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La delincuencia juvenil es un tema que esta presente en todo el mundo y que se refiere a
aquellas acciones generadas por adolescentes que atentan contra los valores y la ley del país
de origen. Los delincuentes generan miedo en el resto de la población y se aíslan de esta, se
convierten en un “otro”. Son percibidos como barbaros, que siguiendo la teoría de Todorov
consiste en aquellos que “no reconocen la plena humanidad de los otros”1, ya que pasan a
llevar los derechos de los demás a través del tráfico de drogas, delitos sexuales y robos, entre
otras acciones delictivas. Sin embargo, voy a plantear una pregunta: ¿Estos jóvenes se
volvieron bárbaros por sus propios medios? En este ensayo se intentará responder a esa
pregunta con un no y a plantear como tesis que es la sociedad fragmentada aquella que
convierte en bárbaros a los jóvenes. La sociedad es un conjunto de grupos que se ven como
“otros”, y al mismo tiempo es mayoritariamente bárbara y eso solo genera barbarie y más
bárbaros. Eso lo veremos ejemplificado a continuación con la delincuencia juvenil.
Vivimos en una sociedad fragmentada, una que es vista a través de millones de ojos y todas
las perspectivas son diferentes. Desde la más vulnerable, hasta la más acomodada. Esta
sociedad está compuesta por miles de minorías, que debido a su condición de minoría, son
incapaces de producir mejoras significativas en sus vidas. Esto las mantiene en el aislamiento
y las obliga a seguir viviendo en condiciones infrahumanas.2 Estas condiciones de vida
generan envidia y odio en la población, que son transmitidas de generación en generación.
Lo que vengo yo aquí a plantear es que la sociedad moldeo a la población separándola en
grupos, dejo satisfechos a algunos y a otros no. Las desigualdades son producto de nuestra
sociedad, y desencadenan una proliferación de la envidia y el deseo de lo que tiene el “otro”.
En este ensayo separare a la población en dos grupos, los ricos y los pobres, pero me
concentrare en el segundo, haciendo énfasis en la delincuencia juvenil que reside en este
grupo. Lo que yo intento probar es que las acciones delictivas en los jóvenes son producto de
las dificultades que se ven obligados a enfrentar en su entorno y que son producidas por esta
fragmentación de la población.
Ahora con la envidia ya presente en nuestra sociedad quiero pasar a el siguiente aspecto del
análisis, el odio. Para eso utilizare otra comparación en base a relatos de Diaz del Castillo,
que menciona el odio latente en los indios mexicanos hacia los españoles, producto de las
matanzas que realizaban los últimos. Este autor menciona al español Pedro de Alvarado y
como este mato a millones de mexicanos.5 Aquí podemos analizar la matanza como la
privación de derechos por parte de los españoles hacia los indígenas y como esta genera un
odio en estos últimos. Esta privación de los derechos antes mencionada podemos compararla
con la falta de oportunidades que encarnan las desigualdades presentes entre ricos y pobres,
como los pobres desean lo que tienen los ricos y encarnan un odio hacia el que tiene más.
El comportamiento antisocial es el principal factor de riesgo para los jóvenes y para que estos
comiencen una vida delictiva. La sociedad resulta ser un incentivador para los elementos
anteriores, debido a la estratificación que se encarga de generar una otredad en la población.
El estrato pobre de esta es percibido como un “otro”.
Todorov hace mención de que la cultura es fundamental para el desarrollo del ser humano.
Dice así que: “Poseer una cultura es condición necesaria para el proceso de civilización, ya
que sin un mínimo dominio de un código cultural el individuo está condenado al aislamiento
y al silencio, y en consecuencia a la ruptura con el resto de la humanidad”8, también que
“Todo ser humano necesita un conjunto de normas y de reglas, de tradiciones y de costumbres
que los mayores transmiten a los jóvenes. Sin ellas el individuo jamás podría acceder a su
plena humanidad, quedaría reducido a la condición de “niño salvaje”, condenado a la anomia,
es decir, a la ausencia de toda ley y de todo orden, ausencia que genera grandes trastornos”.9
Esto podemos traducirlo de cierto modo en donde el aislamiento previo, producido por las
desigualdades, genera el desarrollo subcultural, que al mismo tiempo actúa como un
aislamiento aún más severo, convirtiendo en barbaros a todo el que vive y nace en este sector.
Donde además, la ausencia de modelos fuertes y estimulantes generan un serio trastorno, que
en este caso sería la delincuencia juvenil.
Para que estas medidas tengan el efecto deseado, también, es importante que exista un
verdadero dialogo en esta sociedad fragmentada, que los ricos y los pobres se ayuden, que se
coloquen momentáneamente en el lugar del otro11 y que juntos combatan el fenómeno de la
delincuencia juvenil.
Sin embargo, los actos barbáricos abundan en sociedad y la prueba de esto son las
desigualdades previamente expuestas, los ricos y los pobres constituyen dos grupos que
pocas veces dejan su barbarie y se aceptan como semejantes para convivir y ayudarse. Son
dos grupos vistos a través de ambos como un “otro”.
Cuando esto ocurre la cultura se ve afectada, y en las zonas marginales se produce una
subcultura que es degenerativa y transmitida de generación en generación; la cual produce
trastornos bárbaros, tales como la delincuencia juvenil. Son los jóvenes los que se ven mas
afectados con esta fragmentación, en ellos recae el peso de la otredad y de la exclusión en la
sociedad, que se acentúa con la delincuencia para luego aislarse totalmente. Sin embargo,
este fenómeno es posible de prevenir, pero para ello son necesarias intervenciones profundas
en el funcionamiento de la sociedad, comenzando por esta fragmentación para así disminuir
la barbarie. Pero, en mi opinión, la barbarie es parte de lo humano, y tal como dice Todorov,
podemos convertirnos en una cosa como en la otra, no es un proceso estático.13 La
delincuencia juvenil es un síntoma de la sociedad bárbara en la que vivimos y deshacerse de
lo bárbaro seria en cierta medida deshacernos de parte de nuestra propia esencia. Esencia que
nos precede desde el inicio de nuestra existencia.
Bibliografía: