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Por el contrario, dado que la mayoría de las oraciones pueden utilizarse para transmitir
un número infinito de pensamientos distintos, no puede considerarse que exista una
correspondencia demasiado estrecha entre las representaciones semánticas de las
oraciones y pensamientos.
La representación semántica de una oración tiene que ver con una especie de núcleo
común de significado que subyace a todos los enunciados de esa oración. Sin embargo,
distintos enunciados de una misma oración pueden diferir en su interpretación y, de
hecho, eso es lo que suele ocurrir. El estudio de la representación semántica de las
oraciones corresponde a la gramática; el estudio de la interpretación de los enunciados
corresponde a lo que actualmente se conoce como pragmática.
Una misma oración, empleada para expresar un mismo pensamiento, puede utilizarse
unas veces para presentar dicho pensamiento como verdadero, otras veces para
preguntarse si es verdadero, otras para pedir al oyente que lo haga verdadero, etc. Los
enunciados no se utilizan sólo para transmitir pensamientos sino también para
manifestar actitud. Los enunciados expresan actitudes proposicionales, realizan actos de
habla o poseen fuerza ilocucionaria.
Para justificar el modelo del código de la comunicación verbal, habría que demostrar
que la interpretación de los enunciados dentro del contexto se puede explicar añadiendo
un nivel pragmático adicional de decodificación al nivel lingüístico que proporciona la
gramática.
Siempre dando por sentado que el modelo del código proporciona el marco para una
teoría general de la comunicación, la mayoría de los pragmatistas han descrito la
comprensión como un proceso inferencial.
Un proceso inferencial parte de premisas y desemboca en una serie de conclusiones que
derivan de forma lógica de las premisas, o al menos están garantizadas por las mismas.
Un proceso de decodificación parte de una señal y desemboca en la recuperación de un
mensaje que es asociado a la señal por un código subyacente. En general las
conclusiones no son asociadas a sus premisas por un código, y las señales no
garantizan el mensaje que transmiten.
Otro problema que plantea esta hipótesis es que, si bien define una clase de contextos
potenciales utilizables en la interpretación de enunciados, no dice nada de cómo se
selecciona un contexto en el proceso de la comprensión.
Existen situaciones en las que el mero hecho de reconocer un propósito puede conducir
al cumplimiento del mismo.
Existe una clase de intención en la que esta posibilidad es explotada regularmente: la
intención de informar, en la mayoría de los casos, suele satisfacerse al hacerla
reconocible.
Otra forma de transmitir información es la de proporcionar pruebas directas de nuestra
intención de trasmitir dicha información.
Todos somos hablantes y oyentes. Como hablantes queremos que nuestros oyentes
reconozcan nuestra intención de informarles de un determinado estado de cosas. Como
oyentes, intentamos reconocer de qué tiene intención de informarnos el hablante.
A los oyentes les interesa el significado de la oración enunciada sólo por cuanto les
proporciona una prueba de qué quiere decir el hablante. La comunicación tiene éxito
no cuando los oyentes reconocen el significado lingüístico del enunciado, sino
cuando infieren el significado que el hablante le atribuye.
Searle critica el análisis de Grice diciendo que no explica en qué grado el significado
puede ser una cuestión de reglas y convenciones, y que su explicación del significado
no muestra la relación que existe entre lo que uno quiere decir con aquello que dice.
Searle propone mejorar la descripción de Grice, limitando su aplicación al campo del
significado literal. Define al significado literal en términos de intenciones del hablante y
añade: “el hablante debería pretender que el oyente reconozca sus intenciones en
virtud de su conocimiento de las reglas por las que se rige la oración emitida”.
Reduce el análisis de Grice a una reelaboración lógica del modelo del código. Se
reintroduce este modelo como explicación básica de la comunicación, pero en el caso de
la comunicación humana, el mensaje que se codifica y se decodifica se considera como
una intención del emisor.
La mayor originalidad de Grice fue la de sugerir que mientras exista alguna forma de
reconocer las intenciones del emisor, entonces la comunicación será posible.
Reducir el análisis de Grice a una simple enmienda del modelo del código no sólo
destruye su originalidad, sino también muchas de sus implicaciones y justificaciones
empíricas. Elevar el modelo inferencial al rango de teoría general de la comunicación
pasa por alto la diversidad de las formas de comunicación.
Problemas de definición.
Según parece, el oyente no puede primero observar o inferir estos efectos y después
utilizarlos para inferir la intención informativa.