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No creo equivocarme al afirmar que en la historia de la humanidad, nunca antes los Estados
han emitido tantas normas sobre un asunto como lo han hecho en los últimos treinta años
en torno a la protección del medio ambiente. Colombia no podía ser la excepción y la
Constitución de 1991, para bien o para mal, transformó los cánones legales existentes. Pero,
el problema no está en las reglas sino en la disponibilidad y autoridad para hacerlas
cumplir. Y el cumplimiento o infracción de las normas sobre el ambiente, tiene
repercusiones no sólo a nivel nacional, sino también global.
Para este análisis se tomó el período comprendido entre 1990 y 1998 que revela una década
particular de la historia política del país, porque permite inscribir el surgimiento de la
Constitución del 91 y las influencias de la Cumbre de Río, para percibir el impacto real que
tienen esas nuevas cartas de navegación en torno a las políticas de conservación del
ambiente, la transformación de las instituciones conexas, la descentralización, la
reorganización territorial, y el anhelo de acabar la desigualdad social.
El período estudiado, no es un segmento histórico muy amplio que evalúe el éxito o fracaso
de una Constitución y de una normatividad ambiental, pero si permite hacer un primer
examen sobre los efectos inmediatos en la gestión estatal municipal, en un departamento,
que puede servir de referencia para las decisiones que se tomen al respecto.
Pero el Valle del Cauca también es loma, y los municipios que ocupan las zonas del
piedemonte de las cordilleras, a medida que se distancian de los polos de desarrollo
económico, van expandiendo su frontera agrícola en tierras marginales, susceptibles de
degradación ambiental y suelos de baja fertilidad, que infortunadamente caracteriza los
poblados campesinos que viven en condiciones de pobreza. Cuando los campesinos utilizan
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Este texto es la síntesis de una investigación realizada por la profesora Cecilia Orozco Cañas,
avalada y financiada por Colciencias y la Universidad del Valle, que busca identificar la incidencia y
la eficacia de las normas ambientales en el ordenamiento territorial del departamento del Valle del
Cauca en los años noventa.
Esta investigación aporta algunas recomendaciones acerca de la gestión ambiental que desde la
administración pública se pueden implementar para el mejoramiento y desarrollo del medio
ambiente de nuestras regiones.
estas tierras para proveerse de madera combustible, para sembrar cultivos de sobrevivencia
o de comercio ilícito, agrandan su pobreza. Y en la medida en que los cultivos comerciales
desplazan los cultivos de pancoger, los campesinos pobres ven más deterioradas sus
opciones de subsistencia, al verse forzados a seguir trabajando en tierras cada vez más
gastadas y frágiles.
Los polos de desarrollo económico y las ciudades que tienen en buena parte cubiertos los
servicios públicos, no son propiamente la panacea. Los habitantes que viven en condiciones
de pobreza son precisamente los más vulnerables. Usualmente son estos sectores de la
población, los que se ven afectados por los peligros ambientales, los riesgos de la
contaminación del agua, las condiciones sanitarias deficientes, la vivienda inadecuada y la
ausencia de servicios básicos, sin mencionar las inundaciones y avalanchas.
El desarrollo sostenible no sólo está asociado con una vocación de protección ambiental,
sino con un nuevo paradigma, que apunta a la equidad, justicia social y oportunidades para
todos.
En este trabajo se considera el impacto real de la población sobre las condiciones del
medio, el número de habitantes con necesidades básicas insatisfechas. El mayor índice de
NBI lo registra el Municipio de Buenaventura. Le siguen en su orden Dagua, Florida,
Yotoco, Yumbo, Calima, Sevilla y Roldanillo. Los índices más bajos están en Cali, Buga,
Palmira, Cartago y Tuluá, es decir en la mayoría de los llamados polos de desarrollo del
departamento.
De los 14 municipios analizados, siete vierten sus desechos al Río Cauca. Los municipios
de Buenaventura y Dagua vierten sus desechos al Mar Pacífico.
Las cifras ponen en evidencia como el Río Cauca modifica su caudal con los desechos y
cargas que se vierten en su lecho, donde convergen todos los residuos industriales y
agrícolas. También recoge la enorme cantidad de basuras de los municipios de la zona, que
en su mayoría tienden a ser densamente poblados y con altos índices de NBI. La situación
ambiental se agrava con la creación de la Ley Páez en el Norte del Cauca, que ofreció
beneficios y reducciones de impuestos, sin considerar prioritariamente el impacto de
contaminación del río, por el aumento de cargas vertidas. Es decir que el problema de los
residuos y las contaminaciones rompe necesariamente las divisiones político-
administrativas y en ese orden de ideas la Ley Páez en el norte del Departamento del
Cauca, incide directamente en la problemática ambiental del Departamento del Valle.
La dificultad por la contaminación del Río Cauca no estriba en que existan industrias, sino
en que las economías que se han implantado priorizan las oportunidades económicas, sin
considerar las externalidades negativas y el detrimento del ambiente. En este sentido, a
pesar de que existen normas para los controles de residuos, de límites máximos de
vertimientos, para la reforestación y conservación de microcuencas, para la conservación de
ecosistemas estratégicos y la protección ambiental en general, la aplicación de las leyes no
se concreta. A lo anterior se suma la injerencia de los gremios económicos en los grupos
políticos de la región, o la participación política directa, situación que degrada la
neutralidad de quienes tienen la potestad y el deber de hacer cumplir las normas.
“Cali y sus industrias” tiene la mayor demanda bioquímica de oxígeno y vierte el 46,1% del
total de contaminación que recibe el Río Cauca a su paso por el Departamento, es decir que
si en Cali se ejecutara una gestión ambiental eficiente, se estaría controlando casi la mitad
del problema.
En el caso de las cargas vertidas al Mar Pacífico, es útil considerar que existen una serie de
normas nacionales e internacionales que limitan las cargas vertidas al mar. Sin embargo no
se cumplen.
Finalmente encontramos que los municipios son los que aportan mayor cantidad de
contaminación con un alarmante 75,3% de SST, y una demanda de DBO5 del 64,7%. De
esta manera se evidencia que el problema central a controlar son las altas tasas de
urbanización, que en esta zona presentan un alto índice de pobreza, a lo que se suma la
desatención de los servicios públicos, de alcantarillado, el saneamiento básico, la educación
y la salud, que a la postre terminan impactando el ambiente. Lo anterior no quiere decir que
no se deben tomar los correctivos en los otros polos de contaminación.
Para abocar el tema territorial, desde el punto de vista ambiental y del derecho, se tuvo en
cuenta las reglamentaciones sobre la oferta de bienes y servicios que sustentan la población
y la economía, teniendo presente, que no necesariamente coinciden los límites político
administrativos, con los ecosistemas, las cuencas hidrográficas, las áreas protegidas, como
tampoco con las funciones de determinados organismos y que las normas tienen ámbitos de
aplicación diversos y distintos principios de interpretación. Esta situación hace muy difícil
de precisar resultados en estos tópicos.
No todos los municipios analizados tienen áreas protegidas ni todos los municipios que
tienen áreas protegidas, cuidan de ellas. Al respecto la Constitución trae artículos puntuales
y da lugar a una serie de políticas y reglamentaciones que plantean una prevalencia de estos
territorios de interés público y en concordancia con esa pertenencia territorial, las alcaldías,
las gobernaciones y los demás niveles de gobierno tienen obligatoriedad de cooperar en la
conservación de estas zonas y acudir al saneamiento de sus predios. Infortunadamente los
municipios no acatan estas normas.
De los catorce municipios estudiados, Cali, Jamundí, Buenaventura, Dagua, Palmira, Buga,
Tuluá, Yotoco y Sevilla tienen áreas protegidas, además poseen el mayor número de
habitantes y, a la inversa, los municipios que no poseen área protegida en su jurisdicción,
son localidades con menor cantidad de habitantes. Ello se explica por la oferta de servicios
ambientales, como la biodiversidad, la regulación del clima, el agua que alimenta sus
acueductos, la fertilidad de los suelos de las áreas aledañas a las zonas de los Parques
Nacionales Farallones y Las Hermosas. La explotación agrícola de los ingenios azucareros,
de los cultivos de sorgo, millo, girasoles y otras industrias, se alimentan de las fuentes
hídricas de los parques y zonas de reserva natural.
La estructura del presupuesto de ingresos, para casi todos los municipios estudiados, está
soportada en un mayor porcentaje en las recaudaciones por ingresos no tributarios, lo cual
indica que las localidades no poseen políticas financieras efectivas de recaudo para los
ingresos tributarios, esto incide directamente en el principal recaudo para la gestión que es
la sobretasa ambiental, puesto que si el recaudo del impuesto predial no se hace efectivo, la
sobretasa tampoco. Esta situación parece válida para casi todos los municipios del país, lo
que contribuye a disparar desproporcionadamente el gasto público y, como resultado, se
genera una crisis de endeudamiento colectivo de los entes territoriales y una drástica
reducción de su ahorro.
A pesar de que los municipios realizan un esfuerzo disímil en su entorno, es casi una
constante en los municipios estudiados el gastar más de lo que ingresa. La pregunta es si
estos recursos verdaderamente son invertidos en medio ambiente o si pasan a engrosar los
bolsillos de la corruptela. A estos rubros ambientales, es difícil medirlos, ya que la falta de
indicadores claros, permite elaborar proyectos que no tienen una ejecución muy concreta y
visible a nivel de resultados. A esto hay que agregar, que también existen unos organismos
y mecanismos de control permeables a la corrupción.
El estudio concluye que hay eficacia de las normas jurídicas en aspectos tales como:
* El cuidado del ambiente convertido en un servicio público, cuya obligación está a cargo
del Estado, y un derecho fundamental, civil y político.
* Son varios los actores y las posibilidades a nivel regional y local, que permiten construir
capacidad de gestión ambiental. El trabajo en pro del medio ambiente no ha sido el
producto de la gestión exclusiva de los gobiernos, el manejo ambiental también se lleva a
cabo desde mucho tiempo atrás por grupos de ONG’s, universidades, gremios y
comunidades.
* El modelo descentralizado para el manejo de políticas públicas de este tipo, genera unas
expectativas de gran envergadura. Pero paradójicamente, lo que es evidente en este proceso
es la contradicción e inconsecuencia entre lo que destacan los textos normativos y la
realidad.
* En el Departamento del Valle, funcionan, con una cobertura del 100% los recaudos por
sobretasa ambiental, las transferencias por situado fiscal para saneamiento básico y en
algunos municipios persiste el impuesto de arborización y parques.
* No hay indicadores concretos para medir el impacto de la gestión pública ambiental, esta
situación determina la gran fragilidad que tienen los proyectos ambientales de tener una
fiscalización efectiva, quedando expuestos a ser franjas de enriquecimiento ilícito con los
dineros de la comunidad.
* A nivel departamental no hay un nexo muy claro entre la CVC, la gobernación y los
municipios para realizar una gestión ambiental coordinada y coherente.
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Datos suministrados por del Observatorio Sismológico del Suroccidente OSSO.
* A partir de Constitución del 91 y la Ley 99 del 93 hay una gran cantidad de
reglamentaciones con unos loables propósitos, pero que raras veces se cumplen porque no
existe voluntad política para hacerlas cumplir.
Hay que insistir en que el problema no sólo está centrado en las normas, sino especialmente
en la autoridad, las lógicas, costumbres y comportamientos de los funcionarios encargados
de hacerlas cumplir.
Porque no se cumplen las normas? ¿Por falta de gestión ambiental y/o desconocimiento?
¿Por falta de Control? ¿Por exceso de controles?.
Mauricio García Villegas3 en su estudio sobre la eficacia simbólica del Derecho, plantea
que “la ineficacia con frecuencia es algo deliberado, propuesto”.
La falta de coherencia entre los objetivos de la política ambiental trazada por las nuevas
normas y el marco institucional en Colombia, ha propiciado que la descentralización
preserve más los intereses políticos regionales y las divisiones político-administrativas, que
la protección de las cuencas hidrográficas y los ecosistemas. Estas, por ejemplo, no
coinciden con las jurisdicciones de las Corporaciones Autónomas Regionales. A esto se
suma que la dispersión de normas en este sector es directamente proporcional al
fraccionamiento de funciones y competencias a nivel territorial, sin que exista una
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GARCÍA VILLEGAS, Mauricio. La eficacia simbólica del derecho. p. 3
distribución funcional de ellas. Cada entidad emite disposiciones que se aplican en el
ámbito de su jurisdicción, ampliando la gama de especificidades, al punto de hacer
imposible una unidad jurídica en este sentido.
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