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Estamos ante un texto argumentativo (defiende razonadamente una idea) de asunto

humanístico que, por su relativa informalidad y por su procedencia, es probablemente un


fragmento de artículo periodístico. a) Su tema es (empleando palabras del propio texto) el
aumento de embaucadores y charlatanes en los últimos años, y especialmente hoy en día a
través de las redes sociales b) El autor parece expresar su contradicción y su no pertenencia a
ese grupo puesto que utiliza verbos en 3º persona del plural. Y, dado que pretende expresar
fundamentalmente su sentimiento y repercutir en la opinión del receptor, podemos decir que
en el texto se ejercen tanto la función expresiva como la apelativa. Además de ellas, y dado
que intenta comunicar cómo es la realidad, también obraría la función representativa En
cuanto al contenido, se puede apreciar la siguiente estructura: una introducción que nos sitúa
en el tema presente en el primer párrafo, y a continuación se desarrolla el cuerpo haciendo
presente la tesis en el último párrafo (“Sobretodo hay que recuperar…impunemente”). En
cuanto a los procedimientos de cohesión, se aprecia recurrencia en casi todos los planos. Se
repiten palabras vinculadas al tema y la tesis, con sus lógicas derivadas: “egocentrismo”,
“egocéntrico”, “persona”, “ego”, “vida”, “mundo”, “sobrevivir”, “moriríamos”,
“idiota”...También se repiten pronombres que dan idea del alcance general que se da a las
aseveraciones: “todos” y “nadie”. Aunque no muy abundante, se aprecia sustitución anafórica
por pronombres (“él”, en la línea 6) y la elipsis de sujeto (“Y cree...”, “es desastroso...”).
Volviendo a la recurrencia (ahora morfológica), en las formas verbales predomina el uso de la
primera persona del plural (“hemos ido construyendo”, “tenemos”, “vamos”, “lograríamos”),
visible también en pronombres y determinantes (“nos”, “nuestros”), que viene a abarcar a
emisor y receptores bajo la propiedad de ser “humanos”. Alterna con la tercera persona,
singular y plural (“creen”, el frecuente “es”, “deben buscar”), para referirse a casos más
particulares, como el “egocéntrico”, el “ego” o los “niños”. En definitiva, se habla sobre el
“mundo”, pero un mundo que “nos” incluye a todos. El tiempo verbal es casi constantemente
el presente de indicativo, como es lógico al formular enunciados generales de carácter
atemporal (“todos tenemos derecho...”, “nos hace actuar...”, “nadie es más...”), pues muy
pocos limitan su referencia temporal (“a día de hoy [...] el egocentrismo es...”). Al presente se
añade algún pretérito (el perfecto de subjuntivo inicial, para expresar conjetura sobre el
pasado), o futuro (“valdrá”, “trataremos”) y condicional (“lograríamos”, “moriríamos”), ambos
en construcciones condicionales, como parte del juego argumental de formulación de
hipótesis. Las oraciones, en general compuestas, lo son por procedimientos variados: la
coordinación copulativa, la subordinación sustantiva “creen que sus opiniones...”, “cree que
todos deben...”y la adjetiva (“personas que creen...”, “que no puede...”), pero, sobre todo,
lógicamente, construcciones que expresan razonamiento, como las adversativas con “pero”, la
subordinación causal (“porque lo que él ve...”, “porque es idiota”, “porque no tienen...”) y la
condicional (“”si vamos pisando...”, “si el ego nos dicta...”, “sólo asumiendo...” La cohesión
acaba de lograrse y manifestarse con el uso de conectores textuales, con predominio, como
cabía esperar en una argumentación, de los que expresan relaciones lógicas. Así, encontramos,
aparte del meramente aditivo “y”, un “sin embargo” y un “pero” para expresar oposición o
contraste, o el consecutivo “de manera que”. Para terminar, lo subjetivo de texto se manifiesta
en la abundancia de léxico valorativo, que llega al improperio: los adjetivos “peligrosos”,
“equivocado”, “desastroso”, “idiota”, “hipertrófico” (que contrastan con “importante”, como
único adjetivo positivo). El apasionamiento en la denuncia queda, además, reforzado por el
uso de la exclamación con un sustantivo de esa gama (“¡Qué desastre!”), con la incorporación
de expresiones coloquiales (“más solo que la una”, además de “idiota”) o la alternancia de
oraciones largas, complejas, con otras breves y firmes, como la última o “nadie es más que
nadie”.

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