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La evaluación social de proyectos compara los beneficios y costos que una determinada
inversión pueda tener para la comunidad de un país. Tanto la evaluación social como la
privada usan criterios similares para estudiar la viabilidad de un proyecto, aunque
difieren en la valoración de las variables determinantes de los costos y beneficios que se
les asocien.
Los precios privados de los factores se pueden corregir a precios sociales, ya sea por
algún criterio particular a cada proyecto, o aplicando los factores de corrección que
varios países definen para su evaluación social.
La evaluación social se basa en costos y beneficios que podrían ser muy diferentes a los
costos y beneficios privados. Lo anterior se sustenta en que el valor social de los bienes
y servicios que genera el proyecto es distinto a los valores que paga o percibe el
inversionista privado. Por ejemplo, si un país evalúa la construcción de un tren urbano
subterráneo, sus flujos no solo incorporan los ingresos que generaría su operación, sus
costos o reinversiones, sino que además deberá incorporar el beneficio social que
representaría su construcción, ya sea por la descongestión vehicular, su contribución a
la descontaminación ambiental o la mayor rapidez que le podría significar al usuario
trasladarse entre un lugar y otro de la ciudad.
Las principales diferencias que explican un flujo social respecto de uno privado son:
a) Beneficio y costo social no significa lo mismo que beneficio y costo privado, aunque
ambas se miden en una unidad de cuenta real común.
b) El precio social de un bien producido por el proyecto no es lo mismo que su precio
privado.
c) Las externalidades, que no son más que efectos indirectos generados positiva o
negativamente por el proyecto, pueden afectar a la sociedad, aunque no necesariamente
al inversionista privado.
d) La tasa a la cual descontar un flujo social es distinta de lo que se entiende por la tasa
relevante de descuento desde el punto de vista privado.
e) La rentabilidad social de un proyecto persigue estimar su impacto en el crecimiento
económico del país, pudiendo incorporar información sobre cambios en la distribución
del ingreso que pudiera generar.
Al igual que los proyectos privados, los proyectos sociales obedecen en su búsqueda de
información a un proceso metodológico que, en general, puede adaptarse a cualquier
proyecto. Toda decisión de inversión social debe responder a un estudio de preinversión,
cuyos resultados permitan establecer el beneficio social que significaría su
implementación, sus ventajas y desventajas asociadas, el incremento que este generaría
en el ingreso nacional o cualquier otro estándar que permita identificar
cuantitativamente el impacto que tendría en el desarrollo del país y en el bienestar neto
de la población.
Sin lugar a duda, este mecanismo de medición no es perfecto, puesto que el resultado
de la evaluación social no permite medir el impacto que el proyecto, una vez ejecutado,
provoca en el bienestar individual de las personas o en el de una familia, razón por la
cual se mide en términos agregados.
Muchos son los sectores específicos en los que se podrían desarrollar proyectos sociales.
Así, pueden existir proyectos vinculados con el sector de vialidad, de agua potable, de
sistemas de regadío, de proyectos de educación, de salud, de áreas verdes, parques y
plazas, con programas sociales, con el desarrollo de microempresas, de
descontaminación ambiental, de defensa nacional, de soberanía, de promoción para la
superación de la pobreza y de tantos otros que pueden ser evaluados, en la mayoría de
los casos también privadamente.
La preparación social de proyectos debe corregir los valores privados modificando los
precios de mercado y agregando otros que la evaluación privada no debe incorporar, con
lo que se efectúan los ajustes que permitan expresar en los flujos, los valores sociales,
en consideración al problema o distorsión que el proyecto intenta resolver. Así, un
determinado proyecto que puede ser desechado por un inversionista privado puede no
serlo desde el punto de vista social.
Dadas las diferencias entre beneficios y costos sociales y privados, surge la necesidad
de disponer de precios sociales, tanto para los bienes producidos como para los usados
por el proyecto. Los precios privados surgen de los mercados donde el proyecto vende
su producción o se abastece de ellos y pueden, en algunos casos, reflejar el verdadero
valor para la economía. El cálculo de precios sociales dependerá de una gran cantidad
de variables, cuya importancia y ponderación se deberá establecer de acuerdo con los
objetivos y las prioridades que la sociedad determine por medio del Estado como
garantes del bien común. Los precios privados no siempre reflejan el verdadero valor
para la sociedad de contar con el bien que generaría el proyecto.
Uno de ellos es el precio social del factor trabajo o de la mano de obra. Estas y otras
situaciones pueden entregar prioridades que impliquen la existencia de precios sociales
diferenciados dependiendo de las condiciones del mercado del trabajo, por lo que será
posible incorporar en el flujo una situación de carácter transitorio. Teóricamente, se
puede señalar que el costo social de la mano de obra coincide con el costo privado
cuando en la sociedad existe una situación de pleno empleo, lo que evidentemente no
resulta fácil que se dé en la realidad. Lo anterior permitiría observar que el precio social
de la mano de obra no es una constante para todo el país, por lo que resulta evidente
concluir que el precio social de la mano de obra podría tener un valor diferenciado de
acuerdo con la edad, el sexo, la profesión, la región en que viva, u otras variables.
En una economía abierta con pleno empleo, en donde no existan distorsiones en los
mercados ni un poder monopólico o monopsónico en relación con los bienes transables
en el mercado internacional, se puede decir teóricamente que no existiría diferencia
entre los precios social y privado de la divisa. De esta manera, proyectos que requieran
una gran cantidad de divisas para la adquisición de tecnología de gran valor, por
ejemplo, podrían verse afectados al variar el precio social de la divisa como consecuencia
de su escasez. La estimación de este precio no está exenta de dificultades
metodológicas, entre otras muchas razones, debido a la multiplicidad de orígenes y usos
diferentes a los que se podría destinar. De este modo, un mismo proyecto puede
demandar tecnología o insumos importados por una parte y, por otra, generar divisas
por la venta al exterior de los bienes que, eventualmente, produciría en el caso de su
implementación.