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Nicaragua, estabilidad en una

región desequilibrada

Por Stephen Sefton | 18/11/2022 | América Latina y Caribe


Fuentes: Tortilla con Sal

Las victorias electorales de Gustavo Petro y de Inácio Lula da Silva este año en Colombia

y Brasil han alentado muchas esperanzas sobre el desarrollo de un nuevo fuerte impulso

hacia la plena emancipación de América Latina y el Caribe. La reciente reapertura de

relaciones entre Colombia y la República Bolivariana de Venezuela ha reforzado ese

optimismo, junto con el probable pronto abandono del fracasado impostor Juan Guaidó por

sus amos estadounidenses, quienes en la práctica ya aceptan la legitimidad del gobierno

del Presidente Nicolás Maduro. De igual manera se espera que el próximo gobierno de

Lula de Silva en Brasil va a adoptar políticas que promueven más activamente el desarrollo

económico regional.

Pero a nivel general en América Latina y el Caribe, la influencia reaccionaria imperialista

de las élites corporativas de Estados Unidos y su gobierno sigue sofocando el libre

desarrollo de la región por medio de la agresiva injerencia directa y el siniestro control

económico indirecto. En relación a este poder neocolonial económico de Estados Unidos,

la Conferencia sobre el Comercio y el Desarrollo de las Naciones Unidas (UNCTAD) ha

explorado en su Informe de Comercio y Desarrollo de este año qué implica el fin de las

bajas tasas de interés de los bancos centrales occidentales que duraron más de una

década hasta el fin de 2021.

Durante ese período, los gobiernos de muchos países en vías de desarrollo asumieron

niveles de deuda relativamente altas. Algunos gobiernos asumieron más deuda todavía

entre 2020 y 2022, principalmente para poder manejar mejor las dificultades causadas por

las medidas internacionales implementadas contra el COVID-19 y también para comprar

vacunas. Ahora, los bancos centrales occidentales están subiendo sus tasas de interés,
supuestamente para controlar la inflación. Sin embargo, el éxito de tales medidas está en

cuestión dado que las principales causas de la inflación a nivel internacional este año no

han sido un exceso de demanda o de aumentos salariales, sino limitaciones en la oferta y

el suministro de bienes a nivel mundial.

Al problema de la inflación también ha contribuido el aumento de los márgenes de

ganancia de las grandes empresas a nivel nacional e internacional, lo cual ha inflado los

precios a veces por un 40% or hasta 50%. Estos problemas en la economía global se han

complicado más todavía con la operación especial militar rusa en Ucrania y las

contraproducentes medidas de coerción occidentales contra la Federación Rusa, las

cuales han afectado seriamente a las mismas economías occidentales que las aplicaron.

En general, los países con niveles de endeudamiento relativamente altos van a tener

problemas por motivo tanto de los mayores pagos de interés como por motivo de la fuga

de inversiones y capitales, especialmente hacia los mercados financieros de Estados

Unidos.

Al fin de octubre de este año el valor del dólar estadounidense había ganado 22% contra el

yen de Japón y 13% contra el Euro. El aumento del valor del dólar en los mercados

internacionales complica todavía más la situación de las economías nacionales de los

países en vías de desarrollo. Esta realidad es otra expresión de cómo la dominación

occidental de la economía mundial y su orden financiero drásticamente limitan las

posibilidades de los países del mundo mayoritario de desarrollar sus economías. Y a pesar

de los avances hacia un mundo multipolar con mayores opciones comerciales y

financieras, gracias principalmente a China, las naciones de regiones como África o

América Latina y el Caribe siguen sujetas al dominio neocolonial de Estados Unidos y sus

aliados.

Esto provoca un dilema para las y los dirigentes socialdemócratas de América Latina y el

Caribe. Puede ser que favorecen políticas progresistas de la integración regional que

permiten actividad económica en mayor escala y mayor intercambio comercial dentro de la

región. Pero siempre sienten que tienen que estar atentos a lo que desean las autoridades

estadounidenses y europeas y los dueños corporativos de aquellos gobiernos. Esta


realidad se refleja en mayor o menor grado en el comportamiento de dirigentes como Lula

da Silva, Andres Manuel López Obrador, Alberto Fernández, Gustavo Petro y Gabriel

Boric, por ejemplo en la imprudente, incoherente e inoportuna invitación de parte de

Gustavo Petro al Comando Sur estadounidense y hasta la OTAN de intervenir para

proteger la Amazonia.

Dentro de este contexto regional las múltiples contradicciones a nivel nacional en países

como Argentina y Brasil, tienden a reflejarse también en las políticas externas de sus

gobiernos. Argentina ha solicitado acceder al grupo de BRICS a la vez que sigue sujeta a

las condiciones neoliberales impuestas por el Fondo Monetario Internacional por motivo

del acuerdo de endeudamiento negociado por el corrupto gobierno anterior de Mauricio

Macri. Al mismo tiempo que las relaciones de los países de la región con China han

avanzado de manera bastante positiva, siguen participando en la Organización de Estados

Americanos a pesar de su naturaleza y comportamiento como herramienta neocolonial al

servicio de Estados Unidos. Solo Cuba, Nicaragua y Venezuela la han rechazado.

Esta claro que la política regional de Estados Unidos consiste en debilitar la capacidad de

defensa de la soberanía nacional de los países de la región por medio de múltiples tipos

de injerencia. Su meta es de provocar un ambiente de crisis y polarización en América

Latina y el Caribe, lo cual facilita su control e influencia económico, cultural, político y hasta

jurídico. Esta constante injerencia multifacética de Estados Unidos, sea directa por medio

de sus militares, diplomáticos, corporaciones y banqueros o por medio de las acciones de

sus diversos aliados locales, ha provocado inseguridad, violencia e inestabilidad política en

muchas países de la región.

En Ecuador y Haití, hay violencia aguda y un colapso de la autoridad de sus gobiernos. En

Perú, el gobierno de Pedro Castillo ha sido paralizado por una guerra institucional y

jurídico de parte de la oposición. Brasil también está altamente polarizado. Lula da Silva

ganó las elecciones con un margen de votos muy pequeño, apoyado por una coalición con

muchas diferencias internas. Al asumir el gobierno, tendrá que enfrentar una legislatura

dominada por la oposición en un país donde la mayoría de sus estados componentes

también serán gobernados por la oposición.


Argentina tendrá elecciones nacionales el próximo año en un ambiente de mucha

incertidumbre lo cual favorece a la derecha, que logró un avance importante al fin de 2021

ganando control del senado en las elecciones legislativas. En Bolivia la violenta oposición

racista en Santa Cruz sigue promoviendo acciones golpistas contra el gobierno de Luis

Arce. En Chile, Gabriel Boric no ha podido formular un proyecto de nación capaz de

enfrentar y vencer la interminable guerra de clase de la derecha, un fracaso político

expresado en la derrota de la propuesta para una nueva constitución. Con matices

diferentes, estos mismos patrones de polarización, inestabilidad e inseguridad tienden a

caracterizar a México, Guatemala, Honduras y El Salvador.

Cuba sigue de pie como modelo indomable de la defensa de la dignidad nacional pero su

población sufre extremadamente como resultado del despiadado bloqueo genocida

estadounidense. El gobierno bolivariano del Presidente Nicolás Maduro y el pueblo

venezolano han superado los peores impactos de las innumerables medidas coercitivas

ilegales, sabotajes e intentos de magnicidio por los Estados Unidos, la Unión Europea y el

gobierno colombiano de Iván Duque. Pero tomará tiempo para lograr la plena recuperación

de su economía y sociedad después de más de una década de salvaje agresión

occidental, la cual sigue vigente, como demostró la reciente renovación por la Unión

Europea de sus ilegales medidas coercitivas contra Venezuela.

Son pocos los países políticamente, económicamente y socialmente estables en la región.

Entre los países del sistema centroamericano, República Dominicana, Costa Rica,

Panamá y, especialmente, Nicaragua muestran los mayores niveles de estabilidad.

Nicaragua lo ha logrado a pesar de las persistentes agresiones de Estados Unidos y sus

aliados. Su sociedad y economía asimilaron en poco tiempo las graves secuelas

económicas del fallido intento de golpe de 2018 organizado y dirigido por Estados Unidos y

algunos países de la Unión Europea. Prácticamente las habían superado cuando inició el

Covid-19 en 2020, lo cual también superó con destacado éxito,

De igual manera ha logrado ajustar su economía a las sucesivas medidas coercitivas

ilegales norteamericanas y europeas de los últimos cinco años, logrando en 2022 un

crecimiento de su producto interno bruto superior al 5%, entre los más altos de América
Latina y el Caribe. Las elecciones municipales del pasado 6 de noviembre probaron que

Nicaragua ha logrado una cohesión y unidad política y social con paz y seguridad

ciudadana que siguen siendo un sueño lejano para lo demás de América Latina. Junto con

los procesos revolucionarios de Cuba y Venezuela, el Pueblo Presidente de Nicaragua

defiende la dignidad nacional y soberana y promueve la emancipación e integración de la

región en un mundo multipolar, sin ninguna ilusión que las genocidas élites

norteamericanas y europeas van a ceder de manera voluntaria un ápice de su poder

económico.

Fuente: https://www.tortillaconsal.com/bitacora/node/833

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