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El patrimonio como prenda general y los derechos de los acreedores 525

B) Medidas reconstitutivas del patrimonio del deudor

Al lado de los medios conservatorios estudiados previamente, exis-


ten otras acciones a disposición de los acreedores, conocidas como
reconstitutivas. Estas tienen cabida ante el efectivo deterioro de la
prenda general, cuando el patrimonio se ha desintegrado en razón de
uno o más actos de disposición de bienes de parte del deudor, hasta tal
punto que este queda insolvente, es decir, sus activos son insuficientes
para pagar sus pasivos, situación que indudablemente va en perjuicio
de los intereses de los acreedores.
Las acciones referidas buscan dejar sin efecto actos de disposición
realizados por el deudor y pretenden, cumplidos los requisitos legales
y mediante un proceso declarativo, recuperar uno o más bienes que han
sido desplazados fuera de la prenda general que sirve de garantía para
pagar sus obligaciones.
Las principales medidas reconstitutivas son:
• La acción pauliana;
• La acción de simulación, y
• Las acciones revocatorias en el proceso concursal.
Aunque estas medidas especiales son objeto de estudio detallado en
un capitulo posterior, las enunciaremos de manera general:
a) La acción pauliana. Esta acción es de creación legal y está previs-
ta en el artículo 2491 del Código Civil. Sus titulares exclusivos son los

págs. 315-318.), 26 mayo 1936 (M. P. Antonio Rocha, “G. J.”, t. xliv, núms. 1914-1915,
págs. 50-57), 23 septiembre 1938 (M. P. Juan Francisco Mújica, “G. J.”, t. xlvii, núm.
1941, pág. 240 y ss, 27 octubre 1938 (M. P. Liborio Escallón, “G. J.”, t. xlvii, núm. 1942,
págs. 307 y ss.), 25 agosto 1953 (M. P. Alfonso Márquez Páez, “G. J.”, t. lxxvi, núm.
2133, págs. 83 y ss.), 28 agosto 1958 (M. P. Arturo Valencia Zea, “G. J.”, t. lxxxviii,
núm. 2199, págs. 672 y ss.), 19 diciembre 1959 (M. P. Gustavo Fajardo Pinzón, “G. J.”,
t. xci, núms. 2217-2219, págs. 898 y ss.), 3 mayo 1961 (M. P. José Hernández Arbeláez,
“G. J.”, t. xcv, núm. 2240, págs. 812 y ss.), 6 mayo 1969 (M. P. Enrique López de la
Pava, “G. J.”, t. cxxx, núms. 2310-2312, págs. 78 y ss.), 8 agosto 1972 (M. P. Germán
Giraldo Zuluaga, “G. J.”, t. cxliii, núms. 2358-2363, págs. 38 y ss.), 26 agosto 1986
(M. P. José Alejandro Bonivento Fernández, “G. J.”, t. clxxxiv, núm. 2423, págs. 199
y ss.), 21 julio 1993 (M. P. Carlos Esteban Jaramillo Schloss, exp. 3737, “G. J.”, t.
ccxxv, Primera parte, núm. 2464, págs. 138 y ss.), 17 mayo 1995 (M. P. Carlos Esteban
Jaramillo S., exp. 4137, “G. J.”, t. ccxxxiv, núm. 2473, págs. 660 y ss.), 15 junio 1995
(M. P. Rafael Romero Sierra, exp. 4398, “G. J.”, t. ccxxxiv, núm. 2473, págs. 848 y ss.),
31 marzo 1998 (M. P. Jorge Antonio Castillo Rugeles, exp. 4674, “G. J.”, t. cclii, núm.
2491, págs. 695 y ss.) y 18 agosto 2000 (M. P. Carlos Ignacio Jaramillo Jaramillo, exp.
5519, en http://www.lexbasecolombia.net)
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acreedores, por lo cual solo puede instaurarse por un demandante que


pruebe tener uno o más créditos exigibles contra el deudor. La acción
pauliana procede contra actos del deudor al cual no se le ha abierto aún
proceso concursal, de manera que aquel conserva la libre administra-
ción de sus bienes. Con esta acción se pretende que judicialmente se re-
voquen actos fraudulentos de disposición que ha realizado el deudor y
que tienen como efecto la desmejora de la prenda general en perjuicio
de los acreedores.
La norma citada establece como requisitos de la acción los siguien-
tes: tratándose de actos onerosos42, que se alegue y se pruebe 1) el
perjuicio al acreedor (eventus damni) y 2) el fraude pauliano o consilio
fraudulento (consilium fraudis). Para el caso particular de la acción
pauliana, el perjuicio consiste en que los activos del deudor resulten in-
suficientes para satisfacer la respectiva acreencia. Por su parte, el frau-
de o consilio fraudulento requiere que en el acto oneroso en cuestión
sean de mala fe tanto el deudor otorgante y el adquirente, es decir, que
ambos conozcan el mal estado de los negocios del primero.
Cuando el acto de disposición se ha celebrado a título gratuito según
la definición del artículo 1497 del Código Civil43, la ley exige para la
procedencia de la acción: 1) el perjuicio a los acreedores (eventus dam-
ni) y 2) el fraude pauliano que se contrae a la mala fe del deudor, que
lleva a cabo el acto conociendo el mal estado de sus propios negocios.
Es decir, cuando se trata de actos dispositivos a título gratuito sin nin-
guna contraprestación en favor del deudor, no se requiere probar mala
fe de parte del tercero adquirente.
El fraude pauliano no se equipara al dolo como vicio de la voluntad
(C. C., art. 1515) ni al que se predica en el artículo 63 del Código Civil
como intención de causar daño a otro en el ámbito de la responsabilidad
civil. Para la acción pauliana, basta que el deudor sepa que la realiza-
ción del acto dispositivo va a generar o incrementar su insolvencia y
en razón de ello es consciente de que habrá un perjuicio para sus acree-
dores.

42
De acuerdo con el art. 1497 del C. C., el contrato se califica como oneroso cuando
tiene por objeto la utilidad de ambos contratantes, gravándose cada uno a beneficio del
otro. En el num. 1 del art. 2491 del C. C. se incluyen negocios jurídicos como ventas y
permutas; además la constitución de gravámenes sobre bienes del deudor como hipo-
tecas, prendas y anticresis.
43
“El contrato es gratuito o de beneficencia cuando [...]”. El num. 2 del art. 2491 del
C. C. enumera a título ilustrativo, las donaciones, remisiones y pactos de liberación a
título gratuito.
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Así las cosas, no procederá la acción pauliana en aquellos casos en


los cuales los activos disminuyan en virtud de actos voluntarios rea-
lizados por el deudor, pero conservando este en su patrimonio bienes
embargables en cantidad suficiente para atender los créditos a su cargo.
Aunque la norma expresa que los referidos actos pueden “rescin-
dirse”, no se trata de una nulidad sino de una revocación; es decir, el
negocio no adolece de causal alguna de nulidad y por lo mismo puede
subsistir hasta donde sea necesario para que el acreedor accionante
pueda cobrar su obligación. La revocación será total si el valor de la
obligación es igual o superior al del acto impugnado, o parcial, en caso
contrario. En este último evento, el negocio subsiste en el saldo.
El plazo concedido a los acreedores para intentar la acción pauliana
o revocatoria es de un año, contado desde la fecha del respectivo acto o
contrato, de acuerdo con el último inciso del artículo 2491 del Código
Civil.
La ley civil prevé dos situaciones particulares en las que se ha dis-
cutido si se trata de actos revocables mediante acción pauliana o de
otros derechos de los acreedores cobijados por la denominada “acción
oblicua” o más bien encuadra en la denominada “subrogación de los
acreedores”, que examinaremos más adelante.
Nos referimos a los artículos 1295 y 1451 del Código Civil: en virtud
del primero, los acreedores de un deudor que repudia una herencia en
perjuicio de aquellos pueden pedir al juez que les autorice aceptar por
el deudor. Por su parte, el artículo 1451, faculta a los acreedores de
quien repudia una herencia, legado o donación, a ser autorizados por el
juez para sustituir a un deudor que así lo hace, hasta concurrencia de sus
créditos. Para Ospina, estos supuestos corresponden a la acción pau-
liana porque es fraudulenta la conducta del deudor no solo al distraer
bienes de su patrimonio sino impedir que ingresen activos que sirvan
para la satisfacción de los acreedores44. Sin embargo, en nuestro criterio

44
Cfr. Guillermo Ospina Fernández, op. cit., pág. 173 y Álvaro Pérez Vives, op. cit.,
págs. 255 y ss. Sobre los requisitos y efectos de la acción pauliana, véanse, entre otras,
las siguientes sentencias de la Sala Civil de la Corte Suprema de Justicia: 26 agosto
1938, M. P. Liborio Escallón, “G. J.”, t. xlvii, núm. 1940, págs. 61-67; 27 junio 1941,
“G. J.”, t. li, núms. 1973-1974, págs. 600-605; 31 enero 1949, M. P. Hernán Salaman-
ca, “G. J.”, t. lxv, núms. 2068-2069, págs. 324-329; 17 abril 1951, “G. J.”, t. lxix, M.
P. Manuel José Vargas, “G. J.” t. lxix, núm. 2099, págs. 528-539; 13 agosto 1964,
M. P. Enrique Coral Velasco, “G. J.”, t. cviii, Primera Parte, núm 2273, págs. 182-194;
22 agosto 1967, M. P. Gustavo Fajardo Pinzón, “G. J.”, t. cxix, núms. 2285-2286, pág.
191-200; 13 noviembre 1968, M. P. Flavio Cabrera Dussan, “G. J.”, t. cxxiv, núms.
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estas acciones tienen más el carácter de indirectas o subrogatorias en


favor de los acreedores, en complemento del artículo 2489 del Código
Civil.
Por último, el artículo 1441 del Código Civil consagra una acción
pauliana especial para la rescisión (o mejor, revocación) de enajena-
ciones de bienes del difunto, hechas por el heredero, dentro de los seis
meses subsiguientes a la apertura de la sucesión, y que no hayan tenido
por objeto el pago de créditos hereditarios o testamentarios, acción que
puede ser instaurada por cualquier acreedor hereditario o testamentario
que goce del beneficio de separación.
b) Acción de simulación. Este es otro de los medios existentes para
recuperar bienes del deudor que hayan salido —al menos en forma apa-
rente o supuesta— de su patrimonio en detrimento de sus acreedores.
La idea central en torno a la acción de simulación es la impugnabili-
dad de actos celebrados por el deudor, en concierto con uno o más terce-
ros en perjuicio de la prenda general, cuando dichos actos no son serios
o reales, sino simulados o ficticios, pero con una apariencia externa de
veracidad y autenticidad. Mediante la acción de simulación, llamada
también “acción de prevalencia”, cuyos titulares son los acreedores o
cualquier persona con interés legítimo45, se pretende desenmascarar
la situación ficticia y que el juez establezca que el acto falso, aunque
ostensible, carece de eficacia jurídica. Al ello declararse, los bienes
que han salido supuestamente del patrimonio del deudor regresarán a
él para engrosar sus activos y permitir que los acreedores ejerzan las
correspondientes acciones de cobro.

2297-2299, págs. 369-376; 18 julio 1977, M. P. Ricardo Uribe Holguín, “G. J.”, t. clv,
Primera Parte, núm. 2398, págs. 192-204; 14 marzo 1984, M. P. Alberto Ospina Botero,
“G. J.”, t. clxxvi, núm. 2415, págs. 85-102; 26 octubre 2004, M. P. Jaime Arrubla Paucar,
exp: C-5283831030001999-0065-0; 14 junio 2007, M. P. Pedro Octavio Munar Cade-
na, exp. 11001 02 03 000 2003 00129 01; 14 marzo 2008, M. P. Jaime Arrubla Paucar,
exp. C-1100131030272001-00601-01; 25 enero 2010, M. P. Pedro Octavio Munar
Cadena, exp. 11001 3103 031 1999 01041 01; 14 octubre 2010, M. P. William Namen
Vargas, exp. 1100131010032001-00855-01; 1º febrero 2011, M. P. Ruth Marina Diaz
Rueda, exp. 05887-3103-001-2006-00083-01; 20 agosto 2014, M. P. Margarita Cabello
Blanco, ref. SC-11003-2014 [2004-00307-01].
45
Piénsese, por ejemplo, en 1) el cónyuge del deudor cuando sobreviene la liqui-
dación de la sociedad conyugal y este ha realizado actos ficticios de disposición en
contra de los intereses de aquel y 2) los herederos del deudor. Incluso la jurisprudencia
ha reconocido recientemente que las mismas partes simulantes y sus herederos pueden
instaurar la acción de simulación para restarle efectos jurídicos al acto ficticio y dejar
en firme la que era la voluntad real pero que se hallaba oculta.
El patrimonio como prenda general y los derechos de los acreedores 529

A diferencia de la pauliana, la acción de simulación no fue creada


expresamente por la ley ni se ejerce en beneficio exclusivo de los acree-
dores, sino que procede por iniciativa de cualquier parte que demuestre
interés jurídico en que prevalezca la voluntad real de las partes para
que el acto aparente u ostensible sea privado de efectos jurídicos. La
existencia de la acción de simulación deriva de la interpretación que
la jurisprudencia y la doctrina han hecho del artículo 1766 del Código
Civil, el cual no está dentro del capítulo que trata de los derechos de
los acreedores, sino que es una disposición sobre prueba de las obli-
gaciones46.
El artículo 1766 dispone: “Las escrituras privadas, hechas por los con-
tratantes para alterar lo pactado en escritura pública, no producirán
efectos contra terceros.
”Tampoco lo producirán las contraescrituras públicas, cuando no se
ha tomado razón de su contenido al margen de la escritura matriz, cuyas
disposiciones se alteran en la contraescritura, y del traslado en cuya vir-
tud ha obrado el tercero”.
De la norma transcrita, que en sentido estricto se refiere al problema
de la inoponibilidad frente a terceros de acuerdos privados celebrados
en contravía de lo expresado en documentos públicos, se ha derivado
toda una disciplina sobre la simulación y se han planteado, a lo largo del
tiempo, diversas teorías para explicar la naturaleza jurídica no solo de
la simulación en sí como acto jurídico47, sino de las acciones encamina-
das a declarar que un acto es simulado, con sus consiguientes efectos.
Aunque en la jurisprudencia se sostuvo inicialmente que la de si-
mulación es la misma acción de nulidad por objeto o causa ilícitos, y

46
Para comprender el desarrollo de la jurisprudencia nacional en torno a la simula-
ción, véase Jorge Suescún Melo y Felipe Suescún de Roa, “La simulación”, en Derecho
de las obligaciones, 2ª ed., t. i, cap. xi, Bogotá, Ediciones Uniandes-Edit. Temis, 2015.
47
La teoría dualista propugna que en la simulación hay dos declaraciones de volun-
tad: una real pero oculta y una ficticia pero ostensible o pública. Entre tanto, la teoría
monista sostiene que no hay sino una sola declaración de voluntad pero que se divide
o bifurca en dos: una con los efectos realmente queridos (acto oculto) y otra con los
efectos expresados o públicos, pero no realmente deseados por las partes simulantes (acto
ostensible o aparente). En las elaboraciones doctrinales y de la jurisprudencia en torno
a la simulación, se ha clasificado esta en absoluta y relativa. La primera ocurre cuando
la declaración privada pero real de las partes (contraescritura) borra por completo los
efectos de la declaración pública pero simulada. Por su parte, la simulación relativa se
presenta cuando el efecto de la contraescritura no es anular totalmente la declaración
pública de las partes, sino solo modificar alguno de sus elementos, ya sea en cuanto al
objeto o en cuanto a los sujetos del negocio.
530 Derecho de las obligaciones

luego se asimiló a la acción pauliana, más recientemente se ha sostenido


que es una acción especial, distinta a las mencionadas, denominada
igualmente “de prevalencia”, con carácter declarativo, que se ventila
por la vía del procedimiento verbal (C. G. P., art. 368).
En efecto, “[m]ientras que con la acción pauliana se impugna un acto
realmente ejecutado por el deudor, en la de simulación se busca des-
truir una mera apariencia para que se haga luz sobre lo que, de hecho,
quisieron las partes. Esta diferencia trae una consecuencia de cardinal
importancia, hecha residir en que al prosperar la acción pauliana, el bien
salido del patrimonio del deudor se reintegra al mismo. En cambio en
la simulación, cuando esta es absoluta, se demostrará que el bien se ha
desplazado del patrimonio del deudor, pero en apariencia meramente”48.
Ni las disposiciones legales, ni la jurisprudencia prohíben la simu-
lación ni la consideran ilegal per se. En la doctrina se mencionan in-
cluso ejemplos creativos en los que la ficción total o parcial de un acto
jurídico es plausible al encerrar propósitos desinteresados o altruistas,
por lo cual un acto simulado no es por principio general nulo o siquiera
anulable. Sin embargo, es evidente que celebrar actos simulados se
presta la mayoría de las veces a la ilegalidad, siendo cuando menos sos-
pechoso que las partes busquen dejar escondidas sus verdaderas y a
veces inconfesables intenciones, mostrando en cambio a la luz pública
algo falso o mentiroso como si fuera cierto, teniendo especial cuidado
de que esa apariencia, como en una obra de teatro, sea lo más cercano
a la realidad, al menos para que así lo crean los terceros.
Ambas declaraciones, la ostensible (que suele consignarse en escri-
tura pública) y la oculta (que de ordinario toma forma de una contra-
escritura privada que las partes simulantes se encargan de ocultar muy
bien), son oponibles a las partes y a sus causahabientes en virtud del
principio de la relatividad de los actos jurídicos res inter alios acta.
Ello implica que entre los simulantes y sus herederos pueden hacerse
valer tanto los efectos de la declaración real como los de la simulada.
De acuerdo con el artículo 1766 del Código Civil, a falta de perjuicio
de terceros derivado de la simulación, la única sanción legal para los
actos simulados es la inoponibilidad de la declaración oculta frente a
terceros. Siguiendo el principio de la seguridad jurídica, con toda ló-
gica se considera que aquellos pueden legítimamente confiar en la au-
48
C. S. de J., Sala de Casación Civil, sent. de 10 junio 1992, M. P. Héctor Marín
Naranjo, “G. J.”, t. ccxvi, núm. 2455, págs. 529 y ss.
El patrimonio como prenda general y los derechos de los acreedores 531

tenticidad de una declaración pública y no tienen por qué desconfiar o


dudar de lo que las partes simulantes han consignado en instrumento
público.
En consecuencia, el falso adquirente es, frente a su contratante y a
terceros, nuevo dueño y señor de los bienes supuestamente transferidos
y estaría legitimado —aun en incumplimiento de la contraescritura— a
realizar sobre ellos los actos que puede realizar cualquier titular legíti-
mo sobre sus propios activos, tales como el simple disfrute o explota-
ción económica, enajenarlos, constituir sobre ellos gravámenes reales,
aportarlos en sociedad e incluso transferirlos por causa de muerte. Así
las cosas, será de interés de los acreedores del supuesto adquirente que
se mantenga en pie el acto simulado, puesto que los nuevos bienes en-
tran a engrosar la masa patrimonial de su deudor, sobre la cual podrían
cobrar sus acreencias.
Sin embargo, es factible que la simulación se utilice como instrumen-
to para defraudar a los acreedores de la parte enajenante que aparenta
actos de disposición de sus bienes en favor del simulante-adquirente,
de suerte que aquel queda en estado de insolvencia como resultado de
dichos actos. Ante la apariencia de realidad del acto ficticio de enaje-
nación, se ha extendido el alcance del artículo 1766 del Código Civil
para interpretar que consagra un derecho en favor de terceros que resul-
ten afectados por la simulación, más allá de la simple inoponibilidad.
Este derecho se concreta en una acción judicial en virtud de la cual
cualquier acreedor que resulte perjudicado por los actos simulados de
su deudor, que desmejoren su prenda general e impidan el cobro de sus
créditos, podrá pedir al juez que declare la simulación del acto y como
consecuencia ordene restituir al patrimonio del deudor o los bienes en
cuestión, sobre los cuales sus acreedores podrán instaurar las corres-
pondientes acciones de cobro49.

49
Sobre la acción de simulación véanse también los siguientes fallos de la Sala de
Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia: 24 octubre 1936, M. P. Miguel Moreno
Jaramillo, “G. J.”, t. xliv, núms. 1914-1915, págs. 163-174; 22 agosto 1940, M. P. Da-
niel Anzola, “G. J.”, t. xlix, núm. 1959, págs. 842-849; 30 octubre 1941, “G. J.”, t. lii,
núm. 1980, págs. 612-616; 7 mayo 1942, M. P. Hernán Salamanca, “G. J.”, t. liv, núms.
1989-1990, págs. 30-33; 10 febrero 1943, M. P. Liborio Escallón, “G. J.”, t. lv, núms.
1993-1995, págs. 19-22; 6 noviembre 1943, M. P. Ricardo Hinestrosa, “G. J.”, t. lvi,
núms. 2001-2005, págs. 243-253; 9 febrero 1944, M. P. Hernán Salamanca, “G. J.”, t.
lvii, núms. 2007-2009, págs. 44-47; 10 junio 1948, M. P. Álvaro Leal Morales, “G. J.”,
t. lxiv, núms. 2062-2063, págs. 439-442; 24 enero 1951, M. P. Miguel Arteaga, “G. J.”,
t. lxix, núm. 2098, págs. 335-342; 2 septiembre 1954, M. P. José Hernández Arbeláez,
“G. J.”, t. lxxviii, núm. 2146, págs. 553-557; 5 noviembre 1960, M. P. José Hernández
532 Derecho de las obligaciones

Puede observarse que los acreedores de uno y otro simulante tienen


intereses claramente contrapuestos, pues mientras que a unos les fa-
vorece la permanencia del acto simulado, a los otros les conviene que
este pierda sus efectos jurídicos. Como ya mencionamos, con funda-
mento en el valor de la seguridad jurídica, la balanza de la justicia se
inclina en favor de los terceros de buena fe que han confiado en el acto
ostensible y que han consolidado en su patrimonio derechos con base
en él50. Pero en ausencia de tales derechos adquiridos por terceros de
buena fe, queda a salvo la acción de los acreedores del enajenante para
que se declare judicialmente la simulación, acción que prescribe en el
plazo previsto para las acciones ordinarias51.
Es pertinente señalar aquí que, a diferencia de la acción pauliana, que
solo procede cuando el deudor no se encuentra concursado, la acción
de simulación puede intentarse por los acreedores antes de la apertura
del proceso concursal, pero también una vez iniciado este52.
c) Acciones revocatorias concursales. Una vez declarada la apertura
de un proceso concursal respecto de un deudor, el colectivo de acreedo-
res encuentra interés en que se reintegren a la masa patrimonial afecta

Arbeláez, “G. J.”, t. xciv, núms. 2233-2234; 13 agosto 1964, M. P. Enrique Coral Velasco,
“G. J.”, t. cviii, Primera Parte, núm. 2273, págs. 182- 194; 22 agosto 1967, M. P. Gustavo
Fajardo Pinzón, “G. J.”, t. cxix, núms. 2285-2286, págs. 191-200; 10 junio 1992, M. P.
Héctor Marín Naranjo, “G. J.”, t. ccxvi, núm. 2455, págs. 529 y ss.; 23 abril 1998, M.
P. Jorge Castillo Rugeles, “G. J.”, t. ccliv, núm. 2491, págs. 817-838; 30 octubre 1998,
Jorge Castillo Rugeles, “G. J.”, t. cclv, núm. 2494, págs. 857-878; 19 junio 2000, M. P.
Jorge Santos Ballesteros, exp. 6266; 27 julio 2000, M. P. Jorge Santos Ballesteros, exp.
6238; 28 agosto 2001, M. P. Jorge Santos Ballesteros, exp. 6673; 5 septiembre 2001,
M. P. José Fernando Ramírez Gómez, exp. 5868; 27 agosto 2002, M. P. Jorge Santos
Ballesteros, exp. 6926; 19 mayo 2004, M. P. César Julio Valencia Copete, exp. 7145;
25 julio 2005, M. P. Manuel Isidro Ardila Velásquez, exp. 1999-0246-01; 15 diciembre
2005, M. P. Edgardo Villamil Portilla, exp. 680013103003-1996-19728-02, 14 junio
2007, M. P. Pedro Octavio Munar, exp. 11001 02 03 000 2003 00129 01; 14 octubre 2010,
M. P. William Namen Vargas, exp. 1100131010032001-00855-01; 30 noviembre 2011, M. P.
Arturo Solarte Rodríguez, exp. 05001-3103-005-2000-00229-01; 3 noviembre 2010,
M. P. William Namen Vargas, exp. 20001-3103-003-2007-00100-01.
50
Véase al respecto C. S. de J. Sala de Casación Civil sent. de 4 septiembre 2006,
M.P. Edgardo Villamil Portilla, exp. 050013103007-1997-5826-01
51
De conformidad con la ley 791 de 2001, el plazo de prescripción de las acciones
ordinarias es de 10 años.
52
La ley 1116 de 2006, en el art. 74, permite incoar la acción de simulación durante
el proceso de insolvencia, bajo el supuesto de insuficiencia de bienes, y prevé el ejercicio
de dicha acción para el beneficio de todos los acreedores.

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