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ReSueltas
Margarita Paz Araya Flores
Jéssica Delgado Ñanculeo
Mª Cecilia Aretio Aguirrebeña
Paola Carrasco Rojas
Jéssica Lillo Acuña

Santiago de Chile, marzo 2020

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Araya, M; Aretio, C; Carrasco, P; Delgado, J. y Lillo, J.

ReSueltas
Santiago de Chile 2020.
126 pp.
Reg. Prop. Int. N° 2020-A-1070
ISBN N° 978-956-401-613-9

Primera edición marzo 2020.

El libro ReSueltas puede ser reproducido y compartido mediante cual-

Diseño de Portada: Jéssica Delgado Ñanculeo


Arpilleras: Jéssica Delgado Ñanculeo

Diagramación: Liliana Quevedo Ricardi

Impreso en Chile

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A las que resisten,

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Prólogo
ReSueltas, dejan de estar sujetadas a lo que les exige la
cultura patriarcal de moral judeo cristiana. Las autoras
-
jeres grandes que cortan el cable que las jala hacia una

mujeres.

Ellas, Resueltas, con la fuerza de su nueva subjetividad,


reingresan a la vida, y lo leemos.

-
-
tamos todas.

ReSueltas nos trae además esta complicidad entre muje-

de nuestras vidas, y que siempre nos reconoceremos por


los caminos.

alcance de todxs.

Kena Lorenzini

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I. De infancia y de nosotras

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Irreversible
Jéssica Lillo Acuña

A veces, las cabras chicas


dan pasos cortitos
con viejos zapatitos de charol.

de los respaldos de las sillas,


miran por la ventana

se
van
volando
hacia
el
mar.

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De miedo
Jéssica Delgado Ñanculeo

el Viejo del saco. Entonces, cada señor que pasaba con un


-
quina del Hogar de Cristo, no era nada raro encontrarse
con él.

Estaban también las canciones. ¿Se imaginan a su mamá


cantándoles tiernamente “duérmete niña, duérmete ya,
que viene el cuco y te comerá”? o pensar cómo era esa
Si hasta las
madres más progresistas les cantaban a sus niñas “y vie-

“niñi-
¡Qué horror!

“Lo que cuenta el viento”, un programa con historias del

dejando todo pasado a azufre. Los niños de hoy no tienen


idea quien es el Diablo, el Coludo o Belcebú. Al atardecer,
“La tercera oreja”, con excelentes rela-

una huida cuando alguien no se enteró que lo que estaba


escuchando era un programa radial. ¡Ah! y en la noche,
el insuperable “Doctor Mortis”, con su peculiar risotada y

su nombre.

-
-
cender un interruptor, siempre estaba la posibilidad de
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contaban un cuento, esos clásicos, con lobos comiéndose
a la abuela o rompiéndole la casa a los chanchitos, ma-

el bosque y, por cierto, muchas doncellas esperando al

libre de unos enanos o de su propia madrastra.

Era dura la vida en algún sentido. Por ejemplo, no exis-


colets para el pelo que cono-
cemos hoy. No, con elástico de billetes te lo ataban, bien
tirante, para que no entraran los piojos, supongo, o tal
vez para que mantuvieras los ojos siempre abiertos o no
tuvieras arrugas cuando grande, ¿quién sabe? Del cortau-
ñas ni que hablar; siempre estaba perdido, entonces, con
las tijeras de la casa, esas grandotas, medio oxidadas, te

si lo pienso…y pobre de ti si reclamabas, porque el cos-


cacho no te lo despintaba nadie. Oh, y la ropa, en general

calzones a los pantalones. Inimaginable pensar que po-


-
taba la ropa?

No todo era tan terrible, especialmente si lograbas esca-

a la escondida en ese enorme espacio llamado libertad,

Eso tuvo de bueno que jugamos a muchas más cosas que


las reservadas al género, como el saltar la cuerda, el elás-
tico o Nosotras jugamos a la pelota en todas sus
variantes, al caballito de bronce, al pegar-pegar, a las bo-
litas, los volantines, el trompo y un cuantuay. Todo eso
duraba hasta que a uno de nuestros hermanos se le ocu-

patada.
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-
-
-

una población, a esa que hoy le llaman El panade-


ro, la costurera, el carnicero, el diariero, la peluquera, el

el papel y la particular forma de envolver. Claro, entonces


las cosas se compraban de a poco: un cuarto de azúcar, un
paquete de té, un octavo de aceite y el vuelto en golosi-
nas: porotitos de lindos colores, manjar o calugones. Ibas
a comprar a los lugares con los nombres de sus dueños:
donde la Nana, los Arancibia o los famosos Elloy. Si llega-
ba una visita, te mandaban corriendo a comprar un bistec

plásticas llenando los cajones y contaminando el planeta.

diferente!

hay niños que jamás han visto un pollo vivo. Las masco-
tas eran perros cualquiera, gatos llegados de alguna par-

un nuevo destino, pollitos o patitos comprados en la feria


y, por supuesto, todos se alimentaban de lo que quedaba
de la comida casera; ni hablar de tiendas con comida de

-
paviento, según el nivel de apego.

-
pistas concesionadas de Santiago. En esa época no estaba

eso que no soy de los tiempos de los dinosaurios, como


cree mi nieta.
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Allegada
Paola Carrasco Rojas

Procuro caminar sin provocar ruido,


hablar bajo,
cerrar suavemente las puertas.

No puedo escuchar música.


Por las noches apago temprano mi lamparita del velador.
La ducha caliente está prohibida, me lavo en una palangana
con agua hervida en la tetera.

Nadie me visita.

me avergüenza una mirada morbosa.

esperando que todos duerman


para salir al patio,
mirar las estrellas
y si tengo suerte la luna.

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Esa niña
Margarita Araya Flores

Mira la niña en el espejo

huellas grabadas en la memoria


cimentaron su presencia.

Ojos observadores
conservadores labios
silencian lo prohibido

Niña inquieta y divagante


insegura y disonante
se esconde en lo perfecto
sosteniendo el afecto.

Mira esa niña en el espejo

quiere volver el tiempo


y aplastar su intento.

Toma aire
mira tus manos

que a pesar del desazón y las heladas


tu corazón palpita
en cada encrucijada.

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La sombrita del ciruelo
Paola Carrasco Rojas

respiro bajo la sombrita del ciruelo, al fondo del patio.


Lamentablemente este lugar lo ocupaba el auto viejo de

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La izquierda
Jéssica Delgado Ñanculeo

Desde que se nace parece haber un bien y un mal,


un blanco y un negro, un revés y un derecho; el tema
es ¿quién diablos le atribuyó valor a todo eso? y desde
entonces parece que más vale ser buena, blanca y diestra.

habilidad la mano derecha, sino que esta palabra se usa

aunque no lo creas, y más vale que no sigas averiguando,


porque además esto también tiene que ver con lo feme-

madre se sienta bien, entonces le dicen “es blanquita”, y


si el niño o la niña insiste en tomar el chupete o lo que
sea con la mano izquierda, pues como que sin querer se
lo cambian a la otra mano...y bueno… siempre hay tema
con las manos.

-
do, o sea escribe y hace todo con la mano izquierda: todo,
todo, pero todo,… hasta insulta. Es raro decirlo, pero él es
bien diestro con la mano izquierda: toca la guitarra, corta
con la tijera, y hasta se banca el banco que está hecho con
la cubierta para el otro lado, ¡Ah! y chutea como los dio-
ses, ¡chutearán supongo!

siempre me gusto mirar el mundo al revés. Cuando chi-


ca me tiraba en un sillón e imaginaba que la casa estaba
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invertida, o sea que el techo era el piso; claro, antes las
-
tintos niveles y con más divisiones, y yo entonces pensa-

no caer, y luego me olvidaba que era mosca y…

Todo en el mundo parece estar hecho derecho, pero solo


en apariencia, pues es cosa de ver las patas de las mesas,
pero lo que es a las mamás y a los profesores les da con

¿Has escuchado que alguna vez te digan: “Pára-

gente que se dice de izquierda lucha por los derechos de

Si para eso existe la Facultad de Derecho, donde obvia-


mente se estudia Derecho, cuya misión fundamental pa-
rece ser defender a los chuecos. Debiera existir la Facul-

los colegios, que el papel higiénico esté a su alcance, que

deben tener muchas demandas.

subir a los cielos (¿cuántos cielos habrá?) y sentarse a


la derecha del padre (que parece que no era José). Ayer
mi papá llegó muy contento porque dice que su jefe le

y orgulloso, pero yo digo ¿y si su jefe es como mi amigo


Lucho?

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La niña en la vidriera
Margarita Araya Flores

Pasó años en la vidriera,


mirando las risas,
el juego y las locuras

Siempre perfecta,
cautivaba miradas.
Observada, aprobada
anhelaba salir.

Viento intenso y oportuno


la vidriera trizó.

Paralizada, asustada,
sintió que se ahogaba.

Decidió intentarlo,
nada malo pasó
rió, soñó,
hizo locuras.

Fue libre, libre en lo imperfecto.

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Mi hijo llega
Paola Carrasco Rojas

Mi hijo llega,
sus ojitos iluminan la casa entera,
la buganvilla se pone su vestido fucsia
las cortinas bailan al ritmo de sus palabras.
Me aprieta en un abrazo
y mi cuerpo delgado y pequeño
siente que la vida valió la pena.

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Mi mamá no me mima
Jéssica Delgado Ñanculeo

una perdida y no porque se haya separado siempre de

ha hecho en su vida. Lo es porque de verdad siempre se


pierde.

Si vamos al cementerio, que es cuando ella dice que va-


mos de visita, nos pasamos de largo y terminamos en al-
gún mall. Si vamos al mall, no vemos la salida de la auto-
pista y terminamos en la playa. Eso tiene su gracia, pero

Ella dice que se pierde porque no ve, yo creo que no quie-


re ver. Hay que ser valiente para andar en auto con ella.
Tenemos que ir avisándole todo el rato el sentido de las

Además, ella solo usa el cinturón de seguridad para que


no le saquen un parte y mi hermana chica siempre piensa
que hay que esconderse de los pacos.

Mi mamá es atractiva, entonces hasta los pacos se hacen


los lindos con ella, claro que igual le pasan el parte co-
-
tienen.

Alega siempre, a nosotros nos da un poco de vergüenza,


porque lo hace en todas partes: en el supermercado, en
las tiendas, en los restaurantes. Dice que hay que luchar
por nuestros derechos, contra la injusticia y un montón
de cosas más.
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Como somos tantos, siempre se demora en dar con el
nombre que quiere decir, y le salen combinaciones raras
como Cabi, Gata, Tona
saber a quién le quiere hablar.

mamá. No hace nada de lo que las madres de nuestras


amigas y compañeras suelen hacer: no nos prepara la co-
lación, no nos revisa los cuadernos ni las mochilas, odia
las reuniones de apoderados, nos deja faltar a clases, dice
muchos garabatos y casi no cocina. A mi hermano siem-
-

Es muy entretenida, siempre y cuando no le dé por de-


primirse y casi nunca nos dice que no. Como que no sabe
decir que no. De hecho compra todo lo que le ofrecen, ya
sea porque le dio pena o porque estaba muy barato.

-
ramos que fuera un poquito más mamá.

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Recomenzar
Margarita Araya Flores

A Martín

como las aves


sintiendo el viento
la libertad
la visión del horizonte.

mirando hacia adelante


recuperando sueños
la sonrisa y el brillo de tus ojos.

Un liviano equipaje
lo necesario ya lo tienes
está en tu historia
en tu piel.

migrantes del invierno


inicias el vuelo
para recomenzar.

corre, salta,
vuela,

eres tú.

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Colores
Paola Carrasco Rojas

La piel de mi padre es morena y ahora que está viejo se ha

greda, la de mi hermana es tostada y parece caramelo. La


piel de mi mamá es como la leche con un poquito de café;
Nayra tiene la piel del camino de un viejo bosque de pino.
Amal es clarita, como el barniz del mimbre y Vicente tie-
ne todos los colores de la acuarela.

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Ojitos de calafate
Cecilia Aretio Aguirrebeña

Alumbrada por el fuego


abrió los ojos tu alma
tan austral
carne y huesos
casi de la edad del mar

Cuerpos pintados
blancas tierras
tan austral
pases mágicos
encendiendo hálito ancestral

Creciste breve
un puñado de años

tus tibios pechos


vinieron raptores implacables
enjaulando brazos y piernas

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Niña de nácar y pieles
pelo negro
mirada de calafate y sal
un cuchillo
cortó el hilo
tus latidos
se apagaron
como la luna en el mar

Niñez arrebatada
genocidio
historia de oscuridades
estremece recordar.

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II. De violencias y desgarros

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Transparente
Cecilia Aretio Aguirrebeña

Pequeña granada fragante


en un cesto de metal.

Fuiste madre para tus hermanos


compañera de tu padre
confusa dualidad.

Transparente en tu familia
invisible a la sociedad.

Precisas crecer muy pronto


para volar y emigrar
emigrar y volar.

Sin habla

presa de memorias rotas

rogando olvidar.

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Mistreated
Jéssica Delgado Ñanculeo

(Deep Purple)

Cae, siente que cae como a un remolino en el mar y ni


siquiera logra aferrarse a aquello que nunca la deja esca-
par; no puede aferrarse a sus pensamientos, esos que no
se detienen. Cae, siente que cae, piensa, llora, y mientras
cae, sigue pensando-sintiendo, cayendo, llorando.

Duele. Su nariz está húmeda; mocos, lágrimas, sangre,


cualquiera o todas las anteriores, la oscuridad no permi-

certeza en esa oscuridad.

está desencajada. Se arrastra como puede hasta la otra


pieza, coge el pañuelito de colores que compró en la fe-
ria artesanal, lo moja y lo pone sobre sus adoloridos hue-
sos. Poco a poco va acomodando la mordida. Sigue pen-
sando-sintiendo; pena, abandono, otra vez abandonada,

piso.

Se mira en el espejo; ruega que no queden señales. No


hay hielo ni mantequilla, -“Es tan útil para hacer desa-

dormir. No puede, su cabeza da vueltas y vueltas. Recorre


las escenas una a una, una y otra vez. Duele.
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Intenta recomponer la historia, una historia descompues-

las vueltas de la vida, en el fucking cubo rubik. La última


escena es como un dejavú. Piensa en aquella otra vez, en-
tonces ella se salvó. El puñetazo aquella vez la lanzó al
otro lado del camino. Se pregunta de qué lado está ahora.
Su cabeza está revuelta, piensa en todo. Recorre las esce-
nas una a una. Duele.

Primera escena

Grato desplazamiento de sur a norte. La carretera está


despejada; la mayor parte de la población descansa con

para procesar el exceso de alcohol. La ciudad intenta


respirar y liberarse de la toxicidad bicentenaria. El viaje
resulta agradable, casi nada la perturba; solo una ligera
inquietud por la petición inesperada de su hijita la noche

La primera parada es en una pequeña caleta llamada Pi-


chicuy. El cielo y el mar brillan en todo su esplendor. Unas
cuantas familias comparten la arena con los famélicos pe-
rros que esperan algún residuo dieciochero. Se tiende en

feliz; lo toca, lo siente, lo mira, lo escucha, lo ama. Siente

pavonea con sus conocimientos métricos. Consigue ma-

Avanzan luego hacia el norte: La Ballena, Los Molles para

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Segunda escena

Se quedan en la primera cabaña que encuentran. No se


necesita mucho para una noche, ni siquiera amor.
Retozan en la cama; un poco de sexo, descanso y respira-
-
carle jaqueca.

Tercera escena

Es de noche y los dos clandestinos salen en busca de pú-

local, la que por una módica suma ofrece una empolvada


pista de baile. Compran unos trozos de embutidos, atra-
vesados por un palito y una botella de vino. Disfrutan
el momento; están contentos moviéndose al ritmo de la
música, rodeados de desconocidos.

Ella quisiera ir, pero se resiste: le teme a la oscuridad, a


los extraños, especialmente en un lugar como este, en
que desconocidos es todo lo que hay. Él, que es el único

acompañarla y más aún, en un arranque curioso, la insta


a ir.

El baño es realmente de miedo, ubicado a 50 metros de la


ramada, como él dijo, una que otra persona se desplaza
en esa dirección. La única luz proviene de una vela, que
amenaza con apagarse con la más ligera brisa. No tiene
agua.

Cuarta escena

Con la vejiga vaciada, ella vuelve a la mesa que comparten


en la ramada y entonces él, cual mago de feria, saca de su
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bolsillo desfondado un albo pañuelo. Ella le pregunta por

da a entender que bailó con alguien. Ella quiere saber con

chica…que la noche previa, que la fonda…que era joven…

La noche transcurre un poco más; ella solo quiere bailar

sus comentarios, la agrede con ellos. Ella entonces toma


sus cosas y se va. Sale ciega del lugar; ciega y ebria. No es

Quinta escena

Se dirige a su auto. Sube y decide que no está en condi-


ciones de conducir. Se baja y comienza a caminar. Todas
las calles son iguales en el pequeño pueblo. Todas van a
ninguna parte. Llora, no sabe qué hacer. Toma el teléfono

saber que hizo 9 llamadas. Camina, llora, busca señales

la cama e intenta dormir. El teléfono suena, ella no res-


ponde. No le parecen llamadas de alguien muy preocupa-
do. Un poco más tarde llega él.

Sexta escena

abre a la fuerza y la pone sobre su miembro. Ella la retira,


y vuelve a su posición original conteniendo el llanto pro-
vocando un ruido que suena entre suspiro e hipo. Él la
agarra violentamente del pelo, la voltea y le dice: - ¡llora
de verdad, huevona loca! - Esto la enloquece de verdad;
lo toma de donde puede, lo aprieta, lo rasguña…claro que
quiere herirlo, claro que quiere insultarlo: - ¡Maricón! - le
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grita con rabia. Sale toda su bronca, “maricones son los

en alguna parte de su cerebro, sin sospechar que meses


después la frase será slogan de una campaña guberna-
mental.

Siente el puñetazo en su rostro, siente que cae como a un


remolino en las profundidades del océano. No lo puede

como puede por el pasillo a la pieza del lado. Nadie la res-


cata. Nadie rescata a nadie, parece ser otra sentencia que
se grabará en su cerebro.

-
sos, evitar las huellas. Luego una cama. Se recuesta e in-
tenta descansar. Duele, duele todo; el alma está destroza-
da, la cabeza no puede con tanto pensamiento, la quijada
la obliga a adoptar ciertas posiciones. Piensa-siente-due-
le. Sabe que en algún momento debe ir a rescatar su auto.

dios que duele!

Ella está recostada en la pequeña cama, él duerme ebrio


en la cama grande. En el suelo, la ropa tirada junto al mo-
jado pañuelito de colores. El auto espera solitario en el
improvisado estacionamiento de la ramada. Ella no espe-
ra nada. En realidad espera que pasen las horas para po-
der ir a buscar el auto y sobre todo espera que no queden
huellas en su rostro. Las otras ya están grabadas.

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Prisionera
Cecilia Aretio Aguirrebeña

Pasos menudos
esquiva mirada
noche encierra soledad.

Inertes madres
pupilas dormidas
parece que están
pero no están.

Lo duro penetra sin testigos


nadie quiso detenerlo
acusarle
ni juzgar.

Niña sonámbula
trance cruel
prohibido retroceder
imposible avanzar.

Confusión de lenguas
gestos traicioneros
amenazas de pérdida
culpas que atrapan la verdad.

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Surgen voces
se alzan gritos
el dolor también es nuestro.

Un conjuro para tu pesar.

Abriremos todas las jaulas


cada prisionera
danzará en libertad.

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Escapar
Jéssica Delgado Ñanculeo

Escapar de todo; de los espacios cerrados, de los abiertos,

locura disfrazada de cordura.

Quiero escapar de todo, del desamor, del amor unilateral,

de mi bendita soledad.

Me muevo a tientas en el desequilibrio, amontono penas

Atesoro nimiedades, conservo a temperatura ambiente


productos vencidos. Congelo instantáneas en mi mente,
imágenes que tal vez me salven cuando venga la muerte.

Afuera de mi ventana suena la banda, la de los tonos mar-


ciales. Brilla el sol y anunciaron nublado, yo al igual que el
reporte meteorológico, no logro dar con el tono soleado.

nada. Cinco son los metros que me separan de buscar la


soledad acompañada. Mi pecho está oprimido, nada raro
para mi pueblo, las pastillitas bajo la lengua sólo adormi-

sentencia. La hace milagros, milagros milena-


rios que no funcionan con mi alma.

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Estoy en el sitio más absurdo, estoy en medio de la nada;
inmóvil, cercada, lejana.

La música a ratos salva, los cinco metros son una falacia.

Quiero escapar y no puedo, me atan ingenuas esperan-


zas; cómo no esperar un abrazo o un tiro certero que no
sea de salva.

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Afrodita ensangrentada
Cecilia Aretio Aguirrebeña

La sangre corre caliente


tu mirada se apagó,
yaces inconsciente,
respirando tras un velo
que de golpes se vistió.

Tu pecado ¿es amar?


La culpa, ¿dejar de amar?
Tu mandato ¿permanecer?

Tu cráneo roto
abierto el cuello
tu pecho herido derrama sangre
leche ya no.
Esa que diste a tus hijos
la misma que bebió él,
tú, Afrodita miel.

con tinta de pecado escribió adúltera,


dejó libre a tu pareja, quien sigue en pie.

La dama de ojos vendados llora por ti.

Envuelta en dolor regresas


él mutiló piel, a tu cuerpo torturó,
destrozó una habitación en tu alma,
más la hilandera no cortó la hebra vital.

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¿Qué pensarás ahora?
¿Qué sentirás?
¿Quién estará contigo?
¿Hacia dónde irás?

Quisiera acariciar tu pelo


arrullarte con dulce canción
jurar que el daño está proscrito,

Un coro de mujeres
susurra hasta gritar,
son doce las hermanas
que no retornarán.

fuimos princesas al jugar.


Muchas hoy solo sirvientas
esclavas de un mal amar.

Algunas escapan a tiempo,


otras caen, ya no caminarán.
Exiliadas bajo tierra, en el agua,
¿a dónde van a parar?

Ellos, prisioneros de la impunidad,


suicidas,
su deuda nunca pagarán.
Siervos de la violencia,
de no saber bien amar.

42
Amor en tinta
Paola Carrasco Rojas

celos, palabras punzantes.

Una noche, en el torbellino de discusiones un movimien-


to brusco tocó uno de sus ojos, en cosa de segundos se
-
pura y gris.

Desaparecieron las largas pestañas, hinchado el pómulo,


la nariz, la ceja. Todo fue congestión.

-
-
llaje en la farmacia, se relaciona con la gente, regresa y

respirar aire fresco, contempla el mar.

El ojo volvió a su lugar y en él quedó una mancha roja,


como un satélite.

Se pregunta cuándo perdió la fuerza del mar.

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Agonía
Margarita Araya Flores

A Fernanda Maciel Correa. 21 años


Embarazada de 7 meses
Desaparecida el 10 de febrero 2018
Encontrada después de un año y cuatro meses.

Acurrucada
cabeza desencajada
manos entrecruzadas
siento que me ahogo

Cemento congelado
lentamente entre mis huesos

casi no respiro

Los ojos se me cierran


se apagan los sueños
los recuerdos angustian
mi vientre grita

Nadie alrededor
merma mi llanto
caen los segundos
se vuelve aterrador

Se acaba el lamento
invade el silencio
mi verdugo

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Corazón destrozado
Jéssica Lillo Acuña

Exposición Corazones 2017

30 años. 3 hijos.
Asesinada el 20 de agosto 2016

Entre mis manos


tu destrozado corazón
que el pecho agujereado
no pudo contener.
Agrietadas heridas
sangre fúnebre
inunda mi garganta
lágrimas pesadas rasgan mi cara.

Con hilo y aguja


zurzo pedazos.
En cada puntada
voy hilvanando
entre susurros tu historia
niña amante
niña madre
niña muerta.

Destrozado corazón
con enlutada rabia
bordo
bordo
sigo bordando
como escarbando la tierra
intentos desesperados
de arrancarte del silencio.
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Corazón destrozado
cosido te quedas

para que no dejes de latir

más allá
de la muerte.

46
Devota traición
Paola Carrasco Rojas

En segundos el júbilo de él
para ella fue una tragedia.

Devoción y amor
fertilizaron su doble traición.

47
Pupilas mariposas
Cecilia Aretio Aguirrebeña

Enloquecida bestia,
primitivo, sanguinario.
Libre y enceguecido
camina por el vecindario.

arrancaste su mirada,
quebraste su cuerpo frágil.
¡Nadie se atrevió a hacer nada!

Abusaste de la fuerza,
de tu posición de macho.
No actuaste solo, hay cómplices,
testigos congelados.

Tanto impulso desatado,


crimen en plena calle,
fracturando su vida.
Proyectos devastados.

Segaste la luz de mayo


eres noticia que estremece
cruda, siniestra, psicótica,
cual tortura nos remece.

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Sus pupilas mariposas
nunca más despertarán
pero la luz no se extingue
con violencia patriarcal.

Velas multiplican
la llama de la indignación.
Crecen alas poderosas,
despiertan conciencias.

Vamos en bandada,
desenmascarando
cada intento
de atemorizar,
esclavizar,
matar.

En picada caeremos.

cada pluma tiene nombre de mujer.

49
Fuga
Paola Carrasco Rojas

Educada para servir, cuida marido, hijas, casa y aunque


su futuro estaba trazado antes de nacer, esta labor la anu-
la, no hay reconocimiento alguno, se convierte en un ser
invisible, nadie le agradece la comida servida, la casa lim-

sufre, se resiste a dejar a sus hijas, no es feliz. La fuga es


todo para ella, es volver a ser persona, ya lo ha decidido.

extraña el olorcito a comida recién hecha, todo es desor-


den. Ni siquiera alcanzó a dar un beso de despedida.

A los meses las hijas tuvieron noticias de ella y se jun-

pidió perdón y las invitó a vivir a su nueva casa, dijeron

Les gusta esta nueva madre.

50
Musa mancillada
Cecilia Aretio Aguirrebeña

Él,
un Nobel,

se atreve a publicar:
deseaba poseerla,
forzándola,
pisoteó su dignidad.

Preso de violencia solapada


olvidó principios,
dejó fuera de escena
igualdad y libertad.

Narra la historia
en sus memorias,
cosmopolita,
de su carrera diplomática
una anécdota más.

Precisamos sacudir

la escritura cómplice de abusos,


extirpar condescendencia,
esa que baila apretado con la impunidad.

51
52
III. Cuerpas

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Te lluevo
Cecilia Aretio Aguirrebeña

Te lluevo,
me precipito,
humedezco,
chorreo sin paraguas.

indiferencia,

Intenso otoño.

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Star trek
Jéssica Delgado Ñanculeo

Ella piensa que son lindas las estrellas, por lo menos


miradas desde la altura de su pequeñez. Siempre le han
gustado, de hecho ha pasado muchos momentos de su
vida mirando al cielo, aun cuando todos los que la ven
piensan que es el suelo lo que suele mirar.

Hay en el cielo un conjunto de estrellas que le pertene-


cen. Se apropió de ellas en su adolescencia, y cada cier-
to tiempo les da una mirada. Es como un árbol pequeño,
probablemente hasta es famoso y tiene nombre, y tal vez
ni siquiera a otros ojos lo parece, pero en su intimidad es
su arbolito celeste.

Ha visto estrellas al golpearse alguna vez, en realidad más


de una vez…le parece que las ilustraciones de los dibujos

golpea muy fuerte. Sin embargo lo que más le gusta, en


temas celestiales, es cuando llega a las estrellas a causa
de un orgasmo.

“product oriented”, en materia sexual: no le gusta nada


cuando alguien sale con el cuento del sexo tántrico u otras
sandeces. ¡No! Ella siempre está en busca de su orgasmo.

y siempre sabe a dónde va, en materia orgásmica claro


está.

Ella conoció el orgasmo clásico en sus adolescentes ex-


ploraciones masturbatorias. Aprendió rápido la técnica
56
y sabe desde entonces que bastan un par de minutos y
ya. Nada de la paja románticona que venden las revistas.
Esas pajas (las propias) le provocaban la agradable des-
carga energética, pero en esos años se quedaba también
con el sabor a culpa, instalado entonces por la curiosa-
mente hoy tan sexuada iglesia católica.

Cuando se vinculó con el otro sexo e inició las prácticas


amatorias, lo hizo por supuesto con el antecedente de sus
experiencias previas, entonces no le costaba nada llegar
a su destino.

-
tarle el falo. Ella se preocupaba, indagaba en la literatura,
ya que nadie hablaba mucho del tema en esos años.

mismito él, el de los cuentos.

Con él se entregó con mucha libertad al sexo. De hecho en


su primer encuentro cercano, por vez primera se tragó

buscó el orgasmo, estaba tan encendida y adrenaliniza-


da con el sexo callejero, que solo recuerda que luego de

terminaron media cuadra más arriba, con los vidrios em-


-
pista feliz, muy feliz.

Con él descubrió variedades orgásmicas desconocidas


hasta entonces; de hecho se reconoció multiorgásmica;
también constató cuán breves pueden llegar a ser los

57
No siempre le resulta fácil llegar a las estrellas; a veces
hay que luchar contra el cansancio, contra el estilo inade-
-
vos, la desconcentración y tantas cosas que se interponen
ante tan alto vuelo.

A ella le gustan las manos de él; estas también tienen


variaciones. A veces su mano es como una mariposa re-

torpe, tan lento y tan torpe que ella puede esperar, con
esa mezcla rara de paciencia y ansiedad a que acierte en
el punto e intensidad exacta; otras, está tan dispuesto
que sabe perfectamente cómo llevarla donde quiere ir. Le
gusta tanto la mano de él que suele descubrirse mastur-
bándose con la mano izquierda.

cuatro tipos: la odiosa, esa que apenas alcanza a tocar el


punto de llegada y se escapa. La mecánica, esa que lle-
ga y ya. Las ricas, que por suerte son las más frecuentes,

demarcada. Finalmente, las insospechadas; esas que es-


capan a toda expectativa y control, no son un punto, son
-
verso.

58
Lunes de besos
Cecilia Aretio Aguirrebeña

Abrirte mi boca
entrar por tus labios
bebiéndonos
sorbiendo agua mágica
medicina que brota
en doble manantial.

Eres besos
besos soy.

El calor sorprendido
avasallado por el nuestro.

Un ventilador enmudece
la ciudad baja sus párpados.

Todo se detiene ante los besos.

La carne de nuestros labios


avanza derribándonos

vuelan sagrada danza.

59
Todo se detiene ante estos besos

todo se detiene.

Todo.

Sólo se sostiene trémulo


el encuentro

nuestros cuerpos.

60
Mar
Jéssica Lillo Acuña

Larga lengua marina


furibunda y solitaria
tocas la arena ardiente
estallas sobre ella
la saboreas y la dejas

Atrevida te enredas
en los pies desnudos
de las amantes,
Quieres para ti

Esforzada en atraparlas
tu lengua encrespada
no renuncia.
Intentos fallidos
entre espuma sedosas resbalan.

Foráneas amantes
danzan con trenzas de algas
llenan sus bocas de azul
estrellas de mar iluminan sus ojos
son caracolas de sal.

61
Sumergidas en la arena
su respirar jadeante
resuena en tus huertos rocosos,
Sexos ardientes
se funden en el ocaso.

Enamoradas van ajenas a ti.

Resentida de soledad
celosa de amor
las envuelves de profundidad
para desprender la miel

Mas ellas se alejan


irizadas
ajenas a ti.

62
Brindis
Cecilia Aretio Aguirrebeña

Desde las copas


galopa el vino
hacia las gargantas

Atraviesa la oscuridad
se mezcla con risas
décimas y parabienes

Embriaga palabras
alucina caricias

En orgasmos

da a luz la vida

Sin anestesia
ni artefactos
a solas con la tierra

Alcohol y piel entrelazados


telar de esperanzas y tristezas
cantan en la madrugada

Destilando sueños
que luego de macerar
brindan con nosotros
al amanecer.

63
Una noche
Margarita Araya Flores

Imágenes
recuerdos
dos cuerpos
un paréntesis

Espacio
complicidad

sangre efervescente

Botella hurtada
copas llenas
de notas y risas
manos escurridizas

Piel erizada
incendio creciente
que baja despacito
entre vientos y sudores

Noche anacrónica
olores
sabores
secretos
y amores

Muertos al amanecer

64
Mal llamado
Jéssica Lillo Acuña

Amordazado amor
raspas la piel
destiñes el cuerpo
estrujas la carne

secas la boca
fatigas la entrepierna.

Tragas el silencio
mutilas el eros
entorpeces los dedos

aprietas la afásica garganta.

La sangre
se vuelve
espesa

amarga.

No tienes
olor
color
ni sabor.

65
El sexo
no late
no suena
ni suda.

Fragmentadas extremidades pesan.

Amordazado
mal llamado amor

del eco ardiente de las palabras

de la respiración
exhausta
del sudor
excitante deseo.

66
Plagio a Benedetti
Cecilia Aretio Aguirrebeña

Imprescindible nunca

hasta necesario,
un hombre desnudo

Un hombre apasionado,

que no cobre intereses al dar más,


ni cotice desangrándose
por meses de servicio.

Hombre desnudo
que pueda rodearte con un solo brazo.
El imán de su torso atraiga el cuerpo tuyo.
De pecho generoso
y respiración de hoguera.

Es invocable y puede ser hasta un conjuro

Con su boca de vino


para bebernos la existencia
y tras sus párpados, espejos negros leen tu presencia.

Respirar junto a un hombre desnudo y luminoso


para elevarse cabalgando la noche.
Que muera a tu lado y resucite siempre,
contando contigo hasta tres y hasta cinco.

67
Que fragüe estrategias y tácticas,
propagando gozosos los encuentros,
y el aburrimiento y dolores
multiplique por cero.

Hombre de carne y hueso que trascienda el ideal,


se acople a tus orillas y a tu profundidad.
Que sepa tejer, que pueda bordar
y que encienda música para celebrar.

Un ser milenario, un hombre postmoderno,


que quiera aprender lenguaje vaginal,
delicados y oscuros dialectos
que nombran lo que a simple vista no se da.

Un hombre desnudo que te regale tiempo,

Escriba versos frescos con su erecto sexo


y brinde agua de luna con sus manos de vida.

Que al estar con él se basten juntos

Que sepa con su lengua traspasar fronteras,


erizar tus cumbres, cicatrizar heridas.

Fundamentalmente un Otro.

que pueda ser también hombre desnudo

68
Canción fúnebre
Jéssica Lillo Acuña
A Rebeca, mi abuela

Sobre la cama
el cuerpo en abandono
sobre los huesos.
Hilos de marioneta
diáfanos los tendones.

Estrujados senos
senil sexo
asoman
entre arrugada piel.

Reducido
sin retorno desvanece.
Agónicos estertores
emanan de la abierta boca
tragándose los ojos ahuecados.

Deshabitado
mira sin mirar
con aliento mortal
el pecho dilatado
inhala sin oxigenar
el corazón revolcado

69
Despojado de calor
entre sábanas mortuorias
huye del rigor mortis
escurriedo por rendijas
goteando por los vidrios
de las viejas ventanas.

Existencia en un breve

calada confundiéndose
entre la gente
su gente
la casa de adobe
su casa

en una última imagen en mis ojos

desabrigados de dolor.

70
IV. De amor y otras vueltas

71
72
Desahuciada
Paola Carrasco Rojas

los pájaros que me regalaste,

el cerro, el humedal,

el recuerdo de tu voz,
el amor que nos entregamos,

las manos entrelazadas.

Se perdió nuestra historia,


la luna me mira con lástima,
me acecha la soledad.

Te busco por la calle,


anestesiada, desahuciada,
perros hambrientos me acompañan
esperando que me desplome en el pavimento
para ser devorada como carroña.

73
No hay duraznos
Margarita Araya Flores

Capullos en la rama
cobijados del verano

entibiar su vid no pudo

El verde es opaco
el rojo oscuro arrugado
de cada esfera incipiente
se niega a explotar

Tiempo de muerte
de duelo y nostalgia
del fruto que no dio

Muere en la mata
sin regocijo para un alma
sin verde ni rojo
sin juegos ni deseos

Verano
sin
duraznos

74
Sin necesidad
Cecilia Aretio Aguirrebeña

lo quiero
lo deseo
le invito a estar conmigo
a quedarse

mi propuesta es al revés
usted desate esos nudos
que aún no he podido soltar
yo le abriré la camisa
desabrocharé esos bolsillos
quitaré un par de cerrojos

y veamos qué aparece.

un poco
no se crea que me tiene de cabeza
quizás algo

a que disfrutemos este encuentro


respirando juntos
y decidamos
luego
qué nos va mejor.

75
Compañeros
Margarita Araya Flores

En un instante fuiste realidad


sin darme cuenta no dejé de mirarte.
En un momento caminabas a mi lado
no pude evitar avanzar contigo

recuperando anhelos

Un instante, una ruta


de tantas batallas
ideales compartidos
análogas creencias
encuentros ocasionales
desnudan el alma
defensas que insistentes
resguardan su esencia

Caminos cruzados

diálogos silenciosos
de caminantes irreverentes
coincidentes en tiempo y espacio
para crear sueños
derribar imposibles

76
Risas
miradas
deseos
con celeridad abortados
coincidencias sin nombre

para una historia conjunta


reinscrita en la propia

de
forma
sutil
e inesperada

77
La casa de Santa Elisa
Paola Carrasco Rojas

Vuelvo a una casa desmantelada,


faltan las piezas del ajedrez,
no encuentro los monitos de Einstein
ni las combis en miniatura.

El retablo de la moneda bombardeada no está,


la puerta de tu dormitorio, cerrada como nunca la vi,
tu voz no llena el espacio,
nadie me ofrece café.

En el patio, la cascada está seca,


el andamio intacto con los tarros de pintura.
Observo la huérfana escalera al mirador de estrellas,
los libros esconden pequeños secretos, boletos de micros,
hojas de árboles.

Tomo mi lápiz que nunca se fue de la mesa.


Me regalan una arpillera que ilustra a nuestra Laura.
Juro no volver a esta casa que ya no tiene tus pasos,
pero aún conserva tu olor.

detenida en el tiempo,
para no perder la esperanza de que en algún momento
regreses
y me regales como siempre,
tu risa de niño.

78
Intoxicada
Jéssica Delgado Ñanculeo

Ella es la amante de él, él es algo como el pololo de ella,


aunque en realidad, ella es una amiga de él, y él es a quien
ella ama.

Llevan tiempo caminando juntos, más de dos años para


ser exactos. Han caminado sobre todo por el centro de

pasada la medianoche.

se han escapado a otro paisaje. La playa, la montaña, al-


gún parque, un par de cerros urbanos, y otros cerros más
lejanos camino a las añoradas termas del otro lado de la
cordillera.

También han compartido muchos almuerzos de variada


calidad y cantidad, y muchas comidas cargadas

empanadas, pizzas y cervezas varias, casi nunca achun-


tándole de veras a un japiaguar decente.

ensayos de cuaderno de croquis infantil. Alguna vez


han tenido de marco las albas y onerosas sábanas del
Blue.

perfección; la odia como odia tantas otras cosas que le

79
-
na, porque aunque le aburren un poco, igual son alimento
para su ego.

Ella quisiera ser como él, pero no le resulta. Le copia las


expresiones, las ideas, los chistes, pero no hay caso. De
hecho cuando no está con él, igual lo tiene pegado y está
presente como si fuera su propia conciencia opinando,
comentando o cantando.

Él no sabe bien lo que quiere de ella; no sabe si quiere

quiere que esté como tachuelas en sus zapatos, “para que


le recuerde que va caminando”.

Ella si sabe lo que le gusta de él; en realidad le gusta todo.


Lo que no le gusta es que no sea de ella, aunque bien sabe
que nadie es de nadie. También sabe que le gustan los
-
carlo, besarlo. Claro que después se arrepiente, porque
tiene una tendencia atroz a las adicciones y le cuesta mu-
cho separarse de él.

A ella le cuestan las separaciones, aunque se ha ido ha-


ciendo cada vez más estoica ante las despedidas. Baja el
, pasa el cambio, aprieta el acelerador y llora un
rato. Le gusta llorar sobre todo cuando va por la autopis-
ta, a velocidad constante, sin preocuparse de achuntarle
a la pista, con el rock de la radio Futuro de fondo. Le gusta
porque de a poco se va disolviendo su pena, y cuando
llega a la casa ya se siente mejor.

Él baja el más rápido. Se demora quince metros


aproximadamente. Levanta la mano en una suerte de
80
haciéndose un poco el gracioso, con un recuerdo medio
difuso del pasado reciente.

A ratos se siente conectada con él, pero se desilusiona con


facilidad cada vez que abre el correo y se encuentra con
añejos mensajes, o mira el teléfono para constatar que no
está en modo silencio.

Por más que reciba instrucciones de la psiquiatra para


reprogramar su cabezota, ella no logra sacudirse de sus
inseguridades y las tempranas inscripciones que la remi-
ten al desamor y al abandono.

Ella sabe bien, ya a estas alturas o bajadas de la vida, que


-
gundo puede morir más que un poco.

concesiones con ella. Ella odia eso también.

81
Destiempo
Margarita Araya Flores

Fugazmente te encuentro
entre tormentas y vientos
apareces intenso
en palabras y cuentos

Tus ojos se esconden


entre diálogos inciertos
tu sonrisa se insinúa
cada cierto tiempo

tus ojos y cuerpo


relatan planes y sueños

Sueños a destiempo

82
Intrarecuerdo
Jéssica Lillo Acuña

¿Recuerdas a la Maga, Oliveira?


¿Cortázar quizás?
La esquina,
una lluvia,

Un encuentro sin programar


sábanas sin cambiar

el jazz,
Fulano,
Congreso,
libros en el suelo,
tu radio,
mis cassettes,
entre humo de cigarro.

¿Recuerdas?
Abrazos rodeando la soledad,
ausentes de pasión.
Ropas impregnadas
de miseria y humedad.

Ese abrazo ancla, que demoró la partida,


por necesidad de un beso,
en noches sin sentido,
cuando el sudor fue más que el amor,
a pesar de las bocas generosas.

83
¿Sabes?
otras como yo
lamieron mi cuerpo
levantaron
y enseñaron a no vivir
en el fondo de un reloj sin tiempo.

Pero esa Maga


habitante de profundidades
más de una vez
te esperó en la esquina de la lluvia
sin saber que eras parte del viento.

Ese tiempo no fue el nuestro.

Lo fue la realidad de seres

lejanos del mundo


desgarrados de soledad
intensos de encuentros
necesitados de amar
en la urgencia de vivir.

No
no fue el tiempo
no fue el momento
no fue el lugar
no éramos un nosotros.

Pero donde nada fue


todo fue intensamente vivido.

84
Aprendizaje
Margarita Araya Flores

Profundo aprendizaje

Intenso descubrimiento

Que la sola presencia

una sola sonrisa

Separación provocadora

apegos alocados
cariños inventados

Aprendizaje forzoso
tiempo equivocado
tantos son los sueños
al segundo arrebatados

Que una sola palabra


no es certeza
y un beso intenso
no es promesa

85
86
V. Letras sueltas

87
88
Jéssica Delgado Ñanculeo

Cuerpo sin métrica


léxico consentido

Libido sin mácula aparente.


Ritual cotidiano
paredes tapizadas de deseo.
Andanzas por el templo

ojos bien atentos,


manos ubicadas estratégicamente.
Leer y escribir,
escribir y leer,
pulsión, tensión y vértigo.

un cuerpo remoto que se va y que se viene.


Escalada sintáctica de 140 caracteres:
sinónimos, conceptos rebuscados,
citas célebres,
seguidores selectos

la pequeña muerte.

89
Creación
Margarita Araya Flores

Corazón agitado
locas ideas
plasmadas en papel
arte creado

Sublime placer
goce desatado
erizada piel
imagen recurrente

Pensamientos
respiración acelerada
testa arrebolada
cascada destellante

Sueños cruzados
de almas residentes
emana efervescencia
que me lleva al nirvana

90
El encuentro que nunca fue
Jéssica Delgado Ñanculeo

-
tepasados y los antepasados de sus antepasados. Por lo
menos hasta un cierto punto en lo que se ha dado por lla-
mar historia. No se aventura más allá pues en él subyace
la convicción de que

Le tocó vivir la modernidad, el arte pop y las “performan-


-
dose por entre las hojas, a la oscuridad cada vez que se
alza una nueva construcción en el vecindario. Por suerte

-
cinas y pasillos altamente circulados.

-
-

-
servador que un museo? - piensa. A él le gusta la gente.

el exhibicionismo. Le gusta observar y ser observado. Le


gusta ser y parecer. De hecho lo disfrutó mucho los pri-

el lugar: bulliciosos estudiantes corretean por los pasillos


sin mayor interés por la muestra y una que otra pareja
que no alcanzan a reparar ni en la muestra, ni en su pre-
sencia.

e temor e
inseguridad, solo un poco, la normal ante lo descono-

91
rápidamente. Era mucho más fuerte su curiosidad y por-

soledad.

ensayando mentalmente fórmulas para presentarse e ini-


ciar conversaciones con los recién llegados. No se cansa-

como seres de otro mundo. El lugar no era muy grande,

movimiento se quedaba quieto, muy quieto, solo obser-

inquietó. Su piel era oscura y esto era un rasgo que evi-


dentemente lo diferenciaba de ellos. Al principio pensó

estaba de moda la valoración de la diversidad. Si hasta ha-

encuestas, ni que creyera que era un signo de progreso,

acercaba muy despacio, sin hacer ruido, como si con eso


lograra aminorar el rechazo. Eran unos pocos segundos
los que alcanzaba a estar cerca antes de que huyeran ve-

pero no tardaba en comprobar que lo ignoraban comple-


92
tamente. Sin embargo, fue perseverante, voluntarioso,
tozudo. Lo intentó una y otra vez. Diseñó variadas estra-
tegias para ser admitido como parte del grupo o al menos
evitar el rechazo. Probó imitar el estilo de sus movimien-
tos, pero aun cuando perfeccionó el propio, no alcanzaba
la ligereza que ostentaban. Probó sorprenderlos apare-
ciendo repentinamente, y solo lograba que huyeran asus-
-

-
juiciados y menos discriminadores, siempre se dice eso
de los más jóvenes, pero o estaban muy aleccionados por
sus mayores o las cosas estaban cambiando con esto de
la modernidad. Probó con los grandes, apelando a la sabi-
-
llaciones eran evidentes. Iba arriba y luego abajo, como
imitando su propio sentir. Se transformó una y otra vez,
tratando de agradar, de igualarse o al menos parecerse.

-
cepto aritmético de resta, de sobra. Unas cuantas veces

aquel era su espacio y el de sus abuelos y los abuelos de

Disfrutaban y alardeaban de esa supuesta superioridad

La temática del museo era el encuentro de los mundos.


En los salones se mostraban heroicas epopeyas. Enor-

93
mes cuadros mostraban la bondad y misericordia de “los

- ¡Tiene que haber un error! - pensaba él. Pasó mucho

encuentro de los mundos, de los mundos diferentes. Su


error fue pensar que estaba en una de las secciones del
museo.

Sin querer se enteró que era parte de un proyecto espe-


cial, alternativo. Uno que se enmarcaba en lo que se deno-

licuadora, de las albóndigas de grasa. Ahora, estaba todo


claro, la claridad con la cabeza enterrada en el fango, ago-

*El renacuajo, o guarisapo negro se encuentra en una pileta del Museo La Mer-

94
Trilogía
Margarita Araya Flores

A veces el anochecer
despierta impetuoso
un remolino creativo

sincronizadamente enlazadas

A veces el amanecer
con prisa adormece
el torbellino de invenciones
en el ruido citadino
sin pausas ni compasiones

Notas de galope
letras de versos
aguas alucinógenas
cruzadas
revolviendo la quietud del espacio

Torbellino de quimeras
destellantes luminosas
piel erizada
ánima entintada
de quien las sostiene

95
que enardece el alma
sintiendo en cada instante
notas y letras
revueltas
en
la
copa

96
Jugadora compulsiva
Cecilia Aretio Aguirrebeña

Me avergüenza un poco decirlo


mas si surge la oportunidad,
no lo niego:
¡Jugadora compulsiva!

agazapada entre papeles

Me obsesionan máquinas que no sueltan monedas.


Entrego mis ahorros,
lo poco o mucho que llevo conmigo
y aun sabiendo
que no saldrá oro,
¡Juego!

Si no te la juegas
¿de qué vida estamos hablando?,

¡de qué vida!

pero la aspiro,
como si mi existencia
se corporalizara en poderosa fosa nasal,
en una garganta,

97
unos bronquios,
elásticos pulmones
que, esperanzados,
se llenan de ese aire maldito,

quema,
corroe,
más te permite seguir jugando.

No me gustan las ruletas,

Cautelosa me acerco
y cuando ya estoy frente a ella
entrego la bolsa,
¡la bolsa y la vida!
Inspiro y expiro
aunque no caiga ninguna
redonda, tintineante ni brillante moneda
apuesto a ganar vida
haciendo lo que sé hacer:

Jugar,

limpiamente,

a perdedora.

98
Alma mía
Margarita Araya Flores

hambrienta,
agitada,
corre detrás de los sueños.

sedienta,
alocada,
ardes en destellos.

Buscas incesante
calmar, adormecer
adverso escenario,
no encuentras descanso.

tu locura reprime.

detente, dirime.

Aquieta tu paso
siente el silencio.

Repliega tu marcha
que el dolor tiene precio.

99
100
VI. Resistencias

101
102
Paola Carrasco Rojas

bella, rebelde y pobre.

Con el paso del tiempo esto


comenzó a molestarle.
Quiso moldearme,

103
Arranco y desgarro
Jéssica Lillo Acuña

Arranco y desgarro
de mi cuerpo
ropas sociales
sostenes culturales
calzones religiosos
castrantes
culposos.
Saco la blusa que abotona
ahogando mi pulsión.

Escupo el anillo copular.

Arranco y desgarro
las medias que hacen
sudar mi entrepierna
quito con fuerza mis pies
del claustro obscuro y húmedo.

abro las piernas de señorita


libero mi sexo,
deseoso y fragante,
intenso, extenso,
húmedo y profundo.

104
Arranco y desgarro
elásticos, tirantes, cinturones,
fajas, moños
que lastiman, marcan, aprietan
moldean mi cuerpo
para otros.

Provoco, movilizo
mi cuerpo a sentir
erizar la piel
erectar los pezones
sin culpas, sin miedo.

Lavo mi cara
limpio mis ojos
me miro, en una mirada
inacabada,
incompleta de mi misma
reconstruyo
armo
invento
dibujo.

Finalmente
me reconozco
en esas otras, en tantas otras como yo
sueltas
callejeras
rebeldes
provocadoras
putas y santas.

105
Esas otras,
mujeres,
mujerotas,
mujerzuelas,
mujercitas.

me declaro abiertamente
habitante de mi propio cuerpo.

106
Transmutación
Cecilia Aretio Aguirrebeña

¡Calla!

amenazó la indiferencia.

Mas el susurro

agazapado

traspasó el cráneo.

Resistente

se quedó retumbando
en la cavidad terrestre,

hasta cambiar su vibración.

107
Mirada
Jéssica Lillo Acuña

Enredados los ojos


en multitudes
pienso en esas otras

Esas otras que no aparecen


en hojas de libros

ni al género, ni al destino.

Esas otras
que nacer o hacerse
poco sentido tiene
cuando el tiempo
se fuga
entre las rendijas
de vidas agrietadas,
que entre juegos infantiles
aprendieron a criar en soledad.

Otras
con cicatrices sobre cicatrices
curtidas en la artesa

van con los sueños arremangados


y con sus historias
amarradas a la cintura.

108
Mosaicos
Jéssica Lillo Acuña

Sentadas sobre los mosaicos


detenido queda el cotidiano
con palabras te acaricio
y acuno en mi oreja.

Cigarros consumidos
caen al suelo
como gotas equilibristas
en la orilla de tus ojos.

Escarbo tus heridas


desprendiendo costras.
Las uñas se quiebran
me sangran los dedos.

Busco encajar
heridas compartidas
como los mosaicos
que nos sostienen
formados de trocitos
amorfos, desteñidos.

Aferrándote en un abrazo vida,


asoma tu mirada perdida
mientras el cotidiano
retoma su enajenado andar.

109
La cita
Margarita Araya Flores

El reloj marcaba las 7


la cita fue con la historia
la voz proclamaba pena
dolor, resistencia

y la recuperación
de los sueños en la crianza

Resguardaba creencias
convicción de devengar lo arrebatado
aunque desolada

El tiempo se acaba
te abrazo,
reconozco
recibo,
hago propia
tu voz,
tus brazos
tu alma

110
Anónimas en trilogía
Jéssica Lillo Acuña

Ausencia
A Margarita Donoso
En noches sin luna
evoco el recuerdo
de un abrazo
calado de pólvora
miedo
oscuridad.

En las paredes
de la memoria
pintada quedó
tu robusta sombra.

Volcán fecundo

fugitiva rebelde
de la muerte enamorada
esa…
que nunca olvido tu nombre.

111
Muchacha roja
A Elba Moreno

Hermosa muchacha
banderas enlutadas
te despiden
con la razón estremecida
los ojos inundados
apretado el pecho.

Tu clandestina silueta
construyendo futuro
sembrando juventud
en el centro del miedo.

de las revolucionarias
permaneces danzante
entre polvorientas calles.

Florida combatiente
con entretejida nostalgia
te quedas en cada acorde
en la fúnebre vela.

Vestida de amaranto
irás por siempre
primavera.

112
La noche
A Viyan Antar

soldados mercenarios
encontraron una sombra
aferrada a la tierra.

La orden, ¡borrarla!
En segundos
ensordecedoras metrallas
contra ella arremetieron.

En vano fue
tanta metralla.
Rabiosos desquiciados
intentaron impedir
que la luz la alimentara.

Dicen
que aquella sombra
olivos ojos
de andar libertario
era guerrillera.

Que desprendida
del fragmentado cuerpo
su silueta con el fusil al hombro
fue absorbida por la tierra
para acunarla en su seno.

113
Grito Primordial
Cecilia Aretio Aguirrebeña

Desde gemidos orgásmicos


reprimido llanto en partos dolorosos
lágrimas silenciosas
percutiendo vidrios de ataúdes
voces se alzan en las calles

descontentas

Malditos intentos por acallar el grito


se cuentan desde el amanecer de la vida
mordazas de piel tapan bocas
ásperos cueros cosieron labios

¡Gritonas!
se quejan

y acusan vociferantes
desde su comodidad
que no es decoroso

desvestidas
unidas en un coro de pechos

desbocadas

114
Puja intenso nuestro grito
desde lo primordial

Rompe tejidos

se curan con sangre


saliva y tinta

GRITAMOS

por tanta mudez parida


con un almohadón en la boca

GRITAMOS

con fuerza de contracciones


desde matrices fértiles y estériles
de gestaciones anómalas
en tiempos en que la normalidad
se tragaba lo distinto

apostólicos
hebreos
y de padres de la patria

GRITAMOS

de guerra es nuestro grito


contra el asesinato de creaciones únicas

personales
colectivas.

115
fuimos cuatrocientos mil gritos
laringe colorida
garganta tensándose
ensanchándose hacia abajo

De silencio nada queda ya


de susurro
pasamos a ser alarido
grito de magma
que se esparce sin retorno

Un zumbido poderoso
de colmena perdida
volcada
arañada por garras que solo buscan miel
aniquilando a quienes la producen
obreras laboriosas
de su existencia
y de quienes vendrán

Aladas mujeres dejaron sus cuevas


para salir a la calle

a las redes

Desde un útero trans étnico


desde vaginas multicolores
desde la historia violada tantas veces
en distintas latitudes
con y sin religión a cuestas
articulan silabeantes palabras

116
por tanto tiempo de aislamiento y silencio
se conectan atentos
y como una gran antena
transmiten incesantes

prosiguen

se escuche la misma consigna


en distintas lenguas

la profunda Voz.

117
Clítoris en rebeldía
Jéssica Lillo Acuña

Hablo desde lo que no tiene nombre.


lo invisibilizado
que la boca censura
y el lenguaje no incluye.
Del siempre complaciente
pocas veces complacido.
Que en la oscuridad
se mira de reojo
con dedos culposos.

Hablo desde un sexo


puesto sobre la mesa pública
manoseado
castigado
acallado
decidido desde otros cuerpos
que aprendió a moverse sin respirar
a estar, sin ser visto.

Hablo desde una vagina


codiciada cuando huele a hembra,
despreciada cuando sangra

relegada cuando no se humedece


Que hinchada y ardiente,
se quedó en un rincón
tras la búsqueda
frenética del placer.

118
incrustado
encarnado al sexo
resistido a la mordaza
insurgente frente al anonimato

autoproclamado,

autónomo,

erótico,

exhibicionista,

orgásmicamente

vivo.

119
120
Índice
Prólogo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
I. De infancia y de nosotras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Irreversible Jéssica Lillo Acuña . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
De miedo Jéssica Delgado Ñanculeo . . . . . . . . . . . . . . . . . . 12
Allegada Paola Carrasco Rojas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
Esa niña Margarita Araya Flores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 16
La sombrita del ciruelo Paola Carrasco Rojas . . . . . . . . 17
La izquierda Jéssica Delgado Ñanculeo . . . . . . . . . . . . . . . 18
La niña en la vidriera Margarita Araya Flores . . . . . . . . 20
Mi hijo llega Paola Carrasco Rojas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21
Mi mamá no me mima Jéssica Delgado Ñanculeo . . . . . 22
Recomenzar Margarita Araya Flores . . . . . . . . . . . . . . . . . 24
Colores Paola Carrasco Rojas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25
Ojitos de calafate Cecilia Aretio Aguirrebeña . . . . . . . . . 26
II. De violencias y desgarros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29
Transparente Cecilia Aretio Aguirrebeña. . . . . . . . . . . . . . 31
Mistreated Jéssica Delgado Ñanculeo . . . . . . . . . . . . . . . . . 32
Prisionera Cecilia Aretio Aguirrebeña. . . . . . . . . . . . . . . . . 37
Escapar Jéssica Delgado Ñanculeo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39
Afrodita ensangrentada Cecilia Aretio Aguirrebeña . . . 41
Amor en tinta Paola Carrasco Rojas. . . . . . . . . . . . . . . . . . 43
Margarita Araya Flores. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 44
Corazón destrozado Jéssica Lillo Acuña . . . . . . . . . . . . . . 45
Devota traición Paola Carrasco Rojas . . . . . . . . . . . . . . . . 47
Pupilas mariposas Cecilia Aretio Aguirrebeña . . . . . . . . 48
Fuga Paola Carrasco Rojas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 50
Musa mancillada Cecilia Aretio Aguirrebeña . . . . . . . . . . 51

121
III. Cuerpas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53
Te lluevo Cecilia Aretio Aguirrebeña. . . . . . . . . . . . . . . . . . 55
Jéssica Delgado Ñanculeo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 56
Lunes de besos Cecilia Aretio Aguirrebeña. . . . . . . . . . . . 59
Mar Jéssica Lillo Acuña. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61
Brindis Cecilia Aretio Aguirrebeña . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63
Una noche Margarita Araya Flores. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 64
Mal llamado Jéssica Lillo Acuña . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65
Plagio a Benedetti Cecilia Aretio Aguirrebeña. . . . . . . . . 67
Canción fúnebre Jéssica Lillo Acuña . . . . . . . . . . . . . . . . . 69
IV. De amor y otras vueltas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71
Desahuciada Paola Carrasco Rojas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73
No hay duraznos Margarita Araya Flores. . . . . . . . . . . . . 74
Sin necesidad Cecilia Aretio Aguirrebeña . . . . . . . . . . . . . 75
Compañeros Margarita Araya Flores. . . . . . . . . . . . . . . . . 76
La casa de Santa Elisa Paola Carrasco Rojas . . . . . . . . . . 78
Intoxicada Jéssica Delgado Ñanculeo . . . . . . . . . . . . . . . . . 79
Destiempo Margarita Araya Flores. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 82
Intrarecuerdo Jéssica Lillo Acuña . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83
Aprendizaje Margarita Araya Flores . . . . . . . . . . . . . . . . . 85
V. Letras sueltas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87
Jéssica Delgado Ñanculeo . . . . . . . . . . . . . . . . . 89
Creación Margarita Araya Flores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 90
El encuentro que nunca fue Jéssica Delgado Ñanculeo . . 91
Margarita Araya Flores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 95
Jugadora compulsiva Cecilia Aretio Aguirrebeña . . . . . . 97
Margarita Araya Flores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99

122
VI. Resistencias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101
Paola Carrasco Rojas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 103
Arranco y desgarro Jéssica Lillo Acuña . . . . . . . . . . . . . 104
Transmutación Cecilia Aretio Aguirrebeña . . . . . . . . . . 107
Mirada Jéssica Lillo Acuña . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 108
Mosaicos Jéssica Lillo Acuña . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 109
La cita Margarita Araya Flores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 110
Jéssica Lillo Acuña . . . . . . . . . . . 111
Ausencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111
Muchacha roja . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 112
La noche . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 113
Grito Primordial Cecilia Aretio Aguirrebeña . . . . . . . . . 114
Jéssica Lillo Acuña . . . . . . . . . . . . . 118

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