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UNIVERSIDAD NACIONAL DE ROSARIO

FACULTAD DE HUMANIDADES Y ARTES


ESCUELA DE HISTORIA
HISTORIA DE ASIA Y ÁFRICA I
PROFESORA TITULAR: CRISTINA I. DI BENNARDIS

FINKELSTEIN, I. (2007) “When and how did the israelites emerge?”, en:
FINKELSTEIN, I., MAZAR, A y SCHMIDT, B. The Quest for the Historical Israel.
Debating Archaeology and the History of Early Israel, Brill, Leiden-Boston, pp.
73-111.
Traducción del inglés, para uso interno de la cátedra: Melisa Gómez 2011

¿Cuándo y cómo emergieron los israelitas?

[73] De acuerdo con la narrativa bíblica, la conquista de Canaán terminó con sólo
un éxito parcial. El libro de José (13:2-6) narra que grandes partes de Canaán seguían
sin ser tomadas, y el capítulo 1 del libro de los Jueces enumera las ciudades cananeas
que seguían siendo enclaves en los territorios tribales, es decir, dentro de la tierra que
estaba conquistada. Este es el escenario para lo que sucedió después, el llamado periodo
de los Jueces. Este fue un largo periodo entre la Conquista y el establecimiento de la
Monarquía en el cual Israel era gobernado por líderes carismáticos llamados jueces, que
libraron a la gente de sus enemigos. De acuerdo con la lógica interna de la narrativa
bíblica, y cuando se pone contra la historia del antiguo Cercano Oriente, el periodo de
los Jueces cubrió aproximadamente dos siglos, desde aproximadamente 1200 hasta
1000 a.C.
Aún así, el libro de los Jueces no ilustra las realidades de la Edad del Hierro I.
Aunque probablemente contiene materiales antiguos que se originaron en las fuentes
israelitas del norte (y que pueden haber sido puestas por escrito antes del colapso del
Reino del Norte), en su forma actual, Jueces es un libro relativamente tardío,
deuteronomista, que representa la ideología de Judá en el siglo VII a.C., cientos de años
después de que los eventos afirmados tuvieran lugar. Esto se puede ver en varios
campos:
1. Los ciclos de pecado, retribución y redención claramente caracterizan a la
teología deuteronomista.
2. Casi todas las historias ocurren en los territorios de las tribus del norte. Jueces
I, que también pertenece, en mi opinión, a la compilación del siglo VII,
claramente sostiene que las tribus del norte no pudieron depurar a los cananitas
adúlteros de su interior y que la tribu de Judá fue la única que lo hizo
exitosamente. Esto explica lo que vendrá después: a diferencia de Judá, las
tribus del norte fueron presa, una y otra vez, de la trampa de las deidades
cananeas.
3. [74] Jueces es un preludio del surgimiento de la dinastía davídica en Jerusalén.
Retrata la situación previa a la monarquía – incluyendo la relación entre el
Pueblo de Israel y el Dios de Israel – en colores oscuros, y en su final, predice
el surgimiento de la monarquía: “En aquellos días no había rey en Israel; cada
hombre hacía lo que era correcto a sus ojos” (Jueces 21:25).
Por lo tanto, aunque es posible que los mitos y relatos en Jueces preserven algunos
vagos recuerdos anteriores de sucesos locales, la mayor parte de ellos tiene poco valor
histórico para el estudio del surgimiento del primitivo Israel. Necesitamos volvernos
entonces a las fuentes extra-bíblicas y a la arqueología, en tanto las dos nos
proporcionan testimonios “en tiempo real” de los primeros días del antiguo Israel.
La estela del faraón Merneptha, que describe su campaña a Canaán en 1207 a.C,
menciona la conquista de tres ciudades y su subyugación – en realidad, la aniquilación –
de un grupo de personas llamadas “Israel”. No se indica el tamaño de este grupo y su
localización exacta. Sólo testifica que un cierto grupo de nombre Israel estaba presente
en Canaán a fines del siglo XIII.
La arqueología ha revelado una oleada de asentamientos sin precedentes en las
tierras altas de Canaán que comenzó aproximadamente al mismo tiempo. En el curso de
la Edad del Hierro I – del siglo XII a X a.C.- unos doscientos cincuenta asentamientos
fueron establecido en el área entre los valles de Beer-sheba y Jezreel. Como la mayoría
de estos sitios seguían poblados en forma ininterrumpida en el Hierro II cuando
formaron el corazón de los estados de Israel y Judá, podemos referirnos a sus habitantes
en forma segura como “israelitas”, o “proto-israelitas” (el término de William G.
Dever). Este es el trasfondo material del surgimiento del Israel primitivo.
Dos preguntas principales han dominado el estudio de la emergencia del Israel
primitivo. Primero, ¿cuál fue el origen de los pobladores del Hierro I de las tierras altas
– los proto-israelitas? Como un proceso similar ocurrió en ese momento en las tierras
altas de Transjordania, se debería hacer la misma pregunta sobre los proto-amonitas,
proto-moabitas y proto-edomitas. En segundo lugar, ¿cuáles fueron las fuerzas que
estimularon la fundación de cientos de pequeñas comunidades aisladas en las tierras
altas en el Hierro I?
Los primeros estudiosos no pudieron llegar a un consenso sobre las respuestas a
estas preguntas, y las teorías variaron entre una completa confianza en el texto bíblico y
la total negación de su valor como registro histórico. Pero en años recientes, el espectro
de los puntos de vista se ha estrechado bastante dramáticamente. Primero y principal, la
mayoría de nosotros hoy está de acuerdo en lo que no aceptamos y que en sí mismo es
un remarcable logro en la investigación histórica. En forma sorpresiva, la mayoría de
los estudiosos hoy encontrarán fácil unirse tras el rechazo a la tres teorías propuestas por
los estudiosos que dominaban el estudio del surgimiento del Israel primitivo hasta hace
aproximadamente veinte años.
En la parte 2, expliqué por qué la teoría de la conquista militar de William F.
Albright – un disfraz arqueológico para la narrativa bíblica de la conquista [75] de
Canaán – debe ser dejada de lado. Partes importantes de la teoría de la infiltración
pacifica de Albrecht Alt, que sostenía que la emergencia del Israel primitivo debía ser
vista como un proceso de sedentarización gradual de los nómades pastores de la estepa,
no pueden ser aceptadas tampoco porque nuestra comprensión de la naturaleza del
nomadismo pastoral en el antiguo Cercano Oriente ha cambiado en forma significativa.
Hoy comprendemos que el nomadismo pastoril de cabras y ovejas es una rama de la
vida sedentaria, y que la avenida sedentaria-pastoril estaba abierta en los dos extremos –
sedentarización y nomadización – de acuerdo con factores políticos, económicos y
sociales en cambio. En forma breve, no había “fuente” de nómades en la estepa que
pudiera haber suministrado a los infiltrados pacíficos a Canaán.
La teoría de la revolución social de Mendenhall-Gottwald – un producto algo
ingenuo de las contracorrientes marxistas en los campus norteamericanos de los
utópicos años 60’ – explicaba el surgimiento del Israel primitivo en términos de lucha
de clases; un levantamiento de los elementos rurales explotados en la sociedad cananea
contra sus señores. Esto llevó a su retirada de las tierras bajas a las tierras altas vacías,
donde establecieron comunidades justas e igualitarias. Pero la arqueología encontró
pocos rastros de un traslado tan dramático de las tierras bajas sedentarias a las tierras
altas sedentarias en un corto periodo de tiempo, tanto en la cultura material de los sitios
de las tierras altas o en los patrones de asentamiento de las tierras bajas. Simplificando
lo anterior, no había suficientes asentamientos en el Bronce Tardío en las tierras bajas
como para suministrar un número suficiente de personas en retirada. En realidad,
muchos de esos sitios del Bronce Tardío seguían habitados en el Hierro I.
Es valioso notar que estos tres modelos “clásicos” describían la emergencia del
Israel primitivo como un evento único en la historia de Palestina. En otras palabras, en
forma consciente o inconsciente, los tres seguían la construcción teológica básica de la
narrativa bíblica. La información reciente ha demostrado que esta premisa básica es
errónea.
En lo que sigue, deseo presentar un modelo para entender la emergencia del Israel
primitivo que está basado en dos décadas de trabajo de campo intensivo en las tierras
altas – como excavaciones y estudios. Las dos ramas de la moderna investigación
arqueológica de campo fueron empleadas en el estudio de la emergencia de Israel. Por
primera vez, se llevaron a cabo excavaciones meticulosas no sólo en los grandes
montículos de las tierras bajas, sino también en los sitios rurales de las tierras altas.
Ellas echaron luz sobre la cultura material y las estrategias económicas de la gente del
Hierro I. Pero el “gran salto adelante” en el estudio de la emergencia del Israel primitivo
fuer el giro, en los 80’, hacia los estudios globales en las tierras altas. Esto hizo posible
una reconstrucción casi completa de los patrones de asentamiento en la antigüedad. La
mayor parte del campo de la colina central de Cisjordania fue peinada por completo en
el curso de investigaciones regionales. También se han emprendido investigaciones
intensivas en la meseta transjordana. Estas investigaciones nos proporcionan
información invaluable sobre el número de sitios, su tamaño, su número de habitantes y
su localización, incluyendo los factores económicos que dictaron su distribución.
[76] Deseo comenzar con las conclusiones principales, porque ser conscientes de
la última línea hará más fácil seguir los complejos detalles arqueológicos, textuales,
antropológicos y etnográficos reunidos aquí. En lo que puedo juzgar, el surgimiento del
Israel primitivo no fue un evento único en la historia de Canaán. Más bien, fue otra fase
repetida en los procesos cíclicos y a largo plazo, socio-económicos y demográficos que
comenzaron en el cuarto milenio a.C. La oleada de asentamientos que ocurrió en las
tierras altas a fines del segundo milenio a.C. fue meramente otro capítulo en los
cambios alternados a lo largo del continuum socio-económico típico en el Cercano
Oriente entre los modos de subsistencia sedentario y pastoril.
El medio ambiente

Las limitaciones en la actividad sedentaria en las tierras altas provenían de una


topografía dura, formaciones rocosas que eran difíciles de explotar y, en el pasado
distante, una densa cubierta de vegetación natural. Estos obstáculos llevaron a los
estudiosos a sugerir que la actividad de asentamiento a gran escala en las tierras altas en
la Edad del Hierro fue posibilitada sólo por la introducción de una o más innovaciones
tecnológicas – el uso del hierro, la construcción de cisternas enyesadas y las terrazas en
las cuestas de las colinas. Estas nociones deben ser dejadas de lado. El trabajo de campo
reciente ha demostrado que el campo de la colina central de Canaán estaba densamente
poblado ya en el tercer y segundo milenio a.C., y que el conocimiento de las cisternas
de agua talladas y la erección de terrazas ya era dominado en el Bronce Medio,
probablemente incluso antes, en el Bronce Antiguo. El tallado y enyesado de las
cisternas de agua y la construcción de terrazas fueron el resultado de la penetración
humana en ciertos nichos del campo en la colina, más que un evento de un momento
que abrió el camino para la expansión en esas áreas.
La proximidad a las áreas de estepa en el este y el sur, la disponibilidad de pastos
verdes en el verano seco, y el hecho de que las tierras altas no estaban densamente
pobladas y cultivadas incluso en los periodos de expansión del asentamiento, hicieron a
estas regiones ideales para la actividad pastoril de cabras y ovejas. Eran especialmente
convenientes para el “nomadismo circunscripto” (término de Michael Rowton), es decir,
una rutina de migración entre la estepa en el invierno y las tierras altas en el verano.
Además, el flanco oriental de las tierras altas era especialmente conveniente para la
actividad sedentaria de los grupos que se originaron en un entorno pastoril, porque
podían continuar practicando la cría de animales al mismo tiempo que la agricultura de
secano.
Cuando lo permitían las condiciones políticas y socio-económicas, las
comunidades de las tierras altas podían beneficiarse de la especialización en una
economía orientada a la horticultura, que incluía la industrialización de los productos.
Al principio de los tiempos modernos, las aldeas en ciertas partes del campo de la colina
central, especialmente en las [77] laderas occidentales, se especializaba en los huertos
de olivos y la producción de aceite. Producían grandes excedentes de aceite de oliva y lo
intercambiaban por grano, porque el cultivo de cereal era una estrategia económica
condenada en estas partes de las tierras altas.
Como una introducción a la presentación de los resultados de las investigaciones,
es necesario mencionar que el campo de la colina central puede ser dividido en dos
subunidades geográficas mayores, las tierras altas samaritanas entre Jerusalén y el valle
de Jezreel en el norte, y las colinas judaicas en el sur, entre Jerusalén y el valle de Beer-
sheba. Las tierras altas samaritanas son las más convenientes en el campo de la colina
para vivir, principalmente debido a la meseta del Bethel y los fértiles valles entre las
montañas más al norte. Más aún, estaban mas densamente poblados en el Hierro I. La
región de las colinas de Judá tiene áreas de frontera desérticas en el este y el sur que
hacían que el pastoralismo fuera una estrategia económica preferible. El campo central
es relativamente plano y su flanco occidental tosco y abrupto. Las investigaciones
recientes han indicado que las colinas de Judá estuvieron habitadas en forma dispersa
por poblaciones sedentarias hasta bastante tardíamente en el Hierro III.

Recipientes, huesos y gente: ¿quién es un israelita en el Hierro I?

La cultura material de un grupo dado de gente refleja el medio ambiente en el que


vive; sus condiciones socio-económicas; la influencia de culturas vecinas; la influencia
de culturas previas; en casos de migración, las tradiciones que se traen del campo de
origen; y, con la misma importancia, su mundo cognitivo. En el caso de las tierras altas
del periodo del Hierro I, un análisis cuidadoso de estos factores, combinado con un
examen meticuloso de la distribución geográfica y cuantitativa de los hallazgos, lleva a
conclusiones en cierta medida discutibles con respecto a la posibilidad de identificar
“marcadores étnicos” de los israelitas.
Los signos de continuidad de las tradiciones del Bronce Tardío en la cerámica y
otros rasgos de la cultura material no muestran más que influencias aisladas de los sitios
de las tierras bajas del Hierro I, que aún mantenían en ese momento tradiciones del
periodo previo. Las marcas de discontinuidad reflejan que la gente de las tierras altas
vivía en comunidades rurales pequeñas, aisladas y casi autárquicas (en oposición a las
ciudades-estado de las tierras bajas en el Bronce Tardío). Para complicar aún más los
problemas, no hay modo de distinguir la cultura material de los proto-israelitas de sus
pares en Transjordania, los proto-amonitas y otros.
Aún así, se han utilizados dos características como indicadores de etnicidad
“israelita”, la cerámica, especialmente la jarra collared-rim 1 , y la arquitectura,
principalmente la casa de cuatro habitaciones.
Los arqueólogos tienden a poner etiquetas étnicas a los tipos de cerámica. Así, nos
referimos a vasijas “filisteas”, “edomitas” y “midianitas”. Sin embargo, haciendo eso
ignoramos los factores del estilo, el estatus y el comercio. Por lo tanto, con tantas
variables jugando [78] tras la escena, en la mayoría de los casos la cerámica no puede
indicar etnicidad. Esto ha sido demostrado en numerosos ejemplos, especialmente en
casos en los cuales están disponibles documentos históricos confiables para suplementar
la información arqueológica. Un buen ejemplo en las tierras altas es la cerámica
medieval, que no permite ninguna distinción entre las bien documentadas comunidades
musulmana, cristiana local (oriental) y franca.
Excepto por unas pocas vasijas raras, no hay características especiales en la
cerámica de los sitios de las tierras altas del Hierro I, ni en las acumulaciones como un
todo, ni en los tipos específicos. La distancia del comercio marítimo y terrestre, el
aislamiento social de las comunidades pequeñas, que estaban separadas por barreras
topográficas, y la lucha constante con los obstáculos ecológicos tuvieron una influencia
decisiva en el repertorio de la cerámica de los pueblos de las tierras altas; era limitado,
por no decir pobre, en tipo y calidad. La jarra collared-rim, una vez sugerida como
indicador de sitios “israelitas”, posteriormente fue hallada en sitios de las tierras bajas.
Las pithoi collared-rim también son abundantes en todos los sitios del Hierro I en
Ammon y Moab. El dominio de este tipo en los sitios del campo de la colina central
debería atribuirse a factores económicos, ambientales y sociales, como la subsistencia
basada en la horticultura, y también a la gran distancia de algunas de las comunidades
del Hierro I a fuentes de agua estables, más que al trasfondo étnico de la población.
En ciertos casos, las formas arquitectónicas pueden indicar origen y, por lo tanto,
la etnicidad de pueblos del pasado. Ronnie Ellenblum sostuvo que las marcas de
mampostería y otras características de construcción halladas en sitios medievales en
Israel pueden usarse para distinguir los asentamientos francos, incluso las casas
individuales habitadas por francos, de las comunidades musulmanas. Por desgracia este
no es el caso en la Edad del Hierro. Varios estudiosos describieron a la casa de cuatro
habitaciones como un tipo de casa israelita, pero su plan en toda regla no aparece antes

1
NT: Es un cántaro que tiene un reborde debajo del cuello en la forma de una o más raspas.
del Hierro IIA y también ha sido encontrado en sitios contemporáneos de las tierras
bajas y Transjordania. En este caso también, su popularidad en el campo de la colina
central debe haberse relacionado con factores ambientales y sociales, más que con
fronteras étnicas.
Los estudios etnográficos han demostrado que, en muchos caso, los marcadores
étnicos pueden ser mejor identificados en las prácticas mortuorias, el culto y las formas
de comida, es decir, los patrones de dieta. La arqueología no nos ha dado información
de los dos primeros. Ni un solo cementerio o santuario del Hierro I ha sido encontrado
en las tierras altas. Por lo tanto sólo nos quedan las formas de comida o prácticas
culinarias, representadas por el segundo hallazgo más extendido en las excavaciones
arqueológicas, es decir, los huesos.
Es ampliamente aceptado que las formas de comida tienden a ser símbolos
conservadores de la etnicidad. Ciertos grupos se resisten a cambiar las formas de
comida incluso frente a la asimilación potencial. Lo que come la gente, y cómo lo come,
es un aspecto importante de su identidad. Los antropólogos sostienen que las formas de
comida a menudo rivalizan con la ideología y la religión en términos de
conservadurismo cultural, y que la comida en uno de los [79] símbolos primarios
manipulados por la gente que busca mantener su identidad cultural y su solidaridad de
grupo.
En los últimos años se ha acumulado un cuerpo significativo de datos sobre la cría
animal en las Edades del Bronce y del Hierro. Especialmente importante para el estudio
de la etnicidad en la Edad del Hierro es la información sobre la proporción de huesos de
cerdo en las acumulaciones de fauna en varios sitios. Brian Hesse y Paula Wapnish han
demostrado que en los sitios filisteos esta proporción es mucho más grande que en
promedio – “normal” – para la Edad del Bronce. La popularidad del consumo de cerdo
en el Hierro I en la llanura costera meridional puede estar relacionada con prácticas de
cría traídas del hogar natal filisteo. En las tierras altas, la cría de cerdos era practicada
en la Edad del Bronce y otros periodos. Pero los huesos de cerdo desaparecen de las
acumulaciones de fauna a partir del Hierro I. El hecho más interesante es que los huesos
de cerdo contemporáneos siguen estando presentes en números significativos en
Heshbon en la frontera entre Ammon y Moab en Transjordania. Las acumulaciones de
fauna del Hierro II reflejan las mismas características. Sin importar los factores
complejos que pueden influenciar la distribución del cerdo, esto parece significar que el
tabú sobre los cerdos ya se practicaba en el campo de la colina en el Hierro I. Los
cerdos no estaban presentes en los sitios del Hierro I proto-israelitas en las tierras altas,
mientras que eran bastante populares en un sitio proto-amonitas y en numerosos sitios
en Filistea.
Hay dos razones posibles para este fenómeno: la amplia popularidad del consumo
de cerdo en Filistea puede haber sido vista como un marcador étnico filisteo por los
proto-israelitas de las tierras altas, quienes, en reacción, evitaron criar cerdos. No menos
importante, evitar la cría del cerdo puede haber provenido del trasfondo pastoril de estos
pueblos que se establecieron en las tierras altas en el Hierro I, ya que los cerdos no
pueden ser pastoreados en distancias significativas. Esta es la razón, sostienen muchos,
de por qué los cerdos se convirtieron en un símbolo de la vida sedentaria y por qué los
pastores nómadas en el antiguo Cercano Oriente evitaban criar cerdos.

Procesos cíclicos en las tierras altas y el origen del Israel primitivo

Se ha vuelto un saber convencional ver a los proceso históricos complejos desde


una perspectiva a largo plazo – la longue durée de la escuela francesa de los Annales.
Más aún, la investigación de los procesos que ocurrieron en la Edad de Hierro I requiere
que consideremos una perspectiva histórica mucho más amplia: desde la primer oleada
de asentamiento en las tierras altas a comienzos de la Edad del Bronce Antiguo (la
segunda mitad del cuarto milenio a.C.) al resultado de la transformación del Hierro I –
el crecimiento de los estados territoriales en los comienzos del primer milenio a.C.
Los estudios a gran escala en el sur del Levante que fueron realizados en los 80’
indican que, en el marco de tiempo arriba especificado, las tierras altas estuvieron
caracterizadas por tres oleadas de asentamiento con dos intervalos de crisis social [80]
entre ellos. La actividad de asentamiento se intensificó de un periodo pico al siguiente.
Los tres llevaron al crecimiento de formaciones territoriales complejas, pero mientras
que las primeras dos degeneraron, el tercer periodo pico dio por resultado el desarrollo
de un estado a escala total – los reinos de Israel y Judá. Los tres periodos picos (así
como los dos periodos de crisis) tuvieron mucho en común, especialmente en sus
patrones demográficos, pero también en la localización de los sitios y en ciertos
aspectos de su cultura material.
La primer oleada tuvo su pico en el Bronce Antiguo I, a fines del cuarto milenio
a.C. En el Bronce Antiguo II-III, o el tercer milenio a.C, hubo una disminución en el
número de sitios y en el área total habitada, pero emergieron los grandes centros
fortificados, que caracterizan un sistema político más complejo. Este periodo fue
seguido por una crisis dramática en la Edad del Bronce Intermedia (fines del tercer
milenio), cuando casi todos los sitios del Bronce Antiguo fueron abandonados. Sólo
hubo unos pocos sitios de asentamiento en ese periodo, la mayoría de tamaño limitado,
pero se han registrado muchos cementerios no relacionados a sitios sedentarios cercanos
– y ellos probablemente representaban grupos pastoriles -. Esta crisis de los
asentamientos continuó, incluso se intensificó, en el Bronce medio I, a principios del
segundo milenio a.C.
La segunda oleada de asentamientos ocurrió en el Bronce Medio II-III (del siglo
XVIII/XVII al siglo XVI a.C.). Se han registrado aproximadamente doscientos
cincuenta asentamientos en el campo de la colina central. El proceso comenzó en el
Bronce Medio II cuando veintenas de pequeños sitios se establecieron en diferentes
partes de la región. En el Bronce Medio III, varios sitios se desarrollaron con piedra
impresionante y trabajos de piedra que servían como elaborados centros
gubernamentales para la elite gobernante. Este impresionante sistema de asentamiento
colapsó al final del Bronce Medio. El Bronce Tardío (fines del siglo XVI a siglo XII
a.C.) marca una segunda crisis demográfica en las tierras altas; sólo unos treinta sitios
estaban habitados en ese momento. Más aún, algunos de los sitios supervivientes
disminuyeron de tamaño.
La tercer oleada de asentamiento que caracteriza el surgimiento de los “proto-
israelitas” ocurrió del siglo XII al X a.C. Los trabajos globales han registrado alrededor
de doscientos cincuenta sitios del Hierro I en el campo de la colina central. Este sistema
de asentamiento se expandió dramáticamente en el Hierro II cuando el número de sitios
se duplicó y el área construida total (y por lo tanto, su población) casi se triplicó. En
forma similar a los periodos pico previo, el Hierro II está caracterizado por el
surgimiento de grandes centros urbanos y un complejo sistema jerárquico de
asentamientos.
Las interpretaciones pasadas de esas oscilaciones de asentamiento como resultado
de las migraciones de nuevos grupos desde distintas partes del Levante, o alternando
expansión demográfica y retiro de las tierras bajas cercanas, no son suficientes para
explicar el fenómeno. Primero, estudios recientes han demostrado más allá de toda duda
que la población de las tierras bajas nunca se había acercado [81] al punto de una
“capacidad poblacional”, y por lo tanto no había un excedente de población hambrienta
y sin tierra ansiosa de expandirse a nuevas fronteras. Segundo, el carácter general de la
cultura material en las tierras altas muestra claras características locales sin rastro de
migraciones a gran escala de nuevos grupos desde afuera. Por lo tanto es más razonable
explicar estas fluctuaciones de asentamiento en términos de cambio socio-económico,
es decir, como cambios hacia una sociedad más sedentaria o más pastoril, de acuerdo
con transformaciones políticas, económicas y sociales. Tanto David Grossman en el
campo de la colina central como Norman Lewis y Øeystein LaBianca en Transjordania
han registrado cambios similares en tiempos modernos tempranos en el continuum
sedentario-pastoril. Hay más semejanzas típicas de las áreas marginales del Medio
Oriente, tierras altas y estepas. Esos cambios en el continuum sedentario-pastoril están
bien representados en las acumulaciones de fauna de dos sitios en el campo de la colina
central, Shiloh y Emeq Refaim. La información corresponde a cambios de subsistencia
por agricultura de tiro (es decir, más vacas) en periodos de expansión de asentamientos
a sociedades pastoriles (es decir, más ovejas y cabras) en los años de crisis.
Hay indicaciones adicionales para el trasfondo pastoril de la mayor parte de los
grupos proto-israelitas en las tierras altas. Primero, los pocos sitios de culto y
cementerios del Bronce Tardío no están relacionados a comunidades sedentarias
permanentes. Segundo, los textos del Bronce Tardío, principalmente las cartas de
Amarna del siglo XIV a.C., parecen apuntar a un componente pastoril significativo,
llamado Shasu, o “saqueadores”, en la población. Más aún, varias autoridades han
sugerido que los primeros israelitas se originaron de esos grupos Shasu. Tercero,
muchos de los primeros sitios proto-israelitas están concentrados en áreas de las tierras
altas que mejor se adecuan a una combinación de cría de animales y economías de
agricultura de secano. Cuarto, que se evite la cría de cerdo puede apuntar a los orígenes
pastoriles de la gente de las tierras altas del Hierro I. Quinto, ciertas características de la
arquitectura de los sitios proto-israelitas de las tierras altas puede apuntar en la misma
dirección; me refiero a similitudes entre los sitios al aire libre del Hierro I y los
campamentos de tiendas de los pueblos pastoriles en el Levante en los tempranos
tiempos modernos. Ambos están caracterizados por un gran corral (para proteger a los
rebaños), rodeado de un cinturón de unidades amplias: habitaciones construidas de
piedra en el pasado distante; tiendas en el pasado más reciente.
Los factores que subyacen a estos cambios a lo largo del continuum sedentario-
pastoril no serán tratados en detalle aquí. Es suficiente mencionar que no hay material
histórico a mano para el tercer milenio, y con fuentes muy limitadas para el segundo
milenio, no tenemos más opción que ser indulgentes con los modelos antropológicos
especulativos, a veces apoyados por información etnográfica de los tiempos modernos
tempranos, que ponen en consideración dificultades políticas, calamidades económicas
y disturbios sociales. Se debería mencionar que el nomadismo pastoril es una
especialización que depende de la habilidad de las comunidades sedentarias de producir
suficientes excedentes de grano para el intercambio con [82] las comunidades de
rebaño. De acuerdo con ello, el colapso del sistema económico global de la Edad del
Bronce Tardío debe haber jugado un papel principal en la amplia sedentarización de los
pastores en el Levante durante el Hierro I. Sin excedentes de granos en las manos de las
comunidades sedentarias, los pastores fueron forzados a producir su propio grano, es
decir, a cambiar a una forma de subsistencia más balanceada y auto suficiente, que llevó
a la sedentarización.
Ya he mencionado la significativa diferencia ecológica en el campo de la colina
central entre un norte más disponible y un sur más inhóspito. Las disparidades
ecológicas dieron por resultado diferencias de peso en lo demográfico y el
asentamiento. El norte de Samaria estaba más densamente ocupado con sitios más
grandes y hay evidencia limitada de actividad no sedentaria. En contraste, las colinas de
Judá estuvieron habitadas en forma dispersa por pueblos sedentarios hasta el Hierro II,
pero el número de grupos pastoriles era muy significativo. Estas características dieron
forma a la naturaleza de las entidades políticas que se desarrollaron desde el Bronce
Medio al Bronce Tardío así como también en el periodo del Hierro II.
Los tres periodos de prosperidad de los asentamientos en el campo de la colina
central también apuntan a una gradual expansión demográfica de este a oeste. Al
comienzo de cada proceso de asentamiento, cuando la región estaba habitada en forma
dispersa y los colonos podían elegir libremente la localización de sus ciudades, ellos
optaron por las áreas orientales, que eran topográficamente moderadas, ecológicamente
convenientes y agrícolamente prometedoras. Además, los nichos orientales capacitaban
a sus habitantes a llevar a cabo una estrategia económica bien balanceada y auto
suficiente. Que los colonos fueran atraídos por áreas adecuadas para una combinación
de agricultura de secano y cría de animales presta apoyo a la propuesta de que muchos
de ellos se originaron en el entorno pastoril. Las unidades en las laderas occidentales,
típicas de la agricultura de huerta, que da fruta sólo tras un periodo relativamente largo
de cultivo, fueron ocupadas sólo en fases posteriores del proceso de asentamiento del
Hierro I. Esto fue cuando la población estaba totalmente asentada y se volvió a una
economía especializada, incluyendo la producción en masa de productos secundarios
hortícolas. La expansión hacia el oeste fue un factor prominente en el desarrollo
posterior de estados territoriales en las tierras altas.
En los tres periodos en discusión, el crecimiento de la población sedentaria, la
expansión territorial y la demanda de productos hortícolas de las tierras altas en las
tierras bajas llevaron al gradual surgimiento de sociedades estratificadas y complejas. El
trasfondo ecológico distintivo de las tierras altas dio lugar a la formación de grandes
unidades territoriales, con algunas claras similitudes entre los tres periodos: en forma
más notable, cada una está caracterizada por dos entidades territoriales, la del norte más
sedentaria y abierta a la influencia cultural de las tierras bajas y la del sur más pastoril y
aislada por naturaleza.

Resumen

[83] Los procesos de asentamiento que tuvieron lugar en las tierras altas de
Canaán en el Hierro I tuvieron mucho en común con las dos oleadas de ocupación
precedentes en estas áreas. Estas analogías refuerzan la hipótesis de que mucha de la
actividad de asentamiento del Hierro I fue parte de un mecanismo cíclico y a largo plazo
de procesos alternantes de sedentarización y nomadización de los grupos indígenas en
respuesta a circunstancias políticas, económicas y sociales cambiantes. Traduciendo
estas palabras en lenguaje simple, se puede decir que los israelitas primitivos eran, en
realidad, cananeos.
El desenlace de la actividad de asentamiento de Hierro I – la emergencia de los
estados territoriales de Israel y Judá – se parece en algunas características a la formación
en el campo de la colina de grandes entidades territoriales durante el Bronce Medio y
Tardío, y posiblemente en el Bronce Antiguo. Pero el surgimiento del Reino del Norte
de Israel, que logró expandirse desde las tierras altas a las tierras bajas y formar un
verdadero estado territorial, marca un fenómeno nuevo – una revolución – en la historia
social de Canaán – Israel. En otras palabras, el evento genuinamente excepcional de las
tierras altas de Palestina no fue el “establecimiento israelita” de las tradiciones bíblicas,
sino la emergencia histórica del estado israelita en torno al 900 a.C en las tierras altas
del norte.
La descripción literaria del surgimiento del Israel primitivo como un evento
singular en los anales de la región apareció sólo siglos después del Hierro I. La historia
del estado de Judá en el periodo del Hierro II tardío le dio forma. La descripción bíblica
del surgimiento del Israel primitivo fue para el Historiador Deuteronomista un modo de
servir a la ideología del sur centrada en Judá y a las aspiraciones histórico-nacionales, y
para transmitir su mensaje teológico. Esa narrativa ha prevalecido hasta hace poco
tiempo, cuando la arqueología llegó a la etapa central de la investigación histórica en
Canaán-Israel.

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