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1.

MARÍA, DE NAZARET
1.1 Hacia el rostro real de María
En el camino glorioso de la cruz, no podemos dejar desapercibida la mirada de María en
Jesús que va hacia el monte de la calavera (Gólgota). Ella se vislumbra adolorida y martirizada
por lo que su corazón está viviendo en ese momento del caminar de su hijo con la cruz a cuestas.
Mientras que para unos se cumple la ley, para otros, para los que siguen a Jesús, especialmente su
madre, es un episodio que se espera pase ya.

Cómo llegamos a esta parte, pues, basta un momento hacia la vida de María. No es un
personaje de ficción hay que decir primero, más, si es una persona humana «dotada de libertad» 1
que se dispone desde antes para el proyecto de Dios, aunque ella personalmente no lo sepa hasta
la anunciación (cfr. Lc 1,26-38), de este instante, es crucial la escucha atenta del mensaje, no es
confuso, se sobre entiende que es la gracia de Dios la que actúa en María, con su consentimiento
«he aquí la esclava del Señor; hágase en mi según tú has dicho» (Lc 1,38).

En el antiguo testamento se ejemplifican casos concretos (tipología mariana) a la persona


de María, que se dispone para hacer la voluntad de Dios como aquella que cumple la ley y en
donde se dará el encuentro con Cristo Redentor. En este peculiar caso, primero, en el libro del
génesis encontramos el protoevangelio refiriéndose a la victoria sobre la serpiente «Enemistad
pondré entre ti y la mujer… te pisará la cabeza mientras asechas tú su calcañar» (Gn 3,15). En
segundo caso, se describe la figura de una mujer en el profeta Isaías que afirma: «Mirad, una
doncella esta encinta y va a dar a luz un hijo, al que le pondrá por nombre Emmanuel» (Is 7,14).
Es rescatable también el de llamarle «doncella hija de Sión» (Is 37,22), de tal manera que se ve
más reflejada la presencia de Dios en ella (cfr. Za 2,14-15; 9,9-10; So 3,14-17; Jl 2,21-27).

Situamos a María en la historia de la salvación, como lo menciona fiores «consignada en


las sagradas escrituras ligadas a la tradición eclesial y al magisterio» 2. En qué momento, la vida
de María, se integra con la revelación del Hijo del Hombre en la historia de la salvación, pues, en
el momento del anuncio del Ángel, cuyos efectos, de ese encuentro, se han hecho hasta hoy
memorables (cfr. Lc 1,26-38). Al respecto de lo enunciado anteriormente se sostiene que María
entra de lleno a su misión en el plan salvífico de Dios, en ella recae el primer a nuncio concreto
de Jesús, es ella quien en su «sí contiene la voluntad de Dios padre» (cfr. Lc 1,38). María es ante

1
FIORES Estefano De, María, síntesis de valores, ed. San Pablo, España 2011. P 454
2
Ibíd. P 570
1
todo la «oyente arquetípica de la palabra, la que lleva en sí la Palabra, la guarda y la hace
madurar»3

Ya se ha mencionado el alcance del sí de María, pues, «si por una mujer entro el pecado al
mundo, por María nos llega la salvación de parte de Dios todopoderoso» (cfr. Gn 3,1-15; Lc
1,26-38). De tal manera que en María se reconoce la venida de la nueva alianza y eterna, que
Dios le tiene preparado a los hombres en función de su salvación (cfr. 1Tm 2,4).

Esta apertura que tiene María al plan salvífico de Dios, es de parte de ella, una apertura
afectiva, podría decirse, en sentido que se siente plenamente convencida que es Dios mismo
quien le toma como persona humana y le trasciende a su más íntimo amor que se refleja en su
Hijo amado (cfr. Jn 3,16), encarnado en su seno virginal, para nuestra salvación (cfr. Lc 1,31.34).

Ver a María como la mujer de fe, una fe inquebrantable, no siega, confiada en el creador
(cfr. Lc 1,38), plenamente abandonada, por su propia libertad en la voluntad de Dios. Esta fe de
María es la que se desprende y trasciende hasta nuestros días como aquella que férreamente le da
cabida en su ser, alma y cuerpo, a la palabra de su Señor: «hágase en mi según tu palabra» (Lc
1,38).

La fe profesada por la Virgen María tiene alcances sobre la salvación de los hombres, en
ella, la encarnación que es misterio de amor, se viene a concretizar plenamente. Así vemos a
María de Nazaret, enteramente una mujer de fe, misma que se convierte en «figura ejemplar del
creyente»4. El punto nuclear es su obediencia a Dios, en comparación con la «desobediencia de
Eva» (cfr. Gn 3,6).

Forte describe a María como la mujer icono del misterio, y para ello toma las palabras de
Gregorio Palamas:

«María es la causa de los que fueron antes de ella, está al frente de los que la
siguieron, es la reconciliación entre los tiempos. Fue objeto del anuncio de los
profetas, la primera de los apóstoles, el vigor de los mártires, el fundamento de los
doctores, es la gloria de la tierra, el gozo del cielo, el ornato de toda la creación. Es

3
RATZINGER J., BALTHASAR Hans Urs Von, María, Iglesia naciente, ed. Encuentro, Madrid 1999. P. 42
4
FORTE, Bruno, María, la mujer icono del misterio, ed. Sígueme, Salamanca 2015. P. 128
2
el comienzo y la raíz de los bienes inefables. Es la cumbre y la perfección de la
santidad»5.

Se tiene la observancia, pues, que el solo nombre de la Madre de Dios contiene todo el
misterio de la encarnación. El evangelio de San Lucas la define como la «madre del Señor» (cfr.
Lc 1,43). En cuestiones sometidas a la realidad, es en ella, en donde se denota la participación de
todos los hombres, en sentido de la acogida de Dios que se viene a donar, como salvación, a la
humanidad, «en la plenitud de los tiempos» (cfr. Gal 4,4-5), se puede describir, básicamente,
como un regalo divino, hecho a los hombres, en la persona de María.

1.2 La llena de Gracia


La gracia de Dios es un don preciado que procede de Él para donárselo a la humanidad, en
la persona de María. La humanidad entera se ve beneficiada con esa gracia. En el saludo del
Ángel se dispone la alegría que quiere Dios para todos los hombres, en cuanto le llama a María la
«llena de gracia (kekharitómene)» (Lc 1, 28).

Pero ¿qué es la gracia? Cantalemessa la describe con sentido común como «belleza,
encanto, amabilidad, y en cierto sentido perdón, […] favor absolutamente gratuito, libre e
inmerecido, […] complacencia»6. Entre las personas que han hallado gracia ante Dios se
encuentra Noé (Gn 6,8), Moisés (cfr. Éx 33,11-12), Abraham y la bendición en todos sus
descendientes (Gn 22,1-19), eso está bien para señalar casos del Antiguo testamento, pero en el
Nuevo testamento como en plenitud de la gracia de Dios se encuentra descrita la gracia que
María, la virgen de Nazaret, encuentra ante Dios (cfr. Lc 1,30).

En cuanto a la virginidad Navarro dice «María no es teológicamente virgen hasta que se


lleva a efecto su diálogo con Dios. Y más aún, hasta que acoge la proposición divina y se define
libremente por ella. Es decir, hasta que no pronuncia su palabra de decisión. Entonces comienza a
ser virgen. Entonces, su palabra muestra que en su cuerpo ya se ha inscrito la palabra de Dios»7.

La plenitud de la gracia dada a los hombres la encontramos precisamente en la humanidad


de la virgen María, pues ella «atraviesa todas las fases del tiempo de la gracia» 8. Al hablar de

5
IBÍD., PP. 146-147
6
CANTALAMESSA Raniero, María, espejo de la Iglesia, ed. Edicep, España 1991. Pp. 19-20
7
NAVARRO Mercedes, María, la mujer, Ed. Claretianas, Madrid 1987. P 160
8
FIORES Estefano De, María, síntesis de valores, ed. San Pablo, España 2011. P 454
3
gracia la referimos a la alegría que se nos viene por la encarnación, ha encontrado María, «favor
ante Dios […] pues está llena de santidad, belleza sin igual (Tota Pulchra)»9.

El evangelio de Lucas muestra cómo el favor de Dios se lleva a cabo en Jesús. Éste
comienza con un saludo gozoso a María, «llena de gracia» o «favorecida» por Dios; «te ha
concedido su favor» (Lc 1,28.30). Acepta ser la madre del Salvador. Canta después este amor
gratuito de Dios: «Porque ha mirado la humillación de su sierva [...] porque ha hecho en mí cosas
grandes el Poderoso» (Lc 1,48-49).

Para san Lucas el hecho de la anunciación va más allá, si se puede decir una inminente
venida de Dios sobre la tierra en su hijo Jesús. María se prepara para tal encomienda Lucas,
discípulo de Pablo, trata de describir algo en relación en cuanto que «la plenitud de los tiempos
ha llegado, y ella comienza y consiste en la vida de Cristo, pues en Él está el centro de la historia
de la salvación»10

A razón del párrafo anterior, utilizando las palabras de san Pablo a Tito se puede
concretizar diciendo: «porque se ha manifestado la gracia salvadora de Dios a todos los hombres»
(Tt 2,11). En el caso de la anunciación, es Dios mismo que se anuncia, su cercanía es eminente, la
gracia que nos da en la virgen María, es su don en sí mismo, es su presencia, tan viva y tan real
(cfr. Lc 1,31-32.35).

Sólo allí donde irrumpe la gracia salvadora de Dios puede hablarse de auténtica alegría; y
sólo donde ocurre la alegría mesiánica recibe sentido y realidad la gracia, de tal manera que Dios
al ver a su pueblo desprotegido, ve el momento propicio para acercarse y restituirnos en su
gracia, por medio de Cristo, que mediante su intercesión hemos obtenido, en María, mediante la
fe, el acceso a esta gracia santificante que procede de Dios mismo (cfr. Rm 5,2).

Al respecto de la alegría Horacio Bojorge afirma: «entre la alegría del saludo del ángel y
la gracia de María existe, por implicación fonética y por juego de palabras, una conexión intensa
que nosotros ya no descubrimos en nuestras traducciones. Quizá convendría ensayar algunas
nuevas como: exulta, exaltada de gracia; alégrate, alegrada; gracia a ti, agraciada, etc.»11

9
Cfr. CANTALAMESSA Raniero, María, espejo de la Iglesia, ed. Edicep, España 1991. P. 20-21
10
BOJORGE Horacio, la virgen María en los evangelios, ed. Pamplona, 2004. P 19
11
GALOT J., María en los evangelios, Paris 1958. p. 23
4
Cantalamessa afirma que para la «teología ortodoxa la gracia es la misma presencia de
Dios en el alma, mediante el Espíritu Santo que transforma y diviniza al hombre» 12. En
consideración a la teología católica afirma que «es una cualidad creada por la presencia del
Espíritu Santo, más que la presencia de éste; aquello que explica la diversidad de gracia que
existe entre un alma y otra»13. Se entiende que en un primer caso es el mismo Espíritu Santo
presente, mientras que en el segundo caso es el efecto que produce, en el alma, la presencia del
Espíritu Santo.

Para Santo Tomas la gracia hace presente, de algún modo, la vida eterna, nos hace ver y gustar a
Dios ya en esta vida pues «la gracia es el comienzo de la gloria» 14. Siendo así la iniciativa propia de Dios.
Él nos devuelve su amistad, nos regenera y nos hace uno en María. Fiores utilizando las palabras de
Mattioni se puede afirmar que: «Cristo tomó cuerpo y sangre de la virgen, a fin de ser incesantemente el
Dios con nosotros y para nosotros»15.

En el evangelio de Lucas, se encuentra la expresión de acción de gracias solemne de María, ella se


siente mediadora en la historia de la salvación, reconoce la bondad de Dios puesta en su persona, se
expresa desde la intimidad de su corazón exclamando las maravillas que ha hecho el Señor en ella «porque
ha hecho en mi favor cosas grandes el Poderoso […] su misericordia alcanza de generación en
generación… (Lc 1,49-50). Así María se encamina a la evangelización-mostración al mundo como
portadora de vida, y vida eterna, esto solo es posible con su actitud de «enamorada, ebria de Dios y
entusiasmada por la causa de los hombres»16

1.3 La primera cristiana


La fe nos impulsa a vivir el misterio pascual de Jesús, que alcanzó la plenitud de la vida
pasando por la oblación de una muerte ignominiosa (cfr. Hb 12,1-8). Aunque en el momento de
la anunciación, María, no comprende lo que le depara la gracia de Dios, se somete con su plena
libertad a encarnar cada palabra que se le es anunciada (cfr. Lc 1-26-38), lo rescatable aquí es que
se pone de manifiesto la fe profunda de María.

En la visita que hace la virgen María a su prima Isabel se oye decir de la boca de esta:
«Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá» (cfr. Lc 1,45). En

12
CANTALAMESSA Raniero, María, espejo de la Iglesia, ed. Edicep, España 1991. P. 30
13
Ibíd., p.31
14
STH, II-II, q. 24, art. 3
15
FIORES Estefano De, María, síntesis de valores, ed. San Pablo, España 2011. P. 597
16
ALAIZ Atilano, María, rostro materno de Dios, ed. Perpetuo Socorro, Madrid 2014. P. 54
5
efecto, pues en el «sí de María» (cfr. Lc 1, 38), es la acogida al proyecto salvífico que Dios tiene
preparado para redención de los hombres.

El servicio a la humanidad empieza desde este arraigado «Si» aun cuando no deja de ser
para ella un misterio, más si confía plenamente en el Señor pues para el nada es imposible (cfr.
Lc 1, 37). La virgen, en el magnifica expresa, literalmente la totalidad de su fe, o más bien «ella
coopera a la salvación humana con una fe y obediencia libres […] y tanto así que, el magníficat
es un canto jubiloso de fe»17 expresado con toda seguridad.

María no vive para sí, no ha recibido la gracia del Espíritu para cultivarla en soledad y
transformarse de manera solamente interna. La historia, como momento especial en un camino
que viene de Israel y lleva hacia la Iglesia; es ahí donde María ocupa un lugar privilegiado, ella,
como primicia de la cristiandad es gracia al servicio de la comunidad cristiana, es agraciada en su
valor de persona individual; pero su gracia está al servicio de la salvación de todo el pueblo (cf.
Lc 1,32-33).

María vive su fe, esta virtud que le hace apropiarse del proyecto de Dios (cfr. Lc 1,45).
«No deja de ser fiel a los preceptos de la ley participa todos los años, aunque no está obligada a
ello»18. Ella es modelo de perseverancia en la fe para todos los hombres, y más precisamente,
para aquellos que están en discernimiento de su vocación, como el caso específico, en María, el
de ser Madre de Dios.

Al decir que María es la primera cristiana la estamos situando ya en el campo de apertura
hacia Jesús y de su seguimiento, en un camino que conduce al Reino. Ella aparece al servicio del
Reino como animadora de las bodas (Jn 2,1-12), hermana y madre de los fieles en la Iglesia
(Hech 1,14; Jn 19,25-27), su persona es cautivadora en el llamamiento a ir en busca de Cristo,
pues ella misma le lleva a mostrarlo a las naciones (cfr. Lc 39,45).

Con su «si» María se convierte en virgen mesiánica, en madre creyente del salvador de los
hombres (cf. Mt 1,23; Lc 1,31-.35). Dios la deja en manos de su propia libertad, a fin de que ella
pueda reconocerse como libre y así le responda, colaborando en su propia tarea mesiánica, con
respecto al surgimiento del Hijo sobre el mundo (cfr. Lc 1,35).

17
Ibíd., 63
18
FIORES Estefano De, María, síntesis de valores, ed. San Pablo, España 2011. P. 112
6
María, junto con «Abraham» (Gn 22,1ss), posee fe, una fe en la Palabra de Dios, esta
Palabra que hace posible todas las cosas (cfr.Gn 1, 1ss; Lc1, 37), es ella la mujer piadosa que cree
en Dios y en su palabra o dicho de otra forma, respecto a la «Encarnación del Verbo que acontece
en la fe de la Virgen. Ésta no se apoya propiamente en la participación del Ángel, sino
enteramente sobre su palabra, que es Palabra de Dios»19.

Como lo señala el catecismo de la Iglesia católica en el número 148:


La Virgen María realiza de la manera más perfecta la obediencia de la fe. En la fe,
María acogió el anuncio y la promesa que le traía el ángel Gabriel, creyendo que
"nada es imposible para Dios" (Lc 1,37; Gn 18,14) y dando su asentimiento: "He
aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra" (Lc 1,38). Isabel la saludó:
"¡Dichosa la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte
del Señor!" (Lc 1,45). Por esta fe todas las generaciones la proclamarán
bienaventurada (Lc 1,48).

La actitud fundamental desde la que se articula la figura de María es la fe, al respeto


Ratzinger señala: «el ser de María y su camino están marcados decisivamente por el hecho de que
es creyente»20. Por ello se puede señalar que María, en la historia de la salvación, está
incorporada como una verdadera creyente en la palabra de Dios, que se le nota en su entrega
fervorosa por el Reino de los cielos (cfr. Lc 1,38).

En María encontramos a la persona humana dispuesta en su totalidad en el cumplimiento


del proyecto salvífico de Dios, cuya postura de la virgen, en actitud de cumplir la ley, además, es
«la madre que cree y ora»21, es ella el prototipo de todo cristiano que desea encontrar a Dios, ella,
con toda su humildad se dispone completamente a dar testimonio del Reino.

1.4 Confianza en María


La confianza es un valor, meramente, humano, tiene su trascendencia en lo divino en
cuanto que se aplica a situaciones como el caso que tratamos aquí, el de la virgen María como
modelo de fe en la Palabra recibida por el anuncio del Ángel (cfr. Lc 1,26-38). Ella, en su ser

19
BALTHASAR Hans Urs Von, Gloria, una estética teológica: La percepción de la forma, Vol I, Ed. Encuentro,
España 1985. p. 300.
20
RATZINGER J., BALTHASAR Hans Urs Von, María, Iglesia naciente, ed. Encuentro, Madrid 1999. P. 36
21
BASTERO E. Juan L., María, Madre del Redentor, ed. Eunsa, España 20093. P. 169
7
cuerpo y alma, confía en Dios, lo declara firmemente «hágase en mi según tu as dicho» (cfr. Lc
1,38).

En las sagradas escrituras encontramos testimonios de confianza en el Señor como el del


profeta Jeremías «Bendito quien se fía de Yahvé, pues no defraudará su confianza… » (Jr 17,7-
8), en el libro de los proverbios encontramos también la dicha del que confía en el Señor (cfr. Pr
16,20), los salmos proclaman la confianza en Dios altísimo (cfr. Sal 31,19; 37,3; 56,3-4; 62,7;
73,25; 91,1-2; 121,3; 143,8; 145,18; San Pablo a los corintios afirma que con toda la fe, en Dios,
podemos caminar confiados en Él (cfr. 2Co 5,6-7), el evangelista Mateo pone de manifiesto la
bondad de Dios en quien confiamos, que hasta las aves tienen que comer cada día (cfr. Mt 6,26).

Su intersección de María en las bodas de Caná nos es muy familiar, ella intercede por la
necesidad de la boda, se les ha terminado el vino, su presencia en ese lugar, nos confirma la
fuerza de su intersección, piadosamente por sus hijos, su carácter de madre sensible se desvela
(cfr. Jn 2,1-12). Se puede señalar aquí que la cercanía con Jesús, de parte de María, posibilita a
todo hombre, mediante la comunión que se guardan entre sí (Jesús y María). Sin Ella, en las
bodas de Caná, Jesús no habría cumplido la transformación del agua en vino (cfr. Jn 2,1-11).

Vol Balthasar, al estudiar la mediación de María, afirma que: «ningún ser humano puede
asumir por su cuenta una garantía absoluta de la existencia de Dios y de su cercanía […] La
mediación de María se funda sobre la participación en la función de mediadora de Cristo» 22. Es
en si la vivencia de la fe en la mediación de la virgen María, ella es quien se dona para los demás
y su encuentro con el Creador.

María se dispone, pues, a que por medio de ella, con su mediación humana, nos
encontremos cada vez más con su Hijo Jesús y que constantemente se pueda nacer en Él. Ella no
se cansa en interceder por los cristianos, en sentido concreto «el carácter único de la mediación
de María estriba en que es una mediación materna, ordenada al nacimiento continuo de Cristo en
el mundo […] ella entusiasmada por la predicación de Jesús […] esta maternidad se basa en la
escucha, guarda y cumplimiento de la palabra de Jesús»23

María ha ejercido su libertad entregando su vida con el gesto más grande de amor. Una
cosa tenía clara la Virgen María, que Dios era su único apoyo, su seguridad, su fuente de vida y
22
RATZINGER J., BALTHASAR Hans Urs Von, María, Iglesia naciente, ed. Encuentro, Madrid 1999. P. 40
23
Ibíd., P. 42
8
esto lo vivió de una manera heroica, en cierto sentido su martirio pascual (cfr. Lc 2,35). La unión
entre Jesús y María es indisoluble, como figura del amor del Señor a su Iglesia (cfr. Ef 5,25), ella
(su Iglesia) tan inmaculada y tan complementada (cfr. Ef 1,23).

María se fía de Dios, cree en cada palabra que le pronuncia, la medita profundamente y
continua con el designio que le ha encomendado (cfr. Lc 1, 26-38). La postura de María, ante la
llamada de Dios, es pues fundamental, de ella brota la Vida de su Hijo Jesús que dominará la
tierra. Sin su «SI» (cfr. Lc1, 38) hubiéramos sido entregados al desierto de la muerte debido al
pecado de la primera Mujer, Eva, madre de todos los hombres nacidos bajo el signo de la rebelión
a Dios (cfr. Gn 3,1-22).

1.5 Carismas de María


En María se reconoce la innegable presencia misericordiosa de Dios (cfr. Jn 2,1-11). Ella,
toda se muestra complacida por el amor que el Señor ha dispensado en su humanidad (cfr. Lc
1,46-55). La misericordia de Dios se extiende a todo los hombres, por esta disposición de María
que encarna al Hijo, y Dios que es «rico en misericordia movido por el gran amor que nos tenía,
estando muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo» (Ef 2-4-5).

María lleva el evangelio a los demás, estando Jesús en su seno, ya inicia todo un recorrido
de vida hacia el encuentro de su Hijo con los hombres (cfr. Lc 1,39-45). Ella es la primera Hija
de la misericordia de Dios; y a la vez que Hija, es Madre del Dios de misericordia: por eso la
llamamos Mater misericordiae.

En María, la misericordia divina es ante todo como lo describe Kasper:


«En virtud de su obediente sí, María deviene la sierva de la misericordia divina
escogida y agraciada por Dios. En efecto, el hecho de que Dios haya elegido y
capacitado por la gracia a María, en cuanto ser humano y en cuanto joven y sencilla
mujer, para ser instrumento de la misericordia solo a Él debida y sólo para Él
posible es una vez más expresión de la misericordia divina que desborda todas las
expectativas y todas las pretensiones humanas»24.

En todas las avenencias de la virgen María, en cuanto a ser portadora de la fe (Cristo


encarnado) se pone de manifiesto su obediencia al Padre, su certeza en el Hijo y su fuerza en la

24
KASPER Walter, La misericordia, clave del Evangelio y de la vida cristiana, Ed. Sal terrae, España 20152. P.
205
9
obra del Espíritu Santo (cfr. Lc. 1,26-38), de tal manera que el pacto por la salvación de los
hombres, en la anunciación queda sellado con la misericordia que se derrama en la creación.

1.5.1 María, Hija de Dios


La carta de Pablo a los Gálatas nos ofrece una visión sobre la relación que guarda Dios y
la virgen María. Dios va a manifestarse en su Hijo Jesucristo, revelándonos así su plan de
salvación preparado para la humanidad. Las palabras de Pablo mencionan la manera de proceder
del Padre: «al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido
bajo el régimen de la ley, para rescatar a los que se hallaban sometidos a ella y para que
recibiéramos la condición de hijos» (Gal 4,4).

María «llena de gracia» (Lc 1,28) por Dios, lo es desde su concepción, así lo manifiesta la
Iglesia en el dogma de la inmaculada concepción, cuya proclamación se realizó en el pontificado
de Pio IX en la bula Ineffabilis Deus, el 8 de diciembre de 1854:

« [...] declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la


beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original
en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios
omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano,
está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos
los fieles [...] »

Para Karl Rahner este dogma de la Iglesia católica da comienzo por parte de Dios a un ser
espiritual (María), «Dios mismo en su sabiduría y su amor insondables es el que hace el primer
proyecto de nuestra vida»25. No es en sí una casualidad, es el proyecto de Dios para la
humanidad, deseosa de amor verdadero.

Si María es, en principio de creación, un bello regalo para la humanidad, entonces, se


habla de algo que Dios ha decidido que sea un ser humano lleno de su gracia (cfr. Lc 1,28) desde
ese momento de su concepción como lo afirma el dogma de Pio IX. Atenuando a lo concerniente
del amor de Dios en expresión hacia los hombres (cfr. 1Jn 4,7).

En la virgen María y en toda su humanidad, ya se encuentra ese amor de Dios, pues es su


creación y el mora en ella (cfr. 1Jn 4,13). Ella toda es «una felicidad tierna, es la suavidad del
25
RAHNER Karl, Maira, madre del Señor, ed. Herder, España 2012. P. 54
10
Espíritu Santo, es una vida, una luz una clemencia, un solo ligero, misericordia, consuelo y
belleza pura, es un ser humano bueno desde el principio, rodeado de un amor eterno»26.

Es ella toda santa (Panaghia), llamada así por los padres de la tradición oriental,
preservada inmune de toda mancha de pecado y como plasmada y hecha una nueva criatura por el
Espíritu Santo, el hacedor de toda la creación lo ha querido así. De tal manera que es su gracias
misma que recibimos en la persona de María (cfr. CEC 493).

No puede ser, María, si no aquello que Dios quiere que sea (cfr. Lc 1,32) «lugar donde se
revele a los hombres mediante su Palabra (Logos) misma que refleja su voluntad»27. Ella, es pues,
el «aspecto escatológico de la venida de Dios a habitar entre los hombres» 28. En el génesis se
prefigura, en Eva, la otra «madre de los vivientes» (cfr. Gn 3,20) María. «En Eva estaba incluida
María, y solamente mediante María se revelo quien era Eva»29.

1.5.2 María, Madre de Jesucristo


En la visita que hace María a Isabel, esta última recibe a la virgen con una saludo
inesperado « ¿Cómo así viene a visitarme la madre de mi Señor? » (Lc 1,43). Ante toda disputa,
apologética, la virgen María, madre de Jesús, está en función de lo que recibió, la gracia de Dios.
Cuyo objetivo es ir a llevar el Evangelio a las gentes.

Ella descendiente del «linaje de David, nos trae el nacimiento de Cristo, el Hijo de
Dios»30. En el evangelio de San juan nos proporciona el título «la madre de Jesús» (Jn 2,1) en
sentido verídico, ella es la que le dio a luz. Ese mismo título lo volvemos a encontrar en el mismo
Evangelio de San Juan refiriendo la presencia de «su madre» (Jn 19,25) ante la cruz.

Dios no deja de cumplir con la alianza del reinado eterno, y en su «Hijo nacido en María
lo lleva a efecto» (cfr. Lc 1,32). Sin duda que hablamos de una maravillosa manera de revelarse
con toda su potestad, en «Jesús su Hijo amado» (cfr. Mc 9,7). Andrés de Creta lo dice de una
manera poética en una de sus homilías:

26
Ibíd., P. 57
27
Cfr. RAHNER Karl, Maira, madre del Señor, ed. Herder, España 2012. P. 56-57
28
RAHNER Hugo, María y la Iglesia, Ed. Cristiandad, Madrid 2002. P. 31
29
Ibíd., p. 33
30
Cfr. CRETA Andrés De, Homilías marianas, ed. Ciudad Nueva, España 1995. P. 74
11
« ¡Oh inefable anonadamiento! ¡Oh qué inmensa bondad! Dios ha hecho estas cosas
en favor nuestro a través de una mujer de nuestra raza y condición. Esta mujer, sin
embargo, fue dotada de una hermosura espiritual tan extraordinaria y peculiar, que
Cristo, que es la inexpresable hermosura, se ha prendado de esta belleza y ha
escogido a esta singular criatura para madre suya en su segundo nacimiento
(segundo nacimiento o generación, en referencia a la generación eterna del verbo)
que se ha realizado sin obra de padre. Es tal la hermosura, la dignidad y la pureza
del cuerpo de la Virgen, que ha merecido albergar en su seno la majestad
incorpórea, incomprensible e infinita de una de las tres Personas divinas»31.

La Virgen María dispuesta para Dios como la que da a luz es embellecida con todo tipo de
dones sobre todo de «inocencia y santidad, de todo bella y perfecta» 32 afírmese aquí de cuerpo y
alma, toda santa. Ella es madre verdadera de Dios y por consiguiente es verdadera madre
espiritual de todas las criaturas33. «María, es en verdad, nuestra madre»34

En palabras de San Agustín encontramos la disposición de María para suscitarnos la salvación y


mostrarnos así la gracia venidera de Dios para los hombres en esa postura suya «hágase en mí
según tu palabra» (Lc 1,38) «Hizo sin duda Santa María la voluntad del Padre; por eso más es
para María ser discípula de Cristo que haber sido madre de Cristo. Más dicha le aporta el haber
sido discípula de Cristo que el haber sido su madre. Por eso era María bienaventurada, pues antes
de dar a luz llevó en su seno al maestro»35.

Si en el contexto anterior, lo releyéramos en tono misional, podríamos decir que María es


la primera misionera en ponerse al servicio del Evangelio, del misterio encarnado, siendo así la
«sierva ideal»36 o menor dicho la persona más idónea ante los ojos de Dios que le llena de su
gracia (cfr. Lc 1,28).

Si buscamos en María hechos extraordinarios, encontramos varias singularidades de su


persona, añadamos una más diciendo que ella «es la persona responsable y causa de salvación

31
CRETA Andrés De, Homilías marianas, ed. Ciudad Nueva, España 1995. Pp. 94-95
32
BASTERO E. Juan L., María, Madre del Redentor, ed. Eunsa, España 20093. P. 247
33
Ibíd., p. 288
34
RAHNER Karl, Maira, madre del Señor, ed. Herder, España 2012. P. 78
35
HIPONA Agustín, Sermón, 72/A 7
36
Cfr. ESTÉVEZ L. Elisa, qué se sabe de… las mujeres en los orígenes del cristianismo, Ed. Verbo Divino, España
2012. P. 92
12
para todo el género humano»37. También se pueden señalar dos posturas fundamentales de la
virgen ante el misterio de la encarnación: su «adhesión total a Cristo mediante la fe y generación
de Cristo en el mundo»38.

No podemos descartar la presencia viva de la Trinidad en este misterio de la Encarnación


del Verbo que se toma nuestra humanidad, es necesario que se debe dar realce al «papel maternal
de María en la Encarnación, pues, reproduce o representa la generación divida del Padre en la
Trinidad, de manera lógica es que Dios quien engendra es presentado analógicamente como
Padre, mientras que María que da a luz permanece indudablemente Madre»39.

Si al Hablar del Verbo de Dios nos referimos a que ha sido engendrado por el mismo
Dios, es afirmar que se ha engendrado en el seno de una mujer, y por este seno (dado en libertad)
es donde ha sido «concebido Jesucristo» (cfr. Lc 1,31), al igual que de este seno es de donde ha
nacido como salvador, «Hijo común del Padre y de la Virgen María»40.

Para que la encarnación del Hijo de Dios se hiciera posible en María, de ella tendría que
salir, bajo su propia libertad, el «dar su consentimiento en representación de toda la
humanidad»41. No obstante, pende su vida de Dios mismo, pues deja guiarse por su amor y le da
cabida en su ser al «proyecto salvífico que tiene preparado para la redención de los hombres en su
Hijo Jesús» (cfr. Lc 1,26-38). El evangelio de Juan afirma que la Palabra de Dios se ha
manifestado en Jesús de Nazaret, nacido de María: «Y la Palabra se hizo carne y habitó entre
nosotros; y hemos visto su gloria, la gloria propia del Hijo único del Padre» (Jn 1,14).

En la genealogía de Cristo que presenta San Mateo (Mt 1,1-16) se proclama con veracidad
la manera en que Cristo vino a este mundo, especialmente el versículo dieciséis: «… María de la
que nació Jesús». Ella recibe la bendición para todos los pueblos de la tierra, «cuya bendición,
Abraham, había recibido antaño para sus descendientes»42. Se puede testificar, entonces, que
María verdaderamente «engendró a aquel que es el Hijo de Dios» 43 por lo tanto «madre
misteriosa del Cristo único y total»44
37
FIORES Estefano De, María, síntesis de valores, ed. San Pablo, España 2011. P. 20
38
Ibíd., p. 21
39
MUÑOS – S. POTTERIE – I. PIKAZA – X. GARRIDO – M. LÓPEZ – J. LLAMAS – E. ALDAMA – J.A. ORTEGA – A, Mariología
fundamental, María en el Misterio de Dios, Ed. Secretariado Trinitario, Salamanca 1995 2. p. 28.
40
IBÍD. p. 29
41
Cfr. STH III, q. 30, a. 1, ad 4.
42
MENKE Karl-Heinz, María, en la historia de Israel y en la fe de la Iglesia, ed. Sígueme, Salamanca 2007. P. 48
43
FORTE, Bruno, María, la mujer icono del misterio, ed. Sígueme, Salamanca 2015. P. 209
44
RAHNER Hugo, María y la Iglesia, Ed. Cristiandad, Madrid 2002. P. 58
13
1.5.3 María, templo del Espíritu Santo
Ella cree en Dios y en su poder para «engendrar en ella un hijo en su propio cuerpo,
todavía no abierto»45. Por la gracia de Dios, Jesús viene para darnos vida, iluminarnos el sendero
de nuestra existencia, por medio de María, se nos ha nacido Cristo, por ella «surgió para nosotros
la luz y desaparecieron las tinieblas del paganismo»46.

Dios ve a su pueblo sufriente, como mencionado en el A.T. (cfr. Éx 3,7-10), les salvo
estando con ellos por medio de signos y prodigios, más llegado, la plenitud de los tiempos, nos ha
enviado a su hijo Jesucristo, quien vino a nacer en una doncella (cfr. Gal 4,4), ella es María, es
objeto del favor de Dios, permanentemente fiel, y el amor de Dios la llena con su gracia (cfr.
Cant 8,10; Est 2,17; 5,8; 7,3; 8,5).

María es la única persona que conocerá de primera mano a Jesús, trátese aquí respecto de
un lazo insondable que los une, pues «constituye de hecho una apertura a una revelación más
profunda»47, Jesús será «Hijo de Dios porque nacerá de una Intervención divina especial el
Espíritu Santo, fuente de vida, bajará sobre María, el poder del altísimo que obra milagros la
cubrirá con su sombra» (cfr. Lc 1,35), como la nube divina manifestaba la presencia del Señor
sobre el tabernáculo del desierto (Ex 40,35; Nm 9, 18-22; 10,34).

En María se realiza la manifestación de la nueva alianza, la cual será después, en la última


cena, nueva y eterna (cfr. Mt 26, 26-28). Se refiere a María, en relación a la nueva alianza, pues
es, precisamente, en analogía con éxodo 40,35; la presencia de Dios vivo. Se determinan las
semejanzas en que el pueblo de Dios percibía su presencia en tanto cuanto descendía en la nube y
moraba sobre la tienda de la reunión de la antigua alianza. Y en María, desciende la nube del
Espíritu Santo (cfr. Lc 1,35)48.

En la reflexión pneumatológica presentada por Bruno Forte, que a su vez cita a A. Serra,
afirma: «Dios, que en su Espíritu bajo a morar en el monte Sinaí, más tarde en el arca y luego en
el templo bajo la forma de nube, descansa ahora en el seno de María de Nazaret. Ella, envuelta
por la nube que es el Espíritu, fuerza del Altísimo, está llena de la presencia encarnada del santo
Hijo de Dios»49. De esta manera se manifiesta que María, no solamente es la que se dispone para
45
MENKE Karl-Heinz, María, en la historia de Israel y en la fe de la Iglesia, op. cit. P. 48
46
PAPPALARDO Marco, pensamientos marianos de los padres de la Iglesia, Ed. Buena Prensa, México 2010. P. 21
47
GEORGE Augustin, El evangelio según San Lucas, Ed. Verbo Divino, Pamplona 19878. p. 16.
48
Cfr. FORTE, Bruno, María, la mujer icono del misterio, op. cit. P. 246
49
Ibíd., P. 246 - 247
14
cumplir la voluntad del Señor (cfr. Lc 1, 38), aunado a esta gracia, ella es el templo de Dios,
«donde Él derrama su Espíritu sobre todos los hombres» (cfr. Jl 3,11; Hch 2,17-21).

Jesús es el parte aguas de la historia, todo está referido a Él, como quien da complimiento
a la misma ley (cfr. Mt 5,17), pero fue necesario que se prepara el camino, así lo hizo Juan el
Bautista, (cfr. Mc 1,7), más en el tiempo propicio, envió Dios al Ángel Gabriel a anunciárselo a
los hombres (cfr. Lc 1,26-38), con una entrada triunfal en la historia de la salvación, «nacido de
mujer» (Gal 4,4). Forte nos ayuda a comprender este episodio de la siguiente manera:

«María es la virgen Madre, la criatura en la que el Eterno se desposó con la historia,


en la alianza que une lo humano y divino, la tierra y el cielo. El misterio esponsal de
la que ella es al mismo tiempo lugar, protagonista y testigo, surge con tanta
evidencia de los relatos originales y normativos del testimonio pascual, que ha
llevado a la reflexión de la fe a reconocer en ella a la Esposa por excelencia en la
que se cumple la espera de la alianza nueva vislumbrada en la promesa e invocada
en la esperanza»50.

Dios, en ella, nos muestra su amor verdadero, ocupado en nuestra salvación (cfr. 1Tm 2,4)
no escatima en fuerzas, tanto que nos envía a su Hijo unigénito que Él ama (cfr. Jn 3,16). El
Señor sabe bien lo que representa la humanidad para Él, su pueblo escogido (cfr. Éx 3,7-10). Y
María, es el lugar donde viene, Dios con todo su poder, a morar para la salvación y cercanía con
todos los hombres. La santifica, la llena de sus gracias, viene hacer su morada en ella (cfr. Lc
1,26 – 38), la ha escogido y santificado (cfr. 1Cro 7,16).

Comprender la inmensa riqueza, en cuanto a la gracia de Dios derramada en María para la


humanidad, es infinitamente creíble por la fe, y realmente una espera paciente porque en ella, en
«María es ya el mundo glorificado en Dios y cerca de Dios, que posee a Dios y lo hace nacer» 51.
La figura de María, que más prevalece, es pues, que ella «es una persona responsable que
participa activamente en los destino de la humanidad»52

50
FORTE, Bruno, María, la mujer icono del misterio, op. cit. P. 245
51
FIORES Estefano De, María, síntesis de valores, op. cit. P. 437
52
Ibíd. P. 440
15

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