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La pandemia de COVID-19 y la

violencia contra la mujer: qué nos


revelan los datos
24 DE NOVIEMBRE DE 2021

Antes de la pandemia de COVID-19, ya existía otra


pandemia que amenazaba la vida y el bienestar de las
personas de todo el mundo: la violencia contra la mujer,
que afecta como mínimo a una de cada tres mujeres y
niñas.

Desde los primeros días de confinamiento como


consecuencia de la COVID, las organizaciones de mujeres
registraron un aumento significativo en los casos
denunciados de violencia de género. Lamentablemente, se
dificultó hacer una recopilación exhaustiva de los datos en
relación con este tema debido a la sensibilidad, la
estigmatización y la vergüenza que existe en torno a este
problema, así como a las limitaciones impuestas por la
pandemia.

Ahora, un nuevo informe publicado por ONU Mujeres, que


agrupa los datos de encuestas recopilados en 13 países de
todas las regiones (Kenia, Tailandia, Ucrania, Camerún,
Albania, Bangladesh, Colombia, Paraguay, Nigeria, Costa
de Marfil, Marruecos, Jordania y Kirguistán), confirma la
gravedad del tema.

A continuación, se ofrecen cinco de los principales


resultados:

La pandemia de COVID-19 y la violencia contra la mujer: qué nos revelan


los datos
                                                                                                                                                                             

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1. Los números varían entre los países y


los datos demográficos, pero, en
términos generales, la pandemia
incrementó los casos de violencia contra
las mujeres y afectó su sensación de
seguridad.
En los 13 países encuestados, dos de cada tres mujeres admiten que ellas o
una mujer que conocen han sufrido violencia en algún momento de su
vida. Cerca de una de cada dos mujeres reconoce haber pasado por
experiencias directas o indirectas de violencia desde que comenzó la
pandemia.
La forma más común de violencia es el abuso verbal (50 %), seguido por el
acoso sexual (40 %), el abuso físico (36 %), la imposibilidad de satisfacer las
necesidades básicas (35 %) y la privación de acceso a los medios de
comunicación (30 %). Un total de siete de cada 10 mujeres encuestadas
sostienen que la violencia de género es algo habitual en su comunidad.

La mayoría de las mujeres aseguran que la COVID agravó el problema.


Aproximadamente siete de cada 10 mujeres piensan que la violencia
doméstica se acentuó durante la pandemia, y tres de cada cinco mujeres
consideran que hubo un aumento de los casos de acoso sexual en lugares
públicos. En muchos casos, fue imposible cubrir la creciente demanda de
alojamiento en refugios y otras formas de ayuda a raíz de las limitaciones
operativas.

Para Romela Islam, el abuso que su esposo ejerció sobre ella empezó


mucho antes de la COVID-19. Pero no fue hasta diciembre de 2020 que ella
y su hija de 4 años pudieron escapar. Islam encontró alojamiento en un
refugio para mujeres, y ambas tuvieron que rehacer su vida. Sin embargo,
la capacidad reducida de los refugios implica que muchas mujeres no
tienen la misma posibilidad.

Otras personas siempre me decían cómo vestirme, dónde


ir y cómo vivir mi vida. Ahora, sé que estas decisiones
dependen de mí. — Romela Islam
2. La violencia de género ha tenido
repercusiones significativas en la salud
mental de las mujeres durante la
pandemia.
Es difícil calcular el efecto psicológico que la COVID-19 ha tenido en las personas.
Nos aisló, cambió drásticamente nuestras vidas y nos hizo temer por nuestro
bienestar físico. En el caso de las mujeres expuestas al mismo tiempo a la violencia,
los efectos emocionales se agravan mucho más.

Las mujeres que afirman sentirse inseguras tanto en el hogar como en público, o que
informan haber atravesado experiencias directas o indirectas de violencia, son más
propensas a aceptar que la COVID profundizó sus sensaciones de estrés y ansiedad,
sobre todo, en los casos de violencia física. Estas mujeres también tienden a
reconocer la incapacidad de dejar de preocuparse, así como la falta de interés en
hacer cosas.

3. Los factores socioeconómicos


también influyen en gran medida en las
experiencias de violencia de las mujeres.
Es sabido que el estrés económico contribuye a la violencia contra las mujeres, una
tendencia que se mantuvo claramente durante la COVID-19. Un total de cuatro de
cada cinco mujeres, cuyos cónyuges no tienen ingresos, admiten que ellas o una
mujer que conocen han experimentado una forma de violencia, como mínimo. La
inseguridad alimentaria es otro de los factores: las mujeres que afirman que la
violencia doméstica es algo muy habitual son más propensas a padecer inseguridad
alimentaria, a diferencia de aquellas mujeres que mencionan lo contrario. Lo mismo
ocurre con las mujeres que han experimentado o conocen a alguien que ha
experimentado violencia en comparación con aquellas que no han pasado por esta
situación.

Las funciones económicas de las mujeres dentro del hogar también se ven afectadas.
Las cuidadoras a tiempo completo no remuneradas son más proclives a confesar que
ellas o una mujer que conocen han sido sobrevivientes de violencia, en comparación
con las mujeres empleadas, las mujeres desempleadas y las estudiantes. Por otro
lado, obtener ingresos parece reducir las experiencias de violencia: las mujeres con
ingresos son menos propensas a percibir la violencia contra las mujeres como un
problema y la violencia doméstica como algo habitual. Sin embargo, hay una
excepción: las mujeres que ganan más que su cónyuge consideran que la violencia
doméstica es algo habitual y se sienten menos seguras en el hogar que quienes
tienen menos ingresos.

4. La edad no es un obstáculo cuando se


trata de la violencia contra las mujeres.
Si bien muchas encuestas sobre la violencia ejercida contra las mujeres se centran
específicamente en las mujeres en edad reproductiva (15 a 49 años), esta encuesta
buscó recabar las respuestas de todas las mujeres mayores de 18 años. Los
resultados revelan que la edad no ofrece demasiada protección: las mujeres mayores
de 60 años sufren violencia con una frecuencia similar que las mujeres más jóvenes.
Más de la mitad de estas mujeres informan que ellas o una mujer que conocen han
pasado por alguna forma de violencia.
5. Especialmente en las situaciones de
violencia doméstica, las mujeres no
suelen buscar ayuda externa.
Cuando se les preguntó a quiénes recurrirían las mujeres sobrevivientes de violencia
para pedir ayuda, el 49 % de las encuestadas dijeron que las mujeres buscarían la
ayuda de su familia, mientras que sólo el 11 % de ellas respondió que las mujeres
acudirían a la policía, y el 10 % de las mujeres afirmaron que se dirigirían a centros
de ayuda (refugios, centros de mujeres, etc.).

En el caso de las mujeres que buscan ayuda externa, a menudo este puede ser un
momento crucial. Goretti Ondola, una mujer procedente de Kenia, cuyo esposo
falleció en 2001, ha sufrido graves abusos por parte de la familia desde su
fallecimiento. A fines de 2020, después de haberla golpeado hasta el punto de tener
que ser hospitalizada, recurrió a una defensora local de los derechos humanos. Tras
iniciar un proceso de resolución de conflictos y, a la vez, presentar el caso ante los
tribunales, la defensora de derechos humanos ayudó a conseguir una solución que le
otorgó a Ondola su título de propiedad. "Es como comenzar una nueva vida después
de 20 años", expresa.

1. Poner a las mujeres en el centro del


cambio en las políticas, las soluciones y
la recuperación.
Es importante que haya una representación equitativa de las mujeres en los equipos
de trabajo contra la COVID-19 para garantizar que sus voces, necesidades y
derechos se incluyan en los planes de respuesta y recuperación de la pandemia. En
todo el mundo, las mujeres representan menos de una cuarta parte (24 %) de quienes
integran los equipos de trabajo contra la COVID-19. Los países pueden subsanar
esta brecha incorporando a las organizaciones de mujeres en los planes de
recuperación y en las soluciones a más largo plazo para la violencia contra las
mujeres y las niñas.

2. Proporcionar recursos para poner fin a


la violencia contra las mujeres en los
planes de respuesta y recuperación de la
COVID-19.
Los planes de respuesta y recuperación de la COVID deberían abarcar medidas
basadas en pruebas para abordar la violencia contra las mujeres y las niñas. Tales
medidas deben ser holísticas, multisectoriales y estar completamente integradas
en las políticas nacionales y locales.

3. Fortalecer los servicios para las


mujeres sobrevivientes de violencia,
incluso en los casos donde la COVID-19
aumentó las vulnerabilidades y los
factores de riesgo existentes.
Deben mantenerse los esfuerzos puestos en práctica durante la pandemia para
fortalecer los servicios, entre ellos, los refugios, las líneas de ayuda y los
mecanismos de denuncia, la asistencia psicosocial y las respuestas brindadas por la
policía y la justicia para acabar con la impunidad. Los Gobiernos nacionales y
locales deben salvar las diferencias en estos servicios, de modo que todas las
mujeres y las niñas puedan beneficiarse de ellos.

4. Invertir en actividades de prevención


a mediano y largo plazo para poner fin a
la violencia contra las mujeres y las
niñas.
Las actividades de prevención deberían abordar las normas de género, las causas
profundas y los factores de riesgo de la violencia contra las mujeres. Las iniciativas
de prevención pueden incluir planes de estudio específicos en los sistemas
educativos, apoyo económico para las mujeres y los hogares, y campañas de
sensibilización y mensajes para ejercer influencia en las normas sociales y
modificarlas a través de los medios de comunicación.

5. Recopilar datos desagregados por


sexo sobre los efectos de la COVID-19.
Para elaborar mejores políticas, necesitamos contar con datos adecuados. Estos
deben comprender los datos desagregados por sexo y edad sobre los efectos a
mediano y largo plazo de la violencia contra las mujeres y las niñas. Cuando sea
posible, deberían retomarse las encuestas de hogares presenciales, así como
fortalecerse los sistemas de datos administrativos para evaluar mejor las
necesidades y capacidades de los servicios de respuesta.
https://www.unwomen.org/es/noticias/reportaje/2021/11/la-pandemia-de-covid-19-y-la-
violencia-contra-la-mujer-que-nos-revelan-los-datos

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