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Cuadernillo de actividades para

la Continuidad Pedagógica

NIVEL INICIAL

CUARTA ENTREGA

Este material fue desarrollado por la Dirección General de Cultura y Educación de la


Provincia de Buenos Aires. Es de distribución y circulación gratuita. Prohibida su venta y
reproducción total y/o parcial.

Nombre y Apellido del/la alumno/a:

Fecha de entrega:

SUBSECRETARÍA DE EDUCACIÓN DIRECCIÓN GENERAL DE


DIRECCIÓN DE EDUCACIÓN INICIAL CULTURA Y EDUCACIÓN
Cuadernillo de actividades
para la Continuidad Pedagógica

Queridas familias:

Nuevamente nos acercamos a ustedes para compartir actividades que podrán realizar
con las pequeñas y los pequeños en casa. Sabemos que la continuidad de la cuarentena,
si bien nos protege a todas y a todos, crea muchas dificultades en la organización del
hogar. Estos cuadernillos con propuestas, pueden ayudar a contener y sostener la rutina
diaria, a la vez que permite que las niñas y los niños sigan aprendiendo.

Les recordamos la importancia de dedicar un tiempo diario a jugar con ellas y con ellos.
El juego compartido es divertido, se disfruta mientras se aprende. Además de compartir
un tiempo de juego, quisiéramos que dialoguen y conversen con las niñas y los niños
acerca de lo que nos está pasando, que puedan explicarles las razones por las cuales
permanecemos en casa, escuchen sus ideas, se anticipen a lo que se va a hacer durante
el día y hablen mientras comparten las actividades hogareñas. Aprender a comunicarse
por medio de la palabra es de gran importancia para el desarrollo saludable.

Para organizarse mejor en lo cotidiano, es conveniente que los objetos que se usan se
guarden en una caja de cartón. Allí podrán incorporar el cuadernillo, y colocar el nombre
escrito en mayúscula, para que las niñas y los niños de 4 y 5 años lo puedan copiar al
realizar sus dibujos.

Como en los cuadernillos anteriores, éste está organizado día por día. Ustedes pueden
seguir este orden o modificarlo, de acuerdo a sus situaciones particulares. Por supuesto
que podrán volver a realizar muchas de las actividades que les acercamos en los
cuadernillos anteriores.

Si no tienen tiempo de leer las propuestas, pidan ayuda a las hermanas y los hermanos
mayores, o a quienes estén presentes en sus casas, para que las y los acompañen en las
actividades.

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Nivel Inicial

Primer día

1.- Juguemos a las escondidas…

Comienza una persona adulta o una hermana o hermano mayor a contar hasta 20, de
pie, en contra de una pared, mientras niñas y niños se esconden. Luego la persona que
dejó de contar debe ir a buscar a cada niña y niño. Mientras se está buscando, alguna o
alguno puede salir de su escondite, tocar la pared, mientras dice “piedra libre para mis
compañeros” y de esa manera “liberar” a las otras compañeras y los otros compañeros.

2.- Ahora a escuchar un cuento:

Se llama “Alfombras para volar”. Lo escribió Beatriz Ferro y lo publicó en Cuatro cuentos
cándidos en editorial Estrada en 1994

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Cuadernillo de actividades
para la Continuidad Pedagógica

Al ratón Ricachón no le faltaba nada, más bien le sobraban muchas cosas como
alfombras, sillones y lámparas, a tal punto que ya no sabía dónde ponerlas.
Un día decidió hacer con todo eso una feria americana: avisó a los vecinos y allá fueron
todos, a curiosear.
El ratón Ricachón mostró con orgullo sus alfombras:
-Vienen de Persia –aseguró-, el antiguo país de las alfombras mágicas.
No causó mayor impresión hasta que entró Cándida y escuchó las últimas palabras.
-Alfombras.... ¿mágicas?
El ratón aprovechó para darse importancia y mintió como loco:
-Así es. Todas éstas que ves aquí suben como helicópteros y planean como
planeadores.
Cándida quedó fascinada.
Ricachón le mostró una por una: la verde con dibujos de palmeras llegaba hasta el
Caribe; la que tenía estrellas blancas y franjas rojas iba hasta Norteamérica; otra, llena
de arabescos, no paraba hasta Arabia.
Y todas costaban fortunas.
-¡Sale más caro que viajar en avión! –suspiró Cándida.
-Pero es mucho más emocionante –afirmó el ratón. Y, para no perder una venta,
agregó: -Por aquí tengo una más económica.
Le mostró entonces una alfombrita medio descolorida: costaba una miseria, aunque,
claro, llegaba sólo hasta la laguna de la Garza Pescadora.
La ardilla, sin dudar un segundo, le entregó todos sus ahorros y se fue encantada con
su compra. ¡No veía el momento de volar!
Cuando llegó a un claro del bosque desenrolló la alfombra, se sentó encima y dijo
¡Arriba!... pero no pasó nada.
Cándida probó entonces la cuenta regresiva, como con los cohetes: tres, dos uno...
¡cero! Menos que menos. Siguió pegada al suelo. Y tampoco sirvió tratar de animarla
dándole palmaditas.
A pesar de todo, convencida de que aquella alfombra era mágica, al ver a un zorrino
y a dos conejos que andaban por ahí, los invitó a sentarse con ella para dar un paseo
por el aire.
Allí estaban los cuatro, inmóviles, cuando se descolgaron del cielo la garza pescadora
y sus hermanas. Intrigadas, preguntaron qué ocurría y la ardilla les explicó que estaban
a punto de volar en alfombra.
-¡Qué bueno! –dijo la garza. Y, guiñando un ojo a sus hermanas, propuso:
-¿Podemos acompañarte?
Cándida dijo que sí, cómo no. Entonces las garzas se acomodaron en los extremos
de la alfombra, con disimulo enredaron los dedos en los flecos, aletearon, remontaron
vuelo y... ¡Todo el mundo arriba!
-¡Volamos, volamos! –gritaron los pasajeros. Adiós suelo del bosque y techos de los
árboles... ¡Hola sol, hola nubes, hola cielo!

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Nivel Inicial

No sólo fueron hasta la laguna. La alfombra, llevada por las garzas amigas, voló sobre
campos, ríos y colinas, mejor que una súper ala delta.
El maravilloso viaje terminó sobre el mullido suelo del bosque donde habían despegado,
con los pasajeros dándose abrazos de alegría.
La garza guiñó el otro ojo a sus hermanas y le dijo a Cándida:
-¡Ojalá nos invites cada vez que quieras usar tu alfombra mágica!
La noticia del viaje entre las nubes corrió rápidamente y llegó a los oídos del propio
Ricachón.
“Entonces, ¿era mágica en serio?” se desesperó. “¿Volaba y se la vendí a Cándida
por una miseria? ¡Yo me muero!”
Para colmo, al rato recibió la visita de la ardilla que fue a contarle cuánto había disfrutado
con la alfombra. Ricachón la despidió murmurando palabras incomprensibles...
Minutos después apareció la liebre; miró todo lo que estaba en venta y preguntó
señalando las lámparas:
-Por casualidad, ¿alguna de éstas es la lámpara de Aladino?
El ratón dio un respingo: ¡a ver si, encima, tenía la famosa lámpara y la vendía por dos
pesos con genio y todo!
-La verdad, es la hora de cerrar –refunfuñó mientras ponía el candado-. Además, le
aclaró que la feria americana se suspende hasta el año 2100.
Cuando se quedó solo juntó todas las lámparas que tenía; buscó un trapo, se arremangó
y empezó a frotarlas con alma y vida, esperando que en una de ésas se presentara el
genio.
Se cansó de sacar brillo. Lustra que lustra hasta la madrugada, al final se convenció de
que allí no había ni la más mínima lámpara maravillosa.
Nunca supo que lo maravilloso de verdad son los amigos, o las garzas, que nos prestan
sus alas cada vez que queremos levantar vuelo.

Conversen sobre el cuento. Qué les pareció lo que hicieron las garzas ¿engañaron a
Cándida, la ardilla? ¿Por qué habrá sido?

3.- Vamos a jugar que nos vamos volando

Se necesita un pedazo de tela o frazada que sea la alfombra mágica. Las niñas y los niños
pueden elegir a quienes invitarán para hacer el viaje y qué cosas llevarían. Propónganles
que se imaginen adonde quieren ir y …jueguen.

4.- Ahora pueden dibujar

Sobre hojas de papel o de diario, con lápices, crayones, lapiceras, o marcadores. Si en

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casa no hay ninguno de estos elementos pueden usar un corcho quemado. Recuerden
ofrecer a las y los más grandes que “firmen” sus dibujos copiando su nombre.

Segundo día

1.- Vamos a jugar al Centro de Salud

Necesitamos unos muñecos, cajitas de remedios vacías, un palito (que será el termómetro),
papeles y una lapicera para escribir las recetas, y muchas ganas de jugar.

Puede comenzar alguna persona adulta o un hermano o hermana mayor, siendo médica
o médico que revisa a los muñecos y les receta algún medicamento. Luego serán las

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Nivel Inicial

niñas y los niños quienes tomarán ese lugar como pacientes que esperan el turno para la
atención médica..

2.- A jugar a embocar

Se necesita una caja de cartón con la parte de arriba abierta y unas pelotitas de plástico
o hechas de papel. Establecer desde donde se las va a tirar. Al principio puede ser de
bastante cerca y después puede ser de más lejos. Gana el que logró embocar más. Las
niñas y niños pueden ir marcando en un papel cuántas pelotitas lograron embocar para
registrar quién ganó.

3.- A escuchar poesías

“Este es un grillo, este es un gallo”


de Eduardo González Lanuza

Este es un grillo, éste es un gallo,


éste es mi niño montado a caballo
Esta es una rosa, éste es el clavel
ésta es mi niña bordando un mantel.
Esta es la luna, éste es el lucero,

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éste es mi niño en el mar marinero.


Esta que canta es la pájara-pinta,
ésta es mi niña que se ata una cinta.
Esta es una espiga, éste es un manzano,
éstos son mis niños que van de la mano

“Había una vieja”


del folklore español

Había una vieja


virueja, virueja
de pico, picotueja
de pomporerá.
Tenía tres hijos
virijos, virijos
de pico picotuijos
de pomporerá.

Uno iba a la escuela


viruela, viruela
de pico picotuela
de pomporerá.
Otro iba al estudio
virulio, virulio
ve pico, picotulio
de pomporerá.
Otro iba al colegio
viregio, viregio
de pico, picotuegio
de pomporerá.
Aquí termina el cuento
viruento, viruento
de pico, picotuento
de pomporerá.

4.- ¿Se animan a hacer rimas?

Aprovechando la poesía de la Vieja Viruela, propónganles inventar rimas, pueden comenzar


ustedes y luego serán ellos los que seguirán con el juego. Aquí les ofrecemos algunas
para empezar.

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Nivel Inicial

La tortuga, come lechuga y la vaca come albahaca


La nena juega a la rueda y la muñeca teje en la rueca.

Tercer día

1.- Vamos a construir un barrio

Necesitan cajas vacías de distintos tamaños: pueden ser de remedios, de alimentos,


también algunos envases plásticos como botellas, vasos, potes de telgopor, etc. Con
todos esos elementos podrán hacer distintas casas, probando como equilibrarlos para
que no se caigan. Pueden ayudarse con broches de la ropa, o cinta de enmascarar o cinta
adhesiva o plasticola o engrudo.

2.- A escuchar un cuento

Este cuento se llama Sapo en invierno. Lo escribió Max Velthuijs. Y se publicó en Caracas
en la editorial Ekaré, en 1992.

Y dice así:

Una mañana, Sapo se levantó y supo inmediatamente que algo andaba mal en el
mundo. Algo había cambiado. Se asomó por la ventana y se quedó extrañado al ver
que todo estaba completamente blanco.
Corrió afuera, confundido. Había nieve por todas partes. El suelo estaba resbaloso.
De repente, cayó de espaldas... y se deslizó río abajo. El río estaba congelado y Sapo
quedó tendido en el hielo frío y duro.
-Si no hay agua ¿cómo podré lavarme? –pensó Sapo alarmado.
Tiritando de frío, alcanzó la orilla y allí se sentó.
En eso, llegó Pata patinando.
-Hola Sapo –dijo Pata- Qué tiempo
tan bonito hace hoy. ¿Vienes a
patinar conmigo?
-No –contestó Sapo-. Me estoy
congelando.
-Te hará bien patinar-dijo Pata-. Ven
que te enseño.
Pata le prestó a sapo su bufanda roja y
le ayudó a ponerse los patines. Empujó

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a Sapo por el hielo. Sapo se deslizó velozmente y muy pronto se cayó.


Entonces apareció Cochinito cargando una cesta de leña.
-Cochinito, ¿no te estás congelando? –preguntó Sapo.
-No –dijo Cochinito-. Me encanta el aire fresco y saludable. El invierno es la
temporada más hermosa de todas.
-Tú tienes una deliciosa capa de grasa para mantenerte abrigado –dijo Sapo-. Pero
¿qué tengo yo? Soy sólo un sapo pelado.
-Pobre Sapo –pensó Cochinito-. Ojalá lo pudiera ayudar.
¡Un, dos! ¡Un, dos! Liebre estaba trotando en la nieve.
-¡Viva el deporte! –exclamó Liebre-. No hay nada como hacer ejercicio en pleno
invierno. ¡Un, dos! ¡Un, dos!
-Sapo –dijo Liebre-, ¿por qué no me acompañas?
-Me estoy congelando. Tú tienes una piel peluda y abrigada, pero yo no tengo nada
–dijo Sapo y regresó a casa tristemente.
Al día siguiente sus amigos lo invitaron a una batalla de bolas de nieve. Pero Sapo no
pudo divertirse con los demás.
-Me estoy congelando –murmuró sapo-. Soy sólo un sapo pelado.
Y se marchó sintiéndose miserable. Pasó el resto de la tarde sentado junto al fuego,
soñando con la primavera y el verano. Hasta que se quemó el último trozo de madera
y el fuego se apagó.
Sapo salió a buscar más leña, pero había empezado a nevar y no pudo encontrar ni
una ramita. Caminó y caminó y dio vueltas y más vueltas. Todo estaba blanco, muy
blanco, y Sapo ya no supo regresar a casa. Extenuado, se tendió sobre la nieve. Un
sapo pelado.
Y allí lo encontraron sus amigos.
-Me estoy congelando –dijo Sapo con un hilito de voz.
-Ven –dijo Liebre. Y con mucho cuidado, lo cargaron hasta su casa y lo acostaron
en la cama. Liebre recogió leña y prendió el fuego. Cochinito preparó una deliciosa
sopa y Pata acompañó a Sapo.
Noche tras noche, todos escuchaban mientras Liebre leía historias maravillosas sobre
la primavera y el verano. Cochinito tejió un suéter con lana de dos colores y Pata no se
alejó de la cama de Sapo. Sapo se sintió feliz rodeado de sus amigos. El invierno es
maravilloso cuando lo puedes pasar en la cama.
Entonces, llegó el día en que Sapo ya estaba repuesto y podía salir. Sin piel, ni grasa, ni
plumas, pero con su nuevo suéter de rayas, dio sus primeros pasos en la nieve.
-Y... ¿qué tal? –preguntó Liebre con curiosidad.
-Pues bien –dijo Sapo valientemente.
Y así pasó el largo invierno.
Pero una mañana, cuando Sapo abrió los ojos, supo inmediatamente que algo había
cambiado. Una luz radiante entraba por la ventana. Sapo saltó de la cama y corrió
afuera.

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Nivel Inicial

El mundo estaba verde y el sol brillaba en el cielo.


-¡Aleluya! –exclamó Sapo emocionado-. Qué sabroso es ser un sapo. Puedo sentir
los rayos del sol en mi espalda pelada.
Sus amigos se rieron al ver a sapo brincando feliz.
-¿Qué haríamos sin Sapo? –preguntó Liebre.
-Pues no me lo puedo imaginar –dijo Cochinito.
-No –dijo Pata con una sonrisa-, la vida no sería la misma sin él.

Conversen sobre el cuento. ¿Qué les parece lo que hicieron los amigos del Sapo? A
ustedes ¿qué les gusta más el frío en invierno o el calor del verano? ¿Por qué?

3.- Vamos a jugar a piedra, papel y tijera

¿Se acuerdan cómo se juega? Cada persona dice 1, 2, 3 y luego saca una mano. Si la saca
en forma de puño (representa piedra), si mueve los dedos índice y anular (es tijera) y si
saca la mano extendida (es papel). La piedra le gana al papel (porque lo puede envolver),
la tijera le gana al papel (porque lo puede cortar) pero la piedra le gana a la tijera (porque
la puede desafilar)

4.- ¡A movernos!

Coloquen una serie de sillas o banquitos en fila y propongan a las nenas y los nenes que
pasen por debajo como si fuera un túnel. Después pueden separar las sillas para que caminen
entre ellas. Pueden caminar llevando un objeto, caminar con pasos cortos, con pasos largos,
dando saltitos, empujando una pelota. Pueden inventar otras formas de moverse.

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Cuarto día

1.- Vamos a jugar a cocinar

Necesitamos latitas, cucharitas, platitos, además de lo que ustedes tengan en casa y que
puedan usar las niñas y los niños. La comida puede ser: migas de pan o pedacitos de
masa, un poco de barro, unas piedritas, cáscaras de alimentos, etc. Pueden agregar un
poco de agua. Ahora solo hace falta un pequeño espacio para que cocinen ricas comidas
para los muñecos y por qué no, para el resto de la familia.

2.- A escuchar un cuento

Este cuento se llama ¿Dónde vive la laucha? Lo escribió Josef Guggenmos y lo tradujo
Elsa Bornemann

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Pronto debía comenzar la gran fiesta en la sala del trono: el casamiento del hijo del rey.
Afuera, en el pasillo, estaban todos preparados ya: el rey con la pareja de novios, y los
numerosos invitados principitos, duquesitos y condesitos.
Sólo faltaba el maestro de ceremonias, el que debía golpear tres veces con su bastón
de oro sobre el piso para indicar que podría iniciarse la entrada en la fiesta, bajo los
sonidos de las trompetas.
Entonces salió el maestro de ceremonias de la sala del trono, donde ya había echado
un vistazo.
Si había alguien que jamás podía perder la calma, ése era el maestro de ceremonias
que en cada segundo debía saber qué hacer. ¡Pero cómo lucía el pobre! Su cara estaba
blanca como la pared. El bastón temblaba en su mano.
-¡Revolución! –gritó jadeando-.¡Revolución!
¿Revolución? –preguntó el rey, asustado-. ¿Quién, por voluntad del cielo, se ha
sublevado?
-¡Una laucha! –contestó con un golpe el maestro de ceremonias-. Acecha desde debajo
de la tarima donde se levanta el trono. Durante la fiesta va a salir. Cuando la vean todas
las reinas, duquesas, condesas y princesas presentes, se van a caer desmayadas de
miedo. No puede evitarse la catástrofe.
-¡Mi reino tambalea! –gritó el rey-. ¿Cómo se le ocurrió a la laucha ese plan horrible?
-La vi pasear por aquí y le arrojé mi bastón para espantarla –aseguró el maestro de
ceremonias-. Creí haberla lastimado en una oreja. En vez de salir de la sala, se metió
debajo de la tarima. Ahora está sentada allí, escondida, para vengarse del mundo.
-¿No has tratado de llegar a un acuerdo con ella?
-Lo he intentado con ruegos y con amenazas. Está y sigue enojada y no hay nada que
la haga cambiar de idea.
-Entonces no queda otro remedio –vociferó el rey- que tomar yo mismo este asunto en
mis manos.
Fue con el maestro de ceremonias al salón del trono. Allí se hizo mostrar el agujero en
la tarima, a través del cual la laucha se había deslizado. Entonces el rey se arrodilló, se
inclinó hacia abajo y habló en el agujero de la tarima.
-Laucha querida,
¡sal enseguida! ¡sal enseguida!
Te daré en retribución
¡una hermosa casa con balcón!
-¿Tiene también teléfono? –pidió la laucha desde el agujero.
-Lo tiene –le dijo el rey.
-¿Palabra de honor? –pidió la laucha.
- Palabra de honor –dijo el rey.
La laucha sacó su patita del agujero de la tarima. Y el rey la estrechó con su dedo
pequeño.
Entonces valía y estaba prometido. La laucha salió. Y la fiesta pudo empezar.

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Ahora la laucha tiene su premio: la hermosa casa con balcón y teléfono.


¿Te gustaría llamarla? ¡Telefonéale entonces! Podrán charlar una o dos horitas. Ustedes
tienen muchas cosas para contarse.

Conversen con las/os chicas/os sobre las cosas que le contarían a la laucha.

3.- Juguemos al teléfono roto

Todas y todos pueden participar. Se sientan en una ronda. Alguien dice una palabra al oído
a la persona que tiene a su derecha. Ésta a su vez se lo dice al oído a la que también tiene
a su derecha. Y así hasta que vuelve la palabra a quien primero la dijo. Esa persona deberá
corroborar si es efectivamente la palabra que dijo.

4.- A pegar papelitos

Si tienen revistas viejas o diarios, recorten en partes las figuras: narices, ojos, torsos,
piernas; tanto de personas como de animales. Propongan que los peguen inventando
diferentes personajes.
También pueden usar algunos dibujos de las niñas y de los niños si no les molesta que se
recorten.

Quinto día

1.- ¡Quién llega primero!

Necesitan una hoja o un cartón y 20 tapitas o piedritas para cada participante. Además,
un dado o cartoncitos con los números del 1 al 6.
En cada hoja o cartón hagan este cuadro con 20 casilleros

Por turno, se tira el dado o se saca un cartoncito, y según el número que salga se colocan
tantas tapitas o piedritas. Gana quien primero que llega al final.

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2.- A lavar a los juguetes

Se necesita un balde o una palangana, un poco de jabón o detergente, una esponja y los
juguetes que haya en casa. Coloquen la palangana en el piso o en una mesa y dejen que
las niñas y los niños laven y, mientras lo hacen, jueguen con el agua y el jabón. Luego
podrán enjuagarlos.
Otra posibilidad es colocar un poco de agua en la palangana o balde y ofrecer tarritos,
coladores, para jugar a trasvasar el agua.

3.- A escuchar un cuento

Este cuento se llama Dos amigas famosas. Lo escribió Silvia Schujer y se publicó en
Cuentos cortos, medianos y flacos, en Buenos Aires. Editorial Colihue en 1992.

¿Que si habían sido amigas antes? Para nada. No se podían ni ver. Se la pasaban
peleando de un cuento al otro como perro y gato. Como perro y gato que se pelean,
claro.
Desde que las habían puesto en el mismo libro -aunque en distintas historias- Caperucita
y Cenicienta no hacían más que insultarse, sacarse la lengua o espiarse con maldad.
-¡Sos una tonta! -solía decirle la Cenicienta. Y repetía que sólo a una tonta se la comen
los lobos.
-¡Y vos una fregona! -le contestaba Caperucita enojadísima.
Y como en estos casos, en los demás tampoco perdían oportunidad de hacerse rabiar
hasta las lágrimas.
Cada vez que Caperucita Roja llegaba a la parte del cuento en que debía juntar flores
del bosque para su abuelita, Cenicienta le pateaba la canasta y salía corriendo.
Y, cada vez que podía, Caperucita ensuciaba las páginas del cuento de Cenicienta para
que su horrible madrastra la hiciera limpiar más y más.
Todo ¿por qué? Quién sabe... Nadie en aquel libro lo entendía.
Y no sólo eso, sino que además, estaban hartos de soportarlas. A ellas y los desastres
que eran capaces de provocar cuando se peleaban.
Una vez, tirándose de los pelos, rodaron hasta el prólogo y de la fuerza con que cayeron,
arrancaron las tres primeras páginas.
Tal fue el bochinche que, entre dimes y diretes, flautas y pitos, por fin se decidió echarlas.
-¡Fueraa! -gritaron a coro los siete enanos de Blancanieves.
Y como Cenicienta y Caperucita no se movieron, fue el propio Gato con Botas quien las
puso de patitas en la calle.
De patitas en los estantes, para ser más exactos. Porque el libro del que las habían
echado, estaba en el estante de una librería.
Cada una por su lado, pero las dos al mismo tiempo, se aferraron a un tablón como

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pudieron. Y empezaron a bajar con rumbo al piso.


-¡Mamita querida! -susurró una de ellas.
No conocían la vida fuera del libro, así que, en realidad, estaban más asustadas que
cocodrilo en el dentista.
Por otra parte, recién cuando tocaron el suelo, se dieron cuenta de lo chiquitas que eran
en relación a las personas y...
Apenas si llegaban al tobillo de los chicos. Y esto, que al principio pareció maravilloso
para que no las descubrieran, no tardó en convertirse en un flor de problema. Eran
tan, pero tan chiquitas que la gente al caminar estaba siempre a punto de pisarlas sin
querer.
Caperucita y Cenicienta, entonces, tuvieron que emprender la marcha, esquivando por
aquí y por allá, los acechantes zapatos que, ante el menor descuido, podrían aplastarlas.
Habrá sido del susto, sí, del susto, que sin darse cuenta (o sin pensarlo demasiado) se
fueron acercando una a la otra, cada vez más hasta darse la mano.
Habrá sido del susto, sí del susto.
Un poco más seguras entonces frente al peligro, salieron a la calle y lograron por fin dar
un paseo. Entre zapato y zapatilla disfrutaron de la tarde como nunca. Como amigas,
mejor dicho.

Conversen sobre esta historia tan rara…. ¿Cómo habrán hecho Caperucita y Cenicienta
para volver al libro, después del paseo?

4.- ¡Se animan a modelar!

Pueden usar barro o masa. Les recordamos la receta: mezclen 1 taza de harina, ¼ taza
de sal fina, un chorrito de vinagre (para conservarla más tiempo) y agua. Si tuvieran en
casa témpera o colorantes naturales pueden agregar color, si quieren. Conviene guardar
la masa en un recipiente cerrado en la heladera para poder usarla en otras ocasiones.
Pueden ofrecerles palitos, chapitas, tapitas, fósforos usados.

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