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1° Evaluación IV A Medio Comparar Género Narrativo y Dramático
1° Evaluación IV A Medio Comparar Género Narrativo y Dramático
PUNTAJE
NOMBRE: TOTAL REAL
CURSO: IV° A Ens. Media
31
FECHA DE APLICACIÓN: ABRIL 2022
OBJETIVOS de APRENDIZAJE
OA2.
Proponer distintas interpretaciones para una obra literaria, a partir de un criterio de análisis literario,
fundamentándolas con evidencia del texto coherente con el criterio adoptado.
OA4.
Evaluar los recursos lingüísticos al comprender textos considerando su incidencia en el
posicionamiento frente al tema y la forma en que dichos recursos se combinan para construir el
sentido del discurso.
OA 5
Producir textos coherentes y cohesionados para comunicar sus análisis e interpretaciones de
textos, desarrollar posturas sobre temas, explorar creativamente con el lenguaje, entre otros
propósitos.
HABILIDADES EVALUADAS
- Localizar 2-
- Relacionar - Interpretar 1-3-4-5-6-8-10-11-12-13-15-16-17-18-
19-20-21-22-23
- Reflexionar 7-9
Recuperado de http://www.secst.cl/upfiles/documentos/19072016_1213am_578dc4ef9ffcd.pdf
1. ¿Qué alternativa expresa de mejor forma la función que cumple la anécdota de los helados en
el fragmento leído?
A) Explicar el negocio de los auríferos.
B) Mostrar la ambición de Goldenberg.
C) Evidenciar que Julián no era muy astuto.
D) Ilustrar la personalidad de Goldenberg y la de Pardo.
E) Demostrar que la amistad entre Pardo y Goldenberg era de larga data.
2. ¿Cuál es la propuesta comercial que le hace Goldenberg a Pardo?
A) Que venda arena.
B) Que venda terrenos.
C) Que inicien un negocio de venta de oro.
D) Que declare que ciertos terrenos poseen oro.
E) Un negocio de especulación con capitales.
Flores de papel
Escena primera
(Escenario: Living de pequeño departamento suburbano, arreglado con esmero, con mano femenina,
confortable, íntimo. Dos puertas, además de la de entrada, una al dormitorio, la otra a la cocina. Una
ventana. En una jaula, un canario. En algún lugar, un caballete con un lienzo a medio pintar. Caja de
óleos. En otro, figuras hechas de paja: peces, cabezas de animales diversos [burros, cerdos, gallos,
etc.] La escena está vacía. Luego entran Eva y El Merluza. Eva, 40, bien vestida, con medida
elegancia. El Merluza, 30, zarrapastroso, sucio, despeinado, flaco, pálido. Eva, que abre la puerta,
entra resueltamente. Va hacia la cocina. El Merluza queda en la puerta, TITUBEANDO entrar. Trae
dos grandes bolsas de papel. Tirita con todo el cuerpo. Mira la habitación con tímida curiosidad).
Eva: (Volviendo de la cocina). Bueno, pase. ¡Pase! ¡Déjelos ahí, en la cocina! (El Merluza entra con
respetuosa cautela, sin dejar de mirar los objetos. Deja las bolsas en el suelo, en medio de la
habitación). ¡Ahí no! En la cocina. Al lado del horno, por favor. (El Merluza hace como le dicen. Vuelve
a salir sin las bolsas. Eva ha entrado al dormitorio. Sale peinándose con una escobilla. Saca un billete
de su cartera y se lo pasa). Aquí tiene, y gracias. (El Merluza no toma el billete que le pasan). ¡Tome!
¿No me va a decir que me trajo los paquetes por nada? (El Merluza la mira fijo). Bueno, entonces,
muchas gracias. Ha sido muy amable. (El Merluza no le quita la vista). Muy amable. No tenía por qué
hacerlo. Muchas gracias.
Merluza: (Con voz impersonal; dolida). Preferiría que me diera una taza de té.
Eva: (Un poco sorprendida). ¿Té?
Merluza: Usted tiene, ¿no es cierto?
Eva: Claro que sí, pero... No tengo tiempo. Voy a prepararme el almuerzo y luego tendré que salir.
(Vuelve a ofrecerle el billete). Con esto puede servirse una taza en cualquier parte. En la esquina hay
una fuente de soda.
Merluza: Cualquier parte no sería lo mismo.
Eva: (Interesada). Ah, ¿no? ¿Y por qué?
Merluza: No sería lo mismo. (Siempre con su mirada fija en ella).
Eva: Bueno, pero... No tengo tiempo, ya le dije. Tome y váyase, que tengo que hacer.
Merluza: Abajo me están esperando.
Eva: ¿Quién lo está esperando?
Merluza: El Miguel y El Pajarito.
Eva: ¿Los dos que nos venían siguiendo? (El Merluza asiente). ¿Y? ¿Qué quieren? ¿Para qué lo
esperan?
Merluza: Para “pincharme”.
Eva: Y ¿qué quiere que le haga yo? De modo que era esa la razón de querer traerme los paquetes,
¿eh? Viniendo conmigo no podrían cargar contra usted, ¿eh? (Molesta). Tome, y no me moleste más.
¡Tengo que hacer!
Merluza: Van a matarme.
Eva: Eso es asunto suyo. No me moleste más, le digo. ¡Váyase!
Merluza: Nunca creí que fuera tan DURA. No tiene cara.
Eva: Bueno, se equivocó, entonces.
Merluza: Desde que la vi, el año pasado, pintando esas flores en el Jardín Botánico, pensé que era
distinta. (Pausa).
Eva: ¿Jardín Botánico? ¿Usted me vio allí?
Merluza: Estaba detrás de la jaula de los loros, pintando unas matas de laureles. (Siempre mirándola
fijo). Tenía puesto un sombrero de paja clara, con una cinta verde... Y un pañuelo con unas vistas de
Venecia.
Eva: ¡Vaya! ¿Es un buen observador, eh?
Merluza: (Baja la vista). Observo ciertas cosas.
Eva: De modo que su oferta de llevarme los paquetes... (Turbada). ¿Qué me dijo que quería? Apuesto
que no ha comido hoy día.
Merluza: Una taza de té.
Eva: ¿No quiere mejor un plato de sopa?
Merluza: Lo que quiera darme.
Eva: Tengo una sopa de anoche. ¿Se la caliento?
Merluza: Como usted quiera.
Eva: Bien; siéntese, mientras yo trabajo. (Entra en la cocina. Se oye cómo se AFANA con las ollas. El
Merluza, en tanto, queda parado donde está. No se mueve. Eva vuelve a salir después de un rato ).
Pero siéntese. No va a estar parado, ahí, todo el día.
Merluza: No con esta ropa.
Eva: No creo que a los muebles les importe. (El Merluza saca un periódico de algún bolsillo y lo
desdobla cuidadosamente, minuciosamente, y lo pone sobre uno de los sillones. Se sienta sobre él.
Eva ve el gesto y se sonríe. Afirma la puerta de la cocina con una silla para que no cierre y poder
hablar a través de ella. Desde la cocina). ¿Va mucho al Jardín Botánico?
Merluza: A veces.
Eva: ¿A ver las flores?
Merluza: No. A darles maní a los monos.
Eva: ¿Le gustan los monos? (El Merluza se encoge de hombros). Yo los encuentros sucios, groseros.
¡No los resisto! Verlos, ahí, sacándose los piojos, ¡ante todo el mundo!
Merluza: Hacen lo que pueden.
Eva: Y ¿tiene tiempo para eso?
Merluza: ¿Para qué?
Eva: ¿Ir al Jardín?
Merluza: Me las arreglo.
Eva: ¡Yo quisiera tener más! (En ese momento El Merluza cae bajo los efectos de calambres que no
puede controlar. Recorren todo su cuerpo. Tiene que aferrarse de la mesa para poder mantenerse en
posición. Le preocupa que Eva lo vea en ese estado. Vuelve su espalda hacia la puerta de la cocina y
aprieta sus brazos entre las piernas. Eva sin embargo, lo ha visto. Finalmente logra dominarlos). Y
¿cómo le va ahí, en el Supermercado? Clientela, ¿encuentra?
Merluza: Siempre hay alguien que le pesan los paquetes. (Eva sale de la cocina con un plato servido
con sopa y servicio para él y para ella. Pone todo sobre le mesita. El Merluza se levanta en el acto).
Eva: No está muy caliente, pero supuse que le gustaría más así. ¡Siéntese!
Merluza: Esta muy bien, así.
Eva: ¡Sírvase! (El Merluza toma el plato y comienza a cucharear de pie). Pero, ¡siéntese, hombre, por
Dios! (Retorna a la cocina y vuelve a salir con un huevo duro y un tomate y un vaso de leche. Los
pone sobre la mesa). No me voy a servir si usted sigue ahí, de pie.
Merluza: Es bastante... consideración la suya de convidarme con esto, para que me tome la confianza
de sentarme junto a usted... Donde no me corresponde.
Eva: (Francamente). ¿Y si yo le digo que no me importa?
Merluza: Creí que lo decía por parecer... natural. (Se sienta). No está bien abusar de la confianza.
(Indicando el plato de Eva). ¿Es por la “línea”?
Eva: (Ríe). Ah, ¡sí! ¡Por la “línea” ¡Si no fuera por esto, estaría como un globo! Tengo una tendencia
terrible a engordar. Como un pan y engordo un kilo.
Merluza: Es una lástima.
Eva: Sí. Y una molestia.
Merluza: (Cuchareando). Es justo al revés del Mario.
Eva: ¿Y quién es el Mario?
Merluza: Un amigo. Cada vez que come un pan enflaquece medio kilo. Ya está en los huesos. De
porfiado le viene. Los doctores le dicen que coma más, pero es porfiado. (La mira a los ojos, con
mirada inexpresiva, concentrada). No debería hacer eso.
Eva: ¿Qué cosa?
Merluza: Comer tan poco. No le vaya a hacer mal. No se vaya a morir.
10. ¿Qué función cumple la descripción de Eva pintando en el Jardín Botánico que hace Merluza?
A) Ilustrar que tiene interés por ella.
B) Dar cuenta de los pasatiempos del Merluza.
C) Evidenciar que a Merluza le gustan los monos.
D) Evidenciar que a Merluza le gustan las plantas.
E) Mostrar que Merluza tiene inclinaciones artísticas.
El extranjero
Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé. Recibí un telegrama del asilo: «Falleció su madre.
Entierro mañana. Sentidas condolencias.» Pero no quiere decir nada. Quizá haya sido ayer.
El asilo de ancianos está en Marengo, a ochenta kilómetros de Argel. Tomaré el autobús a las dos y
llegaré por la tarde. De esa manera podré velarla, y regresaré mañana por la noche. Pedí dos días de
LICENCIA a mi patrón y no pudo negármelos ante una excusa semejante. Pero no parecía satisfecho.
Llegué a decirle: «No es culpa mía.» No me respondió. Pensé entonces que no debía haberle dicho
esto. Al fin y al cabo, no tenía por qué excusarme. Más bien le correspondía a él presentarme las
condolencias. Pero lo hará sin duda pasado mañana, cuando me vea de luto. Por ahora, es un poco
como si mamá no estuviera muerta. Después del entierro, por el contrario, será un asunto archivado y
todo habrá adquirido aspecto más oficial.
Tomé el autobús a las dos. Hacía mucho calor. Comí en el restaurante de Celeste como de costumbre.
Todos se CONDOLIERON mucho de mí, y Celeste me dijo: «Madre hay una sola.» Cuando partí, me
acompañaron hasta la puerta. Me sentía un poco ATURDIDO pues fue necesario que subiera hasta la
habitación de Manuel para pedirle prestados una corbata negra y un brazal. El perdió a su tío hace
unos meses.
Corrí para alcanzar el autobús. Me sentí adormecido sin duda por la prisa y la carrera, añadidas a los
barquinazos, al olor a gasolina y a la reverberación del camino y del cielo. Dormí casi todo el trayecto.
Y cuando desperté, estaba apoyado contra un militar que me sonrió y me preguntó si venía de lejos.
Dije «sí» para no tener que hablar más.
El asilo está a dos kilómetros del pueblo. Hice el camino a pie. Quise ver a mamá en seguida. Pero el
portero me dijo que era necesario ver antes al director. Como estaba ocupado, esperé un poco.
Mientras tanto, el portero me estuvo hablando, y en seguida vi al director. Me recibió en su despacho.
Era un viejecito condecorado con la Legión de Honor. Me miró con sus ojos claros. Después me
estrechó la mano y la retuvo tanto tiempo que yo no sabía cómo retirarla. Consultó un legajo y me dijo:
«La señora de Meursault entró aquí hace tres años. Usted era su único sostén.» Creí que me
reprochaba alguna cosa y empecé a darle explicaciones. Pero me interrumpió: «No tiene usted por qué
justificarse, hijo mío. He leído el legajo de su madre. Usted no podía subvenir a sus necesidades. Ella
necesitaba una enfermera. Su salario es modesto. Y, al fin de cuentas, era más feliz aquí.» Dije: «Sí,
señor director.» El agregó: «Sabe usted, aquí tenía amigos, personas de su edad. Podía compartir
recuerdos de otros tiempos. Usted es joven y ella debía de aburrirse con usted.»
Era verdad. Cuando mamá estaba en casa pasaba el tiempo en silencio, siguiéndome con la mirada.
Durante los primeros días que estuvo en el asilo lloraba a menudo. Pero era por la fuerza de la
costumbre. Al cabo de unos meses habría llorado si se la hubiera retirado del asilo. Siempre por la
fuerza de la costumbre. Un poco por eso en el último año casi no fui a verla. Y también porque me
quitaba el domingo, sin contar el esfuerzo de ir hasta el autobús, tomar los billetes y hacer dos horas
de camino.
El director me habló aún. Pero casi no le escuchaba. Luego me dijo: «Supongo que usted quiere ver a
su madre.» Me levanté sin decir nada, y salió delante de mí. En la escalera me explicó: «La hemos
llevado a nuestro pequeño depósito. Para no impresionar a los otros. Cada vez que un pensionista
muere, los otros se sienten nerviosos durante dos o tres días. Y dificulta el servicio.» Atravesamos un
patio en donde había muchos ancianos, charlando en pequeños grupos. Callaban cuando pasábamos.
Y reanudaban las conversaciones detrás de nosotros. Hubiérase dicho un sordo parloteo de
cotorras. En la puerta de un pequeño edificio el director me abandonó: «Le dejo a usted, señor
Meursault. Estoy a su disposición en mi despacho. En principio, el entierro está fijado para las diez de
la mañana.
Hemos pensado que así podría usted velar a la difunta. Una última palabra: según parece, su madre
expresó a menudo a sus compañeros el deseo de ser enterrada religiosamente. He tomado a mi cargo
hacer lo necesario. Pero quería informar a usted.» Le di las gracias.
Mamá, sin ser atea, jamás había pensado en la religión mientras vivió.
Entré. Era una sala muy clara, blanqueada a la cal, con techo de vidrio. Estaba amueblada con sillas y
caballetes en forma de X. En el centro de la sala, dos caballetes sostenían un féretro cerrado con la
tapa. Solo se veían los tornillos relucientes, hundidos apenas, destacándose sobre las tapas pintadas
de nogalina. Junto al féretro estaba una enfermera árabe, con blusa blanca y un pañuelo de color vivo
en la cabeza.
En ese momento el portero entró por detrás de mí. Debió de haber corrido. Tartamudeó un poco: «La
hemos tapado, pero voy a destornillar el cajón para que usted pueda verla.»
Se aproximaba al féretro cuando lo paré. Me dijo: «¿No quiere usted?» Respondí: «No.» Se detuvo, y
yo estaba molesto porque sentía que no debí haber dicho esto. Al cabo de un instante me miró y me
preguntó: «¿Por qué?», pero sin reproche, como si estuviera informándose. Dije: «No sé.» Entonces,
retorciendo el bigote blanco, declaró, sin mirarme: «Comprendo.» Tenía ojos hermosos, azul claro, y la
tez un poco roja. Me dio una silla y se sentó también, un poco a mis espaldas. La enfermera se levantó
y se dirigió hacia la salida.
El portero me dijo: «Tiene un chancro.» Como no comprendía, miré a la enfermera y vi que llevaba, por
debajo de los ojos, una venda que le rodeaba la cabeza. A la altura de la nariz la venda estaba chata.
En su rostro solo se veía la blancura del vendaje.
Albert Camus. El extranjero. Madrid: Alianza. (Fragmento).
14. LICENCIA
A) viaje
B) sueldo
C) permiso
D) descanso
E) autorización
15. CONDOLIERON
A) dolieron
B) doblaron
C) contuvieron
D) solidarizaron
E) confundieron
16. ¿Cuál es el sentido de la palabra ATURDIDO en el contexto del tercer párrafo del texto?
A) CONFUNDIDO porque el protagonista no sabe cómo actuar.
B) MAREADO porque el protagonista cree que se puede desmayar.
C) ALUCINADO porque el protagonista no cree en la situación que vive.
D) ENCANDILADO porque al protagonista le maravilla la situación que vive.
E) ATONTADO porque el protagonista no está plenamente consciente de sus actos.
17. ¿Cuál de los siguientes términos expresa mejor la actitud con la cual el narrador nos presenta los
hechos?
A) Lacónica.
B) Sufriente.
C) Optimista.
D) Confundida.
E) Desapasionada.
18. En el párrafo 5, ¿qué actitud le muestra el director del asilo al señor Mersault?
A) Crítica.
B) Objetiva.
C) Compasiva.
D) Melancólica.
E) Desapasionada.
19. ¿Cuál de los siguientes términos describe mejor la relación del protagonista con su madre?
A) Simple.
B) Cercana.
C) Cómplice.
D) Distante.
E) Dependiente.
21. A partir de la lectura del texto, ¿qué sentimiento tiene el protagonista en relación con la muerte de
su madre?
A) Dolor.
B) Apatía.
C) Negación.
D) Confusión.
E) Conformidad
Génesis
[Minicuento - Texto completo.]
Marco Denevi
Con la última guerra atómica, la humanidad y la civilización desaparecieron. Toda la tierra fue como un
desierto calcinado. En cierta región de Oriente sobrevivió un niño, hijo del piloto de una nave espacial.
El niño se alimentaba de hierbas y dormía en una caverna. Durante mucho tiempo, aturdido por el
horror del desastre, solo sabía llorar y clamar por su padre. Después sus recuerdos se oscurecieron,
se disgregaron, se volvieron arbitrarios y cambiantes como un sueño; su horror se transformó en un
vago miedo. A ratos recordaba la figura de su padre, que le sonreía o lo amonestaba, o ascendía a su
nave espacial, envuelta en fuego y en ruido, y se perdía entre las nubes. Entonces, loco de soledad,
caía de rodillas y le rogaba que volviese.
Entretanto la tierra se cubrió nuevamente de vegetación; las plantas se cargaron de flores; los árboles,
de frutos. El niño, convertido en un muchacho, comenzó a explorar el país. Un día, vio un ave. Otro día
vio un lobo. Otro día, inesperadamente, se halló frente a una joven de su edad que, lo mismo que él,
había sobrevivido a los estragos de la guerra atómica.
-¿Cómo te llamas? -le preguntó.
-Eva -contestó la joven-. ¿Y tú?
-Adán.
FIN
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PAUTA DE CORRECCIÓN
● Su texto lleva un título atractivo 1 pt
● Respeta el espacio asignado 1 pt
● La ortografía corresponde al nivel de IV medio 0.5 pt
● La redacción es comprensible (no necesita ser explicada) 0.5 pt
● En el 1° párrafo, contextualiza y entrega su hipótesis (interpretación) 1 pt
● En el 2° párrafo, compara el microcuento con el relato original, estableciendo a lo menos 3
comparaciones 3 pt
● En el 3° párrafo, concluye retomando la idea inicial 1 pt