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Eliana Juliarena / Ciclo 2021 / Literatura

LITERATURA
https://listindiario.com/ventana/2012/01/07/217234/la-biografia-como-genero-literario

La biografía como género literario


EL AUTOR ES DOCTOR EN LETRAS E INVESTIGADOR TITULAR DEL INSTITUTO DE LITERATURA Y
LINGUÍSTICA DE LA ACADEMIA DE CIENCIAS DE CUBA

Maestría. El escritor polaco Emil Ludwig, uno de los grandes biógrafos del siglo XX, combinó
con acierto la narración novelada con la investigación biográfica.

Virgilio López Lemus

La Habana

La biografía, tiene el don del ensayo, el trasfondo narrativo de la novela, el flujo del drama y la
gracia lírica de la mejor poesía escrita. Con estos elementos, una biografía se convierte en un
hecho literario de relieve, a la par que de relieve sea la figura que en ella se exalta. No basta
acumular datos y ser tan exacto como el precio de las papas, tan precisos como una balanza
que da el fiel en kilogramos de la mercancía en oferta. Una biografía no debe ser un recuento
factual, sin gracia y seso, del día-a-día del biografiado. Incluso no debe convertirse en un
diario, ni enredarse en excesos descriptivos, ni detenerse en una estricta valoración
sociopolítica o sociocultural del medio en que la personalidad se desenvuelve, ni pasar a
psicoanalizarla, ni emborronar páginas y páginas sobre los sucesos eróticos circunstanciales de
alguien que no se distinguió sino como héroe o como poeta, que es otra manera de ser héroe
en el mundo contemporáneo. A veces son simpáticas aquellas biografías de corte frívolo que
se detienen en cuantas esposas o amantes tuvieron Napoleón, Bolívar, José Martí o más
recientemente Fidel Castro.

Hay supuestas biografías que quieren sacar partido al morbo, a lo “secreto”, a aquello que la
personalidad viva cuidó con más celo: su intimidad. El biógrafo que va en busca del escándalo,
quiere dinero para su cuenta bancaria. El arte de biografiar, como toda arte, se va más allá de
cualquier intento espúreo, de toda narración de vértigo. Se le puede sacar partido al
escándalo en nuestras sociedades acostumbradas a todo tipo de affaires, sobre todo políticos,
de corrupción o de sexo, a las revistas “del corazón” (ese que tiene razones que la razón no
conoce”), y a los enredos periodísticos que hacen cortar la respiración cada mañana cuando
leemos en la prensa amarilla los asesinatos del día. Pero no podrán engañarnos con cuentos de
hadas sin hadas, de brujas de pacotilla, que en el fondo no son en verdad biografías, sino
denotaciones contra alguien, las interesadas a favor de terceros o simples sartas de cotilleos,
chismes, enredos e intrascendencias que no pueden robar el espacio a la verdadera obra de
arte de la palabra que es una legítima biografía.

Definiciones
¿Qué es, pues, una biografía? Las definiciones de diccionarios y enciclopedias se quedan cortas
si no ofrecen el relieve del valor testimonial, y a la par estilístico, artístico, que la obra de
referencia ofrezca. Una buena biografía debe vivir tanto como la memoria social de su
biografiado. En ocasiones ella es obra de recuperación, de justicia histórica, de rescate
necesario de alguien a quien el tiempo feroz y disgregante había sometido a un injusto olvido.
Y la buena biografía no teme a la subjetividad, porque toda vida humana es también, amén
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que una serie de sucesos objetivos, una secuencia de subjetividades, como decían de manera
sutilmente diferente José Ortega y Gasset y Miguel de Unamuno, somos: el que creemos ser,
el que creen que somos y el que somos en realidad. Una gran biografía debería agrupar en una
sola descripción de personalidad, esos tres seres básicos que solemos ser en la vida. Y no por
tejerse con hilos psicológicos se logra en una sola obra alcanzar el significado último de una
existencia. Sin embargo, quizás sea ese el propósito mayor de toda biografía seria, creíble y
con derecho a la sobrevivencia.

Algunos poetas han dicho que ellos no son sus actos, sino que su obra es su verdadera y
legítima vida. José Lezama Lima apenas tiene biografía personal más allá de su propia
escritura, de sus libros, de su “errancia estática”, moviendo información y aventándola,
trabajando subjetivamente la objetividad del dato histórico, de la frase magistral o de obra
maestra. Podía muy bien decir Lezama Lima que “yo no soy más que mis obras”. Y en todo
caso, ya es bastante con Paradiso para conocerle como artista. De todos modos, la expresión
podría quedar ambigua: ¿de cuáles obras se habla? Sobre todo porque Lezama era un hombre
católico y habría leído aquel pasaje novotestamentario en que Cristo decía que “por sus obras
los conoceréis”.

Variantes de escritura
El término biografía, definitivamente, sirve para señalar un género, pero dentro de él hay
tantas variantes de escritura, a semejanza de cómo ocurre con la poesía. Debe distinguirse
entre las de intereses histórico, político, de estudio crítico literario o artístico a modo de
ensayo, de corte científico profusamente documentadas, de extrema subjetividad novelada, de
un instante de vida, de los hitos que resaltaron esa existencia humana, de todos los detalles
desde el nacimiento hasta la muerte, las que hacen hincapié más en las obras que en los
hechos vitales del biografiado, aquéllas que se detienen sólo a testimoniar el suceso, la
circunstancia, la época u otros avatares y el biografiado resulta sólo un pretexto de escritura,
las que se basan o estructuran en forma de diarios o de secuencias de cartas (biografía
epistolar), las que sólo dan fe de que alguien ha existido y terminan siendo una historia de
vida, aquéllas que en el fondo son memorias o autobiografías con diversos enfoques, porque la
autobiografía, como ya anotamos al principio, es una modalidad genérica particular, suele ser
muy frecuente y la escribe el propio interesado, la dicta u ofrece los datos básicos a la manera
de coautor, cuando no deja que la redacte completamente otro y el biografiado acude
entonces al papel de censor, revisor, o a ofrecer su veto o su visto bueno.

Una biografía propiamente dicha usa todas las posibles fuentes: historias de vida, testimonios,
autobiografías, memorias, diarios, cartas, relatos de interés periodístico... y terminará siendo
un texto de corte integral que aspira a ser reflejo del biografiado, ya sea sobre toda su vida o
sobre los segmentos temporales más importantes de ella. La equidistancia entre objetividad y
subjetividad puede quebrarse a favor de la segunda, cuando la biografía intenta adoptar el
teno de una novela. De cualquier manela, toda biografía es una versión, una lectura de una
vida, por lo que cada profesional cabe armar muchas y hasta muy diferentes y a veces
contradictorias biografías.

Valores
Si Harold Bloom nos ha hablado de “la mala lectura”, referido a la crítica literaria, quizás toda
biografía sea eso: una mala lectura, una interpretación de una vida que, al apartarse
inevitablemente de lo estrictamente factural, al valorar o narrar con énfasis, al exaltar o
denostar, se desvía la atención o se falsea de alguna manera la más legítima realidad de la
personalidad biografiada, que puede quedarnos en una saga idealizada para su bien o para su
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mal. Una biografía, por muy verídica que sea, no escapa al destino de la subjetividad del
biógrafo, a la etapa histórica en que interprete el ayer. El matiz elegíaco que entraña una obra
de esta naturaleza, contribuye a la subjetividad que luego se ha de reforzar en manos del
receptor, quien a su vez, hará una mala lectura de una mala lectura.

¿Es ese el destino final de toda biografía? Su propio valor de literaturidad, la gala lexical que
emplee el biógrafo y su garra de escritor pueden contribuir a esa subjetivización. Una biografía
resulta, en última instancia también una obra literaria, y ha de sufrir los avatez propios de las
divisiones genéricas y de la escritura como ejercicio de arte de la palabra.

(+)
BIOGRAFIAR NOVELAS STEFAN ZWEIG
Biografiar es narrar y, de cierto modo también es novelar, y de he hecho, hay hermosas y
valiosas biografías noveladas como las de Stefan Zweig sobre Fouché, la decapitada reina
María Antonieta, o Magallanes. Sin embargo, la biografía se diferencia de la novela, de toda
ficción, en que una biografía debe apelar a la realidad -real de una vida vivida objetivamente, y
por tanto el hecho de biografiar nos enfrenta a un acto de escritura “no ficcional”. Debe
diferenciarse, por ejemplo, de la “Aurelia”, de Nerval, del “Werther”, de Goethe, o del
“Demian” de Hermann Hesse, por solo aproximarnos a ficciones que se disputarían valores
semibiográficos. Tampoco sería una biografía lo que podemos entender por “novela sin
ficción” como aquella “A sangre fría” de Truman Capote, tan diferente de cualquier biografía
de santo, político, poeta, artista o deportista en sus momentos vitales sumamente exitosos.

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