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Sinopsis
Dedicatoria
Consejo
Capítulo I
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Epílogo
Nota de autora
Mile Bluett
Agradecimientos
Sinopsis
Lady Katherine Basingstoke es la hermana del duque de
Pemberton y la nieta de la casamentera más prestigiosa de toda
Inglaterra. Se espera que, para su próxima temporada, atrape al
mejor partido de los solteros que se han presentado. Ha estudiado
al pie de la letra las recomendaciones de su abuela. Sabe qué
buscar en los candidatos: título ilustre, fortuna, modales y honor.
Si hubiese seguido las indicaciones de su distinguida familia no
estaría consultándole sus problemas a la almohada.
Cuando un irreverente escocés, sin ninguno de los atributos de la
lista, se cruce en su camino, desatenderá a la razón y será presa de
su instinto, porque la lógica no tiene cabida donde manda el
corazón.
¿Lady Kate seguirá el destino para el que ha sido preparada
o escuchará los latidos que se desbocan dentro de su pecho?
Dedicatoria
Para mi amado Gianni Aleix, mi sol,
mi luz, mi mundo entero.
Nunca dejes de reír, de soñar, de creer en ti,
tu corazón es valeroso.
Consejo
Consejo n°3
Adorada Kate:
Espero que este primer regalo, que te hago feliz por tu respuesta, te
complazca y te haga sonreír.
Justo ahora estoy hablando con tu hermano, deséame suerte.
Tuyo en cuerpo, alma y corazón,
Alec
Kate quedó con lágrimas en los ojos por los meses que tendrían
que aguardar, más cuando lo vio tan preocupado. Tal vez esa carta
que había enviado su tía revelaba más de lo que Alec le había
compartido, algo que no quiso decirle para no alarmarla.
Pidió a su hermano y a su abuela que la escucharan y suplicó por
adelantar la boda.
—Nos dejarías sin tiempo para los preparativos —arguyó
Augusta.
—Tengo la mitad del ajuar listo casi desde mi primera temporada
y el resto no me importa —admitió Kate.
—Eres una Basingstoke, tu boda debe ser memorable.
—Prefiero algo discreto —justificó.
—Uno se casa una vez en la vida, o es lo que se espera. La
primavera es mejor estación para un matrimonio, incluso el verano y
de mejor gusto el otoño —sugirió Augusta.
Su hermano dio un argumento similar. Mientras hablaban, Kate
decidió guardar silencio hasta que ambos expusieran todos sus
puntos de vistas.
—Enero no es el mejor mes para viajar, solo tienes que esperar
un poco —dijo Blake.
—Ojalá estos meses sirvieran para que recapacitaras, aún no se
ha hecho público el compromiso —le salió a Augusta del alma y a
Kate le dolió, aún quería retenerla.
—Nadie quiere hacerte cambiar de opinión —medió Blake—,
pero todo tiene su tiempo. Deben correr los esponsales.
—Tú podrías solicitar una licencia para nosotros si quisieras… —
musitó ella.
—Una boda apresurada podría dar de qué hablar —intercedió
Blake, no quería negarse, solo deseaba que todo fuera más lento.
—¿Por qué él? Puedes elegir a cualquiera —blandió Augusta con
la mano en el corazón, angustiada por el matiz de la conversación,
por el giro que estaban dando los acontecimientos. Ya se imaginaba
a su nieta casada con prisas, marchando a las Highlands en pocos
días y ayudando a cuidar… terneros.
—Porque me hace sentir viva —confesó Kate—. Nada de lo que
te diga te hará entender, y comprendo tus intenciones, pero sé lo
que deseo para mí.
—Pequeña instigadora —replicó Blake con cariño. La
comprendía, pero su temor era que todo viniera de las ganas y de la
pasión, y que cuando se topara con la realidad de una vida diferente
y dura, el amor que decía sentir no sobreviviera a la despiadada
rutina—. No es un no, es un vamos a pensarlo con la mente fría,
porque es una decisión para toda la vida. Estos meses hasta la
primavera es todo lo que pido para que hagas un buen matrimonio.
Intenta ocuparlos preparando tu boda, eso te ayudará a que pasen
muy rápido.
—Cuando monto a Blizzard y galopamos, desenfrenados, a
campo traviesa, con el viento dándome en la cara, me siento viva,
plena, con tontas ganas de reír porque nunca he sido tan feliz… Así
me siento cuando Alec me mira, me sonríe o me habla. —Kate no
pudo añadir cuando la estrechaba entre sus brazos fuertes o la
besaba hasta hacerle perder la cordura, o ya no podría razonar con
ellos—. Absolutamente nadie me ha hecho sentir así.
—Pero eso no es amor, pequeña, es… —Augusta no supo cómo
decirle que lo que experimentaba era deseo, pasión, la tentación de
la carne. Podía hablar sin tapujos de muchos temas con su nieta,
pero ese aún le daba pudor.
—Lujuria —completó Blake.
—¡Por Dios, nieto! ¡Compórtate al menos en mi presencia! —lo
regañó Augusta a punto de un patatús. Recomponiéndose se volvió
a Kate—: Lo que sientes es útil dentro del matrimonio, pero por sí
solo, no lo sostiene. Si no hay amor y compromiso, la convivencia
puede volverse tu peor enemiga —puntualizó.
—¿Y por qué crees que no podemos amarnos? —cuestionó Kate.
—Son muy diferentes y se conocen hace poco —dijo la dama de
más edad.
—Abuela, tú siempre dices que el amor entre esposos llega con
el tiempo.
—Eh… —Augusta por primera vez se quedó sin palabras. Sí, ella
lo repetía constantemente.
—Zanjemos el asunto por ahora, no es un no rotundo —reiteró
Blake—. ¿Qué tal si lo retomamos cuando todos estemos más
calmados?
—Alexander debe regresar a sus tierras, sus circunstancias son
de fuerza mayor.
—Entiendo que «MacRury» debe volver a Escocia. —Augusta
hizo hincapié en una forma menos personal de referirse a él.
—No quiero dejarlo solo en un momento tan difícil —replicó Kate
—. No me ha dicho qué sucede, pero sé que algo no está bien.
—Sé que él desea regresar casado, para eso vino y nos hizo
partícipes; pero por qué tienes que ser tú quien se arroje como su
tabla de salvación —masculló Augusta decidida. El pálpito en el
corazón que aún sostenía con la mano se debía a los secretos que
conocía entorno a los MacRury. No quería que esos demonios
también se tragaran a su nieta.
—Alec no necesita que nadie lo salve, es perfectamente capaz —
rebatió Kate.
—Es un evento muy íntimo y familiar lo que sucede. Me ha
compartido sus circunstancias, por eso igual creo que es más
conveniente que vaya y arregle sus asuntos y regrese para la boda
—medió Blake—. ¿Por qué no lo dejas partir y resolver sus
problemas? Cuando su situación sea más estable pueden verse de
nuevo y analizar todo con calma. Además, te servirá para confirmar
si lo que sientes es producto de las circunstancias o algo más sólido
y duradero en el tiempo.
—Abuela, me presionabas tanto para que me desposara y ahora
no tomas tu oportunidad.
—Ya ha dicho tu hermano que hay circunstancias de los MacRury
que desconoces, Kate. Está en juego incluso la herencia de tu
prometido. Si lo perdiera todo ¿aún insistirías en casarte?
—Por supuesto que sí —afirmó.
—Sin título y fortuna sería insensato. No creas que no me duele,
corazón. ¿Entiendes la gravedad de la situación?
—Sí, aunque desconozco los motivos, pero no quiero dejarlo
solo.
—Estoy muy abrumada —confesó Augusta que jamás creyó
encontrarse en una disyuntiva así, ella era bastante justa, jamás
había sido autoritaria, pero entregar a su única nieta en esas
circunstancias era impensable hasta para la más razonable de las
damas de la alta sociedad—. Por favor, Kate, lo que te ofrece Blake
es razonable, no me agobies más.
Kate besó a su esposo en los labios tras oírlo leer en voz alta la
carta de su hermano. Él se acercó a una mesa cercana para
depositar su correspondencia.
—Blake te está diciendo que te cuides —le dijo.
Luego se arrebujó bien abrigada en un confortable y mullido sillón
frente a la chimenea de piedra del que se estaba convirtiendo en su
salón favorito de todo el castillo. No era el típico saloncito que solían
tener las damas inglesas, se había negado a usar el que había
dejado Robena, con su aura dando vueltas por ahí. Cuando le
preguntaron para acondicionarlo, dijo que le dieran otro uso, no lo
quería.
Y ese sitio del ala oeste del castillo se volvió su refugio, aunque
no era muy femenino no le importaba. De un lado estaba el escudo
familiar, debajo de este dos esculturas medianas de unicornios
elaboradas en mármol, del otro lado había expuesto un trozo del
tartán de la familia enmarcado como reliquia y otros tantos
recuerdos de los antepasados de su esposo que adoraba investigar.
La luz era aplacada por cortinas rojas, paredes de piedra y muebles
grandes de madera y piel que lo hacían muy cálido. Era la estancia
que aún no se remodelaba, la más antigua, pero donde había
encontrado su comodidad.
Años después…