Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Para Platón el arte es una imitación, el artista copia lo que percibe que a
la vez es una imitación de la Forma verdadera. De manera que un artista
está alejado dos veces de la Verdad.
Platón valoraba las obras artísticas del hombre, como las pinturas y las
esculturas, pero su interés por la Verdad lo llevaba a menospreciar el
trabajo artístico.
A pesar de este concepto sobre el arte, Platón veía con buenos ojos que
el Estado diera lugar al arte no solo para educar sino también para el
sano esparcimiento.
Un buen crítico sería, para este filósofo, aquel que tiene conocimiento de
la Verdad para poder evaluar con justicia si esa imitación es fiel a ella,
más que prestar atención a la calidad de su ejecución, o a los sonidos.
En este sentido afirmaba que hay que tener cuidado porque las
emociones del hombre pueden ser beneficiosas pero también dañinas.
Esta concepción de Platón sobre el carácter imitativo del arte, evoca los
dichos de Mozart, quien afirmaba no tener la necesidad de hacer ningún
esfuerzo para crear su música porque podía captar la totalidad de la
obra, en un solo instante como si en su momento creativo estuviera fuera
del tiempo.
Los tratados sobre teoría del arte de Aristóteles (s IV a. C, recordamos) se han perdido,
excepto Poética, que no se conserva al completo. Trata los problemas de la fábula y el lenguaje,
pero también incluye observaciones generales sobre estética, asunto que también abordó
en Retórica y Política.
Aristóteles sintetizó, transformó y desarrolló las ideas estéticas de su maestro Platón y fue el
primer filósofo en enunciar sus investigaciones en este sentido sistemáticamente.
Asumió la idea de arte de la que se servían los griegos de modo intuitivo, pero estableció una
definición, convirtiéndola en verdadero concepto. Para Aristóteles el arte es una actividad
humana, lo que lo distingue de la naturaleza. Reside en el proceso de producción y no en lo
producido: los productos del arte pueden ser o no ser; los de la naturaleza surgen de la
necesidad.
Cada arte es una producción, pero no cada producción es un arte: solo lo es la producción
consciente basada en el conocimiento. La basada en el instinto, la experiencia o la práctica no
es arte. Según esta definición, para Aristóteles eran artes no solo las que hoy conocemos como
Bellas Artes, también la artesanía, la zapatería o la construcción de barcos, y también al
conocimiento que las posibilita, base de la producción, lo llama arte.
El concepto de arte de Aristóteles no era estático sino dinámico, pues daba más importancia al
proceso de producción que al producto acabado. Hace hincapié en su factor intelectual, en los
conocimientos indispensables para crear una obra, porque no hay arte sin reglas generales.
El concepto aristotélico de arte se mantuvo durante casi 2000 años. Solo moderadamente se
comenzó a entender el arte únicamente como arte bello y, en segundo término, más bien como
producto y no como proceso de actividad.
El ejercicio es esencial: el arte puede y debe ser aprendido, pero también son
indispensables las capacidades innatas
Las condiciones aristotélicas para que el arte se haga posible son conocimiento, capacidades
innatas y eficiencia. El conocimiento necesario en un arte no es puramente teórico, ha de ser un
conocimiento general adquirido mediante la experiencia. La habilidad requerida se obtiene con
la práctica. El ejercicio es esencial: el arte puede y debe ser aprendido, pero también son
indispensables las capacidades innatas.
Aristóteles no llegó a formular el concepto de Bellas Artes como tal y rechazó la división
sofista entre las artes útiles y las placenteras ya que, para él, la poesía, la escultura o la música,
no siendo artes útiles, tampoco están al servicio exclusivo del placer. Siguiendo la estela de
Platón, distinguió entre las artes que realizan lo que la naturaleza es incapaz de terminar y las
artes que imitan lo que aquella hace. Entre estas últimas incluiría la pintura, la escultura, la
poesía y parte de la música. Su característica esencial, su medio y su fin es la imitación, que
Aristóteles entendía como una actividad natural e innata del hombre, que le proporciona
satisfacción. Esto explica también por qué el arte es fuente de placer cuando imita objetos que
en la naturaleza no gustan.
La mímesis no la concibió Aristóteles como el mero hecho de copiar fielmente. El artista, al
imitar la realidad, la puede presentar como es, embellecida o afeada. Es posible para el arte
mejorar o empeorar los objetos reales, lo que no significa copiar.
Sí era una exigencia para Aristóteles que el arte representase las cosas que tienen un significado
general y que son típicas, aunque entendía que el artista tenía derecho a introducir en su obra
cosas imposibles si lo requería el objetivo que se había propuesto.
Más importante que lo representado, sus formas y colores, es su composición y armonía. No
importan los objetos particulares que el artista imita, sino el nuevo conjunto que con ellos crea.
Ese conjunto no se evalúa comparándolo con la realidad, sino tomando en cuenta su estructura
interna y su resultado.
El arte es capaz y digno de ocupar el ocio y ofrecer felicidad
En cuanto al fin del arte, para Aristóteles no existe intención del artista, en cuanto que la
imitación es una tendencia natural hombre, un objetivo en sí mismo que no sirve para ningún
otro fin. Pero, en cuanto a los efectos que produce su obra, contribuye a la realización del fin
supremo del hombre: la felicidad, lográndose eso mediante la schole, es decir, el ocio o tiempo
libre. El arte es capaz y digno de ocupar el ocio y ofrecer felicidad.
Arte y naturaleza proporcionan formas distintas de placer. En la primera, los objetos mismos
actúan sobre nosotros y el placer que obtenemos de ellos se debe a que reconocemos su
semejanza con las cosas reales y contemplamos la maestría del artista. La función del arte no
se limita al placer, pero este es un elemento importante, no solo en su sentido sensorial,
también en el intelectual más profundo. Los placeres intelectuales prevalecen en poesía y
música y los sensoriales en artes plásticas.
Para Aristóteles, los posibles reproches a hacer a una obra de arte son: que sea imposible por su
contenido, que no concuerde con la razón, que sea inmoral, contradictoria o que viole las reglas
del arte. En su opinión, todas las artes debían respetar las reglas lógicas y morales, pero
presupone que cada una está sujeta a sus propias leyes. El criterio lógico lo considera relativo, y
solo el estético es criterio absoluto.
Los requisitos del arte debían cumplirse siempre; las exigencias lógicas, solo cuando las
artísticas no implican otra cosa.
En lo relativo a la belleza, en opinión de Aristóteles es bello lo que es valioso por sí mismo y a
la vez nos agrada, lo que es apreciado por sí mismo (no por su utilidad) y nos proporciona
placer o admiración. Esta definición, por tanto, comprende la belleza estética pero no se limita
a ella.
Es bello lo que es valioso por sí mismo y a la vez nos agrada, lo que es apreciado
por sí mismo (no por su utilidad) y nos proporciona placer o admiración
De este modo, todo lo bello es bueno pero no todo lo bueno es bello, sino solo lo que a su vez
es agradable.
Las cualidades que deciden sobre la belleza son el orden y la dimensión. Orden es la
disposición adecuada, la forma. Aristóteles introdujo este término en ciencia, y pasó a la
estética posteriormente. Identifica orden con moderación, por herencia pitagórica. La
proporción hace a las cosas bellas no porque sea perfecta en sí, sino porque se ajusta a la
naturaleza y al objetivo de las cosas (atendiendo a Sócrates).
La dimensión, por su parte, es en este contexto la medida apropiada para cada objeto. Los
objetos grandes gustan más que los pequeños y los hombres de pequeña estatura pueden
resultar agraciados pero no hermosos. Reconoce Aristóteles que los objetos bellos no pueden
ser excesivamente grandes.
En cualquier caso, solo puede ser bello lo que es perceptible. Las cosas limitadas gustan
porque son perceptibles por los sentidos y la razón.
En cuanto a la experiencia estética, Aristóteles no se refiere a ella con un término específico.
Entiende que se trata de vivir un goce del que el sujeto no puede desprenderse, por quedar
fascinado o encantado. Esta experiencia puede ser intensa, pero también insuficiente o
excesiva, y es exclusiva del hombre. Se debe a las impresiones sensoriales, pero no depende de
la agudeza de los sentidos. El goce se debe a la experiencia misma y no a lo que se asocia a
ella.
Lo que los distancia es la valoración que, tanto en el plano estético como ético,
hacen de la obra artística y de su creador.
Dado que en Platón lo único verdadero y real son las Ideas, que se ubican en el
mundo Inteligible, y por tanto, no asequible al humano, lo que en verdad este
último llega a conocer son las Imágenes o “sombras” de la realidad. La pretensión
de conocimiento por parte del poeta es una afrenta para Platón.
La divinidad priva al poeta de la razón. Los poetas, dice, “no son otra cosa que
intérpretes de los dioses, poseído cada uno por aquel que lo domine”.
Los poetas implantan en el alma una “actitud política perversa”, intolerable en una
“polis” bien organizada.
Las artes, la poesía, sí son una “técnica” (tékhné) para una determinada
producción (poíesis). Son técnicas imitatorias, cuyo producto finales una imitación.