lenta sonrisa se extendió por su rostro. Y una vez más la realidad
de que el tío Adryan era un sádico hijo de puta me golpeó.
—Por eso me has llamado, ¿verdad, Luna?— Su tono no era
burlón. No era desafiante. Era un hecho. — ¿Para destrozar al cabrón
que se llevó a Ainslee?
Mi madre negó, su expresión estoica era tan feroz como la de su
hermano mayor. —Sabes muy bien que no te he llamado por eso. Los
he llamado a los tres…— señaló a los primos. —Para que ayuden a
mantener las cosas a raya. — Exhaló por la nariz debido a su
frustración. —Pero se nota que ser el jefe de los vampiros en Estados
Unidos se te ha subido a la cabeza. Eres tan arrogante y sanguinario
como aquél. — Inclinó su barbilla hacia Pa. —Ninguno de los machos
de mi vida tiene ningún maldito autocontrol. Todos quieren batallar si
alguien los mira mal.

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—Cariño. — Dijo Da, claramente no le gustaba estar en la "caseta
del perro" con su compañera. —Solo estamos preocupados. Si el Lycan
no estuviera tan lejos como él, no tendríamos problemas con su
apareamiento.
Mamá resopló ante eso, porque sabía que eso era un montón de
mierda. Todos éramos muy protectores con Ainslee.
—Escucha, ella se ha acercado, de acuerdo. — No estaba
redactado como una pregunta. —Quería hacernos saber que está bien,
que Luca la mantiene a salvo. No quiere más conflictos, especialmente
con la mierda que pasó en el bosque. — Mi madre bajó los brazos y
sus hombros se encorvaron.
—Con toda la mierda que está pasando ahora, y ahora con la
desaparición de Caelan, no quiero que nadie más salga herido. —
Hubo un largo silencio antes de que susurrara: —Van a asustarla
tanto que la alejaran y no la veremos nunca. Tendrá miedo de traer a
su compañero aquí, porque todos ustedes lo destruirán.
—Oh, pequeña Luna. — dijo Adryan y dio un paso hacia ella.
Mamá era una hembra adulta de cien años, con una familia propia,
pero aun así, mi tío la veía como su hermanita.
Sabía que siempre veríamos a Ainslee de esa manera también.
Adryan era protector con su hermana, del mismo modo que lo
era con Ainslee. Estaba arraigado en nosotros, un instinto para
vigilarlos. No podíamos evitarlo más de lo que podíamos dejar de
respirar.
—No quiero que nadie más salga herido.
Pa estuvo junto a su compañera al instante, tirando de ella en
sus brazos y abrazándola con fuerza.
—La gente ya ha salido herida, Luna. Tú, tu familia,
posiblemente la pequeña Ainslee a pesar de lo que diga. — El rostro
de Adryan se endureció ante eso. —Sé que no te gusta escuchar eso y
quieres pensar que su compañero es un buen macho simplemente por
el destino. Y tal vez lo sea. Pero tal vez no lo sea. Banner dijo que ha
estado medio convertido durante más tiempo del que Ainslee ha estado
viva. Arriesgarla a estar con él cuando podría estallar en cualquier
momento no es un riesgo que esté dispuesto a correr.

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Mamá se separó de su compañero y dirigió una mirada a su
hermano. —Te pedí ayuda, no que dominaras la situación y te
pusieras en plan comando, Adryan.
Adryan frunció los labios. Sin duda no estaba acostumbrado a
que nadie le hablara así, pero su hermana tenía mucho poder sobre
él, y sabía que no le faltaría al respeto, no solo porque era de su sangre
y la quería, sino porque empezaría una guerra con nosotros.
—Y si se niegan a respetar mis deseos, entonces los tres pueden
volver a coger el culo en ese jet y volar al otro lado del océano para
dejarnos lidiar con esto por nuestra cuenta.
Pasaron largos momentos en los que nadie habló, pero entonces
Adryan nos dedicó otra sonrisa sardónica. Era un destello de dientes
blancos y rectos y colmillos crecientes.
Podía sentir cómo aumentaba la electricidad en el aire. Sentí que
la testosterona crecía. Se trataba de machos del Otro Mundo
completamente crecidos que intentaban ceder con una situación que
sus lados alfa querían dominar. No terminaría bien si las cosas no se
neutralizaban.
— ¿Qué pasa con Caelan?— solté. Fue lo único que se me ocurrió
para tratar de dirigir la conversación hacia otro lado.
La tensión empezó a desvanecerse poco a poco al redirigir el
tema, disuadido temporalmente.
— ¿Qué pasa con él?— dijo Adryan con suavidad.
—No te he contado lo nuevo que pasó con Caelan. Empezó justo
después de que aterrizaras. — dijo Mamá. —Cuando fuimos por
Ainslee, parecía que la compañera de Caelan estaba en el lugar
adecuado en el momento adecuado. Está claro que no pudo
controlarse y se dejó llevar por su instinto. Corrió. Fue tras la
persecución. No lo hemos visto ni hemos sabido de él desde entonces,
y nuestro rastreador perdió sus rastros.
—El destino es una perra caprichosa, ¿no?— incitó Adryan, pero
no lo formuló como una pregunta.

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Miré fijamente a Adryan después de eso, viendo un parpadeo
de... algo moverse por su cara. Adryan tiene un secreto que intenta
ocultar.
—Es demasiado joven para controlar a su Lycan. Y su instinto
con la Conexión Vinculante se afianzará y lo hará aún más volátil. Así
que sé que es por eso que se fue. — Mi mamá susurró.
—Un perro con un hueso. — dijo Adryan y empezó a reírse. —A
los treinta años, es imposible que Caelan tenga el control de su lobo.
Está tan al límite y es tan peligroso como el compañero de Ainslee.
Mi Pa gruñó en señal de advertencia, y Mamá le pasó una mano
por el pecho, tratando de calmarlo.
—Cuidado, Adryan. — advirtió Mamá.
Eso le valió una sonrisa de come mierda de su hermano.
—Caelan puede arreglárselas solo. Es Ainslee quien es la
prioridad ahora mismo.
No estaba tan seguro de eso. Si la compañera de Caelan era
humana, no sabría nada del Otro Mundo, y esto sería un shock
tremendo para ella. Y nos había visto, así que eso significaba que sin
duda estaba muy asustada.
Y así parecía que el drama seguía desarrollándose en nuestras
vidas.
—Sí, estoy de acuerdo. Deja que Caelan se divierta.
Mi estómago se retorció cuando mi tío dijo casualmente esas
palabras. Y por primera vez, pensé en cómo sería él si encontrara a su
pareja. Que Dios la ayude, porque sería un bastardo sádico.
—Podemos preocuparnos por Caelan una vez que resolvamos la
situación de Ainslee. — Todos se concentraron en Mamá después de
que ella hablara.
— ¿No te preocupa que esa pobre chica esté en peligro de ser
devorada por el lobo feroz?— Los primos se rieron después de que
Adryan hablara.
—Vamos a esperar aquí. — dijo Mamá, ignorando las palabras
de Adryan. Su voz era fuerte y se extendía por la habitación. —Vamos

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a esperar hasta que nos llame de nuevo, y entonces veremos qué
quiere hacer. — Mi madre cruzó los brazos sobre su delgado pecho y
miró fijamente a Adryan, luego a los primos, antes de mirarnos a
Tavish y a mí. Terminó su mirada en su compañero. —Está a salvo,
no está herida, y ha dicho que él la está cuidando. Y nos llamará
cuando esté lista para que todos hablemos. — Ella y mi Pa tuvieron
una mirada fija, una que me hizo sentir incluso un poco incómodo.
— ¿Y qué esperas que hagamos entonces?
Mamá miró a su hermano. —Los tres pueden disfrutar de la
propiedad. Son familia, así que siéntanse como en casa. Pero...— Hizo
una pausa antes de continuar. —Sabrás cuál es tu lugar y quién es el
alfa.
Mi mamá, Luna, la hija del antiguo jefe del Clan de Vampiros de
Estados Unidos, era la hembra más fuerte que había conocido.
Adryan levantó las manos, con las palmas hacia arriba, en un
acto de rendición. —Como quieras. — Y luego miró a los primos antes
de volver su atención a Pa, con esa sonrisa comemierda de nuevo en
su lugar. — ¿Qué tal si nos enseñas dónde está el whisky, lobo? Me
parece que a todos nos vendría bien un trago fuerte después de todo
este drama.
Y así, la tensión fluyó hacia atrás como una ola en retirada.
Pero no me engañé. Era imposible cuando había tanto conflicto
y peligro a tu alrededor.

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Capítulo 24
AINSLEE

Nunca había sentido una sensación tan completa, tan


desconocida como familiar.
Y era porque estaba con mi pareja.
Después de nuestro primer apareamiento en el bosque -muchas
veces-, Luca me había llevado de vuelta a la finca.
Cerré los ojos y recordé cómo me abrazaba, cómo me miraba.
Como si nunca pudiera separarse de mí, como si nunca fuera a
separarse de mí. Y yo empezaba a sentir lo mismo, ese sentimiento tan
posesivo que surgía en mí ante la sola idea de no tenerlo a mi lado.
Era un sentimiento tan ridículo, querer a alguien de forma tan
plena y completa que hacía que todo el pensamiento racional y el
sentido común se fueran.
Pero cuando se siente bien, se siente bien.
Habíamos vuelto a la finca horas antes, donde Luca nos preparó
un baño caliente de inmediato. Se había asegurado de que el agua no
estuviera ni demasiado caliente ni demasiado fría, y solo cuando
estuvo convencido de que era perfecta me levantó en sus brazos para
colocar mi cuerpo, mucho más pequeño, frente al suyo. Se aseguró de
pasar sus manos enjabonadas por cada centímetro de mi cuerpo, y
luego ahuecó el agua en las palmas de las manos y la lavó toda.

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Me lavó con mucha suavidad, algo que parecía casi extraño para
un hombre de su tamaño. Parecía estar lleno de brutalidad y
salvajismo, pero conmigo era un gigante gentil.
Luego se ocupó de mi pelo, con sus dedos fuertes pero suaves,
mientras masajeaba el champú por mi maraña de mechones,
peinando con los dedos los mechones con tanto cuidado.
Me sonrojé al recordar cómo me lavaba entre los muslos. Estaba
pegajosa por mi propia excitación, pero sobre todo por todo el semen
con el que me había llenado. Me había reclamado en aquellos bosques
más veces de las que podía contar, y el dolor entre mis piernas, junto
con su semilla marcando mi piel, era un recordatorio físico de que
ahora estaba bien y verdaderamente apareada.
Una vez caliente, flexible y limpia, me secó, me levantó en brazos
y me llevó al dormitorio, donde me acostó en la cama y me tapó. Había
avivado el fuego y luego exigió que "alimentara a su compañera".
Y en ese tiempo que había esperado a que volviera con comida,
encontré el valor para llamar a mi familia. Bueno, a mi madre más
concretamente. Ella sería la única sensata en toda esta situación, la
única a la que podría hacer entrar en razón. Mi Padre y mis hermanos
estarían demasiado llenos de testosterona para pensar racionalmente.
Esperaba que las cosas se resolvieran, pero aunque ella se
pusiera de mi lado y estuviera de acuerdo en que los varones de
nuestra familia estaban actuando como bárbaros, sabía que también
eran demasiado alfa para dejar pasar esto. Les corría la protección por
las venas en lo que a mí y a mi madre se refiere.
Y entonces me contó lo de llamar a Adryan y a los primos, y supe
que la mierda había saltado al ventilador por partida doble.
Puede que mi Padre y mis hermanos lleguen a un acuerdo y
hablen de ello, pero Adryan era un problema totalmente distinto. Era
un rastreador, un cazador. Y nunca había escuchado que dejara ir a
la presa.
Una vez que Luca regresó con comida, me alimentó de sus
manos, y solo comía cuando me saciaba y la somnolencia empezaba a
reclamarme.

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Y entonces me quedé dormida con mi gran Lycan acurrucado a
mí alrededor de forma protectora. A pesar de las mantas que nos
cubrían, no eran tan cálidas como él. Y cuando estaba con él, me di
cuenta de que todos los pensamientos sobre las preocupaciones y los
problemas que sin duda surgirían con mi familia se desvanecían.
Abrí los ojos lentamente, sentí que Luca descansaba a mi lado,
y el sonido constante y uniforme de su respiración me decía que aún
dormía.
Me levanté lentamente, sin querer despertarlo, y la manta se
retiró para que mi pecho quedara al descubierto. Sentí que los pezones
se me erizaban por el cambio de temperatura.
Y entonces me quedé mirando el magnífico macho que era.
Estaba de espaldas, con la sábana alrededor de la cintura y el pecho
desnudo a la vista. Mi corazón dio un pequeño respingo al verlo.
Tenía la cabeza inclinada hacia mí, como si me necesitara cerca
incluso mientras dormía. Me permití disfrutar de este momento en el
que él estaba descansando y me dediqué a contemplar cada
centímetro de él.
Su mandíbula era fuerte, cincelada y de corte cuadrado, y tenía
una capa de barba. Luego estaban sus brazos, definidos y abultados
con una fuerza bruta, incluso cuando estaba relajado. Su pecho era
simplemente increíble, con losas de tendones y tendones bajo la carne
dorada. Un pequeño mechón de pelo corto comenzaba bajo su ombligo
y desaparecía bajo la sábana.
Incluso en reposo, la definición de su cuerpo tan masculino me
llenaba de calor. Podía estar dolorida, pero sentí que una excitación
familiar empezaba a instalarse entre mis muslos, que mi clítoris
palpitaba lentamente al ritmo de mi pulso y que la humedad se
acumulaba en la parte más íntima de mi cuerpo.
Estaba preparada para él en cuestión de segundos.
Sentí que me invadía la audacia cuando extendí la mano y agarré
el borde de la manta, tirando lentamente hacia abajo para revelar más
de su carne dura y dorada.
Respiré hondo cuando tuve una vista sin obstáculos de su polla.
Aunque la había visto en el bosque, la había tenido dentro de mí y

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sabía lo grande que era en realidad, verla a la luz del fuego me mostró
realmente lo monstruoso que era Luca ahí abajo.
Me sentía drogada, esa sensación de euforia me invadía mientras
lo miraba descaradamente, una parte de mí sentía que esto estaba mal
porque él no estaba despierto, porque me estaba tomando libertades
que no debía. Pero no pude evitarlo. No podía apartar mi mirada de él.
Porque no solo estaba desnudo y abierto a mi apreciación erótica, sino
que, aunque dormía, estaba semiduro.
Incluso dormido, mi compañero estaba casi listo para
reclamarme.
Levanté mi mirada hacia su rostro, esperando que estuviera
despierto, pero sus ojos seguían cerrados mientras dormía
profundamente. Me hizo sentir bien que estuviera descansando. Sabía
que no había podido hacerlo mientras intentaba llegar a mí, las horas
y los días pasaban mientras se negaba a descansar, porque lo único
que quería era a mí.
Mi corazón cantó ante eso.
Dejé que mi mirada se posara en el lado de su garganta, donde
estaban mis marcas de pinchazos gemelos. Ya estaban cerradas, y por
la mañana estaría completamente curado. Pero ver mi marca en su
cuerpo me hizo suspirar de placer.
Dejé que mis ojos volvieran a bajar por su pecho, por las suaves
colinas de su abdomen, y me detuve cuando pude volver a mirar su
polla.
Se me hizo un nudo en la garganta y me lamí los labios, sintiendo
que una oleada de audacia me recorría. Una parte de mí susurró que
no debía hacerlo. Él estaba dormido. No podía decirme que lo quería.
Pero conocía a mi compañero, lo insaciable que era para mí. Sabía que
cualquier toque mío sería muy aceptado... y correspondido.
Eso hizo que mi núcleo floreciera de nuevo, y extendí la mano,
enroscando mis dedos alrededor de esa gruesa longitud, mis dedos
aún no podían tocar a pesar de que él no estaba completamente duro.
Sentí mariposas en el estómago, hormigueos en todo el cuerpo.
Dioses, ya estoy tan preparada para él.

Sotelo, gracias K. Cross


Y entonces sentí que mis ojos se abrían de par en par mientras
se endurecía en mi palma. Levanté la cabeza y volví a mirarle a la cara,
esta vez sabiendo con seguridad que estaría despierto. Pero su rostro
seguía relajado y su respiración era uniforme.
Volví a bajar la mirada hacia la carne ceñida que tenía envuelta
en mi mano y la arrastré experimentalmente hacia arriba y hacia
abajo. Me sorprendió ver que una gota de pre-semen comenzaba a
formarse en la punta, mi lengua hormigueaba, mi boca se hacía agua.
¿A qué sabría?
Y antes de que pudiera pensar demasiado en ello, antes de que
supiera qué demonios estaba haciendo, me encontré inclinándome
hacia delante y pasando mi lengua a lo largo de la corona, lamiendo
esa gota perlada, su sabor explotando a lo largo de mi lengua. Estaba
ligeramente salado, y no pude evitar gemir por lo adictivo que era su
sabor.
Su profundo gemido hizo que mi corazón se detuviera y que la
vergüenza me inundara por haberme tomado tales libertades con él.
Estaba a punto de enderezarme y soltar su polla cuando una de
sus enormes manos rodeó la mía, manteniendo mis dedos enroscados
alrededor de su longitud, ahora sólida como una roca.
—Lo siento. — susurré.
Volvió a gemir y hundió la otra mano en mi pelo, sus garras
rozaron suavemente mi cuero cabelludo y provocaron un cosquilleo en
mi columna vertebral. Utilizó ese agarre como palanca para girar
suavemente mi cara hacia él.
Le miré a lo largo de su cuerpo, con la cabeza aún apoyada en la
almohada, pero con los ojos encapuchados clavados en mí, los labios
entreabiertos y la respiración agitada por el evidente placer.
—Nunca te arrepientas de haber despertado así a tu compañero.
— Su garganta se movió hacia arriba y hacia abajo mientras tragaba.
—Tienes derecho a tocarme libremente en cualquier momento y de la
forma que creas conveniente.
Mi corazón se aceleró en mi pecho ante sus palabras.
—No pares. — gimió, y más calor me llenó.

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Volví a enfrentarme a su polla, abrí la boca y arrastré mi lengua
a lo largo de la corona una vez más, sobre la raja, lamiendo todo el
pre-semen que era un flujo continuo de él. Su semilla me hizo sentirme
ebria.
—No sé lo que estoy haciendo. — susurré antes de poder
censurarme.
—Cristo, dulzura, lo estás haciendo muy bien. No pares.
Me sentí con fuerzas renovadas por sus palabras y succioné la
cabeza en mi boca, su semilla bañando mi lengua. Puede que yo
tampoco sea experta en este aspecto sexual, pero la respiración áspera
de Luca y sus rugidos me decían que le gustaba a pesar de mi
inexperiencia.
Y cuanto más ásperos eran los sonidos que emitía, más valiente
me volvía y más mojado estaba mi coño.
—Usa tu mano y acaricia la base, Ainslee. — Su voz era un
chorro de palabras estranguladas, pero hice lo que me dijo, moviendo
la palma de la mano hacia arriba y hacia abajo de su polla mientras
seguía chupando la cabeza.
Pero quería tomar más. Quería sentir cómo mis labios se
estiraban mientras su pene llenaba mi boca.
Abrí la boca aún más y me hundí más en él, hasta donde podía
llegar, la punta golpeando la parte posterior de mi garganta y
provocándome unas ligeras arcadas. Él gimió y sus caderas se
levantaron, empujando un poco más dentro de mí.
Empezó a murmurar palabras en voz baja en rumano. No podía
entenderle, pero sabía que eran cariños acalorados, y probablemente
tan sucios como los que venían. Estaba volviendo loco de lujuria a mi
compañero, y era la sensación más increíble.
Así que aceleré la subida y bajada de la palma de la mano al
mismo tiempo que me balanceaba sobre su polla, moviendo mis labios
sobre ella al mismo tiempo que mis dedos acariciaban su longitud. Era
un acto sensual y erótico que podría haberme excitado si fuera
sincera.

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Tenía las piernas apretadas, el clítoris apretado entre los labios
del coño. La fricción me hacía gemir alrededor de su erección, lo que
a su vez hacía que las vibraciones viajaran por él y le hicieran gruñir.
Y cuando sentí que su mano se tensaba en mi pelo hasta el punto
del dolor, cuando sentí que sus caderas empezaban a levantarse cada
vez que volvía a hundir mi boca en él, supe que estaba a punto de
llegar al límite.
Y quería llevarlo a ese punto como él me había llevado una y otra
vez en el bosque.
—Oh, joder... Ainslee. — gruñó. —Hembra, si no paras, me voy
a correr.
No me detuve. En todo caso, apreté mi mano alrededor de su
circunferencia y lo chupé más fuerte, tratando de sacar su semilla,
queriendo que bañara mi boca y fluyera por mi garganta.
Intentó apartarme, pero emití un profundo sonido de protesta.
Presté mucha atención a la cabeza de su polla, pasando mi lengua por
la cresta de la corona, subiendo y bajando por la gruesa vena que
recorría la parte inferior, y finalmente empujando mi lengua
suavemente en la hendidura de la punta.
Un sonido estrangulado salió de él, y una vez más, trató de
apartarme antes de murmurar: —Oh, Cristo. Bebé, me voy a correr.
— Su pecho se agitaba. —Y si no paras, me voy a correr en tu boca.
Tarareé mi aprobación contra él y apreté la raíz de su polla. Todo
su cuerpo se tensó un segundo antes de que sintiera el primer chorro
de su semen llenar mi boca. Era espeso y caliente y sabía a todo lo
salvaje que componía a Luca.
Su mano estaba apretada en mi pelo. Doloroso. Excitante.
Me quedé quieta mientras él penetraba en mi boca. Entrando y
saliendo, retrocediendo y luego empujando más allá de mis labios para
volver a la profundidad caliente.
Había tanto; traté de tomar todo su semen, tragando todo lo que
pude. Pero su orgasmo fue espeso y poderoso, su semen se derramó
por los lados de mi boca y se deslizó por mi barbilla.

Sotelo, gracias K. Cross


Pasaron largos segundos antes de que su cuerpo se relajara,
aflojando, hundiéndose de nuevo en el colchón. Solo entonces me
retiré. No tuve tiempo ni de pensar en mi siguiente movimiento, porque
Luca se acercó a mí, tirando de mí contra su pecho, y levantó la mano
para pasar un dedo por la comisura de mi boca, recogiendo una gota
de su semen. Mis ojos se abrieron de par en par cuando me lo metió
en la boca, emitiendo un gruñido primitivo y gutural cuando le pasé
la lengua por el pulgar, lamiéndolo todo.
Me puso encima de él, con mis piernas a ambos lados de su
cintura, con su polla todavía tan dura que parecía un tubo de plomo
cubierto de terciopelo entre mis muslos.
Jadeé cuando levantó sus caderas y se apretó contra mi carne.
—Te deseo. — susurré.
—Tienes que estar dolorida. No quiero hacerte daño.
Sacudí la cabeza. —Estoy muy preparada. Te necesito. — Froté
mi coño en su polla, dejándole sentir lo empapada que estaba.
—Joder. — Rodeó mi cintura con sus manos y dijo: —Ponme
dentro de ti, Ainslee.
Pude ver cómo se alargaban sus caninos, y sentí que los míos
hacían lo mismo en respuesta. Y cuando bajé la mano y lo agarré, su
siseo de placer saliendo de sus dientes apretados por mi simple
contacto, supe dos cosas con certeza.
Era insaciable para mi macho.
Y parecía que él sentía lo mismo por mí.

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Capítulo 25
LUCA

Abracé a mi compañera, esta sensación total de satisfacción me


llenaba. Nunca había llorado en mi vida, pero en ese momento,
mientras abrazaba a mi Ainslee, sentí ganas de llorar como un bebé.
— ¿En qué estás pensando?— susurró ella, el silencio
interrumpido intermitentemente por el sonido del fuego crepitante.
—En que el mero sonido de tu voz me da paz. — Sentí su sonrisa
contra mi pecho y la abracé. Puede que solo haya sido mía en el
sentido literal de la palabra durante una semana, y puede que solo me
haya apareado con ella en el último día, pero era lo mejor y más
glorioso que había llegado a mi vida.
—Aunque me encanta oír todas las cosas dulces que dices de mí.
— dijo y se levantó ligeramente para poder mirarme a la cara. —puedo
decir que hay algo pesado en tu mente.
Sonreí y levanté la mano para acariciar su mejilla. Me maravilló
la textura de su carne, y lo cálida que estaba, el hecho de que sus
mejillas estuvieran teñidas de rosa por el apareamiento, por follar...
por hacer el amor. Todo era uno y lo mismo cuando se trataba de
reclamar a mi hembra. —Tu piel es tan suave. — murmuré y la atraje
hacia mí al mismo tiempo que me levantaba para besarla.
Nuestros labios se movieron juntos apasionadamente,
lentamente. Me embriagaba fácilmente con ella. Y el mero hecho de
sentir sus labios sobre los míos, de tenerla cerca, de saber que era

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mía, me decía que todo el tiempo que había esperado por ella, toda la
agonía y el dolor que había sufrido, habían valido la pena.
Volvería a pasar por la locura si el resultado fuera mi Ainslee.
Cuando me separé, fue para respirarla. Ella era mi fuerza vital.
Mi línea de vida. Mi corazón latía por ella. Tomé aire en mis pulmones
por ella. Era su protector, el macho que siempre la mantendría. Y
todos estos siglos me habían preparado para ese papel.
— ¿Puedes hablarme de tu vida?— preguntó y se acurrucó de
nuevo contra mí.
Mi pecho zumbó con el renovado placer de tenerla cerca. — ¿Qué
te gustaría saber? Te contaré todo. Todo.
Permaneció en silencio durante largos momentos, con sus
delgados y delicados dedos recorriendo los músculos de mi abdomen
como si estuviera ensimismada. Sabía lo que quería saber sin que lo
dijera, y estaba claro que mi pequeña hembra no sabía si debía
abordar el tema.
Incliné la cabeza hacia abajo y besé su coronilla, cerrando los
ojos e inhalando su dulce aroma en mis pulmones. Nunca tendré
suficiente de mi Ainslee.
— ¿Quieres saber cuándo empecé a perder la cabeza?— Mi voz
era suave, gentil. Pero aun así sentí que se tensaba contra mí. —Está
bien. Quiero decírtelo. — La abracé más fuerte contra mí, la sola idea
de que no estuviera a mi lado era tan jodidamente dolorosa que se me
cortaba la respiración en el pecho. —Necesito decírtelo. — Y lo hacía,
me di cuenta.
Me quedé en silencio durante largos momentos mientras
pensaba en cómo explicar todo esto.
—No hubo ninguna causa profunda que fuera intrincada y
detallada para mi caída. — susurré. —El simple hecho es que mi
soledad y la necesidad de mi compañera -de ti, dulce Ainslee- me
habían consumido tanto que, con el tiempo, dejé que se apoderara de
mí. — Con mucho gusto, me guardé para mí. —Era más fácil dejar que
la oscuridad y la locura se apoderaran de mí, porque así me daba un
pequeño respiro al dolor de no tener a mi otra mitad. — Levantó la

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cabeza para mirarme de nuevo. —Me ayudó a aliviar la agonía de no
tenerte. — dije suavemente.
—No fue hasta que empecé a perder el control del mundo y de la
realidad cuando me di cuenta de lo que estaba ocurriendo. — añadí
en voz baja, casi distraído, pensando en todos esos siglos atrás,
cuando todo lo que me rodeaba empezó a tener cada vez menos
sentido.
Ella permaneció en silencio, pero supe que no era porque no
supiera qué decir, sino porque me estaba dando ese tiempo para que
aceptara contarle a alguien mi historia después de tanto tiempo.
—Tenía a mi hermano, podría haber hablado con él de todo esto,
pero no habría servido de nada. — Sentí una punzada en el pecho al
pensar en todo el dolor y la desesperación que le había causado a Ren.
—Debería haberle dejado en paz hace tiempo, haber encontrado mi
propio camino y no quedarme en nuestra casa ancestral.
—Estoy segura de que te quiere mucho, y marcharte habría sido
aún más doloroso.
Sonreí, porque solo mi compañera podría pensar eso de mí.
—Pero, ¿por qué no te fuiste?— preguntó suavemente, sin dejar
de pasar sus dedos por mi abdomen.
Pensé en su pregunta, y la respuesta fue tan fácil como respirar.
—Porque en el fondo, por muy dañada que estuviera mi mente, no
quería estar solo. — Me quedé mirando las vigas expuestas del techo,
pensando en ese dolor y esa sensación de ruptura que parecían un
recuerdo lejano ahora que tenía a Ainslee. — ¿Te doy miedo?— Me
obligué a preguntar.
— ¿Miedo?— La confusión en su voz era clara, y volví a
centrarme en ella.
Asentí. — ¿Porque dejé que mi lobo subiera demasiado a la
superficie y lo dejé permanecer ahí durante mucho tiempo?
Sus ojos recorrieron mi rostro mientras, sin duda, volvía a fijarse
en mi aspecto.
Aunque parecía humano, un hombre, debido a que mi lobo
estuvo tanto tiempo en la superficie, me había cambiado. Era más alto,

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más grande. Era más agresivo, dominante; mi lobo tuvo el poder
durante tanto tiempo que realmente no sabía si podría volver a ser mi
ser humano completo.
—No sé si podré volver a ser normal, no al menos físicamente. —
Sentí que mi mente ya empezaba a recomponerse, pero incluso
entonces no estaba seguro de que pudiera volver a estar completo, no
si ella no estaba en mi vida. Ainslee me mantenía sujeto a la realidad.
Me dedicó otra pequeña sonrisa. —Oh, Luca. Eres normal. Para
mí, eres perfecto.
Levanté la mano y la puse sobre mi pecho, mis garras se clavaron
en mi piel mientras el órgano dolía por primera vez en el placer.
—Y para ser sincera. — murmuró, sus pupilas se dilataron y sus
labios se separaron al mirar mi boca. —Me gusta que tu animal
interior esté siempre ahí, tan cerca de la superficie. Me hace sentir tan
segura.
Gruñí por lo bajo. No, no era yo, era mi lobo el que hacía ese
sonido de placer ante su compañera.
Se sentó más, su mano cayó de mi piel, la pérdida de ella
profunda para mí. —Eres un hombre muy bueno, Luca. Tienes un
corazón y un alma bondadosos. — Sacudí la cabeza, negándome a
aceptar sus dulces palabras. —Lo creas o no, eres bueno. — Levantó
su mano y la pasó por mi piel, su tacto ligero y suave, su mano apenas
abarcaba mi cara porque era muy pequeña. — ¿Sabes cómo sé que
tienes un buen corazón?
Mi respiración salió entrecortada y cubrí su mano con la mía,
manteniéndola pegada a mi mejilla, incapaz de separarme de su tacto.
—Es por la forma en que me miras, la forma en que me tocas,
me mantienes protegida y segura. — Sonrió suavemente. —Es por la
forma en que me besas, tan suavemente, como si pensaras que me voy
a romper. — Sus mejillas se tiñeron de rosa y apartó la mirada. Un
gruñido bajo me dejó al oler su floreciente excitación. —Es la forma en
que te aseguras de que mi placer se anteponga al tuyo.
Agarré suavemente su pequeña barbilla entre el pulgar y el
índice y la obligué a mirarme de nuevo. —Solo soy así contigo, cariño.
— La acerqué para darle un beso casto. O eso pretendía. El beso se

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volvió apasionado y acalorado, minucioso e intenso. Solo cuando me
obligué a retirarme, vi que mi pequeña compañera estaba de nuevo
lista para mí. —Tienes que estar dolorida por mi insaciable pasión por
ti. — murmuré, con la mirada puesta en sus labios.
—No. — susurró, exhalando, y entonces fue ella quien me besó.
La dejé tomar la iniciativa, tener el poder. Era la primera vez en mi
vida que cedía el control voluntariamente a otro ser.
Y por primera vez en mi vida, me sentí... bien.

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Capítulo 26
ADRYAN

—Les concedo una cosa a los escoceses: su whisky es muy


fuerte. — Me llevé el vaso cuadrado a la boca y me lo tomé de un solo
trago.
Ya había acabado con tres de esos cabrones y normalmente
habría disfrutado del subidón que me producía el alcohol, pero estaba
cabreado, irritado y tenía ganas de hacer lo que había venido a hacer.
Y eso era acabar con un Lycan que se había llevado a uno de los
nuestros.
Durante largos momentos, me quedé mirando el fuego,
perdiéndome entre las llamas, pensando en qué hacer a continuación.
Kane y Sebastian, que eran hermanos, pero primos nuestros, no
dijeron nada, y dejé el vaso sobre la chimenea antes de mirarlos. Luna
y su compañero nos habían dejado en el estudio un par de horas
antes, y lo único que habíamos hecho los tres desde entonces era
devolver las bebidas.
Pero yo había estado todo el tiempo sumido en mi propia rabia.
Me di cuenta de que Kane y Sebastian estaban tan enojados
como yo, pero eran unos jodidos estoicos, capaces de mantener una
fría compostura frente a... cualquier cosa y todo. Era una de las
razones por las que los asigné como mis hombres de confianza y

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ejecutores. También eran tan brutales como yo cuando se trataba de
hacer el trabajo.
Porque si dejas que tu corazón gobierne sobre tu mente cuando
se trata de asuntos que solo tienen una solución, es cuando la mierda
empieza a joderse.
Y en mi clan, la mierda no se jodía. No lo permití. Porque no
tengo corazón.
—Ustedes dos han estado callados desde que llegamos aquí.
Kane y Sebastian se sentaron en el gran sofá de cuero frente a
la chimenea, cada uno sosteniendo un vaso idéntico de whisky. No
eran gemelos, pero maldita sea, podrían haberlo sido. Su parecido con
el otro era aterradoramente asombroso.
Con Kane solo un año mayor que su hermano, habían crecido
como si hubieran nacido al mismo tiempo.
Kane se llevó el vaso a la boca y se lo terminó antes de dejarlo
en la mesa de al lado y miró a su hermano. Sebastian tenía un brazo
colgando sobre el respaldo del sofá, el otro apoyado en el brazo, su
mano sosteniendo su vaso aún casi lleno.
— ¿Y bien?— Sentí que mi irritación aumentaba. Como
normalmente ocurría con estos dos. Eran buenos soldados, darían su
vida por mí o por cualquiera de nuestros hermanos si el momento lo
requería, pero eran unos cabrones difíciles de leer. Y eso era decir algo,
ya que yo era jodidamente bueno leyendo a la gente.
—Ya sabes cómo nos sentimos. — respondió Kane, y gruñí antes
de volver a encarar la chimenea, cruzando los brazos sobre el pecho y
mirando las llamas.
Tendíamos a ser afines, lo que funcionaba en la mayoría de los
casos, pero cuando necesitaba una caja de resonancia, era muy difícil
conseguir cualquier tipo de resolución en lo que respecta a estos
bastardos.
Porque eran unos imbéciles sedientos de sangre... como yo.
Como yo, tendían a matar primero y preguntar después.

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— ¿Se supone que debemos sentarnos aquí y emborracharnos y
esperar a que la feliz pareja regrese?— Preguntó Kane con voz
monótona.
— ¿Te refieres a esperar a que el puto animal la entregue de
nuevo a la familia?— soltó Sebastian, mostrando un poco más de
emoción.
Miré a Sebastian y levanté una ceja, sorprendido por lo ferviente
que parecía al respecto. De los dos, Sebastian era un poco menos
emocional cuando se trataba de mierda. Tendía a ponerse en la línea
y dejar de lado la racionalidad.
Esto me intrigó, y podría haber pensado que solo estaban
apasionados por recuperar a un familiar de sangre, pero la verdad era
que probablemente solo querían una pelea.
No podía culparlos.
Me dirigí a Sebastian. — ¿Qué tal si nos dices lo que tienes en
mente entonces?— Levanté una ceja y él se encogió de hombros,
llevándose el vaso a la boca y dando un pequeño sorbo. Parecía que lo
estaba saboreando, que sería la primera vez que disfrutaba de algo.
—A mí me da igual que quiera estar con el lobo o no. Empezó
una guerra, ¿y ahora qué? ¿Nos llaman para pedir ayuda pero tenemos
que darnos la vuelta y someternos, porque están apareados y el clan
escocés no quiere problemas?
No era que no quisieran problemas; era que mi hermana quería
mantener la paz. Ella era todo corazón, lo cual no era algo bueno
cuando se trataba de la guerra. Sabía que Banner estaba de acuerdo
con ir tras el lobo enloquecido, pero se sometería a la voluntad de su
compañera. Esa era una de las razones por las que nunca quise
encontrar a mi pareja. Lo único que haría sería ablandarme, aunque
solo fuera ante ella: otra criatura, y Luna ya era bastante blanda en
mi vida.
No hablé, solo lo miré fijamente, pensando en sus palabras, en
la situación. Por supuesto, sus palabras eran exactamente lo que
había estado pensando, y ya sabía lo que quería hacer.
Lo que iba a hacer al final de esto.

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Pero era divertido que la gente se alineara con tu forma de
pensar. Tal vez por eso era un maldito bastardo arrogante. Y también
por qué era el gobernante del Clan Vampiro Americano.
Nadie habló durante largos momentos, pero pude ver en las
caras de ambos que estaban dispuestos a seguir cualquier plan que
tuviera en mente. Y el plan era simple.
Localizar a Luca y a Ainslee, acabar con la vida del maldito lobo,
y devolverla a su familia, a la que pertenecía por derecho.
Por supuesto que estaría disgustada, tal vez incluso con el
corazón roto. Sin duda, el animal ya se había revolcado entre sus
muslos como la bestia que era. Pero lo superaría con el tiempo.
Y siendo el rastreador que era -uno de los mejores del Otro
Mundo- lo haría demasiado fácil.
Sabía que no habría podido llegar demasiado lejos, no tenía
ninguna duda de que estaba refugiado en algún lugar todavía de
Escocia, probablemente a solo unas horas de distancia. Por lo que me
había dicho Luna, se había llevado a Ainslee después de arrasar con
los Lycans que lo habían perseguido. Luego se había llevado a Ainslee,
que había sido herida -claramente no de gravedad, ya que se había
acercado a su madre- y había huido con ella. No se arriesgaría a
herirla más y querría mantenerla a salvo en algún lugar para que
pudiera curarse.
—Todavía está en Escocia. Cerca también. — murmuré
ociosamente mientras miraba de nuevo las llamas.
Los primos gruñeron de acuerdo.
—Entonces, ¿cuál es el plan?— preguntó Kane.
—Dinos lo que estamos haciendo. — repitió Sebastian.
Me enfrenté a ellos, con una sonrisa lenta que se extendía por
mi cara. —Vamos a ir de caza, chicos. Por el lobo.

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Capítulo 27
AINSLEE

—Si no te trata bien, yo misma lo despellejaré vivo.


No pude evitar sonreír ante el tono feroz de mi madre. Hacía solo
dos días que había llegado a la finca con Luca, pero me parecía que
llevaba toda una vida con él.
—Me trata como a una reina. — susurré, sin querer que me
oyera, porque me daba vergüenza el hecho.
—Como debe ser. — Mamá habló en un tono que no admitía
discusión.
—Ahora nos está preparando la comida. Le gusta cocinar para
mí. — Y darme de comer de su mano. Aunque esa última parte me la
guardé para mí. Era una experiencia muy personal e íntima entre Luca
y yo.
Tenía las piernas recogidas debajo de mí mientras me sentaba
en el lujoso sofá de cuero frente al fuego crepitante. Hacía una hora
que lo había encendido, me había dado una copa de vino, me había
besado profundamente y me había dicho que me relajara mientras
preparaba la comida para su compañera.
Decir que me desmayé habría sido un eufemismo.
No pregunté por qué la casa ya estaba habitada, ni quién había
traído la comida que estaba preparando. No fue Luca, ya que había
estado conmigo todo el tiempo. ¿Se había asegurado de que esto
estuviera listo para nosotros a pesar de que solo había llegado a

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Escocia hacía poco más de una semana y no había habido ninguna
garantía de que nos viéramos en persona cuando lo hiciéramos?
Tenía curiosidad, pero no la suficiente como para dejar que me
molestara. Por otra parte, todo eso parecía muy poco en comparación
con las cosas tan reales e importantes que estaban ocurriendo en
nuestras vidas.
Vi un relámpago y luego un trueno. Fue lo suficientemente fuerte
como para sentir que sacudía toda la finca. La lluvia era como
pequeñas balas de agua que golpeaban el gran ventanal que estaba a
mi izquierda.
Hubo un silencio al otro lado, y entonces oí el profundo timbre
de la voz de mi Padre.
—Banner, no creo que sea un buen momento.
Exhalé. —Está bien, mamá. Dale el teléfono. — Más vale que
acabe con este obstáculo.
Hubo un momento en el que oí el crujido de las telas, la estática
moviéndose a través del receptor mientras ella entregaba el teléfono, y
luego un pesado silencio que solo podía provenir de mi Pa.
— ¿Ainslee?— Su voz era profunda, con ese tono e inclinación
normales “difíciles de leer”.
Pero en este momento, pude escuchar toda su preocupación. Así
que dije lo primero que sabía que lo aliviaría.
—Estoy bien, Papá. Estoy a salvo y me está tratando bien. Muy
bien.
Exhaló con fuerza, como si hubiera estado conteniendo la
respiración, como si hubiera estado esperando a oírme decir
precisamente eso. — ¿De verdad?
No pude evitar sonreír. —De verdad, Papá.
—Eso es bueno, mi pequeña muchacha. Me alegro de oírlo.
Hubo otra larga pausa, y sentí que el corazón se me apretaba en
el pecho. Sabía que Papá estaba preocupado, pero no era el tipo de
hombre que muestra sus emociones, ni siquiera con un parpadeo de

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sus ojos o una exhalación de su aliento. Y ciertamente no hablaba de
ellas.
Volvió a exhalar y me lo imaginé al otro lado de la línea, tal vez
sentado en su estudio, pasándose una mano por la cara, con la barba
empezando a crecer en las mejillas y la mandíbula porque había
estado demasiado preocupado por mí como para cuidar su aspecto.
—Lo siento, Papá. — dije en voz baja, oyendo un par de ollas
golpeando en la cocina mientras Luca nos preparaba la comida. Pero
no me importaba si Luca escuchaba esta conversación. Lamentaba
haber causado tantos problemas, haberme ido como lo hice. Pero no
cambiaría mis acciones por nada del mundo. Y no me arrepentí.
—Querida, no tienes nada que lamentar.
Sentí que las lágrimas pinchaban mis ojos, porque a pesar de
todo el drama y la lucha que estaba ocurriendo ahora, mi Papá era un
hombre comprensivo.
— ¿Pero por qué lo hiciste, muchacha?
Me quedé mirando el fuego y pensé en su pregunta. Era una
respuesta bastante fácil, pero también parecía muy difícil. Al final, fui
directamente al grano. —Porque es mi compañero y quería conocerlo,
y ustedes cuatro lo estaban haciendo muy difícil. — Hubo otro
momento de silencio, y sabía que mi Padre quería presionar, pero no
lo haría. Me dio el escenario ahora, por así decirlo. —Por primera vez
en mi vida, quería hacerme cargo de mis propios actos. — admití.
Nunca les había contado que había veces que me sentía asfixiada
por su sobreprotección.
Pero supongo que ahora era un momento tan bueno como
cualquier otro.
—Durante toda mi vida, siempre me han mirado como “la
pequeña Ainslee”. Mitad vampiro, mitad Lycan. Ninguno de los dos
bandos dominando, no como los trillizos y sus lobos asumiendo sus
lados vampíricos, dominando. — Exhalé. —Simplemente nunca me
sentí lo suficientemente fuerte, porque nadie me dejó.
Pero no era solo culpa de ellos. También era la mía. Nunca había
hablado, no tenía columna vertebral. Dejé que la gente dictara mi vida.

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Y he terminado con eso.
Me sorprendió contarle todo esto a Pa, ser tan abierta con él...
con cualquiera. Nunca lo había hecho antes, pero desde que salí de
mi habitación y conocí a Luca, sentí que esta fuerza renovada me
llenaba, como si hubiera estado dormida durante tanto tiempo dentro
de mí. Y todo lo que había necesitado era encontrar a mi pareja y dar
ese primer paso para despertarla.
No sabía cómo se tomaría lo que acababa de revelar, cómo
respondería. Siempre había sido una hermana e hija tímida, casi un
felpudo, dejándome llevar por la vida, porque era más fácil así, porque
hacía que todos se sintieran más seguros.
—Supongo que me di cuenta de que ahora era el momento para
mí. Era el momento de tomar las riendas de mi vida. Era el momento
de cometer mis propios errores y ver dónde aterrizaba.
Esperaba que discutiera, que me llamara su "muchachita", que
era como me veía. Probablemente siempre me vería así. Y aunque
siempre sería su niña, ahora era una mujer. Apareada.
—A stór, tienes que entender por qué nos preocupa.
Sonreí cuando mi Padre me llamó “mi tesoro”. No había dicho
eso desde que era una niña, pero no quitó la seriedad de la
conversación, y me puse seria. Asentí aunque él no podía verme.
—Lo entiendo. Lo entiendo, porque para ti, Luca parece muy
inestable. — Eso era un eufemismo, lo sabía. Mi compañero había sido
así durante mucho tiempo, volátil, y había dejado que su lobo
cambiara lentamente de opinión, haciendo crecer la locura en su
interior.
Pero yo estaba aquí ahora, y podía traerlo de vuelta de todo eso,
de la oscuridad que amenazaba con exprimir el lado humano de él por
completo.
—Lo calmo, lo alivio. — Me quedé mirando el fuego, escuchando
el sonido del crepitar y del estallido, una sensación casi relajante y
lánguida que crecía en mi interior.
Pa se aclaró la garganta, y me pregunté qué estaría pensando,
cómo procedería a continuación. Era tan alfa como el que más, y ceder

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o someterse no estaba en su ADN. Pero tenía la esperanza de que al
verme feliz pudiera influir en él.
—Siento haberme ido de la manera en que lo hice. — dije
finalmente, sin esperar a que respondiera, si es que lo hacía. —Siento
que me niegue a ver a nadie hasta que las cosas se calmen, pero es
que estoy preocupada por Luca. — Dejé que esas palabras se
interpusieran entre nosotros y traté de pensar en cómo explicaría el
resto. —Solo quiero asegurarme de que cuando lleve a mi compañero
a conocer a las personas más importantes de mi vida, no lo ataquen y
le arranquen la garganta con los dientes. — Estaba pensando en los
trillizos. Eran bárbaros en ese sentido.
No dije nada más, solo dejé que Pa procesara esa información.
Lo que hiciera con ella marcaría el rumbo del resto de la conversación,
me haría dar cuenta de los siguientes pasos que daría en lo que a Luca
y a mí se refiere.
— ¿Te trata bien?
Sonreí y cerré los ojos. —Lo hace.
Volvió a exhalar y dijo: —Entonces me alegro por ustedes. Puedo
admitir cuando es el momento de retroceder. Mientras seas feliz,
muchacha, yo también lo seré.
Ahogué un sollozo de felicidad, tapándome la boca y
parpadeando las lágrimas. — ¿De verdad, Papá?— Juré que podía ver
su sonrisa a través del teléfono.
—Muchacha. — dijo con una voz profunda y áspera que me
indicaba que intentaba ocultar sus emociones. —Puede que no me
guste el hecho de que estés con él, pero sé que si te alejara de tu
compañero, no te causaría más que dolor. — Se aclaró la garganta
antes de continuar. —Y eso, mi querida, no te lo haré.
No contuve mi sonrisa, ni siquiera cuando sentí que se me
erizaban los pelos de la nuca porque me estaban observando. Miré
hacia arriba y detrás de mí para ver a Luca de pie en la entrada, su
gran cuerpo apoyado en el marco, sus músculos tensos.
No sabía cuánto tiempo llevaba ahí, ni qué había escuchado,
pero no importaba. Había pasado tanto tiempo -una eternidad, me

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pareció- desde que sentí cualquier atisbo de alivio que lo único que
quería hacer ahora era empaparme de él... con mi compañero.
Solo pasaron unos minutos más de conversación entre mi Padre
y yo antes de que finalmente desconectara la llamada, haciendo planes
para ir mañana a la finca de mi familia y permitirles conocer
oficialmente a Luca. No sabía cómo irían las cosas, si los trillizos se
controlarían, o si sobrevendrían más conflictos y animosidad, pero era
la única opción que teníamos. Huir del problema no iba a solucionarlo,
y yo no iba a esconderme con Luca.
Luca me tendió la mano y dejé el teléfono en el sofá antes de
levantarme, yendo hacia mi compañero al instante. Deslicé la palma
de mi mano, mucho más pequeña, contra la suya, sentí que sus dedos
se enroscaban alrededor de los míos y el calor me invadió de
inmediato.
Sabía que nada se sentiría tan bien como estar con Luca, y por
eso estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para que nuestras vidas
fueran felices, para que mi familia viera que no había nada que
pudieran hacer para impedir que estuviéramos juntos.
Este era un momento de celebración, de dos compañeros que se
encontraban contra todo pronóstico. Mi familia lo vería. Lo
entenderían. Y lo aceptarían.
Porque yo no lo aceptaría de otra manera.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 28
LUCA

No solté la mano de mi compañera hasta que estuvimos de pie


en medio del bosque. La finca estaba a pocos minutos de donde nos
encontrábamos, con la cena calentándose en el horno y una botella de
vino descorchada y aireándose.
Eso podía esperar, porque había algo mucho más importante
que quería hacer con mi Ainslee.
Me giré y me puse frente a ella, cogiendo sus mejillas con las
manos, deleitándome una vez más con la suavidad de su piel.
Sonrió dulcemente y dijo: — ¿Qué hacemos aquí afuera?—
Ainslee se acercó un poco más y apoyó su cabeza en mi pecho. Le cogí
la nuca al mismo tiempo que sentía cómo sus manos se deslizaban y
agarraban la parte trasera de mi camisa.

El cielo. Así es como se sentiría el cielo si me muriera ahora mismo.


Sabía que no era capaz de cambiar, sabía que tampoco era
totalmente vampírica. Y aunque mi bestia interior quería desbocarse
con nuestra pequeña compañera Lycan, también se conformaba con
ser su protector.
—Quiero que veas a mi lobo. — dije y la aparté suavemente.
Levantó la barbilla y me miró a los ojos.
—Pero lo he visto. — Sus mejillas se enrojecieron al oír eso, y
casi gemí, recordando el momento al que se refería... cuando la
reclamé por primera vez.

Sotelo, gracias K. Cross


Quería reclamarla una vez más, el desierto llamando a mi propia
bestia. La miré fijamente a los ojos, perdiéndome en ellos, pero luego
parpadeé para volver a la realidad. No la había traído aquí por eso.
—Quiero mostrarte mi lobo de nuevo, esta vez a gusto de los dos.
— No era solo que quisiera que ella viera mi animal, sino que quería
que nuestra compañera lo viera de verdad por primera vez.
Quería sentir su tacto, que sus dedos acariciaran su pelaje. Mi
lobo quería oler a su compañera, aullar a la luna, deleitarse con el
hecho de que el destino nos había dado por fin nuestra otra mitad.
Oí el sonido de su pulso, olí su anticipación. Mi pequeña Ainslee
estaba emocionada por ver a su protector animal, lo que a su vez me
complacía enormemente.
Asintió lentamente y susurró: —De acuerdo, yo también quiero
verlo. — Sentí que mi animal se empujaba contra mí con placer al oírla
decir esas palabras. Ya estaba tratando de liberarse.
Retrocedí varios pasos, manteniéndolo a raya por el momento.
Era solo la segunda vez en siglos que dejaba salir a mi animal
voluntariamente. La primera vez había sido cuando reclamé a mi
compañera. Esta vez sería cuando se familiarizara con nuestro
pequeño híbrido.
Dejé que el cambio me invadiera, bajé la cabeza y cerré los ojos.
Flexioné las manos a los lados y sentí cómo el poder recorría mis
venas. Los colores estallaron; los sonidos resonaron en mis oídos. Las
luces parpadeaban delante de mis párpados cerrados.
Olía, oía y sentía todo lo que me rodeaba.
Era tan doloroso como placentero.
Los huesos se rompían. La piel se desgarró. Los incisivos se
convirtieron en colmillos y mi nariz se transformó en un hocico.
Y cuando todo estaba dicho y hecho y yo estaba de pie sobre mis
cuatro patas, mi bestia sacudió su pesada piel y aulló por el éxtasis
de ser cambiado.
Aunque todavía estaba muy presente dentro de mi Lycan y podía
volver a cambiar a voluntad en cualquier momento si lo deseaba, dejé

Sotelo, gracias K. Cross


que mi animal fuera el dominante en este momento. Necesitaba ese
vínculo adicional con nuestra Ainslee.
Y cuando la miró, un sonido bajo y placentero salió de su enorme
pecho.
Escuché cómo jadeaba mientras miraba a mi lobo. Observé cómo
sus ojos se abrían de par en par en señal de sorpresa... de felicidad.
Mi lobo aspiró el aroma de su asombro mientras llenaba el aire con su
dulzura.
Sacudió su grueso pelaje, su cuerpo una cosa enorme, una
exhibición aterradora para cualquiera que le gustara sobre él. Pero
nuestra compañera no tenía miedo. Estaba llena de asombro, y eso
nos complacía enormemente.
Puede que sea una híbrida, incapaz de cambiar de forma, y no
tan fuerte como sus hermanos de sangre completa, pero todavía
albergaba un lobo poderoso. Seguía siendo fuerte, lo supiera o no.
Mi lobo se acercó, un animal depredador que la acecharía
siempre. Su cabeza estaba agachada, sus ojos fijos en ella. Como lo
harían siempre.
Y cuando ella extendió sus dedos temblorosos y le acarició el
costado, sus ojos se cerraron y una sonrisa se formó en sus labios, un
sonido bajo de felicidad salió de la bestia.
Se acercó aún más y ella hundió más su mano en nuestro pelaje.
Mi lado humano zumbó de placer por lo bien que se sentía tener sus
manos sobre nosotros, por saber que aceptaba ambos lados de
nosotros sin falta.
—Eres tan hermoso. — susurró y apoyó su cabeza en el lado de
mi lobo. Mi lobo apoyó su cabeza en su pequeño hombro y ella rió
suavemente. —Me gustaría poder cambiar de forma para que
pudiéramos correr juntos.
Mi lobo emitió otro sonido bajo en señal de aprobación y golpeó
suavemente su nariz contra la mejilla de ella. Luego la inhaló, y un
sonido ronco salió de su enorme garganta en un torrente de
vibraciones.

Sotelo, gracias K. Cross


No importaba si podía o no podía; tampoco habría importado si
no formara parte del Otro Mundo. Ella era nuestra y siempre lo sería.
—Así es. — dijo suavemente mientras seguía acariciándonos. —
Soy suya. Soy de los dos, igual que tú eres mío.
Y entonces mi lobo se agachó, presentando su espalda a ella,
instándola en silencio sobre lo que debía hacer. Mi Ainslee ni siquiera
dudó mientras agarraba el grueso pelaje del lomo de mi lobo y se
alzaba sobre él con facilidad, poniéndose a horcajadas sobre él y
sujetando con fuerza el pelaje del cuello. Y cuando nos levantamos,
un pequeño sonido escapó de sus labios, y dio otra suave carcajada.
—Esto es... increíble. — Acarició suavemente la cabeza de mi
animal. —Los dos son increíbles.
No tenía ni idea de lo increíble que era esto tanto para mí como
para mi lobo. Saber que realmente estaba aquí, que nos aceptaba, que
quería nuestras vidas entrelazadas para siempre, hizo que mi lobo
inclinara su enorme cabeza hacia atrás y rugiera.
Hizo otro sonido suave, y entonces la bestia se puso en marcha,
llevando a nuestra pareja a través del bosque, serpenteando entre los
árboles, atentos a las ramas bajas que colgaban, con cuidado de
nuestra carga más preciada.
Exploramos la propiedad, mostrando a nuestra compañera con
la vista y el olfato lo que era nuestro... lo que era suyo. Ella nos había
aceptado, y nosotros le daríamos el mundo. Le daríamos cualquier
cosa y todo.
Y oír su risa, oler su placer, era el mayor regalo que podía darnos.
Era un tesoro... nuestro tesoro.
Nunca podría imaginarme cuidando algo tanto como a mi
Ainslee.
Nunca podría imaginar amar a nadie tanto como a ella, y
deseaba poder decírselo, pero las palabras y las acciones nunca
podrían transmitir la verdadera profundidad de mis emociones por
ella.

Sotelo, gracias K. Cross


Así que mi objetivo sería siempre seguir esforzándome más que
el último día para hacerle saber lo especial que era para mí, y esperaba
hacerlo hasta el día en que diera mi último aliento.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 29
AINSLEE

No sabía qué me había despertado, pero las ganas de


acurrucarme contra Luca eran fuertes, tan fuertes que lo estaba
haciendo.
Mi mejilla se apoyaba en su pecho cálido y sólido, mi brazo
rodeaba su torso ondulado y la sensación de su cuerpo
manteniéndome cerca hacía que el sueño se alzara y me reclamara
una vez más.
Pero entonces volví a escuchar... lo que fuera.
Algo dentro de mí se despertó. No mi lobo interior, sino mi lado
vampírico, que escuchaba una llamada, un tirón.
Un tirón para acercarme.
Me levanté lentamente y miré alrededor de la habitación. Esta
sensación no tenía sentido. Estábamos solos, a kilómetros y
kilómetros de cualquier otra persona.
Podría haberlo achacado al hambre de sangre, a que mi cuerpo
se sentía desorientado porque necesitaba alimentarse. Pero Luca se
aseguraba de que estuviera saciada... todo el tiempo, lo que hizo que
un rubor se apoderara de mi cara al pensar en cuando me exigía que
lo mordiera mientras entraba y salía de mí.
Miré a mi compañero, que dormía profundamente a mi lado.
Despertarlo habría sido lo más inteligente, ¿no? Pero no me sentía

Sotelo, gracias K. Cross


como si estuviera en peligro, como si alguno de los dos lo estuviera.
Era solo esta... sensación dentro de mí. Una familiaridad.
Era inusual, algo que nunca había experimentado antes, pero
era tan fuerte que me encontré levantándome lentamente de la cama.
Cogí la bata que estaba tirada en la silla y me la puse. Hoy mismo
me habían entregado cajas y cajas de ropa. Camisas de diseño,
pantalones vaqueros y ropa de salón seleccionada a mano en
Edimburgo. Y luego estaba la ropa interior, las delicadas bragas y los
detallados sujetadores, incluso la lencería sexy que me hacía sonrojar
al pasar los dedos por los sedosos diseños de encaje grabados en ellos.
Aunque tenía curiosidad por saber cómo se las había arreglado
para encargar todas esas prendas elegantes y claramente hechas a mi
medida en tan poco tiempo -como si fuera poco-, vivía en una fantasía
de placer y euforia que no me permitía pensar en nada más que en
entregarme a Luca.
Tal vez fuera una tontería por mi parte.
Tal vez estaba viviendo en un mundo que aún no era real, sin
permitirme experimentar realmente esta independencia.
O tal vez necesitaba vivir por primera vez en mi vida y tirar la
cautela al viento.
Así que, independientemente de lo que debiera o no hacer,
simplemente disfrutaba de cada momento, porque era egoísta y...
sentía que me merecía esta felicidad y libertad.
Así que cualquier sentimiento de culpa fue desterrado sin
pensarlo dos veces.
Una vez atada la bata con el fajín anudado a mi lado, miré
alrededor de la habitación -nuestra habitación- las cajas que estaban
empujadas en la esquina más alejada y fuera del camino. Todas ellas
contenían aún la mayor parte de mi nuevo vestuario.
Estaba claro que Luca quería quedarse aquí durante un largo
periodo de tiempo, y no podía negar que yo también lo deseaba. Este
lugar era perfecto para nosotros. Ya se sentía como nuestro hogar.

Sotelo, gracias K. Cross


Estaba perdida en mis pensamientos cuando volví a sentir ese
extraño pero familiar impulso. Era como si... mi sangre estuviera viva,
cantando en mis venas con ese extraño ritmo.
Con una última mirada a Luca, que seguía durmiendo, seguí esa
atracción como si fuera una cuerda invisible a través de la finca,
bajando las escaleras, y me encontré dirigiéndome hacia la puerta
trasera.
Esa voz dentro de mi cabeza me decía que hiciera caso a esa
advertencia, que despertara a Luca. Algo que se sentía así no podía
estar bien... ¿verdad?
Esto no estaba bien. Si nunca había experimentado algo así
antes, debería haber enviado esas banderas rojas aún más. Pero no
podía negar que mi curiosidad se apoderó de mí. Y como no tenía
experiencia en... casi ningún tipo de vida, cualquier cosa nueva me
haría saltar las alarmas, supuse.
Tal vez esto no fuera más que mi animal interior instándome a
valerme por mí misma y a explorar de verdad por primera vez en mi
vida.
Sentí una emoción ante la sola idea, abrí la puerta y salí al
exterior. Había un frío en el aire a pesar de que se acercaban los meses
de verano, y me rodeé la cintura con los brazos para evitar el frío.
Me quedé mirando el terreno, el bosque que tenía delante y que
se extendía a ambos lados parecía oscuro y ominoso por las sombras.
A medianoche, los árboles parecen manos con garras furiosas que
brotan del suelo.
Pero no siento miedo, aunque sea espeluznante estar aquí sola.
Me quedé quieta mientras miraba alrededor de la propiedad, la
oscuridad es espesa y empalagosa, y mi falta de sentidos
sobrenaturales hace que sea difícil ver algo que la luz de la luna no
toque.
Estaba a punto de volver a entrar, acurrucarme contra mi
compañero y alejar esta experiencia como si no fuera más que mi
nuevo entorno jugando con mi imaginación, cuando vi un destello de
movimiento a mi izquierda.

Sotelo, gracias K. Cross


El corazón se me aceleró en el pecho y di un paso atrás
involuntariamente, con todas las señales de alarma de mi cuerpo
activadas. Pero no vi nada más, ni movimiento, ni sombras. Exhalé
lentamente, sacudiendo la cabeza, y me dije que estaba dejando que
la oscuridad y mi imaginación se apoderaran de mí.
Entraba y despertaba a Luca, le contaba lo que sentía y dejaba
que mi compañero me tranquilizara. Para eso nos teníamos el uno al
otro. Yo estaba ahí para él, y él estaba ahí para mí. Podía ayudarme a
navegar por este nuevo mundo que se abría ante mí, del mismo modo
que yo estaría ahí para ayudarle a sanar.
Solté una risa un poco nerviosa, pero también de alivio. Una vez
que me tranquilicé, exhalé lentamente y me volví para agarrar la
manija de la puerta trasera, a punto de abrirla...
—No puedo creer lo crecida que estás, pequeña Ainslee. Y estás
acoplada. — La profunda voz masculina se rió. —Todo tipo de
sorpresas llegan a Escocia.
Todo mi cuerpo se tensó al oír la voz del tío Adryan. No sentí
miedo, sabía que no me haría daño, pero el hecho de que Adryan
estuviera aquí me decía que mi madre lo había llamado.
Me decía que la situación había ido de mal en peor.
Pa nunca habría pedido ayuda al exterior, y menos aún si esa
ayuda era de la familia. Y el hecho de que acabara de hablar con Pa
hoy mismo y que hubiera aceptado mi apareamiento con Luca me
decía de nuevo que Adryan estaba aquí por su cuenta y sin la
aprobación del clan.
Adryan era despiadado, y el hecho de que mi madre lo hubiera
llamado me decía que se había sentido impotente, desesperada
incluso. Tampoco me sorprendió que no me lo hubieran dicho, porque
seguramente habrían pensado que eso habría empeorado aún más mi
situación.
Y así era.
Lo hará.
Apreté la mano alrededor de la manija una vez más antes de
exhalar, soltarla y darme la vuelta para enfrentarme al macho más

Sotelo, gracias K. Cross


aterrador que había conocido... o eso creía, hasta que vi por primera
vez a Luca y supe lo poderoso que era en realidad.
¿Pero más poderoso que Adryan? ¿Lo era cualquiera?
Podía hablar para salir de esto, enviar a Adryan a casa antes de
que Luca se despertara. Porque sabía que si llegaba el momento, mi
compañero y mi tío llegarían a las manos. Ambos eran demasiado alfa
-como la mayoría de los machos del Otro Mundo-, pero esto era
personal, así que sería mucho peor.
Me enfrenté a mi tío, sin haberlo visto en años. Seguía siendo
tan aterrador como lo recordaba cuando era una niña. Casi tan alto
como un macho Lycan adulto, también era muy musculoso y
desprendía fuerza. Sabía que Adryan era el líder del Clan Vampiro
Americano desde hacía tiempo. También supe, al escuchar a Pa y a
Mamá hablar, que Adryan no siempre había sido tan... abrasivo y
agresivo.
Lo que sea que le haya sucedido en su vida había moldeado y
deteriorado al macho que era hoy.
—Hola, tío.
Una sonrisa se extendió lentamente por su rostro, pero no me
engañé pensando que era algo fácil. Tenía las manos metidas en los
bolsillos de sus vaqueros, su chaqueta oscura y mezclada con una
camisa igualmente ónix debajo. —Buenas noches. — dijo, con sus
dientes blancos y rectos y sus enormes colmillos brillando en la
oscuridad.
Miré a mí alrededor, aunque sabía que no estaba solo. Lo más
probable es que los hermanos Kane y Sebastian estuvieran con él. Sus
sicarios nunca estaban lejos de su lado, aunque Adryan era más que
capaz de manejar sus propios asuntos.
Me froté las manos por el suave material de la túnica, dándome
cuenta de lo desnuda que estaba debajo. Volví a rodear mi cintura con
los brazos mientras un escalofrío se instalaba en mis huesos, algo que
no tenía nada que ver con el aire del exterior.
—No puedo creer lo mucho que has crecido en los pocos años
que han pasado desde la última vez que te vi. — Sacudió la cabeza
como si estuviera sorprendido. —Recuerdo cuando eras una cosita

Sotelo, gracias K. Cross


que apenas me llegaba a la cintura. — Sacó las manos de los bolsillos
y me señaló. —Y aunque sigues siendo diminuta, ya no eres esa
pequeña híbrido que corretea por nuestros pies. — Volvió a sonreír, y
esta vez fue más genuina y un poco menos salvaje.
Quería a mi tío y sabía que también se preocupaba por mí, pero
eso no significaba que confiara en él o que no me aterrorizara en los
mejores días.
Me aclaré la garganta y enderecé la espalda, tratando de parecer
más fuerte de lo que me sentía. —Aunque me alegro del reencuentro,
estoy un poco confundida sobre lo que estás haciendo aquí. — Volví a
mirar a mí alrededor, esperando que otros salieran de la oscuridad. —
Y tengo mucha curiosidad por saber cómo me has encontrado. — En
cuanto las palabras salieron de mi boca, supe lo estúpidas que eran.
Adryan era un rastreador de renombre. Es lo que hacía. Es una
de las principales razones por las que era temido. Porque si Adryan
estaba tras de ti, no había lugar en la tierra donde pudieras
esconderte. Te encontraría siempre.
—Seguro que sabes por qué estoy aquí y cómo te he encontrado.
— Levantó una ceja y continuó mirándome fijamente, con la sonrisa
perdida.
Me lamí los labios y asentí lentamente, sin molestarme en
afirmar que, sí, conocía las respuestas a mis propias preguntas.
Extendió los brazos y su sonrisa se extendió de nuevo por su rostro.
El silencio se prolongó tanto que me moví de un lado a otro en
mis pies mientras la incomodidad crecía.
— ¿Ni siquiera vas a venir a abrazar a tu tío como saludo? ¿Qué
te han enseñado estos escoceses?— Me guiñó un ojo, con un tono
ligero. —Hace años que no te veo.
Miré detrás de mí hacia la puerta, esperando que Luca
permaneciera dormido el tiempo suficiente para poder convencer a
Adryan de que estaba bien, de que la razón por la que estaba aquí no
tenía que ser ejecutada.
—Lo siento. Ha sido una grosería por mí parte. — susurré y di
un paso más.

Sotelo, gracias K. Cross


Solo esperaba poder lograrlo, porque si Adryan estaba aquí, eso
significaba que ya estaba decidido y que estaba listo para la guerra.
Ya había habido suficiente violencia con respecto a esta
situación que duraría toda la vida.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 30
LUCA

En cuanto me desperté, supe que algo iba mal. No solo sentí que
Ainslee no estaba a mi lado, sino que me pareció que ya no estaba en
la finca.
Mi corazón latía con fuerza mientras me incorporaba y salía de
la cama, atento a coger mis vaqueros y ponérmelos rápidamente. Solo
podía concentrarme en encontrar a mi pareja. Y esa sensación que me
punzaba en la nuca y me bajaba por los brazos, la que hacía que mi
lobo se moviera dentro de mí, me decía que había peligro cerca.
— ¡Ainslee!— Rugí su nombre, sudando por todo mi cuerpo
mientras buscaba en la casa. Mi lobo se estaba volviendo loco dentro
de mí, queriendo estallar y manejar la situación... fuera cual fuera la
jodida situación.
Y entonces oí una conversación, una profunda voz masculina, el
sonido de una risa. Mis caninos estallaron hacia abajo, creciendo en
celos territoriales. Incliné la cabeza hacia atrás e inhalé, pero todo
estaba cerrado, y el único aroma que llegaba era el del fuego que
teníamos en el hogar esta misma noche.
Corrí hacia la puerta trasera, arranqué al bastardo casi de sus
goznes, y al instante percibí el olor de un vampiro.
Curvé los labios hacia atrás de los dientes y gruñí por lo bajo al
mismo tiempo que giraba la cabeza hacia la izquierda y veía la
amenaza. No podía pensar racionalmente, demasiado animal en este
momento como para ver algo más que una rabia roja.

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El jodido vampiro sostenía a mi compañera, su gran cuerpo
empequeñecía el de ella, sus brazos rodeaban su pequeña cintura.
Levantó lentamente la cabeza, su pelo oscuro y corto, sus ojos
brillando en rojo mientras su lado vampírico se alzaba. Y entonces el
hijo de puta sonrió, mostrando el mayor conjunto de colmillos que
jamás había visto.
—Bueno, parece que esta noche es un trato de dos por uno.
Puedo ver a mi preciosa Ainslee después de tanto tiempo, y puedo
conocer a su compañero. — Su expresión se volvió mortal. —El que la
apartó de su familia y declaró la guerra.
Intentaba controlarme, pero mi bestia empujaba con más fuerza
para ser liberada, para arrancar la garganta del vampiro con mis
dientes y bañarme en su sangre. Entregaría su corazón a los pies de
Ainslee como ofrenda.
Ainslee jadeó y se dio la vuelta, mirándome por encima del
hombro, con los ojos muy abiertos y asustados.
—Ven aquí, cariño. — Mi voz era áspera, distorsionada, y extendí
la mano, mis uñas ahora garras con el poder de mi lobo.
Fue a darse la vuelta y a venir hacia mí, con una lágrima
recorriendo su mejilla, pero el vampiro que la sostenía la cambió de
lugar entre sus brazos y los apretó alrededor de ella, de modo que su
espalda estaba ahora apretada contra su pecho y un antebrazo grueso
y musculoso le cruzaba la parte superior del pecho.
Volví a inhalar y percibí un vínculo sanguíneo entre mi Ainslee y
este vampiro. Así que estaban emparentados, lo que ayudaba a mis
celos, pero no impedía la necesidad posesiva de arrancarle los putos
brazos de sus órbitas porque se atrevía a tocar lo que era mío y la
alejaba de mí.
—Luca, probablemente sea mejor que entres y me dejes tratar
con mi tío Adryan.
La mierda que lo haría. De ninguna manera la dejaría aquí
afuera con el bastardo.
Mantuve mi expresión estoica mientras miraba fijamente al
macho. —Suelta a mi compañera. — gruñí, con la rabia hirviendo, mi

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lado humano apenas controlado. Sentí que mi forma y mi rostro
parpadeaban mientras mi lobo intentaba hacerse con el control.
El vampiro que sostenía lo más preciado de mi vida empezó a
reírse. —Eres un cabrón protector, ¿verdad?— Su sonrisa no
abandonó su rostro. — Admiro eso, especialmente cuando tiene que
ver con mis parientes, pero rompiste las reglas, lobo, y he venido a
lidiar con eso.
—Déjala ir entonces y enfréntate a mí como un macho de valor.
Te escondes detrás de una hembra, usando su ligera forma como
escudo. — Lo estaba provocando, y podía ver que su compostura se
tambaleaba mientras su ira aumentaba.
—Nunca usaría mi sangre de esa manera. Es de la familia y
moriría por ella.
Fue mi turno de sonreír. —Entonces déjala ir y demuéstralo. —
Justo en ese momento, percibí a otros dos, y un segundo después,
salieron del oscuro bosque, con sus grandes cuerpos envueltos en
sombras pero que se hacían más claros cuanto más se acercaban. No
me atreví a apartar los ojos del macho, pero pude distinguir sus
formas en mi periferia.
También eran vampiros, parientes de sangre del maldito que
retenía a mi Ainslee. Flanqueaban a Adryan, no tan grandes como el
cabrón, pero con un aspecto igual de siniestro. Y todo el tiempo,
mantuve mis ojos fijos en los del vampiro, lo mismo que él hizo
conmigo.
Abrió los brazos y los extendió de par en par, con esa maldita
sonrisa de nuevo en su sitio. —Ainslee, amor, hemos venido a llevarte
a casa con tu madre. Está preocupada.
Los ojos de Ainslee se abrieron de par en par, y giró sobre sus
talones para enfrentarse al vampiro que la doblaba en altura y
triplicaba en peso. —Ya he hablado con ella. Las cosas están bien.
Mañana nos reuniremos con todos ellos. No es necesario que estés
aquí.
La miró, y era difícil leer lo que pensaba por su expresión.
—Y ni siquiera me dijeron que habías venido a Escocia... o que
me estabas siguiendo. — Cruzó los brazos sobre el pecho, y

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prácticamente pude ver a mi pequeña compañera mirándolo con
desprecio. —Lo que me dice que estás aquí sin la aprobación o el
conocimiento de mi Padre y del clan MacCallan.
Un músculo de la mandíbula de Adryan hizo tictac, y cada parte
de mí quería tirar de Ainslee hacia atrás y empujarla detrás de mí.
Pero cualquier movimiento repentino desencadenaría un ataque
instantáneo, así que me mantuve firme, aunque mi lobo rugía que
estaba mal, que necesitábamos llegar a nuestra hembra.
—Las pelotas de tu Padre están demasiado apretadas dentro del
puño de su compañera. — Los otros dos vampiros que lo flanqueaban
comenzaron a reírse. —Es mi hermana, y la quiero, pero controla
demasiado a tu Padre. Y ella y sus hijos siempre serán una prioridad
para mí. Ningún puto clan le dice a un Darris, y menos al líder del
Clan Vampiro Americano, lo que puedo y no puedo jodidamente hacer.
— Su voz bullía de autoridad y rabia, y su atención se dirigía
directamente a mí.
Bien, que lo canalice hacia mí y se aleje de mi pequeña
compañera.
—Ha perdido la perspectiva de lo que hay que hacer. Menos mal
que he venido cuando lo he hecho, o la mierda habría saltado por los
aires. — Adryan dio un paso atrás justo cuando los otros dos machos
dieron uno adelante. Y antes de que me diera cuenta de lo que habían
planeado, uno de los machos agarró a mi hembra, se la echó al hombro
y corrió hacia la línea de árboles. Eso era lo que tenían los vampiros:
tenían una velocidad sobrenatural, incluso más rápida que la de un
Lycan si era necesario, y ese cabrón no fue más que un borrón de
movimiento cuando me arrebató a mi compañera.
Rugí, mi lobo estalló antes de que pudiera detenerlo. Adryan se
rió y giró la cabeza alrededor de su cuello, haciéndola crujir y
preparándose claramente para la pelea. El otro vampiro macho cargó
hacia adelante, sin duda una distracción. Cargué al mismo tiempo,
embistiendo la cabeza de mi lobo contra su estómago y haciéndolo
volar hacia atrás.
—Kane, ve con Sebastian ahora. — gritó Adryan. —Yo me
encargaré del lobo. Hace tiempo que no derribo a uno de su especie.

Sotelo, gracias K. Cross


Volví a rugir cuando el llamado Kane se marchó, otro destello de
color y movimiento antes de sentir que se había ido.
Me agaché, gruñí y enseñé los colmillos, y entonces atacamos los
dos al mismo tiempo. Este vampiro no debía darse cuenta de lo
poderoso que era un Lycan cuando se trataba de proteger a su pareja.
Y yo estaba a punto de demostrarle que no era como la mayoría. Yo
era peor.
Nadie me quitaría a mi compañera. Ella era mía, y si eso
significaba que tenía que matar a su tío para recuperarla... que así
fuera.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 31
AINSLEE

Luché con todo lo que había en mí. Pateando. Arañando.


Mordiendo. Grité, escuché a Luca rugir en respuesta, pero sabía que
mi compañero estaba en una pelea brutal con Adryan, y que dependía
de mí manejar mi situación.
Tenía que cuidar de mí misma. Tenía que luchar por mí misma.
Deseaba desesperadamente a Luca, quería sentir sus brazos a
mí alrededor, sus labios mientras me llovían besos, diciéndome que
todo estaría bien.
Pero no lo estaría.
Tenía que hacer algo para detener esto. Tenía que luchar y
acabar con esta guerra.

Estoy harta de que todo el mundo tome decisiones sobre mi vida. Es hora de
tomar una posición.
— ¡Suéltame!— Grité, sintiendo que mi ira crecía y crecía hasta
asfixiarme por ella.
—Tranquila, chica. — gritó Sebastian, y yo respondí rastrillando
mis uñas por sus brazos. No me importaba si sacaba sangre. Quería
hacerlo. Quería que él sintiera el dolor que yo sentía.
Gruñó, y su agarre se aflojó ligeramente, lo suficiente para que
yo me retorciera y bajara mi pie para darle una patada en lo que
importaba.

Sotelo, gracias K. Cross


—Dios. — bramó y me dejó caer mientras se ahuecaba la
entrepierna, con los ojos fijos en mí y entrecerrados. — ¿Cuándo
demonios te has vuelto violenta, maldita diablesa?
Oí a Kane reírse, sentí que se movía justo detrás de mí. —No
recuerdo que la pequeña Ainslee tuviera putas garras. — dijo
divertido. —Parece que sigue más su lado animal.
Sabía que intentarían someterme de nuevo. Me estaban alejando
de mi compañero. Me estaban alejando de mi hogar.

No va a suceder.
Kane fue a agarrarme, y yo me agaché y me giré, corriendo de
vuelta a la lucha... de vuelta a mi compañero. Tropecé, pero me
enderecé casi instantáneamente, el pánico y el miedo hicieron que mis
pasos fueran descuidados. Aunque sabía que no me harían daño -no
físicamente, al menos-, me estaban causando dolor al alejarme de
Luca.
Pero no fui lo suficientemente rápida. Sentí que unos enormes
brazos me rodeaban y me empujaban contra su pecho. —Ainslee. —
gruñó Kane. —Maldita sea, chica. Vuelve a meter tus garras. — Se giró
conmigo en sus brazos. —Solo intentamos ayudar.
Dios, ¿cómo podía decir eso mientras oía los rugidos de Luca y
Adryan resonando en el bosque mientras luchaban?
Tengo que llegar a Luca.
Grité y pateé, pero no era tan fuerte como él, mi cuerpo era la
mitad de su tamaño. Vi que Sebastian se levantaba, con los dientes
enseñados y una mueca de dolor en la cara.
—Me dio una jodida patada en los huevos.
El pánico se apoderó de mí una y otra vez mientras Kane me
arrastraba lejos de la pelea. No-no-no. Tengo que volver ahí.
Y mientras ese dolor y esa ira y esa intensa emoción me llenaban,
sentí que algo se rompía en mi cuerpo.
Algo estaba mal... en mí.

Sotelo, gracias K. Cross


Mis emociones eran una entidad viva dentro de mí, mi miedo me
consumía tanto que no podía respirar. Estaba mareada, con náuseas,
el mundo se inclinaba bajo mis pies.
Oí más rugidos y gruñidos enfurecidos.
Sentí que algo se rompía dentro de mí, un dolor que abarcaba
cada parte de mi cuerpo. Oí un chasquido, y luego otro, una agonía
insoportable que se extendía desde mis manos hasta mis
extremidades, hasta los folículos de cada mechón de pelo.
— ¿Qué mierda?— Fui vagamente consciente de que Sebastian
hablaba.
— ¿Qué demonios está pasando?— Kane fue el siguiente en
responder, su voz estaba cerca, pero todo empezó a desvanecerse
cuando la agonía fue demasiado.
Oí gritos, me di cuenta de que venían de mí y grité más fuerte,
con la garganta ardiendo. Algo iba terriblemente mal. Lo sentí hasta
la médula.
Me dejé llevar, mi cuerpo se derrumbó en el suelo, porque me
dolía demasiado mantenerme en pie.
— ¡Dioses!— Grité. — ¿Qué está pasando?— Mi voz sonaba rara,
distorsionada. No era la mía.
Estaba de manos y rodillas, con los dedos clavados en la tierra,
con tierra bajo las uñas. Pero mis ojos se abrieron de par en par
cuando miré mis manos.
No, no eran manos. Patas.
No, no eran uñas. Garras.
Este cambio me invadió tan poderosamente después que no
hubo intento de entender lo que estaba sucediendo.
Mis huesos se rompieron y contorsionaron, transformándose y
retorciéndose. Mi piel se desprendió de mi cuerpo y fue reemplazada
por pelaje. Sentí que lloraba, pero no podía detenerme, ya no podía
gritar.

Sotelo, gracias K. Cross


Y entonces hubo un estallido en mi interior, destellos de luz
frente a mis ojos, mi visión se retorcía y se volvía borrosa antes de
volverse nítida.
El dolor terminó y sentí... poder.
Me levanté lentamente, ya no era un humano, mi lobo finalmente
emergía. Inspiré lentamente, inclinando la cabeza hacia atrás y
asimilándolo todo, todo tan claro y perfecto.
Una rama se quebró detrás de mí, y me giré lentamente, viendo
a Sebastian y a Kane de pie uno al lado del otro, ambos con idénticas
expresiones de sorpresa. Aunque eran más grandes que yo, más
fuertes, ambos dieron un paso atrás al unísono. Sacudieron la cabeza,
su confusión cubriendo el aire con un aroma enfermizo y dulce.
Oí que Luca volvía a rugir, y mi lobo se levantó en respuesta,
aullando a la luna, una respuesta de que estaba llegando. No sabía
cuánta ayuda sería, o si sería un estorbo, pero tenía que intentar...
algo, cualquier cosa.
Sebastian levantó las manos en señal de rendición y dio un paso
hacia mí. Al instante me erizo, despegando la boca de los dientes, la
saliva goteando de mis colmillos. Nunca me había sentido tan violenta.
¿Así de protector se sentía Luca en lo que a mí respecta?
Gruñí por lo bajo, sintiendo que me recorría una fuerza que
nunca antes había experimentado. Se detuvo, con las manos aún
extendidas por delante, pero cuando Luca volvió a rugir, fue cuando
me giré y corrí, dirigiéndome hacia mi compañero.
Puede que no sepa cómo o por qué soy capaz de cambiar ahora
mismo, pero mi única prioridad era llegar hasta Luca.
Mi cabeza latía con fuerza, todas estas nuevas vistas y olores, mi
entorno tan amplificado, era casi demasiado para mí para procesar.
Aunque mi lado humano era muy consciente de todo lo que me
rodeaba, sentía que mi lobo tenía un poco más de control. ¿Era esto
lo que sentía cuando mi Padre y mis hermanos cambiaban? ¿Estaba
el mío más diluido y el humano más presente debido a mi estado
híbrido?

Sotelo, gracias K. Cross


No sabía si esas eran preguntas que pudieran responderse
alguna vez, pero no importaba. Tenía un enfoque y un objetivo, y era
llegar a Luca.
Tenía que acabar con la violencia. Era hora de que fuera yo quien
se convirtiera en alfa.
Y eso estaba en mi mente cuando irrumpí a través de la línea de
árboles y en la cuidada propiedad, viendo inmediatamente a Luca y
Adryan en una brutal pelea. Olí la sangre. Era tan espesa en el aire
que la saboreé en mi lengua en una capa cobriza.
Luca se había transformado en su gigantesca bestia, pero
aunque pesaba más que Adryan, aunque su cuerpo era
proporcionalmente temible en comparación con el de mi tío, Adryan
era igual de poderoso.
Antes de que pudiera arremeter contra ellos, Adryan golpeó con
su puño el costado de Luca, haciendo que mi compañero saliera
volando hacia atrás, y su enorme cuerpo conectara con un grueso
árbol, cuyo tronco se astilló casi por la mitad a causa del impacto.
Adryan se puso delante de él al instante, con su increíble
velocidad de vampiro que no era más que un borrón. Levantó a Luca
por el cuello, el enorme cuerpo de mi compañero claramente aturdido
y débil tras el impacto. Pude ver que luchaba por recuperar la
compostura y que el impacto lo había sacudido.
Un rugido feroz salió de la garganta de mi lobo y me abalancé
sobre él. Era consciente de mi tamaño en comparación con ambos
machos. Mientras que Luca era del tamaño de un maldito Clydesdale,
mi lobo era pequeño, más del tamaño de un cachorro que de un lobo
de "tamaño normal". Parecía un juguete en comparación con ambos
machos.
No estaba pensando y simplemente dejé que mi lobo tomara el
control y se moviera por instinto. Antes de darme cuenta de lo que
estaba pasando, me estaba lanzando a la espalda de Adryan, la fuerza
con la que golpeé su gran cuerpo le sorprendió tanto que soltó a Luca
y se tambaleó hacia un lado.
Mi animal gritó al ver a Luca demasiado quieto en el suelo.
También me fijé en la herida de su pecho, dándome cuenta de que la

Sotelo, gracias K. Cross


posición de los dos machos me había bloqueado la vista. Adryan había
intentado arrancarle el corazón a Luca.
Gruñí y giré la cabeza hacia mi tío, sin ver una pizca de miedo
en su rostro. Se limitó a observarme con curiosidad. Y entonces sus
ojos se abrieron ligeramente, sus fosas nasales se encendieron al
darse cuenta de que era yo.
Volví a gruñir cuando oí que Luca empezaba a despertarse,
enojada porque Adryan le había hecho daño. Era extraño sentir tanta
ira. Siempre había sido una Ainslee tímida y de voz suave. Pero ahora
que Luca estaba en mi vida, la sola idea de que le hicieran daño hacía
que todos mis instintos de protección se alzaran.
Si tenía que matar a Adryan para asegurarme de que Luca
estuviera a salvo... que así fuera.
—Pues que me aspen. — dijo Adryan y empezó a reírse.
Eso me cabreó más, y di un paso hacia él. Levantó una ceja y se
le formó una sonrisa en los labios.
—Mírate. — murmuró con casi... orgullo en su voz, sus ojos
brillaban con ese color sobrenatural que todos los vampiros exhibían
cuando sus emociones eran altas. —Encontrándote a ti misma y
cambiando por primera vez. — Miró a Luca.
Podía oír a mi compañero levantarse y sacudirse la confusión y
el dolor, sintiendo que su fuerza volvía a fluir en él. Se acercó a mí y
lo olí antes de verlo. Mi lobo se sintió cálido y seguro al ver que su
mitad lobuna estaba a su lado.
Y mi lado humano sintió el más poderoso e intenso amor por este
macho. Mi macho. Luca se calmó a mi lado y levanté la cabeza para
mirar el rostro de mi compañero, viéndolo a través de mis ojos de
animal por primera vez. Antes había sido hermoso en su forma de
bestia, pero al verlo ahora, tan grande y poderoso, con los ojos
brillantes, un sonido bajo de necesidad me abandonó.
Bajó la cabeza y la apoyó suavemente contra mí, acariciándome,
pero solo por un segundo, porque luego se enderezó y se puso delante
de mí. Adoptó una postura muy protectora, utilizando su cuerpo como
escudo.

Sotelo, gracias K. Cross


Aunque me sentía fuerte por derecho propio, no quería tratar de
imponer el dominio cuando eso solo desviaría la atención de Luca y
haría que se preocupara.
Además, no quería matar a mi tío si podía evitarse, como si
tuviera esa clase de poder. Y no era tan tonta como para pensar que
tenía alguna posibilidad de vencerlo, y mucho menos a Kane y
Sebastian... quienes, como atraídos por mis pensamientos, salieron de
los árboles y se hicieron presentes.
No se movieron más allá de la línea de árboles, pero su presencia
era tan ominosa como la de Adryan.
Mi tío se rió, y sentí que se me erizaba la piel.
—No puedo decir que me sorprenda que finalmente te hayas
cambiado, pequeña Ainslee.
Sentí curiosidad por saber a qué se refería.
—Y no tiene nada que ver con estar apareada ahora.
Luca gruñó, y yo apreté el lado de mi cuerpo mucho más
pequeño contra el suyo para calmarlo.
—Es porque tienes sangre Darris corriendo por tus venas.
Quería decir "tonterías", lo cual no era propio de mí. Quería
decirle que aunque no sabía el porqué de todo este fenómeno de
cambio, en mi corazón, creía que era porque quería proteger a mi
compañero. Mis emociones se habían disparado tanto para llegar a
Luca que mi lobo se obligó a levantarse y a darse a conocer. A ser
dominante en esa instancia.
Quería hablar con Adryan, resolver esto sin violencia, pero él era
un alfa, igual que Luca, igual que cualquier otro macho en mi vida. Y
la mayoría de las veces, hablar no hacía más que entrar por un oído y
salir por el otro.
Pero ni siquiera sabía si podía volver a mi forma humana. No
tenía ningún conocimiento concreto de cómo había llegado a este
punto o cómo volver. Y parecía que Luca tampoco tenía planes de
volver a su forma humana, dado el hecho de que su enorme cuerpo
seguía bloqueando a mi tío.

Sotelo, gracias K. Cross


A veces no hacía falta decir palabras para hablar con alguien.
Salí más completamente de detrás de mí compañero y miré a los ojos
de mi tío, que eran del mismo tono de azul que los de mi madre. Nunca
tuve una relación estrecha con Adryan, pero él siempre había dejado
claro que la familia y la sangre eran los aspectos más importantes en
su larga vida.
Seguramente podía ver que Luca era mi familia ahora, que lo
amaba y que lucharía hasta la muerte por él, igual que él lo haría por
su hermana, su sangre... y algún día por su compañera.
Le miré a los ojos y le transmití todo eso sin palabras, esperando
que resonara, que encajara en su sitio y que pudiera ver lo que me
estaba haciendo al proceder. Y cuanto más tiempo miraba a mi tío,
más empezaba a flaquear su sonrisa, y más podía ver que el
reconocimiento y la comprensión cubrían su rostro.
Le suplicaba de corazón a corazón.
Podía ser frío e implacable, pero sabía que en el fondo, más allá
de ese exterior brutal y gélido, era un buen hombre. Solo que hacía
mucho tiempo que no conectaba con ese lado de sí mismo.
Exhaló y rompió el contacto visual conmigo para volver a mirar
a Luca. Durante largos momentos, no habló, y me pregunté qué
estaría pensando, qué pasaría por su mente.

¿Qué hará?
—Veo que estás dispuesto a morir por tu compañera. — dijo
Adryan con voz grave. Oí a Luca gruñir por lo bajo, una advertencia
tanto como una afirmación. Adryan me miró entonces y volvió a
exhalar, y pude notar que el sonido no era tanto de derrota como de
aceptación de nuestra posición. —Y puedo ver, pequeña Ainslee, que
tú también morirías por él.
Este sonido bajo me dejó, mi lobo respondió de la única manera
que podía.
Otro momento de tensión pasó entre nosotros, y luego miró a
Kane y Sebastian e inclinó la barbilla. —Nos vamos ahora. — dijo en
un tono uniforme y apático y miró a Luca. —Tengo mi propia mierda
personal de la que tengo que ocuparme. — Miró fijamente a Luca. —
Trátala bien, lobo, o nos volveremos a encontrar.

Sotelo, gracias K. Cross


Luca gruñó por lo bajo en señal de advertencia.
Adryan se rió, y con una mirada más en mi dirección, se fue.
Me quedé congelada en el sitio, sin creerme que realmente
hubiera terminado, que Adryan hubiera cedido, que hubiera sabido
cuándo parar.
Pero aquí estábamos, Luca y yo solos en nuestra propiedad, la
amenaza realmente... había desaparecido.
Solo cuando percibí que Adryan y los primos se marchaban,
sentí que me invadía una especie de calma. Estaba mirando el bosque
oscuro cuando sentí un empujón a mi lado, y el olor de Luca me
invadió al instante. Había estado tan concentrada en asegurarme de
que se iban que no había prestado atención a nada más.
Luca seguía frotándose contra mí, y sabía que su lobo estaba
poniendo su olor en mí, marcándome de una manera que nunca había
hecho antes. Quería perderme en lo bien que me sentía al lado de
Luca, los dos en nuestras formas animales, la naturaleza que nos
rodeaba. Quería correr libre con él, sentir el viento a través de mi
pelaje, sentirlo realmente por primera vez en mi vida.
De repente, todos los olores, sentimientos y sensaciones se
apoderaron de mí. Sentí el peso aplastante de todas las emociones de
los últimos momentos, de lo que podría haber perdido... de a quién
podría haber perdido. Sentí un abrazo asfixiante de esa oscuridad, y
antes de que pudiera dominarla o intentar controlarla, el dolor me
arrastraba.
No era tan intenso como el del primer cambio, pero no había
forma de detenerlo, no cuando mi ropa fue arrancada de mi cuerpo
durante el cambio. Mi pelaje se desgarró y fue sustituido por piel. Mi
cuerpo se contorsionó y se transformó de lobo a humano. Y con un
sonoro estallido en mis oídos y un destello de luz cegadora en mi
campo de visión, me encontraba desnuda en el suelo y temblando.
Me encontré en los brazos de Luca al instante, que me levantó
suavemente y me acunó. Sentí que estaba tan desnudo como yo, y que
nuestra ropa no era más que jirones en el suelo del bosque. Su piel
era tan cálida que me acurruqué contra él y absorbí ese calor. Empezó

Sotelo, gracias K. Cross


a murmurar cosas contra la coronilla de mi cabeza, palabras suaves
en rumano que yo sabía que eran cariños.
—Mi fuerte y perfecta compañera. — Sus brazos me rodearon
con fuerza y cerré los ojos y suspiré cuando sus palabras susurradas
se filtraron en mí. Dejé que mi macho me llevara de vuelta a nuestro
nuevo hogar, y no se detuvo hasta que estuvimos en el baño. Me
abrazó todo el tiempo mientras iniciaba el baño, añadiendo los aceites
de lavanda que sabía que me gustaban desde que estaba en la finca.
Una vez que estuvimos los dos en la bañera, con Luca detrás de mí,
me sentí transportada a los días anteriores, cuando él había hecho
esto por primera vez.
Me perdí en las sensaciones de sus manos recorriendo mi cuerpo
suavemente, mientras pasaba el jabón por mi carne demasiado tierna.
Volví a apoyar la cabeza en su pecho y suspiré satisfecha. Era como si
él supiera lo sensible que era mi cuerpo y fuera consciente de ello.
—Las primeras veces que cambias, es doloroso, y cuando vuelves
a tu forma humana, tu cuerpo es ultrasensible. — Su voz era baja y
tranquilizadora, y lo agradecí porque mis sentidos se habían
agudizado hasta el punto de que la luz tenue del baño era casi
demasiado brillante. —Pero se hace más fácil, y en poco tiempo, ya no
hay dolor, solo esta sensación de euforia de estar finalmente en tu
animal. — Me besó la sien y susurró: —Te amo, cariño.
Quería hablar sobre el cambio, quería aprender todo lo que
pudiera desde su perspectiva. Seguro que él también tenía preguntas,
pero yo no tenía respuestas para ellas. Ni siquiera sabía si sería capaz
de volver a cambiar. No sabía si tendría que experimentar emociones
elevadas para ser mi animal. Esperaba que así fuera, porque tenía que
admitir que me encantaba esa sensación salvaje e intensa de dejar que
ella tomara el control.
Puse una mano sobre su brazo, que ahora era una banda de
músculos gruesos sobre mi pecho, como si temiera que me fuera a ir.
—Yo también te amo, Luca. — Y lo hacía. Dioses, amaba a este hombre
y todo lo que era, todo lo que representaba. Lo amaba más que a nada.
No tenía ni idea de lo que nos deparaba el futuro ni de si nos
enfrentaríamos a algún otro obstáculo, pero estaba preparada. Porque

Sotelo, gracias K. Cross


sabía que, al final, estaría junto a mi compañero y todo estaría bien.
Lo sabía con todo mí ser.
Y con ese último pensamiento, dejé que mi compañero me
cuidara.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 32
LUCA

La noche siguiente…
No podía respirar y me levanté para ajustarme el cuello de la
camisa.
—Estás muy bien, pero hasta yo noto que estás nervioso.
Miré el dulce rostro de mi compañera y sentí que sus palabras
se infiltraban en mí y calmaban mi palpitante corazón.
Lo pensara ella o no, estaba dispuesto a meterme en otra bronca
con su Padre y sus hermanos. No estaba convencido de que fueran a
aceptar nuestro apareamiento, independientemente de lo que le
dijeran.
Aunque hubiera preferido un lugar neutral para hacer este
encuentro, mi Ainslee se sentía más cómoda en la casa de su familia,
y no iba a negarle nada.
Después de la situación de Adryan, Ainslee llamó a su familia.
Aunque todos los instintos protectores que había en mí rugían
diciendo que quería ser el único que cuidara de ella, intentaba
educarme en que tenía a otras personas además de a mí, y tenía que
acostumbrarme a dejarla tener eso.
Me alegré de que Banner, una vez que se enteró de las
estupideces de Adryan, hubiera querido ir por el macho y arrancarle
la garganta. Yo me habría puesto al frente de esa fila en un instante.
Pero todos necesitaban “calmarse y tranquilizarse”, como había dicho

Sotelo, gracias K. Cross


Ainslee. Y por ella, podía retroceder. Por ahora. Pero si ese imbécil
volvía a poner un pie cerca de mi compañera, no habría nada que me
impidiera arrasar con él hasta que no quedara nada.
Así que aquí estábamos, de pie frente a las enormes puertas
dobles de madera, los grabados y los detalles lobunos hablando de su
ascendencia. Deslizó su mano entre las mías y me miró, con una suave
sonrisa en sus labios. No pude evitarlo. Agaché la cabeza y le robé un
beso, saboreándolo, dejando que me diera fuerzas para superar los
siguientes momentos.
Y cuando la puerta se abrió y una mujer carraspeó, me levanté
rápidamente, sintiéndome como un niño al que acaban de atrapar
comiendo el postre antes de la cena.
La mujer del otro lado era claramente la madre de Ainslee. El
parecido era asombroso. Su largo cabello era claro y le caía sobre los
hombros, y sus grandes ojos azules miraban a su hija con amor
maternal. Extendió sus brazos y, sin decir nada, Ainslee se dejó caer
en ellos.
Me quedé observando la interacción, percibiendo el amor y el
afecto entre ellas, y odiando haber causado cualquier tipo de conflicto
entre mi compañera y su familia.
Pasaron muchos momentos después de que Ainslee se apartara
cuando me di cuenta de que su madre me estaba mirando. Me miraba
de arriba a abajo de forma escrutadora, el tipo que un padre da a un
posible pretendiente.
—Vaya, eres un gran lobo, ¿verdad?
Me aclaré la garganta y, por primera vez en mi larga vida, me
sentí... tímido ante su evaluación.
—Así que tú eres el lobo que se llevó a mi niña y la escondió. —
No lo formuló como una pregunta, y no me molesté en responder.
Simplemente se enderezó e inclinó la cabeza. Ambos sabíamos
que lo que ella decía era la verdad. Lo que ella no sabía, o tal vez sí,
era que lo volvería a hacer sin dudarlo si el resultado final fuera el
mismo y Ainslee estuviera en mis brazos.

Sotelo, gracias K. Cross


Permaneció en silencio durante varios segundos más antes de
que una pequeña sonrisa se dibujara en sus labios. —Me ha dicho lo
bien que la tratas.
Sentí que mi pecho se hinchaba de orgullo y asentí, sin poder
evitarlo, mientras rodeaba con mi mano la cintura de mi compañera y
la acercaba a mi lado, sintiéndome protector con ella incluso ahora.
—Te agradezco que la cuides y la mantengas a salvo. Es preciosa
para nosotros.
—Como lo es para mí. — dije finalmente, queriendo que su
madre supiera lo mucho que apreciaba a Ainslee.
Su sonrisa se amplió. —Bien. Exactamente lo que quería oír. —
Dio una palmada y miró entre las dos. —Tengo la sensación de que
haría falta mucho para apartarte del lado de mi hija, ¿no es así?
Gruñí en señal de acuerdo y escuché a Ainslee reírse a mi lado,
luego su madre hizo lo mismo.
—Me gustas, Luca. Creo que encajarás bien en una casa llena
de Lycans prepotentes y testarudos. — Se hizo a un lado y extendió el
brazo. —Bueno, pasen los dos. — Me miró fijamente. —Esta es ahora
tú casa también, Luca.
Sentí que algo se agitaba en mi pecho, una sensación familiar
que solo había sentido entre Ren y nuestra familia. Esta hembra me
abría sus puertas, me recibía con los brazos abiertos a pesar de que
la preocupaba porque le había quitado a su hija. Sin embargo, me
hacía saber que, pasara lo que pasara, yo formaba parte de esta
familia.
Mantenía a Ainslee cerca de mí, con ese miedo dentro de mí de
que intentaran llevársela de nuevo, algo que probablemente nunca
superaría. Pero ella mantenía su mano alrededor de la mía, dándome
un apretón tranquilizador, como si conociera la ansiedad y la
preocupación que sentía.
Su madre miró hacia atrás varias veces, con una pequeña
sonrisa casi secreta en su rostro, con los colmillos brillando de vez en
cuando. Y entonces nos hicieron pasar a una gran sala, con una
enorme chimenea y una pared entera con estanterías del suelo al
techo.

Sotelo, gracias K. Cross


Había un escritorio ornamentado de aspecto antiguo situado en
la biblioteca, pero mi atención se centraba ahora en los tres varones
que estaban de pie a tres metros de nosotros. Todo mi cuerpo se tensó
mientras miraba a Banner y a sus hijos.
Banner tenía el ceño fruncido mientras estrechaba sus ojos
hacia mí. Sentí su odio hacia mí, pero tendría que lidiar con ello,
porque nada ni nadie me alejaría de mi Ainslee.
Y luego estaban los dos cachorros. Sabía, por mi investigación
sobre mi pareja antes de viajar a Escocia, y por haberlos visto en la
ceremonia de apareamiento de Ren, que eran tres, trillizos. Y eran la
viva imagen de su padre, hasta el ceño fruncido que me lanzaban.
Mi mano rodeó la cintura de Ainslee y ella me miró. —Está bien.
— susurró y se levantó de puntillas para darme un beso en la mejilla.
Sentí que el calor y la calma me invadían de inmediato, todo por
su contacto. Y entonces volví a prestar atención a Banner, quien, tras
unos segundos de mirarme fijamente, miró a Ainslee.
Su expresión cambió por completo, suavizándose hasta un
punto que no habría creído que fuera capaz de tener emociones
gentiles como las que estaba mostrando por su hija si no lo hubiera
presenciado de primera mano.
—Muchacha, ven aquí y dale un abrazo a tu Pa para que sepa
que esto es real.
Me dio otro apretón de manos tranquilizador antes de dirigirse a
su Padre. Fue difícil dejarla ir, incluso a esos pocos metros. Todos mis
instintos me pedían que la mantuviera cerca.
Banner la abrazó y prácticamente pude ver cómo disminuía la
tensión que llevaba en sus anchos hombros. Me sentía identificado.
Ainslee alivió la tensión en mí como si fuera la propia magia.
Empezó a murmurar palabras suaves para ella, unas que no
pude entender porque hablaba gaélico, pero me di cuenta de que eran
cariños. Sin duda me veía como un lobo feroz que pretendía devorar a
su hija.
Le dio otro fuerte abrazo antes de retroceder y abrazar a sus
hermanos, cada uno de los cuales decía cosas en voz baja para que

Sotelo, gracias K. Cross


solo ella las oyera. Y entonces volvió a mi lado como si supiera que
estaba perdido sin ella cerca.
El olor de su felicidad por estar en casa y ver a su familia me
hizo sentir bien. Porque su placer era el mío a cambio. Echó un vistazo
a la habitación antes de preguntar: — ¿Dónde está Caelan?— Miró a
su alrededor y, por un momento, el pánico se apoderó de mí al pensar
que lo había herido mucho más de lo que suponía.
Por supuesto, no me preocupaba que el bastardo estuviera
herido. Me había atacado y se merecía todo lo que había conseguido.
Mi preocupación era porque herir a su hermano sin duda haría sufrir
a mi Ainslee, y eso era lo último que quería.
Los gemelos empezaron a arrastrar los pies antes de frotarse una
mano en la nuca como si se sintieran repentinamente incómodos. Su
Padre cruzó sus fornidos brazos sobre el pecho y no dejó de mirarme.
Y entonces su madre se aclaró la garganta, rompiendo el silencio.
—Sí, ha habido una situación con tu hermano que ha
encontrado a su pareja. — Hizo caso omiso de la clara preocupación
en la cara de mi compañera. —No te preocupes. Sacará la cabeza del
culo y volverá a casa.
—Que el tío Adryan lo rastree. — dijo uno de los hermanos, y un
gruñido bajo dejó a Banner.
— ¿Después de lo que hizo ese bastardo yendo a por Ainslee sin
que yo lo supiera? ¿Después de haberla puesto en peligro?— Sacudió
la cabeza, con los ojos brillantes de su lobo. — ¿Y el imbécil ni siquiera
nos lo dijo después del hecho? Tuve que enterarme de todo por mi
pequeña. — Su mandíbula se apretó. —Joder, no. Estropearía las
cosas aún más. No solo está ahora en mi lista de mierda y debe
recompensar al clan, sino que ya no está en Escocia. Regresó a los
Estados Unidos hace horas, y estoy agradecido por eso. Tiene suerte
de que se haya ido, o le daría una patada en el culo...
—Banner. — siseó su compañera, y él frunció el ceño hacia el
suelo pero permaneció en silencio. —No es por eso que Ainslee y su
compañero vinieron hoy, y no vamos a entrar en eso. Y antes de que
abras la boca sobre Caelan, tampoco vamos a hablar de él ahora. Es
un chico grande, y se dará cuenta a su debido tiempo. Probablemente
esté persiguiendo a su compañera porque ella fue más astuta que él.

Sotelo, gracias K. Cross


Los gemelos comenzaron a reírse y murmuraron de acuerdo.
Banner se limitó a gruñir.
—Estamos aquí porque hay que arreglar y aclarar las cosas, y
todos van a estar de acuerdo. — Su voz no admitía discusión. —Lo
hecho, hecho está, y todos estamos contentos por la situación, ¿no?—
Luna no lo expresó como una pregunta. Cruzó los brazos sobre el
pecho y pude ver su mandíbula apretada mientras miraba a Banner y
a sus hijos.
Estaba claro que dudaban en inclinarse, así que mantuve a
Ainslee cerca, todo dentro de mí decía que si tenía que salir corriendo
con ella, lo haría en un instante.
Pero al cabo de unos segundos, vi que Banner se relajaba aún
más y asentía secamente. —No habrá más peleas entre el clan Lycan
MacCallan y los Lupineov. Aceptamos y aprobamos el apareamiento
entre Ainslee y Luca.
Entrecerré los ojos hacia Banner, queriendo decirle que no
necesitaba su maldita aprobación, pero mantuve la boca cerrada,
abracé a mi compañera e incliné la cabeza.
Por mi compañera, aceptaría cualquier cosa, aunque eso fuera
darle a su Padre la falsa idea de que sin su bendición no habría
apareamiento.
— ¿Chicos?— incitó Luna en un tono bajo, y después de un
segundo, los dos murmuraron su acuerdo sobre la paz entre todos.
Luna aplaudió alegremente, y poco a poco sentí que la tensión
empezaba a abandonar la habitación. —He hecho preparar una gran
comida para celebrar el apareamiento y que dos clanes de Lycans se
unan como una familia. — Luna se acercó a Ainslee y la atrajo hacia
sí. —Ven, cariño, vamos a asaltar la bodega en busca de un buen vino
añejo. Quiero que me cuentes todo sobre la casa que te compró tu
compañero y quiero que me cuentes cómo fue tu primer cambio. —
Luna me miró y sonrió, mostrando de nuevo sus colmillos. —Quiero
saberlo todo, sobre todo lo bueno que ha sido tu compañero durante
toda esta experiencia. — Pude ver el agradecimiento en sus ojos ante
eso, pero no lo había hecho por nadie más que por mi Ainslee. Y lo
volvería a hacer.

Sotelo, gracias K. Cross


Una vez que las hembras se fueron, lo que me había costado
muchísimo dejar que Ainslee se fuera de mi lado, miré fijamente a
Banner. Los hijos debieron percibir la tensión, porque se fueron
segundos después, dejando a dos alfas solos en la habitación.
No hablamos, y crucé los brazos sobre el pecho, esperando que
se revelara lo que fuera que tenía Banner en mente.
Dio unos pasos hacia delante y se detuvo. Era casi tan alto como
yo, pero debido al estado medio Lycan en el que había estado durante
tanto tiempo, todavía le superaba en masa muscular.
—Si alguna vez descubro que has hecho daño a mi hija, me
aseguraré de cazarte y desollarte vivo. — Dio otro paso adelante. —
Diablos, si se golpea el dedo del pie en tu presencia y llora, iré por ti,
lobo.
Sonreí, con un siniestro destello de mis dientes y caninos. —Si
alguna vez llora en mi presencia, me despellejaré.
Banner se quedó quieto, con una expresión dura. Tras un largo
momento, se enderezó y asintió. —Bien, entonces tenemos un
acuerdo. — Levantó la mano y me tensé, pero lo único que hizo fue
darme una palmada en el hombro. —Bienvenido a la familia. Espero
que estés preparado para todo lo que conlleva.

Exhalé lentamente. Llevaba toda la vida preparado para esto, para mi


hembra.
Porque con Ainslee a mi lado, todo lo demás era fácil.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 33
AINSLEE

Habían pasado horas desde que regresamos a nuestro hogar.


Sentí que una sonrisa se dibujaba en mi rostro ante las emociones que
esa simple frase evocaba en mí.

Nuestro hogar.
Era extraño pensar realmente en el hecho de que estaba
emparejada, y más extraño aún darme cuenta de todo lo que había
sucedido en tan poco tiempo.
En poco más de una semana, había encontrado a mi pareja
vinculada, casi había estallado una guerra entre vampiros y Lycans,
mi sádico y sanguinario tío casi había matado a mi pareja, había
cambiado de forma por primera vez en mi vida y Caelan seguía
desaparecido, presumiblemente a la caza de su pareja.
Dios, todo eso era un trabalenguas, pero al final, las cosas
habían parecido funcionar.
Solo esperaba que durara, pero cuando me acurruqué contra el
costado de Luca y sentí que me rodeaba con su brazo, con ese rumor
de posesividad que lo abandonaba, supe que, pasara lo que pasara,
nos cuidaríamos mutuamente.
Sentí que me besaba la parte superior de la cabeza y pasé la
palma de la mano por la amplia extensión de su pecho. Tenía el pecho
desnudo y llevaba unos vaqueros de tiro bajo. Yo solo llevaba una
camiseta, una de las suyas, que me colgaba por encima de las rodillas.

Sotelo, gracias K. Cross


El material olía a él y me producía un cosquilleo en la columna
vertebral.
Nada más llegar a casa habíamos salido a correr por la finca,
algo que sabía que ambos necesitábamos.
Después del tiempo que había pasado con mi familia -aunque
había sido estupendo verlos y que todo saliera bien-, había habido una
tensión evidente y comprensible. Puede que mi Padre aceptase mi
emparejamiento con Luca, pero tardaría mucho tiempo -si es que
alguna vez lo hacía- en estar totalmente de acuerdo con todo lo
sucedido.
—Es tan extraño que mi lobo haya despertado por fin. — dije en
voz baja mientras apoyaba la cabeza en su pecho y miraba el fuego.
Aunque la finca estaba bastante modernizada con electricidad y agua
corriente, carecía de otras cosas a las que estaba acostumbrada. La
televisión y el Wi-Fi eran dos de ellas.
Tendría que remediarlo pronto.
Estaba bastante segura de que mi compañero de casi
cuatrocientos años ni siquiera conocía Netflix.
—Me alegro de que se haya despertado. Aunque no me agrada
que haya sido por el peligro que está pasando. No me gusta que no
estés protegida en todo momento. — Su brazo se apretó alrededor de
mí como si el solo hecho de pensar en ello le inquietara.
Me sentía más fuerte con mi lobo ascendente, pero sabía que eso
no significaba que mi lado Lycan fuera más dominante que el
vampírico. Los híbridos no eran algo común en el Otro Mundo, al
menos no que yo o mi familia hubiéramos escuchado mucho. Así que
no estaba segura de sí en el futuro mi lado Lycan volvería a ser
recesivo. Tal vez mi lado vampírico se alzaría y se volvería dominante.
Ni siquiera sabía qué pasaría si me quedaba embarazada.
Todo estaba tan en el aire y desconocido, en lo que respecta a...
todo.
—Amor es una palabra tan insulsa para lo que siento por ti. —
murmuró Luca contra la coronilla de mi cabeza, con la voz un poco
distraída, como si estuviera perdido en sus pensamientos.

Sotelo, gracias K. Cross


Su voz profunda me sacó de mis pensamientos y me centré en el
aquí y el ahora. En el mundo en el que vivíamos, eso era todo lo que
podíamos hacer para mantenernos a flote.
Me aparté y lo miré. Ya me estaba mirando a los ojos, con la
comisura de la boca curvada en una sonrisa.
—Sí. — susurró, y me acarició un lado de la cara. —No hay
ninguna palabra en ningún idioma conocido o desconocido que pueda
acercarse a describir lo que siento por ti.
El corazón me dio una fuerte sacudida en el pecho. Me pasó el
pulgar por debajo del ojo, con un tacto suave y delicado, y el
movimiento de las caricias me adormeció aún más.
—Eres lo más preciado para mí, Ainslee. No tengo sentido sin ti.
El corazón me dio otra sacudida en el pecho y respiré con fuerza,
exhalando lentamente y moviéndome en el sofá para poder levantarme
y besarlo.
El beso fue lento y deliberado, una respuesta no verbal para
demostrarle que sentía lo mismo. Pero tal vez tenía que demostrárselo
de otra manera. Tal vez tenía que decírselo para que no hubiera
ninguna duda de que él también era mi mundo.
Pero con cada segundo que pasaba, nos besábamos más
apasionadamente, el fuego que ardía en las venas de ambos por todo
lo que había llevado a este momento nos consumía.
Deslizó su mano a lo largo de mi mejilla, sobre el lado de mi
cuello, y agarró mi nuca. Pude sentir y saborear su lado salvaje, y eso
me excitó aún más. Estaba completamente excitada, goteaba tanto de
humedad que me cubría el interior de los muslos.
Tal vez fuera el hecho de que casi perdí a mi compañero.
Tal vez fuera el hecho de que ambos podríamos haber muerto en
cualquier momento.
O tal vez era todo.
Mi vida había dado un vuelco, y aunque a fin de cuentas era para
bien y todo lo que quería... todo mi mundo se había tambaleado y se
había inclinado sobre su eje.

Sotelo, gracias K. Cross


Y la necesidad de sentir me montó tan fuerte que me levanté y
me puse a horcajadas sobre la cintura de Luca. Su gemido de
aprobación me hizo abrir la boca y besarlo con más fervor. Sentí que
mi loba se levantaba con su propia hambre de aparearse con nuestro
macho. Sentí que el apetito por la sangre de Luca despertaba mi lado
vampírico con una ferocidad que me sobresaltó.
Mis colmillos se clavaron en su labio inferior, y ambos gemimos
mientras lamía la herida, chupando su labio y haciendo rechinar mi
coño en su entrepierna vestida de vaqueros.

—Mi Ainslee. — gimió, y me cogió la nuca con una mano, y


enroscó los dedos de la otra alrededor de mi cadera, empujándome
hacia abajo para que me sentara completamente sobre la enorme
longitud apenas contenida detrás de sus pantalones.
—Mi vida es tuya. — murmuró contra mis labios. —E incluso
después de que haya muerto y me haya ido, y si hay una vida después
de la muerte, siempre te estaré buscando. Solo te querré a ti.
Este llanto/gemido me dejó al amor que sentía por este macho.
La conexión de enlace nos tenía predestinados, pero mi corazón estaba
ahora en esto para siempre.
—Te amo. — susurré contra sus labios y sentí su mano apretada
en mi cadera. —Te amo, y la idea de casi perderte...— Mi cuerpo se
estremeció sobre el suyo, la ansiedad y el miedo y... el dolor tratando
de reclamarme.
—Eres mía, y yo soy tuyo. Si alguien intentara arrebatarte,
tendría que destrozarme a mí primero. — Se apartó y me miró a los
ojos. —Y no sería una tarea fácil, Îngeraș. — Se inclinó hacia mí y me
besó de nuevo, y al mismo tiempo utilizó su mano en mi cintura para
mecerme de un lado a otro en su regazo. —Eres mi corazón, y un
macho no puede vivir sin su corazón. Mi pequeño ángel. Mi Ainslee.
Gemí y empecé a moverme contra él por mi cuenta, hacia delante
y hacia atrás, lenta y fácilmente, mi excitación era tan poderosa que
me estaba robando la cordura. —Necesito sentir que eres real, que
esto es real, Luca. — Jadeé contra su boca y lo besé con más fuerza.
—Necesito sentirme cerca de ti para saber que no te vas a ir a ninguna
parte. Nunca.

Sotelo, gracias K. Cross


—Nunca, cariño. Estamos atados el uno al otro hasta el fin de
los tiempos. — Metió la mano entre nosotros y me levanté. Desabrochó
el botón de sus vaqueros y luego bajó la cremallera.
Me sentía demasiado frenética para él, esta prisa me llenaba, mis
dos lados del Otro Mundo se levantaban. Le aparté la mano y metí la
mía entre el material ahora abierto, enrollé -o intenté hacerlo- mi
mano alrededor de su gruesa polla y la saqué. —Eres tan grande, tan
duro...
—Es solo para ti. — gimió. —Solo será para ti. — Su mano se
flexionó en mi cadera, y sentí el pinchazo de sus garras. Sus ojos
brillaron por su elevación animal, y sentí que los míos respondían. —
Nunca desearé a ninguna otra.
Me levanté y alineé la cabeza bulbosa en mi entrada, mi coño tan
húmedo que mi excitación se derramó de mí y cubrió su polla.
Maldijo en rumano, los músculos de su cuello sobresalían de lo
tenso que estaba. —Puedo sentir los jugos de tu coño deslizándose por
mi pene. — Cerró los ojos y separó los labios, sus caninos brillaron.
Mis propios colmillos respondieron y se alargaron aún más, y bajé los
ojos al corte de su labio. Lo besé al mismo tiempo que me hundía en
su polla, tomando la longitud de Luca hasta la empuñadura.

—Jesucristo. — rugió contra mi boca, con una voz gruesa que hizo
que mis pezones se levantaran.
Me sentí más salvaje que nunca y empecé a levantarme y a
golpear mi coño contra él. Una y otra vez, con mis pechos temblando
bajo la tela. La camisa me rozaba la carne y, como si me hubiera leído
la mente, Luca alargó la mano y agarró el material, rompiéndolo por
la mitad en un poderoso movimiento.
El sonido de la tela desgarrándose me excitó aún más, y sentí
que algo cambiaba en mí, vi cómo Luca volvía a gruñir.
—Tus ojos, nena.
Ahora lo montaba con fuerza, rebotando sobre su polla, el sudor
empezaba a cubrir mi carne, mis pechos se agitaban vigorosamente.
El fuego que ardía en la chimenea detrás de mí calentaba mi carne de
forma erótica.

Sotelo, gracias K. Cross


—Brillan en rojo. — dijo con asombro en su voz. —Joder, tu lado
vampírico es fuerte. — Gruñó y apretó los dientes, su placer era
tangible.
Sentí que mi lado vampírico se elevaba, que mis dos mitades no
chocaban sino que se mezclaban como una sola.
Luca me sujetó las caderas, levantándome y volviéndome a
golpear al mismo tiempo que yo subía y bajaba sobre él.
—Muérdeme, hembra. Toma de mí como encuentres tu placer.
— gruñó.
Sentí que mi clítoris se frotaba contra la raíz de su polla cada vez
que presionaba hacia abajo.
—Vente para mí. — volvió a exigir, y justo cuando sentí el
cosquilleo en la base de mi columna vertebral por mi inminente
clímax, siseó: —Ahora.
Abrí la boca cuando él inclinó la cabeza hacia un lado, y le
perforé el cuello cuando llegué al límite y me corrí por Luca.
El empujaba dentro de mí al mismo tiempo que yo presionaba
sobre él, mi placer era tan intenso que era difícil concentrarse en beber
de él.
— ¡Mierda!— gritó y sujetó mis caderas sobre él, sus dedos se
clavaron con tanta fuerza en mi carne que supe que mañana llevaría
su marca. —Me estoy corriendo. — gimió, y chupé con más fuerza,
saboreando su placer que cubría su sangre, lo que desencadenó otro
orgasmo en mí.
Me separé de su cuello y jadeé mientras el placer alcanzaba su
cresta y su pico, subiendo cada vez más hasta que me mareé. Sentí
que se corría dentro de mí, su gran cuerpo estremeciéndose bajo el
mío, su semilla llenando cada centímetro de mí. Era caliente y espesa
y me excitaba muchísimo.
Me desplomé contra él cuando el placer desapareció, mi pecho
sudoroso contra el suyo, nuestra respiración errática. Me pasó la
mano por la espalda y me estremecí. A pesar de que Luca ya se había
corrido, seguía sintiendo lo duro que estaba dentro de mí. Eso hizo

Sotelo, gracias K. Cross


que una pequeña sonrisa curvara mis labios ante el hecho de que mi
compañero fuera tan insaciable para mí.
—Te amo. — susurré. Sentí su cuerpo flexionarse ligeramente
bajo el mío, sentí sus brazos rodear mi cuerpo para mantenerme cerca.
—Mi Ainslee. Mi dulce y perfecta compañera. Te amo.
Y mientras me recostaba contra el pecho de mi compañero y
pensaba en todas las posibilidades que me ofrecía el futuro, supe que,
independientemente de los temores que me acecharan, mientras
tuviera a Luca a mi lado, podría capear cualquier tormenta.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 34
DARRAGH

Podía sentirlo. Tan cerca. Estaba tan cerca. Juré que la


sensación de su cálido aliento recorría mi nuca.
Estaba aterrorizada... pero también sentí algo más.
Era un extraño despertar, un pinchazo en mi cuerpo, como si
algo intentara escapar.
Un sollozo ahogado me abandonó, y bombeé mis brazos más
rápido. Más fuerte.
Mi visión era borrosa, y no dejaba de limpiarme los ojos, pero
había tropezado tantas veces que la suciedad manchaba mis manos,
manchando mi cara, empeorando aún más mi vista.
Y luego estaba el hecho de que no podía ver una mierda, la
oscuridad era tan densa que la luz de la luna ni siquiera parecía
penetrar en las copas de los árboles.
Juré que podía sentir su cálido aliento en mi nuca, podía
escuchar los sonidos animales que provenían de él. No sabía qué era,
no sabía quién era.
Lo único que sabía con certeza era que me perseguía y... que me
atraparía.
Aparté las ramas bajas, pero seguían golpeando mis brazos y mi
cara como una marca de la naturaleza.

Sotelo, gracias K. Cross


Mi pie se enganchó en una raíz, y mi cuerpo se impulsó hacia
adelante por la fuerza. Caí con fuerza, oí el chasquido de algo y grité.
El hombre, la bestia, lo que quiera que sea, rugió y yo grité, con las
lágrimas nublando aún más mi visión.
Me di la vuelta para estar sentada en el suelo y poder verle venir
hacia mí. Sabía que me había roto algo por la grieta, pero ahora mismo
no sentía ningún dolor.
—Oh Dios. — Mi voz era apenas un susurro, las palabras apenas
se sostenían en el aire.
Intenté retroceder, con los talones clavados en el suelo fangoso
y los dedos hundidos en la tierra. Pero no conseguía tracción. Y él
seguía acechando. Sin dejar de avanzar. Sus ojos se fijaron en mí y...
brillaban de forma antinatural. Místicamente.
— ¿Qu-qué eres?— Mi voz no era más que un sonido
estrangulado. Y mientras pronunciaba las palabras, él redujo la
velocidad antes de detenerse. Estaba a solo medio metro de mí, su
cuerpo era tan grande que ocupaba toda mi vista. Y cuanto más
tiempo lo miraba, más sentía que mis ojos se abrían de par en par
mientras su cuerpo crecía frente a mí.
Parecía que se aferraba a duras penas a su control, como si no
pudiera evitarlo.
Me fijé en sus manos que se curvaban y se relajaban contra los
lados, sus uñas... garras. Una y otra vez, cerró el puño y se relajó. Y
entonces su sonrisa fue lenta, y un jadeo ahogado me abandonó al ver
sus colmillos.

Malditos colmillos. ¿Qué demonios?

Oh, Dios.
— ¿Qué eres?— Volví a preguntar, pero no sabía si se lo estaba
preguntando a él o a mí misma.
Su sonrisa se mantuvo en su sitio mientras gruñía... sí, gruñía,
como un animal salvaje. — ¿Qué soy?— Dio otro paso hacia delante,
y a pesar de mi miedo, a pesar de la aterradora asfixia que me
reclamaba, había algo potente en su forma de oler, algo que hacía que
mi corazón se acelerara por otra razón.

Sotelo, gracias K. Cross


Estoy perdiendo la cabeza. Estoy soñando. O tal vez he muerto.
—Soy tu compañero, y nunca te dejaré ir. — Sus ojos brillaron
con ese resplandor inhumano, su expresión se hizo más sobria y se
volvió intensa y... posesiva. —Nadie te separará de mí.

Fue el sonido de algo que se movía lo que hizo que la conciencia


volviera lentamente a mí, y una vez que eso se asentó, lo siguiente de
lo que me di cuenta fue de que el tobillo me dolía mucho.
El dolor se extendió por la pantorrilla y el muslo, un latido bajo
y un dolor agudo que me hizo gemir.
Intenté abrir los ojos, pero los sentía demasiado pesados,
granulosos, como gruesas losas de cemento que los recubrían,
negándose a dejarme abrirlos. Me pesaban.
Quería mirar a mí alrededor, esta oscuridad que me asfixiaba y
hacía que el pánico aumentara rápidamente en mí. Sin embargo, no
eran solo mis ojos los que se sentían pesados, sino todo mi cuerpo.
Tiré de mis brazos y volví a oír ese sonido de tintineo y esta vez me
obligué a quitarme el pesado peso de los ojos y los abrí.
Lo primero que noté fue que estaba en una cama, y cuando
intenté desplazarme sobre ella, olí a almizcle y añejo. Había una
almohada detrás de mí y mi espalda estaba apoyada en lo que supuse
que era el cabecero.
La habitación estaba a oscuras, salvo por unas cuantas velas
encendidas y colocadas en cada una de las mesitas junto a la cama.
Pero la luz apenas penetraba en la habitación en la que me
encontraba.
Mi atención se dirigió a la ventana, unas cortinas que solo se
abrían lo suficiente como para que se viera una pequeña sección de
cristal y el exterior. Todavía era de noche, la luz azul plateada de la
luna entraba.

Es de noche... pero ¿qué noche? ¿Cuánto tiempo estuve fuera?

Sotelo, gracias K. Cross


Parpadeé un par de veces para aclarar mi visión, para que mis
ojos se adaptaran a la oscuridad, y tomé nota de mi entorno. Pero
cuando fui a poner las manos en el colchón para acomodar mi cuerpo,
ese ruido de tintineo volvió a ocurrir. Tiré de las muñecas y descubrí
que estaban sujetas a algo.
Incliné la cabeza hacia atrás y miré mis manos, la confusión se
instaló en mí por un momento mientras asimilaba y comprendía
realmente lo que estaba viendo. Tenía esposas en ambas muñecas y
estaban sujetas a los barrotes metálicos de la cabecera. Si vuelvo a
tirar de ellas, me daré cuenta de que sí, de que estoy bien atada.
Siseé cuando el metal se clavó en mi piel y, cuando fui a empujar
los pies contra el colchón para hacer palanca, un dolor punzante me
subió por la pierna.
Intenté recordar lo que había pasado, pero mi mente estaba
nublada, los acontecimientos que me habían llevado a despertarme
ahora mismo eran confusos. Miré la pierna que me dolía a lo largo del
cuerpo y la vi envuelta en lo que parecían férulas a ambos lados del
tobillo.
Se oyó un crujido en la habitación contigua y levanté la cabeza,
con el corazón acelerado. Enrosqué los dedos alrededor de los barrotes
de hierro y me eché un poco hacia atrás, sentándome más
completamente. Gracias a Dios, seguía vestida, pero mi situación
parecía sacada de una de esas películas de suspense psicológico en
las que la chica es secuestrada y encadenada a la cama por un
psicópata.
Contuve la respiración mientras esperaba y escuchaba. Pero
entonces sentí que mis ojos se abrían hasta el punto del dolor cuando
vi la enorme sombra de lo que claramente era un hombre de pie justo
afuera de esta habitación. Empecé a hiperventilar al ver su enorme
tamaño, y aunque no podía ver mucho más que su silueta gracias a
las sombras, estaba muy claro que era monstruoso.
Dio un paso hacia delante, y luego uno más; y me di cuenta de
que, como sus hombros eran tan anchos, antes de poder pasar por la
puerta, tuvo que girar ligeramente hacia un lado.

Oh, mí jodido Dios.

Sotelo, gracias K. Cross


Las lágrimas se deslizaron por mis mejillas antes de que me diera
cuenta de que estaban cayendo, y maldita sea, ni siquiera pude
limpiarlas por culpa de las esposas. Volví a tirar de las esposas, sin
importarme que el dolor que me producía en las muñecas me dejara
sin aliento.
—Te harás más daño si sigues luchando.
Me quedé helada al oír su voz. Era profunda y con una extraña
distorsión.
—No me haría daño si no estuviera encadenada. — Dios, ¿por
qué dije eso?
Se acercó un paso más, y el brillo de la luna y las velas me
permitieron finalmente verlo bien.
Era... hermoso, de una extraña manera salvaje y brutal.
Sentí un calor en el pecho, tan incómodo como extraño. Esta
opresión cubría mi carne, como si necesitara desesperadamente una
loción.
No dijo nada, solo me miró fijamente, observándome como un...
depredador. —Ahora lo entiendo.
Mi corazón latía tan fuerte que apenas podía oír nada más. —
¿Entender qué?— Mi voz era baja, quizá demasiado baja para que él
la oyera.
Y él me observó con la expresión más intensa en su rostro.
¿Había visto alguna vez una mirada así en otra persona?
Las sombras lo envolvían y hacían que sus rasgos parecieran
más afilados, como si estuvieran cortados con una cuchilla. Dio un
paso más hacia el interior de la habitación, y yo apreté la espalda
contra la almohada, los barrotes de hierro presionando a través del
fino relleno y clavándose en mi espalda.
Se detuvo en el borde de la cama, y aunque el colchón era
enorme, su cuerpo lo parecía aún más.
¿Había visto alguna vez a otra persona tan grande? Solo su
altura debía superar el metro ochenta. Y sus hombros eran
increíblemente anchos, con cortes de músculos magros que se

Sotelo, gracias K. Cross


estrechaban hasta llegar a bíceps abultados y tendones duros y
antebrazos forrados de tendones.
Aunque llevaba una camiseta, el material era blanco y parecía
sucio y roto, y apenas ocultaba las crestas onduladas de su six-pack
bajo la tela.
Sentí que el rubor se apoderaba de mí al verlo y, a pesar de mi
situación, estaba claro que a mi cuerpo le importaba una mierda.
Porque el calor que sentía solo podía ser por la excitación.
Me reprendí a mí misma por mirarlo como lo hacía y me odié por
sentir cualquier tipo de deseo al ver al hombre que me había
secuestrado.
Extendió el brazo y enroscó las manos alrededor del zócalo de
hierro forjado. —Ahora entiendo por qué los hombres llegan al extremo
de romper las reglas por sus compañeras. — Sus manos se apretaron
contra el hierro.
Sus palabras no tenían sentido. ¿Machos? ¿Compañeros?
¿Quién hablaba así?
Aunque tenía un marcado acento escocés, había algo muy...
inhumano en él. Entonces aparecieron destellos de memoria, y jadeé
justo cuando se enderezó hasta alcanzar su máxima altura. La
comisura de su boca se curvó lentamente y se convirtió en una
sonrisa.
Los recuerdos se agolparon en mi cerebro como un carrete de
película. Las imágenes, los sonidos y los olores de mi entorno se
precipitaron como el agua en una playa.
Me había perdido. Había habido una pelea en el bosque entre
hombres que no parecían hombres en absoluto.
Miré fijamente a mi captor. Sus ojos. Sus ojos habían brillado. Y
tenía garras.
Un chillido de miedo me abandonó, e instintivamente levanté las
piernas para apoyar los pies en la cama y alejarme de él. Siseé cuando
el dolor de mi tobillo me atravesó todo el cuerpo.
—Tranquila. — murmuró con su voz grave, demasiado profunda
y sexy. —Te has hecho mucho daño en el tobillo al huir de mí. — Había

Sotelo, gracias K. Cross


un claro gruñido en sus palabras. —Tuve que hacer todo lo posible
para entablillarlo y evitar que te hicieras más daño.
—Aléjate. — Y entonces recordé todo lo que había pasado antes
de que la oscuridad me llevara a ese bosque, antes de que el dolor
fuera demasiado intenso y dejara que me arrastrara. — ¿Qué piensas
hacer conmigo? ¿Cuánto tiempo me vas a tener aquí?
No esperaba una respuesta, y él no dijo nada al principio, pero
justo después de decir esas palabras en voz alta, recordé la última vez
que le oí hablar... en el bosque.
Me había dicho que era suya y que nadie me llevaría nunca. Y a
juzgar por las esposas que me ataban a su cama... hablaba muy en
serio.

Sotelo, gracias K. Cross


Epílogo
AINSLEE

Seis meses después…


La promesa de la primavera ya estaba en el aire, cálido y húmedo
y con ese zumbido placentero que me llenaba.
El aroma del bosque que rodeaba el hogar que compartía con mi
pareja hizo que mi corazón tronara. Inhalé profundamente, tomando
más de ese aroma dulce y limpio.
Libertad. Naturaleza. Hogar.
Me envolví el chal con más fuerza alrededor de los hombros.

Luca.
Su nombre susurró en mi mente, un bálsamo para mi alma. La
única cosa que me hacía sentir tranquila en un mundo que se sentía
todo lo contrario.
La finca de las Highlands que había comprado antes de que nos
hubiéramos emparejado era todo lo que había imaginado para mi
propia casa. Con las ondulantes colinas verdes y la propiedad boscosa
que enmarcaba nuestra enorme casa, era tan perfecta como podía
serlo.
Mi lobo interior se agitó, sabiendo que su pareja estaba cerca.
Después de la primera vez que me desplacé, hace tantos meses, para
proteger a mi compañero, la situación catastrófica que finalmente
despertó a mi animal interior, la sentí como una constante. Pero

Sotelo, gracias K. Cross


aunque ahora pudiera desplazarme, no lo hacía a voluntad y lo
provocaban emociones intensas.
Miedo.
Ira.
Placer.
Y eso me parecía bien, porque a decir verdad, tenía emociones
intensas casi todos los días, Luca se encargaba de que estuviera
constantemente feliz, siempre llena de placer.
Sin duda, me costó acostumbrarme a estar emparejada, al igual
que a vivir con alguien que no fuera mi familia inmediata. Había un
tira y afloja entre nosotros, sobre todo por mi parte, ya que mi
compañero era tan generoso y enmendable en lo que a mí respecta.
Pero vivir con un alfa Lycan exagerado tenía sus retos. Y estos
se presentaban en forma de su sobreprotección, su necesidad de
asegurarse de que siempre me cuidaba, y su naturaleza brusca y
obstinada. Pero yo no era la misma Ainslee que había sido cuando nos
conocimos. Era más fuerte, me había hecho a mí misma con el tiempo.
Estaba cómoda en mi piel y me sentía poderosa.
Y una vez que Luca se dio cuenta de eso, supo que no necesitaba
que me envolvieran en papel de burbuja, comprendió que éramos
compañeros. Podía cuidar de mí misma, aunque disfrutaba de que mi
compañero fuera tan atento como él.
Miré alrededor de la propiedad y dejé que todos los pensamientos
vagaran mientras disfrutaba del paisaje. Podía ver las ovejas a lo lejos
mientras pastaban. El sol se elevaba por encima de los árboles y hacía
que todo pareciera brillar de forma dorada.
Oí el sonido del burbujeante arroyo de la propiedad, lo
suficientemente lejos como para que el oído humano no pudiera
captarlo, pero gracias a la aparición de mi lobo, mis sentidos también
habían aumentado su sensibilidad.
Cerré los ojos e inhalé, oliendo la dulzura de las flores que
empezaban a florecer en los jardines. Sonreí, pero mi sonrisa no se
debía a mi entorno. Sonreí porque percibí a Luca.

Sotelo, gracias K. Cross


Llevé la mano al extremo del chal que me cubría los hombros, y
mis dedos recorrieron el delicado bordado a mano.
Fue un regalo que mi compañero me había hecho en nuestra
noche de apareamiento, uno que había comprado hacía siglos en un
pequeño puesto rumano. Era de otra época, una que nunca había
vivido, y eso lo hacía aún más especial porque Luca lo había comprado
solo para mí. Y aunque Luca disfrutaba cuidando de mí en todos los
sentidos, y muy claramente tomando como “proveedor” al más alto
grado, la verdad era que yo no quería todas esas cosas materialistas.
Solo lo quería a él en mi vida.
Mi compañero realmente obtenía placer de hacerme feliz, y ni
siquiera podía negar que me ponía muy caliente y suave por el efecto
que tenía en mí.
Y como si hubiera sabido que había estado pensando en él, vi a
su enorme lobo emerger de la cobertura del bosque. Mi corazón se
aceleró cuando nuestros ojos se cruzaron, sus ojos brillantes se fijaron
en mí.

Para siempre, fijos en mí.


Rara vez me dejaba sola, rara vez se alejaba. E incluso cuando
necesitaba dejar que su Lycan vagara y corriera durante un rato,
siempre se quedaba dentro de la propiedad y al alcance del oído por si
yo lo necesitaba.

Mi compañero posesivo y territorial.


Pero yo alentaba -y a veces obligaba- a Luca a ir y cambiarse.
Mantener su lobo interior encadenado dentro de él podría empezar a
deteriorar su mente de nuevo, esa locura una vez más tomando el
control.
Durante los últimos seis meses, se había curado mucho y,
aunque probablemente nunca volvería a ser un Lycan “normal”, su
cuerpo seguía siendo mucho más grande que el de los machos de
nuestra especie, amaba cada parte de él.
Era la mitad perfecta para mí.
Seguí pasando los dedos por el zafiro de mi cuello, anhelando y
deseando volver a explorar los terrenos con él. Aunque me encantaba

Sotelo, gracias K. Cross


cambiarme a mí misma, echaba de menos subirme a su poderosa
espalda de Lycan en mi forma humana, sujetar su piel con fuerza entre
mis manos y dejar que me llevara tan lejos como pudiéramos ir en un
día. Pero a pesar de la necesidad de sentir esa libertad cabalgando
sobre mí con especial fuerza, tenía otras prioridades que cuidar, que
proteger.
Puse una mano sobre mi vientre ligeramente redondeado,
mirando hacia abajo mientras mi camisa abrazaba la curva y el
pequeño bulto de mi vientre mientras mi vientre crecía.

Nuestro bebé.
Volví a sonreír al sentir pura felicidad de que un trocito de Luca
y de mí creciera en la seguridad de mi cuerpo.
Sentí a Luca más cerca y levanté la vista, con una mano en el
chal y la otra en el vientre, mientras se acercaba. Sus ojos estaban
siempre fijos en mí, y sentí que me consumía ese impulso familiar.
Estaba a unos tres metros de mí cuando se movió a medio
camino, sin perder el ritmo, y su enorme forma humana -
gloriosamente desnuda- se acercó cada vez más hasta que sentí su
calor e inhalé su concentrado aroma. Su ropa estaba en una de las
sillas del patio, a mi lado, perfectamente doblada, tal como se la había
quitado antes de salir a correr.
Un gemido me abandonó por lo bien que me hizo sentir, y ni
siquiera tuvo que tocarme.
Me acercó cuando estuvo a su alcance, aplastándome contra su
cuerpo, pero con suavidad y teniendo en cuenta mi vientre. Y mientras
me abrazaba, incliné la cabeza hacia un lado y lo sentí pasar la punta
de la nariz hacia arriba y hacia abajo por mi cuello mientras me olía.
Un ruido sordo salió de su pecho y las vibraciones me
atravesaron. Un sonido suave me abandonó y me aferré a sus bíceps.
Mi anillo de boda captó la luz y brilló, el diamante era obscenamente
grande y no era una costumbre de los Lycans, pero Luca insistía en
que quería cubrir todas las bases habituales, aunque fueran
humanas.
—Mi Ainslee. — gimió y se puso en cuclillas, subiendo mi camisa
y enmarcando sus grandes manos alrededor de mi vientre. A pesar de

Sotelo, gracias K. Cross


que estaba muy claramente embarazada, sus palmas empequeñecían
mi vientre. —Mi pequeño. — susurró y se inclinó para besarme la
barriga.
Pasé los dedos por su espeso y corto cabello y sonreí cuando el
bebé dio una ligera patada contra una de sus palmas. Se rió suave
pero profundamente.
—Siempre tienes ese efecto sobre él. — susurré. El olor de
nuestro hijo era fácilmente perceptible, incluso para mis escasos
sentidos del Otro Mundo. Olía igual que Luca, lo que me decía que
probablemente sería la viva imagen de su padre.
Seguí pasándole los dedos por el pelo mientras me llenaba el
vientre desnudo de besos.
—Es solo porque sabe que seré estricto con él, asegurándome de
que sea respetuoso y no le haga pasar un mal rato a su madre.
Sonreí y ahuequé su cara, acariciando mis pulgares a lo largo de
su carne y obligándole a levantar la vista hacia mí. —Sabes que vas a
estar tan enamorado de este pequeño que dejarás que te pase por
encima. — Me reí cuando gimió y asintió.
—Tienes razón, como siempre. — Se puso de pie y me abrazó de
nuevo, y apoyé mi cabeza en su pecho, escuchando el fuerte latido de
su corazón bajo mi oído.
—Te amo. — susurré y eché la cabeza hacia atrás, me puse de
puntillas y rodeé su cuello con las manos. Lo empujé hacia abajo para
darle un beso, uno que debía ser suave y rápido, pero que, como
siempre ocurría, se volvió acalorado y apasionado.
Me encontré en sus brazos segundos después, mi compañero
acunándome contra su pecho mientras nos llevaba a nuestra casa,
subiendo las escaleras, y directamente a nuestra habitación.
— ¿No tienes hambre?— Respiré mientras me dejaba
suavemente en la cama y daba un paso atrás. —He hecho la comida.
— Mi voz era un susurro mientras mi excitación se instalaba.
Dio otro paso atrás, con una mirada feroz en su rostro.

Sotelo, gracias K. Cross


—Oh, me muero de hambre, compañera. — Su voz era ese
ronroneo sexy que tenía cuando estaba excitado. —Pero solo tengo
hambre de una cosa, cariño.
Se me quedó sin aliento y mi corazón dio un vuelco.
—Y eso es lo que hay entre esos bonitos muslos tuyos. — Gruñó,
y sus ojos brillaron. — ¿Qué tal si te desnudas y le enseñas a tu
compañero toda esa preciosa carne?— Levantó una ceja. —O puedo
hacer lo que quiera y arrancarte el material.
Un escalofrío me sacudió el cuerpo mientras susurraba: —Te
gusta que te provoque bien y despacio.

Gruñó: —Mi Ainslee. — Dio un paso adelante. —Deja que sacie mi


hambre llenándome entre tus piernas.
Sentí que mi propio lobo se levantaba, mis emociones subían
como un maremoto. Agarré el borde de mi camisa y la levanté por
encima de mi cabeza, luego fui por mis pantalones. Y todo el tiempo,
Luca me miraba como si estuviera hambriento.

—Eres mía.

Sí. Sí, lo era.


Y así como así... el almuerzo fue olvidado.

Fin…

Sotelo, gracias K. Cross


Sotelo, gracias K. Cross

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