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LOS TRASTORNOS DE CONDUCTA QUE SE DESARROLLAN EN

PERSONAS PREDISPUESTAS POR LA AVIDEZ AL PODER

Autor: Mgr, Psic. Luis Alberto Pastor Yáñez


EL CONOCIMIENTO DE LOS SÍNTOMAS DE LA ENFERMEDAD DEL PODER

Un porcentaje relevante de la población adulta (un 30%) padece trastornos de


conducta. La cifra también es aplicable especialmente a los que ocupan algún
cargo de importancia. De hecho, es probable que la superen. No en vano los
directivos trabajan en entornos que, por su naturaleza (presión, competitividad,
riesgo, abundancia de recompensas, etc.), pueden llegar a ser más
desequilibrantes que aquellos en los que se mueve un ciudadano común.

IDENTIFICANDO LOS TRASTORNOS DE LA ENFERMEDAD DEL PODER

Un trastorno de conducta es un “defecto”, una patología en la conducta fruto de


una distorsión cognitiva. En otras palabras, un trastorno de conducta es el
desarrollo de conductas disfuncionales que responden a una forma de ver la
realidad parcial, distorsionada, desequilibrada. La mayor parte de los trastornos
de conducta se hacen, no se nace con ellos. El cerebro es plástico. Aprende
con la repetición.

La rareza de la conducta tiene casi siempre su origen en una persona


predispuesta por diferentes factores. Si se interpreta la realidad de una forma
desequilibrada, no es extraño que se actúe de una manera igualmente
desequilibrada, fruto de una lógica muy débil. El poder enferma cuando los
criterios de mejora personal y contribución a la sociedad no se traducen en el
respeto a unas líneas enmarcadas por la Ética y a la mística del servicio.

Todos los trastornos de conducta nacen de una deficiente forma para satisfacer
adecuadamente los deseos emocionales básicos que son los deseos de
seguridad, diversión, reconocimiento, singularidad y conexión.

Los cinco trastornos de conducta más frecuentes entre los dirigentes de


diversos tipos de instituciones, funcionarios públicos y/o privados son
fácilmente asignables a la mala gestión de esos cinco deseos básicos. Veámoslo:

-El trastorno obsesivo (pensamiento circular).- Está asociado a la necesidad


de seguridad.

-El trastorno asocial (la falta de escrúpulos).- Por la necesidad de


singularidad.

-El trastorno adictivo (el enganche a una fuente de placer) Al deseo de


diversión

-El trastorno histriónico (la sobrerreacción “teatral” al entorno).- Al deseo de


conexión.
-El trastorno narcisista (sentirse el centro del mundo).- A las necesidades de
diversión, de singularidad y a la necesidad de reconocimiento simultáneamente. 

El poder es una de las causas por las que los directivos acaban desarrollando sus
trastornos de conducta. La razón es simple: el poder “trastorna” cuando se utiliza
como medio para alimentar los deseos emocionales básicos disociándolo de los
deseos avanzados de mejora personal y contribución a los demás.

Así mismo, el poder enferma cuando los criterios de mejora personal y


contribución a la sociedad no se traducen en el respeto a los derechos de los
demás. Cuando “todo vale mientras no sean “descubiertos”. Las decisiones
basadas en criterios puramente financieros, que se les suele llamar “criterios
técnicos” y que por lo general son de corto plazo, se prestan a enmascarar la
corrupción.

La experiencia clínica, sumada a la experiencia vivencial, de observar el


comportamiento desmesurado de ansias por los bienes materiales acompañado
por la sensación de sentirse “poderosos”, de funcionarios y directivos de las
diferentes instituciones, nos permite describir los síntomas más comunes de la
enfermedad del poder. La mayor parte es la expresión de los trastornos de
conducta asocial, también conocida como psicopática y el trastorno narcisista con
algún ingrediente más que describimos a continuación:

1. Indiferencia a lo que otros piensan.- Dificultad de conectar intelectual y


emocionalmente con las personas con las que uno se relaciona.
2. Frialdad hacia los sentimientos de los demás.- Desconexión con el
sufrimiento que puedan producir sus decisiones.
3. Decisiones basadas en una lectura desequilibrada del juego de premios y
castigos.- Se infravaloran las potenciales consecuencias negativas de las
decisiones tomadas y se sobrevalora la probabilidad de las consecuencias
positivas de las mismas.
4. Pérdida del sentido del riesgo o de la proporción.- En el perfil de
prioridades con el que se dirige la institución. Ello explica porque este tipo de
funcionarios decide que se realicen obras y/o actividades que en verdad no son
prioritarias.
5. Instrumentalización de las personas para lograr sus propios fines.- El
problema radica en esas personas que se “prestan” a ser utilizados
6. Excesivo protagonismo personal.- Se apoderan de méritos ajenos.
7. Tendencia a rodearse de “sobones”.- Los que suelen ser personajes poco
independientes intelectual y económicamente, para que no le lleven la contraria
y que aplaudan, o se rían de sus ocurrencias.
8. Juicio simplista.- Estereotipado, de las personas y los acontecimientos.
9. Sobrevaloración de las capacidades personales y de la imagen personal.-
Se sienten “iluminados”. “Semi-Dioses en la tierra”, “muy inteligentes”

El sentimiento de que tienen derecho a estar por encima de los


“convencionalismos” sociales y morales y de que, por tanto, se tiene licencia para
hacer lo que a uno le apetece. Se suele traducir en algunas, o muchas, de estas
conductas:
1. Humillar y/o hacerles hacer el ridículo a otros en público y privado con
“bromas”, salidas de tono, etc.

2. Robar en su vertiente de ilegalidades de cualquier tipo o simplemente a


través de una remuneración excesiva (en salarios, pensiones, viáticos por viajes
falsos, indemnización por despido, etc.)

3. Buscar gratificaciones sexuales abusando de la posición de poder o del


atractivo del dinero que se posee

4. Excesos en la comida, bebida, y en el uso de estimulantes

5. Realizar gastos desproporcionados, sin que importe la mala imagen


generada.

Si se acumulan como mínimo cuatro de estos catorce síntomas y


conductas, más vale actuar rápida y contundentemente.

A este tipo de individuos, no les importa que el poder los enferme, los corrompa,
debido a que no han internalizado esta realidad, ya que ellos consideran que son
acciones “legales” y que se ejecutan por su gran habilidad. Por otra parte,
consideran que están inmunizados de ser sentenciados por el Poder Judici al, debido
a que afirman tener “comprados a los Jueces” y la verdad es que igualmente
también existen Magistrados corruptos que suelen “vender sus sentencias”.

El que se sienta poderoso pero no sienta que es susceptible de ser vulnerable se


engaña, y pagará por ello. Las Instituciones cuyos directivos muestren los síntomas
de la enfermedad del poder acabarán siendo rehenes de estos, víctimas de no haber
tomado medidas a tiempo. 

Por otro lado, los que observan pasivamente, estas conductas y no hacen nada
para poner fin a las tiranías que imponen estos psicópatas, se convierten
inevitablemente en cómplices, aunque no internalicen este rasgo de conducta, por el
uso de mecanismos de defensa que les permite auto engañarse a sí mismos,
recurriendo a la negación o a la racionalización utilizando argumentos como : “Para
que me voy a meter”, es probable que se me “prendan”, “me voy a ganar
problemas”, “es asunto que no me concierne”, “no quiero ganarme enemigos”, etc.
De tal forma que dichas personalidades enfermas de poder, tienen el camino libre,
para seguir haciendo los que les dé la gana, ya que no existe personas del entorno
de este tipo de psicópatas, que puedan detener la corrupción ya que forman parte de
la misma, muchas veces se “venden”, por ridiculeces, pero se sienten “importantes”,
porque creen que están con personas importantes y como normalmente suelen
llevar una vida miserable, con muchas frustraciones, se consuelan de ser los
“ayayeros”, ya que en verdad, muy pocas personas con alta autoestima y que se
respete así mismo, podría formar parte del grupo de estos funcionarios corruptos y
embriagados por el poder. Por otro lado, si es que hubieran personas bien
intencionadas en el entorno de estos tiranos, suelen sentirse desengañados cuando
intentan ser autónomos, tener iniciativas o brindar recomendaciones porque no se
les brinda atención, pues resulta que sus jefes “no saben escuchar” y si alguno de
dichos funcionarios consiguiera destacar el jefe se “deshace” de ellos, porque le
estarían haciendo “sombra”.

Lo que se impone es una conducta valiente, de buenas personas y profesionales


competentes, que no tengan “rabo de paja”, para denunciar la corrupción, lo cual se
debe hacer con las pruebas contundentes en el aspecto jurídico, pero si no fuera
posible ello, por la “picardía”, que suelen aplicar estos corruptos, se debe promover
la censura moral, con lo cual igualmente se estaría contribuyendo para que esta
lacra que hace tanto daño a nuestras instituciones y a nuestra Patria, tenga que
extinguirse y terminar donde les correspondería estar.

ANALISIS DE LA AVIDEZ DE PODER EN ALGUNOS


DIRECTIVOS GESTIÓN ACTUAL DE LA UNJBG.
Autor: Psic. Luis Alberto Pastor Yáñez

EL CONOCIMIENTO DE LOS SÍNTOMAS DE LA ENFERMEDAD DEL PODER

Un porcentaje relevante de Los Docentes y administrativos de nuestra universidad


(un 70%) padece de la avidez al poder. La cifra también es aplicable
especialmente a los que ocupan algún cargo. No en vano los directivos trabajan
en entornos que por su naturaleza (presión, competitividad, riesgo, abundancia de
recompensas, etc.), pueden llegar a ser más desequilibrantes que aquellos en los
que se mueve un integrante de la comunidad Basadrina común.

IDENTIFICANDO LOS TRASTORNOS DE LA ENFERMEDAD DEL PODER

Un trastorno de conducta es un “defecto”, una patología en la conducta fruto de


una distorsión cognitiva. En otras palabras, un trastorno de conducta es el
desarrollo de conductas disfuncionales que responden a una forma de ver la
realidad parcial, distorsionada, desequilibrada. La mayor parte de los trastornos
de conducta se hacen, no se nace con ellos. El cerebro es plástico. Aprende
con la repetición.

La rareza de la conducta tiene casi siempre su origen en una persona


predispuesta por diferentes factores. Si se interpreta la realidad de una forma
desequilibrada, no es extraño que se actúe de una manera igualmente
desequilibrada, fruto de una lógica muy débil. El poder enferma cuando los
criterios de mejora personal y contribución a la sociedad no se traducen en el
respeto a unas líneas enmarcadas por la Ética y a la mística del servicio.

Todos los trastornos de conducta nacen de una deficiente forma para satisfacer
adecuadamente los deseos emocionales básicos que son los deseos de
seguridad, diversión, reconocimiento, singularidad y conexión.

Los cinco trastornos de conducta más frecuentes entre los funcionarios de


nuestra casa de estudios, son fácilmente asignables a la mala gestión de esos
cinco deseos básicos. Veámoslo:
1.- El trastorno obsesivo (pensamiento circular).- Está asociado a la necesidad
de seguridad.

2.- El trastorno asocial (la falta de escrúpulos).- Por la necesidad de


singularidad, de sentirse magnánimos

3.- El trastorno adictivo (el enganche a una fuente de placer) Al deseo de


diversión

4.- El trastorno histriónico (la sobrerreacción “teatral” al entorno).- Al deseo


de conexión.

5.- El trastorno narcisista (sentirse el centro del mundo).- A las necesidades


de diversión, de singularidad y a la necesidad de reconocimiento
simultáneamente. 

El poder es una de las causas por las que los directivos acaban desarrollando sus
trastornos de conducta. La razón es simple: el poder “trastorna” cuando se utiliza
como medio para alimentar los deseos emocionales básicos disociándolo de los
deseos avanzados de mejora personal y contribución a los demás.

Así mismo, el poder enferma cuando los criterios de mejora personal y


contribución a la sociedad no se traducen en el respeto a los derechos de los
demás. Cuando “todo vale mientras no sean “descubiertos”. Las decisiones
basadas en criterios puramente financieros, que se les suele llamar “criterios
técnicos” y que por lo general son de corto plazo, se prestan a enmascarar la
corrupción.

La experiencia clínica, sumada a la experiencia vivencial, de observar el


comportamiento desmesurado de ansias por los bienes materiales acompañado
por la sensación de sentirse “poderosos”, de funcionarios y directivos de las
diferentes instituciones, nos permite describir los síntomas más comunes de la
enfermedad del poder. La mayor parte es la expresión de los trastornos de
conducta asocial, también conocida como psicopática y el trastorno narcisista con
algún ingrediente más que describimos a continuación:

- Indiferencia a lo que otros piensan.- Dificultad de conectar intelectual y


emocionalmente con las personas con las que uno se relaciona.
- Frialdad hacia los sentimientos de los demás.- Desconexión con el
sufrimiento que puedan producir sus decisiones.
- Decisiones basadas en una lectura desequilibrada del juego de
premios y castigos.- Se infravaloran las potenciales consecuencias
negativas de las decisiones tomadas y se sobrevalora la probabilidad de las
consecuencias positivas de las mismas.
- Pérdida del sentido del riesgo o de la proporción.- En el perfil de
prioridades con el que se dirige la institución. Ello explica porque este tipo
de funcionarios decide que se realicen obras y/o actividades que en verdad
no son prioritarias.
- Instrumentalización de las personas para lograr sus propios fines.- El
problema radica en esas personas que se “prestan” a ser utilizados
- Excesivo protagonismo personal.- Se apoderan de méritos ajenos.
- Tendencia a rodearse de “sobones”.- Los que suelen ser personajes
poco independientes intelectual y económicamente, para que no le lleven la
contraria y que aplaudan, o se rían de sus ocurrencias.
- Juicio simplista.- Estereotipado, de las personas y los acontecimientos.
- Sobrevaloración de las capacidades personales y de la imagen
personal.- Se sienten “iluminados”. “Semi-Dioses en la tierra”, “muy
inteligentes”

El sentimiento de que tienen derecho a estar por encima de los


“convencionalismos” sociales y morales y de que, por tanto, se tiene licencia para
hacer lo que a uno le apetece. Se suele traducir en algunas, o muchas, de estas
conductas:

1. Humillar y/o hacerles hacer el ridículo a otros en público y privado con


“bromas”, salidas de tono, etc.

2. Robar en su vertiente de ilegalidades de cualquier tipo o simplemente a


través de una remuneración excesiva (en salarios, pensiones, viáticos por viajes
falsos, indemnización por despido, etc.)

3. Buscar gratificaciones sexuales abusando de la posición de poder o del


atractivo del dinero que se posee

4. Excesos en la comida, bebida, y en el uso de estimulantes

5. Realizar gastos desproporcionados, sin que importe la mala imagen


generada.

Si se acumulan como mínimo cuatro de estos catorce síntomas y


conductas, más vale actuar rápida y contundentemente.

A este tipo de individuos, no les importa que el poder los enferme, los corrompa,
debido a que no han internalizado esta realidad, ya que ellos consideran que son
acciones “legales” y que se ejecutan por su gran habilidad. Por otra parte,
consideran que están inmunizados de ser sentenciados por el Poder Judicial, debido
a que afirman tener “comprados a los Jueces” y la verdad es que igualmente
también existen Magistrados corruptos que suelen “vender sus sentencias”.
El que se sienta poderoso pero no sienta que es susceptible de ser vulnerable se
engaña, y pagará por ello. Las Instituciones cuyos directivos muestren los síntomas
de la enfermedad del poder acabarán siendo rehenes de estos, víctimas de no haber
tomado medidas a tiempo. 

Por otro lado, los que observan pasivamente, estas conductas y no hacen nada
para poner fin a las tiranías que imponen estos psicópatas, se convierten
inevitablemente en cómplices, aunque no internalicen este rasgo de conducta, por el
uso de mecanismos de defensa que les permite auto engañarse a sí mismos,
recurriendo a la negación o a la racionalización utilizando argumentos como : “Para
que me voy a meter”, es probable que se me “prendan”, “me voy a ganar
problemas”, “es asunto que no me concierne”, “no quiero ganarme enemigos”, etc.
De tal forma que dichas personalidades enfermas de poder, tienen el camino libre,
para seguir haciendo los que les dé la gana, ya que no existe personas del entorno
de este tipo de psicópatas, que puedan detener la corrupción ya que forman parte de
la misma, muchas veces se “venden”, por ridiculeces, pero se sienten “importantes”,
porque creen que están con personas importantes y como normalmente suelen
llevar una vida miserable, con muchas frustraciones, se consuelan de ser los
“ayayeros”, ya que en verdad, muy pocas personas con alta autoestima y que se
respete así mismo, podría formar parte del grupo de estos funcionarios corruptos y
embriagados por el poder. Por otro lado, si es que hubieran personas bien
intencionadas en el entorno de estos tiranos, suelen sentirse desengañados cuando
intentan ser autónomos, tener iniciativas o brindar recomendaciones porque no se
les brinda atención, pues resulta que sus jefes “no saben escuchar” y si alguno de
dichos funcionarios consiguiera destacar el jefe se “deshace” de ellos, porque le
estarían haciendo “sombra”.

Lo que se impone es una conducta valiente, de buenas personas y profesionales


competentes, que no tengan “rabo de paja”, para denunciar la corrupción, lo cual se
debe hacer con las pruebas contundentes en el aspecto jurídico, pero si no fuera
posible ello, por la “picardía”, que suelen aplicar estos corruptos, se debe promover
la censura moral, con lo cual igualmente se estaría contribuyendo para que esta
lacra que hace tanto daño a nuestras instituciones y a nuestra Patria, tenga que
extinguirse y terminar donde les correspondería estar.

“AL QUE LE QUEDE EL GUANTE…….QUE SE LO CHANTE”

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