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Iconos.

Revista de Ciencias Sociales


ISSN: 1390-1249
revistaiconos@flacso.org.ec
Facultad Latinoamericana de Ciencias
Sociales
Ecuador

Cevallos Tejada, Francisco


Una mirada al nuevo enemigo social: las pandillas juveniles
Iconos. Revista de Ciencias Sociales, núm. 15, diciembre, 2002, pp. 114-122
Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales
Quito, Ecuador

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=50901512

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Una mirada al
nuevo enemigo social:

las pandillas juveniles


Francisco Cevallos Tejada* explicación (rápida y simplista) que la socie-
dad requiere.
Los expulsados, los excluidos, Este corto artículo cita relatos de “pandi-
los explotados, los exhibidos, lleros”, recogidos en los últimos meses (Cer-
los no explicados, bino y Cevallos 2002); “si con ello [ojalá] so-
los no explorados mos capaces de oír lo nuevo detrás de lo co-
...algo dirán! nocido y asumir lo distinto detrás de lo que
Pedro Guerra ya sabíamos con anterioridad” (Liberman
1994), en otras palabras, si evitamos lo obvio
La modernidad que ha tratado de ordenarlo seremos capaces de “entender” estas situacio-
todo en torno a la racionalidad, enfrenta sen- nes o percibirlas de manera diferente.
tidos y subjetividades atribuidos expiatoria-
mente a la juventud, a través de comporta-
mientos que buscan ponernos en aprietos e Violencia, mundo, sociedad
irrumpir en los espacios públicos con sus fa- y medios
chas, estruendosos ritmos musicales, prácticas
“violentas y delincuenciales”; éticas y estéticas Las formas de estar y habitar el espacio co-
que, consideradas molestias sociales,1 son es- mún y los ritos que implican, suponen una
tereotipadas, condenadas, reprimidas, por imagen de los otros usuarios que, según lo
parte de los adultos. afirma Aguilar (1999), al exceder unilateral-
Los jóvenes no son la sociedad adulta en mente estos espacios, se vuelven irreconoci-
un grado inmaduro de desarrollo, sino la so- bles e imprevisibles y aparecen los ritos de ne-
ciedad futura en estado de gestación y fer- gación del contacto.
mentación (Castellanos 1996). Si los jóvenes Preocupa la irrupción o invasión del espacio
en general son estigmatizados, no se diga sus común (público para unos, privado para otros);
agrupaciones pandilleras; atribuirles todo ac- alarmismo social que configura negaciones: es-
to delictivo violento y hasta criminal es una tigmatización del sujeto juvenil (no sólo del
ecuación fáctica cuando se trata de generar la pandillero) como aquel que implanta terror,
que necesita de soluciones terapéuticas (¿para
* Investigador independiente.
qué enfermo?, habría que preguntarse); un jo-
1 “No son actividades delictivas ni criminales, pero sí
ven actor, protagonista y generador de violen-
perturban la convivencia - escuchar música a alto vo- cia, que responde exclusivamente a condiciones
lumen, jugar en la calle hasta altas horas de la noche, factuales, desbordes de la norma, locura.
o simplemente ‘vacilar’ en grupo o crear temores en
los vecinos” (Santacruz y Concha-Eastman, 2001).
Asistimos a la búsqueda -muchas veces
caótica y agresiva- de un reordenamiento de
nuestros vínculos con la historia y con este
mundo que habitamos y que nos habita tan
conflictivamente (Liberman Ibid.); tanto
hombres como mujeres jóvenes, si bien están
inmersos dentro de los contextos de violen-
cia, ello no significa que sean quienes la
crean, como se afirma de manera estigmatiza-
dora. El fenómeno de la violencia no es, ni
podría serlo, inmune a los mundos juveniles;
por el contrario, convive con ellos de la mis-
ma manera que lo hace en escenarios públicos
y privados: familia, escuela, grupo de pares,
redes de consumo e industrias culturales.
Gonzalo Vargas

La violencia, escenificada como espectácu-


lo mercadotécnico, se hace y se transmite pú-
blicamente a través de programas televisivos
(Nateras 2001) y discursos que favorecen de- hace posible y permite interpretarlo y asimi-
terminadas representaciones respecto a la vio- larlo (Aguilar Ibid.: 153).
lencia en general, ligados a lo juvenil, en par- Si bien el individuo no es un ser bajo en-
ticular. El espectáculo noticioso así como ge- tera influencia, manejado por la sociedad y
nera y (re)produce violencia, también puede por su propia cultura incorporada, cada per-
generar, y lo ha hecho, estereotipos sociales: sona actúa sobre sí misma y sobre las demás,
ser joven, pobre y llevar una vestimenta sui con una parte de libertad y de racionalidad,
géneris, provocan no sólo sospecha, sino tam- en la medida de sus posibilidades (Warnier
bién juicios. 2001); esta racionalidad se ejerce a través de
La efervescencia que las instituciones y, es- prácticas sociales de orden, disciplina y con-
pecialmente los medios “promotores y trans- trol que se convierten en exclusión, margina-
formadores de sentidos”, causan frente a un ción y discriminación; compromisos enfermi-
tema, no hace más que provocar “soluciones zos que la sociedad asume en contra de sí mis-
inmediatistas que no curan el vacío, pero evi- ma y de lo que aspira (Cevallos y Cevallos
tan que se agrave, [pues] la pérdida de los sen- 1999), ya que esta búsqueda de control redu-
tidos modernos ha hecho que se hayan globa- ce los márgenes de tolerancia hacia la hetero-
lizado instituciones dadoras de mentalidades geneidad social, revela la tendencia al control
neoconservadoras...” (Fajardo 2001). cotidiano de espacios y actividades de ciertos
De ahí que los medios como acto social, grupos y el consiguiente desconocimiento de
hagan referencia a lenguajes y miradas am- espacios ocupados por otros, de lo cual resul-
pliamente difundidos y asimilados. Una ca- ta la cancelación del espacio heterogéneo y, fi-
racterística importante de la violencia con- nalmente, una involución de la sociabilidad.
temporánea es el intenso flujo existente entre En nuestro contexto, una suerte de discur-
experiencia personal y mediática (Aguilar so esquizofrénico aduce una conducta irregular
Ibid.), ya que a través de los medios la socie- de adolescentes y jóvenes, para los cuales es ne-
dad se comunica entre sí, se juega valores, cesario organizar comisiones de “Control y Vi-
símbolos, memorias compartidas y futuros gilancia” y decretar “toques de queda”2.
inmediatos (Cruzvillegas 1998), donde lo
que está en cuestión no es tanto un mensaje o 2 El menor de edad que circula “libremente” por las
un contenido aislado, sino la cultura que lo calles de Guayaquil a partir de las 10 de la noche es
temas
Guayaquil, diciembre, 2001: “jóvenes or- alteran el orden social, sobre todo el urbano,
ganizados en extrañas ‘sectas’, pandilleros pero se encuentran marcados por distintas for-
‘asesinos’ de taxistas”; entre otros, parecerían mas de violencia: espacios públicos y semipú-
cualquiera de los titulares que daba cuenta de blicos que a pesar de su fachada abierta, se ri-
la existencia del “fenómeno” de las pandillas gen por normas particulares de acceso y uso
juveniles, que no es nuevo; sin embargo, se ha que marcan las diferencias sociales. Asimismo
convertido en el “nuevo” enemigo común; y, paradójicamente, se condena la violencia y
enemigo construido, en gran parte, desde la se trata de eliminarla a través de los mismos
mirada estigmatizadora de los medios de co- medios, es decir, “las reacciones que provocan
municación y de la opinión pública (léase pu- las violencias son uniformes e indiscriminadas
blicada). como las violencias mismas” (Reguillo 1999),
De hecho, “la virtual transformación de los pues “los comportamientos de inclusión y ex-
otros en enemigos en potencia es práctica- clusión social adecuados para gobernar son ca-
mente legitimada y aceptada por un pensa- da vez más interiorizados dentro de los pro-
miento social estructurado a partir de la no- pios sujetos” (Negri y Hardt 2001).
ción de individualidad y vida privada” (Agui- Abuso, acoso, atropello, desigualdad, dis-
lar Ibid.), juego discursivo que valora la pro- criminación, imposición, inequidad, intole-
piedad y la búsqueda incansable de la sociedad rancia, irrespeto, invisibilidad, represión, vio-
de ser propietaria de algo; “necesidades” que lencia: eso encuentran los jóvenes -varones y
llevan, en muchos casos (juveniles), a la apro- mujeres- en la sociedad, en la calle, en la fa-
piación incluso violenta de los espacios públi- milia, en los establecimientos de estudio, en
cos; quizá como único lugar del que se puede el trabajo, en el grupo de pares, en cualquier
ser propietario y que brinde una adscripción lugar, en cualquier momento; brechas genera-
identitaria; o “como un proceso de ‘conquista’ cionales, sociales, económicas, culturales; for-
de espacios urbanos que se expresa en una lu- mas permanentes de desventaja y riesgo. Si
cha por la autonomía de la vida cotidiana” eso encuentra la juventud, su reacción no
(Feixa 2000). puede ser distinta, pues “la marginalidad y la
Guayaquil, mayo, 2002: “jóvenes ‘desa- exclusión son condiciones que se aprenden, se
daptados’ desatan escándalo y alarma en la so- vuelven piel, se hacen conducta y ésta es una
ciedad ‘normal’ ”. En el “Mall del Sol”, cen- violencia mayor” (Reguillo Ibid.).
tro comercial al estilo Miami, espacio público La juventud es como es, retrata con trazos
y “seguro” donde priman las leyes del merca- fuertes a la sociedad global, la cual no siem-
do, primaron las balas (y no necesitaron ser pre gusta de verse retratada (Aranguren en
las 22H00); al “Sol” lo invadió la “oscuri- Feixa 2000); sabe inclinarse frente al destino,
dad”. Sin desconocer el alto riesgo de estos pues existe una especie de sabiduría para ha-
actos, ni justificar dichos enfrentamientos, la cerlo3; descontento juvenil que tiene que ver
irrupción en espacios de este tipo profundiza con la fragmentación e inestabilidad de los
el clima de desconfianza social, miedos “solu- mecanismos de integración tradicional (Re-
cionados” con “más” seguridad, control y con guillo Ibid.), los espacios sociales de ilusión y
la restricción de las actividades cotidianas, ya futuro (Aguilar Ibid.), o las instituciones dis-
que mientras sigan en sus barrios, en sus “es- ciplinarias como mecanismos de inclusión /
condites”, la violencia no importa; peor aún exclusión (Negri Ibid.), sean éstas la familia,
sus razones. los partidos, los gobiernos, las instituciones
Estos roles y conductas sociales (no sólo ju- públicas y privadas.
veniles) tan cotidianos como imperceptibles,

considerado contraventor y penado con reclusión (de


máximo 24 horas). 3 Paráfrasis de Esquilo que usa Maffesoli (2001).
Asombros y a sombras, Comunidades y territorios
el proceso etnográfico emocionales

Lunes, 12h00, a la salida de un (cualquier) co- Y cada amigo es la familia


legio se acercan dos jóvenes; si potencialmente que escogemos entre extraños
son unos ‘patos’, también pueden ser ‘pacos’ Rubén Blades
encubiertos; Chrystiam y yo, en una nueva Ni la escuela, ni la familia provocan directa-
“aventura” etnográfica encontramos a cuatro mente el ingreso a las pandillas; pero tampo-
jóvenes “normales” vacilando fuera de un cole- co han generado espacios de reconocimiento
gio de chicas: uno con traje formal (del cole- y expresión propios de la juventud, ni se han
gio, por supuesto); dos de ellos con “buena” constituido en alternativas no violentas o me-
ropa, bien peinados, con celular incluso; el nos peligrosas, pues la violencia no es algo
cuarto, de camisa negra, tatuajes, melena cor- que los jóvenes “descubren” al salir del hogar:
ta, pantalones rotos.
Más allá de los respectivos (pre)juicios, ellos mi hermana se portaba agresiva conmi-
y nosotros buscábamos dónde conversar: “esta go, me pegaba, me decía que soy un estor-
esquina no es nuestra” -dijeron-, “¿qué quieren bo, una tal una cual, me gritaba.
saber?” -fue su siguiente pregunta-. “Saber de
ustedes, qué piensan, cómo viven; otros han La sensación de inexistencia, desconocimien-
(hemos) hablado suficientemente por uste- to y miedo es latente:
des,... ya es hora de que los propios jóvenes di-
Yo, ¿a qué le tengo miedo?, a mi mamá;
gan lo que tengan que decir” -respondimos-.
a mi papá sí le tengo miedo, es una bes-
En la conversación “confiesan”: tres de
tia; tengo un padrastro, pero es como no
ellos pertenecían a una pandilla, dos roban
tener a nadie...
autos (curiosamente, los mejor vestidos, los
que levantarían menores sospechas); el cuar- Entre desintegración y desapego familiar:
to, tenía su banda... de rock: sí, el de los tatua-
jes, lejos de organizaciones pandilleras, lejos Un amigo es más que un hermano por-
de un aula de clase un año atrás, y muy cer- que te sabe comprender, te apoya en todo,
cano al maltrato de su padre, “yo sí tengo le consideras más que a tu familia, le pi-
problemas” –dijo-. Los otros, los “pandille- des consejo...
ros”, tenían un hogar “normal”, padre y ma-
La pandilla se convierte en la adscripción
dre, estudiaban y tenían mejores posibilida-
identitaria individual y colectiva en términos
des económicas.
emocionales y simbólicos, que afirma su per-
Esta historia no es distinta del conjunto de
tenencia a un lugar y a una gente: su segunda
relatos, sólo evidencia el desconocimiento de
familia que, sin sustituir a la primera, se
los mundos juveniles que los discursos “auto-
transforma en una comunidad de acogida
rizados” y autoritarios dicen de ellos, sea por
que brinda seguridad y afirmación:
su ‘pinta’, por su facha o, por si acaso...
Entonces, dijo: “oye loco, tú eres de los
nuestros”; dije, “¿Por?” ¿Quieres que te
presente a tu familia?
Lo refleja incluso su lenguaje: ‘familia’, ‘ñaño’,
‘primo’, ‘brother’. Al contrario de quienes afir-
man que los jóvenes pandilleros y pandilleras
carecen de valores personales y familiares, és-
tos se encuentran presentes en sus prácticas:
temas
De mi vida, mi mamá es lo más impor- No sólo dejan de reconocer “prórrogas de go-
tante; a ella le debo la vida, por ella me ce”, sino que quieren todo y de inmediato; es-
trajeron a este maldito mundo… Ellos se ta “ética del instante”; esta globalización de
metían con tu familia o tu casa, porque tensiones, pobreza y anarquía provocan no só-
eso es lo que más te duele siempre... lo correr el riesgo de morir de hambre, ni si-
quiera de morir de amor; igual de mortal es el
aburrimiento, es decir, es necesario que exista
Riesgo, vértigo algo antes que nada. “O eres un re-cuerdo, o
y diversión eres un re-loco” decía un graffiti argentino.

Porque vivir era un vértigo y no una carrera Lo más interesante en una pata es la jo-
Luis Eduardo Aute da, cagarte de la risa. Tú tenías una vi-
da que tenías que disfrutarla, sino para
La vinculación pandillera no sólo responde a qué quieres tu vida.
problemas familiares, lo hace también frente a
las expectativas, por el atractivo que ésta des-
pierta en ellos, ya sea por los beneficios mate-
La violencia como proceso
riales o emocionales que obtienen (Cruz y Por-
imaginario de identificación
tillo en Santacruz y Concha-Eastman 2001).
El mundo de sentidos, emociones, significa-
ciones, imaginario-simbólicos juegan un rol
...Por lo que yo era mi necesidad tener,
prominente en la acción juvenil, asimismo en
porque yo ya le digo, no hacía nada en la
su conflictividad. Es la mirada, por ejemplo,
casa, mi vida no valía nada, entonces co-
que está en el mundo de la “significancia”, co-
mencé a salir con mis panas, con ellos en
mo decía Barthes (1993), inicio imaginario
cambio ya tuve dinero, ya comencé a te-
de la conflictividad:
ner incluso, hasta pelada...
¿Cómo va a ser posible que esta puta ven-
No sólo la familia expulsa, la calle también ga hecha la buena a robarse la mirada de
atrae: no sólo acoge “sin problemas ni condi- todos?...
ciones” o como “refugio” alterno al familiar, si-
no porque en tanto espacio público, permite la “Dejarse ver la cara”, “dejarse ver las huevas”4
socialización -la pandilla es un espacio para generan violencia ante la reducción de la pa-
ello-. Buscan y encuentran un “lugar” donde labra, por una incomprensión o por la impo-
sus integrantes ponen las reglas, conversan de sibilidad de construir una mediación simbóli-
lo que entre su familia, en sus casas es menos- ca: entre la posibilidad de apalabrar esa mira-
preciado o no valorado. Comparten problemas da o no entender y explorar nuevas formas de
similares, los aquejan males similares y los ale- apalabramiento.
gran horizontes comunes; su cosmovisión es El sentido en tanto apropiación y subjeti-
parecida, sus formas de ser y estar confluyen en vidad que (actualmente) piensa en sí misma y
un espacio compartido de ideas, prácticas, pen- no por sí misma, atrapa las relaciones de la so-
samientos, saberes que les sirven para relacio-
narse con la sociedad.
4 “Te ven las huevas cuando alguien, así estás conversan-
do y viene otro man, te empieza a avasallar a ti y tú te
El respeto, porque cuando estás en una quedas callado, frente a unas peladas y tienes que sa-
pata la gente te conoce y te respetan; y la berla arreglar, de chiste en chiste también se van de
joda, yo siempre he dicho estar en una notas, y allí comienza el relajo, y a veces llega a un
punto en que se te acaba la paciencia, y ya te llegó, te
pata es para joder... llegó, y le caes a puñetes y te dicen algo o que o qué y
¡pam!, le das de puñetes”
ciedad y las de los jóvenes, en elementos ima- Cuando tú vas a la disco tú no buscas, si-
ginario-simbólicos de identidad / alteridad no encuentras. Si las ‘manes’ te ven bien
que desatan la conflictividad y una dinámica vestido, cuando estás a la moda, cuando
de no ver y de no ser visto cobra fuerza; una tú bailas bien, o eres popular, eres alegre,
noción de envidia que es señalada por Zizek divertido ellas te buscan...
(1995) en el sentido de invidencia, por ello es
importante un look para evitar pasar desaper- El juego imaginario de producir la diferencia
cibidos; pues existimos porque el otro (ami- se compone de elementos característicos de
gos, pares, incluso enemigos) o lo otro, otor- las culturas juveniles como el vestuario, los ta-
ga existencia. tuajes, el cabello “se han convertido en un
emblema que opera como identificación en-
Quería sentirme diferente a los otros ma- tre los iguales y como diferenciación frente a
nes... A mí me gusta todo original, que los otros” (Reguillo 2000a); sin embargo, es-
sea Levis, zapatillas Nike... Sentirme te carácter preeminentemente visual que los
mejor vestido que otros manes… hace reconocibles e identificables, los lleva a
ser “asociados a connotaciones negativas (lo
Presencia del Otro que re-significa nuestra sucio, lo feo), [y] trasladados, como atributos,
presencia en el mundo (Liberman Ibid.), que a sus portadores” (Aguilar Ibid.).
hace operar lo que hacen los demás de mí y lo Jóvenes que para transformar el estigma
que hago yo con lo que los demás hicieron de en emblema y para hacer operar con signo
mí (Sartre), y donde la otredad existe pero ya contrario las calificaciones negativas que les
no como potencial para la realización ética, son imputadas, se encuentran volcados en
sino como valor de cambio (Lyotard). nomádicas o errantes búsquedas de identifi-
Procesos imaginarios y subjetivos de iden- caciones e identidades que les sirvan para ser
tificación-diferenciación ligados incluso al reconocidos y reconocidas y se remiten a un
5
mercado, donde “las órdenes de consumo, uso del cuerpo como forma de politicidad
obligatorias para todos pero imposibles para desde lo cotidiano.
la mayoría, se traducen en invitaciones al de- Atrapados en esa alteridad imaginizada, la
lito” (Galeano 1998). Las diferenciaciones violencia se configura entre el mito de la afir-
sociales (re)aparecen, se materializan, se mación que se cumple con la ritualidad del
(re)afirman y profundizan cuando el merca- enfrentamiento, ya que “es la violencia lo que
do ya no es sólo un mercado de bienes y ser- les garantiza adquirir respeto, status, recono-
vicios, sino de imágenes e imaginarios de cimiento social y sentido de pertenencia a un
“status”, “felicidades”, “confort” y “bienes- grupo” o “la forma más segura de sobrevivir”
tar”; de consumos y satisfactores “básicos” y (Concha-Eastman 2001).
“exclusivos” para jóvenes.
Esto podría explicar de alguna manera Por una pelea tú das todo, tú sabes que
porqué alguien puede asaltar a otro simple- en esa pelea eres tú o él, y prefiero yo, en-
mente por los zapatos; porque para quien asal- tonces es donde juegas todo; tú me estás
ta, los zapatos son el signo de su visibilización disparando y yo te estoy disparando y ¿a
y reconocimiento como sujeto en los espacios quien prefieres?, ¿tú o yo?.
que cotidianamente ocupa. Estas identidades
conflictivas y permanentemente cuestionadas El sentido del juego social pandillero podría
empujan a la búsqueda de modelos de identi- relacionarse con lo que Bourdieu llama “illu-
ficación a través de los cuales autoafirmarse, y
corren imaginarios de emulación de la marca, 5 Sobre el tema ver Cerbino y Cevallos (2002); Negri y
Hardt (2001); Reguillo (2000a); con ciertas diferen-
la ‘pinta’, y “efervescen” conflictividades de al- cias hablan de la noción de biopolítica, siempre basa-
teridad y competencia. dos en Foucault.
conducta, su sentido de ciudadanía y su rela-
ción con las instituciones por la vía de la violen-
cia (el paro, la huelga). Esta configuración de
relaciones es la que torna impracticables senti-
dos mínimos de “armonía” entre la institucio-
nalidad y los diferentes actores de la sociedad.

Culpa, miedo y soledad: jóvenes


en busca de otro lugar

Gonzalo Vargas
Miedo que da miedo del miedo que da
Puedro Guerra
sio”, por el interés y los envites que provocan
tales acciones; asimismo, en las relaciones hu- El círculo de violencia no inicia con la violen-
manas, más difíciles que las definiciones hu- cia callejera de las pandillas y tampoco con-
manas, ya Nietzsche (19946) hablaba de la cluye con los métodos de coerción social. “Si
alegría maligna del daño ajeno cuando el se castiga o se recompensa el pasado de un
hombre se acostumbra a considerar a los de- hombre” -decía Nietzsche - “deberíamos re-
más hombres como sus iguales, o cuando la montarnos más atrás y castigar o recompensar
venganza no es más que hacer que cese el pe- lo que fue causa de tal pasado, es decir, a los
ligro como un instinto de conservación pro- padres, a los educadores, a la sociedad mis-
vocado por el miedo al segundo golpe. ma...” (Ibid.)
Así también los principios de la afirma- No sólo la familia o la escuela son las úni-
ción y la demostración nacen en los intersti- cas responsables de la violencia juvenil, tam-
cios de las relaciones sociales; discursos coti- poco lo es la calle ya que es un espacio de so-
dianos que son (re)construidos y utilizados cialización. Así, los relatos de ex pandilleros
por las organizaciones pandilleras como solu- demuestran que sus diferentes entornos como
ción a sus propios conflictos internos e inter- el barrio, la discoteca, entre otros, siguen
grupales: la masculinidad, la hombría, la viri- siendo escenarios de conflictividad, donde la
lidad, asumidas culturalmente, se vuelven desvinculación de ellos con respecto a una or-
práctica social, constitutivos que incluso han ganización pandillera no ha provocado mayo-
repercutido en masculinizar el rol femenino. res cambios en sus entornos cotidianos.
Nuestras calles, barrios o instituciones son Ante una realidad donde caen muros y to-
entornos “apropiados” para adquirir los “co- rres; ante una realidad de frío en el clima y en
nocimientos” para demostrar su capacidad de la esperanza, la diversión, el licor, la droga,
administrar lo imprevisto y su incertidumbre, entre otras, se muestran como alternativas pa-
pues la afirmación identitaria para reconocer- ra el escape7 hacia otros lugares, para reducir
(se) un terreno “propio”, ganar(se) un lugar los miedos, las penas y la soledad.
en, responder(se) porqué “me dicen qué o
qué”, o demostrar(se) ser persona lo hace con ...eso ñaño, se sacaba así los temores, y
viveza, respeto y valentía, únicas maneras de uno se sentía diferente y sociable... para
tener un nombre, un rol, un sitio. pasar bien yo no me drogaba...
En el tejido social, los ciudadanos gestan su

6 El viajero y su sombra (2da. Parte de Humano, dema-


siado humano) texto original escrito entre 1879 y 7 Acerca del escapismo, ver Nomadismo Juvenil (2000)
1880. y otros textos de M. Maffesoli.
Soledad, sea por la exclusión o autoexclusión tud tienen las pandillas, se provocaría en la
de los espacios sociales; por la reducción del mirada adulta, en la mirada social estigmati-
espacio común hasta el ámbito privado -me- zadora, en la mirada institucional y progra-
diatizado especialmente por las industrias cul- mática la búsqueda de soluciones referidas a
turales e incluso por la economía; o soledad- las causas estructurales (muchas de ellas de ti-
que causada por los “ritos de negación del po emocional, no sólo como vehículo sino
contacto” o por la “imposibilidad de habitar la como constructor de realidades) más que a
otredad”, provoca sentidos de vacío y aisla- los problemas manifiestos.
miento; soledad que Fajardo (2001) caracteri- La violencia juvenil no podrá ser solucio-
za no como la soledad rilkeana generadora de nada con respuestas fáciles -léase inmediatas
creatividad, sino la soledad aburrida, abruma- ni de corto plazo-, ni tampoco en la medida
dora, que provoca desgastaste, anuladora, del en que social y culturalmente se alteren patro-
hombre del rincón, solitario pero globalizado. nes propios (personales y colectivos) de con-
ducta ética y estética: desde el discurso duro,
Miedo… a la soledad. Yo tengo pavor a viril y autoritario, a las medidas represivas,
estar solo. Yo, a veces, me deprimo porque reeducativas, rehabilitadoras, reformadoras.
me siento solo. Si no alteramos los entornos sociales coti-
dianos en los cuales los jóvenes varones y mu-
De la soledad a la emoción; de la muerte co- jeres se “desarrollan”, cualquier política de ju-
mo incertidumbre y riesgo, al inmediatismo y ventud y menos aún en relación con la vio-
la ausencia de futuro; la configuración de las lencia, tendrá resultados efectivos. Es decir
subjetividades juveniles transita entre no solo que es imprescindible superar la pobreza, la
el riesgo de morir de hambre, o de amor... si- marginalidad, y la exclusión -imaginarias o
no de aburrimiento, pues “ante una vida sin simbólicas, pero igualmente reales.
emoción, no se puede perdonar una muerte Se propugna como hipótesis que la emer-
sin emoción”, ya que “la muerte tiene el ex- gencia de la juventud como sujeto social se ex-
traño poder de suscitar el frenesí de la vida” presa en un proceso de redefinición de la ciu-
(Maffesoli 2000). “Si de nada sirve vivir, bus- dad en el espacio y en el tiempo (Feixa 2000).
cas algo porqué morir”, dice Fito Páez en una Esta emergencia de los jóvenes como actores y
de sus canciones. actoras sociales, como ciudadanos y ciudada-
Vivir como venga y morir de una. La vida y nas, merece otro saber, uno que parta de la
la muerte en los jóvenes forman parte de sus existencia de una(s) juventud(es) distinta(s) a
entornos cotidianos; “el infierno es lo que vi- “la definida”, al estereotipo, que afirme la ri-
vimos aquí...”. No habla sólo del “infierno queza de sus interacciones y sus búsquedas;
son los otros” que promulgaba Sartre, sino que unas juventudes rechazo8 social –como lo
del “infierno artificial en sí mismo” como di- son las pandilleras-, se integren como actores.
ría Fajardo. Paradójicamente, la situación juvenil en-
traña y extraña esperanzas y futuros. La ju-
ventud exige actoría en lo político, en lo pú-
Jóvenes: emergentes, pero invisibles blico, en lo privado y en lo íntimo; reclama
airosamente los espacios que le pertenecen.
Según Reguillo (2000b), existe una tendencia “Generación del suspenso” entre la autopista
fuerte a (con)fundir el escenario situacional de la información y el estadio de la pobreza;
con las representaciones profundas de los jó- interactivos y desconectados, hoy por hoy, se
venes o, peor aún, establecer una relación me- enfrentan a la composición de sus prácticas
cánica entre prácticas sociales y universos cotidianas de vida llenas de complejidad, pe-
simbólicos. Solamente al entender los senti- ro a su vez y quizá en mayor proporción, lle-
dos, razones y valoraciones que para la juven- nas de vida (Cevallos y Cevallos 1999).
temas
Por ello, es posible desarrollar respuestas Feixa, C., 2000, “Los espacios y los tiempos de las
efectivas si contribuimos a generar las condi- culturas juveniles”, en Gabriel Medina (comp.),
ciones para que la sociedad y la juventud ten- Aproximaciones a la diversidad juvenil, México:
gan espacios de palabra y expresión; de circu- Colegio de México.
lación de ideas; de reflexividad sobre los sen- Galeano, E., 1998, Patas Arriba. La escuela del mun-
tidos de la vida; de mediación simbólica de su do al revés. México: Siglo XXI.
conflictividad, si fuera del caso. Liberman, A., 1994, La nostalgia del padre. Un ensa-
Como lo diría Pérez (1996), solamente si yo sobre el derrumbe de la certeza paterna. Ma-
se relievan las relaciones del joven con la ciu- drid: Ediciones Temas de Hoy.
dad en cuanto objeto cultural de consumo y Maffesoli, M., 2001, “Nomadismo Juvenil”, en Nó-
sus experiencias de apropiación de los lugares madas 13. Departamento de Investigaciones,
públicos es posible entenderlo como actor so- Bogotá: Fundación Universidad Central.
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