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Unidad III.

Pensamiento Filosófico en Nicaragua

1- Diálogo filosófico entre el cacique Nicarao y Gil

Gonzáles Ávila.

A una jornada de la sede del cacique Nicaragua (en realidad su nombre

indígena era Macuil Miquiztli) el conquistador Gil González Dávila envió a sus

cuatro intérpretes (muchachos de Nicoya capturados en 1819 por dos

lugartenientes de Pedrarias y conducidos a Panamá, donde aprendieron

español) con la propuesta rutinaria que justificaba legalmente las acciones de

los invasores: el llamado “requerimiento”. Es decir: que se convirtiese al

cristianismo y se transformase en vasallo del Rey de España, a quien

representaba, porque si se negaba a ello iba a reducirlo a la fuerza.

El Cacique contestó el mensaje mandándole a decir, con cuatro de sus

principales, que aceptaba la amistad por el bien de la paz, y aceptaría la fe

nueva si le parecía tan buena como se la elogiaban. Y en la soleada mañana

del lunes 5 de abril de 1523, González Dávila ordenó a su tropa marchar en

orden, con sus cuatro caballos adelante y las banderas desplegadas. Al sonido

de trompetas y timbales fueron al encuentro del gran cacique, quien les dio la

bienvenida y alojó en las viviendas reservadas a sus nobles. Les entregó el

equivalente en oro de 18,500 pesos castellanos, la mayor contribución ofrecida

a los extraños huéspedes hasta ese momento. En retribución, González Dávila

obsequió a Nicaragua un traje de seda, una camisa de lino y una gorra de color

rojo.

Las preguntas del cacique Nicaragua


Durante dos o tres días, Cacique y Capitán sostuvieron una conversación sobre

cosas terrenales y celestiales. Según Mártir de Anglería, el primero le hizo al

segundo once preguntas: 1) acerca “de un cataclismo pasado que había

ahogado la tierra con todos los hombres y animales […] y si vendría otro” (el

diluvio); 2) “si alguna vez la tierra se voltearía boca arriba”; 3) “del fin general

del linaje humano, y de los paraderos destinados a las almas cuando salen de

la cárcel del cuerpo, del estado del fuego que un día ha de enviar, cuándo se

cesarán de alumbrar el sol, la luna y demás astros; del movimiento, cantidad,

distancia y efectos de los astros y de otras muchas cosas”; 4) “sobre el soplar

de los vientos, la causa del calor y del frío, y la variedad de los días y las

noches”.

5) “Si se puede sin culpa comer, beber, engendrar, cantar, danzar, ejercitarse

en las armas”; 6) “qué deberían hacer ellos para agradar a aquel Dios que él

(González Dávila) predicaba cual autor de todas las cosas”; 7) debido al

desacuerdo manifestado ante la inminente privación del ejercicio de la guerra,

preguntó: “adónde habían de tirar sus dardos, sus yelmos de oro, sus arcos y

sus flechas, sus elegantes arreos bélicos y sus magníficos estandartes

militares”, razonando: “¿Daremos todo esto a las mujeres para que ellas lo

manejen? ¿Nos pondremos nosotros a hilar con los husos de ellas, y

cultivaremos nosotros la tierra rústicamente?”

Finalmente, Nicaragua preguntó: 8) sobre “el misterio de la cruz y utilidad de

adorarla; y 9) “acerca de la distribución de los días” (de las actividades según la

doctrina cristiana). El mismo Anglería revela dos preguntas más dirigidas por el

cacique al intérprete: 10) “Si esta gente tan sabia [los españoles] venían del
cielo”; y 11) “si habían bajado en línea recta, o dando vueltas o formando

arcos”. Cabe considerar un dato curioso y oportuno, se abstuvo de explicar “las

ceremonias y sanguinaria inmolación de víctimas humanas”. Siguiendo al

cronista, esta actitud fue interpretada como un mecanismo de ocultación, del

que se percató el capitán español, y sin haber sido requerido, habló al

respecto, condenando tales sacrificios paganos. Pero Gil González no pudo

resolver todo ese corpus de interrogantes cosmológicos y antropológicos. Dice

el cronista del Papa: “Aunque Gil es hombre de ingenio y aficionado a leer

libros traducidos del latín, no tenía la erudición necesaria para dar acerca de

ellos otra respuesta”. Si añadimos las cuatro preguntas que consigna el

cronista López de Gómara fueron quince, en esencia, las que formuló

Nicaragua: “Preguntó, asimismo, si moría el Santo Padre de Roma, vicario de

Cristo, Dios de los cristianos; y cómo Jesús, siendo Dios, es hombre, y su

madre, virgen, pariendo; y si el emperador y rey de Castilla, de quien tantas

proezas, virtudes y poderío contaban, era mortal; y para qué tan pocos

hombres querían tanto oro como buscaban”.

Un bautizo aparente

Al margen de su cuestionador repertorio, el Cacique aceptó ser bautizado con

su familia y 9,017 de los suyos; convino también en erigir una cruz sobre un

montículo escalonado, en el orchilobo (posiblemente el altar de sacrificios), lo

cual llevó a cabo seguido por su séquito en procesión solemne, acto que

conmovió a los mismos españoles. Correspondió al fraile mercedario Diego de

Agüero, único religioso de la expedición, hacer llover agua bendita sobre las

miles de cabezas de los nuevos conversos, quienes imitaron obedientes el

extraño rito al que se había sometido en apariencia su señor.


Toma de posesión de la Mar Dulce

Los españoles no se percataron de inmediato de la presencia del Lago, pero lo

descubrieron y tomaron posesión del mismo pocos días después: el lunes 12

de abril. Relata el escribano de la expedición San Juan de Salinas: “Allegóse

[González Dávila] a la costa de la dicha mar dulce”. Bebió agua —recogida en

mi sombrero—, con sus acompañantes —entre ellos el tesorero Cereceda y el

cura Agüero— hizo la toma y mandó al alférez alzar tres veces la bandera real,

diciendo: “Biba la muy católica cesárea majestad del emperador e rey nuestro

señor e rey natural de toda esta costa e mar dulce, descubierto e por descubrir

e posehedór de ella”. Al salir del agua, cortó con su espada las ramas de un

árbol vecino y arrancó algunas yerbas del suelo, en señal igualmente de

posesión y dominio; en seguida, los restantes peninsulares –dispuestos a

agredir a quien manifestase lo contrario—expresaron su disposición de

defender lo descubierto y poseído en nombre de la corona.

“Toba, toba, xuja”

Trasladándose seis leguas hacia el norte, a la “provincia” de Nochari —

integrada por seis pueblos—, González Dávila logró que se bautizasen 12,600

indios, y recibió 33,000 pesos en oro como tributo, según la cuenta el tesorero

Andrés de Cereceda.

Estando en Coatega, llegó a visitarle otro poderoso cacique: Diriangén,

acompañado de una comitiva deslumbrante. Diriangén no aceptó el bautismo

inmediato, sino que prometió volver a los tres días. Esto lo hizo el sábado 17 de

abril, a mediodía, para combatirlo. El jefe indígena fue vencido (indudablemente

por la superioridad de las armas), pero González Dávila tuvo que retirarse. Al
pasar por Quauhcapolca, los indios del cacique Nicaragua, ocultos, le

esperaban armados y lucharon contra las huestes conquistadoras desde las

once de la mañana hasta caer la tarde. Al fin solicitaron la paz, y el capitán

español se las concedió. Ellos le contestaron antes de que González Dávila

partiese: “teba, teba, xuja”: “está bien, ándate, vete en buena hora” y “Toya,

toya”, varias veces, que quiere decir “Anda, corre”. “Toya” funciona como

imperativo del verbo toyana que expresa la idea de rapidez. Le instaban, en

pocas palabras, a largarse. Evidentemente, ambos caciques combatieron, nada

más que en forma distinta.

La anterior resistencia fue confirmada por otro cronista de indias, pero en

lengua italiana: Girolamo Benzoni, quien vino a Nicaragua en 1546 y

permaneció aquí más de doce meses. En esa visita trató a otro cacique del

pueblo de Nicaragua, llamado don Gonzalo, que había sobrevivido a la etapa

sangrienta de la conquista, hablaba fluido castellano y se había bautizado.

Pues bien, Benzoni inserta el testimonio de don Gonzalo, o visión de los

vencidos, más un singular razonamiento sobre la bribonería conquistadora, ya

dentro de las concepciones cristianas. Tal razonamiento era la de un auténtico

converso y tan admirable como el de su antecesor, el cacique Nicaragua,

reconocido por los cronistas citados.

Conclusión, otros autores han dedicado su atención al Encuentro: pero no es

posible resumirlos esta vez. Basta concluir que nuestra tierra fue el único

escenario en el continente americano donde se dio un encuentro de indiscutible

dimensión filosófica.

2-Pensamiento filosófico del prócer Tomás Ruiz


Tomás Ruiz Romero (Chinandega, 1777 – San Cristóbal de las Casas, 1819)

fue un sacerdote y abogado nicaragüense, de origen indígena, considerado

como prócer de la independencia de Centroamérica.

La Rebelión de Tomás Ruiz fue contra el imperio español y su sistema

monárquico absolutista. Tras haber asimilado en su juventud las enseñanzas

de Fray Matías de Córdoba, como parte fundamental de su formación, se

enfrentó a la sociedad colonial luchando por los suyos y siendo obstaculizado,

frustrado en sus aspiraciones personales. Todo ello llevó a la acción,

convencido de su enérgica pasión republicana. Así, una vez capturada y

reducida a prisión, le decía en carta al rey: “… a pesar de su erróneo sistema

de gobierno…” lo que constituía un atrevimiento inaudito para la mentalidad

monárquica; propugnaba, por lo tanto, por otro sistema: el de la república, idea

liberal que lo condujo a la independencia. A pesar de su ideología política

avanzada, en el aspecto religioso era tradicional; es lo que se deduce de sus

actividades. Las ideas novedosas que, según un historiador costarricense le

costaron una suspensión canónica, no fueron de carácter doctrinal. De esta

manera se explica que en la relación del Deán Vílchez y Cabrera de 1807, no

se hubiera hallado “procesado, suspenso, irregular, excomulgado ni

entredicho”. No recibió ninguna represalia, pues, al promover el movimiento de

El Viejo dos años antes. Al parecer, tampoco existió en él ningún conflicto de

fe. Más bien fue un consumado teísta como lo prueban el examen de Filosofía

con sus discípulos del Seminario, en el que se refutaron las doctrinas de los

ateístas; y su sermón de gracias al Altísimo cuando le concedieron al mismo

establecimiento poder conceder grados menores; además expresó su

convicción de “esparcir el grano de la divina palabra”, como él mismo decía. En


el fondo era un clérigo colonial de ideas liberales. Sacerdote distinguido lo

llamado, a fines del siglo XIX, un historiador. Perteneciente al clero secular,

aparece en los documentos como sacerdote y presbítero del obispado de León,

Nicaragua, y desempeñaba sus funciones con auténtico celo apostólico. Bien

pudo haber influido, por consiguiente, su vocación evangélica en la acción

política radical que encabezaría. En él se advierte un proceso ideológico: su

mentalidad ilustrada formada en las aulas universitarias de Guatemala era la

base de su fe liberal. Para doctorarse en sagrados canónes, en 1804, había

hecho una apología del sistema monárquico, lo cual reveló que en ese año, al

menos públicamente, pasó por un fiel vasallo. Pero pronto dejaría de serlo. Así

lo probaría al año siguiente cuando realizó labor de confusión en el viejo contra

las autoridades coloniales iniciando su actividad política. Ahora bien: como ya

fue apuntado, no representaba a la clase indígena porque pertenecía a la capa

media alta urbana: mas pensaba reivindicarla. Comprendía la situación del

indio común y llegó a referir, con sus propias palabras, “el abatimiento en que

se hacen subsistir (a) los indios”. Y de todo ello tenía absoluta conciencia, no

obstante descender de indios nobles y ricos. La pena que pidió el fiscal de la

causa de Belén para él fue el garrote vil, patrimonio de hidalgos; en cambio la

horca, el presidio y el confinamiento fueron para el resto. He aquí, pues, a este

humanista recordemos el punto que defendió según la tarja de su licenciatura,

autor de literatura sacra y orador afamado por sus pláticas morales, expositor

de textos clásicos, catedrático de filosofía y vicerrector del seminario de León; a

este fundador de la universidad de la misma ciudad y reformista universitario,

divulgador de una corriente intelectual moderna y prócer de línea liberal de

Centroamérica. Y antes de que diga otra cosa por emplear las propias palabras
de Tomás Ruiz permitidme que os pregunte: ¿A qué se ha consagrado este

rescate definitivo de su memoria? A ningún otro objeto que a su virtud sólida.

Porque, como él mismo afirma en letras perdurables, "las dignidades y la

autoridad, que no van escoltadas por la virtud, podrán las más veces con

repugnancia conciliarse los respetos, pero jamás conseguirán que broten en los

corazones los deliciosos renuevos de un amor tierno . Las riquezas también

podrán atraer a su alrededor algún número de aduladores, pero los sensatos

les mirarán como unos monstruos, y los pobres los detestarán como verdugos

de la humanidad. Solamente la virtud tiene la preeminencia de conciliarse

verdaderos respetos, y un amor puro; sólo ella, encontrando el secreto de

conquistar los corazones, se forma imperios y erige monumentos que no tienen

otros términos y duración que la eternidad”. Y esta es la última razón por la cual

erigimos un monumento de gratitud y justicia a las ejemplarísimas virtudes de

Tomás Ruiz: un hombre que, viviendo todas las consecuencias de sus

convicciones y los ultrajes del martirio, venció a la muerte, proyectándose más

allá de su tiempo. Porque, como decía un antepasado, “la posteridad, si bien

tarda.

3-Filosofía en la poesía y prosas de Rubén Darío

Félix Rubén García Sarmiento, conocido como Rubén Darío, fue un poeta,

periodista y diplomático nicaragüense, máximo representante del modernismo

literario en lengua española.

Rubén Darío –claro está- no fue filósofo, ni formuló alguna teoría filosófica, ni

abrazó ninguna doctrina, a pesar de estar plenamente informado del

pensamiento filosófico universal. No obstante, aunque no se propuso llevar a


cabo una demostración teórica, no pudo dejar de transmitir en su poesía algún

substrato de visión organizada del mundo, en la medida que su poesía y sus

análisis críticos literarios estaban en contacto con la vida, e intentaban dar

cuenta de los fenómenos sensoriales. Sin embargo, estos atisbos de

conciencia filosófica, no se corresponden con una visión integral

coherente.Darío, abiertamente proclamó que no seguía ninguna teoría

filosófica. Querer atribuirle una visión conscientemente filosófica, es subestimar

la decisión intelectual de Darío de no adherir a ninguna teoría. Posiblemente,

en este aspecto, un investigador serio pueda rastrear en su obra artística una

influencia ecléctica, afín a su sensibilidad integradora de tendencias desde una

posición original que, además, Darío consideraba como una cualidad del

modernismo.

El señor Jorge Arellano, en un artículo publicado en la sección de Opinión de

EL NUEVO DIARIO, el sábado 10 de septiembre, intenta mostrar una vena

filosófica en Rubén Darío, para refutar al señor Salamanca, que sostiene que el

poeta era filosóficamente ingenuo y pueril.

De esta forma, cae Arellano en el mismo error de Salamanca. Con una

respuesta emocional cree refutarle, situándose en el envés de la misma

hipótesis falsa, que considera que un poeta es ingenuo y pueril si no adopta en

sus escritos una posición filosófica determinada. La poesía, como pensaba

Borges, tiene la función, no de instituir un orden en el caos universal que nos

rodea, sino, de referir metafóricamente la percepción del mundo por los cinco

sentidos, y de definir la naturaleza de la mente del poeta.

Más grave aún, Arellano toma aspectos de la poesía de Darío y los presenta

superficialmente como si se tratara de un pensamiento filosófico. Con lo cual,


se hace blanco, él mismo, de las críticas que Salamanca dirigiera erradamente

a Darío.

El juicio crítico de Darío no presenta una coherencia teórica, que a él, del resto,

no le importaba. Manifestaba Rubén: “Mi poesía es mía y en mí. El arte es una

armonía de caprichos”.

Arellano califica a Salamanca de diletante, como si lo acusara de un delito.

Todo intelectual es un diletante que ama el trabajo que hace y que enfrenta el

conocimiento del mundo con múltiples disciplinas (sin posibilidad de poseer

conocimientos profesionales, teóricos, sistemáticos, en todas ellas, como diría

Mauthner).

Darío mismo, entre una crítica literaria “científica” y otra “impresionista”, se

apunta por esta última. Así, exalta en la poesía de Mallarmé “la evocación de

sensaciones que solo percibimos en ciertos sueños. Sensaciones que un

momento antes ignoraba uno dentro de sí mismo”. Y añadía: “en vosotros está

la clave del enigma; vuestra alma ha de ser la reveladora pitonisa; y desde el

momento que pretendáis aplicar un método científico, o precisar la geometría

de esa arquitectura de ensueño, es preferible que cerréis el libro”.

Ya entrando en materia, escribe Arellano: “Lo fatal” es una descarga agónica

existencial. Una poesía de desesperanza. La obsesión de la muerte y el terror a

lo ignoto, integran la angustia. Hay un pánico a la muerte.

Resumido, así, por Arellano, “Lo Fatal” no sería más que la muestra de una

patología neurológica. Y si la poesía de Darío reflejara sólo eso, sería

ciertamente pueril.
En “Lo fatal”, escribe Darío: “No hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,

ni mayor pesadumbre que la vida consciente”. En esta poesía, no predomina el

pánico por la muerte (como piensa Arellano), sino, que Darío constata, con

pena, lo absurdo de la existencia humana (sinsentido, que luego detalla, desde

distintos ángulos contradictorios: las tentaciones de la carne, el rumbo incierto,

la temporalidad relativa, el misterio, la certidumbre de la muerte). Pero, no

desemboca ni en una agonía (como dice Arellano), ni en una salida al tedio,

como la que ofrece Schopenhauer. Más bien, hay, filosóficamente, una ataraxia

que subyace en el poema, una actitud estoica que elimina el miedo a la muerte

al participar el ser humano del logos cósmico, del destino o Fatum (que a

propósito coincide en latín con el nombre del poema).

Arellano llega, incluso, a sostener que en “Lo fatal” hay un asco vital que

anuncia algunos aspectos de La Nausée de Jean Paul Sartre. Con lo cual

desbarra totalmente el camino, en un doble sentido. Primero, porque Rubén, en

el poema, asume el destino humano. En él, la vida, dolorosa y penosa, no es

algo superfluo.

Segundo, porque la Náusea, para Sartre, no es un fenómeno individual, sino,

social. Sartre trata de las debilidades que acarrea para la existencia ser

miembro de la sociedad. Formar parte de un grupo y mantener una rutina, una

vida inalterable, monótona. La necesidad de un ser cercano, conforma también

una debilidad, como creer en un poder superior. Hay un temor a que con sus

propias obras el hombre acabe con su ser. Entonces, todo es contingente y

gratuito, y la misma idea de la vida ante una realidad superflua, provoca

náuseas. Lo que existe nace sin razón y muere por casualidad. El giro filosófico

que le da Sartre a la existencia en su relación con la realidad superflua, no


aparece ni de lejos en la poesía de Rubén que, no está de más repetir, no

sostiene ni pretende reflejar una teoría filosófica coherente.

Arellano asume la versión de Aceredo de que “Lo Fatal” conecta a Darío con la

filosofía de Schopenhauer. Asegura que Darío incluye una trágica

desesperación ante la realidad de la existencia humana, y un rechazo a la

inconsciencia (¿?). En los hechos, ni Schopenhauer, ni Darío (en el poema “Lo

Fatal”), caen en la desesperación ante la realidad humana. Ya hemos visto que

en este poema de Darío subyace, más bien, la ataraxia estoica.

En cuanto a Schopenhauer, éste manifiesta que la realidad cognoscible es la

voluntad de vivir, que corresponde a un impulso carente de fundamento y de

motivo, pero que se individualiza, para cada ser, en un mundo de dolor, de

guerra, de contradicción y de competencia.

Schopenhauer se opone a la vida, trágica, que considera como un malestar

continuo. El sufrimiento –para él- es esencial a la vida bajo la forma de un

deseo de felicidad siempre insatisfecho, que termina por caer en el

aburrimiento. Darío, en cambio, soñaba con el día venidero, en que el arte, al

calor del ideal, vestiría manto de llamas. Y el poeta podría romper el arpa

adulona de las cuerdas débiles.

Para Schopenhauer, prescindir de la sociedad es ya una gran felicidad. Darío

tan sólo lamenta vivir en la época que le tocó nacer. Schopenhauer es

profundamente misógino, ya que la mujer es la base de la perduración y

sobrevivencia de la especie. Para Darío, “la vida se soporta tan doliente y tan

corta, solamente por eso: roce, mordisco o beso. ¡Toda lucha del hombre va a

tu beso, por ti se combate o se sueña!”.


En la filosofía de Schopenhauer, nuestro propio yo se manifiesta como voluntad

de vivir. La vida oscila pendularmente entre el sufrimiento y el tedio. No hay

lugar, por consiguiente, para la desesperación. Pero sí para el tedio. Ya que es

el propio yo quien desea la felicidad, y quien sufre a consecuencia de la

insatisfacción (dado que la naturaleza sacrifica al individuo por la sobrevivencia

de la especie).

La base de la eudemonología, por lo tanto, es encontrar una forma inteligente

de anular la voluntad de vivir. Una ausencia de deseo, que Schopenhauer

promueve por medio de la contemplación. Y una forma de anular el tedio y

perder interés por la vida, que Schopenhauer encuentra en el arte. No hay

nada de estos conceptos de Schopenhauer a lo largo y ancho de la producción

de Darío que, más bien, en la mayoría de sus obras poéticas es hedonista

(busca el placer como razón de vida) y epicúreo (para quien la contemplación

carece de sentido). Para Schopenhauer, en cambio, el placer es sólo una forma

de aplacar un malestar, tanto en lo moral como en lo físico.

El señor Arellano cree, con la mayor ingenuidad, que con la abundancia de

términos filosóficos contradictorios asociados a Darío, refuta con más fuerza a

Salamanca. Y escribe:

Los poemas filosóficos de Darío expresan: la agonía existencial, la

desesperada conciencia de la muerte, la angustia de la existencia, la

temporalidad, la soledad humana, la nada, el no-ser…

Y, también, expresan lo contrario: la espiritualidad, la esperanza, el

epicureismo, el amor que vence a la muerte con felicidad, un más allá

indefinido, el problema divino, la aceptación de la muerte, la trascendencia…


Con lo cual, se demuestra, no sólo que Darío no adhería a ninguna teoría

filosófica, sino, porque clamaba con desesperación: “De las academias,

¡líbranos, Señor!”.

4- Pensamiento de A,C Sandino

Augusto Nicolás Calderón Sandino más conocido como Augusto César

Sandino, nació el 18 de mayo de 1895 en Niquinohomo, Nicaragua. Fue un

patriota y revolucionario nicaragüense, líder de la resistencia contra el ejército

de ocupación estadounidense en la primera mitad del siglo XX

Considerado como uno de los pilares de la sociedad nicaragüense, Augusto

César Sandino, no solamente luchó contra la intervención estadounidense, su

pensamiento político iba más allá, buscaba constituir un gobierno democrático,

honesto, progresista, que velara por los pobres en democracia y con leyes

apegadas por el Estado de derecho en Nicaragua.

En la búsqueda de ese gobierno honesto, Sandino, el general de hombres

libres, se unió a los hombres más honrados, íntegros y de mentalidad

progresista de ese entonces y no a los más conservadores y retrógrados,

formando una coalición con los intelectuales, los estudiantes, los campesinos y

los obreros.

Influenciado por teorías libertarias y anarcodindicalismo estaba a favor de

separación de poderes, estado de derecho, y elecciones libres.

Separación de poderes: En sus escritos y acciones queda claro que Sandino

estaba a favor del principio de la separación de poderes. En una carta fechada

el 24 de mayo de 1927 dijo: “Considerando que las bases propuestas y


aceptadas por el General José María Moncada no garantizan la paz y la

tranquilidad del país bajo la presidencia de Don Adolfo Díaz, contando, como

en realidad cuenta, con una mayoría elegida por él mismo en el Congreso,

Senado y Corte Suprema, y que con el tiempo daría ocasión a nuevos

vejámenes para el Partido Liberal y nueva guerra civil…”. En esta cita se nota

que no estaba de acuerdo con que un partido controlara todos los poderes del

Estado.

Sandino creía que este era el origen de las guerras civiles en Nicaragua:

cuando todos los poderes del Estado están en manos de un solo partido, este

tiende a cometer vejámenes contra la oposición, lo que causa que ésta a su

vez se alce contra el partido en el gobierno.

Además, no solo en teoría Sandino estaba de acuerdo con la separación de

poderes, en la acción también. Sandino firmó el Convenio de paz y respetó el

orden establecido que presidía Juan Bautista Sacasa. En ese entonces la

constitución vigente, que Sandino respetó y decía que debía respetarse, era la

Non Nata de 1913, que era producto de la ocupación norteamericana que

pretendía implantar el modelo democrático-liberal y representativo de EEUU en

Nicaragua. En ella se establecía la separación de poderes.

El Estado de derecho: El respeto a la ley y la Constitución es una constante en

el pensamiento de Sandino. En 1926 él regresó a Nicaragua y se unió a los

liberales que se habían levantado contra los conservadores, en lo que se llamó

la Guerra Constitucionalista porque querían que se cumpliera con la

Constitución vigente. El detonante de este levantamiento fue la violación del

orden constitucional por parte de Emiliano Chamorro que derrocó al gobierno

libero-conservador de Carlos Solórzano (conservador) y Juan Bautista Sacasa


(liberal) en el golpe de Estado conocido como El Lomazo. Carlos Solórzano

sucumbió al golpe de Estado de Emiliano Chamorro y renunció, pero Sacasa

no, y por lo tanto, según la Constitución, era a él a quien le correspondía la

presidencia.

Como Emiliano chamorro no quería abandonar el poder, los liberales se

levantaron en 1926 para restaurar la Constitución, que en este caso significaba

instaurar a Sacasa en la presidencia. Sandino se integró a esa lucha.

Más tarde, su lucha por respetar la Constitución lo llevó a enfrentarse a

Anastasio Somoza García. Esta confrontación, que selló su destino, ya que a

raíz de ella Somoza decidió asesinarlo, fue sobre la legalidad de la Guardia

Nacional, que era producto de la ocupación norteamericana, y que, según

Sandino, no era constitucional. En la carta que le envió al presidente Sacasa el

19 de febrero de 1934, Sandino le insistió en que la Guardia Nacional debía

constitucionalizarse: “”que reglamente la forma y procedimientos de la Guardia

Nacional, de acuerdo con la Constitución Política”. Para Sandino la

constitucionalización de la Guardia Nacional significaba que esta se sujetara al

presidente de la república, que era un civil. Sandino seguramente tenía miedo

de que la Guardia, con un poder autónomo, no le obedeciera al presidente

legítimo, como corresponde en una democracia liberal. Como los

acontecimientos posteriores lo demostraron, Somoza no estaba dispuesto a

obedecer a una autoridad civil ni a seguir la ley.

El Convenio de paz que Sandino aceptó, mencionó el respeto a la Constitución

y leyes fundamentales de la república: “los que suscriben el presente pacto

convienen en señalar, como punto capital de sus respectivos programas

políticos, el respeto a la Constitución y leyes fundamentales de la República…”


En una entrevista publicada en La Prensa el 18 de febrero de 1934

dijo…”pagaré los impuestos para sostener al Estado siempre que la Guardia

esté incluida dentro del marco de las leyes”. Esto lo dijo después de haber

aceptado el Convenio de Paz, y es una clara posición de que iba a cumplir sus

deberes de ciudadano e iba a respetar las leyes de la república.

Sandino reconoció que la Constitución bajo la cual iba a vivir no era la mejor

porque era “hija legítima de la Intervención Norteamericana”, pero esperaba

que “el partido naciente Autonomista”, al que él pensaba unirse, pudiera

“elaborar plesbiscitariamente la Constitución para los nicaragüenses”.

Derechos del individuo: Una de las partes más controversiales de la lucha de

Sandino contra la intervención norteamericana fue la de los abusos cometidos

contra la población. Como liberal, Sandino creía que los individuos tenían

derechos inalienables. El artículo 5 del documento que firmaban los que

querían integrarse a su ejército decía claramente que se “debían respetar todos

los derechos de los ciudadanos”. El artículo 6 de los estatutos del EDSNN,

conocidos como Pauta para la organización del Ejército Defensor de la

Soberanía Nacional, dice: “A todo Jefe de Operaciones le está prohibido

estrictamente hostilizar a los pacíficos campesinos, así como lanzar préstamos

forzosos…”

La importancia del respeto a los derechos de los individuos no solo lo expresó

en ese documento. En uno de sus informes dijo: “…nuestra administración,

basada en la más pura democracia, pues aun a nuestros mismos enemigos

concedemos toda clase de garantías en sus personas e intereses”.


Ahora, es cierto que Sandino, como jefe militar en tiempo de guerra, le quitó

algunos derechos constitucionales a los que apoyaban a los invasores (los

marinos norteamericanos también lo hicieron; los presidentes Abraham Lincoln,

Franklin Delano Roosevelt y George W. Bush también lo hicieron hasta con

ciudadanos norteamericanos). En el documento titulado Acuerdo sobre los

traidores a la patria, fechado el 14 de noviembre de 1927, Sandino dijo que

respetaría los derechos de nacionales y extranjeros, siempre que no apoyaran

a los invasores. Esa parece ser haber sido la línea divisoria: por un lado, los

que apoyaban a Sandino tenían todos los derechos; por el otro, los que

apoyaban al enemigo no tenían ningún derecho. Esta fue una de las

debilidades de su lucha y de su visión, una que le hizo perder apoyo en

algunos sectores de la población.

Sandino estaba consciente de ese problema. José Román en Maldito país dijo

que Sandino le había dicho que “para Nicaragua esta fue una guerra de

desolación, pues ambos bandos nos empeñábamos en aniquilarnos”. Bill

Gandall, uno de los marinos que estuvo en Nicaragua en la lucha contra

Sandino en los años treinta, reconoció que los marinos de Estados Unidos

cometieron atrocidades.

Según Sandino, los invasores y la Guardia Nacional, que decían que luchaban

por una democracia liberal, no tenían el valor ni la dignidad de aceptar

responsabilidad por sus atrocidades; por lo menos, él sí tenía “valor y dignidad

de confesar lo brutal de nuestros procedimientos, y sobre los cuales, si bien no

hay explicación sí hay justificación”.

Libertad de expresión y prensa: De la libertad de expresión y prensa no dijo

mucho. En su Estado Mayor practicaba la libertad de expresión, permitiendo a


sus miembros que hablaran en completa libertad. Urbano Gilbert en su libro

Junto a Sandino cuenta lo que pasó cuando él disintió en una reunión del

Estado Mayor. Mientras que otros miembros del Estado Mayor lo tildaron de

traidor, Sandino lo escuchó y lo elogió por su sinceridad y por sus servicios al

EDSNN. No hubo represalias contra él.

A Carleton Beals, el periodista norteamericano que lo entrevistó por cuatro

horas, Sandino le dijo que estaba en libertad de publicar lo que que quisiera. Al

periodista Nicolás Arrieta le dijo que una vez firmada la paz pensaba publicar

un periódico para difundir los ideales de su movimiento. Como Sandino no

quería ser dictador, él asumía el reto de competir en un espacio abierto para

hacer llegar sus ideas al pueblo, o sea, que no pensaba imponer sus ideas por

la fuerza. Es un testamento de que creía en la libertad de prensa.

Rendición de cuentas: Sandino era accesible a la prensa, daba entrevistas a la

prensa nacional y extranjera, y tenía una política de rendir informes sobre el

estado de la lucha. Cuando el periodista Carleton Beals lo entrevistó, Sandino

le mostró su libro de gastos. Beals dijo: “Me mostró el libro de gastos. Todo lo

que gastamos figura aquí,” le dijo Sandino a Beals.

Como el mismo Sandino dijo, la apertura era su conducta oficial: “En los

Convenios de Paz no queda ningún pacto secreto, porque no entendemos la

política de puertas cerradas…”

Elecciones libres y honestas: Sandino creía que el soberano debe ser el pueblo

y que la voluntad del soberano se expresa en elecciones libres y honestas. En

el Manifiesto al pueblo de Nicaragua sobre las elecciones dijo: “El pueblo es


soberano y debe respetársele su derecho a elegir sus gobernantes y por esto

luchará (el EDSNN) sin descanso para hacer efectivo ese derecho”.

Este es un resumen corto sobre las ideas que tenía Sandino de cómo

estructurar un régimen democrático en Nicaragua. Sandino dijo una vez:

“entregaremos las armas solamente a un gobierno liberal”. El establecimiento

de una república democrática-liberal era una de las metas de su lucha. Se sabe

que Sandino no era marxista-leninsta, es decir, que no estaba de acuerdo con

el establecimiento de un partido único y con la estatización de la economía.

5- Pensamiento filosófico de Alejandro Serrano Caldera

En los últimos 30 años en Nicaragua ha aumentado exponencialmente la

cantidad de pintores y de obras producidas. Y esto debería ser muy bueno,

porque lentamente se debería crear una base sólida de sana competencia

profesional y espiritual para lograr calidad en las artes plásticas nacionales.

Pero lastimosamente existen dos tipos de obstáculos que impiden el desarrollo

de las artes plásticas nicaragüenses, uno de carácter idiosincrásico propio de

nosotros los nicaragüenses y el otro de carácter histórico/político, ambos muy

bien descritos por nuestro más grande pensador Alejandro Serrano Caldera.

Filósofo, jurista, ensayista, escritor y educador. Ha sido profesor universitario

desde 1965. A lo largo de su trayectoria, ha ocupado los cargos de rector de la

Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, Managua, presidente del

Consejo Nacional de Universidades y presidente del Consejo Superior


Universitario Centroamericano. Es miembro de la Academia de Geografía e

Historia de Nicaragua (AGHN).

Ha publicado más de cuarenta obras en filosofía, derecho y ciencias políticas.

Entre sus títulos, destacan El derecho en la Revolución (1986), Entre la nación

y el imperio (1988), Del tiempo y sus metáforas (1996), Todo tiempo futuro fue

mejor (1998), Voces, imágenes y recuerdos (2000) y Meditaciones (2003).

El notable catedrático de Masaya, cuenta con una obra amplia y substantiva

que se enriquece conforme a sus continuas contribuciones, y

fundamentalmente al interés ascendente que despierta en universidades,

círculos de intelectuales y fuerzas de izquierda comprometidas con la

transformación social. Sin un esquema preconcebido su propuesta teórica se

estructura, desde múltiples perspectivas de análisis y disciplinas. Entre otras

influencias evidenciadas en su producción intelectual, se destacan la presencia

de la filosofía francesa y alemana contemporánea, a través del existencialismo

de Jean-Paule Sartre, con mayor hondura las contribuciones filosóficas-

literarias del argelino Albert Camus y la Escuela de Fráncfort a través de la

teoría crítica de Herbert Marcuse. Una de las raíces más profundas, expresada

como fuente teórica esencial de su quehacer se encuentra en el

contractualismo, ubicado en la valiosa producción del ginebrino Jean-Jacques

Rousseau. Como argumenta Andrés Pérez Baltodano, él forma parte de una

vieja, pero desgraciadamente débil tradición política contractualista en

Nicaragua (…) a la que le da forma filosófica y enriquece teórica y

políticamente (Pérez, A. 2016, 8).

Sobresalientes que identifican la construcción y desarrollo de su quehacer

filosófico pueden encontrarse que: participa de las corrientes y tendencias de


pensamiento progresistas del último tercio del siglo XX sin adherirse o

autoidentificarse propiamente con alguna de ellas. El profesor universitario

contribuye con los análisis y debates sobre la dependencia y el desarrollismo

en el hemisferio; converge con ideas y concepciones de la filosofía de la

liberación; evidencia el alcance de la teoría de Marx, sus posibles aplicaciones

y desarrollos en torno a la enajenación, la libertad y la dialéctica en contextos

periféricos; critica la filosofía postmoderna que se muestra indiferente ante el

despojo del capitalismo de fin de siglo; enjuicia el neoliberalismo y advierte

posibles alternativas ante las condiciones concretas nicaragüenses y

latinoamericanas.

El filosofar de Serrano Caldera se resiste a ser encasillado o acomodado en

una u otra corriente de pensamiento filosófico y social contemporáneo. Más

que una intención explícita por pretender elaborar una propuesta original y

llamativa, se encuentra movido por las carencias vitales no resueltas del

hombre en estas tierras, que constituyen sus propias necesidades humanas.

Sostiene en una entrevista realizada por Andrés Pérez Baltodano: leo y escribo

sobre los temas que siento necesidad de desarrollar o simplemente de

expresar, sin tener en cuenta otro tipo de consideraciones. La obra que hasta el

día de hoy he escrito no ha obedecido a un plan sino a una necesidad interior

(Pérez, A. 2014b, 357).

Por ese camino que dicta las exigencias de la realidad más que la preferencia e

identificación con un sistema o corriente filosófica, partido o movimiento de

ideas, encuentra y desarrolla una filosofía propia, fecunda y auténtica. Sin

embargo, existe una causa más profunda que determina su no adhesión a

programa metapolítico o filosófico moderno y contemporáneo. Alejandro


Serrano se rebela contra los proyectos y programas totalizadores hegemónicos

enfocados en soluciones que en su realización inmediata anulan o aplastan al

ser humano y su capacidad de emanciparse como lo son el Estado-partido y el

mercado, por citar las fundamentales del mundo contemporáneo. Se trata de

una actitud personal que hace de su elaboración teórica un instrumento

cosmovisivo liberador socializado a través de medios de comunicación,

espacios de conferencias, publicaciones en artículos periodísticos y

especializados.

El activista social rechaza todo cuanto en acto o en potencia puede aprisionar

su libertad y sumergirlo en la enajenación o el ostracismo político en los que

vive la mayor parte de la población mundial en la actualidad. Sitúa al ser

humano, en su propia circunstancialidad viva e históricamente determinada, sin

distinciones que puedan incorporar patrones de discriminación, exclusión o

cosificación, como referente central de máxima densidad en su elaboración

teórica. Su punto de partida consiste en el reconocimiento de las diferencias

naturales, históricas y culturales entre los que conforman desde la

individualidad, o la particularidad de grupos específicos, nuestra especie.

El universo humano es siempre heterogéneo y múltiple, nunca monolítico o

unidimensional, no sólo por la disposición natural geo-climatológica o física,

también se da en cierta medida por la voluntad –legítima y soberana- de

comunidades y de sujetos específicos por mantener rasgos identitarios propios

que los diferencien de otros, mediante los cuales se garanticen su plena

realización individual y colectiva. La afirmación de esta pluralidad explícita y la

conformidad identitaria con ser otro se convierte en condición sine qua non
para la construcción de una libertad que no consagre los derechos de otros a

ser, a hacerse como entes libres, plenos y reconocibles en su propia historia.

La diferencia no reconocida e incorporada al mundo institucional deja a

grandes mayorías latinoamericanas en el desamparo de la marginación y

exclusión social. El latinoamericano no es discriminado exclusivamente por su

condición de ser pobre o vivir en una reproducción de la miseria que asfixia sus

potencialidades. Su descalificación como ser humano es irreductible al

sometimiento por la relación trabajo capital que determina el lugar que ocupa

ante una distribución internacional de la riqueza que lo enajena de la

posibilidad de humanizar su medio, sus energías naturales e impulsos más

básicos. Su identidad fracturada e inconclusa por el atropello civilizatorio es

contentiva de su condición de indígena, negra, blanca y mestiza, con lenguas

propias o impuestas reconfiguradas a la luz de códigos propios y de la

existencia de un universo mágico religioso en el que confluyen espíritus,

tradiciones y prácticas de todo el mundo, constituidos como núcleos que nos

definen devenidos en referentes de otredad excluida.

Alejandro Serrano Caldera, orienta su quehacer teórico hacia la búsqueda de

referentes que viabilicen las condiciones de posibilidad para reconstruir la

nación nicaragüense. Su fecunda obra, todavía por ser aprehendida en su

totalidad, encuentra en las difíciles y precarias circunstancias vitales del ser

latinoamericano su punto de partida y su objetivo final.

5.1 teóricos de un filosofar descolonizador en torno a la nación.

El primero de estos ejes, unidad en la diversidad, se erige en un conjunto de

concepciones fundamentadas en el cuestionamiento del ser humano entendido


como un producto acabado, homogéneo histórica y culturalmente. Esta

negación dialéctica lo conduce al reconocimiento y asunción de la

heterogeneidad humana como rasgo esencial de su ser, la identidad es

siempre la identidad de otros, se construye en y desde la diferencia, que

pueden o no compartir comunidad de particularidades constitutivas, sin que

estas se erijan en claves para la exclusión y la discriminación. Como bien

argumenta Pablo Kraudy, la unidad en la diversidad es una categoría de

carácter praxiológico y metodológico que da cuenta del sentido de

universalidad, la que el autor –Alejandro Serrano- emplea para interpretar la

realidad sociopolítica, en todo su espectro y dimensiones, así como para la

interpretación de las creaciones y procesos culturales, considerados en la

pluralidad de sus formas y géneros.

El otro de los núcleos teóricos referenciales, presentes en el pensamiento

filosófico de Alejandro Serrano Caldera, para construir y reanimar la nación

radica –como se ha apuntado anteriormente- en lo que denomina como un

plano de coincidencias mínimas. Para hacer coincidir los intereses de

diferentes clases y grupos sociales tendencialmente antagónicos, los que

reducen sus vínculos en la reafirmación categórica de sus inconexiones, o en la

supremacía de unos ante otros, es imprescindible situar una base de

confluencias elementales, que partirá inevitablemente del encuentro minucioso,

gradual y proporcionado entre estos grupos humanos. Este complejo de

confluencias básicas irá abordando, en primera instancia, problemas simples

de necesaria resolución entre factores diferentes de la sociedad.

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