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ELEMENTOS PARA EL DEBATE CONTEMPORÁNEO DE LA “CUESTIÓN


SOCIAL”: la importancia de sus fundamentos

Yolanda Guerra1
Fátima Grave Ortiz2
Joana Valente Santana3
Nádia Socorro Fialho Nacimiento4

RESUMEN

Aproximación al reconocimiento de la centralidad de la “cuestión social” para


el ejercicio y la formación profesional del Trabajo Social, a partir de fuentes
marxistas, El artículo presenta los fundamentos del orden social burgués
como base para comprender el surgimiento del “orden social cuestión" y sus
consecuencias ideológicas y políticas. Sostiene que la contraofensiva
burguesa, en el tratamiento de expresiones de la "cuestión social", trata sus
expresiones como problemáticas de orden individual, moral y psicológico. En
el contexto del capitalismo monopolista se producen nuevas y viejas formas
de abordar la “cuestión social”, entre las que se destacan los procesos de
refilantropización y psicologización de las manifestaciones de la “cuestión
social”. La claridad sobre estos fundamentos es fundamental para los
trabajadores sociales, tanto desde el punto de vista de su formación como
de su intervención profesional.

Palabras clave: “Cuestión social”. capitalismo monopolista. Fundamentos.


Servicio social.

1 INTRODUCCIÓN

La preocupación por el tema “cuestión social” radica en su relación


intrínseca con las mediaciones sociohistóricas que hicieron posible y necesario el
surgimiento de la profesión de Trabajo Social, que, a su vez, constituye una
expresión de necesidades socioeconómicas y sociales. - políticas del orden burgués,
en la época de los monopolios. Con esto decimos que el Trabajo Social no se
desarrolla a partir de prácticas filantrópicas o caritativas: la profesión no es

1
Doctora en Trabajo Social, Profesora de la Escuela de Trabajo Social y Coordinadora del Centro de Estudios e
Investigaciones sobre los Fundamentos del Trabajo Social en la NEFSSC/UFRJ Contemporánea.
2
Doctora en Trabajo Social y Profesora de la Escuela de Trabajo Social/UFRJ.
3
Doctora en Trabajo Social y Profesora de la Facultad de Trabajo Social de la UFPA.
4
Doctora en Trabajo Social y Profesora de la Facultad de Trabajo Social de la UFPA. Texto producido en el ámbito
de la NEFSSC
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resultado de la racionalización de las prácticas de cuidado proporcionadas por


voluntarios, ni es producto de su voluntad de dar un carácter sistemático a las
prácticas de cuidado (cf. IAMAMOTO; CARVALHO, 1986; NETTO, 1996). Las
mediaciones que configuran una coyuntura socio-histórica, propicia para el
surgimiento del Trabajo Social, son de distinta naturaleza y están vinculadas a las
transformaciones operadas por los monopolios en la sociedad capitalista.
La “cuestión social” adquiere centralidad en la práctica profesional, a partir
de la intervención del trabajador social, en sus expresiones tradicionales y nuevas,
considerada como manifestación de un tipo de relación de subalternidad entre trabajo
y capital. Esta intervención se da a través de políticas sociales, como modalidad
instituida por el Estado burgués, las cuales, a su vez, tienen un carácter
contradictorio, ya que, por un lado, buscan el consenso entre las clases, por parte del
Estado y, por otro. por otro lado, por otro, son el resultado de las luchas sociales
libradas por la clase obrera. Existen múltiples manifestaciones de la “cuestión social”
que constituyen demandas para la actuación del trabajador social, tales como:
vivienda, guarderías, alimentación, trabajo, camas hospitalarias, asesoría a
movimientos sociales, asesoría a organizaciones, etc.
La desnaturalización de nuevas y viejas expresiones de la “cuestión
social”, a través de la búsqueda de sus fundamentos, constituye la condición sine qua
non para su enfrentamiento. Además de comprender la génesis de la “cuestión
social”, es necesario identificar tanto los cambios en las bases históricas que la
median en la contemporaneidad, como las expresiones resultantes de tales cambios,
de los cuales la psicologización de las expresiones de el “tema social” son un ejemplo
recurrente.

2 EL DEBATE SOBRE LA GÉNESIS DE LA “CUESTIÓN SOCIAL”

Netto (2001) ubica el surgimiento del término “cuestión social” alrededor


de 1830, para designar una nueva dinámica de pobreza que se generalizaba y
amenazaba el orden social. Del mismo modo, Castel (2001), cuyo trabajo parte de un
enfoque teórico diferente al existente en Netto (2001), señala la relación entre el
proceso de reconfiguración de la pobreza que tuvo lugar en las sociedades
preindustriales y el surgimiento de la cuestión social.

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Según Castel (2001), la existencia de pobreza en las sociedades


campesinas no significaba peligro para el orden vigente. En estas sociedades (que
datan del siglo X), existía lo que el autor llama una sociabilidad primaria, dada por
mecanismos informales de protección social como la red familiar y/o el barrio. Estos
mecanismos ofrecían una estrecha protección ante situaciones como la viudez, la
orfandad o la precariedad material, contribuyendo así al sentimiento de pertenencia a
la comunidad.
Hacia el siglo VIII, la estructura social se vuelve más compleja, pero es
recién en el período comprendido entre los siglos XIV y XVIII que la pobreza, según
Castel (2001), difiere de la del período anterior. Allí se formó una masa “miserable” e
“indigna” de trabajo libre, que constituyó la base para estructurar la “cuestión social”.
Al tratar con críticos y reformadores sociales, como Eugène Buret,
Jean-Paul-Alban de Villeneuve-Bargemont, Castel (2001) indica que el término
“cuestión social” vino a expresar el pauperismo como una “amenaza al orden político
y moral”. . En este entendimiento, según Castel (2001, p. 238), “la cuestión social […]
es vista como una aporía fundamental, una dificultad central, a partir de la cual una
sociedad se cuestiona sobre su cohesión y trata de conjurar el riesgo de su fractura”
Según Netto (2001, p. 43), “fue desde la perspectiva efectiva de una
inversión del orden burgués que el pauperismo fue designado como 'cuestión social'”,
por lo que el uso de esta expresión se relaciona al surgimiento de la clase obrera en
el escenario político5
Según el mismo autor, tras los acontecimientos políticos de 1848, el
pensamiento conservador se apropia de la expresión y la naturaliza y la convierte en
objeto de acción moralizadora. Y, en ambos casos, enfrentar sus manifestaciones
debe ser función de un programa de reformas que preserve, ante todo, la propiedad
privada de los medios de producción” (NETTO, 2001, p. 44).

5
Nótese que, según Netto, la cuestión social surge como expresión de una nueva dinámica de la
pobreza que aparece en el siglo XIX. La llamada “cuestión social” por el pensamiento conservador está
embrionariamente ligada al surgimiento de la clase obrera y la amenaza que representa para el orden
burgués. Ahora, en medio de la abundancia se gestan condiciones de pobreza obrera; la riqueza
producida socialmente es de apropiación privada. De ahí que la “cuestión social” esté ligada al conflicto
entre capital y trabajo y, para su reconocimiento, necesita fundamentalmente de una clase obrera
organizada.
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Por otra parte, el pensamiento revolucionario, al problematizar el orden


económico y social establecido, adquiere conciencia de que la “cuestión social” está
necesariamente ligada a la sociedad burguesa y que sólo la superación de ésta
permite la supresión de aquélla. Esto se debe a que, en la sociedad capitalista, como
lo indica la Ley General de Acumulación Capitalista, la miseria crece en la misma
medida que la acumulación de capital.
Según Marx (1985, p. 210), todos los métodos de producción de plusvalía
son simultáneamente métodos de acumulación [...]. Se sigue, por tanto, que a
medida que se acumula el capital, la situación del trabajador, cualquiera que sea su
salario, alto o bajo, debe empeorar.
En la Ley General de Acumulación Capitalista, Marx (1985) analiza el
proceso de acumulación capitalista para comprender qué consecuencias tiene para
la clase trabajadora. La ganancia capitalista que proviene de la cantidad de trabajo
no remunerado es posible, mediante la adquisición, por parte del capitalista, de un
conjunto de horas superior al tiempo socialmente necesario para la reproducción de
la mercancía por la fuerza de trabajo. Para aumentar aún más esta plusvalía, y así
obtener más ganancia, el capitalista prolonga e intensifica la jornada laboral,
extrayendo plusvalía absoluta y relativa respectivamente.
Si bien la generación de riqueza se da a partir de la explotación de la
fuerza de trabajo, el capitalista necesita, para llevar a cabo su proceso de
acumulación, superar a los demás en el mercado. Al tratar este proceso, Mandel
(1985, p. 412) explica la diferencia entre concentración y centralización del capital: la
primera significa “el aumento del valor del capital en toda empresa capitalista,
importante como resultado de la acumulación y la competencia”; la segunda expresa
directamente la “fusión de varios capitales bajo un solo control”. La centralización del
capital, por tanto, es un proceso cuya naturaleza es intrínseca a la acumulación. Es
indispensable que el capitalista, so pena de aniquilarse, elimine a sus competidores,
garantizando su monopolio en determinada rama de la producción6.

6
Marx (1985, p. 729) afirma la importancia, en el proceso de centralización del capital, del papel del
crédito. “Este último, al principio, se cuela como una modesta ayuda a la acumulación y, por medio de
hilos invisibles, pone en manos de capitalistas aislados o asociados los medios financieros dispersos,
en mayor o menor proporción, en la sociedad, para convertirse luego en un nueva y terrible arma en la
lucha contra la competencia y, finalmente, convertirse en un inmenso mecanismo social para la
centralización del capital.”

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En este proceso, se hace evidente el papel de la optimización de la producción


mediante el uso de maquinaria para la acumulación de capital. La sustitución del
trabajo vivo por el trabajo muerto no expresa, por tanto, un fenómeno de carácter
moral, sino una necesidad imponderable del contradictorio proceso de acumulación
capitalista. Para la clase obrera, el conocimiento de la naturaleza del proceso de
acumulación capitalista permite comprender que lo que desocupa, sin embargo, no
es simplemente la máquina o el uso de una determinada tecnología, sino el proceso
intrínseco al modo de producción capitalista: la acumulación. que genera, en palabras
de Marx, la llamada sobrepoblación relativa o el conjunto de trabajadores, parcial o
temporalmente desempleados, que congrega el “ejército industrial de reserva”. Al
respecto, Marx (1985, p. 748) afirma que “la fuerza de trabajo disponible se
incrementa por las mismas causas que aumentan la fuerza expansiva del capital.
Esta es la ley general y absoluta de la acumulación capitalista”.
Por tanto, la riqueza en medio de la pauperización es la tendencia
inmanente del orden burgués, es decir, la coexistencia contradictoria entre
pauperización y abundancia. Sin embargo, es la existencia de la lucha de clases lo
que relativiza esta relación, de lo contrario estaríamos condenados a reconocer en la
historia, desde una perspectiva determinista, el elemento de inercia y sumisión total
y, con ello, la imposibilidad de cambio. De hecho, el grupo de individuos que parece
gravitar hacia el mercado, o en palabras del propio Marx (1985), el “ejército industrial
de reserva”, tiene funciones claras en el orden capitalista.
La actualidad del pensamiento marxista, en el análisis de las inflexiones
que la acumulación capitalista provoca sobre los destinos de la clase obrera, se
confirma cuando, apoyado en toda telaraña que enreda la funcionalidad de la
existencia del ejército industrial de reserva, recupera los contornos de la llamada
“sobrepoblación relativa”, sobre la cual
[..]. la población trabajadora, al producir la acumulación de capital, produce, en proporciones
crecientes, los medios que hacen de ella, relativamente, una población superflua. Esta es una ley de población
peculiar del modo de producción capitalista. (MARX, 1985, pág. 734).

Para Marx, el pauperismo se puede ver en tres categorías: los que pueden
trabajar, que forman parte de la sobrepoblación relativa y que llegan a la condición de
indigencia en períodos de crisis; los huérfanos, hijos de pobres, cuya tendencia futura

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se une a las filas del ejército de reserva industrial; los llamados por Marx como
"convictos" - no aptos para el trabajo de todo tipo: los ancianos, los enfermos, los
discapacitados, las viudas con niños pequeños, etc. Así, para Marx (1985, p.748),

el pauperismo constituye el asilo para los discapacitados en el ejército activo


de trabajadores y el peso muerto del ejército industrial de reserva. Su
producción y su necesidad se entienden en la producción y necesidad de la
sobrepoblación relativa, y ambas constituyen una condición para la existencia
de la producción capitalista y el desarrollo de la riqueza.capital
El pauperismo es parte de los gastos extras de la producción capitalista, pero
el siempre encuentra la forma de trasladarlos a la clase obrera ya la clase
media baja.

Siguiendo este razonamiento, al referirse a la lucha de clases, engendrada


a partir de 1848, y al proyecto de los protagonistas histórico-sociales – de superar los
fundamentos de la “cuestión social” – Netto (1996) informa sobre la contraofensiva
político-ideológica de la burguesía. Se trata de la naturalización de la “cuestión social”
y sus manifestaciones, hechas objeto de gestión técnica o de reforma moral y
psicológica, contenidos que aún hoy están presentes en las formas de interpretarla y
tratarla.

3 LA ETAPA MONOPOLISTA DEL CAPITALISMO Y EL ENFRENTAMIENTO DE LA


“CUESTA SOCIAL”

Los cambios derivados del desarrollo capitalista, desde fines del siglo XIX,
que materializan el paso del capitalismo competitivo a la fase monopolista, ponen
mediaciones que se configuran en una nueva dinámica social, alterando el propio
proceso de acumulación.
La organización del mercado, en términos de empresas monopólicas,
asigna un nuevo rol al sistema económico-financiero y exige un conjunto de cambios
en el ámbito de la regulación social: en el ámbito del derecho, de la política, de las
prácticas sociales de clases, de la intervención estatal , instrumentos políticos.
En cuanto a las nuevas funciones asumidas por el Estado, cabe destacar
que la maximización de las ganancias, a través del control de los mercados y la
mayor centralización y concentración de la propiedad (objetivos generales de los
capitalistas), pasan a exigir la intervención de un Estado , cuyas funciones se
modifican sustantivamente, de ahí que

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establecimiento de las condiciones que posibiliten, entre otros aspectos, el


surgimiento del Trabajo Social.
El análisis histórico de la constitución de las clases sociales y el
surgimiento de la lucha de clases remite a la explicación del antagonismo de
intereses entre capitalistas y proletarios al período que Lukács (1992, p. 109 ss.)
llama la “decadencia ideológica de la burguesía”. ”, que se estableció
fundamentalmente a partir de 1848, “ante la disolución del hegelianismo”, en el
momento en que la clase burguesa perdió su carácter crítico-revolucionario y asumió
una postura de preservación del orden social. La decadencia ideológica de la
burguesía, dice Lukács (1992, p. 109), “comienza cuando la burguesía domina el
poder político y la lucha de clases entre ésta y el proletariado cobra protagonismo”.
El tránsito del capitalismo competitivo al de los monopolios trae consigo la
constitución del proletariado como clase por sí mismo y como tal, revolucionario, su
contrapunto —la burguesía conservadora— y entre ellos una clase intermedia.
Además, merecen destacarse dos hitos en el movimiento obrero: la fundación de la
Asociación Internacional de Trabajadores (1866) y la Comuna de París (1871), esta
última un levantamiento de los trabajadores que tomaron temporalmente el poder. A
pesar del fracaso de estas experiencias, plantearon la posibilidad de crear los
principales instrumentos de la clase obrera: sindicatos y partidos obreros.
Tales cambios ocurridos en el movimiento obrero se produjeron en un
contexto de profunda crisis socioeconómica: desempleo, hambre, miseria. Es en este
contexto que, como estrategia para enfrentar la crisis, resultan estructuras,
instituciones y políticas que marcan la constitución de una etapa específica del
sistema capitalista: la etapa de los monopolios. Todo esto pone nuevos elementos en
la dinámica social y, sobre todo, pone nuevos rumbos en las estrategias de
dominación burguesa.
La valorización del capital en el modo de producción capitalista —ya sea
en cualquiera de sus etapas— depende de un control sistemático de dos tendencias:
1) la tendencia a la caída de la tasa media de ganancia7 (derivada del aumento de la

7
Al tratar de explicar el movimiento analítico realizado por Marx en El Capital en la concretización de la
plusvalía, dice Lukács (1992, p 63): “los actos singulares que realizan la producción, el consumo, etc.
por lo tanto, están orientados, en primer lugar, hacia el aumento de las ganancias. Ahora bien, el
desarrollo de las fuerzas productivas, que necesariamente se manifiesta inicialmente en puntos
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composición orgánica del capital); 2) la tendencia al subconsumo (derivada del


empobrecimiento de las clases trabajadoras). Estas, como tendencias inherentes al
capitalismo, atraviesan todas sus etapas, pero serán enfrentadas de manera
diferente, en cada fase del capitalismo, según las coyunturas socioeconómicas e
ideopolíticas.
En la etapa de los monopolios, las nuevas dinámicas sociales que se
establecen, tendientes a controlar las dos tendencias mencionadas, con la
centralización y concentración del capital y con el aumento de las posibilidades
tecnológicas de ahorro de trabajo vivo, como formas de realización de la Ley General
de Acumulación Capitalista8, amplía la tendencia al subconsumo, que ahora es
controlado por el aumento del sector servicios. Debido a la tendencia al subconsumo,
los costos de venta aumentan (y, en consecuencia, impactan en la caída de la tasa
de ganancia). Sin embargo, se incrementa el consumo improductivo, es decir, el
consumo relacionado con productos que no regresan al proceso productivo, tales
como: alimentos, ropa, electrodomésticos, en detrimento de aquellos potencialmente
"retornables" al proceso productivo, como como materia prima elaborada y/o
“remanufacturada”.
Según Mandel (1985), el capitalismo, en la etapa de monopolio, sucesora
del período competitivo, tiene dos fases: 1) fase clásica, denominada capitalismo
monopolista clásico o imperialismo clásico, a partir de 1873; 2) fase tardía, de
1940/45, conocida como capitalismo tardío. En esta última, las inversiones en la
industria bélica y la movilización de capitales aparecen más allá de las fronteras de
los Estados Nacionales, tendencia que actualmente se denomina convencionalmente
“globalización” o “globalización del capital”.
En ambas fases del capitalismo monopolista (clásico o tardío), la
tendencia es hacia la sobrecapitalización (sobrevaloración del capital) y prácticas

singulares; en efecto, dada la disminución así obtenida en el valor de los productos, la mercancía
puede venderse por encima de su valor y, al mismo tiempo, a un precio inferior al de los demás
productos. Es sólo en una etapa de desarrollo que permite la (relativamente) limitada migración de
capital de una rama a otra que tal situación puede no conducir a un monopolio duradero; en esta
etapa, por el contrario, se produce una rebaja del precio hasta el nivel de la máxima disminución del
valor provocada por el aumento de la productividad. Así, por un lado, esta posibilidad de
desplazamiento de capitales da lugar a una tasa de ganancia media y, por otro lado, en el movimiento

singulares, provoca en tales puntos el surgimiento de una superganancia, que se convierte


naturalmente en el fin de los productores
8
Es importante enfatizar que la producción sistémica de pobreza relativa es un resultado objetivo del
capitalismo. Esta, como ya se dijo, es el resultado de la apropiación privada de la riqueza producida
colectivamente; es el otro polo de acumulación/valorización del capital (Ver Capítulo XXIII de El
Capital).

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de esta última hay una tendencia a la caída continua, precisamente por el crecimiento de las fuerzas
productivas".

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economías que desprecian las inversiones productivas y refuerzan la distribución y


circulación de bienes y las inversiones en el sector bancario, poniendo en el centro la
financiarización del capital.
Vale aclarar que en la fase de monopolios, si bien prevalece el control del
mercado, la competencia no desaparece. Esto se debe a que la competencia en el
capitalismo es insuprimible. Esta tendencia (hacia la competencia), que atraviesa
todas las fases del capitalismo, va acompañada de otra mediación también
ineludible: el estímulo al consumo.
En esta etapa del capitalismo, el Estado comienza a realizar una
intervención “continua y sistemática” en la economía y la política. Tal alteración es
necesaria, dada la “demanda que tiene el capitalismo monopolista de un vector
extraeconómico, para asegurar sus objetivos estrictamente económicos” (NETTO,
1996, p. 21). Con esto, el Estado se convierte en un facilitador de la acumulación
para los monopolios, actuando estratégicamente y lo hace de dos formas: a)
directamente, organizando directamente la economía, convirtiéndose en empresarios
en sectores estratégicos de la economía (como en el sector del petróleo y el gas).
acero); b) indirecta, otorgando los subsidios necesarios para el pleno desarrollo de
los monopolios, mediante financiamiento, exención de impuestos, tasas aduaneras,
otorgamiento de loterías y otras formas de cobertura financiera indirecta, sobre todo,
eximiendo a los capitalistas de los costos de reproducción de la fuerza de trabajo.
En el desempeño de sus funciones relacionadas con la defensa de la
propiedad burguesa, el Estado reacciona frente a la fuerza de trabajo organizada y
se enfrenta a los movimientos obreros. En esto radica la funcionalidad misma del
Estado para el orden social burgués. Los principios básicos vigentes en esta etapa se
basan en el liberalismo económico, en el cual el Estado se encarga de intervenir
únicamente en el ámbito ideopolítico de la vida social. En este caso, los costos de
reproducción de la fuerza de trabajo corren a cargo de los capitalistas. Por lo tanto,
este período está marcado por la casi inexistencia de leyes laborales que puedan
controlar la acumulación y valorización del capital. Es evidente que a menor
intervención del Estado (a partir de la creación de medidas de protección social para
los trabajadores), mayor libertad y mayores oportunidades para el capital.

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Así, según Netto (1996, p. 22),

en el capitalismo competitivo, la intervención estatal sobre las consecuencias de la


explotación de la mano de obra respondía básica y coercitivamente a las luchas de las
masas explotadas o, a necesidad de preservar el conjunto de relaciones pertinentes a la
propiedad privada burguesa en su conjunto, o incluso la combinación de estos vectores;
en el capitalismo monopolista, la fuerza de trabajo excedente sólo está condicionada a
esos vectores, sino a las enormes dificultades que encuentra la reproducción capitalista
en la malla de obstáculos a la valorización del capital en el marco del monopolio.

En Brasil, Cerqueira Filho (1982) refiere la “cuestión social” al surgimiento


de la clase obrera. Dice que impuso, en el curso de la constitución de la sociedad
capitalista, un conjunto de “problemas políticos, sociales y económicos”. En la obra
seminal que trata de la “cuestión social”, en el período de la Antigua República, el
autor identifica, a partir del discurso de varios políticos reconocidos en el escenario
nacional, dos modalidades de tratamiento dado por el Estado a la “cuestión social ”, a
saber: a veces como un “caso policial”, a veces como un “asunto político”.
El Estado brasileño, en el cumplimiento de su papel de responsable por el
mantenimiento del orden social, pasa a controlar la “cuestión social” con medidas
correctivas, a través de la fuerza de la bayoneta y de las ideas. La forma de corregir
los efectos producidos por el desarrollo del capitalismo no produce los resultados
deseados, ya que las demandas derivadas del mismo se complejizan y tensionan las
relaciones productivas. En la misma dirección, Iamamoto y Carvalho (1986, p. 77)
afirman:

la cuestión social no es más que una expresión del proceso de formación y


desarrollo de la clase obrera y su entrada en el escenario de la sociedad,
exigiendo su reconocimiento como clase por parte de la comunidad
empresarial y del Estado. Es la manifestación, en la vida social cotidiana,
de la contradicción entre el proletariado y la burguesía, que empieza a
exigir otro tipo de intervención, más allá de la caridad y la represión.

Serán los años 30 del siglo XX, cuando las consecuencias de la


explotación capitalista9 ya no podrán dejar de ser reconocidas como

9
Explotación capitalista que no se mide por la mejora de las condiciones de vida ni siquiera por los
salarios. Si este fuera el caso, los trabajadores de los países capitalistas desarrollados, como EE. UU.,
Suecia, Austria, que tienen salarios relativamente altos en comparación con los países capitalistas
periféricos y un Estado de Bienestar desarrollado, serían considerados los menos
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manifestaciones de la “cuestión social”, que ganan visibilidad en el escenario político


brasileño, a la luz de los postulados liberal-democráticos, como cuestión política.
Expresión de la lucha de clases, ahora basada en el modelo de sustitución de
importaciones, las expresiones de la “cuestión social” son enfrentadas por el Estado
brasileño, a través de la creación de mecanismos de regulación social, entre los que
se encuentran las diversas acciones del Ministerio del Trabajo y la Consolidación de
las Leyes Laborales. Al mismo tiempo, estas formas de reproducción social
constituyen posibilidades para la protección del trabajo asalariado y garantizan
ciertos derechos al trabajador.
Por tanto, no es una cuestión meramente económica, ni puede entenderse
fuera del contexto en el que se inscribe e independiente de las modalidades
históricas de su enfrentamiento.

4 EL TRATAMIENTO ESTATAL DE LA “CUESTIÓN SOCIAL”: cuestiones


individuales, morales y psicológicas

El Estado burgués, en el cumplimiento de las funciones que le asignan los


monopolios, se expande hasta el punto de incorporar las refracciones de la “cuestión
social”, dándoles un carácter público, de manera que las manifestaciones
engendradas de la relación capital-trabajo pasan a constituirse en campos o espacios
de intervención estatal (NETTO, 1996).
Las estrategias de dominación basadas mayoritariamente en la represión
son sustituidas por conquistas proletarias, que, según Netto, se configuran en los
“primeros borradores de política social pública” (NETTO, 1996, p. 55). Las luchas
obreras, que dan visibilidad a la 'cuestión social', exigen la intervención del Estado en
la relación capital-trabajo. Es en este sentido que el término “cuestión social” no se
refiere a ningún tipo de problema social ni a ninguna contradicción, sino al específico
que se da en el capitalismo, en su fase monopólica, en la que los trabajadores
comienzan a explicar sus necesidades, así como las secuelas derivadas de un tipo
de relación de explotación; comienzan a exigir su reconocimiento como clase, de ahí
la intervención del Estado en esta relación de explotación. El surgimiento de la
“cuestión social” tiene su suelo y fundamento en la lucha de clases.

explorado: Sin embargo, el grado de explotación está directamente relacionado con la productividad
del trabajo y no con las condiciones de vida.

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Al asumir el Estado la responsabilidad de proveer el “bienestar” del


conjunto de individuos que constituyen la fuerza de trabajo, en el ámbito de la
reproducción, consumo de bienes y servicios, se enfrenta a supuestos del
denominado “individualismo posesivo”10, una perspectiva derivada del liberalismo
clásico. Con la intervención del Estado en la sociedad (cumpliendo funciones
económicas, sociales y políticas), la concepción del derecho que entra en vigor es la
de los derechos colectivos y tiene como consecuencia la (falsa), visión de que puede
establecerse una comunidad de intereses entre el capital y el trabajo.
Aunque atribuyendo un servicio colectivo a las demandas sociales, a
través de los recursos públicos, se siguen concibiendo estas disfunciones externas al
orden social, de carácter individual, lo que lleva al Estado a mantener la concepción
individualista (ahora referida sólo a la concepción que tiene el “ cuestión social”:
externa e individual, y deja de ser la forma de enfrentarla, pues se convierte en objeto
de servicio de las políticas públicas sociales).
Desde un punto de vista histórico, al dar un carácter público a las
expresiones de la “cuestión social”, concebida como un problema individual, la
modalidad de tratamiento que utiliza el Estado son las políticas sociales. Estos se
constituyen con recursos públicos, de ahí la fusión entre lo público y lo privado, como
nos advierte Netto (1996, p. 31-77), y que es inmanente a la constitución de las
políticas sociales.
Desde un punto de vista lógico, considerando que las medidas públicas
para hacer frente a las consecuencias de la "cuestión social", como las políticas
sociales, no son resueltas (ni se proponen hacerlo, dado que no rompen con la lógica
de la explotación capitalista), la transmutación de estas secuelas en problemas de
responsabilidad individual. En este contexto, se produce una sustitución del
individualismo posesivo de la ideología liberal. La lógica en la que se inserta esta
falsa visión es la siguiente: si los individuos son responsables de su condición de
objeto de cuidado estatal, dado que son portadores de problemas sociales, cambiar
esta condición depende de que los individuos operen un cambio en su

10
El liberalismo, doctrina que defiende el libre desarrollo del capital, la libre competencia, el libre mercado, tiene
como principio la libertad individual como derecho natural. Aquí, el individuo es libre, ya que puede satisfacer sus
necesidades por sí mismo. En el individualismo posesivo, presupuesto del liberalismo, corresponde a los
individuos ser dueños de sí mismos. El individuo es libre, pues debe proveer, a toda costa, para su bienestar y
para satisfacer sus intereses y necesidades personales; sus relaciones sociales se mantienen bajo toda la
racionalidad económico-social.

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comportamiento que , a priori, están desintegrados y desadaptados.

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Desde un punto de vista histórico, al atribuir un carácter público a los


problemas individuales, el Estado tiene que garantizar a las personas un espacio
privado, donde se les brinde atención personalizada, lo que facilitaría un cambio de
conductas y actitudes. Aquí, como afirma Netto (1996), la individualización de los
problemas, a partir del tratamiento de la “cuestión social” como un problema
individual, lleva a la psicologización de las relaciones sociales, por lo que el Estado
necesitará de ciertas instancias de mediación. En este contexto, las mediaciones
privilegiadas son las organizaciones sociales públicas y el papel de algunas
profesiones, entre las que destaca el Trabajo Social.
La concepción individualista que acompaña al liberalismo económico y
político, que podría verse amenazada en el tránsito del capitalismo competitivo al
monopolista, cuando el Estado interviene sistemática y estratégicamente, en las
“refracciones” de la “cuestión social”, a través de políticas sociales, termina por
recomponerse.la responsabilidad social de sus secuelas se traslada a los
particulares Así, la ideología del liberalismo se refuerza en la etapa del monopolio, en
el llamado modelo fordista-keynesiano, en la dirección del tratamiento que el Estado
dedica a las consecuencias de la “cuestión social”, mejor dicho, por el carácter
privado. de la acción del Estado, que atribuye a los problemas sociales un carácter
personal.
Además de la psicologización de los problemas sociales, mecanismo
propio del capitalismo y de la ideología liberal que lo sustenta, lo que, en la etapa del
monopolio, añadimos a esta perspectiva individualista es lo que Netto (1996, p. 36)
llama el “privilegio de instancias psicológicas en la existencia social”. Si es en la
etapa de los monopolios que la lógica de mercantilización de las relaciones sociales
invade los espacios privados, la psicologización de las relaciones sociales
“compensa el espacio de realización autónoma que le fue sustraído por la extensión
de la lógica del monopolio.” (NETTO, 1996, pág. 38)).
A partir de entonces, los servicios y las instituciones pasan a ocupar un
espacio privilegiado en la vida privada de los individuos y

se establece un nuevo tipo de relación 'personalizada' entre éstos y las instituciones


del orden monopolista que, si no son capaces de resolver las refracciones de la
'cuestión social' que lo afectan, tienen la habilidad de tejer, en los 'servicios' que

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ofrecen y realizan, desde la inducción conductual hasta los contenidos económicos


sociales más salientes del orden del monopolio —en un ejercicio que
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constituye una verdadera 'pedagogía' psicosocial dirigida a sincronizar los impulsos


individuales y los roles sociales de los protagonistas (NETTO, 1996, p. 38).

Las instituciones del orden burgués sirven para la adecuación de los


deseos y necesidades individuales a las restringidas posibilidades de su satisfacción,
dentro de este mismo orden social.
Esto es importante porque legitima la intervención de las instituciones
sociales en la vida privada de los individuos y en las decisiones individuales, a través
de prácticas profesionales, posibilitando la manipulación consentida de los individuos.
De hecho, si la psicologización de las relaciones sociales se expresa como la
individualización de la “cuestión social”, transformada en problemas personales, esta
forma de expresión es sólo una entre otras formas en que el pensamiento
conservador concibe la “cuestión social”. Además, la individualización no es la
expresión más representativa del tipo de intervención del Estado, en cuanto a la
“cuestión social”, en la etapa monopolista del capitalismo.
Ocurre que, en el capitalismo monopolista, por la interpenetración de las
esferas pública y privada, la tendencia subjetivista a individualizar las
manifestaciones de la "cuestión social", inherente al tratamiento que les atribuye el
Estado burgués -porque las concibe como "externos" a la dinámica y estructura del
orden social burgués— los transforma en problemas personales, vinculándose a otro
movimiento, el de la moralización de la "cuestión social".

En ambos enfoques, históricamente dados por el Estado, se abstraen


aspectos económicos y políticos, lo que, para Netto (1996), desplaza el tratamiento
de la “cuestión social” al ámbito del conservadurismo (la “cuestión social” como
campo de conducta terapia) y reformismo (la “cuestión social” como objeto de la
administración técnica). En ambos casos -de conservadurismo y reformismo
integrador- se movilizan por la razón instrumental el cálculo racional, la visión del
hombre como portador de una motivación natural para la ganancia económica, la
racionalización de los costos de producción y el Estado controlado racionalmente.

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5 CONSIDERACIONES FINALES

En el debate que se desarrolla hoy, en el ámbito del Trabajo Social,


iluminado por reflexiones sobre los fundamentos de la llamada “cuestión social”,
compartimos el entendimiento de que no existe una nueva “cuestión social” , sino el
surgimiento de nuevas expresiones de la misma, resultantes de la complejidad del
núcleo de explotación del capitalismo. Según Netto (2001, p. 45), los defensores de
una nueva “cuestión social” pierden de vista el hecho de que “diferentes etapas
capitalistas producen diferentes manifestaciones de la 'cuestión social'”.
Vale la pena señalar que el debate contemporáneo sobre la “cuestión
social” también es importante porque se refiere a la génesis misma de la profesión.
Esto porque algunos autores que se ocupan del surgimiento del Trabajo Social
establecen una relación inmediata entre éste y la “cuestión social”, lo cual aclara
Netto (1996, p. 14), cuando informa que “las conexiones genéticas del Trabajo Social
profesional son no entrelazada con la 'cuestión social', sino con sus particularidades,
en el ámbito de la sociedad burguesa, fundada en la organización monopólica”. Esto
quiere decir que el surgimiento de la profesión no tiene que ver con una supuesta
evolución de las prácticas asistencialistas, filantrópicas y caritativas, sino con el
desarrollo de la sociedad capitalista que, al producir la “cuestión social”, produjo las
condiciones socio-históricas que demandaron la su servicio a través de políticas
sociales, creando así un espacio sociolaboral para el Trabajo Social.
Al asumir funciones económicas, el Estado pasó a actuar como regulador
de la economía, lo que se dio especialmente en los períodos de crisis capitalista, más
particularmente en el siglo XX, después de la crisis de 1929 y después de la
Segunda Guerra Mundial. A partir de este último período, el capitalismo experimentó
un expresivo desarrollo que se conoció como los “años gloriosos”, estando
marcados, por el lado del capital, por altas tasas de ganancia y, por el lado del
trabajo, por la garantía de los derechos sociales expresados en el llamado Estado de
Bienestar Social.
No es causal que el debate sobre la llamada “cuestión social” resurja, en
el contexto actual, como una “nueva” cuestión social, visualizada a través de las
“nuevas” formas de pobreza o “exclusión social”, totalmente desconectada de los
fundamentos del capitalismo. El visible e incuestionable aumento desenfrenado del
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empobrecimiento absoluto y relativo de la población mundial restaura y


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actualiza el debate que, desligado de los fundamentos del capital, puede ser tratado
desde la perspectiva de lo nuevo.
contrario11, a partir de la constitución de la “cuestión social”, en el marco
del capitalismo, como designación del pensamiento conservador, para señalar
procesos resultantes de un tipo específico de explotación del trabajo por el capital, lo
que refuta cualquier tipo de naturalización, de -historización y deseconomización del
término, consideramos que debe ser aprehendido no sólo en sus expresiones
universales, tan complejas en la etapa actual del capitalismo monopolista, sino
también en sus expresiones particulares, especialmente en lo que se refiere a las
particularidades de la sociedad brasileña.
Según Iamamoto (2001, p. 18),

la fragmentación de la cuestión social, propia de la perspectiva liberal, redunda en


la autonomía y sus múltiples expresiones –las diversas “cuestiones sociales” en
detrimento de la perspectiva de la unidad. Así, impide rescatar el origen de la
cuestión social inmanente a la organización social capitalista, lo que no elimina la
necesidad de aprehender las múltiples expresiones y formas concretas que asume.

En esa dirección, entendemos que es absolutamente necesario reflexionar


sobre los procesos autoimplicados que “psicologizan”, “naturalizan” y “moralizan” las
expresiones de la “cuestión social”, en el período actual en que el liberalismo
(actualizado por neoliberalismo) avanza, especialmente, en los países periféricos,
configurando una agenda que demanda cada vez más una reducción del gasto
público social, frente a los acuerdos políticos de los estados nacionales, en el marco
del gran
capital financiero internacional.
Para el Trabajo Social, cuyo locus de acción reside históricamente y
mayoritariamente en el campo de las políticas sociales, es fundamental analizar
críticamente los fundamentos de la “cuestión social”, así como las particularidades
que asumen sus expresiones, en los diversos contextos nacionales, so pena de
reproducir y ratificar los procesos señalados anteriormente y que comúnmente

11
La cuestión social, como parte constitutiva de las relaciones sociales capitalistas, [...] es entendida
como una expresión ampliada de las desigualdades sociales: el inverso del desarrollo de las fuerzas
productivas del trabajo social. [...] La expresión “cuestión social” es ajena al universo marxista. [...] Sin
embargo, los procesos sociales que traduce están en el centro del análisis de Marx de la sociedad
capitalista (IAMAMOTO, 2001, p. 11).

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atraviesan el

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manifestaciones en la cuestión social, en el orden burgués – “psicologización”,


“naturalización” y “moralización”.
Estamos convencidos que sólo un análisis crítico y audaz de los
fundamentos que subyacen a la “cuestión social” podrá suprimir falsas
comprensiones sobre la misma, así como favorecer una intervención profesional
competente y en sintonía con los principios ético-políticos que defendemos.

ELEMENTOS PARA EL DEBATE CONTEMPORÁNEO DE LA


“CUESTIÓN SOCIAL”:
importancia de sus fundamentos
ABSTRACCIÓN

SOCIAL CUESTIÓN la fundamentales desde el orden social


burgués como base para la aprehensión del surgimiento de la
“cuestión social” sus consecuencias ideológicas
políticas.contraofensiva burguesía social", clama con sus
expresiones como problemáticas de orden individual, moral y
psicológico. En el argumento del capitalismo desde los
monopolios se está produciendo una nueva modalidad
reproducida de la vieja confrontación desde la “cuestión social”,
entre el qué si el desapego de los procesos de paz, la
refilantropización, la psicologización desde las manifestaciones
de la “disputa social”. La explicitación en el tema de este
fundamental es imprescindible para los asistentes sociales,
desde el punto de vista como muchos de vuestra formación,
respecto a vuestra intervención profesional.

Palabras clave: Cuestión social. capitalismo


monopolista.Servicios Social Bases
.

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REFERÊNCIAS

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Petrópolis: Editora Vozes, 2001.

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Civilização Brasileira, 1982.

IAMAMOTO, Marilda Vilela; CARVALHO, Raul de. Relações Sociais e Serviço


Social no Brasil. São Paulo: Cortez; Lima, Peru: CELATS, 1986.

IAMAMOTO, Marilda. A questão social no Capitalismo. Revista Temporalis, n. 03.


Brasília: ABEPSS, 2001.

LUKÁCS, Georg. Marx; o problema da decadência ideológica. In: ___. Marxismo e


teoria da literatura. Rio de Janeiro: Civilização Brasileira, 1992.

MANDEL, Ernest. O Capitalismo Tardio. Tradução de Carlos Eduardo Silveira. São


Paulo: Nova Cultural, 1985. (Os Economistas).

MARX, Karl. Lei geral da acumulação capitalista. In:___. O Capital, Vol II. Os
economistas. São Paulo: Nova Cultura, 1985.

NETTO, José Paulo. Capitalismo monopolista e serviço social. São Paulo: Cortez,
1996.

_____. Cinco Notas a Propósito da “Questão Social”. Revista Temporalis, n.3.


Brasília: ABEPSS, 2001.

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