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El árbol mágico
Hace mucho mucho tiempo, un niño paseaba por un prado en cuyo centro encontró un
árbol con un cartel que decía: soy un árbol encantado, si dices las palabras mágicas, lo
verás.
SANTILÍN
Santilin es un osito muy inteligente, bueno y respetuoso. Todos lo quieren mucho, y sus
amiguitos disfrutan jugando con él porque es muy divertido. Le gusta dar largos paseos
con su compañero, el elefantito. Después de la merienda se reúnen y emprenden una
larga caminata charlando y saludando a las mariposas que revolotean coquetas,
desplegando sus coloridas alitas. Siempre está atento a los juegos de los otros animalitos.
Con mucha paciencia trata de enseñarles que pueden entretenerse sin dañar las plantas,
sin pisotear el césped, sin destruir lo hermoso que la naturaleza nos regala. Un domingo
llegaron vecinos nuevos. Santilin se apresuró a darles la bienvenida y enseguida invitó a
jugar al puercoespín más pequeño. Lo aceptaron contentos hasta que la ardillita, llorando,
advierte: - Ay, cuidado, no se acerquen, esas púas lastiman.El puercoespín pidió
disculpas y triste regresó a su casa. Los demás se quedaron afligidos, menos Santilin,
que estaba seguro de encontrar una solución.
FIN
EL NUEVO AMIGO
Erase un crudo día de invierno. Caía la nieve, soplaba el viento y Belinda jugaba con unos
enanitos en el bosque. De pronto se escucho un largo aullido.
¡Hola, hola! Dijo la niña. ¿Quieres venir conmigo? Entonces el cordero salto sobre Belinda
y el lobo, oculto se lanzo sobre el, alcanzándole una dentellada. La astuta y maligna
madrastra, perdió la piel del animal con que se había disfrazado y escapo lanzando
espantosos gritos de dolor y miedo. Solo entonces el lobo se volvió al monte y Belinda
sintió su corazón estremecido, de gozo, más que por haberse salvado, por haber ganado
un amigo.
Había un niño que tenía muy mal carácter. Un día, su padre le dio una bolsa con clavos y
le dijo que cada vez que perdiera la calma, clavase un clavo en la cerca del patio de la
casa. El primer día, el niño clavó 37 clavos. Al día siguiente, menos, y así el resto de los
días. Él pequeño se iba dando cuenta que era más fácil controlar su genio y su mal
carácter que tener que clavar los clavos en la cerca. Finalmente llegó el día en que el niño
no perdió la calma ni una sola vez y fue alegre a contárselo a su padre. ¡Había
conseguido, finalmente, controlar su mal temperamento! Su padre, muy contento y
satisfecho, le sugirió entonces que por cada día que controlase su carácter, sacase un
clavo de la cerca. Los días pasaron y cuando el niño terminó de sacar todos los clavos fue
a decírselo a su padre.Entonces el padre llevó a su hijo de la mano hasta la cerca y le
dijo: – “Has trabajo duro para clavar y quitar los clavos de esta cerca, pero fíjate en todos
los agujeros que quedaron. Jamás será la misma. Lo que quiero decir es que cuando
dices o haces cosas con mal genio, enfado y mal carácter dejas una cicatriz, como estos
agujeros en la cerca. Ya no importa que pidas perdón. La herida siempre estará allí. Y una
herida física es igual que una herida verbal. Los amigos, así como los padres y toda la
familia, son verdaderas joyas a quienes hay que valorar. Ellos te sonríen y te animan a
mejorar. Te escuchan, comparten una palabra de aliento y siempre tienen su corazón
abierto para recibirte”. Las palabras de su padre, así como la experiencia vivida con los
clavos, hicieron con que el niño reflexionase sobre las consecuencias de su carácter. Y
colorín colorado, este cuento se ha acabado.
El papel y la tinta
Había una hoja de papel sobre una mesa, junto a otras hojas iguales a ella, cuando una
pluma, bañada en negrísima tinta, la manchó completa y la llenó de palabras. “¿No
podrías haberme ahorrado esta humillación?”, dijo enojada la hoja de papel a la tinta. “Tu
negro infernal me ha arruinado para siempre”. “No te he ensuciado”, repuso la tinta. “Te
he vestido de palabras. Desde ahora ya no eres una hoja de papel sino un mensaje.
Custodias el pensamiento del hombre. Te has convertido en algo precioso”. En ese
momento, alguien que estaba ordenando el despacho, vio aquellas hojas esparcidas y las
juntó para arrojarlas al fuego. Sin embargo, reparó en la hoja “sucia” de tinta y la devolvió
a su lugar porque llevaba, bien visible, el mensaje de la palabra. Luego, arrojó el resto al
fuego.
CUENTOS MEDIANO
Mal genio
Había un niño que tenía muy, pero que muy mal carácter. Un día, su padre le dio una
bolsa con clavos y le dijo que cada vez que perdiera la calma, que él clavase un clavo en
la cerca de detrás de la casa.
El primer día, el niño clavó 37 clavos en la cerca. Al día siguiente, menos, y así con los
días posteriores. Él niño se iba dando cuenta que era más fácil controlar su genio y su mal
carácter, que clavar los clavos en la cerca.
Finalmente llegó el día en que el niño no perdió la calma ni una sola vez y se lo dijo a su
padre que no tenía que clavar ni un clavo en la cerca. Él había conseguido, por fin,
controlar su mal temperamento.
Su padre, muy contento y satisfecho, sugirió entonces a su hijo que por cada día que
controlase su carácter, que sacase un clavo de la cerca.
Los días se pasaron y el niño pudo finalmente decir a su padre que ya había sacado todos
los clavos de la cerca. Entonces el padre llevó a su hijo, de la mano, hasta la cerca de
detrás de la casa y le dijo:
- Mira, hijo, has trabajo duro para clavar y quitar los clavos de esta cerca, pero fíjate en
todos los agujeros que quedaron en la cerca. Jamás será la misma.
Lo que quiero decir es que cuando dices o haces cosas con mal genio, enfado y mal
carácter, dejas una cicatriz, como estos agujeros en la cerca. Ya no importa tanto que
pidas perdón. La herida estará siempre allí. Y una herida física es igual que una herida
verbal.
Los amigos, así como los padres y toda la familia, son verdaderas joyas a quienes hay
que valorar. Ellos te sonríen y te animan a mejorar. Te escuchan, comparten una palabra
de aliento y siempre tienen su corazón abierto para recibirte.
Las palabras de su padre, así como la experiencia vivida con los clavos, hicieron con que
el niño reflexionase sobre las consecuencias de su carácter. Y colorín colorado, este
cuento se ha acabado.
Carrera de zapatillas
Había llegado por fin el gran día. Todos los animales del bosque se levantaron temprano
porque ¡era el día de la gran carrera de zapatillas! A las nueve ya estaban todos reunidos
junto al lago.
También estaba la jirafa, la más alta y hermosa del bosque. Pero era tan presumida que
no quería ser amiga de los demás animales.
- Ja, ja, ja, ja, se reía de la tortuga que era tan bajita y tan lenta.
- Jo, jo, jo, jo, se reía del rinoceronte que era tan gordo.
- Je, je, je, je, se reía del elefante por su trompa tan larga.
El zorro llevaba unas zapatillas a rayas amarillas y rojas. La cebra, unas rosadas con
moños muy grandes. El mono llevaba unas zapatillas verdes con lunares anaranjados.
La tortuga se puso unas zapatillas blancas como las nubes. Y cuando estaban a punto de
comenzar la carrera, la jirafa se puso a llorar desesperada.
Es que era tan alta, que ¡no podía atarse los cordones de sus zapatillas!
Y todos los animales se quedaron mirándola. Pero el zorro fue a hablar con ella y le dijo:
- Tú te reías de los demás animales porque eran diferentes. Es cierto, todos somos
diferentes, pero todos tenemos algo bueno y todos podemos ser amigos y ayudarnos
cuando lo necesitamos.
Entonces la jirafa pidió perdón a todos por haberse reído de ellos. Y vinieron las hormigas,
que rápidamente treparon por sus zapatillas para atarle los cordones.
Y por fin se pusieron todos los animales en la línea de partida. En sus marcas,
preparados, listos, ¡YA!
Cuando terminó la carrera, todos festejaron porque habían ganado una nueva amiga que
además había aprendido lo que significaba la amistad.
FIN
El caracolillo Gustavillo
Gustavillo era un caracolillo que vivía feliz en el fondo del mar; se mecía al ritmo de las
corrientes marinas, reposaba en la arena, buscando algún rayo de sol y de vez en cuando
daba sus paseos.
Empezaron a vivir juntos el cangrejo dentro del caracol y al poco comenzaron los
problemas: el cangrejo se metía las pinzas en la nariz, hacía ruidos cuando comía, no
ayudaba en la limpieza...
Una mañana Gustavillo le dijo al cangrejo todo lo que no se debía hacer, con paciencia ,
explicándole que:
Cuando volvió habló con Gustavillo y entre los dos juntitos hicieron una lista de las cosas
que, para estar juntos, debían hacer para que todo funcionara bien.
A partir de ese momento se acoplaron a convivir juntos y fueron muy, muy felices, el
cangrejo, daba a Gustavillo largos paseos y el caracolillo arropaba al cangrejo cuando
había marea.
FIN
Uga la tortuga
¡Esto tiene que cambiar! se propuso un buen día, harta de que sus compañeros del
bosque le recriminaran por su poco esfuerzo al realizar sus tareas.
Y es que había optado por no intentar siquiera realizar actividades tan sencillas como
amontonar hojitas secas caídas de los árboles en otoño, o quitar piedrecitas de camino
hacia la charca donde chapoteaban los calurosos días de verano.
-¿Para qué preocuparme en hacer un trabajo que luego acaban haciendo mis
compañeros? Mejor es dedicarme a jugar y a descansar.
- No es una gran idea, dijo una hormiguita. Lo que verdaderamente cuenta no es hacer el
trabajo en un tiempo récord; lo importante es acabarlo realizándolo lo mejor que sabes,
pues siempre te quedará la recompensa de haberlo conseguido.
No todos los trabajos necesitan de obreros rápidos. Hay labores que requieren tiempo y
esfuerzo. Si no lo intentas nunca sabrás lo que eres capaz de hacer, y siempre te
quedarás con la duda de si lo hubieras logrados alguna vez.
Por ello, es mejor intentarlo y no conseguirlo que no probar y vivir con la duda. La
constancia y la perseverancia son buenas aliadas para conseguir lo que nos proponemos;
por ello yo te aconsejo que lo intentes. Hasta te puede sorprender de lo que eres capaz.
- ¡Caramba, hormiguita, me has tocado las fibras! Esto es lo que yo necesitaba: alguien
que me ayudara a comprender el valor del esfuerzo; te prometo que lo intentaré.
Se sentía feliz consigo misma pues cada día conseguía lo poquito que se proponía
porque era consciente de que había hecho todo lo posible por lograrlo.
La liebre y la tortuga
En el mundo de los animales vivía una liebre muy orgullosa y vanidosa, que no cesaba de
pregonar que ella era la más veloz y se burlaba de ello ante la lentitud de la tortuga.
- ¡Eh, tortuga, no corras tanto que nunca vas a llegar a tu meta! Decía la liebre riéndose
de la tortuga.
- Sí, sí, a ti, dijo la tortuga. Pongamos nuestras apuestas y veamos quién gana la carrera.
Así que todos los animales se reunieron para presenciar la carrera. El búho señaló los
puntos de partida y de llegada, y sin más preámbulos comenzó la carrera en medio de la
incredulidad de los asistentes.
Astuta y muy confiada en si misma, la liebre dejó coger ventaja a la tortuga y se quedó
haciendo burla de ella. Luego, empezó a correr velozmente y sobrepasó a la tortuga que
caminaba despacio, pero sin parar. Sólo se detuvo a mitad del camino ante un prado
verde y frondoso, donde se dispuso a descansar antes de concluir la carrera. Allí se
quedó dormida, mientras la tortuga siguió caminando, paso tras paso, lentamente, pero
sin detenerse.
Cuando la liebre se despertó, vio con pavor que la tortuga se encontraba a una corta
distancia de la meta. En un sobresalto, salió corriendo con todas sus fuerzas, pero ya era
muy tarde: ¡la tortuga había alcanzado la meta y ganado la carrera!
Ese día la liebre aprendió, en medio de una gran humillación, que no hay que burlarse
jamás de los demás. También aprendió que el exceso de confianza es un obstáculo para
alcanzar nuestros objetivos. Y que nadie, absolutamente nadie, es mejor que nadie
CUENTOS LARGOS
El gigante tragón
Érase una vez una abuelita que vivía con sus tres nietas. Las tres niñas ayudaban en las
tareas del hogar por el cariño que sentían a su abuela.
Un día la abuelita les dijo que en cuanto acabaran cada una de ellas su faena de la casa,
podían bajar a la bodega a merendar pan con miel. Al poco rato la pequeña de las tres
hermanas acabó su labor y marchó a la bodega.
Nada más llegar, en la puerta y sin llegar a entrar, escuchó una voz que cantaba:
-¿De dónde ha salido esa voz?, se preguntó la pequeña, y decidió entrar. Zas!! en ese
mismo momento el gigante Tragón la metió en un saco y la cerró.
Al cabo de media hora, la hermana mediana acabó su labor y le dijo a su abuelita que
marchaba a merendar pan con miel a la bodega.
-Está bien - le dijo la abuelita- y de paso dile a tu hermana que está tardando demasiado
en volver a casa.
-Muy bien abuela, se lo diré. En cuanto llegó a la puerta de la bodega, justo antes de
entrar, escuchó una voz que cantaba:
-¿Quién anda ahí? Preguntó la niña, y aunque no escuchó respuesta, decidió entrar. Zas!!
De nuevo el gigante Tragón encerró a la hermana mediana en el saco junto a la pequeña.
-Hazme un favor, déjalo ya, acércate a la bodega a ver que hacen tus hermanas, se está
haciendo muy tarde... Y así lo hizo, pero cuando llegó a la puerta de la bodega pudo oír a
alguien cantar:
-Mayor, mayorcita, no vengas acá, tralará, tralará... Con toda curiosidad se acercó y Zas!!!
Las tres hermanas acabaron en el saco del gigante Tragón.
Con toda la preocupación del mundo la abuelita salió a buscar a sus nietas, y al llegar a la
puerta de la bodega escuchó cantar:
-Ay Dios mío, mis niñas, seguro que ese gigante Tragón las ha cogido... Pues la abuelita
ya conocía al malvado gigante.
Corrió y corrió en busca de ayuda pero no encontró a nadie, y sentada en una roca
llorando por sus nietas, se le acercó una avispa a preguntar:
-No se preocupe abuelita, ese malvado tendrá su merecido. Enseguida la avispa avisó a
todas sus amigas del enjambre, y con voz de ataque gritaron:
-Vamos a por ese gigante malvado, hay que darle su merecido, ¡¡¡adelante compañeras!!!!
En el momento que el gigante Tragón salía de la bodega camino al bosque, todas las
avispas empezaron a picotearle sin parar. Éste salió corriendo temeroso de los picotazos
y olvidándose allá mismo del saco con las tres pequeñas.
Las niñas pudieron salvarse de las garras del gigante Tragón gracias a unas avispas muy
avispadas. Finalmente, la abuelita y sus tres adorables nietas marcharon a casa para
merendar un rico pan con miel.
FIN
La gallina de plumaje dorado se levantó del escondite donde empollaba sus huevos.
Llevaba días debajo de un frondoso helecho del jardín. Mientras escarbaba buscando
gusanos en la tierra, cantaba como si se sintiera feliz.
Mamá gallina
- Es la gallina cantando.
- Quiero verla.
- Te la mostraré de lejos, porque te puede picar.
- ¿Por qué?
La abuela ya no sabía cómo satisfacer su curiosidad. Lo llevó al patio. Tan pronto vio la
gallina, quiso acercarse para cogerla, pero ésta erizó el plumaje y corrió hacia él,
amenazante.
Adrién se protegió, asustado y lloroso, en los brazos de la abuela. Fue sólo un susto. Era
la primera vez que pasaba unos días en la finca de la abuela. Había vivido sus escasos
cuatro años en la ciudad y las visitas al campo habían sido breves.
Los días en el campo eran fascinantes para él. Que su abuela hiciera tostones de un
plátano verde que cogió de una de sus matas, lo dejó embelesado. Su madre también
hacía tostones, pero los sacaba de una bolsa del congelador.
Que su abuela abriera una vaina y muchos granos de gandules, cayeran en sus manos, le
parecía un cuento. Su madre abría una lata y allí estaban los gandules. En el campo
ocurrían muchas cosas nuevas a los ojos de Adrién.
Al día siguiente, la abuela se acercó al helecho donde la gallina se ocultaba y vio gozosa
algunos cascarones esparcidos por el nido y unos polluelos aún mojados y cegatos.
Le pareció un espectáculo para su nietecito. Subió corriendo hasta la sala donde el niño
coloreaba con su abuelo.
- ¿Qué?
- ¿Y si me pica?
Adrién estaba maravillado, ya había tres pollitos con la gallina que los paseaba orgullosa.
- Pío- pío-pío, decían los pollitos, siguiendo a la madre. De pronto, la abuela escuchó un
piar profundo dentro de uno de los huevos que aún quedaban.
Lo cogió con extremo cuidado. Mientras el niño miraba embelesado, la abuela iba
rompiendo el cascarón. Primero apareció un diminuto pico, después la cabeza y luego el
resto del cuerpo pequeño, amarillo y mojado.
- Quiero cogerlo.
- ¿Por qué? Antes de ella alcanzar a contestar, la gallina se acercó con su hermosa cría.
Sus cánticos distrajeron a Adrién, y la abuela creyó que se habían acabado las preguntas.
- Pío-pío-pío.
FIN
El granjero y el tokaebi
Cuenta esta historia que hace muchos años en un país de Asia llamado Corea, un
hombre vivía con su esposa en una pequeña granja. Los dos se querían mucho y
disfrutaban de una vida tranquila rodeados de sus animales, lejos del bullicio de la
ciudad. No necesitaban mucho más para ser verdaderamente felices.
En verano, tras acabar las faenas diarias, solían cenar junto a una gran ventana que
abrían de par en par para poder contemplar cómo la brillante luna iba subiendo
lentamente a lo más alto del cielo y escuchar los pequeños sonidos que solo se aprecian
cuando todo está en silencio. Para ellos, disfrutar de ese momento mágico no tenía
precio.
Pero una noche, mientras compartían el exquisito arroz con verduras que tan bien
preparaba la mujer, escucharon unos alaridos terroríficos.
– No lo sé, querida, pero algo muy grave debe estar sucediendo ¡Salgamos afuera a
echar un vistazo!
Se levantaron de la mesa asustados y abrieron con mucho sigilo la puerta. Frente a ellos,
junto a las escaleras de la entrada, vieron seis monstruos no demasiado grandes pero
feísimos que estaban peleándose y chillando como energúmenos.
– ¡Oh, no, son monstruos tokaebi que vienen a molestarnos! Ten cuidado con lo que les
dices no vayan a enfadarse con nosotros ¡Ya sabes que tienen muy mala baba!
El buen hombre, a pesar del miedo a las represalias, se armó de valor y les gritó:
– ¡Fuera de aquí! ¡Estas tierras son de nuestra propiedad, largaos inmediatamente!
– ¡Ja, ja, ja! ¿Qué os parece, compañeros?… ¡Que nos larguemos, dice este! ¡Ja, ja, ja!
– ¿No me habéis oído? ¡Quiero que os vayáis ahora mismo, dejadnos tranquilos!
Nada, ni caso. Los tokaebi se quedaron mirando al granjero con cara burlona y el jefecillo
de la banda dio unos pasos hacia adelante.
– ¡Oye, tú, granjero de pacotilla!… Dices que estos terrenos son tuyos pero yo digo que
son míos ¡A ver cómo arreglamos este desagradable asunto!
– ¡¿Pero qué dices?! ¡Esta casa y esta tierra son nuestras! ¡Mi esposa y yo somos los
legítimos dueños!
El tokaebi se había levantado ese día con muchas ganas de fastidiar a alguien y siguió
chinchando al hombre con su tonillo insolente.
– ¡No pongas esa cara, granjero! Me parece que tenemos un problema de difícil solución
porque es tu palabra contra la mía, así que… ¡te propongo un reto!
– ¡¿Qué reto?!
– ¡Uno muy fácil! Tú me harás una pregunta a mí y yo te haré una pregunta a ti. Quien la
acierte será el dueño de todo esto ¿Te atreves a aceptar mi propuesta o eres un gallina?
El granjero apretó los dientes para contener la rabia ¡Ese desvergonzado tokaebi le
estaba llamando cobarde! En el fondo de su alma sentía que no debía entrar en su juego
porque además se lo jugaba todo a una pregunta, pero o aceptaba o jamás se libraría su
presencia.
– Está bien, acepto. Acabemos con esto de una vez por todas.
– ¿Habéis oído chicos?… Parecía un miedica pero no… ¡este granjero es un tipo valiente!
El hombre tuvo que aguantar las ganas de darle una patada en el culo y mandarlo a la
copa del árbol más alto. Su paciencia estaba a punto de agotarse.
– Depende del tamaño del vaso: si es tan grande como el mar, un único vaso es suficiente
para vaciarlo. Si el tamaño del vaso es como la mitad del mar, se necesitan dos.
El tokaebi se sorprendió por tan buen razonamiento y muy a su pesar tuvo que dar la
respuesta por válida.
– ¡Grrr! ¡Está bien, está bien, has acertado! Veo que eres más listillo de lo que aparentas
¡Ahora pregúntame tú a mí!
El hombre se colocó de perfil en el umbral de la puerta, con un pie dentro de la casa y otro
fuera. Mirando al tokaebi a los ojos, le preguntó:
El jefe de los tokaebis echó chispas por la boca de la furia que le invadió, pero tuvo que
cumplir su palabra porque muchos testigos habían presenciado su estrepitosa derrota.
El pez de oro
Una vez una pareja de ancianos muy pobres que vivía junto a la playa en una humilde
cabaña. El hombre era pescador, así que él y su mujer se alimentaban básicamente de
los peces que caían en sus redes.
Un día, el pescador lanzó la red al agua y tan sólo recogió un pequeño pez. Se quedó
asombradísimo cuando vio que se trataba de un pez de oro que además era capaz de
hablar.
– ¡Pescador, por favor, déjame en libertad! Si lo haces te daré todo lo que me pidas.
El anciano sabía que si lo soltaba perdería la oportunidad de venderlo y ganar un buen
dinero, pero sintió tanta pena por él que desenmarañó la red y lo devolvió al mar.
– No me puedo creer lo que me estás contando… ¿Tú sabes lo que vale un pez de oro?
¡Nos habrían dado una fortuna por él! Al menos podías haberle pedido algo a cambio,
aunque fuera un poco de pan para comer.
El buen hombre recordó que el pez le había dicho que podía concederle sus deseos, y
ante las quejas continuas de su mujer, decidió regresar al a orilla.
– Mi mujer quiere pan para comer porque hoy no tenemos nada que llevarnos a la boca
¿Podrías conseguirme un poco?
– ¡Por supuesto! Vuelve con tu esposa y tendrás pan más que suficiente para varios días.
El anciano llegó a su casa y se encontró la cocina llena de crujiente y humeante pan por
todas partes. Contra todo pronóstico, su mujer no estaba contenta en absoluto.
– Sí, pan ya tenemos, pero en esta cabaña no podemos seguir viviendo. Hay goteras por
todas partes y el frío se cuela por las rendijas. Dile a ese pez de oro amigo tuyo que nos
consiga una casa más decente ¡Es lo menos que puede hacer por ti ya que le has salvado
la vida!
– Mi mujer está disgustada porque nuestra cabaña se cae a pedazos. Quiere una casa
nueva más cómoda y confortable.
– Muchísimas gracias.
Se dio la vuelta dejando al pez meciéndose entre las olas. Al llegar a su hogar, la cabaña
había desaparecido. Su lugar lo ocupaba una coqueta casita de piedra que hasta tenía un
pequeño huerto para cultivar hortalizas.
– ¡Imagino que ahora estarás contenta! ¡Esta casa nueva es una monada y más grande
que la que teníamos!
– ¿Contenta? ¡Ni de broma! No has sabido aprovecharte de la situación ¡Ya que pides,
pide a lo grande! Vuelve ahora mismo y dile al pez de oro que quiero una casa lujosa y
con todas las comodidades que se merece una señora de mi edad.
– Pero…
– ¡Ah, y nada de huertos, que no pienso trabajar en lo que me queda de vida! ¡Dile que
prefiero un bonito jardín para dar largos paseos en primavera!
El hombre estaba harto y le parecía absurdo pedir cosas que no necesitaban, pero por no
oír los lamentos de su esposa, obedeció y acudió de nuevo a la orilla del mar.
– Siento ser tan pesado pero mi mujer sueña con una casa y una vida más lujosa.
– Amigo, no te preocupes. Hoy mismo tendrá una gran casa y todo lo que necesite para
vivir en ella ¡Incluso le pondré servicio doméstico para que ni siquiera tenga que cocinar!
Casi se le salen los ojos de las órbitas al llegar a su casa y encontrarse una mansión
rodeada de jardines repletos de plantas exóticas y hermosas fuentes de agua.
– Madre mía… ¡qué barbaridad! Esto es digno de un rey y no de un pobre pescador como
yo.
Creía que lo había visto todo cuando su mujer apareció ataviada con un vestido de tul
rosa, y enjoyada de arriba abajo. No venía sola sino seguida de tres doncellas y tres
lacayos.
– ¡Esto es increíble! ¡Jamás había visto una casa tan grande y tan bonita! ¡Y tú, querida,
estás impresionantemente guapa y elegante!… Imagino que ahora sí estarás
satisfecha… ¡Hasta tenemos criados!
Con aires de emperatriz, la anciana contestó:
¡La ambición de la mujer no tenía límites! Antes de que el pobre pescador dijera algo,
sacó a relucir el plan que había maquinado para hacerse con el pececito de oro.
– Atraparlo es difícil, así que lo mejor será ir por las buenas. Ve al mar y dile al pez de oro
que quiero ser la reina del mar.
– ¡Que no te enteras de nada, zoquete! Todos los seres que viven en el mar han de
obedecer a su reina sin rechistar. Yo, como reina, le obligaría a vivir aquí.
– ¡Claro que puedes, así que lárgate a la playa ahora mismo! O consigues el cargo de
reina del mar para mí o no vuelves a entrar en esta casa ¿Te queda claro?
Dio tal portazo que el marido, atemorizado, salió corriendo y llegó hasta la orilla una vez
más. Con mucha vergüenza llamó al pez.
– Mi mujer insiste en seguir pidiendo ¡Ahora quiere ser la reina del mar para ordenarte
que vivas en nuestra casa y trabajes para ella!
El pez se quedó en silencio ¡Esa mujer había llegado demasiado lejos! No sólo estaba
abusando de él sino que encima lo tomaba por tonto. Miró con pena al anciano y de un
salto se sumergió en las profundidades del mar.
El hombre regresó a su casa y se quedó hundido cuando vio que todo se había esfumado.
Ya no había fuentes, ni jardines, ni palacete ni sirvientes. Frente a él volvía a estar la
pobre y solitaria cabaña de madera en la que siempre habían vivido. Tampoco su mujer
era ya una refinada dama envuelta en tules, sino la esposa de un humilde pescador,
vestida con una falda hecha de retales y zapatillas de cuerda.
¡Adiós al sueño de tenerlo todo! Muy a su pesar los dos tuvieron que continuar con su
vida de trabajo y sin ningún tipo de lujos. Nunca volvieron a saber nada de aquel pececito
agradecido y generoso que les había dado tanto. La ambición sin límites tuvo su castigo.
El rey sabio
Hace muchos, muchos años en una ciudad de Irán llamada Wirani, hubo un rey que
gobernaba con firmeza su territorio. Había acumulado tanto poder que nadie se atrevía a
cuestionar ninguna de sus decisiones: si ordenaba alguna cosa, todo el mundo obedecía
sin rechistar ¡Llevarle la contraria podía tener consecuencias muy desagradables!
Podría decirse que todos le temían, pero como además era un hombre sabio, en el fondo
le respetaban y valoraban su manera de hacer las cosas.
En Wirani solo había un pozo pero era muy grande y servía para abastecer a todos los
habitantes de la ciudad. Cada día centenares de personas acudían a él y llenaban sus
tinajas para poder beber y asearse. De la misma manera, los sirvientes del rey recogían
allí el preciado líquido para llevar a palacio. Así pues, el pobre y el rico, el rey y el
aldeano, disfrutaban de la misma agua.
Sucedió que una noche de verano, mientras todos dormían, una horripilante bruja se
dirigió sigilosamente al pozo. Lo tocó y comenzó a reírse mostrando sus escasos dientes
negros e impregnando el aire de un aliento que olía a pedo de mofeta ¡Estaba a punto de
llevar a cabo una de sus maquiavélicas artimañas y eso le divertía mucho!
– ¡Ja, ja, ja! ¡Estos pueblerinos se van a enterar de quién soy yo!
Debajo de la falda llevaba una bolsita, y dentro de ella, había un pequeño frasco que
contenía un líquido amarillento y pegajoso. Lo cogió, desenroscó el pequeño tapón, y dejó
caer unas gotas en el interior del pozo mientras susurraba:
– Soy una bruja y como bruja me comporto ¡Quien beba de esta agua se volverá
completamente loco!
Unas horas después los primeros rayos del sol anunciaron la llegada del nuevo día. Como
siempre, se escucharon los cantos del gallo y la ciudad se llenó del ajetreo diario.
¡Esa mañana el calor era sofocante! Todos los habitantes de Wirani, sudando como
pollos, corrieron a buscar agua del pozo para aplacar la sed y darse un baño de agua
fría. Curiosamente, nadie se dio cuenta de que el agua no era exactamente la misma y
algunos hasta exclamaban:
– ¡Qué delicia!… ¡El agua del pozo está hoy más rica que nunca!
Todos la saborearon excepto el rey, que casualmente se encontraba de viaje fuera de la
ciudad.
Pasó el caluroso día, pasó la noche, y el nuevo amanecer llegó como siempre, pero lo
cierto es que ya nada era igual en la ciudad ¡Todo el mundo había cambiado! Por culpa
del hechizo de la bruja, hombres, mujeres, niños y ancianos, se levantaron nerviosos y
haciendo cosas disparatadas. Unos deliraban y decían cosas sin sentido; otros
comenzaron a sufrir alucinaciones y a ver cosas raras por todas partes.
– ¿Os habéis dado cuenta de que nuestro rey está rarísimo? ¡Yo creo que se ha vuelto
majareta!
– ¡¿Pero qué demonios está pasando?! ¡Todos mis súbditos han perdido el seso y
piensan que el que está loco soy yo! ¡Maldita sea!
A pesar de la difícil papeleta a la que tenía que enfrentarse, decidió mantener la calma y
reflexionar. Rápidamente, ató cabos y sacó una conclusión que dio en el clavo:
– Ha tenido que ser por el agua del pozo… ¡Es la única explicación posible! Sí, está claro
que todos han bebido menos yo y por eso me he salvado… ¡Apuesto el pescuezo a que
esto es cosa de la malvada bruja!
Mientras cavilaba, vio de reojo a un alfarero que llevaba una jarra de barro en la mano.
El monarca la agarró por el asa, apartó a la gente a codazos y dando grandes zancadas
se plantó frente al pozo de agua sin ningún tipo de temor. Los habitantes de Wirani se
apelotonaron tras él conteniendo la respiración.
– Así que pensáis que el loco soy yo ¿verdad? ¡Pues muy bien, ahora mismo voy a poner
solución a esta desquiciante situación!
El rey metió la jarra en el pozo y bebió unos cuantos sorbos del agua embrujada. En
cuestión de segundos, tal como había sentenciado la bruja, enloqueció como los demás.
Y… ¿sabes qué pasó? Pues que los perturbados ciudadanos comenzaron a aplaudir
porque pensaron que al fin el rey ya era como ellos, es decir… ¡que había recobrado la
razón!
CHISTES
1. -¿Por qué Bob Esponja no tiene la espalda verde? -Porque si tuviese la espalda verde
sería ScotchBrite.
3. -¿Cuál es la última letra del abecedario? -La ‘o’. -…¿No es la ‘z’? -Claro que no. Si no,
sería ‘abecedarioz’.
4. -¡Estoy cansado de que todos hablen a mis espaldas! -Pero si usted es taxista… -¡Ah!
Es verdad.
LEYENDA
NOCHE ESTRELLADA
Una joven pareja decide dar un paseo nocturno por el bosque cercano a su ciudad para
ver las estrellas y el firmamento sin la polución de la urbe. En el momento de regresar a
casa, el muchacho se da cuenta que el coche no arranca. Tras un rato intentándolo, él le
propone a ella esperarle en el coche mientras va a pedir ayuda. Ella, aunque algo
asustada, acepta. Nada más partir él, cierra bien todos los seguros.
Una de las leyendas más conocidas sobre este personaje de la cultura guatemalteca y
además también es muy conocida en Aguadas, Caldas dice así: Una noche El Sombrerón
caminaba en un barrio de La Antigua Guatemala cuando vio a una muchacha muy bella
con pelo largo y se enamoró de ella. Buscó su casa y le llevó serenata una y otra noche,
pero ella no le dijo nada a sus padres sobre él. Un día empezó a dejar de comer hasta el
punto de que casi murió, y fue entonces cuando la madre se dio cuenta que era por El
Sombrerón.
Llevó a su hija a un convento creyendo que ahí iba a estar mejor, pero la niña siguió sin
comer y un día despertó con una trenza en su pelo hecha por el espectro y ese día murió.
Luego en el velorio, apareció El Sombrerón llorando y sus lágrimas eran como cristales.
Jamas olvida a las muchachas que ha amado. También se cuenta que les hace trenzas a
los caballos y mulas... Se cuenta también que este espanto a parte de enamorar a
muchachas jóvenes, gusta por cabalgar mulas y caballos de los establos de las fincas en
las noches agotándolos. Por ello, las bestias durante el día no cumplen las tareas sumado
a que se vuelven hostiles con las personas, los campesinos y finqueros al ver este
comportamiento buscan si el Sombrerón no les ha hecho trenzas en la greñas. Si es así,
el animal ya no sirve para tareas...
Una forma de saber si el Sombrerón está haciendo de las suyas en fincas y casas, es
colocar ya sea cerca de un balcón de casa o cerca de los establos una silla y mesa de
pino recién elaboradas, junto a aguardiente y una guitarra en noche de luna y deben
guardar silencio todas las personas, sólo así se escuchará la guitarra y los cantos del
Sombrerón. Al Sombrerón le atraen las muchachas de pelo largo y ojos grandes, por ello,
cuando se sospecha que está tras una joven se le debe cortar el pelo a esta para que el
Sombrerón no se gane el alma de la joven.
Se cuenta que en el domicilio que se ubica en Calle Galeana 1976, cerca de lo que es hoy
el puente sobre la avenida ayuntamiento. Vivía un matrimonio con su pequeño hijo. Hubo
un tiempo en que el pequeño se mostraba sumamente nervioso y preguntaba a sus
padres -¿Quién juega y llora en la azotea todas las noches?-, los padres no le tomaban ni
la mas mínima importancia, y decían: -ha de ser un gato ¡duérmete!-,
El pobre niño despertaba a media noche, asustado, porque sobre el techo de su cama se
escuchaban gemidos, y el sonido de una lata rodando continuamente de un lugar a otro.
Llamaba a sus padres, pero estos desde su habitación le ordenaban volver a dormir.
Incluso intentaba dormir con ellos, pero también se lo impedían. Una de tantas ocasiones,
el matrimonio fue despertado a mitad de la noche por un grito de terror proveniente de la
habitación del niño, y después de eso no pudieron encontrarlo por ningún lado.
Dieron aviso a las autoridades y al siguiente día, al volver a casa después de un largo día
buscando a su hijo, ven un bote atado con un lazo colgar de la azotea. Con algo de enojo
el hombre sube a la azotea, y ve otro bote tirado sobre el techo de la recamara de su hijo,
al acercarse ve a su hijo en un rincón, sentado en cuclillas, abrazando sus piernas, tiene
el cuerpo totalmente arañado y su rostro muestra un gesto de infinito terror…¡Sin vida!. El
matrimonio se mudó, pero en su nuevo hogar, a media a noche los despertó el sonido de
un bote rodando en la azotea, y parado frente a su cama, vieron a su hijo diciendo: -Me
asusta el ruido de allá arriba-. Después de eso no lo volvieron a ver, pero cada año en el
aniversario de su muerte, se escucha el ruido del bote y el llanto del niño.
Una familia se encontraba pacífica y feliz, pero entonces sufrió la muerte del padre de la
casa, así fue como la madre y el pequeño se unieron para continuar sus vidas de la mejor
manera posible. Ellos salieron adelante, pero con el tiempo fueron perdiendo la vida otros
familiares y perdidos en tanto dolor es que a la madre del niño se le ocurre que sería una
excelente idea crear un gran altar para poder homenajear a los muertos en su día, pero
ella no lo haría dentro de la casa o en el garaje, sino que usaría la terraza para que sea
enorme y muy importante.
Todos aquellos que conformaban la familia y que aún se encontraban con vida, iban
directamente hacia el altar que esta mujer había construido para dejar allí sus ofrendas y
así es como crecía cada vez más. Luego de un tiempo, todos se sintieron conformes con
la obra de arte y homenaje que habían creado.
Fue así que llegó el 1 de noviembre y entonces ella escuchó una voz que la llamaba del
otro lado de la ventana, por eso se levantó de la cama. De pronto comenzó a ver sombras
en toda la casa, las vio en su habitación, en la ventana, en el living y todas le indicaban
que vaya a la terraza. Ahí es donde fue y se encontró algo que le lleno el corazón de
felicidad, ahí estaban todos los muertos a los cuales le había construido el altar
disfrutando de todo lo que habían dejado para ellos.
LA LEYENDA DE LA TATUANA
Hay relatos que cuentan que hace muchos años, en época colonial, hubo en Guatemala
una joven y bella mujer de origen mulato a la que llamaban Tatuana, que disfrutaba con
los placeres de la carne y con los placeres del lujo, los cuales no estaban bien vistos en
una sociedad recatada y religiosa. Así pues, se acusó a la joven de brujería y de hacer
maleficios para conseguir a los hombres. Se le acusó de codicia y de no seguir los
preceptos de la iglesia. Por todas estas razones fue juzgada por el tribunal de la Santa
Inquisición, y fue condenada a muerte. La Tatuana se negó a recibir la gracia de
confesión de sus pecados antes de morir. Cuentan, que la noche anterior a su muerte,
pidió como última gracia un trozo de carbón, unas velas y unas rosas blancas. Con estas
tres cosas hizo en la celda una especie de altar donde realizó una hechicería. Con el
carbón pintó en la pared una gran barca mientras recitaba conjuros, y se dice que se
presentó ante ella el mismo demonio. El demonio le sacó de la celda montada en la barca
que había pintado en la pared, y se dice que todavía se la puede ver en los días que
llueve grandes aguaceros.
Se cree que los antecedentes de esta leyenda provienen de la mitología maya, y más
concretamente de la leyenda de Chimalmat (Diosa que se vuelve invisible por causa de
un encantamiento).
FABULA
De pronto, apareció una zorra con muchas ansias de comer y no tuvo más remedio que
aprovechar lo que consideraba una oportunidad para saciar su hambre.
“Bien que me pase todo esto, si viviendo tranquilamente en el mar, decidí comportarme
como si perteneciera a la tierra”
MORALEJA
ZEUS Y APOLO
Apolo tomo su arco y precipitadamente disparó su flecha, pero Zeus conociendo que
apolo era muy habilidoso en esta competición esparció su pierna, tanto como Apolo había
logrado lanzar su flecha, demostrando que no alcanzo más allá de donde él se
encontraba.
MORALEJA
Cuando competimos con rivales mucho más poderosos, no sólo no los pasaremos, sino
que además se burlarán de nosotros
Todos los animales celebraban con jubilo el evento, por poco también las ranas se dirigian
hacia la fiesta; cuando una de las rana emitio con fuerzas:
MORALEJA
Antes de celebrar un acontecimiento, primero ve sus futuras consecuencias.
AFRODITA Y LA GATA
MORALEJA
Un débil, delgado y famélico cuervo se colocó en una higuera, y al percatarse de que los
higos aún estaban verdes, se mantuvo en su lugar para esperar que maduraran.
Por el árbol, paso lentamente una zorra y al darse cuenta del eternizado y hambriento
cuervo allí posado le preguntó qué hacía. Entonces, al conocer el motivo del cuervo le
dijo:
MORALEJA
Si tienes una necesidad inmediata, de nada te servirá pensar satisfacerla con cosas
inalcanzables.
CANICIONES DE CUNA
En el cielo o en el mar
un diamante de verdad.
En el cielo o en el mar
un diamante de verdad.
Canción de La pancita
pancita de mamita
tu me veías, tu me veías.
o durmiendo en mi camita
Bebé duerme
y soñar también
a la mañana la escuela
jugar o ver la TV
y buenas noches
y soñar también
Antes de ir a la cama
dentro de un rato los tres roncarán. Uno soñaba que era Rey
se lava la carita
Se desenreda el pelo,
y aunque se da tirones
y no ensucia el delantal
con el despertador
y no vuelve a despertar
POEMAS
DE OLA EN OLA
De ola en ola,
de rama en rama,
el viento silba
cada mañana.
De sol a sol,
de luna a luna,
la madre mece,
mece la cuna.
Esté en la playa
o esté en el puerto,
la barca mía
navega un velero
de muchos colores.
sentada en la popa:
su cara es de lino,
de fresa, su boca.
y sigo mirando,
no sé si sus ojos
se aleja un velero
de muchos colores.
EL GATO
El gato
imita al pato.
Mi gato
es cojín esponjado
junto a mi lado.
LOS RATONES
de disputas y opiniones,
en ponerle un cascabel,
colilargo, hociquirromo
dorada y verde.
Luz de candil…
No te quieres parar,
pararte no quieres…
dorada y verde.
Luz de candil…
quédate ahí.
POEMA DE AMISTAD
AMISTAD
Una amistad como la nuestra
es un regalo especial.
maravillosos y divertidos.
VERDADERA AMISTAD
AQUÍ POR TI
Se empieza a derrumbar
Arreglando su lugar.
Pronto llegaran
POEMA A LA BANDERA.
Bandera bicolor,
Mi Bandera y mi Escudo
simbolizan la patria,
Guatemala inmortal.
La Monja Blanca
El Escudo
Yo tengo un Escudo
Un escudo multicolor,
Mi Escudo y mi bandera
simbolizan la patria,
Guatemala inmortal.
La Ceiba
QUETZAL
Hoy tengo el espíritu del pájaro Quetzal, para volar hacia tu lado
CANCINES DE AMOR
Letras de Te Amo
Amor te amo
amor te quiero
sin ti mi vida
sin ti me muero
estes durmiendo
amor te amo
amor te quiero
tu eres mi vida
tu eres mi cielo
amor te amo
amor te quiero
sin ti mi vida
sin ti me muero
amor te amoo
estes durmiendo
amor te amo
amor te quiero
tu eres mi vida
tu eres mi cielo
amor te amo
amor te quiero
sin ti mi vida
sin ti me muero.
Mi bello angel
Soy un simple pobre que ando enamorada que corrió con suerte
Con sentirte a ti
FIN...
te dedico mi amor
y mi corazón entero.
Cuando estás a mi lado,
me siento mágica,
en ti voy soñando,
y tu mirada,
me lo demuestras,
me abrazas y así
Dime si habrá algo más bonito que despertar a tu lado cada día,
12 Rosas
Cuando recibas esta carta tú, seguro abriste ya ese sobre azul
Y otra vez mi recuerdo brillara con mas luz, sentirás talvez amor que tu aun me sigues
amando y pensaras mil cosas dormirás junto las rosas que mande
Son 12 rosas que hablaran por mí
Que tal te va
para ir de vacaciones
como en la publicidad
lo prometiste.
que mi soledad y yo
La De La Mala Suerte
No es correcto
Como Me Acuerdo
de lo que yo te amé
y cómo me acuerdo
CORO
Dónde andarás
a enamorar
Ahora quien?
Ohh...ahora quien?
llamandote
'NO LLORAR'
Hablame suavemente
Y no sabes
Dame un susurro
Y dame un suspiro
Dime adiós
Y no llores
No llores nunca
No llores
No llores nunca
No llores
Esta noche