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Síntesis

(Iniciación a la Teología, José Morales; p. 36-54)

Carlos Alberto Tren Márquez*


Introducción a la Teología y al Método. Seminario Arquidiocesano de Mérida.
Arquidiócesis de Mérida. Mérida 5101 Venezuela
(*) catrenm2016@gmail.com

Conocer a Dios conlleva a navegar en un sin fin de aguas que orientan al hombre a
descubrirse a sí mismo en el origen de cuanto existe; sin embargo, propiamente hablando en
el hombre puede generarse este conocimiento de Dios por medio de la razón y mediante la
vía mística del hombre. Esto se puede fundamentar a raíz de que el hombre, como nos lo
enseña la antropología, está constituido por una serie de facultades que le permiten
comunicarse con sus semejantes y con Dios y establecer canales para que la comunicación
alienta la humanidad del hombre. En este sentido, uno de los canales que conducen al
conocimiento de Dios es la teología.

La misma tiene su origen desde edades pretéritas, no obstante, las Sagradas Escrituras es la
muestra más preponderante de la revelación de Dios al hombre y que conduce a quienes la
estudian a la búsqueda constante de la verdad, no solo por la racionalización de conceptos e
instrumentos, sino desde la experiencia de contemplación de Aquel creador. Es precisamente
que, quien se dedique a esta disciplina debe corresponder a las exigencias de la misma, la
principal, estudiarla de rodillas y no simplemente en una biblioteca.

De esta manera el teólogo se encarga de transmitir los conocimientos a la comunidad y no


solo a la cristiana, sino también se dirige al mundo del intelecto y de la cultura. Por lo tanto,
no reserva los conocimientos sólo para sí, sino que continuamente lo comunica. Así mismo,
el oficio del teólogo responde a un perfil en el cual, la labor del mismo está vinculada a la
vida Eclesial y que tiene una función con distintos niveles de actividad: Magisterio, teología,
catequesis.

Aquí, es necesario recordar que, este conocer a Dios debe llevarse a cabo a través de la
orientación equilibrada y armónica de la relación fe y razón, ya que si la fe ahogase la razón,
se estaría sumergiendo en un fideísmo, que supone creer sin base una base racional o
histórica suficiente; de lo contrario si la razón usurpa el terreno de la fe, estamos en presencia
del racionalismo. La cuestión es que, debe existir buena relación y estabilidad, a ejemplo de
esto, tenemos a los padres de la la Iglesia que dedicaron parte de su vida a profundizar en las
Sagradas Escrituras y en la relación fe-razón

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